20 de diciembre de 2014

Pilar del Río: "Las malas praxis de los gobiernos no son inevitables; hay formas de decir 'no', la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía Saramago" (2)

"Es posible, quién sabe, que quizá pueda escribir otro libro", escribía Saramago el 15 de agosto de 2009, en su casa, en su escritorio, en el mismo lugar donde había escrito tanto. Fue después de la publicación de "Caín", la que sería su última novela. "Una antigua preocupación (por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas) ha dado paso a una idea complementaria que, precisamente, permitirá el tratamiento novelado del asunto", agregaba más adelante. "El libro, si llega a ser escrito, se titulará 'Belona', que es el nombre de la diosa romana de la guerra". Alcanzó a escribir tres capítulos que dejó en su computadora, con copias impresas en una carpeta roja sobre su escritorio. También dejó esbozada parte de la historia protagonizada por Artur Paz Semedo que "trabaja desde hace casi veinte años en el servicio de facturación de armamento ligero y municiones de una histórica fábrica de armas". Un hombre separado de su mujer, "no porque él lo hubiese querido, sino por decisión de ella, que, por ser convencida militante pacifista, acabó no pudiendo soportar ni un día más sentirse ligada por los lazos de la obligada convivencia doméstica". Se sabe, por las notas que dejó escritas, cómo terminaba la novela: "con un sonoro 'vete a la mierda' proferido por ella". Cuatro meses antes de su muerte, Saramago decidió que el título fuera "Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas", un título que remite a la tragicomedia "Exortaçao da guerra" (Exortación de la guerra) del dramaturgo portugués Gil Vicente (1465-1536). Para la escritura de esta novela Saramago no solo cambió de lugar a la hora de escribir y ahondó en otros registros, sino que debido a su enfermedad alteró su rutina creativa y lo hizo cada vez que pudo. En otros tiempos, recuerda Pilar del Río, "dedicaba la mañana a la correspondencia, escribir artículos de prensa o conferencias; mientras, en las tardes, escribía novelas. Pero en el último tiempo el tiempo le apretaba y ya no tenía horas. 'El tiempo aprieta', decía". "Es una obra de madurez, con una gran ironía y en donde introduce nuevas técnicas narrativas", juzga Pilar del Río. "José vivía obsesionado por dos grandes ideas, el poder y su responsabilidad, y la barbarie de las guerras y la violencia. De la primera idea surgió 'Caín'. No podía entender cómo el libro sagrado de los cristianos comenzaba con un fratricidio. 'Alabardas...' nace de su segunda obsesión. La escribió a continuación de 'Caín'. En su casa de Lanzarote la desarrollaba pese a su debilidad y sus dolores, pero sin parar, porque decía que no quería perder el tiempo, que le iba a faltar. Le faltaron solo unos meses". Cuatro años después, "Alabardas" se publicó con el consentimiento de Pilar del Río. Desde el principio tuvo claro que lo editaría: "El lector tiene derecho a conocer aquello que le ocupaba al autor que admiraba y por qué se había preocupado tanto. Más en un hombre como Saramago que estaba entre la vida y la muerte trabajando". Pilar del Río afirmó al momento de la publicación que el libro se pudo lograr debido a las notas que dejó el escritor, un hombre que "respetaba a todas las personas que profesaban una religión, pero no a las iglesias o grupos, que intentan imponer sus dogmas y sus reglas. Pero cuando la fe no es suficiente para controlar, les quedan las armas", explicó sobre una de las motivaciones de Saramago para realizar esta novela sobre la violencia. A continuación, la segunda y última parte del resumen de entrevistas concedidas por Pilar del Río con motivo de la aparición de "Alabardas".


¿Saramago le había hablado antes de este libro?

Habló mucho de ese libro, por ejemplo, en las sesiones de presentación de "Caín" tanto en Portugal como en España. También anunció que tras ese libro, que nunca sería muy extenso, no volvería a escribir. Si tenía vida, quería leer.

¿Qué era lo que quería contar?

La responsabilidad personal, la estúpida complicidad con el mal de quien viendo no ve, como ese honesto funcionario que es cómplice del mal absoluto que es la guerra aunque no haya disparado un sólo tiro. Como lo somos tantas veces cuando miramos para otro lado como autómatas.

¿Qué lo motivó?

Era un escritor y su respuesta ante lo que lo motivaba era escribir. Haber leído que cayó una bomba en la Guerra Civil de España que al llegar al suelo simplemente se abrió en dos mitades y dentro había un papel que decía, en portugués, "Esta bomba no explotará" le causó una impresión enorme. Y le hizo pensar en la gente que trabaja en las fábricas de armas. Ahí nació la novela.

¿Qué tuvo que ver con la realidad que se vivía en ese momento?

Lo que hacemos siempre tiene que ver con el momento en que vivimos, lo que pasa es que la ceguera que José Saramago viene contándonos literariamente se empecina en ser cada vez más densa. Se dice que la literatura de José Saramago anticipa algunas situaciones que nos afligen, pero en el fondo parece que, como civilización, o civilizaciones, no queremos ser lúcidos.

Como en "Ensayo sobre la lucidez", aquí parece poner la confianza en el comportamiento individual. En aquel caso, votar en blanco. En este, el obrero que desactiva la bomba. ¿Ese era el planteo político? ¿Un planteo más ético que, por ejemplo, de clase?

Saramago hacía literatura, no ensayo, aunque es verdad que decía que los libros tienen que ser como un mazazo en nuestras conciencias. En su obra hay una reflexión sobre el poder y sobre la responsabilidad. El no dice lo que hay que hacer, sólo escribe usando la razón y la ética, que son dos instrumentos que deberían definirnos a los humanos. No hay planteamientos de clase, hay sí un personaje como Blimunda que recoge voluntades para que una pasarola pueda volar. O hay gente que sin ponerse de acuerdo sale a votar una tarde de lluvia y vota en blanco, contrarrestando la ceguera blanca de "Ensayo sobre la ceguera" y demostrando que las malas praxis de los gobiernos no son inevitables, que hay formas de decir "no", la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía.

¿Por qué decidió publicar un material tan corto e inconcluso?

