Nancy Fraser: “La dinámica capitalista es una compulsión bruta y ciega que está fuertemente anclada en el sistema y es mucho más poderosa que la voluntad de los seres humanos individuales”
La filósofa
estadounidense Nancy Fraser (1947) es ampliamente conocida por sus
contribuciones en los campos del feminismo, el pensamiento contemporáneo
francés y alemán, la teoría crítica y la confrontación entre postmodernidad y modernidad.
Crítica acérrima del feminismo liberal contemporáneo y su abandono de los temas
de justicia social, confronta tanto con el neoconservadurismo como con el
neoliberalismo y apela a la redistribución de la riqueza, el reconocimiento de
los sectores subalternos y oprimidos y propugna la representación política
paritaria. Doctorada en el Graduate Center of the City University of New York,
enseñó en el Departamento de Filosofía de la Universidad de
Northwestern y en la actualidad es profesora de Filosofía en The New School of
New York. Ha sido profesora visitante en universidades en Alemania, Francia,
España y Países Bajos, y es redactora de “Constellations”, una revista
internacional de teoría crítica y teoría democrática de la que fue fundadora y
durante muchos años coeditora.
Además de sus copiosas conferencias es autora de
numerosos ensayos entre los que pueden citarse “The old is dying and the new
cannot be born” (Lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer), “Fortunes
of feminism. From state-managed capitalism to neoliberal crisis” (Fortunas del
feminismo. Del capitalismo gestionado por el estado a la crisis neoliberal), “Justice
interruptus. Critical reflections on the postsocialist condition” (Justicia
interrupta. Reflexiones críticas desde la posición postsocialista), “Unruly
practices. Power, discourse and gender in contemporary social theory”
(Prácticas rebeldes. Poder, discurso y género en la teoría social
contemporánea) y “Cannibal capitalism” (Capitalismo caníbal).
Lo que
sigue es un extracto de larga entrevista que concedió a Martín Mosquera en
diciembre de 2021 para el nº 3 de la revista “Jacobin América Latina”. La misma
forma parte del libro “La extrema derecha en América Latina” de la Colección Le
Monde Diplomatique publicado en agosto de 2023 por la Editorial Clave
Intelectual.
Tus trabajos más recientes desarrollan un “concepto
ampliado de capitalismo”. Se trata de cuestionar la definición tradicional que
se concentra de manera estrecha en el capitalismo como sistema económico, ¿es
así?
Efectivamente,
la concepción ampliada del capitalismo es un intento de abandonar las
interpretaciones inadecuadas y burdas de cierto marxismo que piensa en términos
de base y superestructura, es decir, que afirma que el fundamento real de la
sociedad es el sistema económico y que todo lo demás es una superestructura. En
ese modelo, la causalidad fluye de manera unidireccional desde la base
económica hacia la superestructura jurídico-política. En cambio, si hablamos de
la relación entre el subsistema económico de la sociedad capitalista y las condiciones
de posibilidad que constituyen su trasfondo necesario, la imagen de la base y
la superestructura se complica. Afirmar que algo es una condición necesaria de
la economía implica que las actividades que hacen al funcionamiento del sistema
económico capitalista -la producción de mercancías, la posibilidad de venderlas
para obtener ganancias y acumular capital, la compra de la fuerza de trabajo y
su utilización- no pueden desarrollarse a menos que otros elementos, que a
veces se piensa que están fuera de la economía, se encuentren en su debido
lugar. En este sentido, por ejemplo, son necesarias las relaciones de
parentesco que organizan los nacimientos, el cuidado, la socialización y la
educación de las nuevas generaciones, que reponen la fuerza de los trabajadores
adultos que deben alimentarse, bañarse, vestirse y descansar para poder
retornar a sus trabajos al día siguiente. Esto implica que las posibilidades de
acumular capital por medio del sistema económico están limitadas por algunos
rasgos de las relaciones de parentesco, como las tasas de nacimiento o las
tasas de mortalidad. Por lo tanto, las condiciones de fondo tienen
consecuencias importantes sobre todo el proceso. De esta manera, podemos
construir una imagen más compleja de la causalidad. Podríamos decir algo
similar de las condiciones de fondo denominadas “naturales” o “ecológicas”: la
producción capitalista y la acumulación de capital suponen que todas las cosas
materiales que necesita el sistema están disponibles sin reservas y desde
siempre en la naturaleza, que basta con elaborarlas en el proceso de
producción. Pero las materias primas, las fuentes de energía y la posibilidad
de eliminar los residuos -todas condiciones de fondo indispensables- no son
necesariamente ilimitadas. Al mismo tiempo, está claro que las fallas en los
ecosistemas esenciales (por ejemplo, el agotamiento de las fuentes de energía o
la contaminación excesiva) también pueden estropear las industrias.
