Según
narró el fraile dominico español Bartolomé de las Casas (1474-1566) en su
ensayo “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, la isla de Cuba
estaba habitada antes de la conquista española por pueblos indígenas como los siboneyes,
los guanajatabeyes y los taínos, los cuales fueron esclavizados para trabajar
en la extracción de oro. Ya en el siglo XVIII, los colonizadores españoles los
utilizaron para la producción de tabaco y luego para la producción azucarera,
trayendo además esclavos desde África. Esta producción alcanzó tal nivel que
pronto quedó en la mira de los capitales estadounidenses, quienes invirtieron y
mantuvieron la técnica productiva sin cambios sustanciales hasta bien entrado
el siglo XIX. Tal como especificó el periodista y escritor uruguayo Eduardo
Galeano (1940-2015) en su famosa obra “Las
venas abiertas de América Latina”, fueron tres edades históricas distintas
-mercantilismo, feudalismo, esclavitud- las que se combinaron en una sola
unidad económica y social. “ La economía cubana fue modelada por las
necesidades extranjeras de azúcar: los esclavos producirían la codiciada
mercancía con destino al mercado mundial, y su jugosa plusvalía sería desde
entonces disfrutada por la oligarquía local y los intereses imperialistas".
Fue en medio de ese ambiente socio-económico en el que nació en La Habana el 28 de enero de 1853, quien sería considerado precursor del modernismo literario hispanoamericano, héroe nacional que luchó por la libertad y reivindicación de derechos de los esclavos, indígenas, obreros y campesinos, e impulsor de una revolución democrática y popular para lograr la independencia de Cuba: José Martí. Hijo de padres españoles, tras pasar dos años en Valencia siendo muy pequeño, a su regreso cursó estudios en el colegio San Anacleto. Con apenas nueve años tuvo la oportunidad de conocer los horrores de la esclavitud, la opresión y el racismo al visitar una plantación de caña de azúcar en el oeste de la isla, un episodio que lo marcaría para el resto de su vida generándole desde tan pequeño ideas humanistas y anticoloniales.
En 1866 ingresó a la Escuela Superior Municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive (1821-1886) quien, atento a las cualidades intelectuales de Martí, contribuyó de manera decisiva en su educación y formación ética y patriótica. También estudió Dibujo Elemental en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura y, tras el inicio de la primera de las tres guerras contra las fuerzas coloniales españolas -la conocida como Guerra de los Diez Años- y el encarcelamiento de su mentor, pronto inició su actividad revolucionaria fundando junto a su amigo desde la niñez y compañero de estudios Fermín Valdés Domínguez (1852-1910) el periódico “El Diablo Cojuelo” y la revista “La Patria Libre”, medios en los que publicó su poema dramático "Abdala" y breves artículos políticos.
En uno de ellos señaló "Es verdad que Las Casas por el amor de los indios aconsejó al principio de la conquista que se siguiese trayendo esclavos negros que resistieran mejor el calor; pero luego que los vio padecer, se golpeaba el pecho y decía ‘¡con mi sangre quisiera pagar el pecado de aquel consejo que di por mi amor a los indios!’". El contenido de los artículos y poemas que publicó en esos medios estudiantiles le valió ser acusado de traición y condenado, con tan sólo diecisiete años, a seis años de prisión por su pertenencia a grupos independentistas. En el penal tuvo que realizar trabajos forzados en las canteras de La Habana hasta que, debido a su mal estado de salud, fue trasladado a la Isla de Pinos, donde le conmutaron la pena y lo desterraron a España. Allí estudió en las universidades de Madrid y Zaragoza, en las que se graduó de Licenciado en Derecho Civil y en Filosofía y Letras.
Antes de visitar otras ciudades de Europa, escribió la obra de teatro "Adultera", un drama con cuatro protagonistas -un hombre, su mujer, el amante y un amigo- cuya trama gira en torno a un amor completamente lleno de dudas. Durante su estancia en Zaragoza colaboró en el “Diario de Avisos de Zaragoza”, un periódico fundado y dirigido por Calixto Ariño (1829-1897), un ferviente militante republicano gracias a quien se interiorizó sobre los constantes enfrentamientos entre monárquicos y republicanos, y sobre el incipiente movimiento obrero organizado. Por entonces escribió varios ensayos de carácter revolucionario, entre ellos "El presidio político en Cuba" y "La República Española ante la Revolución Cubana", y el poemario “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, en el cual dedicó sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acontecida en esa fecha del año 1872.
