18 de septiembre de 2010

Entremeses literarios (CXIV)

EL CEREBRO DE UN AGENTE DE POLICIA
Alfred Jarry
Francia (1873-1907)

Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados. No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que la que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda de que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener en las manos un diario, viejo o del día, antes que una porción, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está allí: eran diarios. El resultado de esta autopsia no dejará de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que puede producir una aguja de ropavejero en un tacho de basuras? Quizás, a algunos demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad, pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios. Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de Policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía. Aquí se entristecen el moralista y hombre culto. ¡Ah!, eran "La Gaudriole", el último número de "Fin de Siécle" y una cantidad de publicaciones algo más que frívolas algunas de ellas traidas de Bélgica de contrabando. He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte de héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un coche que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, sólo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente. La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial, que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes, que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal sólo encuentre en sus cráneos... no digamos una colección de "La Revue Blanche" y de "Le Cri de Paris", lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada. He aquí algunas de las obras recomendables en nuestra opinión para el uso: 1) el Código Penal; 2) un plano de las calles de París, con la nomenclatura de los distritos, el cual coronaría el conjunto y representaría agradablemente con su división geográfica, un simulacro de circunvoluciones cerebrales: se lo consultaría sin peligro para su portador por medio de una lupa, fijada luego de la trepanación; 3) un reducido número de tomos del gran diccionario de Policía, si nos arriesgamos a prejuzgar por su nombre: "la cana"; 4) y sobre todo, una rigurosa selección de opúsculos de los miembros más notorios de la Liga contra el abuso de tabaco.


APUNTE CALLEJERO
Oliverio Girondo
Argentina (1891-1967)

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quino piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana. Pienso en donde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda... Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí y, de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.


ANTES DE LA OCULTACION
María Zambrano
España (1904-1991)

Comencé a cantar entre dientes por obedecer en la oscuridad absoluta que no había hasta entonces conocido, la vieja canción del agua todavía no nacida, confundida con el gemido de la que nace; el gemido de la madre que da a luz una y otra vez para acabar de nacer ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente. Me sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y en mí, porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco? La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música, que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente, también en una herida. Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente, cuando errante el alma sola se siente desfallecer sin dueño. En esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo encontrarme.


PRUEBA DE VIDA
Oscar Sipán
España (1974)

Antes de entregar el dinero, exigí una prueba de vida. Los secuestradores no pudieron demostrar que mi marido había vivido y le pegaron un tiro.


DOS DE TRAMPA
Blas Sewald
Argentina (1954)

Me senté a una mesa al aire libre en un barcito enfrente del lago. No sé que pedir, pero me he sentado. Me distraigo mirando hacia las mesas que me circundan. En una de ellas hay una pareja. Lindos los personajes. El, bastante mayor que ella, viste elegantemente. Es rubio, de ojos celestes. ¿De dónde salió? La mina está bastante bien, clase media venida a más. Los miro. Están sentados justo frente al puente del ferrocarril. Charlan. Toman jugo de naranja. Se miran. El le guiña el ojo derecho cada vez que ella fija la mirada en sus ojos claros. Imagino que él tiene ganas de acariciarla, aunque sea apenas. La mano izquierda, el brazo, el hombro. Y lo hace con cierto temor.
- Flaca, ¿te imaginás si nos balean? -dice él. Su mano derecha le toma el pelo y le roza apenas el cuello.
En ese momento, se escucha un ruido ensordecedor, extraño. Parecería que ella no sabe distinguir si viene un avión a lo lejos o si es un tren que va a pasar justo frente a ellos.
- ¿Viene el tren? -pregunta ella.
- Negra, más vale que no sea el tren porque entonces estaría descarrilando y salimos todos en los diarios -dice él, y ambos sonríen.
"¡Qué divertido!" pienso, mientras el pequeñoburgués sigue sin recordar algo (parece que es el nombre de un cantante norteamericano, tan bueno, tan conocido).
- No salimos de acá hasta que me acuerde -dice él.
"Vayan a laburar chantas", me digo casi murmurando.
- ¡Brian Jones! -dice él-. ¿No?
- ¿Sabés quién era? -dice ella.
- Si -dice él.
- ¡Mozo! ¡Un cortado! -pido yo.


ESTATUAS DESVELADAS
Homero Carvalho Oliva
Bolivia (1957)

Hay hombres que tienen bien merecidos sus monumentos. Las palomas, esos tiernos símbolos de la paz, nos vengan de todos sus agravios.


