7 de julio de 2023

Las contradicciones entre individualismo y colectivismo en la vida y la obra de Jack London

Jack London, seudónimo de John Griffith London, nació en San Francisco el 12 de enero de 1876. Aunque su apellido lo tomó de John London, el hombre con que Flora Wellman, su madre, se casó ocho meses después del nacimiento, su padre -William Chaney- fue un oscuro charlatán y astrólogo ambulante, polígamo irresponsable, con el que su madre convivió antes de ser abandonada.
Su padre adoptivo tampoco lo sacó de la pobreza y Jack, desde niño, tuvo que alternar la escuela con el reparto de periódicos y otros trabajos. Esta situación, a la vez que le hacía pasar hambre, fortalecía su carácter. Pronto conoció la vida del muelle, donde paliaba las estrecheces de su casa. Aprendió a defenderse, a pescar, a vagabundear. A los diez años visitó la biblioteca pública de Oakland y se convirtió en un asiduo lector de libros de viajes y aventuras. Tras acabar los estudios primarios, encontró un empleo en una fábrica de conservas. A los dieciséis años se embarcó en el "Sophia Southerland", un buque dedicado a la captura de focas en el Pacífico y en octubre de 1894 ingresó en la universidad de California.
En julio de 1896 viajó a Alaska siguiendo los pasos de los ricos mineros procedentes del Klondike, una región del territorio del Yukón en el extremo noroeste del continente. No volvió rico, pero esta experiencia lo llevó a decidirse por la literatura. En 1902 aparecieron "The Kempton Wace letters" (Las cartas de Kempton Wace) y "The call of the wild" (El llamado de la selva), novela que lo lanzó a la fama. Cuatro años más tarde publicó "White fang" (Colmillo blanco). El concepto de supervivencia de los más fuertes y mejor dotados, del que la filosofía de Herbert Spencer (1820-1903) había hecho un auténtico dogma socioeconómico, se convirtió en la piedra angular de la filosofía de Jack London, quien no era un seguidor fiel de ninguna teoría filosófica o crítica en particular, sino que fluctuaba de un punto de vista crítico a otro que en el momento le pareciera más conveniente. Prueba de ello es que, en "El llamado de la selva" mostró las teorías darwinianas de la supervivencia de los mejor dotados en la figura de Buck, un perro que es arrancado a la civilización en las soleadas tierras de California y llevado a los gélidos ambientes del Polo Norte, en Alaska, donde tiene que aprender a hacer frente a todo tipo de adversidades para sobrevivir. Unos pocos años más tarde escribió la antítesis de esta historia en "Colmillo blanco", donde mostró como un animal salvaje del norte se convertía en un animal civilizado en las tierras del sur.


Cuando London nació en 1876, las teorías de la evolución de Charles Darwin (1809-1882) que se rastrean en sus escritos, dominaban el mundo científico y teológico. Esta teoría suponía una hipótesis de trabajo sobre las fuentes de la vida, en la que el hombre no sería más que el resultado de un largo período de evolución a partir de otros organismos. Durante este proceso todos los seres vivos se encuentran sujetos a la denominada "selección natural", por la que sólo las especies que se adaptan al ambiente son capaces de sobrevivir, de donde deriva el concepto de la "supervivencia de los mejor dotados", un concepto dominante tanto en "El llamado de la selva" como en "Colmillo Blanco". En estas dos novelas y en otros muchos escritos de London, la idea de la lucha por sobrevivir en medio de fuerzas hostiles y desconocidas es un concepto dominante. La habilidad del animal o la persona para adaptarse a nuevos ambientes, por muy hostiles que puedan ser, constituye una de las ideas motrices de estos escritos. También están claros en la obra de London los supuestos del Naturalismo. Para el naturalista, el hombre está condicionado por instintos básicos, de tal forma que puede hacer muy poco para determinar su propio destino. El ambiente externo y la herencia biológica se combinan para controlar su vida. Esto coloca al hombre en una posición similar a la de los animales. Consecuentemente, según este planteamiento, el hombre puede, en cualquier momento, regresar al instinto o comportamiento animal.
La idea de que el ser humano es un animal bajo una aparente capa de civilización es una constante en la obra del autor norteamericano. La bestia interior, ocultada por unos pocos siglos de barniz civilizador, está dispuesta a aflorar a la menor provocación. Tanto en el protagonista como en el personaje secundario, el animal atávico está ahí, tras la fachada supuestamente humana, dispuesto a hacer su aparición ante una situación límite. Como también abrazó ideas socialistas, London fue militante del Socialist Workers Party  primero y del Socialist Party of America después, e incluso agitador político siempre del lado de los trabajadores. Fue así que con su literatura, además de su vida de viajes y aventuras, muchas veces expresó las condiciones de miseria y la lucha de los desposeídos. Pero, autodidacta como era, las lecturas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) le llevaron a formular que el individuo debe alzarse frente a las masas y las adversidades. Esta contradicción entre el individualismo nietzscheano y el colectivismo socialista también está presente en su obra.