Quisiera saber algo más sobre el lugar que ocupa
el subsistema económico en tu teoría. En tus términos, el capitalismo no es un
sistema económico autónomo porque depende de “condiciones de fondo” que, en
algún sentido, son parcialmente externas. Surgió el ejemplo de la naturaleza.
Pero aún si todas estas esferas son relativamente autónomas, son “condiciones
de fondo” del subsistema económico, el “primer plano” del capitalismo, ¿no
continúa siendo el subsistema económico, en tu enfoque, el elemento
predominante, para decirlo de algún modo, “en última instancia”?
Sí,
efectivamente hay algo específico en la economía que le otorga un vigor causal
particular, una fuerza real y una gran importancia: el imperativo de acumular y
expandirse. Sabemos que la economía capitalista no se trata de individuos que
ganan dinero y luego se tiran a descansar y a consumir lo que compraron en
hogares lujosos. El capitalismo conlleva el imperativo de la reinversión
continua, que genera cada vez más plusvalor, más ganancias y más capital. En
las sociedades capitalistas, se trata de una fuerza realmente dinámica que
históricamente dispuso del poder causal para torcer -en mayor o en menor medida-
ciertas condiciones externas a voluntad del capital. No es un poder absoluto.
Siempre corre el riesgo de retroceder frente a lo que recién mencionaste, de
forma adecuada, como “esferas relativamente autónomas”: la naturaleza tiene sus
propios tiempos y obedece a un tipo de reproducción que, a la larga, cae por
fuera del control capitalista. De todas formas, la dinámica capitalista es una
compulsión bruta y ciega que está fuertemente anclada en el sistema y es mucho
más poderosa que la voluntad de los seres humanos individuales que personifican
al capital, lo poseen y realizan su voluntad. El impulso es tan poderoso que,
en algunos casos, es capaz de modificar las condiciones de fondo.
Me gustaría centrarme ahora en tu concepto de “luchas
de frontera”. Se trata de las luchas por definir los límites entre la economía
y la sociedad, la producción y la reproducción, etc., es decir, entre el “primer
plano” y sus “condiciones de fondo”. En algún punto, parecería que estas luchas
de frontera son sinónimos de la lucha de clases. Al abordar las luchas sociales
de esta forma, ¿no existe el riesgo de extraviar la especificidad de la lucha
de clases?
