19 de septiembre de 2010

Conversaciones (XXXVII). Jorge Luis Borges-Juan José Arreola. Divagando en México (2)

Es notable la existencia de eventuales similitudes entre Arreola y Borges. Para muchos críticos literarios existe una similitud temática en los textos de ambos narradores: el azar, el destino, la moral, la muerte, el tiempo... y la ironía con que se los trata. Rafael Olea Franco, investigador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México y especializado en la obra del escritor argentino, por ejemplo, sostiene en uno de sus trabajos que "más allá de clasificaciones o genealogías, lo cierto es que en su propia escritura, ambos (Borges y Arreola) tienden a buscar la perfección formal, dentro de una práctica textual tan exitosa que se convirtó en modelo de sus respectivas culturas nacionales. Desde veredas distintas, pero paralelas, ejercitan un estilo austero, depurado y despojado de todo elemento verbal innecesario; de ahí la brevedad de sus composiciones. Este logro sólo ha sido posible a partir de una aguzada conciencia de la escritura". Precedidos por el respeto y el elogio mutuos ("Arreola deja fluir su imaginación, para deleite suyo y para deleite de todos", ha dicho Borges; "Es inconcebible la imaginación y la frescura de Borges" ha dicho Arreola), el autor de "Varia invención" recibió al de "Historia universal de la infamia" en el hotel Camino Real el 9 de febrero de 1978, previo a la entrevista que se le iba a efectuar al escritor argentino para la televisión mexicana: 


J.J.A.: En la televisión mi plan es no preparar nunca nada, y menos con usted, que ya tenemos un antecedente en San Diego, otro de México, y tantas cosas que usted me ha enseñado.

J.L.B.: Bueno, yo estoy enseñando y aprendiendo.

J.J.A.: Sigue aprendiendo, eso es, y se dice que la mejor manera de aprender es enseñar; entonces solamente...

J.L.B.: Cierto, he sido profesor de Literatura Inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras.

J.J.A.: Bueno, y hay cosas que nos son comunes; a tantos de entre nosotros. La única cosa que tenía...

J.L.B.: Lo de Reyes...

J.J.A.: Lo de Reyes, y ciertos poetas de América Latina, ciertos poetas de España que hemos frecuentando usted y yo; usted con la ventaja que me lleva en conocimiento y algunos cuantos años...

J.L.B.: Sobre todo en tiempo, siempre soy el mayor de los interlocutores; es un triste privilegio...

J.J.A.: Bueno, podemos empezar con una cosa que me importa mucho...

J.L.B.: Podemos empezar con Góngora y Quevedo...

J.J.A.: Y también con algo que me importa mucho, que hace unos días... Usted sabe que en México...

J.L.B.: Todos los temas son infinitos.

J.J.A.: Y quisiera nada más un punto de partida para abarcar a estos poetas y a una serie de temas suyos y de cosas que ahora van siendo cada vez más mías. Acabamos de celebrar aquí el Día de Muertos. Tengo quince días en meditaciones y he vuelto a sus ideas, y a las ideas a propósito de la inmortalidad y del estar aquí o el estar allá y de un más allá o de un no más allá y de la permanencia, la idea de la eternidad, de dónde surgió; y le quiero contar que desde antenoche sabiendo que venía usted, yo quería...

J.L.B.: No podemos ser un gato, el gato es un simulacro que concede al tiempo un arquetipo eterno...

J.J.A.: Y se acuerda usted de "La calavera, el corazón secreto...".

J.L.B.: Ah, pero claro, pero eso es mío...

J.J.A.: Entonces a partir de eso, creo, tengo una vaga sospecha... Ese soneto, ya después le voy a contar...

J.L.B.: Qué razón tiene... Nunca he usado la palabra calavera.

J.J.A.: Y ahí está, y en México celebramos las calaveras; la calavera es una de las realidades más mexicanas que puede haber...

