24 de octubre de 2025

Acerca de Borges y Cortázar (3/3)

Cortázar sobre Borges (y viceversa)

Puede decirse que la relación entre Borges y Cortázar estuvo signada por la ambivalencia. Si bien hubo cierto respeto mutuo en lo referido a sus respectivos escritos, algo que se puso de manifiesto en muchas ocasiones, y de haber entre ellos algunas coincidencias existenciales, también mantuvieron posiciones diametralmente opuestas en sus concepciones políticas e ideológicas. Pero, como quiera que fuese, sus vidas se cruzaron considerablemente al ser ambos amantes del relato breve, exponentes privilegiados de las letras argentinas y grandes paradigmas de la literatura fantástica latinoamericana. Con quince años de diferencia (Borges nació en 1899 y Cortázar en 1914), ambos llegaron a ser dos de los escritores más importantes del siglo XX con sus obras colmadas de simbolismos, enigmas cotidianos, metáforas, acertijos y la fusión entre la realidad y la ficción. Y también coincidieron en su amor por las bibliotecas, algo de lo que Borges habló muchas veces recordando la de su padre y la importancia que tuvo en su proyección como escritor, y Cortázar reconociendo en varias entrevistas que una de sus mayores aficiones era “acumular” libros ya que su desbordado amor por la lectura le había permitido desarrollar su imaginación y madurar su lenguaje para escribir. Tras sus fallecimientos, sus bibliotecas personales fueron donadas, en el caso del autor de “Elogio de la sombra”, a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges de Buenos Aires por su esposa María Kodama (1937-2023), y en el caso del autor de “Rayuela”, a la Fundación Juan March de Madrid por su esposa Aurora Bernárdez (1920
​​​-2014).
También hubo otros puntos de contacto entre los dos cuentistas argentinos. Uno de ellos tiene que ver con los motivos que inspiraron los cuentos “El sur” de Borges, y “La noche boca arriba” de Cortázar. Borges lo escribió evocando un accidente que había sufrido en la Nochebuena de 1938 cuando iba a buscar a una amiga para invitarla a cenar. Tras comprobar que el ascensor no funcionaba, al subir por la escalera se cortó la cabeza con un ventanal que había quedado abierto. La herida se infectó, sufrió una septicemia y tuvo que pasar casi un mes internado al borde de la muerte. Es el mismo accidente que sufrió Juan Dahlmann, el protagonista del cuento, quien un día se golpeó la cabeza con el borde de una ventana que alguien había dejado abierta y, después de ocho días de fiebre, fue llevado a un hospital en donde murió en una camilla. En el caso de Cortázar, la inspiración surgió luego de sufrir un accidente con su moto Vespa en las calles de París el 14 de abril de 1953. “Ese día me puse la Vespa de sombrero para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y las luces verdes”, contó. El percance le provocó una doble fractura de la pierna izquierda, por lo que tuvo que pasar un mes y medio internado víctima de una infección y viviendo “muchos días en un estado de delirio en el que todo lo que me rodeaba me sumía en contornos de pesadilla”, según sus propias palabras. En el cuento, un joven sale de un hotel en su moto y pasea por la ciudad. “Quizá algo distraído -escribió-, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe”. Con varias heridas, fue llevado a un hospital donde se quedó dormido soñando pesadillas.
En lo que no coincidieron fue en sus juicios sobre la muerte. En una entrevista que le concedió en 1978 a Evelyn Picon Garfield (1940-2000), una profesora de Español y asistente del Departamento de Italiano en la Montclair State University de Estados Unidos, Cortázar contó: “Precisamente porque en el fondo soy alguien muy optimista y muy vital, es decir alguien que cree profundamente en la vida y que vive lo más profundamente posible, la noción de la muerte es también muy fuerte en mí. Yo no tengo ningún sentimiento religioso. Nunca se despertó en mí el menor sentimiento religioso. Y entonces la noción de la muerte para mí no es una noción que yo pueda esconder o disimular o buscarle un consuelo con la idea de una resurrección, de una segunda vida. Para mí la muerte es un escándalo. Es el gran escándalo. Es el verdadero escándalo. Yo creo que no deberíamos morir y que la única ventaja que los animales tienen sobre nosotros es que ellos ignoran la muerte. El animal no sabe que va a morir. El hombre lo sabe, lo sabe y reacciona de distintas maneras, histórica o personalmente. La muerte es un elemento muy importante y muy presente en cualquiera de las cosas que yo he escrito”.


