20 de diciembre de 2014

Pilar del Río: "Las malas praxis de los gobiernos no son inevitables; hay formas de decir 'no', la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía Saramago" (2)

"Es posible, quién sabe, que quizá pueda escribir otro libro", escribía Saramago el 15 de agosto de 2009, en su casa, en su escritorio, en el mismo lugar donde había escrito tanto. Fue después de la publicación de "Caín", la que sería su última novela. "Una antigua preocupación (por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas) ha dado paso a una idea complementaria que, precisamente, permitirá el tratamiento novelado del asunto", agregaba más adelante. "El libro, si llega a ser escrito, se titulará 'Belona', que es el nombre de la diosa romana de la guerra". Alcanzó a escribir tres capítulos que dejó en su computadora, con copias impresas en una carpeta roja sobre su escritorio. También dejó esbozada parte de la historia protagonizada por Artur Paz Semedo que "trabaja desde hace casi veinte años en el servicio de facturación de armamento ligero y municiones de una histórica fábrica de armas". Un hombre separado de su mujer, "no porque él lo hubiese querido, sino por decisión de ella, que, por ser convencida militante pacifista, acabó no pudiendo soportar ni un día más sentirse ligada por los lazos de la obligada convivencia doméstica". Se sabe, por las notas que dejó escritas, cómo terminaba la novela: "con un sonoro 'vete a la mierda' proferido por ella". Cuatro meses antes de su muerte, Saramago decidió que el título fuera "Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas", un título que remite a la tragicomedia "Exortaçao da guerra" (Exortación de la guerra) del dramaturgo portugués Gil Vicente (1465-1536). Para la escritura de esta novela Saramago no solo cambió de lugar a la hora de escribir y ahondó en otros registros, sino que debido a su enfermedad alteró su rutina creativa y lo hizo cada vez que pudo. En otros tiempos, recuerda Pilar del Río, "dedicaba la mañana a la correspondencia, escribir artículos de prensa o conferencias; mientras, en las tardes, escribía novelas. Pero en el último tiempo el tiempo le apretaba y ya no tenía horas. 'El tiempo aprieta', decía". "Es una obra de madurez, con una gran ironía y en donde introduce nuevas técnicas narrativas", juzga Pilar del Río. "José vivía obsesionado por dos grandes ideas, el poder y su responsabilidad, y la barbarie de las guerras y la violencia. De la primera idea surgió 'Caín'. No podía entender cómo el libro sagrado de los cristianos comenzaba con un fratricidio. 'Alabardas...' nace de su segunda obsesión. La escribió a continuación de 'Caín'. En su casa de Lanzarote la desarrollaba pese a su debilidad y sus dolores, pero sin parar, porque decía que no quería perder el tiempo, que le iba a faltar. Le faltaron solo unos meses". Cuatro años después, "Alabardas" se publicó con el consentimiento de Pilar del Río. Desde el principio tuvo claro que lo editaría: "El lector tiene derecho a conocer aquello que le ocupaba al autor que admiraba y por qué se había preocupado tanto. Más en un hombre como Saramago que estaba entre la vida y la muerte trabajando". Pilar del Río afirmó al momento de la publicación que el libro se pudo lograr debido a las notas que dejó el escritor, un hombre que "respetaba a todas las personas que profesaban una religión, pero no a las iglesias o grupos, que intentan imponer sus dogmas y sus reglas. Pero cuando la fe no es suficiente para controlar, les quedan las armas", explicó sobre una de las motivaciones de Saramago para realizar esta novela sobre la violencia. A continuación, la segunda y última parte del resumen de entrevistas concedidas por Pilar del Río con motivo de la aparición de "Alabardas".


¿Saramago le había hablado antes de este libro?

Habló mucho de ese libro, por ejemplo, en las sesiones de presentación de "Caín" tanto en Portugal como en España. También anunció que tras ese libro, que nunca sería muy extenso, no volvería a escribir. Si tenía vida, quería leer.

¿Qué era lo que quería contar?

La responsabilidad personal, la estúpida complicidad con el mal de quien viendo no ve, como ese honesto funcionario que es cómplice del mal absoluto que es la guerra aunque no haya disparado un sólo tiro. Como lo somos tantas veces cuando miramos para otro lado como autómatas.

¿Qué lo motivó?

Era un escritor y su respuesta ante lo que lo motivaba era escribir. Haber leído que cayó una bomba en la Guerra Civil de España que al llegar al suelo simplemente se abrió en dos mitades y dentro había un papel que decía, en portugués, "Esta bomba no explotará" le causó una impresión enorme. Y le hizo pensar en la gente que trabaja en las fábricas de armas. Ahí nació la novela.

¿Qué tuvo que ver con la realidad que se vivía en ese momento?

Lo que hacemos siempre tiene que ver con el momento en que vivimos, lo que pasa es que la ceguera que José Saramago viene contándonos literariamente se empecina en ser cada vez más densa. Se dice que la literatura de José Saramago anticipa algunas situaciones que nos afligen, pero en el fondo parece que, como civilización, o civilizaciones, no queremos ser lúcidos.

Como en "Ensayo sobre la lucidez", aquí parece poner la confianza en el comportamiento individual. En aquel caso, votar en blanco. En este, el obrero que desactiva la bomba. ¿Ese era el planteo político? ¿Un planteo más ético que, por ejemplo, de clase?

