En "Expulsions. Brutality and complexity in the
global economy" (Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía
global) se pregunta su autora, la socióloga holandesa Saskia Sassen (1949), si es posible que gran parte de la sociedad contemporánea
esté tendiendo a una condición de simplicidad brutal empujada por la
globalización del capital y el brusco ascenso de las capacidades técnicas, las
que, dada su complejidad, han producido efectos de escala enormes. Esa complejidad,
dice Sassen, "no conduce inevitablemente a la brutalidad pero puede hacerlo, y
hoy a menudo lo hace. En realidad, con frecuencia lleva a la brutalidad simple,
ni siquiera a una brutalidad grandiosa de un tipo que podría ser un
equivalente, aunque fuese en negativo, de esa complejidad, como ocurre con la
escala actual de nuestra destrucción ambiental". La economía global no se
expande sin consecuencias: creciente desigualdad y desempleo, cada vez más
poblaciones desplazadas o encarceladas, destrucción de la tierra y del agua. Se
trata de dislocaciones socioeconómicas que no pueden ser explicadas con las
herramientas tradicionales de la sociología, en los habituales términos de
"pobreza" e "injusticia". De acuerdo con Saskia Sassen,
esas dislocaciones se comprenden con mayor precisión si se conceptualizan como
tipos de expulsiones: "En las últimas dos décadas -dice la autora- se ha
presenciado un fuerte crecimiento de la cantidad de personas y empresas
expulsadas de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro
tiempo". Expulsiones que no son espontáneas sino producidas con
instrumentos que incluyen "desde políticas elementales hasta
instituciones, técnicas y complejos sistemas que requieren mucho conocimiento
especializado y formatos institucionales intrincados". Es que en esta época (o nueva fase del capitalismo) "el
despliegue de conocimiento y creatividad con demasiada frecuencia trae
brutalidades elementales". Los estudios sobre las cuestiones del
poder y la desigualdad derivados de los procesos de globalización son un aspecto
fundamental de la obra de Sassen. Para ella es
necesario, para
entender esta época en toda su complejidad, pensar conceptos nuevos, medir con
otras herramientas y nombrar de otras maneras. De todo esto habla,
precisamente, en las entrevistas que concediera a Raquel San Martín (diario "La Nación", 19 de julio de 2015) y a Delfina
Torres Cabreros (diario "Página/12", 1 de abril de 2016), un compendio de las cuales se ofrece a continuación.
Usted señala que no tenemos categorías conceptuales para explicar
algunos fenómenos acuciantes. Por ejemplo, se siguen explicando en términos de
"inmigración" desplazamientos que tienen características muy distintas a las
migraciones de los siglos pasados. ¿Por qué cree que los conceptos nos van
quedando desfasados?
Lo que estamos
viendo en la así llamada crisis migratoria en el Mediterráneo se capta sólo
parcialmente con las categorías de migrante, refugiado. Creo que estamos
viviendo el inicio de toda una nueva era que viene marcada por una masiva
pérdida de hábitat, que tiene muchos factores. En este momento la guerra
domina: tenemos cuarenta países que tienen guerra, pero también están la
desertificación, el cambio climático, tierras que van a estar inundadas; la
expansión enorme de plantaciones que expulsan a los pequeños agricultores; la
expansión extraordinaria de la minería que quita también terreno para vida; la
compra de tierra simplemente para extraer agua; el uso en cantidades enormes de
agua para el "fracking", que va eliminando agua para poblaciones... La guerra es
sólo uno de todos estos elementos. Es el más inmediato, el que ahora domina
nuestros imaginarios y nuestras explicaciones, pero es una cosa mucho más
amplia, relacionada con la pérdida masiva de hábitat. Usar estas palabras "son
inmigrantes, son refugiados" también es una invitación a no pensar. Nos tenemos
que plantar ahí y preguntarnos qué estamos viendo. Hay una historia más
profunda que requiere otros lenguajes.
¿El mundo académico tiene responsabilidad en esta falta de comprensión
de las particularidades del nuevo momento?