Tras un paso por Guatemala, donde trabajó en la Escuela Normal Central como catedrático de Literatura y de Historia de la Filosofía, a su regreso a México el 20 de diciembre de 1877 contrajo matrimonio en la Parroquia del Sagrario Metropolitano con su novia María del Carmen de Zayas Bazán (1853-1928), hija de un abogado cubano. Con ella tuvo a su único hijo: José Francisco, a quien años más tarde le dedicó uno de sus libros de poemas más conocidos: “Ismaellillo”. Poco después, concluida la Guerra de los Diez Años, una lucha de los cubanos para independizarse de España que fracasó ante la superioridad militar colonial y la complicidad de los sectores oligárquicos de la isla, Martí retornó a Cuba.
En La Habana no pudo ejercer la abogacía ni la docencia por órdenes del gobierno colonialista. Esta situación no hizo más que intensificar su intención de preparar un levantamiento definitivo contra una España cada vez más debilitada y sujeta al creciente y avasallador dominio económico estadounidense. Pronto fue uno de los fundadores del Club Central Revolucionario Cubano, del cual fue elegido vicepresidente en marzo de 1879. Cinco meses después se produjo un nuevo levantamiento en las cercanías de Santiago de Cuba conocido como Guerra Chiquita. Debido a sus vínculos con esta revuelta independentista, a mediados de septiembre fue acusado de conspiración, detenido y deportado nuevamente a España.
Allí desembarcó en Santander y, tras estar dos días en prisión, pudo llegar a Madrid. Pronto logró evadirse y, tras un breve paso por Francia, se embarcó hacia Estados Unidos, adonde llegó en los primeros días del año 1880. En Nueva York se dedicó por completo tanto a la actividad literaria como política. Durante los quince años que vivió allí escribió los poemarios “Edad de oro”, “Versos libres”, “Flores del destierro” y “Versos sencillos”. También, firmada con el pseudónimo Adelaida Ral, escribió la novela “Amistad funesta”, la cual apareció publicada por entregas en el diario “El Latino Americano” entre mayo y septiembre de 1885. Para la crítica literaria, su prosa mostró una gran influencia del escritor norteamericano Ralph Waldo Emerson (1803-1882), de quien Martí tradujo al español su obra “Poems” (Poemas). Emerson, también filósofo, era admirado por Martí no sólo por su obra sino también por su postura antiesclavista, una posición que evidenció cuando se comprometió en defensa del abolicionista John Brown (1800-1859), quien acabó ahorcado en Charlestown, Virginia.
Pocos días después del fallecimiento del autor de ensayos como “The conduct of life” (El sentido de la vida), “Society and solitude” (Sociedad y soledad) y “Natural history of the intellect” (Historia natural del intelecto), Martí publicó en el periódico venezolano “La Opinión Nacional”: “Emerson ha muerto y se llenan de dulces lágrimas los ojos. No llena el pecho de angustia sino de ternura. La muerte de un justo es una fiesta en que la tierra toda se sienta a ver como se abre el cielo. Y brillan de esperanza los rostros de los hombres, y cargan en sus brazos haces de palmas, con que alfombran la tierra, y con las espadas de combate hacen en lo alto bóveda para que pase bajo ellas, cubierto de ramas de roble y viejo heno, el campo del guerrero victorioso. Va a reposar, el que lo dio todo de sí, e hizo bien a los otros”.
En Nueva York Martí fundó “La Edad de Oro”, una revista para niños en la publicó sus cuentos “Bebé y el señor Don Pomposo”, “Nené traviesa”, “Los zapaticos de rosa” y “La muñeca negra”, narraciones todas ellas en las que puso de relieve su preocupación por las normas de justicia y dignidad humanas, las que debían ser cultivadas en los niños desde su infancia. Mientras tanto colaboró con artículos y crónicas en varias publicaciones de distintos países como “La Revista Venezolana” y “La Opinión Nacional” de Venezuela, “La Nación” de Argentina y la “Revista Universal” y “El Partido Liberal” de México.
