Indudablemente la década del ’60 del siglo
pasado fue una época tanto de convulsión política como de procesos de
ebullición creativa. Al recrudecimiento de la confrontación entre los Estados
Unidos y la Unión Soviética disputándose el predominio mundial en el marco de
lo que se conoció como “Guerra fría”, se le sumaron las luchas
anticolonialistas en África y Asia, la guerra de Vietnam, la revolución cubana,
los movimientos guerrilleros en Latinoamérica, las revueltas de los estudiantes
en México y Francia, la rebelión de los negros en Estados Unidos, las
dictaduras militares en buena parte de los países centro y sudamericanos, por
citar sólo algunos acontecimientos. Pero, por otro lado, fue un tiempo en el
que se generalizó la rebeldía mundial en prácticamente todos los rubros de la
vida cotidiana, un fenómeno en el cual los jóvenes adquirieron un protagonismo
fundamental al rebelarse contra la moral establecida y el orden instituido. Esa
rebelión juvenil se manifestó tanto en la música y la literatura como en el
cine y la moda. El surgimiento del movimiento hippie, la música psicodélica, la
revolución sexual, el amor libre, la creación de la minifalda, el consumo
recreativo de drogas, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al
consumismo y el materialismo capitalistas fueron algunos de los aspectos
sobresalientes de esa manifestación contracultural. Fue en ese ámbito que la
ciudad de Liverpool, Inglaterra, una ciudad fundada en 1207, se convirtió en un
centro cultural juvenil con la banda de rock The Beatles como máximos
representantes. Fueron ellos la mayor de las expresiones musicales que marcaron
una generación y canalizaron a su manera el descontento social y juvenil de la
posguerra. Sobre todo, tras su disolución en 1970, fue John Lennon (1940-1980)
quien tomó las posturas más radicales con respecto a temas políticos y sociales
candentes en la época, desde el rechazo a la intervención británica en la
guerra civil de Nigeria y el apoyo a la lucha de liberación del pueblo de
Irlanda, hasta una crítica profunda de la religión, la familia y la opresión a
las mujeres. Tras contraer matrimonio con la artista japonesa Yoko Ono (1933)
en 1969, dos años más tarde la pareja se radicó en Nueva York, en donde Lennon
se vinculó con activistas contra la guerra de Vietnam como Abbie Hoffman
(1936-1989) y Jerry Rubin (1938-1994). Cuando todavía vivía en Inglaterra, ya
se había relacionado con dirigentes de izquierda, entre ellos el escritor e
historiador de origen pakistaní Tariq Ali (1943), colaborador habitual de
medios de prensa como “New Left Review”, “The Guardian”, “CounterPunch”,
“London Review of Books”, “Monthly Review” y “Z Magazine”. Ali fue, además,
autor de medio centenar de libros entre los que pueden mencionarse
"Pirates of the Caribbean. Axis of hope” (Piratas del Caribe. El eje de la
esperanza), “Clash of fundamentalisms” (El choque de los fundamentalismos),
“The dilemmas of Lenin” (Los dilemas de Lenin), “The stalinist legacy”. Its impact on 20th. century world politics” (El legado estalinista. Su impacto en la
política mundial del siglo XX), "Trotsky for beginners” (Trotsky para
principiantes) y “Street fighting years. An autobiography of the sixties” (Años
de lucha en la calle. Una autobiografía de los sesenta). Lennon también conoció
al editor de la “New Left Review” Robin Blackburn (1940), un historiador
británico reconocido por sus obras sobre el pensamiento de Karl Marx
(1818-1883), sus estudios sobre el capitalismo y el socialismo, y sobre
historia de la esclavitud. Formado en la Universidad de Oxford, es autor entre
otras obras de los ensayos "The american crucible. Slavery, emancipation
and human rights” (El origen Americano. Esclavitud, emancipación y derechos
humanos), “The overthrow of colonial slavery. 1776-1848” (El derrocamiento de
la esclavitud colonial. 1776-1848), “Ideology in social science. Readings in
critical social theory” (Ideología en ciencias sociales. Lecturas en teoría
social crítica) y “Revolution and class struggle” (Revolución y lucha de
clases). Y fueron precisamente ellos, Ali y Blackburn, quienes realizaron una
entrevista a John Lennon que aparecería publicada en enero de 1971 en “Red
Mole”, el periódico de la organización International Marxist Group, un apéndice
británico de la IV Internacional. La primera parte de ese histórico reportaje
es lo que sigue a continuación.