J.L.B.: Bueno, hay ese trabajo de Lessing, que dice que el esqueleto como símbolo de la muerte data desde la Edad Media... Los antiguos tienen una idea de Eros con la antorcha invertida y que luego viene a ser otro símbolo del esqueleto que no es antiguo, como el de...

J.J.A.: No, es de "La danza de la muerte"; sobre todo Holbein y el panteón de los inocentes en París, el de Francoise Villon, donde viene el pasaje en el testamento, uno de los más terribles que venga a propósito de la idea de la muerte. Bueno, como acabamos de celebrar aquí con toda clase de calaveras de azúcar de dulces y de panes de muerto...

J.L.B.: Están jugando con los símbolos de la muerte.

J.J.A.: Exacto, a partir de ese hecho, era la única prevención, digamos, el único antecedente, y como Quevedo está metiendo la muerte hasta los huesos...

J.L.B.: Si quiere podemos ver si existe o no...

J.J.A.: Bueno.

J.L.B.: Yo diría que es una sensación.

J.J.A.: La única cosa que le quería hablar a usted...

J.L.B.: Todo es posible, sí. Que nos quedáramos muertos mientras estamos hablando, y que no nos diéramos cuenta.

J.J.A.: Eso sería lo más hermoso.

J.L.B.: Macedonio Fernández dijo una cosa que yo voy a citar mañana; dijo que morirse era lo más sencillo y grande que podía pasarle a un hombre. Está tan seguro de la inmortalidad.

J.J.A.: Es precioso.

J.L.B.: Morirse es lo menos importante que puede pasarnos.

J.J.A.: Oiga, ¿y los "Papeles de reciénvenido"? ¿De dónde le vendría la idea del recién venido a Macedonio? Recién venido; en quién pensaría...

J.L.B.: Seguro pensaba en él mismo y en la idea de que todos seríamos como forasteros en un mundo que no comprendemos, supongo que la idea sería esa, ¿o no? Creo que después fue una idea más interesante... Bueno, esto es una frase de mi hermana, que a lo mejor cito mañana...

J.J.A.: Le voy a decir, de todo corazón, la práctica personal es no preparar nada porque cuando dos personas tienen muchos intereses, tienen muchas cosas que saber...

J.L.B.: Yo creo que si preparamos algo, mañana vamos a ser como ecos mecánicos y un poco frustrados y falsos, y vamos a abundar sobre todo en erratas y en olvidos...

J.J.A.: Abundar en erratas... Me acuerdo muchísimo de Carlos Argentino, que tenía esa frase, ¿cómo es? Pero también abundaba en... ¿cómo dice?, en ociosas exactitudes, en ociosas referencias y toda la cosa esa de Paul Ford y demás. Pero la idea es exacta, tanto, que ni siquiera le adelanto la idea que me ha inquietado mucho en los últimos días y que yo creo que usted la tiene muy bien desarrollada en sí mismo y en muchos pasajes de los libros. Pero como es una idea de las últimas cuarenta y ocho horas la quiero manifestar, pero mañana mejor, para que usted no tenga tiempo de pensar, porque a mí me importa mucho lo que es la improvisación, que la palabra sea simultánea al pensamiento, el pensamiento debe ser simultáneo a la palabra...

J.L.B.: Sí, yo creo que eso decía Schopenhauer, que hay escritores que escriben sin pensar, hay escritores que piensan para escribir, escritores que piensan y por eso escriben y que eso es lo mejor. Yo creo que no, lo mejor es que sea un proceso paralelo. Creo que sí, es decir, cuando uno esté pensando, uno esté hallando las palabras.

J.J.A.: Ahora, hay una cosa importante también, cuando uno empieza a hablar y tiene que hablar, naturalmente se pone a pensar porque si no se cae... se cae del alambre. Yo pertenezco al género de los que hablan para pensar. En cuanto empiezo a manejar términos del lenguaje el pensamiento acude. Oiga, ¿se acuerda de aquella "boutade de" André Gide? "Crea una forma bella, porque una idea más bella todavía vendrá a habitarla." Pero, ¿sabe?, André Gide ahí un poco hace verdaderamente una "boutade". La forma bella se crea, Borges, como una nostalgia. Ya existe interiormente la posibilidad de ser una forma bella...

