Emilio
Pettoruti fue uno de los fundadores del modernismo argentino. Nacido en La
Plata el 1 de octubre de 1892, se trasladó a Buenos Aires en su juventud.
Estudió primero en la Academia Provincial de Bellas Artes de su ciudad natal, y más
tarde se familiarizó con el arte internacional en la capital argentina. En 1910
visitó la Exposición Internacional de Arte del Centenario, donde tuvo la
oportunidad de ver la obra de una gran cantidad de artistas de Francia, España
y otros países. Así conoció las obras de casi todos los pintores argentinos de
renombre en esa época, como Martín Malharro (1865-1911) y Fernando Fader
(1882-1935).
En 1913 zarpó de Buenos Aires con destino a Italia, tras haber recibido una modesta beca del gobierno. En su autobiografía ("Un pintor ante el espejo", 1968), Pettoruti narró que siempre quiso viajar a la tierra de sus antepasados, un deseo que pudo concretar con aquel viaje. Durante los años que vivió en ese país, residió en Florencia, Roma y Milán. Durante esos años, Italia pasaba por una revolución artística de grandes proporciones: el Futurismo. Entre los artistas que adherían al movimiento vanguardista se encontraban Giacomo Baila (1871-1958), Carlo Carrá (1881-1966), Umberto Boccioni (1882-1916) y Gino Severini (1883-1966). Todos ellos habían leído el manifiesto de Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), publicado por el periódico "Le Figaro" en 1909, en el que se establecían los principios del Futurismo.
En sus obras, los artistas futuristas intentaban captar la sensación de movimiento. Aunque rara vez pintaban imágenes completamente abstractas, los futuristas se caracterizaron por las formas abreviadas en su intento por arrasar el pasado y crear un arte nuevo acorde con la mentalidad moderna y las nuevas realidades. Para lograrlo, tomaron como modelo a las máquinas y sus características: la fuerza, la rapidez, la velocidad, la energía, el movimiento y la deshumanización. Muchos críticos han relacionado gran parte de la obra producida por Pettoruti durante su período italiano con el movimiento futurista, aunque para otros transformó ese estilo en algo absolutamente único que le era propio.
En 1913 zarpó de Buenos Aires con destino a Italia, tras haber recibido una modesta beca del gobierno. En su autobiografía ("Un pintor ante el espejo", 1968), Pettoruti narró que siempre quiso viajar a la tierra de sus antepasados, un deseo que pudo concretar con aquel viaje. Durante los años que vivió en ese país, residió en Florencia, Roma y Milán. Durante esos años, Italia pasaba por una revolución artística de grandes proporciones: el Futurismo. Entre los artistas que adherían al movimiento vanguardista se encontraban Giacomo Baila (1871-1958), Carlo Carrá (1881-1966), Umberto Boccioni (1882-1916) y Gino Severini (1883-1966). Todos ellos habían leído el manifiesto de Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), publicado por el periódico "Le Figaro" en 1909, en el que se establecían los principios del Futurismo.
En sus obras, los artistas futuristas intentaban captar la sensación de movimiento. Aunque rara vez pintaban imágenes completamente abstractas, los futuristas se caracterizaron por las formas abreviadas en su intento por arrasar el pasado y crear un arte nuevo acorde con la mentalidad moderna y las nuevas realidades. Para lograrlo, tomaron como modelo a las máquinas y sus características: la fuerza, la rapidez, la velocidad, la energía, el movimiento y la deshumanización. Muchos críticos han relacionado gran parte de la obra producida por Pettoruti durante su período italiano con el movimiento futurista, aunque para otros transformó ese estilo en algo absolutamente único que le era propio.
Por cierto, también otros importantes artistas modernistas latinoamericanos, como el mexicano Diego Rivera (1886-1957) y el brasileño Tarsila do Amaral (1897-1973) absorbieron muchos estímulos durante su estadía europea, para luego regresar a sus países de origen y crear, a partir de esas fuentes, un tipo de arte que expresaba los valores y el entorno particulares de la atmósfera cultural local. Antes de abandonar Italia en 1924, Pettoruti viajó a Berlín, donde realizó una muestra en la renombrada galería Der Sturm. Más tarde, pasó seis meses en París, donde estudió la obra del pintor español Juan Gris (1887-1927), cuya influencia se notaría en sus obras posteriores. En su regreso a Buenos Aires viajó con su amigo y colega Alejandro Xul Solar (1887-1963), a quien había conocido en Florencia. Zarparon del puerto de Hamburgo y llegaron a la capital argentina el 23 de julio.
