1 de abril de 2019

Max Weber. El soporte mítico del capitalismo


Heinrich Rickert (1863-1936), el filósofo alemán que junto a Wilhelm Windelband (1848-1915) encabezó la escuela neokantiana de Baden, escribió en 1899 “Kulturwissenschaft und naturwissenschaft” (Cultura y ciencias naturales). Allí intentó distinguir dos métodos científicos de idéntico nivel: el que se plantea la explicación de la realidad y el que se aboca a la comprensión de los valores. Rickert sostenía que el verdadero y principal objeto de la filosofía eran los grandes valores de la civilización. Sólo la comprensión de éstos ayudaba a la interpretación de la vida, tal como lo planteó en 1920 en su libro “Die philosophie des lebens” (Filosofía de la vida).
Influenciado por el pensamiento de Rickert y Windelband, Max Weber puede ser considerado como un liberal en su pensamiento y en su postura política, cuyo ideal se vio plasmado en la constitución democrática de Weimar, por la que él trabajó junto al jurista Hugo Preuss (1860-1925) y que, como una última y muy efímera ilusión de la burguesía liberal, se vino abajo para abrir paso a un proceso que desembocó en el fascismo. Quizá sea ésta la raíz del gran pesimismo que manifestó Max Weber acerca de las relaciones entre la ética y la política, porque, en definitiva, para Weber la política implicaba siempre “un gran empobrecimiento espiritual, la acentuada cosificación, la grave proletarización del mundo espiritual en beneficio de la disciplina”.
Para Weber, en el terreno de las ciencias sociales se hacía necesario entender los diversos contenidos culturales e interpretar los significados propios de los cambios sociales. En los hechos, entender el devenir histórico sólo sería posible teniendo como referencia algún modelo ideal al cual vincular todo momento histórico. Weber, al igual que Emile Durkheim (1858-1917), pretendía una sociología autónoma de cualquier interferencia ideológica o filosófica, sobre todo en el área que Karl Marx (1818-1883) ya había investigado con éxito: el de la economía política.
Maximilian Carl Emil Weber nació el 21 de abril de 1864 en Erfurt, Thuringia, Alemania, hijo de un importante político del partido nacional liberal. Estudió derecho, economía, historia, filosofía y teología en las universidades de Berlín, Estrasburgo, Gotinga y Heidelberg. Tras la presentación de su tesis “Zur geschichte der handelgesellschaften im Mittelalter” (Historia de las compañías comerciales en la Edad Media, 1889) y la posterior “Die römische agrargeschichte in ihrer bedeutung für das staats und privatrecht” (La historia agraria romana y su significación para la ley pública y privada, 1892), fue nombrado catedrático de Economía en la Universidad de Friburgo. Posteriormente, también ocupó cátedras en las universidades de Heidelberg en 1896 y de Munich en 1919.
Junto al economista y sociólogo Werner Sombart (1863-1941) y al economista Edgard Jaffé (1866-1921) editó a partir de 1904 la revista “Archiv für Sozialwissenschaften und Sozialpolitik” (Archivo de Ciencias Sociales y Política Social). Con los sociólogos Ferdinand Tönnies (1855-1936) y Georg Simmel (1858-1918) fundó en 1909 la Deutsche Gesellschaft für Soziologie (Sociedad Alemana de Sociología).
Economista, sociólogo, filósofo e historiador, trabajó con espíritu enciclopédico y profundidad innovadora. Amigo de autores idealistas como el teólogo protestante Ernst Troeltsch (1865-1923) y de los citados Sombart, Jaffé, Simmel y Tönnies, retuvo parte de sus terminologías, pero superó largamente sus planteamientos acuñando conceptos nuevos y proporcionando análisis fructíferos en todas aquellas áreas en las que participó.
Weber conquistó la atención y la consideración de la mayoría de los sociólogos y economistas occidentales contemporáneos. El Mass Communication Research (Funcionalismo) norteamericano, una corriente teórica surgida en Inglaterra en los años '30 en las ciencias sociales, especialmente en sociología y antropología social, le debe importantes inspiraciones; el propio sociólogo estadounidense Talcott Parsons (1902-1979) tradujo algunas de sus obras al inglés y llamó la atención sobre sus aportaciones.
El economista austríaco Joseph Schumpeter (1883-1950) en “History of economic analysis” (Historia del análisis económico, 1954), ha escrito de él que “ha sido una de las personalidades más robustas que jamás han aparecido en el escenario de la ciencia académica”. Por su parte, algunos autores de ideología conservadora han visto en él “el Marx de la burguesía” y consideraron que su pensamiento se ha desarrollado en continua contraposición con las tesis marxistas. Desde esta perspectiva se llegó a afirmar que “Die protestantische ethik und der geist des kapitalismus” (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1904), su obra más relevante, proporcionó una refutación de las tesis materialistas de Marx.
Esa aventurada lectura ignora los numerosos préstamos conceptuales que Weber tomó de Marx para trabajar en una línea científica superadora de lo que, en su opinión, era una mezcla de ciencia genial y dogmatismo ideológico, característica de la obra del autor de “Das Kapital” (El Capital). Así lo expresó explícitamente en algunos textos, como por ejemplo en “Eine positive kritik des historischen materialismus” (Una crítica positiva del materialismo histórico, 1919).
