27 de agosto de 2025

El “León”, la “Cajera”, “Lule” y “Pinocho”, los principales responsables de la plaga que afecta a los argentinos

El ensayista argentino José Gobello (1919-2013), fundador de la Academia Porteña del Lunfardo en 1962, escribió
en su “Diccionario del lunfardo” que “la coima es parte del ser nacional. Nos define como país mucho más que el tango”. Dada la situación que atraviesa la Argentina por estos días, parece estar muy claro que esa definición es muy certera y en gran medida verificable. Aunque la historia de la coima es imprecisa, se pueden encontrar en la cronología argentina numerosísimos casos de lo que la Real Academia Española señala como sinónimo de soborno. Diversos historiadores concordaron en que, ya durante el período colonial, los altos funcionarios no estaban exentos de recibir sobornos por parte de contrabandistas, terratenientes, comerciantes, dirigentes, etc., con el fin de facilitar negociados, favores o tratos preferenciales. Sobre este tema se refirió el periodista argentino Walter Goobar (1954) en su artículo titulado “Historia de la coima” que apareció publicado en agosto del año 2000 en la revista “Veintitrés”. Allí señaló que “desde tiempos de la colonia, la retórica patriótica y la guerra escondieron los negocios turbios”, y mencionó casos de corrupción vinculados a presidentes argentinos como Bartolomé Mitre (1821-1906) y Miguel Juárez Celman (1844-1909). Sobre este último también aludió el abogado argentino Juan Balestra (1861-1938) en su novela “El Noventa. Una evolución política argentina” publicada en 1935. En ella escribió: “En 1890 Argentina corre alegremente hacia el desastre financiero. La honestidad transa con la codicia… ha llegado la hora de la coima. No se denuncian públicamente los casos, pero no se habla de otra cosa en las calles”.
Allá por 1894, el médico y escritor argentino Francisco Sicardi (1856-1927) publicó el primer tomo de “Libro extraño”, una extensa novela en la que narró la historia de una familia de clase media a través de varias generaciones, y además describió el papel que jugaron las coimas en el desarrollo de la infraestructura urbana de Buenos Aires durante el cambio de siglo. Y por esa época también, el periodista y escritor argentino José María Miró (1867-1896), conocido por su seudónimo literario Julián Martel, publicaba “La Bolsa”, novela en la que abundaban funcionarios que cobraban sobornos o pagaban sus placeres con dinero del Estado. “Bah, de todos modos, es el pueblo el que paga”, dice un ministro en uno de los capítulos. Años después, en enero de 1929, el escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942) publicaba en el diario “El Mundo” una de sus recordadas “aguafuertes”. Esta llevaba por título “Su Majestad, la coima”, y en ella decía: “La coima es la polilla que roe el mecanismo de nuestra administración, la rémora que detiene la marcha de la nave del Estado (y esta vez es cierto el mito de la rémora y la macana de la nave del Estado). La coima es el aceite lustral conque cuanto bicho inspector y subinspector que vagabundea por ahí, lubrifica sus articulaciones y engorda su estómago; la coima es la madre de muchos bienestares, el alma de numerosas prosperidades, el ángel tutelar de los que venden aserrín por harina, achicoria por café, pan quemado por chocolate, mármol molido por azúcar; la coima es la diosa protectora de todos los tahúres que pululan en nuestra tierra, de todos los comisarios que entran flacos y salen gordos, de todos los magistrados que se taponan los oídos para no escuchar los alaridos de la justicia. ¿Qué no es la coima, la enorme, la nutritiva coima? Donde se clave la vista, allí está: invisible, segura, efectiva, certera”. Categórica apreciación, sin dudas.
