27 de septiembre de 2013

Horacio Tarcus: "Marx quizás no tenga la hegemonía que tuvo en el siglo pasado, pero va a seguir pesando en el siglo XXI" (1)

Horacio Tarcus (1955) es doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata y docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Interesado en recuperar y actualizar el patrimonio cultural de las izquierdas, en 1998 fundó, junto con otros intelectuales, el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina), institución hoy integrada a la Universidad Nacional de San Martín y de la cual es director. Entre los años 2005 y 2006 fue subdirector de la Biblioteca Nacional, cargo al que renunció tras cuestionar severamente el manejo presupuestario de dicha institución por parte del gobierno. Ha publicado más de un centenar de estudios sobre la historia de las izquierdas en revistas del país y del extranjero. Ahora acaba de lanzar la segunda edición de su investigación "Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos", un estudio centrado en cómo se leyó aquí a Karl Marx entre 1870 y 1910. Abarca desde la primera vez que apareció la palabra Marx en una publicación local: un artículo del diario "La Nación" que ya en 1871 lo veía como una especie de Lucifer de la modernidad, hasta los años en los que el avance arrollador de sus ideas lo convertirían en un referente del movimiento obrero. Incluso aquí, en la Argentina, socialistas y anarquistas construían su relato y su base social mientras leían a Marx. El libro de Tarcus bucea en esa temprana recepción del autor de "El Capital", sobre cómo lo leían los incipientes cientistas sociales, cómo los obreros y cómo los intelectuales volcados o no al socialismo. "La izquierda -afirma Tarcus- es una heredera crítica del proyecto de la Ilustración, crítica pero heredera al fin. Karl Marx, el más influyente de los fundadores teórico-politicos de la principal familia de las izquierdas (el socialismo y sus descendientes, los comunismos del siglo XX, con todas sus variantes), no sólo suscribió sino que radicalizó el programa de la Ilustración. Hizo suya, colocándola en el corazón mismo de su sistema teórico, la idea matriz iluminista de que el mundo, tanto el físico-natural como el humano, debía ser concebido como una totalidad estructurada cuya intrínseca racionalidad y cuyas leyes de movimiento podían ser aprehendidas conforme a un método adecuado (llámese método científico o dialéctica). La confianza de Marx en la razón, en las ciencias, en el progreso y, en definitiva, en la intrínseca unidad, universalidad y potencial autoemancipación del género humano, no eran meras creencias decimonónicas, adherencias suceptibles de ser extirpadas quirúrgicamente de su sistema de pensamiento. El proyecto del socialismo como sistema universal, susceptible de exceder y transcender al capitalismo, heredando y potenciando -más allá de los estrechos límites nacionales de las burguesías y sus Estados- valores universales, prometiendo no sólo la emancipación social (de clase) sino la emancipación humana misma, se fundaba en esas ideas matrices de la Ilustración". En el siguiente compendio de entrevistas, Tarcus cuenta cómo se gestó la idea de volcar en un libro su imponente investigación sobre Marx y la llegada de sus ideas al Río de la Plata. Las entrevistas fueron efectuadas por Silvina Friera (para el diario "Página/12"), por Juan Ciucci (para la página web de la Agencia Paco Urondo) y por Horacio Bilbao (para la edición digital de la revista "Ñ") y fueron publicadas los días 9, 21 y 27 de septiembre del corriente año respectivamente.


En principio una pregunta amplia: ¿cómo surge la idea, el trabajo del libro?

El libro es un tramo de una investigación de mayor aliento que intenta registrar la historia de las ideas socialistas y, podríamos decir, las ideas de izquierda en la Argentina en el largo plazo. O sea, arrancar con la primera vez que se habla de socialismo en el Río de la Plata hacia 1837 y ver cómo ese término se va modificando, resemantizando, resignificando a lo largo del siglo XIX, y sobre todo a lo largo del siglo XX. Este trabajo, "Marx en la Argentina", abarca el período 1870-1910. En marzo o abril del año próximo va a salir el tramo previo, que va de 1837 a 1870. Estoy preparando lo que sería la tercera parte de la saga que sería el itinerario de Marx y el marxismo en la Argentina desde 1910 y probablemente llegue hasta 1983, o sea hasta el retorno de los exiliados y los debates en el inicio de la transición democrática.