Claro que tiene
responsabilidad. Yo siempre tuve una relación muy problematizada con las
categorías de análisis que son dominantes, porque en un cierto punto sí son muy
útiles, pero por otro lado son invitaciones a no pensar: contienen la
explicación. A mí lo que más me interesa de la inmigración es cuando empieza un
flujo nuevo. Ya cuando es un flujo establecido me importa mucho menos. Muchos
estudios de la migración son simplemente documentaciones de las características
de esos migrantes o sus comunidades: tienen más de veinte años, tienen buena
salud, comen tal cosa... Es muy fácil hacer eso. Yo creo que la universidad
buena tiene también que empujar, abrir nuevas fronteras. Siempre va haber
individuos que están dispuestos a tomar el desafío.
Según señala en sus estudios, la economía global impone sus propias
lógicas territoriales y de valorización de los productos del trabajo. ¿Cómo
impacta esto en el mundo del trabajo y en la profesionalización?
Lo que vemos es
una transformación bastante importante de la distribución del trabajo. Hay un
privilegio de los trabajos altamente profesionales y emerge una clase profesional
muy grande, el 20% de cualquier economía desarrollada. Pero eso viene con un
precio y es que destruye a esa clase media más modesta, que son los
supervisores, las secretarias... eso se transforma en un elemento técnico. Todo
lo que se puede estandarizar, se estandariza. Además -y esto ya como un
fenómeno más parcial-, esa nueva lógica tecnológica también tiene sus
preferencias y sus privilegiados, orienta cuáles son los buenos puestos de
trabajo. En este momento las finanzas han perdido mucho terreno. Hubo un
momento en que era la gran opción para muchos estudiantes, pero ha habido tanta
criminalidad en el sistema financiero que ya los hijos de las élites eligen
otras cosas.
¿Cómo se
compara el concepto de expulsión con el de desigualdad, que es la idea hoy más
difundida para aludir a las patologías del capitalismo contemporáneo?
El lenguaje
de la desigualdad registra una condición importante, pero no suficiente para
capturar la especificidad de nuestra época. Siempre ha existido la desigualdad,
cualquier diferenciación puede ser pensada como una forma de desigualdad. Más
aún, y esto es muy importante en mi perspectiva, necesitamos nuevos conceptos
para capturar la amplitud y la profundidad de los desplazamientos sociales y
medioambientales actuales: brechas de ingresos escandalosas entre los ricos y
las clases medias modestas, poblaciones desplazadas en todo el mundo, y una
escalada global de la destrucción de los recursos naturales.
¿En qué
medida los expulsados son también invisibilizados?
El punto
crucial es que cuando una condición se vuelve extrema no logramos capturarla
con nuestras estadísticas y conceptos, y en ese sentido puede volverse
invisible. En el libro, hablo del "filo del sistema", una región
conceptual, por decirlo así, que no tiene nada que ver con fronteras
geográficas. La dinámica clave en ese margen es la expulsión de diversos
sistemas: económico, social, biosférico. En este sentido, ese margen también se
vuelve invisible para los modos corrientes de mirar y construir significado de
los Estados y de los expertos, y por eso se vuelve conceptual y analíticamente
invisible, imperceptible. Estamos viendo una proliferación de estos márgenes
del sistema originados en parte en la economía política occidental en
decadencia del siglo XX, la escalada de la destrucción medioambiental y el
crecimiento de formas complejas de conocimiento que con demasiada frecuencia
producen brutalidades elementales. Es en estos espacios de los expulsados donde
encontramos la versión más aguda de lo que podría estar pasando dentro del
sistema de maneras más suaves y por eso muchas veces desapercibidas como
señales de una decadencia sistémica. En este sentido, creo que este "filo
del sistema" señala la existencia conceptual de tendencias subterráneas
porque no podemos hacerlas fácilmente visibles a través de nuestras categorías
de significado actuales.
Justamente
usted menciona en "Expulsiones" que estas distintas formas de expulsión
(económica, social, biosférica) atraviesan territorios y sistemas políticos
pero, ¿no se expresan de forma distinta en el Norte global que en el Sur
global? ¿No tienen impactos diferentes?
Sí, así es.