Un mes más tarde, se produjo un extraordinario acontecimiento en la galería Witcomb, situada en la calle Florida. Pettoruti realizó allí una gran muestra de ochenta y seis obras, que incluía pinturas, dibujos, bocetos de vestuario teatral, dibujos para vitrales y un mosaico. Esta exhibición originó un gran escándalo, lo que no impidió que un público numeroso colmara la galería queriendo ver aquellas obras de arte increíblemente audaces. Probablemente Pettoruti intuía que se produciría algo así en la inauguración, ya que él mismo se había sentido muy impresionado por todo el estrépito que provocaban las muestras de los futuristas en Italia. A muchos críticos les resultaron incomprensibles las obras casi abstractas allí exhibidas, pero fueron defendidas en artículos publicados en la revista vanguardista “Martín Fierro”, en la que escribían Jorge Luis Borges (1899-1986) y Leopoldo Marechal (1900-1970) entre tantos otros.
Entre 1920 y 1940, Pettoruti desarrolló un estilo reconocible que se concentró en varios temas específicos. Uno de ellos era el de los músicos. En 1920 pintó, por ejemplo, el "Flautista ciego" y "El guitarrista". Después, creó muchas imágenes de hombres -solos o en grupo- tocando música. Muchas de esas obras han sido relacionadas con la forma musical y bailable específicamente porteña del tango. En la obra "Quinteto" de 1927, los miembros de la orquesta aparecen en una calle de la ciudad, tocando instrumentos como el bandoneón, directamente relacionado con el tango, el cual gozaba de gran popularidad en ese momento. Otro de sus temas, el de los arlequines, también está vinculado al de los músicos. Pettoruti pintó muchos arlequines (basados en los personajes tradicionales de la Commedia dell'Arte italiana) a lo largo de toda su carrera hasta bien entrada la década de 1950. Entre los temas favoritos del artista se contaban además las naturalezas muertas.
Creó obras
complejas y bellas con elementos muy simples. Las naturalezas muertas que
presentaban los objetos sobre una mesa ocuparon un lugar importante durante
toda su carrera. En las décadas de 1940 y 1950, estas naturalezas muertas se
transforman en medios para darle protagonismo al sol. En muchas de esas
pinturas, el sol entra a través de una ventana abierta; la luz se convierte
entonces en un elemento de la naturaleza muerta, materializándose y adoptando
proporciones geométricas. Una simple copa también sirve como tema de análisis
espacial en muchas de sus pinturas. Las copas son vistas desde muchos ángulos
(desde arriba, desde abajo, desde los lados) al mismo tiempo. A veces,
Pettoruti repetía la misma composición como pintura y como dibujo en tinta. En
su juventud había desarrollado un personalísimo estilo de dibujo que
perfeccionó para emplearlo a lo largo de toda su carrera: detalladas imágenes
en blanco y negro, creadas a partir de densas áreas de sombreado y punteado.
Durante muchos años, Pettoruti no sólo trabajó en su obra sino también como funcionario en el campo del arte. Fue director del Museo Provincial de La Plata durante diecisiete años, un cargo que tuvo gran relevancia para él, ya que le permitió transformar y modernizar la institución al tiempo que promovía la obra de jóvenes artistas argentinos. En su condición de director de dicho museo, fue invitado a los Estados Unidos por el Comité Interamericano de Relaciones Artísticas e Intelectuales del San Francisco Museum of Modern Art (Museo de Arte Moderno de San Francisco) a visitar ese museo en 1942.