El material no está inconcluso, esos capítulos están acabados, lo que no quedó acabada fue la novela. Pero los lectores tenían derecho a saber qué ocupaba a su autor cuando le llegó la muerte. Y con las notas que él siempre tenía.

¿Qué aporta Saviano?

Roberto Saviano conoce como pocos el horror de la violencia y de las armas, consideramos que estaba muy bien situado para entender la exigencia ética que es este libro. Y lo hizo con una enorme sensibilidad.

Y Günter Grass, ¿qué aporta?

Quisimos que este libro fuera, además de los textos de José Saramago, un hecho moral. Y aquí Grass, con su antibelicismo militante, era fundamental.

¿Saramago escribía este texto como un testamento?

Saramago se sabía amenazado de muerte cuando se puso a escribir esta novela, pero, como dijo tantas veces, no se quería morir sin haberlo dicho todo. "Todo" eran sus dos últimos libros: "Caín" y el poder religioso, "Alabardas" y el poder de las armas, tantas veces usadas para imponer la religión. Y en medio, los seres humanos, pobres diablos sometidos a tantas coacciones, miedos, arbitrariedades y controles. La religión en la conciencia individual, el poder civil, con las armas, en la sociedad. ¿Y la libertad? Aquí los cínicos dan una carcajada. Y así seguimos, entre miserias de todo tipo, matando o muriendo de necesidad en un tiempo que está preparado para resolver conflictos y necesidades. En fin, José Saramago cumplió su parte, es lo mejor que se puede decir de una persona, ¿verdad?

Saramago fue de los primeros escritores mundialmente reconocidos en tener un blog. ¿Cómo veía las nuevas tecnologías en relación con la escritura y difusión de sus ideas?

Escribir es escribir y leer es leer, independientemente del soporte en que se haga. Saramago no estaba agarrado al papiro ni a la vieja máquina de escribir, sabía que todo cambiaba y se incorporaba a los cambios con la misma disposición que al agua corriente dentro de las casas o la luz eléctrica: sin aspavientos, sin maravillarse, con naturalidad. Que era uno de sus rasgos: la sencillez, junto a la naturalidad y a la sabiduría.

Desde su experiencia como traductora, ¿cómo considera que se debe hacer una buena traducción literaria? ¿La proximidad entre las lenguas facilita o dificulta una buena traducción?

Para hacer una buena traducción, hablamos de una traducción literaria, desde mi punto de vista son fundamentales dos cosas: amar el texto que se va a traducir y conocer muy bien el propio idioma. A veces se piensa que lo importante es conocer el idioma original en el que el texto ha sido escrito, y claro que hay que conocerlo bien, pero, insisto, hay que dominar bien el propio idioma porque, de lo contrario, se puede reducir la obra que se traduce. Tengamos en cuenta que el autor original es un creador, tiene una voz propia, una forma de contar, se inscribe en un contexto, y todo eso tiene que pasar a la traducción. Me da miedo cuando veo que encargan traducciones a personas simplemente porque han vivido en Inglaterra o en Portugal. No es eso, hay que participar de la estirpe de los creadores para traducir bien, pero desde la humildad absoluta, porque el traductor no puede intervenir en el texto. Lo que digo parece complicado, pero si se piensa un poco verá que es verdad. En cuanto a si la proximidad facilita, creo que no, porque se puede caer en la tentación de hacer una traducción literal, y eso puede ir en detrimento del idioma al que se traduce. Hay que respetar la música del original, pero tiene que sonar bien en el idioma traducido. Como ve, no es fácil, es una tarea compleja y adulta, que no se puede entregar a cualquiera. Cosa que se hace mucho porque no es un trabajo bien remunerado. Aunque cada día está más reconocido y ya hay Facultades de traducción.

¿A cuál de libros traducidos por usted le guarda mayor cariño? ¿Por qué?

Cada uno tiene su propia historia, de cada uno guardo recuerdos inolvidables. Quizá "El viaje del elefante" sea especial, porque durante la escritura, José Saramago estuvo muy enfermo. Y cuando, contra pronóstico, se recuperó y volvió a la escritura, lo hizo con tal entusiasmo, en un estado de exaltación tal, que era contagioso. Fue un libro feliz, escribir para él y traducir para mí, porque habiendo vencido a la muerte, era un regalo maravilloso que tuve el privilegio de recibir y que no podré agradecer nunca. Por la sencilla razón de que cada día que pasa soy más consciente y, sin embargo, lamentablemente, José Saramago ya no está aquí para que lo comentemos y nos riamos juntos.

19 de diciembre de 2014

Pilar del Río: "Las malas praxis de los gobiernos no son inevitables; hay formas de decir 'no', la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía Saramago" (1)

