El 23 de
abril de 1911 apareció en el periódico "Le Petit Parisien" un
artículo titulado "¿Qué es un cubista?". La definición era escueta:
"Un cubista es un pintor de la escuela de Braque y Picasso". Se
refería, claro está, al francés Georges Braque (1882-1963) y al español Pablo
Picasso (1881-1973), quienes conformaron la fase inicial del movimiento
artístico denominado cubismo entre 1907 y 1909. El poeta
surrealista Guillaume Apollinaire (1880-1918) escribió en 1912: "La nueva
pintura se llama 'cubismo'. El nombre corresponde a una expresión despectiva de
Matisse, a quien causaron extrañeza las formas cúbicas descubiertas en un
cuadro de casas". En octubre de 1911 había señalado a Picasso como
iniciador del cubismo en el periódico "L'Intransigeant", publicado en
París entre 1880 y 1948: "En general, el público cree que el cubismo es la
pintura en forma de cubos. No es así. En 1908 vimos varios cuadros de Picasso
con edificios sencillos y firmemente dibujados, que la opinión pública
interpretó como cubos, y así surgió el nombre con que se designa la última
tendencia de la pintura".
Como si adivinaran que se trataba de un ser complejo, los padres del pintor, José Ruiz Blasco (1838-1913) y María Picasso y López (1855-1939), hicieron abundante uso del santoral. Al niño que acababa de nacer el 25 de octubre de 1881 a las 23.15 hs. en el número 36 de las Casas de Campo, viviendas ubicadas en uno de los laterales de la plaza de la Merced ubicada en el barrio homónimo de la ciudad de Málaga, le pusieron una docena de nombres: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Crispín Crispiniano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz Picasso.
La vida del artista comenzó ya con una exageración, una desmesura, algo que sería una constante a lo largo de sus casi noventa y dos años de vida. Bastantes años después, cuando el niño así bautizado ya era una pintor reconocido, el escritor vanguardista español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), acentuó aún más -con audaz humor- el aura religiosa de ese nacimiento al recordar que Pablo (etcétera, etcétera), era hijo de María y José, comunicando que en Málaga estaba "el portal de Belén del arte moderno". Tras su muerte en Mougins, Francia, la prensa internacional saturó acabadamente las columnas de los diarios con la media docena de anécdotas consabidas, unas dudosamente ciertas y otras totalmente prescindibles. Ridículamente se hizo hincapié en las múltiples mujeres de Picasso y sus afinidades políticas, como si éstas pudieran empañar, de algún modo, la calidad del artista.
Como si adivinaran que se trataba de un ser complejo, los padres del pintor, José Ruiz Blasco (1838-1913) y María Picasso y López (1855-1939), hicieron abundante uso del santoral. Al niño que acababa de nacer el 25 de octubre de 1881 a las 23.15 hs. en el número 36 de las Casas de Campo, viviendas ubicadas en uno de los laterales de la plaza de la Merced ubicada en el barrio homónimo de la ciudad de Málaga, le pusieron una docena de nombres: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Crispín Crispiniano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz Picasso.
La vida del artista comenzó ya con una exageración, una desmesura, algo que sería una constante a lo largo de sus casi noventa y dos años de vida. Bastantes años después, cuando el niño así bautizado ya era una pintor reconocido, el escritor vanguardista español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), acentuó aún más -con audaz humor- el aura religiosa de ese nacimiento al recordar que Pablo (etcétera, etcétera), era hijo de María y José, comunicando que en Málaga estaba "el portal de Belén del arte moderno". Tras su muerte en Mougins, Francia, la prensa internacional saturó acabadamente las columnas de los diarios con la media docena de anécdotas consabidas, unas dudosamente ciertas y otras totalmente prescindibles. Ridículamente se hizo hincapié en las múltiples mujeres de Picasso y sus afinidades políticas, como si éstas pudieran empañar, de algún modo, la calidad del artista.
En 1891 la
familia Ruiz Picasso se trasladó a La Coruña, en cuyo Instituto da Guarda
fueron requeridos los servicios del padre como profesor de Bellas Artes. Pablo
inició sus ensayos pictóricos y, tres años más tarde, su progenitor y primer
maestro le cedió sus propios pinceles y caballetes admirado ante el talento de
su hijo. Luego se trasladaron a Barcelona, donde el padre había obtenido un
puesto docente en la Escola d'Arts i Oficis de la Llotja. Allí el joven Pablo
resolvió en un día los ejercicios de examen previstos para un mes, por lo que
fue admitido en la escuela. En 1896, con sólo quince años, instaló su primer
taller en la calle de la Plata de la Ciudad Condal. De aquella primera época
española quedó el recuerdo de una prima y de una cupletista -la Bella Chelito-
modelos de dibujos que son inhallables.