En septiembre de ese año, inauguró su primera muestra individual en San Francisco. La misma muestra fue exhibida luego en el Seattle Art Museum (Museo de Arte de Seattle) y en la National Academy of Design (Academia Nacional de Diseño) de Nueva York. Durante ese período, varias de sus obras más importantes fueron adquiridas por colecciones privadas y públicas de los Estados Unidos. Algunas de ellas han regresado a la Argentina, pero aún quedan varias en museos como el antes citado de San Francisco y el Museum of Modern Art (Museo de Arte Moderno) de Nueva York. Más tarde, Pettoruti también se dedicó a la enseñanza. Promovió el desarrollo de formas de arte semejantes a la propia. Sus discípulos, aquellos sobre los que ejerció influencia, eran conocidos grupalmente como miembros del Atelier Pettoruti, y se caracterizaban por el uso de la forma geométrica. En 1948, hubo una muestra retrospectiva de su obra, desde 1917 hasta 1947, en el Salón Peuser de Buenos Aires, y en 1950 tuvo otra gran muestra retrospectiva en el Museo Nacional de Santiago de Chile.
A fines de la década del ‘40 y durante la del ‘50, se observó en Pettoruti un creciente interés por los efectos decorativos. También en esa época el pintor empezó a crear obras completamente abstractas. Estas abstracciones solían llevar títulos poéticos evocativos de la naturaleza o de emociones internas. Entre las más famosas se cuentan "Soledad inesperada", "Crepúsculo marino" y "Sol en la montaña".
Cuando Pettoruti abandonó Italia en 1924, creía que retornaría unos meses después, sin embargo permaneció en la Argentina muchos años. Cuando finalmente regresó a París en 1952, se integró al ambiente artístico de la ciudad y realizó varias muestras en las galerías parisinas. De hecho, la muestra realizada en 1960 en la galería Charpentier incluía obras de Pettoruti junto a las de artistas como Victor Vasarely (1908-1997), Josep Albers (1888-1976) y otros de tendencia abstracta.
En 1959 expuso en la Gallería Vigna Nuova (Galería Vigna Nuova) de Florencia en conmemoración del cincuentenario del Manifiesto Fundacional del Futurismo. Al año siguiente inauguró una muestra en la Molton Gallery (Galería Molton) de Londres con veintiocho obras del período 1914/1959. En 1967 obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes. Ese mismo año, una selección de cincuenta y cinco óleos, collages y dibujos recorrió los museos de Baden Baden, Bonn, Nüremberg, Essen y Berlín, y en 1968 se realizó en el Palais des Beaux Arts (Palacio de Bellas Artes) deParís una exposición retrospectiva que presentó obras del período 1914/1968.
Emilio Pettoruti ocupa un lugar distinguido dentro de la pintura de la Argentina y de América Latina. Al igual que otros modernistas de su época, su presencia fue crucial para el establecimiento de un método de percepción de la realidad por medio de imágenes que comportaban elementos esenciales de la modernización internacional del arte. Su carrera también debe ser evaluada considerando el impacto que ejerció (especialmente en la década de 1920) dentro del mundo artístico de Buenos Aires. Al regresar a una ciudad en la que las pinturas de Fader, Malharro y otros de influencia impresionista eran consideradas las expresiones más avanzadas del espíritu artístico, logró que el público de museos y galerías de arte se viera obligado a enfrentarse con su obra y con sus propios prejuicios críticos.
Pettoruti fue, para el Buenos Aires de la década del ‘20, una avanzada de la inventiva artística que abrió las puertas para que muchos -tanto público como artistas- pudieran entrar a nuevos territorios inexplorados. Actualmente, está reconocido como uno de los grandes artistas plásticos de toda Latinoamérica. Tal vez, como el pintor que supo introducir, y no sin batalla, la vanguardia artística en la región. Suele ser asociado al movimiento de arte cubista/futurista, aunque, debido al constante cambio en su estilo, siempre se negó a asociar su arte con ninguna etiqueta. “No soy cubista ni futurista; soy Pettoruti”, respondía cuando se lo intentaba encasillar en una corriente artística.
A comienzos de la década del ‘70 Petorutti había decidido regresar a la Argentina, pero una infección hepatorrenal mientras preparaba el viaje motivó su internación en un hospital parisino donde, después de un mes de internación, falleció el 16 de octubre de 1971. Dos semanas antes había cumplido 79 años. Sus restos fueron repatriados y, por su expresa voluntad, fue cremado y sus cenizas fueron arrojadas al Río de la Plata frente a la costa de la ciudad de Ensenada, muy cercana a su ciudad natal.