José Saramago (1922-2010) fue un escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués. Nacido en Azinhaga, Santarém, en el seno de una familia de labradores y artesanos analfabetos y criado en un barrio popular de Lisboa, a los quince años abandonó los estudios por falta de medios y comenzó a trabajar de cerrajero. Luego se desempeñó en una caja de pensiones y más tarde se dedicó al periodismo, la labor editorial y la traducción. De su pluma salieron obras que interrogan la historia de su país y las motivaciones humanas. Pero aunque su novelística tiene como eje vertebrador la realidad de Portugal y su historia, no se trata, sin embargo, de una narrativa histórica sino de relatos donde la historia se mezcla con la ficción y con lo que podría haber sido, siempre a través de la ironía y al servicio de una aguda conciencia social. En 1984 publicó "O ano da morte de Ricardo Reis" (El año de la muerte de Ricardo Reis) y dos años después "A jangada de pedra" (La balsa de piedra), libros que le otorgaron un gran reconocimiento, mayor del que había disfrutado en toda su trayectoria hasta ese momento, la que incluía la publicación de, entre otros, "Manual de pintura e caligrafía" (Manual de pintura y caligrafía), "Levantado do chão" (Alzado del suelo) y "Memorial do convento" (Memorial del convento). Fue precisamente en esa época cuando conoció a quien sería su esposa y traductora al español hasta el final de sus días, la periodista y traductora sevillana Pilar del Río (1950). Luego llegaría su encumbramiento definitivo con obras como "O Evangelho Segundo Jesus Cristo" (El Evangelio según Jesucristo), "Ensaio sobre a cegueira" (Ensayo sobre la ceguera), "Todos os nomes" (Todos los nombres), "A caverna" (La caverna), "O homem duplicado" (El hombre duplicado), "Ensaio sobre a lucidez" (Ensayo sobre la lucidez), "As intermitências da norte" (Las intermitencias de la muerte), "A viagem do elefante" (El viaje del elefante) y "Caim" (Caín). En 1998, aquel nieto de un campesino iletrado de Azinhaga recibía el premio Nobel de Literatura. Con Pilar del Río, su esposa desde 1988, vivió unos años en Lisboa hasta que, en 1993, se trasladaron al municipio de Tías en Lanzarote, una de las Islas Canarias, donde permanecieron juntos hasta su fallecimiento en 2010. Ella es quien preside actualmente la Fundación José Saramago con sede en Lisboa y quien presentó en octubre de 2014 "Alabardas", la novela en la que Saramago trabajaba al morir. Con el mar de Lanzarote y el jardín de su casa asomados en dos ventanas, Saramago empezó a escribir la novela que dejaría inacabada. La escribió en uno de los salones de su casa, en un sillón color teja rodeado de tonos verdes donde nunca antes había escrito ningún libro. Donde para un tema como el de la industria del armamento y el tráfico de armas continuó la exploración de dos rutas literarias: más depuración en lo escrito y más sentido del humor e ironía. La edición cuenta con notas que el propio escritor incluyó en su trabajo y se completa con textos del periodista y escritor italiano Roberto Saviano (1979) y del poeta y ensayista español Fernando Gómez Aguilera (1962). Además está ilustrado con grabados del novelista, dramaturgo y artista gráfico alemán Günter Grass (1927). Sobre ella y sobre otros temas habla Pilar del Río en el siguiente compendio de entrevistas realizadas por Belén Zapata, José Ramón Otero Roko, Horacio Bilbao y Patricia Kolesnicov para las revistas digitales "Circo Iberia" (2 de marzo de 2011) y "Culturamas" (29 marzo 2013), y para las revistas "Ñ" nº 515 (10 de agosto de 2013) y nº 579 (1 de noviembre de 2014) respectivamente.


En "Año de la muerte de Ricardo Reis" Saramago escribe que ninguna persona está muerta sino nueve meses después de morir. ¿Es cierto que abrió la Fundación a los nueve meses exactos de su muerte?

Mi casa de Lanzarote abrió como Fundación y como biblioteca pública, por la que ciertamente pasan muchos argentinos, a los nueve meses de la muerte de José. Lo hicimos para demostrar que no es cierto que nueve meses dure el olvido. Te moriste hace nueve meses pero vas a seguir siendo visitado por esta gente que viene a tu casa.

 Como presidenta de su fundación, ¿qué legado hay que preservar esencialmente de José Saramago? ¿Su imagen pública, ante los ataques de los de siempre, su literatura o sus convicciones?

Su imagen pública no se puede cultivar más. No es un asunto que nos afecte a la fundación. Su imagen en cierta manera "es", y nació de pie, y el que quiera ver que es de noche cuando es día es un problema de quien ve. Su literatura tampoco. Corresponde cuidarla y mimarla a los lectores y a las editoriales. Y si una editorial no la cuida, pues dejará de ser su editorial. Lo que corresponde a la fundación son sus convicciones y nosotros estamos militando en Saramago, en sus convicciones cívicas, y tenemos como norma y como guía los derechos humanos.

Pero las actividades de la fundación parecen muy institucionales y quizá "los derechos humanos" suena demasiado general y es una causa a la que se suman gentes que en su desempeño político no lo llevan a cabo… Saramago era un militante de los derechos humanos, pero muy concretados, en una ideología y en un partido.

Nuestra posición en la vida es la de desasosegar. No somos neutros. Intervenimos. Nos sumamos. Y propiciamos, como Fundación Saramago, debate, compromiso cívico. El manifiesto fundacional dice: "como si todo dependiera de nosotros", aunque seamos conscientes de que no depende, ni una parte mínima, de nuestra parcela. Pero intentamos actuar como si todo lo tuviéramos que solucionar nosotros. Si tuviéramos alguna guía sería el "Ensayo sobre la lucidez".

Con libros tan impresionantes como "El Evangelio según Jesucristo", "El viaje del elefante" y "Ensayo sobre la ceguera", Saramago promovió empatía, controversia y el difícil ejercicio del librepensador. ¿Cómo ve en la actualidad su legado? ¿Cree que la Fundación José Saramago está preservando su genio?

La Fundación José Saramago no nació para preservar el genio del autor, que está en sus libros y estuvo en su vida. Los libros pertenecen a los lectores y los promueven las editoriales. En cuanto a la vida, ahí está, ya es intocable. Nosotros trabajamos para que el debate de ideas se mantenga, para continuar las posiciones cívicas que eran suyas y que entendemos que son las que nos hacen mejores como seres humanos. Que la Declaración de Derechos Humanos no sea papel mojado, promover la Declaración de Deberes Humanos, en eso estamos, para eso existimos. Y para que la Cultura con mayúscula esté presente en la vida de cada día, por eso desde la Fundación organizamos actividades que nos hacer pensar. Y ya sabemos: quien piensa, agranda su cerebro, ve más lejos, entiende más. Y no se deja engañar por los mensajes dudosos que cada día tratan de atontarnos.

¿Qué impacto ha tenido en su obra el hecho de que ya no esté? Algunos autores se potencian, otros pasan al olvido, o se vuelven mito…

Para la mayor parte de sus lectores y lectoras activos, Saramago no ha muerto. Ellos mantienen esa relación con un autor que les habla de los grandes temas de hoy con una belleza inconmensurable. "Ensayo sobre la lucidez" es hoy el libro más interesante que se pueda leer. Saramago no ha muerto, para algunas personas que formábamos parte de su círculo íntimo, ha muerto José. Pero eso forma parte de nuestras vidas privadas.

¿Cuál es la clave de esa inmortalidad?

Su capacidad de anticipación, algo que sólo los necios pueden negar.

¿Qué explicaría esa necedad, quiénes son los necios?