En realidad,
no. Creo que descubrí que podía expresar mejor lo que quería decir sirviéndome
de otra terminología. Pienso que existen dos estrategias. Históricamente, al
menos en el marxismo tradicional y en los principales movimientos obreros y
socialistas, hubo una tendencia a pensar las luchas de clase en un sentido
estrecho, como luchas en el campo de la producción que se desarrollan a partir
de disputas por la tasa y la distribución del plusvalor que se extrae a los
trabajadores asalariados por medio de la explotación en las fábricas. Y luego
sí, por supuesto, se supone que esas luchas deben expandirse más allá de las
puertas de la fábrica, desarrollar una dimensión política y asumir otras
reivindicaciones más lejanas. Pero sigo pensando que, en general, esta imagen
de la lucha de clases como algo esencialmente relacionado con el trabajo
asalariado en entornos industriales es una imagen muy poderosa. Sin embargo,
desde otra perspectiva, podríamos decir que el problema es la definición
estrecha de lo que es una lucha de clases. Si analizamos la cuestión de una
manera más sofisticada y con más detalle podemos afirmar que las otras también
son luchas de clases, pero en un sentido diferente. Esto nos lleva de vuelta al
inicio de nuestra conversación, cuando hacías referencia a mi idea de un
concepto ampliado del capitalismo. En la medida en que el capitalismo no es
solo una economía, la clase no se define únicamente en el campo de la
producción. Si comprendemos al capitalismo como una realidad que abarca todas
estas condiciones de fondo, necesarias para que funcionen los sitios
especializados en los que se acumula plusvalor a costa de la explotación del
trabajo asalariado, comprendemos también que la reproducción social es un
componente esencial del sistema y de la forma en la que sus partes encastran
unas con otras. Si decimos lo mismo sobre la naturaleza, sobre los bienes
públicos y las capacidades regulatorias, sobre las formas legales que
consideramos políticas, si todo esto también es esencial, entonces podría darse
el caso de que las luchas que se generan alrededor de estas realidades también
sean luchas anticapitalistas, o al menos luchas en torno a componentes
esenciales del sistema capitalista. También podemos decir que, si logran
conjugarse de forma adecuada -y no siempre sucede así- estas luchas pueden ser
comprendidas como luchas de clases. Pienso que en términos intelectuales, la
mejor solución es redefinir la clase y la lucha de clases de una manera más
amplia. Si adoptamos una concepción ampliada del capitalismo y, por lo tanto,
de la lucha de clases y de las luchas anticapitalistas, tenemos la obligación
de definir con mucha precisión los motivos por los que estas luchas no
armonizan inmediatamente. Pero esa es una tarea que compete a la política y, en
efecto, una tarea difícil. Hablar de las luchas de fronteras no es sólo una
cuestión de distribución, sino de la gramática de la vida social. La clase
tiende a hacernos pensar que se trata de “quién gana cuánto” y esto no es del
todo adecuado. Lo que digo también suena un poco populista. La noción de luchas
de fronteras nos indica que hay un problema fundamental a la hora de trazar la
línea que separa a la sociedad de la naturaleza. No es sólo que las luchas de frontera
sean una alternativa a las luchas de clases. Es que las luchas de clases a
veces toman la forma de luchas de frontera y las luchas de frontera -cuando son
bien conducidas- a veces toman la forma de luchas de clases.
En otra entrevista afirmaste que, al menos desde
2008, la etapa actual de capitalismo financiarizado y neoliberal atraviesa una
crisis -tal vez terminal- que podría implicar eventualmente el desplazamiento
hacia una forma diferente de acumulación capitalista. ¿Qué se puede decir de la
crisis actual?
Me
gustaría señalar algunos elementos en la forma en que planteas la pregunta. Uno
es que debemos distinguir entre crisis sectoriales y crisis generales. Una
crisis sectorial implica que, en un régimen capitalista de acumulación o en una
fase de desarrollo capitalista, un área importante empieza a ser disfuncional,
enfrenta algún obstáculo insuperable, desestabiliza el sistema, etc. Solemos
pensar las crisis económicas de esta manera. No es lo mismo que una crisis
general de todo el orden social. De hecho, creo que esto es lo que estamos
viviendo en este momento. Es verdad que vivimos formas periódicas de crisis
económicas, como la de 2007/2008, que estuvo a punto de convertirse en un
colapso financiero, aunque al parecer nuestros gobernantes encontraron la forma
de resolver el problema. Pero pienso que ahora podemos comprender que este
