"Es
posible, quién sabe, que quizá pueda escribir otro libro", escribía Saramago el
15 de agosto de 2009, en su casa, en su escritorio, en el mismo lugar donde había escrito tanto. Fue después de la publicación de "Caín", la que sería
su última novela. "Una antigua preocupación (por qué nunca se ha producido una
huelga en una fábrica de armas) ha dado paso a una idea complementaria que,
precisamente, permitirá el tratamiento novelado del asunto", agregaba más
adelante. "El libro, si llega a ser escrito, se titulará 'Belona', que es el
nombre de la diosa romana de la guerra". Alcanzó a escribir tres capítulos que
dejó en su computadora, con copias impresas en una carpeta roja sobre su
escritorio. También dejó esbozada parte de la historia protagonizada por Artur Paz
Semedo que "trabaja desde hace casi veinte años en el servicio de facturación
de armamento ligero y municiones de una histórica fábrica de armas". Un hombre
separado de su mujer, "no porque él lo hubiese querido, sino por decisión de
ella, que, por ser convencida militante pacifista, acabó no pudiendo soportar
ni un día más sentirse ligada por los lazos de la obligada convivencia
doméstica". Se sabe, por las notas que dejó escritas, cómo terminaba la
novela: "con un sonoro 'vete a la mierda' proferido por ella". Cuatro meses
antes de su muerte, Saramago decidió que el título fuera "Alabardas, alabardas,
espingardas, espingardas", un título que remite a la tragicomedia "Exortaçao
da guerra" (Exortación de la guerra) del dramaturgo portugués Gil
Vicente (1465-1536). Para la escritura de esta novela Saramago no solo
cambió de lugar a la hora de escribir y ahondó en otros registros, sino que
debido a su enfermedad alteró su rutina creativa y lo hizo cada vez que pudo.
En otros tiempos, recuerda Pilar del Río, "dedicaba la mañana a la
correspondencia, escribir artículos de prensa o conferencias; mientras, en las
tardes, escribía novelas. Pero en el último tiempo el tiempo le apretaba y ya
no tenía horas. 'El tiempo aprieta', decía". "Es una
obra de madurez, con una gran ironía y en donde introduce nuevas técnicas
narrativas", juzga Pilar del Río. "José vivía obsesionado por dos grandes
ideas, el poder y su responsabilidad, y la barbarie de las guerras y la
violencia. De la primera idea surgió 'Caín'. No podía entender cómo el libro
sagrado de los cristianos comenzaba con un fratricidio. 'Alabardas...' nace
de su segunda obsesión. La escribió a continuación de 'Caín'. En su casa de
Lanzarote la desarrollaba pese a su debilidad y sus dolores, pero sin parar,
porque decía que no quería perder el tiempo, que le iba a faltar. Le faltaron
solo unos meses". Cuatro años después, "Alabardas" se publicó con el consentimiento de Pilar del Río. Desde el principio tuvo claro que lo
editaría: "El lector tiene derecho a conocer aquello que le ocupaba al autor
que admiraba y por qué se había preocupado tanto. Más en un hombre como
Saramago que estaba entre la vida y la muerte trabajando". Pilar del
Río afirmó al momento de la publicación que el libro se pudo lograr debido
a las notas que dejó el escritor, un hombre que "respetaba a todas las personas
que profesaban una religión, pero no a las iglesias o grupos, que intentan
imponer sus dogmas y sus reglas. Pero cuando la fe no es suficiente para
controlar, les quedan las armas", explicó sobre una de las motivaciones de
Saramago para realizar esta novela sobre la violencia. A continuación, la
segunda y última parte del resumen de entrevistas concedidas por Pilar del Río
con motivo de la aparición de "Alabardas".
¿Saramago le había hablado antes de este libro?
Habló
mucho de ese libro, por ejemplo, en las sesiones de presentación
de "Caín" tanto en Portugal como en España. También anunció que tras
ese libro, que nunca sería muy extenso, no volvería a escribir. Si tenía vida,
quería leer.
¿Qué era lo que quería contar?
La
responsabilidad personal, la estúpida complicidad con el mal de quien viendo no
ve, como ese honesto funcionario que es cómplice del mal absoluto que es la
guerra aunque no haya disparado un sólo tiro. Como lo somos tantas veces cuando
miramos para otro lado como autómatas.
¿Qué lo motivó?
Era un
escritor y su respuesta ante lo que lo motivaba era escribir. Haber leído que
cayó una bomba en la Guerra Civil de España que al llegar al suelo simplemente
se abrió en dos mitades y dentro había un papel que decía, en portugués, "Esta
bomba no explotará" le causó una impresión enorme. Y le hizo pensar en la gente
que trabaja en las fábricas de armas. Ahí nació la novela.
¿Qué tuvo que ver con la realidad que se vivía
en ese momento?
Lo que
hacemos siempre tiene que ver con el momento en que vivimos, lo que pasa es que
la ceguera que José Saramago viene contándonos literariamente se empecina en
ser cada vez más densa. Se dice que la literatura de José Saramago anticipa
algunas situaciones que nos afligen, pero en el fondo parece que, como
civilización, o civilizaciones, no queremos ser lúcidos.
Como en "Ensayo sobre la lucidez", aquí parece
poner la confianza en el comportamiento individual. En aquel caso, votar en
blanco. En este, el obrero que desactiva la bomba. ¿Ese era el planteo
político? ¿Un planteo más ético que, por ejemplo, de clase?