Hay muchos necios fomentados. En la vida, en el poder. Principalmente los que nos han dicho que tenemos que ser no ciudadanos sino consumidores. Eso lo dice el poder en el mundo, y frente a eso hubo un señor que escribió "Ensayo sobre la lucidez". Pido que lo lean, vayan a la biblioteca pública.

¿Qué hechos de los actuales hubieran disparado las reflexiones de Saramago?

Saramago no se dejaba llevar por los acontecimientos. Reflexionaba sobre el lugar de la ética y escribía "Ensayo sobre la ceguera"; veía la fuerza de la gente y escribía "Ensayo sobre la lucidez". Veía las ansias de la gente de no morirse y escribía "Intermitencias de la muerte"; o "Caín", cuando decía: "no puede ser que la religión marque así nuestras vidas". Una cosa es el sentimiento religioso, respetable, y otra es el poder de una confesión, de una iglesia, eso no lo aceptaba. Ahora, no hay sucesos puntuales que a Saramago lo lleven a escribir una novela. Son todas reflexiones sobre la condición humana.

"Caín" retoma un lenguaje concomitante con los textos fundacionales judeocristianos y termina con una frase lapidaria: "La historia ha acabado, no habrá nada más que contar". Se comenta que continuó escribiendo hasta sus últimos días pero, ¿Saramago concibió "Caín" como el último libro que publicaría?

No, Saramago, tras "Caín", comenzó a escribir otro libro que se iba a llamar "Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas" y que, lamentablemente, no pudo acabar. "Caín" no es un testamento, aunque sí es un pulso con el Dios de la Biblia, ése que dijo que había hecho al hombre a su imagen y semejanza y en la primera página de la Biblia ya hay un crimen. Entonces, cuando llega el Diluvio Universal, Saramago decide que su paciencia se ha terminado, que ya Dios ha probado con muertes y sacrificios a los hombres hechos a su imagen y semejanza, que ya ha pasado Sodoma y Gomorra, ciudades que Dios arrasa con fuego porque los mayores, todos, algunos, son homosexuales, y no salva ni a los niños de pecho. Ya han pasado demasiadas carnicerías como para soportar que la imagen de Dios, ese hombre de la Biblia, se siga reproduciendo. Y pone punto y final, le hace el pulso a Dios y el autor gana: no habrá más que contar. Y ahora que no vengan a decir que Dios castigó a Saramago quitándole la vida poco después: esa explicación no es digna de los creyentes auténticos ni de quienes usamos la razón para entender.

¿Usted, con el paso del tiempo, siente que resignó alguna ambición o deseo personal por cuidar la obra de Saramago?

Veo a muchos profesores en el mundo que le dedican su vida a un libro o a un autor a quien no conocen. Qué suerte he tenido yo de poder dedicarle la vida entera y tener su correspondencia. Todos nosotros renunciamos a cosas cuando optamos por otras. Y yo he dejado de ser periodista, y me hubiera gustado serlo incluso más en este momento.

Es curioso, justo ahora que los medios afrontan grandes crisis. ¿Por qué?

Por eso mismo. Hay mucho servilismo en el periodismo. En Europa, al menos, han logrado eso. De la crisis se sale contando la crisis, y no puestos al servicio de unos u otros, de los estados dóciles, o serviles al poder económico.

La suya es una sentencia al estilo Saramago, cuyos libros ofrecían una visión y una reflexión sobre las relaciones de poder.

Absolutamente.

¿Cuánto afectó o movilizó a Saramago aquélla disputa con Fidel, el famoso "hasta aquí he llegado"?

Al él lo afectaba el hecho de que los hombres siguieran respondiendo a la Biblia, siguieran creyendo que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de Dios, y que en la primera página de la Biblia, ya hubiera un asesinato. Eso lo movía. Lo de "hasta aquí he llegado" lo dijo, pero luego hablaron con Fidel Castro. Saramago le explicó que él estaba contra la pena de muerte, la ejercieran ellos o los Estados Unidos, que por cierto la ejerce mucho. Pero no se hizo enemigo de Fidel. Y en los Estados Unidos después del 11 de septiembre fuimos tan maltratados que decidió no ir más, ni a recibir los honoris causa. No fuimos más por la pena de muerte, por las guerras que estaban llevando a cabo, pero de eso nadie habla. Los medios sí hablan de aquélla carta por las dos penas de muerte decretadas en Cuba. Y de hecho a Cuba sí volvimos.

El hecho de haber publicado tarde, ya maduro, ¿tiene que ver con ese camino de reflexión del que hablábamos antes?

A eso lo desmiente "Claraboya", su primer libro, que escribió a los veintitantos años. Allí ya estaba el germen de su obra, pero no se lo quisieron publicar. ¿Iban a publicar un texto que hablaba de lesbianismo en un ambiente de dictadura? ¿Dejarían que se cuestionara la familia, la pareja? No fue un escritor tardío, no lo publicaban.

¿Y por qué Saramago no publicó "Claraboya" en vida, cuando ya era un autor famoso?

Simplemente porque cada año tenía un libro nuevo. Y dile tú a las editoriales que le vas a meter dos libros en un año. Saramago producía mucho. Estaba escribiendo "El evangelio..." cuando apareció "Claraboya", el manuscrito que estaba perdido. ¿En qué momento lo publicaba sin producir confusión en los lectores? Todavía no estaba allí el estilo Saramago, pero es un libro maravilloso.

