Heinrich
Rickert (1863-1936), el filósofo alemán que junto a Wilhelm Windelband
(1848-1915) encabezó la escuela neokantiana de Baden, escribió en 1899 “Kulturwissenschaft
und naturwissenschaft” (Cultura y ciencias naturales). Allí intentó distinguir
dos métodos científicos de idéntico nivel: el que se plantea la explicación de
la realidad y el que se aboca a la comprensión de los valores. Rickert sostenía
que el verdadero y principal objeto de la filosofía eran los grandes valores de
la civilización. Sólo la comprensión de éstos ayudaba a la interpretación de la
vida, tal como lo planteó en 1920 en su libro “Die philosophie des lebens”
(Filosofía de la vida).
Influenciado
por el pensamiento de Rickert y Windelband, Max Weber puede ser considerado
como un liberal en su pensamiento y en su postura política, cuyo ideal se vio
plasmado en la constitución democrática de Weimar, por la que él trabajó junto
al jurista Hugo Preuss (1860-1925) y que, como una última y muy efímera ilusión
de la burguesía liberal, se vino abajo para abrir paso a un proceso que
desembocó en el fascismo. Quizá sea ésta la raíz del gran pesimismo que
manifestó Max Weber acerca de las relaciones entre la ética y la política,
porque, en definitiva, para Weber la política implicaba siempre “un gran
empobrecimiento espiritual, la acentuada cosificación, la grave proletarización
del mundo espiritual en beneficio de la disciplina”.
Para
Weber, en el terreno de las ciencias sociales se hacía necesario entender los
diversos contenidos culturales e interpretar los significados propios de los
cambios sociales. En los hechos, entender el devenir histórico sólo sería
posible teniendo como referencia algún modelo ideal al cual vincular todo
momento histórico. Weber, al igual que Emile Durkheim (1858-1917), pretendía
una sociología autónoma de cualquier interferencia ideológica o filosófica,
sobre todo en el área que Karl Marx (1818-1883) ya había investigado con éxito:
el de la economía política.
Maximilian
Carl Emil Weber nació el 21 de abril de 1864 en Erfurt, Thuringia, Alemania,
hijo de un importante político del partido nacional liberal. Estudió derecho,
economía, historia, filosofía y teología en las universidades de Berlín,
Estrasburgo, Gotinga y Heidelberg. Tras la presentación de su tesis “Zur
geschichte der handelgesellschaften im Mittelalter” (Historia de las compañías
comerciales en la Edad Media, 1889) y la posterior “Die römische
agrargeschichte in ihrer bedeutung für das staats und privatrecht” (La historia
agraria romana y su significación para la ley pública y privada, 1892), fue
nombrado catedrático de Economía en la Universidad de Friburgo. Posteriormente,
también ocupó cátedras en las universidades de Heidelberg en 1896 y de Munich
en 1919.
Junto al
economista y sociólogo Werner Sombart (1863-1941) y al economista Edgard Jaffé
(1866-1921) editó a partir de 1904 la revista “Archiv für Sozialwissenschaften
und Sozialpolitik” (Archivo de Ciencias Sociales y Política Social). Con los
sociólogos Ferdinand Tönnies (1855-1936) y Georg Simmel (1858-1918) fundó en
1909 la Deutsche Gesellschaft für Soziologie (Sociedad Alemana de Sociología).
Economista,
sociólogo, filósofo e historiador, trabajó con espíritu enciclopédico y
profundidad innovadora. Amigo de autores idealistas como el teólogo protestante
Ernst Troeltsch (1865-1923) y de los citados Sombart, Jaffé, Simmel y Tönnies,
retuvo parte de sus terminologías, pero superó largamente sus planteamientos
acuñando conceptos nuevos y proporcionando análisis fructíferos en todas aquellas
áreas en las que participó.
Weber
conquistó la atención y la consideración de la mayoría de los sociólogos y
economistas occidentales contemporáneos. El Mass Communication Research
(Funcionalismo) norteamericano, una corriente teórica surgida en Inglaterra en
los años '30 en las ciencias sociales, especialmente en sociología y
antropología social, le debe importantes inspiraciones; el propio sociólogo
estadounidense Talcott Parsons (1902-1979) tradujo algunas de sus obras al
inglés y llamó la atención sobre sus aportaciones.
El
economista austríaco Joseph Schumpeter (1883-1950) en “History of economic
analysis” (Historia del análisis económico, 1954), ha escrito de él que “ha
sido una de las personalidades más robustas que jamás han aparecido en el
escenario de la ciencia académica”. Por su parte, algunos autores de ideología
conservadora han visto en él “el Marx de la burguesía” y consideraron que su
pensamiento se ha desarrollado en continua contraposición con las tesis
marxistas. Desde esta perspectiva se llegó a afirmar que “Die protestantische
ethik und der geist des kapitalismus” (La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, 1904), su obra más relevante, proporcionó una refutación de las
tesis materialistas de Marx.
Esa
aventurada lectura ignora los numerosos préstamos conceptuales que Weber tomó
de Marx para trabajar en una línea científica superadora de lo que, en su
opinión, era una mezcla de ciencia genial y dogmatismo ideológico,
característica de la obra del autor de “Das Kapital” (El Capital). Así lo
expresó explícitamente en algunos textos, como por ejemplo en “Eine positive
kritik des historischen materialismus” (Una crítica positiva del materialismo
histórico, 1919).
