19 de diciembre de 2014

Pilar del Río: "Las malas praxis de los gobiernos no son inevitables; hay formas de decir 'no', la palabra más necesaria, como tantas veces nos decía Saramago" (1)

José Saramago (1922-2010) fue un escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués. Nacido en Azinhaga, Santarém, en el seno de una familia de labradores y artesanos analfabetos y criado en un barrio popular de Lisboa, a los quince años abandonó los estudios por falta de medios y comenzó a trabajar de cerrajero. Luego se desempeñó en una caja de pensiones y más tarde se dedicó al periodismo, la labor editorial y la traducción. De su pluma salieron obras que interrogan la historia de su país y las motivaciones humanas. Pero aunque su novelística tiene como eje vertebrador la realidad de Portugal y su historia, no se trata, sin embargo, de una narrativa histórica sino de relatos donde la historia se mezcla con la ficción y con lo que podría haber sido, siempre a través de la ironía y al servicio de una aguda conciencia social. En 1984 publicó "O ano da morte de Ricardo Reis" (El año de la muerte de Ricardo Reis) y dos años después "A jangada de pedra" (La balsa de piedra), libros que le otorgaron un gran reconocimiento, mayor del que había disfrutado en toda su trayectoria hasta ese momento, la que incluía la publicación de, entre otros, "Manual de pintura e caligrafía" (Manual de pintura y caligrafía), "Levantado do chão" (Alzado del suelo) y "Memorial do convento" (Memorial del convento). Fue precisamente en esa época cuando conoció a quien sería su esposa y traductora al español hasta el final de sus días, la periodista y traductora sevillana Pilar del Río (1950). Luego llegaría su encumbramiento definitivo con obras como "O Evangelho Segundo Jesus Cristo" (El Evangelio según Jesucristo), "Ensaio sobre a cegueira" (Ensayo sobre la ceguera), "Todos os nomes" (Todos los nombres), "A caverna" (La caverna), "O homem duplicado" (El hombre duplicado), "Ensaio sobre a lucidez" (Ensayo sobre la lucidez), "As intermitências da norte" (Las intermitencias de la muerte), "A viagem do elefante" (El viaje del elefante) y "Caim" (Caín). En 1998, aquel nieto de un campesino iletrado de Azinhaga recibía el premio Nobel de Literatura. Con Pilar del Río, su esposa desde 1988, vivió unos años en Lisboa hasta que, en 1993, se trasladaron al municipio de Tías en Lanzarote, una de las Islas Canarias, donde permanecieron juntos hasta su fallecimiento en 2010. Ella es quien preside actualmente la Fundación José Saramago con sede en Lisboa y quien presentó en octubre de 2014 "Alabardas", la novela en la que Saramago trabajaba al morir. Con el mar de Lanzarote y el jardín de su casa asomados en dos ventanas, Saramago empezó a escribir la novela que dejaría inacabada. La escribió en uno de los salones de su casa, en un sillón color teja rodeado de tonos verdes donde nunca antes había escrito ningún libro. Donde para un tema como el de la industria del armamento y el tráfico de armas continuó la exploración de dos rutas literarias: más depuración en lo escrito y más sentido del humor e ironía. La edición cuenta con notas que el propio escritor incluyó en su trabajo y se completa con textos del periodista y escritor italiano Roberto Saviano (1979) y del poeta y ensayista español Fernando Gómez Aguilera (1962). Además está ilustrado con grabados del novelista, dramaturgo y artista gráfico alemán Günter Grass (1927). Sobre ella y sobre otros temas habla Pilar del Río en el siguiente compendio de entrevistas realizadas por Belén Zapata, José Ramón Otero Roko, Horacio Bilbao y Patricia Kolesnicov para las revistas digitales "Circo Iberia" (2 de marzo de 2011) y "Culturamas" (29 marzo 2013), y para las revistas "Ñ" nº 515 (10 de agosto de 2013) y nº 579 (1 de noviembre de 2014) respectivamente.


En "Año de la muerte de Ricardo Reis" Saramago escribe que ninguna persona está muerta sino nueve meses después de morir. ¿Es cierto que abrió la Fundación a los nueve meses exactos de su muerte?

Mi casa de Lanzarote abrió como Fundación y como biblioteca pública, por la que ciertamente pasan muchos argentinos, a los nueve meses de la muerte de José. Lo hicimos para demostrar que no es cierto que nueve meses dure el olvido. Te moriste hace nueve meses pero vas a seguir siendo visitado por esta gente que viene a tu casa.