14 de diciembre de 2014

Partha Chatterjee: "Hoy, la sociedad civil es una elite de clase media"

En la primera semana de noviembre de 2014, Partha Chatterjee (1947), historiador indio que estudia la metamorfosis capitalista y sus consecuencias en los grupos subalternos del llamado Sur global, visitó por primera vez Buenos Aires invitado por la Universidad de San Martín para brindar dos conferencias: una dedicada a Karl Marx (1818-1883) y otra a la democracia poscolonial. Chatterjee es una de las figuras más importantes de la ciencia política contemporánea. Fundador del Grupo de Estudios Subalternos, estudió Ciencias Políticas en el Presidency College de Calcuta -su ciudad natal- y obtuvo una maestría en la Universidad de Rochester. Actualmente es profesor en las universidades de Calcuta y Jadavpuren (India), y en la de Columbia (Estados Unidos). En sus obras está presente la ciencia política, la antropología y la historia de forma interdisciplinaria, así como un cuestionamiento permanente a las bases eurocéntricas y al saber basado en premisas occidentales. Es autor de, entre otros, "Nationalist thought and the colonial world" (El pensamiento nacionalista y el mundo colonial), "The nation and its fragments. Colonial and postcolonial histories" (La nación y sus fragmentos. Historias coloniales y postcoloniales), "A princely impostor" (Un impostor principescoy "The politics of governed. Reflections on popular politics in most of the world" que se tradujo al español y se publicó como "La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos". En esta obra, Chatterjee teoriza sobre cómo hacen política los sectores populares. Discutiendo los barrios multitudinarios de la India, sus textos dialogan directamente con América Latina. Desde allí, y a partir de ciertos conceptos de Michel Foucault (1926-1984), critica el lenguaje más majestuoso (pero también más abstracto) de las categorías políticas de la modernidad occidental. Antes de viajar a la Argentina dio una entrevista en su estudio en Nueva York a Verónica Gago y Juan Obarrio, la que fue publicada en el nº 579 de la revista "Ñ" aparecida el 1 de noviembre de 2014.



En su libro "La nación..." hay una despasivización del concepto foucaultiano de población, que se transforma en los gobernados: aquellos que intervienen sobre las políticas que en principio se les dirigen para tomarlos como objeto. Esto supone operar en el terreno de la gubernamentalidad, a la cual usted define como un campo de batalla. ¿Cuáles son los términos concretos de esa batalla?

Uso la descripción de gubernamentalidad de Foucault y el modo en que la presenta como una nueva forma de poder: en ese marco las poblaciones son efectivamente objeto del poder gubernamental, objetivos biopolíticos. Pero difícilmente leyendo a Foucault se tiene la sensación de que las así llamadas poblaciones también responden. No se trata sólo de un aparato gubernamental actuando sobre una población pasiva. La distinción entre ciudadanos y poblaciones es importante porque lo que Foucault está sugiriendo es un desplazamiento del entendimiento liberal clásico del gobierno como relación entre ciudadanos partícipes de la soberanía estatal. Una de las distinciones clave que Foucault empieza a hacer es que, a fines del siglo XIX y principio del XX, este campo de poder que era definido por la existencia del gobierno por un lado y de los ciudadanos por el otro, condujo a una gran era de las revoluciones democráticas. Luego, la clase obrera consolidó esta división, pero con demandas incluso a veces capaces de sobrepasar al Estado.

Por esa radicalización se iniciarían esas nuevas formas de gobernar…

La formulación interesante de Foucault es que el gobierno empieza a aprender e inicia técnicas administrativas por las que busca desalentar la ampliación de derechos. Se desplaza así la idea del viejo Estado de Bienestar sustentado en que la gente tiene derechos universales en tanto ciudadana. A partir de los '60 comienzan estas nuevas técnicas gubernamentales y hacer política se convierte en un tipo de transacción entre pequeños grupos. Los gobernantes dicen: "Vamos a abordar los problemas específicos que afectan a las pequeñas poblaciones, por ejemplo las madres solteras, y vamos a negociar con ellas". Y así, ellas se preparan para negociar cuánto costará lo que demandan, cuál es la manera de hacerlo viable, etc. Esto deviene una nueva forma de política.

Volvemos a la cuestión de que no puede atribuirse pasividad…

Exacto. ¿La gente responde pasivamente o realmente reclama al gobierno diciendo cosas como "nosotros pertenecemos a tal grupo"? ¿Los grupos se alían entre ellos? Si nos quedamos confinados en el marco de Foucault se hace difícil abordar estas preguntas. Pero están en lo correcto diciendo que este lugar se convierte en un sitio de batalla donde la gente muchas veces quiere redefinir las formas bajo las cuales está clasificada.

¿Cómo se miden avances y retrocesos si no es estrictamente en términos de conquista de derechos?

Mis colegas preguntaban: ¿perdimos todos los horizontes de emancipación? La cuestión es extender las ideologías de emancipación que fueron muy poderosas y parecen haber perdido su filo. Esto es la medida del éxito relativo de estas nuevas técnicas gubernamentales: traducen lo que eran demandas basadas en derechos en cuestiones relativas a cuántos beneficios se pueden dar según los costos.

Volviendo a las alianzas y las articulaciones. ¿Cuál es su punto de vista sobre la categoría de populismo?

Creo que el populismo es extremadamente relevante en la medida en que la categoría de pueblo puede ser movilizada. Laclau tiene todo un análisis donde se puede decir que hay un cierto tipo de retórica política emancipatoria que se convoca para decir que estamos en una misma posición incluso aunque nuestras demandas sean diferentes. Nos hace pueblo tener un enemigo común. Pero miremos la cantidad de casos en los que partidos y líderes han tratado de invocar esta idea del pueblo y fallaron. O cuando se tiene un tipo de movimiento populista que emerge y rápidamente desaparece.

¿En qué movimientos piensa?

En muchos recientes, como la Primavera Arabe o el Movimiento Occupy: por un tiempo parece que van a barrer todo lo que se les pone adelante y luego, de alguna manera, se disipan. Esto se convierte en una pregunta muy importante: ¿puede un movimiento populista también producir una organización de largo plazo? y ¿cuáles son las implicaciones? Muchos populismos en los '60 y '70 compartían una idea creíble de un poder imperialista exterior, con una historia de explotación colonial. Con un mundo globalizado se hace más difícil señalar un enemigo exterior real. Estados Unidos no tiene hoy el poder económico global de antes. ¿Cuál es hoy el poder imperial? Otras economías del mundo que antes se llamaba Tercer Mundo ya no son estrictamente países explotados y pobres.

Su categoría de sociedad política provocó muchos debates. ¿Cómo la considera ahora?