J.L.B.: Muy bien, seamos platónicos...

J.J.A.: Ah, pero le voy a contar mañana o pasado... en la próxima o en la siguiente conversación, el soneto que escribí a propósito de su soneto "La calavera, el corazón secreto", el verso que dice "soy un hombre que escribe en un cuarto de una casa". Hice un ejercicio retórico, puramente retórico a partir de Borges y Quevedo. Cómo puedo decirle...

J.L.B.: Lo había olvidado ese poema... es la primera persona que me lo recuerda...

J.J.A.: Ahora no le voy a decir cómo va porque se lo voy a decir mañana, esto es sólo un pasaje...

J.L.B.: ¿Cómo es? "La calavera, el corazón secreto...".

J.J.A.: Pero no me acuerdo. "El golpe de la sangre que no veo...".

J.L.B.: Claro, sí, del esqueleto que no veo... Y luego yo me refiero a la espada del coronel Borges, de mi abuelo, y digo: "soy también la memoria de una espada".

J.J.A.: "Soy también la memoria de una espada." Y otra cosa, mire, a propósito de dos o tres sonetos vamos a platicar porque también en cierta calle hay una casa, se acuerda usted, con su timbre y su número trece y un aroma, un olor a perdido paraíso. La nostalgia de una vida más bella. Creo que usted se acuerda de "El otoño de la Edad Media", donde se habla de la nostalgia de una vida más bella. ¿Por qué el hombre ha podido o querido suponer que puede haber un paraíso perdido, que puede haber una vida mejor?

J.L.B.: Bueno, qué raro que usted me hable de eso. Estaba pensando en un diálogo bastante difícil donde Adán está pensando y reconoce que verdaderamente el paraíso no era para tanto, pero a él le gusta pensar que era muy divino porque lo ha perdido. Lo que realmente no importa, y que es exagerado por los poetas después. Me recuerda un poco a Milton, pero era el paraíso o era con cualquier otra cosa.

J.J.A.: No se imagina, Jorge Luis, cómo he estado de cerca en estas tres últimas semanas. Nada más le voy a decir unas líneas del soneto que escribí por usted, que dice: "Cómo puedo decirme a mí quién soy/ si de Quevedo y Borges el atuendo verbal dice burlando,/ ¿estás yaciendo?/ Lugar de tiempo en el espacio estoy,/ estoy aquí conmigo el día de hoy/ en monótonas líneas describiendo esta nada./ Palabras sin estruendo/ avisan en silencio a dónde voy". Viene de Borges y de Quevedo. Ya en el programa se lo voy a decir completo...

J.L.B.: Entonces no he escrito yo en vano mis sonetos...

J.J.A.: ¡Por dios santo!

J.L.B.: Si fue un estimulo...

J.J.A.: Bueno, usted sabe que fueron desde 1942 los libros, pero el primer encuentro con Jorge Luis Borges ocurrió en la "Revista de Occidente" en 1924.

J.L.B.: Ah, claro.

J.J.A.: El artículo aquel.

J.L.B.: Sobre Quevedo.

J.J.A.: Se lo publicó Alfonso Reyes. Yo creo que él lo dio a la revista, o la revista directamente.

J.L.B.: Vamos a resolver hoy que lo publicó Alfonso Reyes. No cuesta nada modificar el pasado.

J.J.A.: Acaba de decir usted una cosa que me importa mucho: la modificación del pasado.

J.L.B.: Claro, es la materia más plástica que hay.

J.J.A.: Hay un psicólogo teólogo, Víktor Frankl, que ha dicho una cosa que me parece muy bella, no sólo dentro del ámbito cristiano-católico sino más allá de él, que dice: "El arrepentimiento modifica el pasado".