En 1904 viajó a Japón a bordo del SS Siberia como corresponsal de guerra y envió noticias de la guerra ruso-japonesa al periódico “San Francisco Examiner”. Muchos años después, uno de sus biógrafos, el estadounidense profesor de Literatura Earle Gene Labor (1928-2022), escribió numerosos ensayos sobre la vida y la obra de London. En uno de ellos juzgó que sus opiniones sobre dicho conflicto tenían “un montón de contradicciones” y que sus informes eran polémicos ya que mostraban prejuicios contra las potencias asiáticas emergentes frente a occidente. Por el contrario, otro estadounidense, el profesor de Estudios Asiáticos Daniel A. Métraux (1948), autor de ensayos sobre la historia, la política y la religión de Japón y de Asia oriental, en su ensayo “Asian writings of Jack London. Essays, letters, newspaper dispatches and short fiction” (Escritos asiáticos de Jack London. Ensayos, cartas, despachos de periódicos y ficción breve) describió sus partes de guerra como “reportajes equilibrados y objetivos que evidencian preocupación por el bienestar del soldado japonés, el soldado ruso y el campesino coreano, y respeto por los chinos”. Y afirmó que “London era un liberal perspicaz que empatizó con los oprimidos y profetizó los conflictos posteriores. Un examen minucioso de sus escritos demuestra que era un adelantado a su época tanto intelectual como moralmente”.
En enero de 1905, mes del Domingo Sangriento en Rusia y del inicio de la Revolución, Jack London dio conferencias en varias universidades de Estados Unidos cuyo eje fue “Lucha de clases, revolución y socialismo”.
Según otro de sus biógrafos, en este caso Richard O'Connor (1915-1975), la revolución rusa no le era ajena a London. Incitaba a los jóvenes estudiantes a estudiar el socialismo, a salir de la pasividad y unirse a los trabajadores. En “Jack London. A biography” (Una biografía de Jack London), un ensayo aparecido en 1964, reprodujo fragmentos de esas conferencias. “Si no pueden luchar con nosotros, queremos que luchen contra nosotros, que luchen sinceramente contra nosotros. No queremos lo que se obtiene hoy y lo que se ha obtenido en el pasado de la universidad; solo un amortecimiento, falta de interés, e ignorancia en lo que se refiere al socialismo. ¡Luchen por nosotros o luchen contra nosotros! ¡Levanten su voz, de un modo o de otro! ¡Tengan vida!”.
El propio Jack London publicó poco después el ensayo “Revolution and other essays” (Revolución y otros ensayos), en el cual afirmó: “Cualesquiera sean los resultados inmediatos de la actual rebelión en Rusia, la propaganda socialista en ese país ha recibido de ella un ímpetu sin parangón en la historia de las modernas luchas de clase. La heroica lucha por la libertad está siendo librada casi exclusivamente por la clase trabajadora rusa bajo el liderazgo intelectual de los socialistas rusos, demostrando así una vez más que los trabajadores con conciencia de clase se han convertido en la vanguardia de todos los movimientos de liberación de los tiempos modernos”. También publicaría otros dos ensayos que versaban sobre la misma temática: “War of the classes” (La guerra de clases) y "How I became a socialist” (Cómo me hice socialista).
Luego, en otra conferencia a la que tituló “The coming crisis” (La crisis que viene) -que después sería publicada en formato libro-, expresó un fuerte reproche a los dirigentes del sistema político-económico imperante: “Hace un millón de años el hombre de las cavernas, sin herramienta alguna, con su pequeño cerebro y sin más ayuda que la fuerza de su pequeño cuerpo, consiguió alimentar a su mujer y a sus hijos para que a través de él la raza pudiera continuar. Ustedes, por otra parte, armados con los medios de producción moderna, multiplicando la capacidad productiva del hombre de las cavernas un millón de veces, son incompetentes y atolondrados, incapaces de salvaguardar para millones siquiera el mísero trozo de pan para sostener su integridad física. Han dirigido mal el mundo y se lo tendrán que quitar”.