Tu último
disco y tus recientes declaraciones, especialmente las entrevistas en la
revista “Rolling Stone”, sugieren que tus puntos de vista se radicalizan cada
vez más y se vuelven más políticos. ¿En qué momento dirías que comenzó a
ocurrir?
Siempre he tenido conciencia política y he
estado contra el “statu quo”. Es bastante básico, cuando has aprendido desde
chico, como yo, a odiar y a temer a la policía como tu enemigo natural y a
despreciar al ejército como algo que se lleva a todos y los abandona muertos en
alguna parte. Es simplemente un asunto básico de la clase trabajadora; aunque
comienza a desteñirse cuando vas envejeciendo, tienes una familia y te traga el
sistema. En mi caso nunca he dejado de ser una persona política, aunque la
religión tendía a eclipsarlo en mis días de ácido, allá por el ’65 o el ‘66. Y
esa religión fue el resultado directo de toda esa porquería de la
superestrella: la religión fue una válvula de escape para mi represión. Pensé:
“Bueno, hay algo más allá de la vida, ¿no es cierto? Seguro que no puede ser
esto”. Pero de cierto modo siempre fui político. En los dos libros que escribí,
aunque los hice en una especie de jerga joyceana, hay muchos palos a la
religión y hay un drama sobre un trabajador y un capitalista. He estado
satirizando al sistema desde mi infancia. Solía escribir revistas en la escuela
y las distribuía. Tenía mucha conciencia de clase, solían decir que era un
resentido, porque sabía lo que me había sucedido y sabía de la represión de
clase que nos afectaba. Era un maldito hecho, pero en el huracán del mundo de
los Beatles, se quedó afuera, cada vez me apartaba más de la realidad, durante
un cierto tiempo.
¿Cuál
piensas que fue el motivo para el éxito de tu tipo de música?
Bueno, en esa época se pensaba que los
trabajadores se habían impuesto, pero me doy cuenta en retrospectiva de que es
el mismo trato engañoso como el que les dieron a los negros; fue sólo que
permitieron que los negros fueran corredores, boxeadores o artistas. Es la
alternativa que te permiten, ahora la salida es ser estrella pop, que es en
realidad lo que digo en el álbum en “Working class hero”. Como dije en “Rolling
Stone”, los que tienen el poder son los mismos, el sistema de clases no cambió
ni una pizca. Desde luego, hay mucha gente que anda por ahí ahora con pelo
largo y algunos chicos a la moda de clase media andan en ropas hermosas. Pero
nada cambió con la excepción de que todos nos vestimos un poco mejor y dejamos
que los mismos hijos de puta dirijan todo.
Por
cierto, la clase es algo que los grupos de rock norteamericanos no han tocado
todavía.
Porque todos son de clase media y burgueses y no
quieren mostrarlo. Tienen miedo a los trabajadores, en realidad, porque los
trabajadores parecen fundamentalmente de derecha en Estados Unidos, aferrados a
sus bienes. Pero si esos grupos de clase media se dan cuenta de lo que sucede y
lo que ha hecho el sistema de clases, es cosa de ellos que repatríen a la gente
y que se salgan de toda esa mierda burguesa.
¿Cuándo
comenzaste a salirte del papel que se te impuso como Beatle?
