13 de abril de 2019

John Lennon: “Los revolucionarios deben acercarse a los trabajadores, porque los trabajadores no se acercarán a ellos” (1)


Indudablemente la década del ’60 del siglo pasado fue una época tanto de convulsión política como de procesos de ebullición creativa. Al recrudecimiento de la confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética disputándose el predominio mundial en el marco de lo que se conoció como “Guerra fría”, se le sumaron las luchas anticolonialistas en África y Asia, la guerra de Vietnam, la revolución cubana, los movimientos guerrilleros en Latinoamérica, las revueltas de los estudiantes en México y Francia, la rebelión de los negros en Estados Unidos, las dictaduras militares en buena parte de los países centro y sudamericanos, por citar sólo algunos acontecimientos. Pero, por otro lado, fue un tiempo en el que se generalizó la rebeldía mundial en prácticamente todos los rubros de la vida cotidiana, un fenómeno en el cual los jóvenes adquirieron un protagonismo fundamental al rebelarse contra la moral establecida y el orden instituido. Esa rebelión juvenil se manifestó tanto en la música y la literatura como en el cine y la moda. El surgimiento del movimiento hippie, la música psicodélica, la revolución sexual, el amor libre, la creación de la minifalda, el consumo recreativo de drogas, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al consumismo y el materialismo capitalistas fueron algunos de los aspectos sobresalientes de esa manifestación contracultural. Fue en ese ámbito que la ciudad de Liverpool, Inglaterra, una ciudad fundada en 1207, se convirtió en un centro cultural juvenil con la banda de rock The Beatles como máximos representantes. Fueron ellos la mayor de las expresiones musicales que marcaron una generación y canalizaron a su manera el descontento social y juvenil de la posguerra. Sobre todo, tras su disolución en 1970, fue John Lennon (1940-1980) quien tomó las posturas más radicales con respecto a temas políticos y sociales candentes en la época, desde el rechazo a la intervención británica en la guerra civil de Nigeria y el apoyo a la lucha de liberación del pueblo de Irlanda, hasta una crítica profunda de la religión, la familia y la opresión a las mujeres. Tras contraer matrimonio con la artista japonesa Yoko Ono (1933) en 1969, dos años más tarde la pareja se radicó en Nueva York, en donde Lennon se vinculó con activistas contra la guerra de Vietnam como Abbie Hoffman (1936-1989) y Jerry Rubin (1938-1994). Cuando todavía vivía en Inglaterra, ya se había relacionado con dirigentes de izquierda, entre ellos el escritor e historiador de origen pakistaní Tariq Ali (1943), colaborador habitual de medios de prensa como “New Left Review”, “The Guardian”, “CounterPunch”, “London Review of Books”, “Monthly Review” y “Z Magazine”. Ali fue, además, autor de medio centenar de libros entre los que pueden mencionarse "Pirates of the Caribbean. Axis of hope” (Piratas del Caribe. El eje de la esperanza), “Clash of fundamentalisms” (El choque de los fundamentalismos), “The dilemmas of Lenin” (Los dilemas de Lenin), “The stalinist legacy”. Its impact on 20th. century world politics” (El legado estalinista. Su impacto en la política mundial del siglo XX), "Trotsky for beginners” (Trotsky para principiantes) y “Street fighting years. An autobiography of the sixties” (Años de lucha en la calle. Una autobiografía de los sesenta). Lennon también conoció al editor de la “New Left Review” Robin Blackburn (1940), un historiador británico reconocido por sus obras sobre el pensamiento de Karl Marx (1818-1883), sus estudios sobre el capitalismo y el socialismo, y sobre historia de la esclavitud. Formado en la Universidad de Oxford, es autor entre otras obras de los ensayos "The american crucible. Slavery, emancipation and human rights” (El origen Americano. Esclavitud, emancipación y derechos humanos), “The overthrow of colonial slavery. 1776-1848” (El derrocamiento de la esclavitud colonial. 1776-1848), “Ideology in social science. Readings in critical social theory” (Ideología en ciencias sociales. Lecturas en teoría social crítica) y “Revolution and class struggle” (Revolución y lucha de clases). Y fueron precisamente ellos, Ali y Blackburn, quienes realizaron una entrevista a John Lennon que aparecería publicada en enero de 1971 en “Red Mole”, el periódico de la organización International Marxist Group, un apéndice británico de la IV Internacional. La primera parte de ese histórico reportaje es lo que sigue a continuación.