 Como presidenta de su fundación, ¿qué legado hay que preservar esencialmente de José Saramago? ¿Su imagen pública, ante los ataques de los de siempre, su literatura o sus convicciones?

Su imagen pública no se puede cultivar más. No es un asunto que nos afecte a la fundación. Su imagen en cierta manera "es", y nació de pie, y el que quiera ver que es de noche cuando es día es un problema de quien ve. Su literatura tampoco. Corresponde cuidarla y mimarla a los lectores y a las editoriales. Y si una editorial no la cuida, pues dejará de ser su editorial. Lo que corresponde a la fundación son sus convicciones y nosotros estamos militando en Saramago, en sus convicciones cívicas, y tenemos como norma y como guía los derechos humanos.

Pero las actividades de la fundación parecen muy institucionales y quizá "los derechos humanos" suena demasiado general y es una causa a la que se suman gentes que en su desempeño político no lo llevan a cabo… Saramago era un militante de los derechos humanos, pero muy concretados, en una ideología y en un partido.

Nuestra posición en la vida es la de desasosegar. No somos neutros. Intervenimos. Nos sumamos. Y propiciamos, como Fundación Saramago, debate, compromiso cívico. El manifiesto fundacional dice: "como si todo dependiera de nosotros", aunque seamos conscientes de que no depende, ni una parte mínima, de nuestra parcela. Pero intentamos actuar como si todo lo tuviéramos que solucionar nosotros. Si tuviéramos alguna guía sería el "Ensayo sobre la lucidez".

Con libros tan impresionantes como "El Evangelio según Jesucristo", "El viaje del elefante" y "Ensayo sobre la ceguera", Saramago promovió empatía, controversia y el difícil ejercicio del librepensador. ¿Cómo ve en la actualidad su legado? ¿Cree que la Fundación José Saramago está preservando su genio?

La Fundación José Saramago no nació para preservar el genio del autor, que está en sus libros y estuvo en su vida. Los libros pertenecen a los lectores y los promueven las editoriales. En cuanto a la vida, ahí está, ya es intocable. Nosotros trabajamos para que el debate de ideas se mantenga, para continuar las posiciones cívicas que eran suyas y que entendemos que son las que nos hacen mejores como seres humanos. Que la Declaración de Derechos Humanos no sea papel mojado, promover la Declaración de Deberes Humanos, en eso estamos, para eso existimos. Y para que la Cultura con mayúscula esté presente en la vida de cada día, por eso desde la Fundación organizamos actividades que nos hacer pensar. Y ya sabemos: quien piensa, agranda su cerebro, ve más lejos, entiende más. Y no se deja engañar por los mensajes dudosos que cada día tratan de atontarnos.

¿Qué impacto ha tenido en su obra el hecho de que ya no esté? Algunos autores se potencian, otros pasan al olvido, o se vuelven mito…

Para la mayor parte de sus lectores y lectoras activos, Saramago no ha muerto. Ellos mantienen esa relación con un autor que les habla de los grandes temas de hoy con una belleza inconmensurable. "Ensayo sobre la lucidez" es hoy el libro más interesante que se pueda leer. Saramago no ha muerto, para algunas personas que formábamos parte de su círculo íntimo, ha muerto José. Pero eso forma parte de nuestras vidas privadas.

¿Cuál es la clave de esa inmortalidad?

Su capacidad de anticipación, algo que sólo los necios pueden negar.

¿Qué explicaría esa necedad, quiénes son los necios?

Hay muchos necios fomentados. En la vida, en el poder. Principalmente los que nos han dicho que tenemos que ser no ciudadanos sino consumidores. Eso lo dice el poder en el mundo, y frente a eso hubo un señor que escribió "Ensayo sobre la lucidez". Pido que lo lean, vayan a la biblioteca pública.

¿Qué hechos de los actuales hubieran disparado las reflexiones de Saramago?

Saramago no se dejaba llevar por los acontecimientos. Reflexionaba sobre el lugar de la ética y escribía "Ensayo sobre la ceguera"; veía la fuerza de la gente y escribía "Ensayo sobre la lucidez". Veía las ansias de la gente de no morirse y escribía "Intermitencias de la muerte"; o "Caín", cuando decía: "no puede ser que la religión marque así nuestras vidas". Una cosa es el sentimiento religioso, respetable, y otra es el poder de una confesión, de una iglesia, eso no lo aceptaba. Ahora, no hay sucesos puntuales que a Saramago lo lleven a escribir una novela. Son todas reflexiones sobre la condición humana.