J.L.B.: No, el que dijo eso fue Oscar Wilde.

J.J.A.: ¿Me lo dice mañana eso? Es precioso.

J.L.B.: Oscar Wilde, Oscar Wilde. Es lindísimo.

J.J.A.: Sí porque Oscar Wilde era un hombre muy profundo. Pero usted ya lo dijo una vez.

J.L.B.: Oscar Wilde era un hombre... Uno se encuentra con ideas asombrosas. Todo está dicho con tal elegancia, con tal diligencia que... Pero claro, fue un hombre extraordinario Wilde, y lo que él dijo que había puesto su genio en su vida y su talento en su obra, o mi talento en la obra de mi genio y mi vida. Pero uno siente ese genio en él, es más allá de los argumentos de las comedias o de las páginas así, un poco decorativas de "Dorian Grey"; se siente que era un hombre extraordinario...

J.J.A.: ¿Se acuerda del original de su ensayo cuando dice por qué Chesterton, que era un hombre tan hecho, tan fuerte, tan católico, tan todo, nos lleva al mundo de la pesadilla? Y a pesar de los hábitos de la desdicha y del mal, la obra de Wilde respira una felicidad.

J.L.B.: Una inocencia.

J.J.A.: Ese es uno de los misterios que también debemos rozar un poco.

J.L.B.: Es que Wilde es tan bueno. Lo que yo publiqué fue una traducción de "El príncipe feliz".

J.J.A.: Increíble lo de "El príncipe feliz", "El gigante egoísta", "El ruiseñor y la rosa"... Bueno, yo creo, Jorge Luis Borges, que ya no vale la pena que le quite más tiempo y que estemos más tranquilos para mañana, porque lo único que quiero es que a pesar de que esto sea una cosa que nos reúne, un canal de la televisión, quiero que todo aparezca, y ya me doy cuenta de que usted así lo quiere también. Que sea una conversación pura entre nosotros dos.

J.L.B.: Va a ser un placer, podemos olvidarnos de la televisión incluso.

J.J.A.: Nos olvidamos totalmente. Pues ya siento desde ahora la alegría de mañana y de pasado y la alegría de saber que está usted aquí en México.

J.L.B.: Y yo estoy sintiéndolo.

J.J.A.: Porque imagínese usted, cuando comencé a leerlo y a conocerlo, cuándo iba a imaginarme que la vida y los azares de la literatura y de la lectura me iban a llevar...

J.L.B.: Todo está hecho, todo está previsto. La armonía preestablecida de Leibnitz...

J.J.A.: Todo debe obedecer finalmente a un orden.

J.L.B.: Todo corresponde a un dibujo, no hay ningún secreto.

J.J.A.: Y todo se condensará finalmente en la unidad. Bueno, ya platicaremos mañana...

J.L.B.: Caramba, es un tema infinito. Al principio es un caos, aunque un dibujo...

J.J.A.: "Les obscurs designs de la providence". Los obscuros dibujos de la providencia.

J.L.B.: Es cierto, sí.

J.J.A.: Creo que eso era de Cocteau. No me podía acordar anoche del lugar, que Papini tiene una frase semejante, cuando un emperador romano o un cónsul dice: "Yo reclamo para mí ese infame privilegio".

J.L.B.: Qué linda. Son frases latinas.

J.J.A.: Dice: "Reclamo para mí este infame privilegio".

J.L.B.: Qué raro, ¿por qué el idioma, cuando una frase sale bien, parece traducida del latín, eh?

J.J.A.: Ahí lo tiene usted.

J.L.B.: Sí, yo no sé, hay algo, tiene algo el latín.

J.J.A.: Sí algo de mágico. Pero usted, cuando escribió sobre Quevedo, ¿cómo dice en sus páginas lapidarias? "El español parece volver al arduo latín de Séneca y Lucano".

J.L.B.: Que eran españoles.

J.J.A.: Eso, al enérgico latín de la Edad de Plata.