Tanto Weber como Marx estuvieron enrolados en la tarea de desmitificar y racionalizar el conocimiento de la realidad social. Pero, mientras Marx creyó poder establecer leyes científicas del desarrollo histórico a partir de la propia naturaleza de la realidad, Weber consideró que “los campos de trabajo de las ciencias no están basados en las relaciones materiales de los objetos, sino en las relaciones conceptuales de los problemas”. Para Weber, el establecimiento de objetivos requería decisiones personales que exceden el marco de la ciencia. De ahí que se hable del “irracionalismo” weberiano.
En “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicada en 1905, Weber pretendió demostrar que los valores éticos y religiosos habían ejercido una importante influencia en el desarrollo del capitalismo, sobre todo a partir de Reforma Protestante que, habiendo desbaratado la vieja escala de valores feudal de la Iglesia Católica, había permitido tal desarrollo.
Las críticas más duras a las teorías weberianas parten de autores marxistas, ortodoxos y heterodoxos, como el filósofo húngaro Giorgy Lukacs (1885-1971) y el filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse (1898-1979), quienes lo acusan de elaborar una teoría de las ciencias sociales a partir de supuestos irracionalistas, culminando un proceso de racionalización desmitificadora que, en última instancia, se convierte en el soporte mítico de la razón capitalista.
Por otro lado, el sociólogo y filósofo franco-brasileño Michäel Löwy (1938) publicó en 2014 “Kapitalismus” (Capitalismo), un breve ensayo en el cual, si bien acepta que las posiciones políticas de Weber son diametralmente opuestas a las de Marx, reconoce sin embargo que, respecto a muchas cuestiones, sus análisis son tan similares que no es fácil distinguidos. “Por ejemplo -dice Löwy-: ¿quién ha escrito que el capitalismo ‘presupone la apropiación de todos los medios materiales de producción (tierra, equipamientos, máquinas, herramientas, etc.) por una empresa lucrativa, autónoma y privada, que dispone sobre ellos libremente’? ¿Quién ha definido a los ‘trabajadores libres’ como personas que ‘están en la necesidad económica de vender libremente su fuerza de trabajo en el mercado’? ¿Quién ha insistido sobre el hecho que ‘es contrario a la esencia del capitalismo, e impide su surgimiento, si falta ese estrato de no-propietarios, puesto en la obligación de vender su prestación de trabajo’? Pues bien, fue Max Weber, en su ‘Historia económica general’. Desde el punto de vista intelectual, en efecto, ambos tienen mucho en común. Para empezar, el interés por el análisis del capitalismo como sistema, según Weber: ‘el poder más determinante para el destino de nuestra vida moderna’. Entonces, ¿cuáles son los verdaderos desacuerdos entre los dos pensadores? Fundamentalmente, se trata de divergencias políticas y metodológicas”.
Con una visión completamente diferente, en un libro célebre, “The iron cage” (La jaula de hierro), el historiador estadounidense Arthur Mitzman (1931) hace una lectura de la obra de Weber a partir de sus conflictos personales: las difíciles relaciones con su padre, la peculiar convivencia con su esposa, su amistad íntima con otra mujer, la crisis depresiva después de la muerte de su padre, etcétera. Seguramente la obra de Weber no puede explicarse desde la perspectiva de sus vivencias sentimentales, pero éstas, de algún modo, ponen de relieve una realidad humana que rompe con el estereotipo del academicismo empecinado, obstinado, del trascendental sociólogo.
Max Weber murió en Munich el 14 de junio de 1920, víctima de una neumonía. Tenía entonces cincuenta y seis años. Entre sus obras más destacadas figuran “Politik als beruf” (La política como profesión) y “Wissenschaft als beruf” (La ciencia como profesión) ambas de 1919, y la póstuma “Wirtschaft und Gesellschaft” (Economía y Sociedad), en las que dejó establecido un modelo de análisis sociológico que clasifica las acciones humanas a partir de su relación con los fines o los valores. De ese modo planteó el conflicto que conlleva la conducción política al enfrentar la ética de las convicciones con la ética de las responsabilidades. Buscó también analizar los aspectos técnicos y burocráticos del capitalismo, para lo que, al igual que Marx, se remontó al pasado para intentar conocer el presente. Rescató los valores tradicionales de la ética calvinista que renunciaba a los placeres de la vida y reprimía el impulso sensual mediante el trabajo. Propuso también disminuir la presión del Estado sobre los ciudadanos y controlar la burocracia sometiéndola al control político, algo por demás contradictorio, como la propia historia se ha encargado de demostrar.
Es evidente que Weber escribía desde un punto de vista eurocentrista, pero desde las últimas décadas del siglo XX, ante el auge de la globalización, autores contemporáneos como André Gunder Frank (1929-2005), Christopher Alan Bayly (1945-2015) o Immanuel Wallerstein (1930) crearon una nueva perspectiva para analizar el problema de la modernidad y del sistema global. Así y todo, el mérito de Weber probablemente se debe a que fue un pionero a la hora de investigar las relaciones humanas entre la actividad económica y el marco cultural.