"Caín" retoma un lenguaje concomitante con los textos fundacionales judeocristianos y termina con una frase lapidaria: "La historia ha acabado, no habrá nada más que contar". Se comenta que continuó escribiendo hasta sus últimos días pero, ¿Saramago concibió "Caín" como el último libro que publicaría?

No, Saramago, tras "Caín", comenzó a escribir otro libro que se iba a llamar "Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas" y que, lamentablemente, no pudo acabar. "Caín" no es un testamento, aunque sí es un pulso con el Dios de la Biblia, ése que dijo que había hecho al hombre a su imagen y semejanza y en la primera página de la Biblia ya hay un crimen. Entonces, cuando llega el Diluvio Universal, Saramago decide que su paciencia se ha terminado, que ya Dios ha probado con muertes y sacrificios a los hombres hechos a su imagen y semejanza, que ya ha pasado Sodoma y Gomorra, ciudades que Dios arrasa con fuego porque los mayores, todos, algunos, son homosexuales, y no salva ni a los niños de pecho. Ya han pasado demasiadas carnicerías como para soportar que la imagen de Dios, ese hombre de la Biblia, se siga reproduciendo. Y pone punto y final, le hace el pulso a Dios y el autor gana: no habrá más que contar. Y ahora que no vengan a decir que Dios castigó a Saramago quitándole la vida poco después: esa explicación no es digna de los creyentes auténticos ni de quienes usamos la razón para entender.

¿Usted, con el paso del tiempo, siente que resignó alguna ambición o deseo personal por cuidar la obra de Saramago?

Veo a muchos profesores en el mundo que le dedican su vida a un libro o a un autor a quien no conocen. Qué suerte he tenido yo de poder dedicarle la vida entera y tener su correspondencia. Todos nosotros renunciamos a cosas cuando optamos por otras. Y yo he dejado de ser periodista, y me hubiera gustado serlo incluso más en este momento.

Es curioso, justo ahora que los medios afrontan grandes crisis. ¿Por qué?

Por eso mismo. Hay mucho servilismo en el periodismo. En Europa, al menos, han logrado eso. De la crisis se sale contando la crisis, y no puestos al servicio de unos u otros, de los estados dóciles, o serviles al poder económico.

La suya es una sentencia al estilo Saramago, cuyos libros ofrecían una visión y una reflexión sobre las relaciones de poder.

Absolutamente.

¿Cuánto afectó o movilizó a Saramago aquélla disputa con Fidel, el famoso "hasta aquí he llegado"?

Al él lo afectaba el hecho de que los hombres siguieran respondiendo a la Biblia, siguieran creyendo que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de Dios, y que en la primera página de la Biblia, ya hubiera un asesinato. Eso lo movía. Lo de "hasta aquí he llegado" lo dijo, pero luego hablaron con Fidel Castro. Saramago le explicó que él estaba contra la pena de muerte, la ejercieran ellos o los Estados Unidos, que por cierto la ejerce mucho. Pero no se hizo enemigo de Fidel. Y en los Estados Unidos después del 11 de septiembre fuimos tan maltratados que decidió no ir más, ni a recibir los honoris causa. No fuimos más por la pena de muerte, por las guerras que estaban llevando a cabo, pero de eso nadie habla. Los medios sí hablan de aquélla carta por las dos penas de muerte decretadas en Cuba. Y de hecho a Cuba sí volvimos.

El hecho de haber publicado tarde, ya maduro, ¿tiene que ver con ese camino de reflexión del que hablábamos antes?

A eso lo desmiente "Claraboya", su primer libro, que escribió a los veintitantos años. Allí ya estaba el germen de su obra, pero no se lo quisieron publicar. ¿Iban a publicar un texto que hablaba de lesbianismo en un ambiente de dictadura? ¿Dejarían que se cuestionara la familia, la pareja? No fue un escritor tardío, no lo publicaban.

¿Y por qué Saramago no publicó "Claraboya" en vida, cuando ya era un autor famoso?

Simplemente porque cada año tenía un libro nuevo. Y dile tú a las editoriales que le vas a meter dos libros en un año. Saramago producía mucho. Estaba escribiendo "El evangelio..." cuando apareció "Claraboya", el manuscrito que estaba perdido. ¿En qué momento lo publicaba sin producir confusión en los lectores? Todavía no estaba allí el estilo Saramago, pero es un libro maravilloso.