Uno de los argumentos centrales del libro es la necesidad de volver al
"nivel del suelo" como una manera de des-teorizar, o de
desestabilizar las categorías centrales y las explicaciones poderosas, para
re-teorizar. Entonces argumento, por ejemplo, que las destrucciones ambientales
masivas que causa la explotación de las minas de oro en Montana, en Estados
Unidos, y la misma destrucción provocada por la producción de níquel en
Norilsk, en Rusia, no deberían verse simplemente como un fenómeno capitalista y
otro comunista, sino ambos como fenómenos que señalan la capacidad masiva de
destrucción del medio ambiente. Al poner en primer plano la cuestión
medioambiental elimino el peso de esas profundas historias políticas de
capitalismo o comunismo, que constituyen todavía hoy el prisma a través del
cual la mayoría de la gente parece mirar el mundo. Yo digo que no: es hora de
volver al "nivel del suelo", para des-teorizar y luego re-teorizar
según nuevos vectores. De manera más general, las explicaciones poderosas
muchas veces son invitaciones a no pensar. Eso está bien la mayor parte del
tiempo.
¿Cómo
funcionan actualmente?
Cuando las
condiciones se vuelven inestables -digamos, en la actual dominación del
neoliberalismo después de las décadas keynesianas de la posguerra marcadas por
la industrialización masiva y la construcción masiva de viviendas para las
clases medias-, entonces hay que cuestionar esas explicaciones poderosas. Hoy
veo significados inestables que nos obligan a acomodarnos colectivamente a
estas condiciones emergentes. Sobre esto último, por ejemplo, el capítulo "Tierra
muerta, agua muerta" del libro argumenta que necesitamos reconocer, dar
testimonio, del hecho de que colectivamente hemos destruido vastas áreas de
tierra y reservas de agua. Necesitamos hacer presentes esas tierras y aguas
muertas.
Usted
detecta en el libro un cambio en la lógica económica que subyace a las
distintas formas de expulsión que describe. ¿En qué se diferencia esa lógica de
la del capitalismo como lo conocimos hasta 1980?
Brevemente,
el llamado período keynesiano se caracterizó por la producción en masa, el
consumo masivo y la construcción masiva de vivienda y, en algunos países, de
barrios en los suburbios y autopistas. Se centró en el hecho de que cada
consumidor y comprador importaba. Ésa fue la lógica dominante y permitió el
crecimiento de clases medias modestas y clases obreras prósperas. Hoy ya no es
la lógica principal. Todavía está allí, pero el sector consumidor no es el que
da forma a las lógicas económicas clave en las economías avanzadas. Desde los
últimos años de la década del ‘80, se instaló un conjunto de nuevas lógicas
dominantes, que se manifiesta de muchas maneras diferentes. Un aspecto clave de
los años posteriores a los ‘80 es la construcción de geografías distintivas de
poder, privilegio y extracción que atraviesan las divisiones tradicionales del
sistema interestatal moderno (Norte y Sur, Este y Oeste). Estas geografías
transversales de privilegio y poder pueden coexistir confortablemente con
muchas de las divisiones tradicionales que continúan operando, como la falta de
servicios de salud y acceso a alimentos y agua en el Sur global y la existencia
continuada de estructuras fuertes de gobierno comunista en partes del Este. Las
élites de Nigeria se sienten más cómodas y cercanas a las élites de Londres y Bombay
que a los pobres y explotados en su propio país. En este sentido, también,
estas nuevas geografías tienen el efecto de desmembrar sociedades y culturas,
tanto como sus territorios y Estados nacionales. Estas geografías incorporan
sectores particulares (ciudades de vanguardia, élites corporativas, la rama
ejecutiva de los Estados, incluyendo sus bancos centrales, las corporaciones de
propiedad estatal más importantes, y otras) y expulsan al resto. Así, un país
con vastos territorios empobrecidos que carecen de todo lo básico puede, sin
embargo, destinar sus recursos limitados a desarrollar su ciudad más importante
para convertirla en un nodo de una de estas geografías globales de centralidad.
Hay muchos ejemplos, algunos conocidos, como Abuja en Nigeria, y otros que
recién están emergiendo, como Luanda en Angola, que fue invadida por empresas
extranjeras que la están reconstruyendo para convertirla en una buena
plataforma para acceder a las ricas minas de ese país. Es decir, tenemos elites
predatorias, como en Nigeria, Congo y tantos otros países, que se enriquecen, y
un empobrecimiento creciente del resto de los países. Los llamados países ricos
hicieron más o menos lo mismo en los años ‘80, finalmente recortando los
servicios sociales y el mejoramiento de la infraestructura en todo su
territorio, mientras promovían una transformación glamorosa de sus ciudades
principales.