En este marco, éste es sobre los comienzos, las primeras lecturas que hay en el Río de la Plata del marxismo...

De Marx es el inicio, claro; de las ideas socialistas es el segundo. Como anécdota le puedo contar que cuando me puse a planificar la investigación, pensé hacer un volumen sobre el siglo XX, y dedicarle un primer capítulo al siglo XIX considerando que había poco, que no había fuentes. Lo que me pasó con este libro es que me fui entusiasmando con todo lo que aparecía del siglo XIX porque tuve la suerte de poder viajar, encontrar otros archivos, sobre todo en Holanda, aunque también en París, en Montevideo, en Chile. Acá, a través de particulares, coleccionistas, encontré cosas en librerías, fondos documentales; en el contexto en que hacía la investigación, se estaba creando y desarrollando el CeDInCI. Entonces, lo que iba a ser un capítulo o dos capítulos terminó siendo un libro de quinientas páginas y me apasioné con el siglo XIX. Era un especialista en Historia Política del siglo XX, pero me apasioné y todos estos años vine trabajando mucho, sobre todo con el pensamiento francés, en el marco del pensamiento europeo y el XIX latinoamericano. Mientras trabajaba con la recepción argentina de Marx, traté de ver qué pasaba en el resto de América Latina, traté de ver si podía aprovechar estudios existentes para otros países y ver si hay patrones de recepción que se repiten o si los procesos son muy diversos. Entonces fui ampliando el foco hacia América Latina cada vez más. Eso dio como resultado un artículo extenso o un libro pequeño, que va a salir el año próximo como libro, que es otra investigación que se llama "El Manifiesto comunista en América Latina". Esto es un poco la historia de cómo unos y otros libros están muy vinculados entre sí.

En el libro menciona que en Europa son más sistemáticos estos estudios y que faltaría esto en América Latina.

Así es. En Europa se fue sedimentando, a lo largo de los '60 y sobre todo en la década del '70, una suerte de campo de investigación acerca del marxismo, de campo profesional de investigación. Se pasó del investigador partidario, del memorialista, del viejo dirigente que tiene un archivo en su casa, al universitario profesionalizado en estas cuestiones, que enseña en la universidad, que participa de eventos internacionales en torno a estas cuestiones. Por ejemplo: en el siglo pasado, se hacía un gran evento en París sobre la fundación de la Primera Internacional, se hace otro evento en 1971 por el centenario de la Comuna de París y se empieza a crear además una red muy interesante de investigadores que se encuentran en congresos que intercambian experiencias, que hacen estudios comparados. Como resultado del crecimiento de este campo y de esta red, surge esta gran historia del marxismo que coordinan Eric Hobsbawm y cuenta con otros historiadores eminentes. Citarlos a todos sería imposible, algunas figuras también de Europa del este, porque esta historia se desarrolla cuando todavía existe la Unión Soviética y están vigentes las llamadas democracias populares en Europa del este. Pero hay una cantidad de investigadores que se decantan como investigadores críticos; esto hubiera sido muy difícil hacerlo en el marco del marxismo leninismo, estalinismo ortodoxos. La historia del marxismo es casi impensable en esos términos porque en las historias oficiales se reduce a una especie de visión unilineal de expansión de una verdad que se proclamó una vez y se expandió casi naturalmente por el mundo. Ésta es una historia problemática, compleja, llena de paradojas, de aporías, es una historia extraordinaria, apasionante, donde se cruza el mundo de las ideas con el mundo de la militancia, de la acción social, una teoría atravesada por la política, por la ideología, pero sin perder esta dimensión épica y podríamos decir apasionante; era necesario reponer las complejidades, las contradicciones, las aporías. En América Latina, cuando se dan estos desarrollos en Europa, no conocemos este tipo de investigaciones, porque estos procesos coinciden con las dictaduras militares. La situación se empieza a revertir -en parte- con el retorno de los exilios y la normalización de la vida universitaria. ¿Por qué digo en parte? Porque en la transición democrática ya no era la clase obrera el centro del interés académico, porque ya no aparece como el actor central que aparecía en la década del '50, '60, '70. Aparece un interés más diseminado hacia los movimientos sociales o la democracia, otros actores. El marxismo, si bien conoce un último momento de interés en la década del '80, la transición democrática en casi toda América Latina coincide con la proclamación de la crisis del marxismo en Europa y también en nuestro continente. Entonces tampoco el marxismo tiene la centralidad, el interés, la vigencia que podía tener en décadas anteriores.