Tu último disco y tus recientes declaraciones, especialmente las entrevistas en la revista “Rolling Stone”, sugieren que tus puntos de vista se radicalizan cada vez más y se vuelven más políticos. ¿En qué momento dirías que comenzó a ocurrir?

Siempre he tenido conciencia política y he estado contra el “statu quo”. Es bastante básico, cuando has aprendido desde chico, como yo, a odiar y a temer a la policía como tu enemigo natural y a despreciar al ejército como algo que se lleva a todos y los abandona muertos en alguna parte. Es simplemente un asunto básico de la clase trabajadora; aunque comienza a desteñirse cuando vas envejeciendo, tienes una familia y te traga el sistema. En mi caso nunca he dejado de ser una persona política, aunque la religión tendía a eclipsarlo en mis días de ácido, allá por el ’65 o el ‘66. Y esa religión fue el resultado directo de toda esa porquería de la superestrella: la religión fue una válvula de escape para mi represión. Pensé: “Bueno, hay algo más allá de la vida, ¿no es cierto? Seguro que no puede ser esto”. Pero de cierto modo siempre fui político. En los dos libros que escribí, aunque los hice en una especie de jerga joyceana, hay muchos palos a la religión y hay un drama sobre un trabajador y un capitalista. He estado satirizando al sistema desde mi infancia. Solía escribir revistas en la escuela y las distribuía. Tenía mucha conciencia de clase, solían decir que era un resentido, porque sabía lo que me había sucedido y sabía de la represión de clase que nos afectaba. Era un maldito hecho, pero en el huracán del mundo de los Beatles, se quedó afuera, cada vez me apartaba más de la realidad, durante un cierto tiempo.

¿Cuál piensas que fue el motivo para el éxito de tu tipo de música?

Bueno, en esa época se pensaba que los trabajadores se habían impuesto, pero me doy cuenta en retrospectiva de que es el mismo trato engañoso como el que les dieron a los negros; fue sólo que permitieron que los negros fueran corredores, boxeadores o artistas. Es la alternativa que te permiten, ahora la salida es ser estrella pop, que es en realidad lo que digo en el álbum en “Working class hero”. Como dije en “Rolling Stone”, los que tienen el poder son los mismos, el sistema de clases no cambió ni una pizca. Desde luego, hay mucha gente que anda por ahí ahora con pelo largo y algunos chicos a la moda de clase media andan en ropas hermosas. Pero nada cambió con la excepción de que todos nos vestimos un poco mejor y dejamos que los mismos hijos de puta dirijan todo.

Por cierto, la clase es algo que los grupos de rock norteamericanos no han tocado todavía.

Porque todos son de clase media y burgueses y no quieren mostrarlo. Tienen miedo a los trabajadores, en realidad, porque los trabajadores parecen fundamentalmente de derecha en Estados Unidos, aferrados a sus bienes. Pero si esos grupos de clase media se dan cuenta de lo que sucede y lo que ha hecho el sistema de clases, es cosa de ellos que repatríen a la gente y que se salgan de toda esa mierda burguesa.

¿Cuándo comenzaste a salirte del papel que se te impuso como Beatle?

