Augusto
Roa Bastos, uno de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo
XX, cuya narrativa ha recreado momentos y personajes de la vida de su país, y
revelado los estragos producidos por el poder y las dictaduras militares en la
región, nació en Asunción, Paraguay, el 13 de junio de 1917.
Pasó su
niñez en el pueblo de Iturbe, en el Departamento de Guairá, al sureste del
país, lugar que le sirvió de inspiración para muchas de sus creaciones. Cuando
tenía unos trece años escribió su primer cuento, "Lucha hasta el
alba", perdido y olvidado durante muchos años y recién aparecería
publicado en la revista "Texto Crítico" del Centro de Investigaciones
Lingüísticas Literarias de la Universidad Veracruzana en 1979. En 1932 se
escapó de su casa para alistarse en el ejército, en donde trabajó como
voluntario en el servicio de enfermería durante la etapa final de la guerra del
Chaco (1932/1935) contra Bolivia. Esos años, durante los que permaneció en la
retaguardia, le proporcionaron anécdotas y vivencias que luego alimentaron su
literatura.
En 1936
trabajó en Asunción como periodista para el diario "El País", del que
luego fue director. Por entonces, junto a Josefina Pla (1909-1999) y Hérib
Campos Cervera (1905-1953), inició la que sería la renovación poética paraguaya
de la década del ‘40. Por entonces leía vorazmente a Rainer M. Rilke
(1875-1926), Paul Valéry (1871-1945), Jean Cocteau (1889-1963), André Bretón
(1896-1966) y, también, a algunos escritores estadounidenses.
"Especialmente Faulkner, -recordó Roa Bastos- diría que ejerció una
profunda influencia sobre todos los escritores latinoamericanos de mi
generación, como Onetti y García Márquez. También hubo otros, como Hemingway,
Hawthorne y Melville, que nos ayudaron a liberarnos de la pesadez del estilo
español".
Hacia 1944
integró el grupo literario "Vy’a raity" (Nido de la alegría) junto a los
escritores Josefina Pla (1903-1999), Hérib Campos Cervera (1905-1953), Hugo
Rodríguez Alcalá (1917-2007), Óscar Ferreiro (1921-2004) y Elvio Romero
(1926-2004), núcleo que jugará un rol fundamental en la renovación del lenguaje
poético en el país. Por esa época lee mucho a los poetas Juan Ramón Jiménez
(1881-1958), Federico García Lorca (1898-1936) y Pablo Neruda (1904-1973), pero
además se interesa por las obras de Karl Marx (1818-1883) y de Sigmund Freud (1856-1939). También asume
como Secretario de Redacción en el diario "El País", de corte
opositor.
A fines de
ese mismo año viajó a Inglaterra, invitado por el Consejo Británico, y trabajó
allí como corresponsal para su periódico y también en la BBC de Londres, donde
fue el primer locutor paraguayo. De regreso en Paraguay, sin afiliarse a
partido político alguno, fue poniéndose del lado de las clases oprimidas de su
país. Por entonces, ya había estrenado cuatro obras teatrales: "La
carcajada" (1930), "La residenta" (1942), "El niño del
rocío" (1942) y "Mientras llegue el día" (1946), y había
publicado dos libros de poesía: "El ruiseñor de la aurora y otros poemas"
(1942) y "El naranjal ardiente. Nocturno paraguayo" (1949). También
reunió parte de sus artículos periodísticos en "La Inglaterra que yo vi
" (1946), fruto de su primer viaje a Europa al tiempo que trabajaba en un
banco de Asunción como empleado administrativo.
Cuando se
produjo la revolución de 1947 el diario fue atacado y, cuando se ordenó su
arresto, se ve obligado a refugiarse en la Embajada de Brasil donde permanece
en calidad de asilado cerca de tres meses. Amenazado por la represión que el gobierno
desató contra los derrotados en el intento de golpe de Estado, pudo abandonar
Asunción cuando obtuvo un salvoconducto que le permitió viajar a la Argentina. Fue
entonces que, establecido en Buenos Aires, sobrevivió con trabajos muy diversos
y dio a conocer buena parte de su obra.
"El exilio fue una escuela
permanente que me enseñó a ver las cosas con más seriedad. También significó
dolor, como una muerte, un estado de duelo -explicó el autor años más tarde-.
Me tomó de cuatro a cinco años salir de la depresión, recobrar mi dignidad como
ser humano, que se había refugiado en las sombras. Me dediqué a escribir como
un vehículo para recuperar mi condición humana, mi dignidad como persona".