Usted señala que "la máquina de vapor" de la modernidad global no son
las tecnologías digitales sino las finanzas. ¿Cómo es que esta "máquina", en
apariencia tan abstracta e inasible, moldea el pulso del mundo contemporáneo?
Es la lógica misma
de lo financiero. Lo financiero es radicalmente distinto de la banca
tradicional. La banca tradicional vende algo que tiene: dinero. La finanza
vende algo que no tiene y, por ende, debe invadir otros sectores, y para eso
desarrolla instrumentos realmente admirables en su complejidad. Puede invadir
desde los sectores más lujosos a las cosas más simples, como los préstamos para
autos usados. No depende estrictamente de esos otros sectores; todo lo que
necesita es desarrollar un instrumento que le permita extraer algo en base a lo
cual pueda construir un instrumento que tenga la capacidad de multiplicar el
valor. Entonces, es invasivo y destructivo y el hecho de que destruye lo que
necesita también implica que no le importa. Extrae y listo; deja detrás
espacios completamente destruidos y así va empobreciendo los Estados
nacionales.
¿Puede entenderse la compra masiva de tierras y la
explotación de recursos naturales de unos países en otros como una nueva forma
de colonialismo? ¿O tiene otros elementos nuevos?
Sí y no. Sí,
en el sentido de que ciertos países tienen, o construyen, la opción de adquirir
vastas tierras en el territorio soberano de una serie de otras naciones. No, en
el sentido de que, en el viejo imperialismo, Gran Bretaña quería toda África,
por así decirlo; España, toda América Latina. Hoy veo una modalidad muy
distinta. A ninguno de estos países compradores de tierras extranjeras les
interesa conquistar todo el país. Al contrario, practican un minimalismo agudo:
quieren sólo la tierra que les interesa usar, y cuando esa tierra se agota, se
muere por el maltrato que implica ese mismo uso, se van a buscar otras. En
síntesis, ésta es una modalidad colonial exclusivamente centrada en la
extracción. Recordemos que los ingleses querían reeducar a las clases
profesionales en la India, los españoles querían implantar la arquitectura de
estilo español, Francia tenía su propia "misión civilizadora".
El
capitalismo parece ser el régimen global triunfante más allá de los sistemas
políticos, porque hoy existen democracias, autocracias y regímenes
totalitarios, todos igualmente capitalistas. ¿Cree que la política ha terminado
subordinándose a la economía, hablando globalmente?
Es un poco
así: los poderes ejecutivos, sean presidenciales o parlamentarios, de derecha o
de izquierda, empiezan a mirar con los ojos de las grandes corporaciones. Hay
una lógica económica muy particular que se implanta también en el sistema
político.
Las
expulsiones que usted describe, las consecuencias de la lógica del poder
financiero en las vidas de las personas o de la explotación salvaje de recursos
naturales implican un grado de desprecio por la vida de las personas. ¿Cómo se
combina el capitalismo y la ética?
Hay ciertas
ironías en esta evolución: por un lado, hay más y más reconocimiento y
sensibilidad hacia las diversidades. Vemos toda una serie de movimientos
étnicos, de género, sexuales, incluyendo los derechos de los animales. Todo
esto me parece excelente. Pero también vemos la expansión de violencias de todo
tipo: tráfico de personas, explotación y esclavitud de cada vez más
trabajadores pobres a través del mundo, la voluntad de matar o engañar para
obtener órganos que se demandan cada vez más, abuso agudo del medioambiente con
efectos tóxicos que envenenan lentamente a gran número de niños. En resumen,
toda una serie de extracciones extremas que van en aumento, no en disminución
como se esperaba hace veinte años. Esto va mucho más allá del capitalismo como
lo hemos entendido, o como se desarrolló bajo el keynesianismo en Occidente. Se
trata más bien una lógica de extracción predatoria para la cual el capitalismo
puede ser un puente, pero va mucho más allá de lo que hemos entendido que son
las explotaciones capitalistas. Es más extremo, y por ende quiero darle un
nombre, un nombre simple, directo, no un "ismo". De ahí
"expulsiones". Lo que veo, en síntesis, es un dualismo extremo.