Incluso durante el apogeo de los Beatles traté de oponerme, igual que George. Fuimos unas pocas veces a Estados Unidos y Epstein siempre trató de llenarnos de palabras vacías sobre Vietnam. Así llegó el momento en el que George y yo dijimos: “Escucha, cuando pregunten la próxima vez, vamos a decir que no nos gusta esa guerra”. Fue la primera oportunidad en la que saqué a relucir un poco la bandera. Pero tienes que recordar que siempre me sentí reprimido. Estábamos todos tan presionados que apenas había alguna oportunidad de expresarnos, especialmente cuando trabajábamos a ese ritmo, viajando continuamente y mantenidos todo el tiempo en un capullo de mitos y sueños. Es bastante duro cuando eres César y todos dicen lo maravilloso que eres y te dan todos los bienes y las muchachas; es bastante duro escapar de eso, decir: “Bueno, no quiero ser rey, quiero ser real”. Así que el segundo acto político que hice fue decir “los Beatles son más grandes que Jesucristo”. Eso realmente hizo estallar la escena. Casi me fusilan por eso en Estados Unidos. Fue un trauma inmenso para todos los chicos que nos seguían. Hasta entonces se mantuvo esa política tácita de no responder a preguntas delicadas, aunque yo siempre leía en los periódicos las secciones de política. La conciencia continua de lo que estaba sucediendo me hacía sentir avergonzado de no decir nada. Estallé porque ya no podía seguir jugando el juego, simplemente ya era demasiado. Desde luego, Estados Unidos aumentó la presión, especialmente porque la guerra ocurría allí. De cierto modo resultamos ser un caballo de Troya. Los “Fabulosos Cuatro” llegamos directamente a la cumbre y cantamos sobre drogas y sexo, y entonces me metí en más y más cosas pesadas. Y ahí fue cuando comenzaron a abandonarnos.

¿No hubo siempre una doble carga en lo que hacían desde el comienzo?

Sí, bueno, lo primero que hice fue proclamar nuestra idiosincrasia propia de Liverpool al mundo, y decir “está bien provenir de Liverpool y hablar así”. Antes, cualquiera de Liverpool que tenía éxito, como Ted Ray, Tommy Handley, Arthur Askey, tenía que perder su acento para presentarse en la BBC. Sólo eran comediantes, pero es lo que Liverpool producía antes de nosotros. Nos negamos a seguir ese juego. Después de que salieron a la escena los Beatles, todos comenzaron a hablar con acento de Liverpool.

De cierto modo, ¿pensabas en política incluso cuando parecías estar hablando mal de la revolución?

Ah, seguro. “Revolution”. Hubo dos versiones de esa canción, pero la izquierda del “underground” sólo escogió la que decía “no cuenten conmigo”. La versión original que apareció en el LP decía también “cuenten conmigo”; puse las dos cosas porque no estaba seguro. Hubo una tercera versión que fue sólo abstracta, música concreta, una especie de bucles y cosas así, gente gritando. Pensé que estaba pintando con sonidos un cuadro de la revolución; pero cometí un error. El error fue que era contrarrevolucionario. En la versión publicada como single decía “cuando hables de destrucción no cuentes conmigo”. No quería que me mataran. Realmente no sabía mucho de los maoístas, pero sólo sabía que parecían ser tan pocos y a pesar de ello se pintaban de verde y se paraban frente a la policía esperando que los detuvieran. Sólo pensé que era poco sutil. Pensé que los revolucionarios comunistas originales se coordinaban un poco mejor y que no andaban gritando al respecto. Es lo que sentía; realmente formulaba una pregunta. Siendo de clase trabajadora, siempre me interesaron Rusia y China y todo lo que se relacionaba con la clase trabajadora, aunque estaba metido en el juego capitalista. En una época estuve tan metido en la mierda religiosa que andaba por ahí llamándome comunista cristiano, pero como dice Janov, la religión es la locura legalizada. La terapia alejó todo eso y me hizo sentir mi propio dolor.

Ese analista al que fuiste, cómo se llama...

Janov.

¿Sus ideas parecen tener algo en común con Laing en el sentido de que no quiere reconciliar a la gente con su miseria, ajustarlos al mundo, sino más bien hacer que enfrenten sus causas?