Colaboró
en las revistas literarias "El Escarabajo de Oro" y "El Grillo
de Papel", que dirigían Abelardo Castillo (1935-2017) y Liliana Heker
(1943), y en la más voluminosa aunque fugaz "Literatura y Sociedad"
dirigida por Ricardo Piglia (1941-2017). Participó en debates, presentaciones
de libros y escribió los guiones cinematográficos de las películas argentinas
"Shunko", "Alias Gardelito" y "La sed" en 1960 y
"Don Segundo Sombra" en 1970. Mientras tanto, consolidó su condición
de narrador con las colecciones de relatos "El trueno entre las hojas"
(1953), "El baldío" (1966), "Los pies sobre el agua"
(1967), "Madera quemada" (1967), "Moriencia" (1969),
"Cuerpo presente y otros cuentos" (1971), "El pollito de
fuego" (1974), "Los congresos" (1974) y "El sonámbulo"
(1976).
También
abordó los problemas sociales y políticos de su país con sus novelas "Hijo
de hombre" (1960) y "Yo el Supremo" (1974), en las que analizó
episodios decisivos de la historia paraguaya. Esta última, una obra densa y
multifacética, puede resultar abrumadora si no se tiene un sentido preliminar
de su estructura. Esencialmente, Roa Bastos recopiló documentos a través de los
cuales habla El Supremo: anotaciones privadas, partes de una circular perpetua
que narra la historia de su país, un registro de sus orígenes familiares,
transcripciones de textos dictados a su secretario privado, y un pasquín -en el
que se exige que el dictador sea decapitado y sus seguidores ahorcados- que,
supuestamente, está escrito por el propio Supremo, acto subversivo que persigue
al dictador a lo largo de todo el libro.
Algunos
comentaristas desconocidos también interrumpen la narración. En algunas notas
se describe la condición de los documentos (incompletos, rotos, quemados) y se
transcriben narraciones contemporáneas de la época, reales y apócrifas, que con
frecuencia contradicen la versión de los hechos que narra El Supremo. El texto,
de puntuación no convencional, no es fácil de leer, ya que con frecuencia los
relatos combinan varias voces en una, desafiando la subjetividad en todo
momento: Roa Bastos presenta varios narradores, mientras que el dictador juega
con los tiempos de los verbos, hablando a veces en presente, en pasado e
incluso en futuro cuando ocasionalmente habla desde la tumba.
"Esta
novela es una reflexión de las tradiciones culturales del Paraguay, una
expresión de la oralidad del guaraní. Porque en el guaraní la palabra es
fundamental -contó Roa Bastos en 1996-. Toda creación en el cosmos guaraní se
relaciona con la palabra. Mi necesidad, mi rebeldía como escritor, era
levantarme contra los relatos establecidos. El escritor registra la palabra,
pero no necesita entregarla como si ésta fuera la que tiene el mando. Lucho
contra la palabra misma. Así, procuré inventar una forma trascendental de
escritura, una metaescritura".
Otra
dictadura, esta vez la del Proceso de Reorganización Nacional -que censuró y
prohibió la difusión de la novela-, lo obligó en 1976 a abandonar la Argentina
para trasladarse a Francia. Allí se integró al plantel de profesores de la
Université de Toulouse donde enseñó literatura y guaraní hasta 1984. En esa
ciudad tuvo oportunidad de participar del evento "Semana Latinoamericana"
que organizó la universidad junto al escritor paraguayo Rubén Bareiro Saguier (1930-2014) y los argentinos Julio Cortázar (1914-1984) y Juan José Saer (1937-2005).
De sus
años en Argentina diría más tarde: "Realmente nunca me sentí exiliado en
Argentina, país en que me habría gustado nacer si el Paraguay no hubiera
existido. Y Buenos Aires siempre fue para mí y lo seguirá siendo hasta el fin
de mis días la ciudad más hermosa del mundo, intemporal, cosmopolita y mágica.
Un puro espejismo sobre el vértigo horizontal de la llanura pampeana. No
comprenderé nunca por qué Borges se alejó de ella para morir".
En 1982,
tras un breve viaje a su país, se le confiscó el pasaporte, fue privado de la
ciudadanía paraguaya y expulsado del país acusado por el régimen dictatorial del
general Alfredo Stroessner (1912-2006) de adoctrinar a la gente joven con la
ideología marxista: como única prueba se presentaron documentos que demostraban
que había estado en Cuba. Un año después obtendría la ciudadanía española y
publicaba los libros de cuentos "Lucha hasta el alba ",
"Antología personal" y "Contar un cuento y otros relatos".