Incluso durante el apogeo de los Beatles traté
de oponerme, igual que George. Fuimos unas pocas veces a Estados Unidos y
Epstein siempre trató de llenarnos de palabras vacías sobre Vietnam. Así llegó
el momento en el que George y yo dijimos: “Escucha, cuando pregunten la próxima
vez, vamos a decir que no nos gusta esa guerra”. Fue la primera oportunidad en
la que saqué a relucir un poco la bandera. Pero tienes que recordar que siempre
me sentí reprimido. Estábamos todos tan presionados que apenas había alguna
oportunidad de expresarnos, especialmente cuando trabajábamos a ese ritmo,
viajando continuamente y mantenidos todo el tiempo en un capullo de mitos y
sueños. Es bastante duro cuando eres César y todos dicen lo maravilloso que
eres y te dan todos los bienes y las muchachas; es bastante duro escapar de
eso, decir: “Bueno, no quiero ser rey, quiero ser real”. Así que el segundo
acto político que hice fue decir “los Beatles son más grandes que Jesucristo”.
Eso realmente hizo estallar la escena. Casi me fusilan por eso en Estados
Unidos. Fue un trauma inmenso para todos los chicos que nos seguían. Hasta
entonces se mantuvo esa política tácita de no responder a preguntas delicadas,
aunque yo siempre leía en los periódicos las secciones de política. La
conciencia continua de lo que estaba sucediendo me hacía sentir avergonzado de
no decir nada. Estallé porque ya no podía seguir jugando el juego, simplemente
ya era demasiado. Desde luego, Estados Unidos aumentó la presión, especialmente
porque la guerra ocurría allí. De cierto modo resultamos ser un caballo de
Troya. Los “Fabulosos Cuatro” llegamos directamente a la cumbre y cantamos
sobre drogas y sexo, y entonces me metí en más y más cosas pesadas. Y ahí fue
cuando comenzaron a abandonarnos.
¿No hubo
siempre una doble carga en lo que hacían desde el comienzo?
Sí, bueno, lo primero que hice fue proclamar
nuestra idiosincrasia propia de Liverpool al mundo, y decir “está bien provenir
de Liverpool y hablar así”. Antes, cualquiera de Liverpool que tenía éxito,
como Ted Ray, Tommy Handley, Arthur Askey, tenía que perder su acento para
presentarse en la BBC. Sólo eran comediantes, pero es lo que Liverpool producía
antes de nosotros. Nos negamos a seguir ese juego. Después de que salieron a la
escena los Beatles, todos comenzaron a hablar con acento de Liverpool.
De cierto
modo, ¿pensabas en política incluso cuando parecías estar hablando mal de la
revolución?
Ah, seguro. “Revolution”. Hubo dos versiones de
esa canción, pero la izquierda del “underground” sólo escogió la que decía “no
cuenten conmigo”. La versión original que apareció en el LP decía también “cuenten
conmigo”; puse las dos cosas porque no estaba seguro. Hubo una tercera versión
que fue sólo abstracta, música concreta, una especie de bucles y cosas así,
gente gritando. Pensé que estaba pintando con sonidos un cuadro de la revolución;
pero cometí un error. El error fue que era contrarrevolucionario. En la versión
publicada como single decía “cuando hables de destrucción no cuentes conmigo”.
No quería que me mataran. Realmente no sabía mucho de los maoístas, pero sólo
sabía que parecían ser tan pocos y a pesar de ello se pintaban de verde y se
paraban frente a la policía esperando que los detuvieran. Sólo pensé que era
poco sutil. Pensé que los revolucionarios comunistas originales se coordinaban
un poco mejor y que no andaban gritando al respecto. Es lo que sentía; realmente
formulaba una pregunta. Siendo de clase trabajadora, siempre me interesaron
Rusia y China y todo lo que se relacionaba con la clase trabajadora, aunque
estaba metido en el juego capitalista. En una época estuve tan metido en la
mierda religiosa que andaba por ahí llamándome comunista cristiano, pero como
dice Janov, la religión es la locura legalizada. La terapia alejó todo eso y me
hizo sentir mi propio dolor.
Ese analista
al que fuiste, cómo se llama...
Janov.
¿Sus ideas
parecen tener algo en común con Laing en el sentido de que no quiere
reconciliar a la gente con su miseria, ajustarlos al mundo, sino más bien hacer
que enfrenten sus causas?