En cambio Borges dijo, en el documental “Borges para millones”, una película filmada en Argentina en 1978, que cuando se sentía desdichado pensaba en la muerte. “Es el consuelo que tengo: saber que no voy a seguir siendo, pensar que voy a dejar de ser. Es decir, yo tengo la certidumbre más allá de algunos temores de índole religiosa, más allá del cristianismo, que desde luego lo llevo en la sangre también, más allá de la Church of England y de la de la Iglesia Católica Romana, más allá de los puritanos, más allá de todo eso, yo tengo la certidumbre de que voy a morir enteramente. Y es un gran consuelo. Es algo que le da mucha fuerza a un hombre, el saber que es efímero. En cambio, la idea de ser duradero, me parece que es una idea horrible realmente. La inmortalidad sería el peor castigo. Cualquier forma de inmortalidad sería el infierno. El cielo si durara mucho sería el infierno también.
  Cualquier estado perdurable es la desdicha. Quizás una de las mayores virtudes de la vida es que todo es efímero, incluso lo físico es efímero, el placer es efímero también, y está bien que sea así porque si no sería muy tedioso todo”.
Según cuenta el Profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Zaragoza Daniel Mesa Gancedo (1969) en su ensayo “De la casa (tomada) al café (Tortoni). Historia de los dos que se entendieron: Borges y Cortázar”, “la comparación entre las respectivas obras cuentísticas se convirtió también en tópico de las entrevistas. Cortázar asumió la contraposición tradicional entre el ‘intelectualismo’ del relato borgesiano y el ‘vitalismo’ del suyo (lo que ilustró con la imagen de ‘escribir en casa’ y ‘escribir en el café’), pero siguió insistiendo en la común exigencia lingüística, y subrayó la pertenencia a una misma familia espiritual marcada por la ironía ‘porteña’”. Y agregó un fragmento de la entrevista que Cortázar le concedió al Doctor en Lingüística y Letras Walter B. Berg (1943) en los años ‘70. “Lo que voy a decir no es una calificación de valores, pero Borges ha escrito toda su obra en su casa y yo he escrito toda mi obra en los cafés. Bueno, eso es una metáfora para tratar de explicar que el mundo de Borges es un mundo intelectual cerrado, admirablemente hecho, pero de alguna manera sin comunicación con la vida cotidiana, con lo que pasa en la esquina, con esa gatita que está jugando ahí, y bueno... Yo no podría escribir, si no estuviera conectado con mi gatita y con lo que pasa en la esquina, porque la literatura no tendría sentido para mí”, le dijo Cortázar al profesor de Literatura Latinoamericana en la Albert Ludwigs Universität de Freiburg, Alemania, y autor de los ensayos “Die amerikanität von Julio Cortázar: literatur, politik, kultur” (La americanidad de Julio Cortázar: literatura, política, cultura) y “Grenz zeichen. Cortázar: leben und werk eines argentinischen schriftstellers der gegenwart” (Señales fronterizas. Cortázar: vida y obra de un escritor argentino contemporáneo).
Unos años antes, exactamente el 30 de noviembre de 1964, Cortázar le envió una carta a su editor Francisco Porrúa (1922-2014), en la que le dijo: “No te podés imaginar cómo se me llena el corazón de azúcar y de agua florida y de campanitas, cuando, al cruzar el hall de la UNESCO con Aurora para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Elena Vázquez, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois. Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya nos estábamos abrazando con un afecto que me dejó sin habla. Mirá, fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte, ahí nomás me dijo: ‘Ah, Cortázar, a lo mejor, ¿no?, usted se acuerda, ¿no?, que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista, ¿no? ¿Cómo se llamaba la revista, che, cómo se llamaba?’. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez a que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo. Entonces le recordé a mi vez todo lo que eso había significado para mí, sobre todo porque él me había publicado sin conocerme personalmente, lo que le daba muchísimo más valor a la cosa. Y entonces Borges dijo: ‘Ah, sí, claro… Y usted a lo mejor se acuerda, ¿no?, que mi hermana Norah le hizo unos dibujos muy preciosos, ¿no?’. En fin, che, yo estaba hecho un pañuelo. Después lo escuchamos a Borges en su conferencia sobre literatura fantástica, dicha en un francés excelente, y a los días vino a la Unesco y les rajó una charla sobre Shakespeare que los dejó a todos mirando estrellas verdes. La chica Vázquez me arrancó la lectura de dos cuentos para una emisión de Radio Municipal, y se fueron a España. Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política, pero qué poco importa, o en todo caso, qué poco me importa”.