En la mayoría de estos artículos dejó en claro que su máxima preocupación y parte esencial de su vida era la política, sobre todo la vinculada a los problemas acuciantes de los pueblos de América que luchaban por conseguir su independencia. Dichos artículos aparecerían publicados póstumamente bajo el título “Nuestra América”. En ellos pueden leerse reflexiones y razonamientos como “La ignorancia mata a los pueblos, y es preciso matar a la ignorancia”; "La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía"; "Buscamos la solidaridad no como un fin sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal"; o "La crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos".
También
enfatizó: “El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una u
otra raza; dígase hombre y ya se dicen todos sus derechos. El negro, por negro,
no es inferior ni superior a ningún otro hombre: peca por redundante el blanco
que dice mi raza; peca por redundante el negro que dice mi raza. Todo lo que
divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un
pecado contra la humanidad". Y en cuanto a la situación de los países
americanos expresó: “La historia de América, de los incas a acá, ha de
enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra
Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los
políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en
nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras
repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el
hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.
En 1894 Martí y sus partidarios comenzaron a preparar un alzamiento en Cuba que daría lugar a la Guerra de Independencia. Entre las figuras más destacadas de la rebelión, además de Martí, se encontraban el general Máximo Gómez (1836-1905), conocido como el “Generalísimo”, y Antonio Maceo (1845-1896) apodado “El Titán de Bronce”. En abril de 1895 llegaron a Cuba junto a un grupo de revolucionarios y constituyeron el Ejército Libertador. Martí era el jefe civil de la insurrección, Gómez el jefe militar y Maceo el lugarteniente. Unos días después se contactaron con las fuerzas del comandante del Ejército Libertador Félix Ruenes (1844-1899) y dieron comienzo a lo que Martí denominó “la guerra necesaria”.
En una carta que le envió por entonces a un viejo amigo, el citado Manuel Mercado, escribió: "Una verdadera revolución debe ocuparse tanto de afirmar la soberanía de la nación frente al imperialismo cuanto de liberar a las clases explotadas de sus explotadores. Cuba debe ser libre de España y de Estados Unidos. Estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por impedir a tiempo que los Estados Unidos caigan sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Más adelante, sentenció: “La anexión de los pueblos de nuestra América al norte revuelto y brutal que los desprecia…Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.
El 19 de mayo de 1895 José Martí fue abatido por las tropas realistas durante el Combate de Dos Ríos, un enfrenamiento militar ocurrido cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto. Fue sepultado el día 27 en el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. La guerra finalizaría en agosto de 1898, tras la entrada de Estados Unidos en el conflicto, lo que provocó la rápida derrota española. Tras tres años y medio de ocupación estadounidense, Cuba proclamó su independencia el 20 de mayo de 1902. Sin embargo, Estados Unidos restringió la soberanía cubana para dar paso a una decidida injerencia de Washington. Un ejemplo de ello fue la instalación de una base militar en Guantánamo, un enclave que permanece hasta hoy en día.
José Martí es reconocido por representar un papel decisivo en la emancipación de Cuba, pero también lo es por su amplio legado literario que lo llevó a ser uno de los precursores del Modernismo, un movimiento literario hispanoamericano en el cual se destacaron, entre otros, los escritores mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) y Amado Nervo (1870-1919), el colombiano José Asunción Silva (1865-1896), el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), el argentino Leopoldo Lugones (1874-1938) y la uruguaya Delmira Agustini (1886-1914). Indudablemente la vida y la obra del escritor cubano ha trascendido en el tiempo, algo aplicable a lo que él dijo alguna vez: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”. Entre 1936 y 1953 se publicaron sus obras completas. En los setenta y tres volúmenes que la componen pueden leerse su novela, sus cuentos, sus ensayos, sus discursos, sus artículos periodísticos, sus obras teatrales, su correspondencia y sus cuadernos de apuntes.