Dos años
más tarde obtuvo una mención honorífica en la gran exposición de Madrid por su
obra "Ciencia y caridad", todavía de un realismo académico, en la que
su padre le sirvió de modelo para la figura de un médico. La distinción lo
estimuló a cursar el curso adelantado en la Academia de San Fernando, mientras
sus trabajos, influidos por Doménikos Theotokópoulos (1541-1614), conocido como
el Greco, y Henri Toulouse Lautrec (1864-1901) obtenían medallas en Madrid y
Málaga.
En 1898
realizó su primera muestra individual en Els Quatre Gats, una taberna
barcelonesa inaugurada en 1897 en la que se realizaban exposiciones de arte y
veladas literarias y musicales. Luego, en el otoño de 1900, hizo una visita a
París para ver la Exposición Universal. Allí vendió tres dibujos al marchante
Pere Mañach (1870-1940), quien le ofreció 150 francos mensuales por toda su obra
de un año. Ya convertido en un artista profesional, fue cuando decidió firmar
sólo con el apellido materno. A principios de 1901 coeditó en Madrid la efímera
revista "Arte Joven", y en marzo viajó nuevamente a París donde
conoció al escritor y pintor francés Max Jacob (1876-1944). Por entonces
comenzó lo que luego se llamaría su "período azul".
Al año
siguiente expuso su primera muestra parisiense en la galería de Berthe Weill
(1865-1951) y, en 1904, decidió trasladarse definitivamente a la capital francesa.
Picasso se instaló en un inmueble situado en el barrio de Montmartre, el
célebre Bateau-Lavoir, en el número 13 de la calle Ravignan, un mítico
alojamiento utilizado por todo tipo de artistas, entre ellos el pintor francés
Paul Gauguin (1848-1903), el italiano Amedeo Modigliani (1884-1920) o el
español Juan Gris (1887-1927). Allí trabó amistad con los antes mencionados
Braque y Apollinaire, y reprodujo las últimas mujeres elegantes, los primeros
payasos, el rosa, el azul, el cubismo. Allí pintó un autorretrato que tituló
"Yo, el rey", y lo firmó tres veces para recalcarlo: "Yo, el
Rey; Yo, el rey; Yo, el Rey".
También
conoció, apenas llegado, a Fernande Olivier (1881-1966), con la que vivió nueve
años. Mientras ella pasaba largas horas del día remoloneando en la cama,
Picasso barría e iba a hacer las compras, ya que a ella no la dejaba salir de
la casa, la tenía encerrada y, de hecho, cuando él salía y la dejaba a ella
dentro, le escondía los zapatos para que no pudiera salir. Luego se relacionó
con Marcelle Humbert, conocida como Eva Gouel (1885-1915), menuda, de rostro
oriental, inspiradora de un par de cuadros, muerta prematuramente a causa de la
tuberculosis. La enfermedad de su mujer no inhibió a Picasso, que mantuvo una
relación con Gabrielle Lespinasse (1888-1970) primero y con Irène Lagut
(1893-1994) después. Ambas fueron sus amantes y ambas rechazaron su propuesta
de matrimonio.
Su amistad con Jean Cocteau (1889-1963) lo llevó a conocer el mundo del ballet y a la que sería su primera esposa, Olga Khokhlova (1891-1955), bailarina rusa, y como correspondía a la época, hija de un ex oficial zarista. Los críticos encuentran correspondencia entre las mujeres opulentas que pintó en esa época y el embarazo de Olga. El resultado fue su primogénito, Pablo (1921-1975), que acudió puntualmente -durante cincuenta años- a recibir la mensualidad de su padre. El matrimonio duró hasta 1927. Tras el divorcio, el próximo episodio fue Marie Thérèse Walter (1909-1977), a quien había conocido estando aún casado. Ella le dio una hija, Maya (1935), y le inspiró, como era habitual, cuadros y poemas. La Walter se ahorcaría en el garaje de su casa de la Costa Azul cuatro años después de la muerte de Picasso.
Su amistad con Jean Cocteau (1889-1963) lo llevó a conocer el mundo del ballet y a la que sería su primera esposa, Olga Khokhlova (1891-1955), bailarina rusa, y como correspondía a la época, hija de un ex oficial zarista. Los críticos encuentran correspondencia entre las mujeres opulentas que pintó en esa época y el embarazo de Olga. El resultado fue su primogénito, Pablo (1921-1975), que acudió puntualmente -durante cincuenta años- a recibir la mensualidad de su padre. El matrimonio duró hasta 1927. Tras el divorcio, el próximo episodio fue Marie Thérèse Walter (1909-1977), a quien había conocido estando aún casado. Ella le dio una hija, Maya (1935), y le inspiró, como era habitual, cuadros y poemas. La Walter se ahorcaría en el garaje de su casa de la Costa Azul cuatro años después de la muerte de Picasso.
