Apasiondo por la literatura, la política y los gatos, Osvaldo Soriano (1943-1997) llegó a ser en las últimas dos décadas del siglo XX el narrador argentino más exitoso. Sus libros "Triste, solitario y final", "Cuarteles de invierno", "No habrá más penas ni olvido", "A sus plantas rendido un león" y "Cuentos de los años felices", por mencionar sólo algunos, se tradujeron a gran parte de los idiomas del mundo. A comienzos de 1991, su novela "Una sombra ya pronto serás" iba en camino de agotar su segunda edición. En ella, Soriano dibujó los caminos de una serie de extraños personajes, casi fantasmales, que deambulan sin rumbo por las rutas de la aplastante llanura argentina -impulsados por objetivos alucinantes e irrealizables- sin poder encontrar la forma de salir de ellas. La siguiente entrevista fue realizada cuando el escritor regresó de un viaje a Chile, donde había sido condecorado con el Premio Internacional José Carrasco Tapia por su defensa de los Derechos Humanos. Norberto Soares fue el entrevistador. La revista "Acción", en su nº 587 corresponiente a la primera quincena de febrero de 1991, fue quien la publicó.
A usted acaban de entregarle en diciembre el Premio Internacional José Carrasco Tapia, ex editor de la revista "Análisis" de Chile, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet. Es inevitable preguntarle qué opina de los indultos a los comandantes del Proceso.
¿Qué se puede opinar? Es algo totalmente repudiable. Yo no me recuperé, todavía, de la depresión. Y percibí que en los festejos de fin de año, esa copa que uno toma con los amigos, flotaba una sensación de aplastamiento moral, que notaba tanto en mí como en los demás. Es la medida más grave que se ha tomado en tiempos de democracia y, sin duda, una medida capital en cuanto al retroceso que implica y a la posibilidad de una nueva tragedia. Y en la medida en que la impunidad ha sido consagrada, hoy no hay ninguna regla jurídica que se pueda aplicar en las cosas más elementales. Y si tenemos en cuenta que económicamente el Proceso triunfó y que lo que hoy vivimos es la continuación del Proceso con otras figuras, concluimos en que la consagración de la impunidad es una vuelta a los métodos del Proceso con otros medios, más suaves, puesto que hay elecciones dentro de algunos meses.
¿Qué visión tiene usted de Menem? ¿Cree, como afirman algunos, que traicionó al peronismo o lo ve como un efecto de ese movimiento?
Creo que es el producto final de la descomposición del peronismo. También creo, que a diferencia de cierta gente -como el Grupo de los Ocho, por ejemplo-, que el peronismo no lo sobrevive a Menem. Menem esta ahí para hacer lo que no pudo hacer Alfonsín: por ejemplo, en un año logró partir a la CGT, rehacer a las Fuerzas Armadas y, sobre todo, destruir al peronismo. Y, además, como es un político hábil, ha logrado que la oposición no pueda levantar cabeza, porque el radicalismo como primer partido de oposición no pudo hacerlo. Lo que no puede lograr es construir un nuevo partido dentro del movimiento, que tendría la forma del Partido Conservador, porque su plataforma propia es escasa. Porque yo creo que el sueño de la burguesía sería rehacer un partido conservador con treinta y pico por ciento de votos, lo cual es ilusorio. Y en esto se va consumiendo.
¿Por qué un escritor de ficciones como usted aparece tan pegado a la política? ¿Por qué no dedicarse, como otros, sólo a la literatura?
Recuerdo una frase de Onetti que decía: "yo sólo soy escritor cuando escribo". Pero después, yo ando por la calle, trabajé durante años en medios de comunicación, tengo una formación política tardía pero que no puedo perder. Y además, me parece que todo está estrechamente vinculado: si el país se va a la mierda, nosotros no vamos a poder seguir viviendo acá. ¿Qué estamos defendiendo, entonces? El elemental derecho a vivir sin que la policía venga a tocar timbre para saber si uno es de tal o cual partido, de tal o cual agrupación. Esto, que parece obvio, no lo era hace diez años. Creo que estamos defendiendo algo en lo cual yo no creo: el futuro. Yo no creo en el futuro del país, pero me esfuerzo por defenderlo. No digo que esto haya sido siempre así, desde el fondo de la historia. Yo estoy convencido de que se ha precipitado a ser un país sin destino, sin objetivos, sin deseos, sobre todo sin deseos.
¿A qué deseos se refiere?