En mayo de 1910, la Argentina celebraba el centésimo aniversario de la Revolución de Mayo, aquel acontecimiento que destituyó al virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros (1756-1829) y lo reemplazó por el primer gobierno patrio argentino, una Junta que designó a Cornelio Saavedra (1759-1829) como Presidente de la Primera Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En esa misma fecha, el periódico italiano “La Stampa” publicaba un artículo en el que afirmaba que, en la Argentina, “la propina es una institución: tiene un nombre solemne de resonancia griega. Se llama coima. Todos coimean: desde quien desempeña cargos superiores hasta el último inspector. Es una práctica tan normal que si alguien decidiera obtener algo sin recurrir a esa gran señora de las transacciones oficiales correría el riesgo de ser tachado de loco. Hay coimas y coimas. Las hay pequeñas, insignificantes. Corresponden a los empleados de menor jerarquía: al portero, al mandadero, al escribiente. Pero las coimas grandes, las que merecen ampliamente su nombre y que hacen que se hable de ellas con admiración y envidia son las que se vinculan con los contratos del Estado, que los hay por armas, ferrocarriles, puertos, construcción de edificios, algunos de ellos monumentales, con ladrillos importados de Inglaterra, mármoles de Italia y luminarias de Francia”. De más está decir que cualquier similitud con lo que está ocurriendo en la actualidad es más que evidente. La única diferencia es que el actual presidente Javier Milei (1970) llegó al poder basando su campaña electoral prometiendo combatir a la “casta” política y terminar con la corrupción del Estado, compromisos que en sus veinte meses de gobierno no sólo no cumplió, sino que, por el contrario, tanto la casta política como la corrupción del Estado se elevaron enfáticamente.
Para el presidente libertario, la casta es un “conjunto de delincuentes”, son todos los “funcionarios inmorales” que implementan políticas que le hacen “daño a la gente” y que, para “proteger” sus propios privilegios, “argumentan que no se puede hacer otra cosa”. Sin embargo, algo más de siete de cada diez funcionarios de su gobierno forman parte de lo que él define como “casta”, es decir que, de una u otra manera, ya fueron parte de otros periodos de gestión gubernamental. Así se podrían mencionar al Jefe de Gabinete Guillermo Francos (1950), al Ministro de Economía Luis “Toto” Caputo (1965), a la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich (1956), al Ministro de Defensa Luis Petri (1977), al Ministro de Desregulación y Transformación del Estado Federico Sturzenegger (1966), al Secretario de Turismo, Ambiente y Deporte Daniel Scioli (1957), al Subsecretario de Inteligencia Diego Kravetz (1971), al Subsecretario de Gestión Institucional Eduardo “Lule” Menem (1964), al Presidente del Banco Central Santiago Bausilli (1974), al Presidente de la Cámara de Diputados Martín “Pinocho” Menem (1975)… Y a pesar de no tener antecedentes como funcionaria pública, no se puede dejar de incluir en la casta gobernante a la Secretaria General de la Presidencia Karina la “Cajera” Milei (1973), hermana y “Jefe” del actual presidente.


Por estos días, la difusión de audios atribuidos al director de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) Diego Spagnuolo (1974), desataron una gran polémica por el presunto pago de coimas en la compra de medicamentos a la droguería Suizo Argentina por parte de la agencia. Dicho funcionario ya había generado un escándalo -que lo puso en el centro de la agenda política- al impulsar en agosto de 2024 una revisión del sistema de pensiones por invalidez, declarando que el esquema era “poco transparente, complejo de auditar y muy susceptible al fraude”. Mientras avanzaba con la auditoría, Spagnuolo clasificó a las personas que sufrían distintos grados de discapacidad intelectual con términos como “idiotas”, “imbéciles” y “retardados mentales”. Ahora, en los audios filtrados, involucró en la recepción de coimas a la “Cajera”, a “Lule” y a “Pinocho”, e hizo responsables de pagarlas a los empresarios dueños de la droguería. La primera respuesta del presidente, el “León” Milei, fue hacer un “desplazamiento preventivo” de Spagnuolo de la ANDIS, mientras los otros funcionarios involucrados en el escándalo se limitaron a negar las acusaciones y atribuirlas a “una operación electoral” en vista de las próximas elecciones. Por estos días, el presidente habló en el Teatro San Carlos de Junín, en un acto libertario donde se presentaron los candidatos nacionales a diputados por la provincia de Buenos Aires. Su discurso fue, una vez más, un compendio de frases incomprensibles, balbuceos y torpezas. Y como si no fuera suficiente, refiriéndose a todos aquellos que cuestionan su connivencia con el cobro de coimas, esta vez los furcios formaron parte de su perorata. El mayor de ellos fue su frase “están molestos porque le estamos afanando los choreos”. A confesión de parte relevo de pruebas, reza un viejo axioma jurídico. Un par de días después, en un acto que encabezó en Lomas de Zamora de cara a las elecciones del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, afirmó que “todo lo que dice Spagnuolo es mentira. Lo vamos a llevar a la Justicia y vamos a probar que mintió”. ¿Se referirá a la Justicia argentina que está signada por una inacción que lleva décadas y está plagada de favoritismos, acuerdos políticos y corrupción?