El 20 de octubre de 1968, en una carta que le envió a su amigo, el poeta y ensayista cubano Roberto Fernández Retamar (1930- 2019) expresó: “Borges pronunció una conferencia en Córdoba sobre literatura contemporánea en la América Latina. Habló de mí como un gran escritor, y agregó: ‘Desgraciadamente nunca podré tener una relación amistosa con él porque es comunista’. Cuando leí la noticia en los diarios, me alegré más que nunca del homenaje que le rendí en ‘La vuelta al día...’. Porque yo, aunque él esté más que ciego ante la realidad del mundo, seguiré teniendo a distancia esa relación amistosa que consuela de tantas tristezas. Me temo que esa posición no sea entendida por los que cada vez pretenden más que el escritor sea como un ladrillo, con todas las aristas a la vista, el paralelepípedo macizo que sólo puede ajustarse a otro paralelepípedo. No sirvo para hacer paredes, me gustan más echadas abajo”. Un año antes, 29 de octubre de 1967, le había mandado otra carta en la que le dijo: “Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribir coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. No sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo. Allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me avergüenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces”.
En octubre de 1967, Borges estaba dictando una clase de Literatura Británica en la Universidad de Buenos Aires cuando un estudiante entró al aula con la noticia de que Ernesto Guevara (1928-1967) había sido asesinado en la sierra boliviana. El estudiante se paró delante de los alumnos y exigió suspender la clase para rendir un homenaje al guerrillero argentino. “Las clases quedan interrumpidas por duelo: ha muerto el Comandante Che Guevara” dijo, a lo que Borges contestó: “A la memoria del Comandante no le afectará que termine con los veinte minutos de clase que faltan”. Esa respuesta irritó al estudiante, que insistió con voz desafiante: “Tiene que ser ahora, ¡y usted se va!”. Entonces Borges golpeó el escritorio y replicó con firmeza: “¡No me voy nada! Y si usted es tan guapito, venga a sacarme de aquí”. El estudiante, furioso, se retiró del aula y Borges continuó con su clase. El interruptor del suministro eléctrico estaba afuera, por lo que el enfurecido estudiante cortó la luz del aula. Pero, como Borges ya estaba casi ciego, siguió dando su clase como si nada hubiese pasado, hasta que otro estudiante le dijo: “Maestro, cortaron la luz”, a lo que Borges contestó: “En previsión de este día he tomado la precaución de quedarme ciego”, lo que provocó carcajadas en el alumnado. Esta anécdota demuestra el enorme contraste político-ideológico que distanció a Borges, quien en 1919 había escrito “Los ritmos rojos”, un poemario elogioso de la Revolución Rusa que nunca publicó, y a Cortázar, quien en el nº 163 de la revista “Sur”, aparecido en mayo de 1948, publicó un artículo con motivo del fallecimiento del escritor francés Antonin Artaud (1896-1948), lo que fue su primera colaboración en la publicación trimestral fundada en 1931 por la escritora Victoria Ocampo (1890-1979).