LOCURAS
Mario Halley Mora
Paraguay (1926-2003)

La loca me miró a través de las rejas y sonrió. Era joven y hermosa y soñé con hacer mía a aquella mujer después de rescatarla de la obscuridad. Volví una y otra vez, pero el médico me dijo: "Es incurable". La miraba y me dolía su hermosura y su sonrisa de niña confiada. Mi sueño de curarla y tenerla se hizo trizas, pues ella nunca sería cuerda. Sin embargo, ahora somos felices. Yo me volví loco, estamos juntos.


TODO CABE EN UNA REVISTA
Roberto Rubiano Vargas
Colombia (1952)

El lector, no importa su procedencia ni su nombre, toma la revista de la mesa. Es previsible que sea de noche, tal vez un hotel, en una ciudad donde no conoce a nadie. Se dedica a mirar las imágenes, a leer los titulares y los pies de foto. Al terminar estará dormido.


AGENCIA DE VIAJES
Eugéne Ionesco
Rumania (1912-1994)

CLIENTE: Buen día, señor. Quisiera dos pasajes de ferrocarril, uno para mí y uno para mi mujer que me acompaña en el viaje.
EMPLEADO: Bien, señor. Yo puedo venderle centenas y centenas de pasajes de tren. ¿Segunda clase? ¿Primera clase? ¿Camarotes? ¿Les reservo dos plazas en el vagón comedor?
CLIENTE: Primera clase, sí, y en coche-cama. Es para ir a Cannes en el expreso de pasado mañana.
EMPLEADO: Ah... ¿Es para Cannes? Vea usted, yo puedo fácilmente darle los pasajes, tantos como usted quiera, para todas las direcciones en general. Usted sólo debe precisar el destino y la fecha, ya que para el tren que usted quiere tomar, eso se vuelve muy complicado.
CLIENTE: Usted me sorprende, señor. Hay muchos trenes en Francia. Los hay para Cannes. Yo ya los he tomado, ¡yo mismo!
EMPLEADO: Usted los ha tomado, puede ser, hace veinte años, o treinta, en su juventud. Yo no digo que no hay muchos trenes, sólo que están abarrotados. No hay más plazas libres.
CLIENTE: Puedo ir la semana próxima.
EMPLEADO: Está todo vendido.
CLIENTE: ¿Será posible? ¿Y dentro de tres semanas...?
EMPLEADO: Está todo vendido.
CLIENTE: ¡Dentro de seis semanas!
EMPLEADO: Está todo vendido.
CLIENTE: Entonces, ¿todo el mundo no hace otra cosa más que ir a Niza?
EMPLEADO: No forzosamente.
CLIENTE: Tanto peor. Deme entonces dos pasajes para Bayona.
EMPLEADO: Está todo vendido, hasta el año próximo. Ve usted, señor, que no todo el mundo va a Niza.
CLIENTE: Entonces, deme dos plazas en el tren que va a Chamonix...
EMPLEADO: Está todo vendido hasta el 2000...
CLIENTE: Para Estrasburgo...
EMPLEADO: Están vendidos.
CLIENTE: Para Orléans, Lyon, Toulouse, Aviñón, Lille...
EMPLEADO: Está todo vendido, vendido, vendido, con dos años de anticipación.
CLIENTE: Entonces, deme dos boletos de avión.
EMPLEADO: No me queda más ningún lugar para ningún avión.
CLIENTE: En ese caso, ¿puedo alquilar un auto, con o sin chofer?
EMPLEADO: Todos los permisos para conducir están anulados, para que las rutas no sean un obstáculo.
CLIENTE: Que me presten dos caballos.
EMPLEADO: No hay más caballos. No quedan más caballos.
CLIENTE: ¿Quieres que vayamos a pie, hasta Niza?
MUJER: Sí, querido. Cuando yo esté cansada tú me llevarás en tus espaldas y viceversa.
CLIENTE: Denos, señor, dos boletos para ir caminando a Niza.
EMPLEADO: ¿Escucha usted ese ruido? Oh, la tierra tiembla... En medio del país un lago inmenso..., un mar interior acaba de formarse, de aparecer, de surgir. Aproveche rápido, apúrese antes que otros pasajeros lo piensen. Yo les ofrezco un camarote de dos plazas en el primer barco que va a Niza.


ATADURAS
Eduardo Gotthelf
Argentina (1945)

El héroe entró al laberinto con el hilo atado a la cintura. Poco a poco el ovillo, en manos de Ariadna, se fue achicando, hasta que se agotó. El hilo se puso tenso. Si lo soltaba, perdería a Teseo para siempre. Sin vacilar, lo siguió. Recién cuando estuvo en la parte más oscura, el hilo se detuvo. Oyó los ecos de una lucha lejana. Luego notó que el hilo aflojaba: él estaba regresando. Ovilló rápidamente, hasta que pudieron abrazarse en la oscuridad. Atados y perdidos en el interior del laberinto, no tienen más remedio que seguir juntos, hasta que la muerte los separe.