Sin deseos de ser un país, una sociedad, una nación, póngale el nombre que quiera. Algo que surja de un entendimiento, de saber que somos argentinos, que podemos convivir, recibir extranjeros que trabajan en nuestro suelo y los consideramos iguales, etcétera. Todos estos valores fueron liquidados por la dictadura militar. El país ya venía mal pero esa dictadura lo liquidó y este proceso que estamos viviendo, lo liquida definitivamente.
Ahora, Soriano, hablemos de literatura. Sospecho que su última novela, "Una sombra ya pronto serás", debe haber sorprendido a más de uno de sus lectores habituales por la forma en que se diferencia de las anteriores.
El mejor elogio que recibí vino de Adolfo Bioy Casares, que me dijo: "Mire, su novela es muy buena, ¿y sabe por qué?, porque empieza bien, sigue bien y termina bien". Por mi parte, yo le tenía mucho miedo a la novela hasta el capítulo treinta, porque no sabía lo que estaba haciendo, no la tenía muy atrapada, me provocaba mucha angustia el paisaje o, mejor dicho, la falta de paisaje, me refiero al pampeano. Hasta que me di cuenta de que el paisaje, esa cosa casi inexistente, era el verdadero personaje, ya que toda la novela está montada sobre la idea de caminos que no llevan a ninguna parte, y en la medida que los personajes estaban rodeados de esos caminos, esto les daba un peso considerable, dramático, porque son personajes absolutamente perdidos en esos caminos sin destino.
¿Como definiría a estos personajes que deambulan por esos caminos fantasmales, enganchados en proyectos irreales?
Originalmente, a quienes ellos siguen es a Menem: a ese "síganme" de la campaña, algo que figuraba explícitamente en el original. Esto a mí me ayudó en un principio para seguir la novela, porque cada dos por tres los tipos se encontraban en los puentes o los cruces de caminos con carteles que decían "síganme" pero sin ninguna flecha que les indicara adonde. Los tipos no lo comentaban pero acataban la orden. Al comienzo de la novela yo trabajé con estas referencias contextuales; después, me di cuenta que estaban de más y las saqué. Pero el "síganme" está implícito, es innecesario hacerlo visible.
¿Asocia usted su novela con "Los siete locos" de Roberto Arlt?
No. Si yo tuve alguna vez la ambición de trabajar con los personajes de "Los siete locos" era cuando escribía "A sus plantas rendido un león", que está llena de guiños hacia aquella novela de Arlt. En este caso, no. Y en el momento en que empecé a trabajar en "Una sombra...", estaba leyendo "Moby Dick", de Hermán Melville, en París y en una edición francesa de bolsillo. Yo había empezado a leerla de chico y no pude seguirla. Ahora me daba cuenta de que estaba pasando uno de los grandes momentos de mi vida. Cuando volví, busqué por cielo y tierra la edición argentina traducida por Enrique Pezzoni. En el estado de ánimo que me colocaba "Moby Dick" escribí "Una sombra...". Además, quería hacer una cosa despojada. Estaba muy asustado por los riesgos que corría: "Una sombra..." está muy trabajada, era una novela que originalmente tenía cuarenta páginas más, que tuve que cortar y rehacer. Y cuando la terminé me dije: "no la va a leer nadie". Se la pasé a unos amigos que confirmaron mi impresión: me dijeron que era muy buena pero que iba a vender diez ejemplares porque la gente espera de mi otra cosa, por ese prejuicio bastante difundido de que soy un escritor de novelas de aventuras, como si estuviera condenado a repetir un solo modelo literario.
Noam Chomski, norteamericano y uno de los grandes lingüistas del siglo, fue catapultado por la guerra de Vietnam al discurso de la política. En uno de sus libros definió en forma breve y contundente la responsabilidad de los intelectuales: "es -dijo- decir la verdad". ¿Está usted de acuerdo?
Totalmente. Pienso que esa es nuestra responsabilidad. Graham Greene decía lo mismo allá por los '60.
¿Qué es lo que espera ahora Soriano?
Escribir otra novela.
¿Tiene algún proyecto?
No. No tengo nada, como le pasa a cualquiera que termina de escribir una novela. Y no sólo se tiene la sensación de que no se tiene qué decir, sino de que ya jamás va a volver a escribir. Esto es cíclico y sólo puede ayudarlo a uno un amigo, que le comunica que en ese momento está escribiendo y que ya pasó por lo mismo.