Bueno, se basa en sentir el dolor que se ha acumulado en tu interior desde la infancia. Tuve que hacerlo para liquidar realmente todos los mitos religiosos. En la terapia sientes realmente cada momento doloroso de tu vida, es penosísimo. Te obligan a comprender que tu dolor, del tipo que te hace despertar con miedo, con tu corazón latiendo fuerte, es realmente tuyo y no el resultado de alguien que está arriba en los cielos. Es el resultado de tus padres y de tu entorno. Al darme cuenta de esto comencé a encontrar mi sitio. Esa terapia me obligó de decir adiós a toda esa porquería de Dios. Todos los que crecemos tenemos que aceptar demasiado dolor. Aunque lo reprimimos, sigue estando ahí. El peor dolor es el de no ser deseado, de darte cuenta de que tus padres no te necesitan del mismo modo como tú los necesitas a ellos. Cuando era niño viví momentos en los que no quería ver la fealdad, no quería ver que no era deseado. Esa falta de amor llegó a mis ojos y a mi mente. Janov no sólo te habla de esto, sino que te hace sentirlo; una vez que te has permitido volver a sentir, haces la mayor parte del trabajo tú mismo. Cuando despiertas y tu corazón resuena como una bomba o tu espalda se siente tensa o desarrollas algún otro trauma, tienes que dejar que tu mente vaya hacia el dolor y el dolor mismo reproducirá maquinalmente la memoria que originalmente te llevó a suprimirla en tu cuerpo. Así, el dolor se va por el canal correcto en lugar de ser reprimido nuevamente, como ocurre cuando tomas una píldora o un baño, diciendo “bueno, ya se pasará”. La mayoría de la gente canaliza su dolor hacia Dios o la masturbación, o hacia algún sueño de tener éxito. La terapia es un viaje ácido muy lento que ocurre naturalmente en tu cuerpo. Es difícil hablar del tema porque sientes “yo soy dolor” y suena algo arbitrario, pero el dolor para mí tiene ahora un significado diferente porque he sentido físicamente todas estas extraordinarias represiones. Fue como hablar sin guantes y sentir por primera vez tu propia piel. Es algo aburrido decirlo, pero no creo que puedas comprender esto a menos que hayas pasado por ello, aunque trato de colocar algo al respecto en el álbum. Pero en todo caso para mí todo formó parte de la disolución del viaje de Dios o del viaje del personaje del padre. Encarar la realidad en lugar de andar buscando siempre algún tipo de cielo.

¿Ves a la familia en general como la fuente de estas represiones?

El mío es un caso extremo. Mi padre y mi madre se separaron y nunca vi a mi padre hasta llegar a los veinte años, ni vi mucho más a mi madre.

¿Qué relación con tu música tiene todo esto?

El arte es sólo una manera de expresar dolor.

Muchas de las canciones de los Beatles solían ser sobre la infancia...

Sí, sería sobre todo yo.

Aunque eran muy buenas, siempre faltaba un elemento...

Habrá sido la realidad, ése habrá sido el elemento faltante. Porque en realidad nunca me quisieron. Porque nunca me quisieron realmente. El único motivo por el que soy una estrella es por mi represión. Nada me habría impulsado a todo eso si hubiese sido “normal”. El único motivo por el que me fijé ese objetivo es porque quería decir: “Ahora, mamita-papito, ¿me quieren ahora?”.

Pero tuviste éxito más allá de los sueños más fantásticos de la mayoría de la gente.