Creo que es relevante aun si podemos hacer distinciones entre diferentes modalidades de negociación y oposición. El gobierno responde diferente a aquellos que proceden por medio de las propias instituciones de la sociedad civil y, por otro lado, a aquellos que no. El gobierno debe distinguir, por ejemplo, entre quienes ocupan una propiedad y quienes son dueños, pagan impuestos y tienen títulos. Si no lo hace, toda la estructura de la propiedad privada va a colapsar y ningún gobierno va a hacer eso. Pero tiene que encontrar cómo responder a la gente que no tiene propiedad. Mi idea es que esta técnica sirve para encontrar un argumento para la excepción y decir: la propiedad privada es la regla, pero en algunos casos haremos excepciones. Y algunos tendrán que formular y defender tal excepción.

Usted solía decir que había algo de odio colonial en la sociedad civil...

En tiempos coloniales, en los grandes países agrarios de Asia y Africa, la presencia colonial estaba en las ciudades: era la población urbana la que estaba organizada en formas ciudadanas. Luego hay todo un sector campesino donde el Estado era realmente un poder externo: el Estado siempre venía de afuera, a recaudar impuestos o con la policía. Eso es lo que cambió y por eso es poscolonial: se trata de la presencia del gobierno en la vida cotidiana de la gente común de una manera mucho más profunda.

Aun así, hay restos coloniales en la sociedad civil…

Sí, hay jerarquías. En la sociedad civil de clase media siempre se encuentra gente que no le gusta la afirmación de las clases bajas. Donde hay algún tipo de democracia electoral, los políticos tienen que responder a estos sectores y la clase media siempre considera que sus demandas no son escuchadas. De ahí sus quejas diciendo "toda esta gente pobre tomó el gobierno, era mucho mejor en los días del poder colonial". Creo que ese sentimiento continúa en Egipto o en Tailandia, donde los gobiernos electos son derrocados por una elite de clase media. Precisamente: la sociedad civil es una elite de clase media.

¿Hay una oposición en el Sur global entre la expansión democrática por las clases populares y lo que era la tendencia de la modernidad occidental?

Aquellos que se piensan a sí mismos como miembros de la sociedad civil piensan el mundo político en términos de principios abstractos, normativos y la modernidad como el logro progresivo de las instituciones políticas que los encarnan. Lo que encuentran difícil es que la democracia es donde el voto de los filósofos más ilustrados y el de los trabajadores menos letrados tiene el mismo valor. Por eso es que hoy se encuentra gente volviendo a pensar en contener o hacer retroceder la democracia. Pensemos en Egipto, cuando se dice: "esta gente son fundamentalistas religiosos, ¿por qué deberían tomar el Estado?", o "esto es peligroso porque hace retroceder a la modernidad". La democracia en el clásico contexto de Europa era la ideología progresista porque apuntaba contra el antiguo régimen de los señores feudales. En muchos países poscoloniales la situación ahora es la opuesta: la democracia es vista como alimentando una suerte de mundo tradicional donde la gente común supera a los pequeños grupos ilustrados. Este conflicto entre modernidad y democracia está muy presente y el problema crucial es encontrar un lenguaje propio en las democracias poscoloniales para el cual la modernidad puede proveer una cierta fundación en una voluntad democrático-popular. Había algo así en el inicio del fin del colonialismo: fue visto como la marca real de la modernidad. Ahora que ese viejo colonialismo ya no está, el problema vuelve a emerger.

¿Y el Sur global o poscolonial agregaría otros elementos que no eran parte de esa voluntad democrático-popular moderna?

Absolutamente. Esta modernidad no puede ser una réplica de la vieja modernidad de Europa. Es uno de los problemas que encuentro con argumentos que oponen democracia y modernidad de esta manera y que asumen que los contenidos de la modernidad ya han sido decididos. Fueron decididos en Europa en todas las grandes peleas en contra de los oponentes de la modernidad. Todas esas batallas se tienen que dar de nuevo en estos otros países. Y los términos específicos, tanto democráticos como populares, por los cuales la modernidad será definida en estos lugares tendrá contenidos bien diferentes de los que entendemos como democracia en Occidente.

En su último libro permite pensar en las formas actuales de colonialismo… ¿Cuál es la apuesta?

Es un trabajo historiográfico pero es sobre el presente y sobre cómo funciona la "excepción" en estas nuevas formas de colonialismo. La excepción es particularmente verdad en el espíritu del colonialismo, donde los poderes occidentales tratan con diferentes tipos de poderes en otras partes del mundo. Aquí es donde la excepción colonial como modelo deviene instructivo. No hay una única fórmula en la que la soberanía está de un lado y la no soberanía del otro. Hay graduaciones. Pero no hay concepto legal para esto. Excepto en el lenguaje de la excepción.

Empezamos con Foucault. Terminemos con Marx...

Nunca dejé a Marx y vuelve con muchas de estas preguntas, habiendo hecho la travesía por Foucault. Son fundamentales sus análisis sobre la emergencia del capitalismo en Europa porque una de las cosas que es muy clara finalmente en Asia y Africa, y tal vez también en algunas partes de Sudamérica, es el tipo de desarrollo capitalista que está teniendo lugar. Más allá de cada proceso, podríamos decir que lo que pasa es exactamente lo mismo que Marx describe cuando comienza la acumulación primitiva. Es interesante preguntarse si estas mismas condiciones de una acumulación primitiva pueden sostenerse. En Europa, el entendimiento era que aquellos desposeídos de sus tierras, sus medios de producción, se convertirían en fuerza de trabajo industrial al llegar a la ciudad. Incluso si no eran absorbidos inmediatamente, pasarían al ejército industrial de reserva. O habría todo tipo de modos de gestión política de esa acumulación primitiva. Podrían ser enviados a Australia, a América. Hubo también epidemias, grandes guerras. Ninguna de estas opciones están disponibles hoy. Entonces, para países como China o India, donde claramente la acumulación primitiva está teniendo lugar, hay un montón de gente que está siendo desposeída pero que no puede ser absorbida por las industrias capitalistas que, bajo condiciones de competencia global, no son necesariamente capital-intensivas. Ninguna de estas nuevas fábricas utiliza hoy miles y miles de obreros como había antes.

¿Y cómo se gestiona políticamente hoy esta acumulación primitiva?