Saramago
hacía literatura, no ensayo, aunque es verdad que decía que los libros tienen
que ser como un mazazo en nuestras conciencias. En su obra hay una reflexión
sobre el poder y sobre la responsabilidad. El no dice lo que hay que hacer,
sólo escribe usando la razón y la ética, que son dos instrumentos que deberían
definirnos a los humanos. No hay planteamientos de clase, hay sí un personaje
como Blimunda que recoge voluntades para que una pasarola pueda volar. O hay
gente que sin ponerse de acuerdo sale a votar una tarde de lluvia y vota en
blanco, contrarrestando la ceguera blanca de "Ensayo sobre la
ceguera" y demostrando que las malas praxis de los gobiernos no son inevitables,
que hay formas de decir "no", la palabra más necesaria, como tantas veces nos
decía.
¿Por qué decidió publicar un material tan corto
e inconcluso?
El
material no está inconcluso, esos capítulos están acabados, lo que no quedó
acabada fue la novela. Pero los lectores tenían derecho a saber qué ocupaba a
su autor cuando le llegó la muerte. Y con las notas que él siempre tenía.
¿Qué aporta Saviano?
Roberto
Saviano conoce como pocos el horror de la violencia y de las armas,
consideramos que estaba muy bien situado para entender la exigencia ética que
es este libro. Y lo hizo con una enorme sensibilidad.
Y Günter Grass, ¿qué aporta?
Quisimos
que este libro fuera, además de los textos de José Saramago, un hecho moral. Y
aquí Grass, con su antibelicismo militante, era fundamental.
¿Saramago escribía este texto como un
testamento?
Saramago
se sabía amenazado de muerte cuando se puso a escribir esta novela, pero, como
dijo tantas veces, no se quería morir sin haberlo dicho todo. "Todo" eran sus
dos últimos libros: "Caín" y el poder religioso, "Alabardas" y
el poder de las armas, tantas veces usadas para imponer la religión. Y en
medio, los seres humanos, pobres diablos sometidos a tantas coacciones, miedos,
arbitrariedades y controles. La religión en la conciencia individual, el poder
civil, con las armas, en la sociedad. ¿Y la libertad? Aquí los cínicos dan una
carcajada. Y así seguimos, entre miserias de todo tipo, matando o muriendo de
necesidad en un tiempo que está preparado para resolver conflictos y
necesidades. En fin, José Saramago cumplió su parte, es lo mejor que se puede
decir de una persona, ¿verdad?
Saramago fue de los primeros escritores mundialmente
reconocidos en tener un blog. ¿Cómo veía las nuevas tecnologías en relación con
la escritura y difusión de sus ideas?
Escribir
es escribir y leer es leer, independientemente del soporte en que se haga.
Saramago no estaba agarrado al papiro ni a la vieja máquina de escribir, sabía
que todo cambiaba y se incorporaba a los cambios con la misma disposición que
al agua corriente dentro de las casas o la luz eléctrica: sin aspavientos, sin
maravillarse, con naturalidad. Que era uno de sus rasgos: la sencillez, junto a
la naturalidad y a la sabiduría.
Desde su experiencia como traductora, ¿cómo
considera que se debe hacer una buena traducción literaria? ¿La proximidad
entre las lenguas facilita o dificulta una buena traducción?
Para hacer
una buena traducción, hablamos de una traducción literaria, desde mi punto de
vista son fundamentales dos cosas: amar el texto que se va a traducir y conocer
muy bien el propio idioma. A veces se piensa que lo importante es conocer el
idioma original en el que el texto ha sido escrito, y claro que hay que
conocerlo bien, pero, insisto, hay que dominar bien el propio idioma porque, de
lo contrario, se puede reducir la obra que se traduce. Tengamos en cuenta que
el autor original es un creador, tiene una voz propia, una forma de contar, se
inscribe en un contexto, y todo eso tiene que pasar a la traducción. Me da
miedo cuando veo que encargan traducciones a personas simplemente porque han
vivido en Inglaterra o en Portugal. No es eso, hay que participar de la estirpe
de los creadores para traducir bien, pero desde la humildad absoluta, porque el
traductor no puede intervenir en el texto. Lo que digo parece complicado, pero
si se piensa un poco verá que es verdad. En cuanto a si la proximidad facilita,
creo que no, porque se puede caer en la tentación de hacer una traducción
literal, y eso puede ir en detrimento del idioma al que se traduce. Hay que
respetar la música del original, pero tiene que sonar bien en el idioma
traducido. Como ve, no es fácil, es una tarea compleja y adulta, que no se
puede entregar a cualquiera. Cosa que se hace mucho porque no es un trabajo
bien remunerado. Aunque cada día está más reconocido y ya hay Facultades de
traducción.
¿A cuál de libros traducidos por usted le guarda
mayor cariño? ¿Por qué?
Cada uno
tiene su propia historia, de cada uno guardo recuerdos inolvidables. Quizá "El
viaje del elefante" sea especial, porque durante la escritura, José Saramago
estuvo muy enfermo. Y cuando, contra pronóstico, se recuperó y volvió a la
escritura, lo hizo con tal entusiasmo, en un estado de exaltación tal, que era
contagioso. Fue un libro feliz, escribir para él y traducir para mí, porque
habiendo vencido a la muerte, era un regalo maravilloso que tuve el privilegio
de recibir y que no podré agradecer nunca. Por la sencilla razón de que cada
día que pasa soy más consciente y, sin embargo, lamentablemente, José Saramago
ya no está aquí para que lo comentemos y nos riamos juntos.