De todos modos, la repercusión de este hecho de corrupción fue inmensa en los medios de prensa extranjeros. En España, por ejemplo, el diario “El País” publicó una nota bajo el título “Los casos de corrupción que acechan al Gobierno de Milei” y enumeró “la promoción de la criptomoneda $Libra, unas maletas que eludieron los controles aduaneros y las sospechas de una red de recaudación de sobornos en la compra de medicamentos, en la mira de la Justicia”. Y otro día publicó: “Quién es quién en el escándalo por corrupción que toca a Milei y su hermana Karina” en la que detalló los nombres de los funcionarios y empresarios implicados, y contextualizó el caso en medio de una serie de turbulencias internas del gobierno planteando que la denuncia podría tener efectos políticos duraderos. Por su parte el diario “El Mundo” informó sobre la crisis política interna que generó el caso, señalando que “el grupo parlamentario de Milei se rompe entre denuncias de corrupción”. Y en su edición digital publicó una nota titulada “Un escándalo de corrupción afecta al núcleo duro de Milei: su hermana Karina, salpicada por las comisiones de fármacos”, y destacó que la funcionaria es apodada “el jefe” por el propio presidente y apuntó que su figura se ve comprometida por las declaraciones del exdirector de la agencia pública de discapacidad. Y agregó: “En apenas un puñado de días, el intangible distintivo del gobierno del que presumía Javier Milei -su honestidad- se ha diluido”.
Mientras tanto, en Estados Unidos, “The Washington Post” también hizo mención al escándalo. En su cobertura se refirió a una investigación en curso sobre un posible “esquema de retornos que enreda al círculo íntimo de Milei”. Y cubrió el tema con un enfoque que hace hincapié en el alcance del escándalo dentro del núcleo presidencial: “Argentina investiga presunto plan de sobornos que involucra al círculo íntimo del presidente Milei” tituló, y detalló: “Una investigación de corrupción que amenaza con atrapar a los asesores más cercanos del presidente libertario Javier Milei, incluida su poderosa hermana Karina”. También allí, la agencia de noticias Bloomberg tituló en su versión digital: “El escándalo de sobornos sacude al gobierno de Milei y amenaza su capital político”. La agencia estadounidense subrayó que el caso se sumó a una semana difícil para el presidente, marcada por turbulencias económicas, retrocesos legislativos y nuevas tensiones diplomáticas. Y en otra publicación, bajo el título “Milei suma un escándalo de corrupción a su creciente lista de problemas”, advirtió que el caso podría mermar el índice de aprobación del presidente y complicar su agenda de reformas. “El equipo de Milei intenta detener el escándalo de sobornos -agregó- mientras los bonos y el peso se hunden. El caso de corrupción parece bastante serio, especialmente teniendo en cuenta el contexto electoral”.