Acá es donde el Estado y el gobierno ingresan para proveer algún tipo de subsistencia para esa gente. Ya no es un Estado de bienestar, no hay derechos. Que el gobierno responda depende de las demandas que reciba. Toda la emergencia de la así llamada economía "informal" es un campo a ser gestionado. La distinción entre formal e informal debe ser mantenida para que se gestione políticamente la economía informal. Esto es realmente la sociedad política. Esta es la gente que está viniendo a nuestras ciudades. Ellos no tienen los medios para comprar tierras, a veces ni alquilar casas. Entonces, ¿dónde viven? Ocupan tierras. ¿Qué hace el gobierno? Dice: "está bien, quédense donde están. Haremos una excepción en este caso, no paguen impuestos pero trataremos de gobernarlos de ciertas maneras, les vamos a dar electricidad y agua porque de otro modo vamos a tener un problema sanitario". Todo esto es a través de una gestión completamente política de una situación de excepción.

7 de diciembre de 2014

Entremeses literarios (CLXXIX)

BREMBER
Dylan Thomas
Gales (1914-1935)

Las sombras descendieron suavemente por las escaleras hasta llegar al vestíbulo. Vio el perfil oscurecido de la balaustrada reflejarse en el espejo, el arco del candelabro que proyecta­ba la luz. Pero eso era todo. Las sombras se alargaban más hacia la puerta. Luego se perdían en la oscuridad del suelo y del techo. Rebuscó en los bolsillos para ver si encontraba un fósforo y por fin encendió la candela que llevaba en la mano. Sujetando la llama diminuta en alto, por encima de la cabeza, giró el picaporte y entró en la habitación. Olía a polvo y a madera vieja. Le resultó curioso ser tan sensible a ese olor y cómo desató su imaginación. Las viejas damas bordando sus encajes a la luz de la luna, sus dedos pálidos y flacos, veloces sobre los brocados, sus mejillas sin edad pero con el tinte de las de una niña. A eso le recordaba la habitación desde los tiempos en que por primera vez entró en ella de puntillas y contempló aterrado las ventanas que se abrían a la extensión de césped grisáceo, a los árboles que se alzaban detrás. Si no le recordaba a cuando, de niño, se sentaba ante el clavicordio y tocaba las teclas polvorientas con tal levedad que nadie alcanzaba a oír las notas emitidas, temeroso y sin embargo embelesado al oír que la música ascendía tenue en el aire. Siempre era triste. Detectaba la tristeza desolada bajo la fuga más liviana; a medida que sus manos pulsaban las notas, las lágrimas le asomaban a los ojos, un gran anhelo de algo que había conocido y había olvidado, algo que había amado y había perdido. Eso fue unos cuantos años antes, y ahora se le impuso la misma sensación de irrealidad y de anhelo cuando encendió las largas velas del clavicordio con su candela y vio, al extenderse la luz, que las paredes se cerraban a su alrededor y que las pesadas sillas le quitaban espacio. Las teclas estaban tan polvorientas como siempre. Las frotó levemente con la manga y dejó vagar los dedos unos instantes por encima del teclado. Qué frágiles eran aquellos sonidos. Qué curiosas melodías formaban, qué tristes y, sin embargo, qué perfectas. Por un instante pensó que había oído un ruido de pasos infantiles al otro lado de la puerta, pasos que corrían por el pasillo, hacia las tinieblas. Pero habían desaparecido. A la fuerza tuvo que suponer que nunca llegaron a oírse. Oyó una nota sostenida de risas que enseguida desapareció. Mientras tocaba, le pareció oír el ruido suave, el susurro más bien de una falda de seda arrastrada por el suelo. Dio más volumen a su música y, cuando volvió a suavizarla, no quedó nada. Por más que se esforzase no pudo analizar las razones que le habían llevado hasta la casa. Le aterraba, pero no era capaz de alejarse de ella. Fuera, por el camino, había sentido el súbito deseo de desgarrar el velo de los años y remontarse a todo lo que la vieja casa significaba, el atardecer, las voces matizadas por los pasillos, el clavicordio, las escaleras que interminablemente ascendían hacia las tinieblas, el millar de detalles de las habitaciones, el miedo suave e insinuante que le miraba desde los rincones, y que nunca desaparecía. Había caminado por la avenida hasta la puerta principal. La cabeza del león que representaba la aldaba le sonrió al llegar. La levantó y golpeó la madera. No contestó nadie. Volvió a llamar otra vez, y otra, pero la casa permaneció en silencio. Empujó la puerta con el hombro y se abrió. Recorrió de puntillas los pasillos, miró las habitaciones, tocó los objetos que le eran familiares. No había cambiado nada. Y fue entonces, cuando la noche salió por las ventanas emplomadas, que cerró la puerta de la sala de música a sus espaldas. Le colmó una gran sensación de alivio. El anhelo que siempre había permanecido en lo más recóndito de su mente se cumplió de pronto, halló lo que había perdido, recordó lo que tenía olvidado. Aquel era el final de su viaje. Por un momento, las velas brillaron con mayor intensidad. Pudo ver mejor toda la estancia. Se puso en pie, la atravesó y recogió un libro polvoriento que estaba sobre la mesa. La casa solariega de Brember. Se lo llevó a la luz. Todas las páginas le resultaban conocidas, allí estaba la familia generación tras generación, hombres más dados al pensamiento que a la acción, visionarios todos que vieron el mundo desde las nubes de sus propios sueños. Fue pasando las páginas hasta llegar a la última: George Henry Brember, el último del linaje, falleció… Contempló su propio nombre y cerró el libro.


LA MUERTE GENEROSA
Stella Maris Riera
Argentina (1958)

Me dijo que nuestro amor ya nunca volvería a ser el mismo. Que lo supo aquella tarde en el hospital cuando vio a ese hombre que yacía en la cama agonizante. Me dijo que una mujer tomaba su mano y sollozaba un te amo constante, casi eterno; que lo acariciaba una y otra vez, lenta­mente, como si esa lentitud aletargara el tiempo; que lo miraba profundo, que intentaba penetrar en sus ojos pero que ellos permanecían irremediablemente cerrados; que acompañaba su respiración, que tomaba su bocanada de aire como si fuera propia y luego, juntos, exhalaban una larga congoja. Me dijo que ella permanecía sentada, con la mirada fija, casi inmóvil; que de haber sido una pintura de Klimt podrían haber continuado así, para siempre. Me dijo que supo que nosotros jamás podríamos igualar eso. Y que esto sólo lo sintió, pero cree estar seguro que en ese cuarto atemporal sólo la muerte se movía; se acercaba, intentaba tomar a ese hombre que su esposa no soltaba. Pensó que tal vez ante tanto amor, ella (la muerte) quiso ser generosa y cuando la respiración sobresaltada de él se volvió serena, se retiró a esperar. Parece que decidió respetar ese silencio que sólo saben derramar las almas cuando aman y sufren, y que les permitió pertenecerse el uno al otro, como siempre, por un rato más.