¡Oh, Jesucristo!, fue una opresión total. Quiero decir que tuve que pasar de una humillación tras otra de parte de las clases medias, del negocio del espectáculo y de los alcaldes y todo eso. Eran tan condescendientes y estúpidos. Todos trataban de aprovecharse de nosotros. Fue una humillación especial para mí porque nunca pude callarme la boca y siempre tenía que estar borracho o con píldoras para contrarrestar esa presión. De verdad fue el infierno... Fue muy miserable. Es decir, fuera de la primera euforia de tener éxito, de la emoción del primer número, del primer disco, del primer viaje a Estados Unidos. Al comienzo tuvimos una especie de objetivo como el de ser igual de grandes que Elvis; avanzar fue algo tremendo, pero el logro fue la gran decepción. Descubrí que tenía que complacer permanentemente al tipo de gente que siempre había odiado cuando era niño. Eso comenzó a devolverme a la realidad. Comencé a comprender que todos somos oprimidos, por lo que quisiera hacer algo respecto a eso, aunque no estoy seguro de cuál es mi lugar.

Bueno, en todo caso, la política y la cultura están vinculadas, ¿no es cierto? Quiero decir, los trabajadores son reprimidos por la cultura, no por los fusiles, en la actualidad...

Están dopados...

Y la cultura que los está dopando, el artista puede hacerla o romperla...
Es lo que estoy tratando de hacer con mis álbumes y en estas entrevistas. Lo que estoy tratando de hacer es influenciar a todos los que puedo, a todos los que siguen soñando, y sólo provocar un gran signo de interrogación en sus mentes. Ya pasó el sueño ácido, es lo que trato de decirles.

Incluso en el pasado la gente usaba canciones de los Beatles y les cambiaba las palabras. “Yellow submarine”, por ejemplo, tuvo una serie de versiones. Una que cantaban los huelguistas comenzaba “Todos vivimos de pan y margarina”; en la Escuela de Economía de Londres (LSE) teníamos una versión que comenzaba con “Todos vivimos en una LSE roja”.

Eso me gusta. Y me alegré cuando las multitudes del fútbol cantaban en los primeros días “All together now”, ésa fue otra. Y también me gustó cuando el movimiento en Estados Unidos usó “Give peace a chance”, porque en realidad lo que quise hacer al escribirla fue eso. Esperaba que en lugar de cantar “venceremos” de 1800 o algo así, tendrían algo contemporáneo. Sentí una obligación incluso de escribir una canción que la gente cantaría en el pub o en una manifestación. Por eso quisiera escribir ahora canciones para la revolución...

Sólo tenemos unas pocas canciones revolucionarias y fueron compuestas en el Siglo XIX. ¿Encuentras algo en nuestras tradiciones musicales que podría utilizarse para canciones revolucionarias?

Cuando comencé, el propio rock & roll fue la revolución básica para la gente de mi edad y situación. Necesitábamos algo fuerte y claro para irrumpir a través de toda la falta de sentimiento y la represión que nos habían caído encima como niños. Al comienzo nos sentíamos un poco conscientes de ser norteamericanos de imitación. Pero nos lanzamos a la música y encontramos que era mitad country & western blanco y mitad rhythm & blues negro. La mayor parte de las canciones provenían de Europa y de África y ahora vuelven a nosotros. Muchas de las mejores canciones de Dylan vinieron de Escocia, Irlanda o Inglaterra. Fue una especie de intercambio cultural. Aunque debo decir que para mí las canciones más interesantes fueron las negras, porque eran más simples. Como que te sacuden el culo, o tu polla, lo cual realmente fue una innovación. Y luego existían las canciones del campo que expresaban sobre todo el dolor que sufrían. No podían expresarse intelectualmente, así que tenían que decir en unas pocas palabras lo que les estaba ocurriendo. Y luego estaban los blues de la ciudad y gran parte trataba de sexo y peleas. Mucho de esto fue autoexpresión, pero sólo en los últimos años se han expresado por completo con Black Power, como Edwin Starr cuando hace discos sobre la guerra. Antes de eso, muchos cantantes negros todavía trabajaban bajo ese problema de Dios; a menudo era cosa de que “Dios nos salvará”. Pero todo el tiempo los negros cantaron directa e inmediatamente sobre su dolor y también sobre sexo, lo que hizo que me gustara.