Tanto
Weber como Marx estuvieron enrolados en la tarea de desmitificar y racionalizar
el conocimiento de la realidad social. Pero, mientras Marx creyó poder
establecer leyes científicas del desarrollo histórico a partir de la propia
naturaleza de la realidad, Weber consideró que “los campos de trabajo de las
ciencias no están basados en las relaciones materiales de los objetos, sino en
las relaciones conceptuales de los problemas”. Para Weber, el establecimiento
de objetivos requería decisiones personales que exceden el marco de la ciencia.
De ahí que se hable del “irracionalismo” weberiano.
En “La
ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicada en 1905, Weber
pretendió demostrar que los valores éticos y religiosos habían ejercido una
importante influencia en el desarrollo del capitalismo, sobre todo a partir de
Reforma Protestante que, habiendo desbaratado la vieja escala de valores feudal
de la Iglesia Católica, había permitido tal desarrollo.
Las
críticas más duras a las teorías weberianas parten de autores marxistas, ortodoxos
y heterodoxos, como el filósofo húngaro Giorgy Lukacs (1885-1971) y el filósofo
y sociólogo alemán Herbert Marcuse (1898-1979), quienes lo acusan de elaborar
una teoría de las ciencias sociales a partir de supuestos irracionalistas,
culminando un proceso de racionalización desmitificadora que, en última
instancia, se convierte en el soporte mítico de la razón capitalista.
Por otro lado,
el sociólogo y filósofo franco-brasileño Michäel Löwy (1938) publicó en 2014 “Kapitalismus”
(Capitalismo), un breve ensayo en el cual, si bien acepta que las posiciones
políticas de Weber son diametralmente opuestas a las de Marx, reconoce sin
embargo que, respecto a muchas cuestiones, sus análisis son tan similares que
no es fácil distinguidos. “Por ejemplo -dice Löwy-: ¿quién ha escrito que el
capitalismo ‘presupone la apropiación de todos los medios materiales de
producción (tierra, equipamientos, máquinas, herramientas, etc.) por una
empresa lucrativa, autónoma y privada, que dispone sobre ellos libremente’?
¿Quién ha definido a los ‘trabajadores libres’ como personas que ‘están en la
necesidad económica de vender libremente su fuerza de trabajo en el mercado’?
¿Quién ha insistido sobre el hecho que ‘es contrario a la esencia del
capitalismo, e impide su surgimiento, si falta ese estrato de no-propietarios,
puesto en la obligación de vender su prestación de trabajo’? Pues bien, fue Max
Weber, en su ‘Historia económica general’. Desde el punto de vista intelectual,
en efecto, ambos tienen mucho en común. Para empezar, el interés por el
análisis del capitalismo como sistema, según Weber: ‘el poder más determinante
para el destino de nuestra vida moderna’. Entonces, ¿cuáles son los verdaderos
desacuerdos entre los dos pensadores? Fundamentalmente, se trata de
divergencias políticas y metodológicas”.
Con una
visión completamente diferente, en un libro célebre, “The iron cage” (La jaula
de hierro), el historiador estadounidense Arthur Mitzman (1931) hace una lectura
de la obra de Weber a partir de sus conflictos personales: las difíciles
relaciones con su padre, la peculiar convivencia con su esposa, su amistad
íntima con otra mujer, la crisis depresiva después de la muerte de su padre,
etcétera. Seguramente la obra de Weber no puede explicarse desde la perspectiva
de sus vivencias sentimentales, pero éstas, de algún modo, ponen de relieve una
realidad humana que rompe con el estereotipo del academicismo empecinado,
obstinado, del trascendental sociólogo.
Max Weber murió
en Munich el 14 de junio de 1920, víctima de una neumonía. Tenía entonces
cincuenta y seis años. Entre sus obras más destacadas figuran “Politik als
beruf” (La política como profesión) y “Wissenschaft als beruf” (La ciencia como
profesión) ambas de 1919, y la póstuma “Wirtschaft und Gesellschaft” (Economía
y Sociedad), en las que dejó establecido un modelo de análisis sociológico que
clasifica las acciones humanas a partir de su relación con los fines o los
valores. De ese modo planteó el conflicto que conlleva la conducción política
al enfrentar la ética de las convicciones con la ética de las
responsabilidades. Buscó también analizar los aspectos técnicos y burocráticos
del capitalismo, para lo que, al igual que Marx, se remontó al pasado para intentar
conocer el presente. Rescató los valores tradicionales de la ética calvinista
que renunciaba a los placeres de la vida y reprimía el impulso sensual mediante
el trabajo. Propuso también disminuir la presión del Estado sobre los
ciudadanos y controlar la burocracia sometiéndola al control político, algo por
demás contradictorio, como la propia historia se ha encargado de demostrar.
Es
evidente que Weber escribía desde un punto de vista eurocentrista, pero desde las
últimas décadas del siglo XX, ante el auge de la globalización, autores
contemporáneos como André Gunder Frank (1929-2005), Christopher Alan Bayly (1945-2015)
o Immanuel Wallerstein (1930) crearon una nueva perspectiva para analizar el
problema de la modernidad y del sistema global. Así y todo, el mérito de Weber
probablemente se debe a que fue un pionero a la hora de investigar las relaciones
humanas entre la actividad económica y el marco cultural.