impulso hacia la financierización es una bomba de tiempo que está siempre a
punto de explotar y que, en este sentido, la crisis no se resolvió. Al mismo
tiempo, tenemos el problema del calentamiento global y una crisis ecológica muy
grave, tal vez catastrófica, que se estuvo gestando durante mucho tiempo y que
ahora se volvió evidente. Cada vez más sectores de la población mundial,
incluso aquellos que lograron mantenerse relativamente aislados de los efectos
más nocivos, están empezando a comprender la magnitud de la crisis. También
tenemos una crisis de la reproducción social, es decir, de todas aquellas
actividades esenciales vinculadas al nacimiento y el cuidado de los seres
humanos, que no siempre están directamente mercantilizadas: educación, salud,
trabajo doméstico, trabajo de cuidados, etc. Este sector también está en
crisis. Es muy interesante observar el activismo que se genera en torno a estos
sectores, que en algunos casos albergan más actividad sindical que ciertas
áreas de la industria. Pero creo que también atravesamos una grave crisis
política, una crisis de hegemonía en el sentido gramsciano, un abandono
generalizado de la “normalidad” política. La gente se aleja de los partidos
políticos tradicionales y de las élites asociados con (y habría que añadir:
deslegitimados o mancillados por) las políticas neoliberales. Todos estos
elementos se suman y resultan en una crisis general. Una buena metáfora para
pensar la crisis es la metástasis: es posible forzar a un cáncer que surge en
un lugar determinado a retroceder, pero luego puede irrumpir en otro lugar. En
nuestro caso, puede tratarse tanto de un lugar geográfico como de uno
sectorial. Pienso que esta crisis se está volviendo palpable y evidente para
mucha gente. Sin embargo, esto no significa que nos estemos acercando a algún
punto de colapso total o resolución revolucionaria que nos llevará a tomar el
Palacio de Invierno o algo por el estilo. Desafortunadamente, las crisis pueden
desarrollarse durante mucho tiempo.
Las previsiones son siempre difíciles, sobre
todo ante grandes eventos todavía en desarrollo. Sin embargo, quisiera
insistir: ¿se perciben tendencias hacia un nuevo modo de acumulación o, para
ponerlo en tus términos, hacia una redefinición de “las fronteras” que dieron
forma a la fase actual del capitalismo?
Hay
momentos en la historia del capitalismo en los que un régimen establecido y
profundamente arraigado entra en crisis. Y la crisis se resuelve eventualmente
mediante la restructuración del sistema: una nueva manera -en el marco del
capitalismo- de organizar la producción y la reproducción. Podríamos pensar en
la socialdemocracia o en el New Deal, en el caso de Estados Unidos, como formas
de reorganizar la relación entre la producción y la reproducción. Los Estados
asumieron una responsabilidad mucho más explícita a la hora de garantizar
cierto equilibrio social y se comprometieron en la financiación o en la
organización de algunos trabajos de cuidados sociales y reproductivos. En
teoría, podemos imaginar una analogía ecológica en la actualidad: las
organizaciones intergubernamentales probablemente podrían asumir la
responsabilidad de internalizar estas externalidades, en el sentido de someterlas
a la gestión y la regulación para prevenir que se salgan de control, por
decirlo de alguna forma, o evitar que se vuelvan en su contra. Una crisis que
termina así no es una crisis del capitalismo en sí mismo, es decir, una crisis
ética en la que el capitalismo mismo cede el paso a una forma de organización
social no capitalista o poscapitalista. Habrá sido, en cambio, una crisis de
desarrollo intrínseca al capitalismo que hace que el capitalismo entre en una
nueva fase de desarrollo. Digo esto porque hay otra alternativa, que implicaría
un punto de inflexión de tal magnitud que no seríamos capaces de resolver la
crisis por medio de una nueva forma de capitalismo. Por ejemplo, es probable
que el calentamiento global represente algo más que los límites de un régimen
específico. Tal vez el calentamiento global le plantee un límite al capitalismo
en sí mismo. Si resulta que se trata de una crisis ética del capitalismo en
tanto tal, entonces existen distintas posibilidades. Algunas deseables, como
por ejemplo alguna forma de socialismo democrático mundial. Hay también,
supongo, otra posibilidad, que es que la crisis no se resuelva, que simplemente
se desarrolle una lenta canibalización de la sociedad humana, una especie de
lento retroceso que nos devuelva a la mera lucha por la supervivencia. Por
supuesto, nadie puede saber lo que sucederá, porque en realidad depende de las
acciones de la gente.