Bueno, se basa en sentir el dolor que se ha
acumulado en tu interior desde la infancia. Tuve que hacerlo para liquidar
realmente todos los mitos religiosos. En la terapia sientes realmente cada
momento doloroso de tu vida, es penosísimo. Te obligan a comprender que tu
dolor, del tipo que te hace despertar con miedo, con tu corazón latiendo
fuerte, es realmente tuyo y no el resultado de alguien que está arriba en los
cielos. Es el resultado de tus padres y de tu entorno. Al darme cuenta de esto
comencé a encontrar mi sitio. Esa terapia me obligó de decir adiós a toda esa
porquería de Dios. Todos los que crecemos tenemos que aceptar demasiado dolor.
Aunque lo reprimimos, sigue estando ahí. El peor dolor es el de no ser deseado,
de darte cuenta de que tus padres no te necesitan del mismo modo como tú los
necesitas a ellos. Cuando era niño viví momentos en los que no quería ver la
fealdad, no quería ver que no era deseado. Esa falta de amor llegó a mis ojos y
a mi mente. Janov no sólo te habla de esto, sino que te hace sentirlo; una vez
que te has permitido volver a sentir, haces la mayor parte del trabajo tú
mismo. Cuando despiertas y tu corazón resuena como una bomba o tu espalda se
siente tensa o desarrollas algún otro trauma, tienes que dejar que tu mente
vaya hacia el dolor y el dolor mismo reproducirá maquinalmente la memoria que
originalmente te llevó a suprimirla en tu cuerpo. Así, el dolor se va por el
canal correcto en lugar de ser reprimido nuevamente, como ocurre cuando tomas
una píldora o un baño, diciendo “bueno, ya se pasará”. La mayoría de la gente
canaliza su dolor hacia Dios o la masturbación, o hacia algún sueño de tener
éxito. La terapia es un viaje ácido muy lento que ocurre naturalmente en tu
cuerpo. Es difícil hablar del tema porque sientes “yo soy dolor” y suena algo
arbitrario, pero el dolor para mí tiene ahora un significado diferente porque
he sentido físicamente todas estas extraordinarias represiones. Fue como hablar
sin guantes y sentir por primera vez tu propia piel. Es algo aburrido decirlo,
pero no creo que puedas comprender esto a menos que hayas pasado por ello, aunque
trato de colocar algo al respecto en el álbum. Pero en todo caso para mí todo
formó parte de la disolución del viaje de Dios o del viaje del personaje del
padre. Encarar la realidad en lugar de andar buscando siempre algún tipo de
cielo.
¿Ves a la
familia en general como la fuente de estas represiones?
El mío es un caso extremo. Mi padre y mi madre
se separaron y nunca vi a mi padre hasta llegar a los veinte años, ni vi mucho
más a mi madre.
¿Qué
relación con tu música tiene todo esto?
El arte es sólo una manera de expresar dolor.
Muchas de
las canciones de los Beatles solían ser sobre la infancia...
Sí, sería sobre todo yo.
Aunque
eran muy buenas, siempre faltaba un elemento...
Habrá sido la realidad, ése habrá sido el
elemento faltante. Porque en realidad nunca me quisieron. Porque nunca me
quisieron realmente. El único motivo por el que soy una estrella es por mi
represión. Nada me habría impulsado a todo eso si hubiese sido “normal”. El único
motivo por el que me fijé ese objetivo es porque quería decir: “Ahora,
mamita-papito, ¿me quieren ahora?”.
Pero
tuviste éxito más allá de los sueños más fantásticos de la mayoría de la gente.