J.L.B.: La Edad de Plata fue mucho más sentenciosa, porque es de Plinio también.

J.J.A.: "Razonaba oro y no metal bajo, tantos kilates subía su lenguaje". Ahí el español es lo que usted dice, llega a ese nivel tremendo, sin partículas, ¿verdad? La piedra seca. "Fatigó con felicidad la literatura griega". También lo dice Quevedo en el "Marco Bruto". Yo me dediqué a buscar, cuando más me había impresionado a mí, quería recordar... ¿Cuál fue la frase que le impresiono más a usted? Porque Bécquer en un cuento habla de los monteros que fatigan el eco de los montes.

J.L.B.: "Fatigar las selvas", es Virgilio.

J.J.A.: Y de ahí lo tomó Góngora.

J.L.B.: Claro, sólo que Góngora puso "a peinar el viento", que es horrible.

J.J.A.: Y "fatigar la selva".

J.L.B.: "Peinar el viento" es imperdonable.

J.J.A.: No se puede. Pero inmediatamente viene...

J.L.B.: Pero inmediatamente viene Virgilio y lo salva.

J.J.A.: Pero él dice: "peinar el viento, fatigar la selva, en vano pula en la maestra mano el generoso pájaro su pluma". Ahí sí está en eso; eso podemos dejar para mañana, Quevedo y Góngora, porque ahora me gustaría estar todavía más sencillos. Pocas veces...

J.L.B.: Dígame algo del significado de la palabra "mero" en México, "en la mera puerta", precisamente en la puerta.

J.J.A.: También cuando alguien le pega a otro dicen: "le dio en la mera madre", por ejemplo cuando se da el balazo: "en la mera madre". "Ya mero" es ya casi.

J.L.B.: Ah, "mero" es "casi".

J.J.A.: Porque...

J.L.B.: Tengo un empleo muy raro de "very" en inglés, de Kipling, donde habla de Roma, dice que al fin hemos llegado a Roma, que es "la mera Roma".

J.J.A.: La traducción sería : "Estamos en la mera Roma".

J.L.B.: Eso se entiende en México. En Buenos Aires podemos decir "en la mera Roma", pero sería despectivo, peyorativo.

J.J.A.: Sería peyorativo.

J.L.B.: Sí pero "the very Rome" está bien. En latín sería "Roma excisima"...

J.J.A.: Yo desgraciadamente el inglés no lo he podido frecuentar y sólo leo fichas de enciclopedia, porque no he podido nunca entender el inglés, ni estudiarlo, y eso que he estado meses en Estados Unidos. En cambio el francés sí se me dio, nunca tomé un libro de francés...

J.L.B.: A mí me ocurrió lo contrario, que en casa hablamos inglés y español y luego yo tuve que estudiar francés.

J.J.A.: Lo tuvo que estudiar.

J.L.B.: Y yo me enseñé alemán y luego me enseñé por medio de un programa anglosajón, hemos hecho la "Antología anglosajona".

J.J.A.: Y eso ya va a salir.

J.L.B.: Eso se publica en diciembre en Chile. Me gusta que sea Chile por aquello de la decadencia actual de argentinos y chilenos.

J.J.A.: ¿Y también habló usted de una biografía de Snorris Sturluson?

J.L.B.: Esa la dejamos haciendo.

J.J.A.: Oiga, le quiero preguntar esto...

J.L.B.: Qué lindo nombre, Snorris Sturluson.

J.J.A.: Yo lo repito maniáticamente, pero quiero saber si es suya la frase o está tomada de un texto antiguo, que es una de las frases más tremendas para mi vida personal, le ruego que me consuele. Dice: "Snorris Sturluson no fue un traidor sino un hombre desgarrado hasta el fondo de sí mismo por sucesivas y contradictorias lealtades".

J.L.B.: Desgraciadamente es mía esa frase.

J.J.A.: ¡Borges!

J.L.B.: Qué le vamos a hacer.