Apenas
nacida su hija, Picasso conoció gracias a Paul Eluard (1895-1952) a la
fotógrafa Dora Maar (1907-1997), la que sería para siempre la mujer de los dos
pares de ojos y de los tres perfiles de sus pinturas más difundidas. La
relación se extendió hasta 1944, cuando la reemplazó por Francoise Gilot
(1921). La fotógrafa estuvo encerrada en un manicomio cuando Picasso la
abandonó y se aferró a la religión como única tabla de salvación. Murió a los
noventa años, medio trastornada y sola, en una de las casas que le dejó
Picasso. La Gilot -con la que tuvo dos hijos: Claude (1947) y Paloma (1949)-
solía contar que Picasso la hacía posar desnuda durante más de una hora
observándola incansable, sin pintar. Un par de días después, repetía, de
memoria, con breves trazos, los detalles del rostro, del cuerpo, que había
retenido su memoria.
La obra de
Picasso estuvo presidida por una obsesión: la visión de la mujer como sexo
misterioso y fascinante, una obsesión que fue haciéndose más sofisticada con el
paso de los años. En los retratos de la Khokhlova por ejemplo, la mujer que
puede contemplarse en los albores de su unión, en 1917, no se parece en ningún
aspecto a la que pintó en la última época, cuando la relación estaba tocando a
su fin. Este mismo proceso de corrupción de la imagen de la mujer se reprodujo
con la Gilot, a quien, al final de su vida en común, una vez que ella le había
abandonado, la retrató con el rostro partido por la mitad.
Bernardo
Laniado Romero (1964), historiador ecuatoriano y ex director del Museo de
Picasso en Málaga y actual del de Barcelona, sostuvo en una entrevista que
"Picasso, a lo largo de su larga carrera artística, se centra en la
representación del cuerpo de la mujer. Su obra incluye todo tipo de temas, pero
es este el que ocupa un altísimo porcentaje de su producción. No es de
sorprender que sus múltiples experimentaciones con la representación de la
realidad estén centradas en el cuerpo femenino". Por su parte, en su
ensayo" Picasso y las mujeres", la psicóloga madrileña Paula
Izquierdo (1962) sostiene que a Picasso las mujeres le producían un entusiasmo
inicial que despertaba su creatividad, pero cuando la relación decaía la imagen
de la mujer retratada se deterioraba hasta convertirla en un esperpento.
Picasso, que durante la Primera Guerra Mundial había visto partir y morir amigos sin inmutarse demasiado, tuvo una postura diferente ante la Guerra Civil en España. Tras el bombardeo de la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, simultáneamente ingresó al Partido Comunista español y comenzó el "Guernica", su cuadro más famoso. Trabajó durante dos meses, esbozando varios bocetos: en todos estaban presentes los caballos heridos, los toros, las bocas que gritan, los cadáveres. También grabó en dos planchas de cobre "Sueño y mentira de Franco", un conjunto de dieciocho pequeñas imágenes con un contenido claramente político, como denuncia contra la Guerra Civil y contra el dictador Francisco Franco (1892-1975).
Picasso, que durante la Primera Guerra Mundial había visto partir y morir amigos sin inmutarse demasiado, tuvo una postura diferente ante la Guerra Civil en España. Tras el bombardeo de la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, simultáneamente ingresó al Partido Comunista español y comenzó el "Guernica", su cuadro más famoso. Trabajó durante dos meses, esbozando varios bocetos: en todos estaban presentes los caballos heridos, los toros, las bocas que gritan, los cadáveres. También grabó en dos planchas de cobre "Sueño y mentira de Franco", un conjunto de dieciocho pequeñas imágenes con un contenido claramente político, como denuncia contra la Guerra Civil y contra el dictador Francisco Franco (1892-1975).
Durante la Segunda Guerra Mundial permaneció en París. Sus cuadros se salvaron del saqueo nazi porque pertenecían al "arte degenerado" y no reflejaban "las imágenes tal cual son". En 1945 ingresó al Partido Comunista Francés, División Europa. Según narra el politólogo y periodista español Miguel Orozco (1953), autor del ensayo "Picasso litógrafo y militante", el pintor malagueño se afilió al Partido Comunista "como tantos españoles lo hicieron en los años ‘70, porque era el partido político más prestigioso, el que había dado la cara durante la dictadura y era como la familia que querían tener".