En este caso puntual interesa también que remarca la idea de registrar cómo leyeron a Marx y por qué lo leyeron así. No una lectura de qué marxismo es el que hay que leer o no leer, sino cómo fue esa recepción.

Intenté correrme de una lectura normativa, porque en realidad alguien me podría decir: "sí, existen historias de la izquierda y el marxismo en Argentina, que algunas siguen siendo útiles". Pero casi todas ellas tienen un carácter normativo: Marx dijo esto y en realidad fue incomprendido o tergiversado adrede. Por ejemplo, fue tergiversado porque hay una especie de vocación inherente en ciertas figuras, en ciertas corrientes hacia la tergiversación social demócrata o sectaria o dogmática o reformista. Creo que todo el legado de Marx, como cualquier legado teórico, nunca constituye una totalidad coherente, sistemática y universalmente aplicable a cualquier momento, a cualquier tiempo o lugar, que basta haber leído y comprendido para aplicarlo bien y conducir al partido de la clase obrera en el camino de la revolución. El legado de Marx está constituido por una serie de textos que, en su conjunto, pueden constituir una teoría -el marxismo tiene la ambición de que así sea- pero es una teoría incompleta, llena de tensiones, de contradicciones, de búsquedas irresueltas, de caminos que a veces quedan inconclusos. Cualquier pensador que se tome en serio la teoría nunca está plenamente conforme con su propia construcción teórica y Marx era esa cabeza prometeica que permanentemente piensa, repiensa, siente que cada uno de los acontecimientos que se suceden en la Europa de su época o en el mundo, de algún modo ponen a prueba su propia teoría, y entonces él reformula. Aparece un hecho inesperado: las revoluciones del '48; bueno, ahí Marx y Engels hacen ajustes que, a veces, implican reformulaciones teóricas. Aparecen fenómenos como los bonapartismos, fenómenos de autonomización del Estado impensables por la teoría tal como es formulada en "La ideología alemana" o "El manifiesto comunista". Marx concibe la idea de una expansión mundial del capitalismo pero de pronto estalla la cuestión nacional, impensable en "El manifiesto comunista", negada podríamos decir, un punto ciego en la teoría de Marx de 1848. Pero estalla la cuestión nacional y, entonces, qué actitud tomar frente a la resistencia de los irlandeses, qué actitud tomar frente a las comunidades rurales rusas y los populistas que dicen que hay que defender estas formas antes que el capitalismo las termine por disolver. Estas son preguntas que eran imposibles que estuvieran planteadas en la teoría de 1845-1848. ¿Qué quiero decir con esto? Que aquí hay un legado compuesto de preguntas, interrogantes, desarrollos, desarrollos inconclusos, exploraciones, dudas, anotaciones, apuntes, resúmenes, cartas y textos que no dicen lo mismo, Marx y Engels que no dicen exactamente lo mismo. Entonces, parto de la idea de que ese legado, cuando intenta ser convertido en doctrina e inspirar a las grandes masas, necesita ser sistematizado, lo que Marx nunca arma como sistema. El que lo quiere usar para que eso devenga ideología, devenga política, devenga mundo -para decirlo en términos de los historicistas- necesita hacerlo asequible para sectores mucho más amplios, necesita simplificarlo, necesita vulgarizarlo, necesita darle nuevos sentidos, necesita ajustarlo a una realidad totalmente distinta de la que fue producido, y esos vacíos tienden a ser llenados de algún modo porque una doctrina no admite el grado de complejidad de una teoría, una doctrina necesita ser clara, transmisible, comprensible. Ahí hay un proceso del cual Marx, podríamos decir, casi no participa o participa poco. Engels participa más en la traducción política del legado marxiano y del suyo propio, pero cuando se muere Engels quedan los legatarios, los herederos y no tarda en producirse una disputa en torno a este cuerpo doctrinario. Apenas muere Engels estalla el debate sobre el revisionismo, que es uno más entre múltiples debates. Entonces lo que planteo es: tratar de hacer un careo de Juan B. Justo, de José Ingenieros