AGUJERO NEGRO
José María Merino
España (1941)

El hombre pasea por la playa solitaria y encuentra, depositada en la orilla por las olas, una botella de cristal negro, con una señal muy extraña impresa en su tapón. Mientras lo desenrosca, el hombre piensa en sus lecturas de niño: el genio cautivo, los mensajes de náufragos. Abierta, la botella inicia una violentísima inhalación que aspira todo lo que la rodea, el hombre, la playa, las montañas, los pueblos, el mar, los veleros, las islas, el cielo, las nubes, el planeta, el sistema solar, la Vía Láctea, las galaxias. En pocos instantes, el universo entero ha quedado encerrado dentro de la botella. El movimiento ha sido tan brusco que se me ha caído la pluma de la mano y han quedado descolocados todos mis papeles. Recupero la pluma, ordeno los folios, empiezo a escribir otra vez la historia del hombre que pasea por la playa solitaria.


GUERRA

Patricia Nasello
Argentina (1959)

Una bala destinada al enemigo impacta por error en el vientre de la jirafa que se estremece y cae, presa de pánico y dolor, sobre las hierbas húmedas de la sabana. El soldado que disparó el arma desaparece dentro de la herida que provocó por accidente, herida que no ha manado sangre: agujero de bordes redondeados, profundamente negro, a través del cual, pronto, también desaparece otro soldado compañero del primero y el avión que les servía de apoyo. La jirafa agoniza, el olor que exhala repele incluso a los carroñeros.



LA CUEVA

Fernando Iwasaki
Perú (1961)

Cuando era niño me encantaba jugar con mis hermanas debajo de las colchas de la cama de mis papás. A veces jugábamos a que era una tienda de campaña y otras nos creíamos que era un iglú en medio del polo, aunque el juego más bonito era el de la cueva. ¡Qué grande era la cama de mis papás! Una vez cogí la linterna de la mesa de noche y le dije a mis hermanas que me iba a explorar el fondo de la cueva. Al principio se reían, después se pusieron nerviosas y terminaron llamándome a gritos. Pero no les hice caso y seguí arrastrándome hasta que dejé de oír sus chillidos. La cueva era enorme y cuando se gastaron las pilas ya fue imposible volver. No sé cuántos años han pasado desde entonces, porque mi pijama ya no me queda y lo tengo que llevar amarrado como Tarzán. He oído que mamá ha muerto.




EN SUS OJOS OSCUROS CLAUDICABA LA LUZ
Francisco Moro
Argentina (1953)

Mucho tiempo después, frente al mismo ventanal por donde mira pasar la vida de los otros, el doctor Ruben Omar Barcezat evoca a la mujer de ojos oblicuos que con mano amorosa y sin haberlo siquiera conocido, empujara su corazón a escribir unos versos que hoy recuerda con impiadosa ternura...
"Pero como, / de que manera podría yo acordarme / si no me puedo olvidar, / si recordar / es un pacto cínico y abnegado con la memoria. / Como establecer entonces, / el armisticio con lo vivido / si todo conmigo me lo llevo / si cada astilla de tu cuerpo / está conmigo / y todas tus sombras están aquí. / Pero como entonces / podría yo acordarme / si no pactamos aún la tregua infame del olvido / nuestra historia oficial, / el acuerdo secreto que nos regrese a la vida / que no nos merecemos...".
El dolor que conoció entonces fue lento, ritual; definitivo como solamente una mujer lo puede provocar con su abandono. Enemigo tenaz y querible, porque ese dolor trae consigo lo que queda de su perfume y el calor del pecho que una vez entibió su mano.


MI ESQUIZOFRENIA
Armando José Sequera
Venezuela (1953)

Mi esquizofrenia va de mal en peor: mi segunda personalidad dice que, como no se lleva bien con la primera, se aliará con la tercera para mitigar su soledad. La primera, entretanto, alega que, por más esfuerzos que hace, no logra congeniar con la segunda, razón por la cual formará alianza con la cuarta, habida cuenta de que si la tercera se lleva bien con la segunda, es imposible que se lleve bien con ella. Afortunadamente, me he podido mantener al margen de esta absurda disputa y no he sido involucrado en lo que, a todas luces, es una malsana maraña de incomprensiones.


EN LA MESA
Juan Gil
España (1979)

Juan estaba sentado delante de Carolina en un bar. No sabía cómo decirle que la amaba. Entonces se metió dos dedos en la garganta y vomitó todas las mariposas sobre la mesa.


CUENTO DE HADAS
Alejandro Jodorowsky
Chile (1929)

Una rana que lleva una corna en la cabeza le dice a un señor: "Béseme, por favor". El señor piensa: "Este animal está encantado. Puede convertirse en una hermosa princesa, heredera de un reino. Nos casaremos y seré rico". Besa a la rana. Al instante mismo se encuentra convertido en un sapo viscoso. La rana exclama, feliz: "¡Amor mío, hace tanto tiempo que estabas encantado, pero al fin te pude salvar!".


HOUDINI Y CONAN DOYLE
Ana María Shua
Argentina (1951)

Conan Doyle, el más lógico de los escritores del mundo, capaz de llevar el razonamiento hasta sus últimas y disparatadas consecuencias, creía sin embargo en los fenómenos paranormales. Su gran amigo Harry Houdini, el ilusionista que hechizó audiencias del mundo entero con su magia, era un racionalista absoluto, que dedicó buena parte de su vida a desenmascarar los trucos de mediums y espiritistas. Enfrentados por tan dispares opiniones, su amistad se deshizo. Sólo después de su muerte logró reconciliarlos Sherlock Holmes.