¡Oh, Jesucristo!, fue una opresión total. Quiero
decir que tuve que pasar de una humillación tras otra de parte de las clases
medias, del negocio del espectáculo y de los alcaldes y todo eso. Eran tan
condescendientes y estúpidos. Todos trataban de aprovecharse de nosotros. Fue
una humillación especial para mí porque nunca pude callarme la boca y siempre
tenía que estar borracho o con píldoras para contrarrestar esa presión. De
verdad fue el infierno... Fue muy miserable. Es decir, fuera de la primera
euforia de tener éxito, de la emoción del primer número, del primer disco, del
primer viaje a Estados Unidos. Al comienzo tuvimos una especie de objetivo como
el de ser igual de grandes que Elvis; avanzar fue algo tremendo, pero el logro
fue la gran decepción. Descubrí que tenía que complacer permanentemente al tipo
de gente que siempre había odiado cuando era niño. Eso comenzó a devolverme a
la realidad. Comencé a comprender que todos somos oprimidos, por lo que
quisiera hacer algo respecto a eso, aunque no estoy seguro de cuál es mi lugar.
Bueno, en
todo caso, la política y la cultura están vinculadas, ¿no es cierto? Quiero
decir, los trabajadores son reprimidos por la cultura, no por los fusiles, en
la actualidad...
Están dopados...
Y la
cultura que los está dopando, el artista puede hacerla o romperla...
Es lo que estoy tratando de hacer con mis
álbumes y en estas entrevistas. Lo que estoy tratando de hacer es influenciar a
todos los que puedo, a todos los que siguen soñando, y sólo provocar un gran
signo de interrogación en sus mentes. Ya pasó el sueño ácido, es lo que trato
de decirles.
Incluso en
el pasado la gente usaba canciones de los Beatles y les cambiaba las palabras. “Yellow
submarine”, por ejemplo, tuvo una serie de versiones. Una que cantaban los
huelguistas comenzaba “Todos vivimos de pan y margarina”; en la Escuela de
Economía de Londres (LSE) teníamos una versión que comenzaba con “Todos vivimos
en una LSE roja”.
Eso me gusta. Y me alegré cuando las multitudes
del fútbol cantaban en los primeros días “All together now”, ésa fue otra. Y
también me gustó cuando el movimiento en Estados Unidos usó “Give peace a
chance”, porque en realidad lo que quise hacer al escribirla fue eso. Esperaba
que en lugar de cantar “venceremos” de 1800 o algo así, tendrían algo
contemporáneo. Sentí una obligación incluso de escribir una canción que la
gente cantaría en el pub o en una manifestación. Por eso quisiera escribir
ahora canciones para la revolución...
Sólo
tenemos unas pocas canciones revolucionarias y fueron compuestas en el Siglo
XIX. ¿Encuentras algo en nuestras tradiciones musicales que podría utilizarse
para canciones revolucionarias?
Cuando comencé, el propio rock & roll fue la
revolución básica para la gente de mi edad y situación. Necesitábamos algo
fuerte y claro para irrumpir a través de toda la falta de sentimiento y la
represión que nos habían caído encima como niños. Al comienzo nos sentíamos un
poco conscientes de ser norteamericanos de imitación. Pero nos lanzamos a la
música y encontramos que era mitad country & western blanco y mitad rhythm &
blues negro. La mayor parte de las canciones provenían de Europa y de África y
ahora vuelven a nosotros. Muchas de las mejores canciones de Dylan vinieron de
Escocia, Irlanda o Inglaterra. Fue una especie de intercambio cultural. Aunque
debo decir que para mí las canciones más interesantes fueron las negras, porque
eran más simples. Como que te sacuden el culo, o tu polla, lo cual realmente
fue una innovación. Y luego existían las canciones del campo que expresaban
sobre todo el dolor que sufrían. No podían expresarse intelectualmente, así que
tenían que decir en unas pocas palabras lo que les estaba ocurriendo. Y luego
estaban los blues de la ciudad y gran parte trataba de sexo y peleas. Mucho de
esto fue autoexpresión, pero sólo en los últimos años se han expresado por
completo con Black Power, como Edwin Starr cuando hace discos sobre la guerra.
Antes de eso, muchos cantantes negros todavía trabajaban bajo ese problema de
Dios; a menudo era cosa de que “Dios nos salvará”. Pero todo el tiempo los
negros cantaron directa e inmediatamente sobre su dolor y también sobre sexo,
lo que hizo que me gustara.