Por otro lado, en 1906 encargó la construcción de un velero al que bautizó Snark en honor al poema del escritor británico Lewis Carroll (1832-1898) “The hunting of the Snark” (La caza del Snark). Con esa nave, al año siguiente emprendió un crucero por los mares del Sur que, aunque como viaje fue un fracaso, supuso para él el hallazgo de un filón literario tan rico como el de su expedición a Alaska. A su regresó escribió una crónica de esa travesía titulada “The cruise of the Snark” (El crucero del Snark) y sus “South sea tales” (Cuentos de los mares del sur), una colección de relatos cortos acerca del viaje. En 1909 escribió la que probablemente sea su obra maestra, "Martin Eden", a la que siguieron, entre otras, "The mutiny of the Elsinore" (El motín del Elsinore, 1914), "The turtles of Tasman" (Las tortugas de Tasmania, 1916) y "Jerry of the Islands" (Jerry de las islas, 1917).
Publicó más de cincuenta libros que le supusieron grandes ingresos que dilapidó en viajes y alcohol. Entre sus novelas de crítica social están "The people of the abyss" (El pueblo del abismo, 1903), donde se describe la sórdida existencia del proletariado en un barrio de Londres y "The iron heel" (El talón de hierro, 1907), una ficción sobre un hipotético estado gobernado por grandes corporaciones industriales que han crearon monopolios en industrias estratégicas hasta convertirse en una especie de casta social superior protegida por la policía, el ejército y los tribunales de justicia. En uno de sus capítulos habló sobre la derrota del movimiento insurreccional conocido como “La comuna de Chicago”, un proyecto político popular socialista autogestionario que gobernó esa ciudad durante un par de meses en 1911 hasta que el presidente William H. Taft (1857-1930) ordenó la represión. La ciudad fue bombardeada de manera constante por la artillería y las tropas del gobierno fueron responsables de la matanza de miles de ciudadanos desarmados ya fuesen hombres, mujeres o niños. “Hemos perdido esta vez -escribió-, pero no será así la próxima vez. Hemos aprendido mucho de la derrota. Mañana, la causa volverá a levantarse, más fuerte, más preparada y más disciplinada”.


No obstante, cierta incertidumbre sobre el porvenir de la revolución lo llevó a abandonar la militancia socialista. A ello hay que sumarle los complejos factores de la enfermedad que padecía, una aguda patología renal. Murió el 22 de noviembre de 1916. Se sabe que sufría un dolor extremo y es posible que una sobredosis de morfina, accidental o deliberada, pudo haber contribuido a su muerte después de una larga agonía de doce horas. El suicidio apareció varias veces en las historias de London. En su novela autobiográfica "Martin Eden", el protagonista se suicida muriendo ahogado. En su memoria autobiográfica "John Barleycorn" (1913), por ejemplo, declaró haber tropezado en estado de embriaguez, cayendo por la borda a la Bahía de San Francisco y quedando a la deriva por horas, intentando ahogarse a sí mismo, casi consiguiéndolo antes de que se le pasara la borrachera y fuera rescatado por un pescador. Un hecho paralelo ocurriría en el desenlace de "The little lady of the big house" (La pequeña dama de la casa grande, 1916), en el cual la heroína, enfrentada al dolor de una herida mortal e intratable causada por un disparo, experimenta un suicidio asistido por medio de la morfina. Estos episodios en sus historias probablemente contribuyeron al mito bibliográfico. El inmortal escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), dijo de él: "Agotó hasta las heces la vida del cuerpo y la del espíritu. Ninguna lo satisfizo del todo y buscó en la muerte el tétrico esplendor de la nada". 
Los restos mortales de Jack London están enterrados en Glen Ellen, California.
Para la crítica literaria, en líneas generales su obra ha sido incluida entre las de grandes escritores estadounidenses de comienzos del siglo XX como Thomas S. Eliot (1888-1965) y William Faulkner (1897-1962) por su estilo directo y accesible. Si bien no fueron pocas las críticas que lo calificaron como un simple escritor de novelas de aventuras, plagiador, alcohólico, drogadicto, ideológicamente racista, fatalista, utopista, socialista para algunos y anarquista para otros, en el prólogo introductorio de la edición del año 2000 de “Cuentos de los mares del sur”, el escritor y periodista estadounidense Tony Horwitz (1958-2019) escribió: “Con las historias de London estamos ahí de verdad, en el fin del mundo y al límite de la resistencia humana”.