Sin embargo, Picasso tuvo diferencias de práctica política con el Partido, a cuyos cuadros perteneció hasta 1956, fecha en que la Unión Soviética invadió Hungría. Dolores Ibarruri "La Pasionaria" (1895-1989), presidenta del Partido Comunista español, desde Moscú adhirió a la invasión mientras que Santiago Carrillo (1915-2012), secretario general, perteneciente a la generación intermedia, se mantuvo sin definirse y los cuadros jóvenes exigían un pronunciamiento de repulsa. Picasso se identificó con esta última actitud y pidió oficialmente el relevo de militancia y nunca más participó en ningún acto oficial del Partido. No obstante, siguió aportando económicamente al partido hasta el día de su muerte.
Había habido choques anteriores. En 1948, invitado por el periodista y escritor ucraniano Ilya Ehremburg (1891-1967), participó del Congreso Mundial de la Paz en Varsovia. Cuando un delegado soviético se levantó para atacar "la pintura decadente de Pablo Picasso", los delegados polacos salieron en su defensa. En medio del escándalo, Picasso, dirigiéndose a su detractor le espetó: "Usted enséñeme de economía, yo le enseñaré de arte". En el siguiente congreso, celebrado en París en 1949, el poeta francés Louis Aragon (1897-1982) seleccionó una litografía de una paloma dibujada por Picasso, la que iba a convertirse en el más famoso símbolo de la paz en todo el mundo.
Cuatro años después, tras la muerte del dictador Iósif Stalin (1878-1953), como homenaje publicó un retrato suyo en "Les Lettres Francaises" a pedido de su director, el susodicho Aragon. El Partido Comunista Francés lo desaprobó al día siguiente: "Sin poner en duda los sentimientos del gran artista Picasso, de quienes todos conocen la adhesión a la causa de la clase obrera, la secretaría del Partido Comunista Francés lamenta que el camarada Aragon, miembro del Comité Central, que por otra parte lucha valientemente por el desarrollo del arte realista, haya permitido su publicación".
Mientras tanto, en mayo de 1951 Picasso -de setenta años- inició un romance con Genevieve Laporte (1926-2012) por entonces de tiernos veinticuatro años de edad. El vínculo se mantuvo hasta 1953, año en que tanto Laporte como Gilot abandonaron al pintor. Incansable, ese mismo año conoció a Jaqueline Roque (1926 -1986) en un taller de cerámica, entablando una relación sentimental al parecer menos conflictiva. En 1961 se casó con ella y convivieron en diversas casas de la Riviera francesa, rodeados de cercos de protección y un ejército de guardias que custodiaban su trabajo. Dentro, entre mascarillas incas, naranjas, estatuillas africanas y gatos, Picasso siguió pintando o grabando hasta el día de su muerte el 8 de abril de 1973.
La que
sería su compañera durante veinte años fue una mujer muy controvertida, muy
criticada por considerársela como la responsable de su aislamiento del resto
del mundo, ya que ella era quien decidía si podía ver a sus amigos o no y a
muchos de ellos les impedía visitarlo, lo mismo que a sus hijos y a sus
anteriores amantes. Tanto es así, que no dejó ir al entierro a uno de sus
nietos, Pablito. El muchacho, el mismo día en que le prohibieron la entrada, se
envenenó con lejía y murió a los dos días, después de una brutal agonía. Ella
se suicidó en 1986, disparándose con un arma de fuego en la cabeza.
El novelista Pío Baroja (1872-1956), uno de los grandes escritores que actuaron en la época en que Picasso comenzaba a provocar tanto críticas como elogios, recordó su encuentro con el pintor: "Me pareció un joven simpático, un poco turbulento, amigo de mixtificaciones y de exageraciones". Unos años más tarde, el autor de "La busca" y "El árbol de la ciencia" recalcó: "Es un hombre que ha intrigado al mundo entero durante mucho tiempo. Es posible que la suya haya sido la habilidad del hombre que sabe que sin disfraz no va a conseguir el éxito, y va tomando todas las máscaras que ha encontrado al paso. Creer que Picasso ha descubierto algo, como Einstein o como Plank, me parece muy cándido y muy inocente. Quedará en la historia de la pintura como un tipo raro. A mí me parece un excéntrico musical, un divo".
El escritor argentino Marco Denevi (1922-1998) fue más benevolente: "Picasso participó de todas las aventuras del arte, tocó todos los temas, hurgó en todos los escaparates. Si hay un pintor universal, ése es Picasso. Siempre fue español hasta la médula. No se concibe ni a Picasso hombre ni a su pintura sin España, sin la clave española que lo explica desde adentro, sin la pasión española violenta, vital, caprichosa, rebelde, iconoclasta, a ratos fúnebre y a ratos jocunda que lo anima como antes animó a Goya y todavía antes a Velázquez. Esto es un ejemplo para cualquier artista, porque Picasso, español hasta el tuétano, no lo es ni por pintoresquismo ni por folklore, sino por una fidelidad de carácter que, por eso mismo, no rehuyó ni el desafío ni la confrontación con el universo entero".