o de Rosa Luxemburgo o Berstein, de Lenin con el verdadero Marx; es un ejercicio prácticamente estéril porque no existe un verdadero Marx, existe un legado complejo. Todo autor político, teórico, doctrinario, en la medida en que interpreta está haciendo algún forzamiento, porque interpretar en un sentido fuerte es algo muy distinto que glosar. El glosador es como Pierre Menard, el que glosa y quiere ser absolutamente fiel a la teoría del maestro, lo que hace es reescribir la historia del maestro. Cuando uno intenta interpretar, resumir, aplicar (entre comillas), bueno, se está apartando, está haciendo una traducción a su realidad y, como sabemos, el traductor es traidor. Pero no traidor en el sentido necesariamente negativo, imbuido de malas intenciones. Si lo utilizo para mi medio y para mi lugar, bueno, creo que estoy siendo fiel al pensamiento de Marx, pero en realidad estoy haciendo otra cosa. Entonces a mí me interesó ver cómo eran ésas operaciones, por qué se hacían, respondiendo a qué necesidades se hacían. Partiendo de la base de que todos operan del mismo modo, Kautsky, o Bernstein desde Alemania o Lenin y Trotsky desde Rusia o Juan B. Justo y José Ingenieros desde Argentina. Están haciendo operaciones semejantes de apropiación y relectura y traducción y aplicación (entre comillas siempre) de la teoría marxista a la realidad de su época. El ejercicio normativo me parece estéril y corresponde a una etapa en que se creía que existía un marxismo único, que se llamaba marxismo-leninismo, o marxismo-leninismo-estalinismo o marxismo-leninismo-maoísmo o marxismo-leninismo-troskismo. Hoy ya queda muy poca gente que piensa así. Sí hay gente que piensa así, pero la teoría marxista felizmente ha estallado, no hay centros como pudo ser Moscú o como pudo ser París para la Cuarta Internacional o como pudo ser La Habana en el periodo de apogeo del guevarismo. Hoy hay un marxismo más rico porque hay una proliferación de centros de producción y no hay guiones, no hay marxismo "guión” negrismo porque Toni Negri plantea otra cosa, no se plantea a sí mismo como el que lee correctamente a Marx y los demás lo han leído más. Y aun en los sectores partidarios más dogmáticos hay una apertura hacia una lectura internacional mucho más laica. Esto de que no haya centros de la revolución y que no haya padres tutelares del marxismo y administradores de la doctrina en una ciudad o en un país, ha hecho que se lea con más libertad y se admita la pluralidad de marxismos. Y en paralelo se admite la pluralidad de marxismos con una pluralidad de lectura de autores no marxistas, pero que de algún modo hace más rico el horizonte del pensamiento crítico. Pienso en Foucault o en autores como Deleuze, no sé, podría poner muchísimos ejemplos de autores que hoy están admitidos leer dentro del espectro de las izquierdas, y en otras épocas el index era mucho más claro. Había textos sagrados y textos profanos, a los textos profanos no había que leerlos y si se leían era de contrabando, a hurtadillas; el dirigente del partido no se podía enterar, hoy eso felizmente estalló. Entonces digo, es este contexto histórico-político el que, de algún modo, habilita lecturas nuevas, menos normativas, que fue la intención.

En el libro plantea la recepción de Marx como problema. ¿Cuál es para usted el principal de estos problemas?

Entendía que el camino de la lectura normativa estaba saturado. Aquéllas lecturas que habían establecido un Marx verdadero. Lecturas correctas y otras incorrectas. Quise ver cómo se podía leer de modos tan diversos a Marx, en parte porque soy un estudioso de los marxismos del siglo XX y estuve de joven embanderado con uno de esos marxismos. En el legado literario que dejan Marx y Engels hay una enorme pluralidad de obras escritas en distintos registros. Y son los marxismos los que construyen esa pluralidad, un canon dentro de un sistema que es abierto. Cada discurso que quiere hacer política con ese corpus dejado por Marx, llena los vacíos, simplifica, arma sistemas. Todo el que quiere convertir la teoría en doctrina, simplifica, adapta, reorienta.