Los ecos del escándalo también se hicieron sentir en América Latina. En Brasil, algunos de los medios más importantes también dieron cobertura al tema. La revista “Veja” y el diario “Folha de S. Paulo” publicaron artículos retomando los informes de la prensa argentina y remarcaron el impacto político del caso. El diario “O Globo”, por su parte, tituló “Policía argentina ejecuta órdenes de allanamiento tras filtración de audio que vincula a hermana de Milei con presunto soborno”, y agregó que “aún no hay una acusación formal”. El sitio web de noticias de Chile “Emol” señaló: “Escándalo en Argentina: el caso de supuesta corrupción en agencia de discapacidad que salpica a Karina Milei”. Y el diario “El País” de Uruguay informó con énfasis sobre la intervención judicial: “Escándalo en Argentina: incautan celular de exjerarca en medio de denuncias contra Javier y Karina Milei”. Según este medio, el hallazgo del teléfono de Spagnuolo es un indicio clave en la investigación. La nota hace foco en el contenido de las grabaciones que describen un presunto sistema de sobornos asociado a contrataciones en el área de salud pública. El director periodístico de este diario escribió: “Se viven momentos de tensión en la cima del poder. El caso Spagnuolo, como ningún otro hasta el momento, golpeó bajo la línea de flotación en uno de los puntos que Javier Milei sigue teniendo como diferencial positivo: la imagen de honestidad versus una dirigencia política vista como corrupta. Para colmo, las revelaciones sobre supuestos pagos de coimas en la compra de medicamentos para la Agencia Nacional de Discapacidad se conocieron en un momento donde el gobierno viene siendo acorralado por los problemas. La mortal crisis del fentanilo contaminado dejó en evidencia una gestión defectuosa, en el Congreso la oposición le sigue manejando la agenda a los libertarios y hasta incluso le llegó a voltear un veto al presidente, y la economía da señales de una volatilidad previa a las elecciones que pone nervioso a más de uno y se visualiza en las tasas altas. Demasiados líos juntos para un gobierno acostumbrado a imponer su ritmo”. En todos los casos, estos medios de prensa advierten que el escándalo no sólo compromete al gobierno en términos éticos, sino que podría afectar la estabilidad de las relaciones con aliados internacionales y la imagen del país en foros globales.


En fin, la lista de desatinos (por llamarlos de una manera gentil) cometidos por el gobierno libertario es larga. Se pueden mencionar la obligatoriedad de los empleados de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) y del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI) a realizar aportes para la construcción territorial de La Libertad Avanza durante la campaña electoral, el decreto para quedarse con el control del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) para convertirlos en organismos dependientes del Poder Ejecutivo, la promoción y posterior estafa de la criptomoneda $Libra, la crisis desatada en el Hospital Garrahan tras la decisión oficial de eliminar residencias y reemplazarlas por “becas de concurrencia”, la catástrofe generada por el fentanilo contaminado que se fabricó y distribuyó entre 2024 y 2025 y ya ha causado casi un centenar de muertes, y el reciente caso de las coimas por medio de las cuales la droguería Suizo Argentina pasó de facturar $3.900 millones a $108.000 millones en contratos con el Estado durante los veinte meses del gobierno que dice evitar “gastos excesivos” para defender el equilibrio fiscal. Evidentemente todos estos hechos no son más que producto de las políticas que priorizan las ganancias de unos pocos sobre la vida de la mayoría de la población. Por suerte, parece ser que la gente ya se está dando cuenta de la hipocresía tanto discursiva como ejecutiva de este gobierno. Una reciente encuesta realizada por la consultora Horus muestra que el 86% de los argentinos cree que hay corrupción en el gobierno nacional, y otra realizada por Poliarquía Consultores señala que la caída de la confianza se reflejó en todos los componentes del sondeo:  la “Honestidad de los funcionarios”, la “Capacidad para resolver los problemas del país”, la “Eficiencia en la administración del gasto público”, la “Evaluación general del gobierno” y la “Preocupación por el interés general”. A esta altura, sobran las palabras. Ya lo decía hace muchos años Bob Dylan (1941) en su canción “Everything is broken” (Todo está roto): “las calles están llenas de corazones rotos, no sirve de nada bromear, todo está roto”.