Saramago hacía literatura, no ensayo, aunque es verdad que decía que los libros tienen que ser como un mazazo en nuestras conciencias. En su obra hay una reflexión sobre el poder y sobre la responsabilidad. El no dice lo que hay que hacer, sólo escribe usando la razón y la ética, que son dos instrumentos que deberían definirnos a los humanos. No hay planteamientos de clase, hay sí un personaje como Blimunda que recoge voluntades para que una pasarola pueda volar. O hay gente que sin ponerse de acuerdo sale a votar una tarde de lluvia y vota en blanco, contrarrestando la ceguera blanca de "Ensayo sobre la ceguera" y demostrando que las malas praxis de los gobiernos no son inevitables, que hay formas de decir "no", la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía.

¿Por qué decidió publicar un material tan corto e inconcluso?

El material no está inconcluso, esos capítulos están acabados, lo que no quedó acabada fue la novela. Pero los lectores tenían derecho a saber qué ocupaba a su autor cuando le llegó la muerte. Y con las notas que él siempre tenía.

¿Qué aporta Saviano?

Roberto Saviano conoce como pocos el horror de la violencia y de las armas, consideramos que estaba muy bien situado para entender la exigencia ética que es este libro. Y lo hizo con una enorme sensibilidad.

Y Günter Grass, ¿qué aporta?

Quisimos que este libro fuera, además de los textos de José Saramago, un hecho moral. Y aquí Grass, con su antibelicismo militante, era fundamental.

¿Saramago escribía este texto como un testamento?

Saramago se sabía amenazado de muerte cuando se puso a escribir esta novela, pero, como dijo tantas veces, no se quería morir sin haberlo dicho todo. "Todo" eran sus dos últimos libros: "Caín" y el poder religioso, "Alabardas" y el poder de las armas, tantas veces usadas para imponer la religión. Y en medio, los seres humanos, pobres diablos sometidos a tantas coacciones, miedos, arbitrariedades y controles. La religión en la conciencia individual, el poder civil, con las armas, en la sociedad. ¿Y la libertad? Aquí los cínicos dan una carcajada. Y así seguimos, entre miserias de todo tipo, matando o muriendo de necesidad en un tiempo que está preparado para resolver conflictos y necesidades. En fin, José Saramago cumplió su parte, es lo mejor que se puede decir de una persona, ¿verdad?

Saramago fue de los primeros escritores mundialmente reconocidos en tener un blog. ¿Cómo veía las nuevas tecnologías en relación con la escritura y difusión de sus ideas?

Escribir es escribir y leer es leer, independientemente del soporte en que se haga. Saramago no estaba agarrado al papiro ni a la vieja máquina de escribir, sabía que todo cambiaba y se incorporaba a los cambios con la misma disposición que al agua corriente dentro de las casas o la luz eléctrica: sin aspavientos, sin maravillarse, con naturalidad. Que era uno de sus rasgos: la sencillez, junto a la naturalidad y a la sabiduría.

Desde su experiencia como traductora, ¿cómo considera que se debe hacer una buena traducción literaria? ¿La proximidad entre las lenguas facilita o dificulta una buena traducción?

Para hacer una buena traducción, hablamos de una traducción literaria, desde mi punto de vista son fundamentales dos cosas: amar el texto que se va a traducir y conocer muy bien el propio idioma. A veces se piensa que lo importante es conocer el idioma original en el que el texto ha sido escrito, y claro que hay que conocerlo bien, pero, insisto, hay que dominar bien el propio idioma porque, de lo contrario, se puede reducir la obra que se traduce. Tengamos en cuenta que el autor original es un creador, tiene una voz propia, una forma de contar, se inscribe en un contexto, y todo eso tiene que pasar a la traducción. Me da miedo cuando veo que encargan traducciones a personas simplemente porque han vivido en Inglaterra o en Portugal. No es eso, hay que participar de la estirpe de los creadores para traducir bien, pero desde la humildad absoluta, porque el traductor no puede intervenir en el texto. Lo que digo parece complicado, pero si se piensa un poco verá que es verdad. En cuanto a si la proximidad facilita, creo que no, porque se puede caer en la tentación de hacer una traducción literal, y eso puede ir en detrimento del idioma al que se traduce. Hay que respetar la música del original, pero tiene que sonar bien en el idioma traducido. Como ve, no es fácil, es una tarea compleja y adulta, que no se puede entregar a cualquiera. Cosa que se hace mucho porque no es un trabajo bien remunerado. Aunque cada día está más reconocido y ya hay Facultades de traducción.

¿A cuál de libros traducidos por usted le guarda mayor cariño? ¿Por qué?

Cada uno tiene su propia historia, de cada uno guardo recuerdos inolvidables. Quizá "El viaje del elefante" sea especial, porque durante la escritura, José Saramago estuvo muy enfermo. Y cuando, contra pronóstico, se recuperó y volvió a la escritura, lo hizo con tal entusiasmo, en un estado de exaltación tal, que era contagioso. Fue un libro feliz, escribir para él y traducir para mí, porque habiendo vencido a la muerte, era un regalo maravilloso que tuve el privilegio de recibir y que no podré agradecer nunca. Por la sencilla razón de que cada día que pasa soy más consciente y, sin embargo, lamentablemente, José Saramago ya no está aquí para que lo comentemos y nos riamos juntos.