Desde 1985
en adelante fue un opositor activo al gobierno de Stroessner y actuó como
embajador no oficial del Acuerdo Nacional en Europa. En febrero de 1986 dio a
conocer su "Carta abierta al pueblo paraguayo" donde preconizaba el
fin de la dictadura y exigía el inicio de una transición a la vida democrática.
Su labor de difusión de la realidad paraguaya fue intensa, recorriendo varios
países y generando reacciones de apoyo a esa causa. En Buenos Aires participó
del Primer Congreso Latinoamericano de Escritores junto a Juan Rulfo
(1917-1986), Mario Benedetti (1920-2009) y Héctor Tizón (1929-2012) entre
otros, y estableció junto a un equipo de colaboradores una agencia de noticias
paraguayas para difundir a nivel internacional la labor de los sectores
democráticos opuestos al régimen tiránico de su país.
En 1987 coordinó
en Madrid las "Jornadas por la democracia en el Paraguay" junto a la
periodista y escritora María Gloria Giménez Guanes (1948), un evento que contó con
el apoyo del gobierno español, al que concurrieron más de cuarenta referentes
del exilio interior y exterior paraguayos, así como personalidades políticas y
culturales de Europa. Al año siguiente obtuvo el Premio de Letras del
"Memorial de América Latina", otorgado en San Pablo, Brasil y, poco después
de la caída de Stroessner, el 3 de febrero de 1989, regresó al Paraguay.
Ese mismo
año obtuvo el Premio Cervantes, cuando ya despuntaba otro rico período en su
literatura. En 1992 publicó la novela "Vigilia del Almirante" sobre
Cristóbal Colón, seguida de "El fiscal" (1993), "Contravida"
(1994) y "Madama Sui" (1996), uno de sus libros con mayor cantidad de
paisaje paraguayo, que le valió la máxima distinción de su país: el Premio
Nacional de Literatura. Evidentemente fue un escritor que nunca dejó de
definirse como un campesino -"utilizo la palabra campesino con cierto
orgullo, porque en mi obra he procurado recuperar la dignidad de ese
término"-, que capturó el choque entre las culturas indígenas y
extranjeras en su país y la rebelión y tenacidad del pueblo guaraní a través de
sus obras.
Ya en su
ocaso, publicaría "Los conjurados del quilombo del Gran Chaco" (2001)
y "Un país detrás de la lluvia" (2002). Tras sufrir enfermedades
coronarias durante largo tiempo, Augusto Roa Bastos murió en Asunción a los 87
años, el 26 de abril de 2005. "El tema del poder, en sus diferentes
manifestaciones, aparece en toda mi obra, ya sea en forma política, religiosa o
en un contexto familiar. El poder constituye un tremendo estigma, una especie
de orgullo humano que necesita controlar la personalidad de otros", dijo
en una oportunidad el escritor, sintetizando el mayor de los ejes de su
literatura. "Como escritor que no puede trabajar la materia de lo
imaginario sino a partir de la realidad, siempre creí que para escribir es
necesario leer antes un texto no escrito, escuchar y oír antes los sonidos de
un discurso oral informulado aún pero presente ya en los armónicos de la
memoria".
En "La
narrativa paraguaya en el contexto de la narrativa hispanoamericana
actual", ensayo publicado en 1984, resumió su concepción de la literatura:
"La literatura se me representó siempre como una forma de vivir, una forma
de realizar el conocimiento de lo incierto a través de las mutaciones y
transformaciones de los múltiples aspectos de la realidad. Si la obra es
válida, sus logros se realizan en el interior de la práctica misma del arte de
narrar. Es aquí donde la subjetividad individual amalgamada con la conciencia
histórica y social, la imaginación con la pasión moral, pueden dar a la
literatura sus plenos poderes de mediación, de cuestionamiento y de iluminación
de la realidad en sus ángulos más diversos y desconocidos".
En el mes
de junio de 2017, con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento,
Paraguay se volcó en la figura del escritor con una serie de conferencias,
exposiciones y la reedición de "Yo el supremo". En esa oportunidad la
poeta, novelista, dramaturga y Doctora en Historia por la Universidad de
Asunción Renée Ferrer (1944),
presidenta de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, destacó la "excelente
prosa" de Roa Bastos, su permanente "compromiso con la condición
humana" y su "defensa de la libertad" que le permitió tener una "clara
conciencia de las injusticias infringidas por los poderosos".