Años después, en 1973, Cortázar fue entrevistado por el periodista y locutor radial peruano Hugo Guerrero Marthineitz (1924-2010) en el programa “El show del minuto” transmitido por radio Continental. En la entrevista -que fue publica con el nombre “La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas” en la revista “Siete Días”- Cortázar declaró sin tapujos: “En la actualidad, cada vez que se menciona a Borges inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados... En América Latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor, y lo que pasa en América latina es que, en estos últimos años, además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos de Borges. Esto ha creado con respecto a él un antagonismo manifiesto de parte de mucha gente que no puede aceptar cierto tipo de declaraciones hechas por alguien cuya palabra tiene tanta repercusión en el interior y en el extranjero. Yo personalmente no puedo aceptar que diga, por ejemplo, que el único defecto de Estados Unidos es haberle dado educación a los negros. Sin embargo, Jorge Luis Borges ha escrito algunos de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. El escribió también una ‘Historia universal de la infamia’” (libro en el que tres de los cuentos, las tramas están relacionadas con personajes negros). El distanciamiento se agravó tras el golpe de Estado llevado adelante por los militares en marzo de 1976, un hecho que contó con el apoyo público de Borges. Al año siguiente viajó a París invitado por la editorial Gallimard, la cual organizó un almuerzo en su honor. Al evento también fue invitado Cortázar, pero no asistió. Quien sí lo hizo fue su pareja por entonces, la escritora lituana Ugnė Karvelis (1935-2002), quien años después contó que “Cortázar me encargó decirle a Borges que seguía siendo un gran admirador de su obra, pero le resultaba imposible encontrarlo por razones que ciertamente él comprendería. Transmití el mensaje y Borges estaba contento”. Nunca más se comunicaron.

23 de octubre de 2025

Acerca de Borges y Cortázar (2/3)

Borges sobre Cortázar (y viceversa)

Para muchos críticos literarios, en gran parte de la obra de Borges -ya sean cuentos, poemas o ensayos- se hace patente su fascinación por los laberintos y, entre otros, ponen como ejemplos más representativos los cuentos “Las ruinas circulares”, “La biblioteca de Babel”, “La casa de Asterión” y “El Aleph”, y los poemas “Juan, I, 14”, “Laberinto” y “Otro poema de los dones”. Para él, el laberinto representaba la complejidad del universo, un reflejo de la mente humana, una manifestación de lo infinito, la prisión esencial de los hombres. Alguna vez manifestó: “El peor laberinto no es esa forma intrincada que puede atraparnos para siempre, sino una línea recta única y precisa”. En el cuento “El jardín de senderos que se bifurcan”, que formó parte de su libro “Ficciones”, escribió: “Medité en ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos... Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarca el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo a los astros... Ts’ui Pên (uno de los personajes del cuento) diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”. Para otros estudiosos de este tema, la idea del laberinto también está presente en los cuentos “El perseguidor” y “Casa tomada”, y en la novela “Rayuela” de Cortázar. Y atribuyen esa conclusión a que, para Cortázar, no existía una sola realidad, las había múltiples y todas ellas coexistían, y a que las ideas y la realidad misma eran laberínticas.
El Profesor de Estudios Literarios Generales en la Universitetet i Bergen de Noruega, Gisle Selnes (1965), dice en “Borges og Cortázar. En labyrint av pavirkelser eller un uendelig samtale?” (Borges y Cortázar. ¿Un laberinto de influencias o una conversación interminable?) que el fin de artículo era “volver sobre los principales puntos de contacto entre Borges y Cortázar para captar mejor una relación que algo tiene tanto de ‘conversación infinita’ como de ‘laberinto de influencias’. A tal empresa se le impone el tema del laberinto; la verdad es que resulta imposible escribir sin acercarse a él. El laberinto se sitúa, casi literalmente, en el origen de las correspondencias borgesianas/cortazarianas y, además, entra como figura trazada en el tapiz de las relaciones posteriores entre los dos escritores. (…) Diría que uno de los logros importantes de Cortázar es haber sometido el mito del laberinto a una revisión profunda, más allá del abstracto universo laberíntico de Borges, casi sin que se noten ni su procedencia ni las etapas de su transformación”. Por su parte, el docente universitario, escritor y periodista argentino Oscar Sbarra Mitre (1942-2014) afirmó en “Las fronteras científicas del universo borgeano”, ensayo que formó parte del libro “Borges científico. Cuatro estudios” que Ediciones Biblioteca Nacional publicó en 1999, que “las fronteras del mundo borgeano son el tiempo y el azar. En Borges se sistematizaron en su literatura y su pensamiento. Tal vez la ficción y la realidad se unieron en él a través de ‘La biblioteca de Babel’ que imaginó como el universo, donde el azar pasaba por el ordenamiento de los libros. (…) En el maravilloso mundo de Borges se podría decir que en realidad la verdad no existe, y en verdad, la realidad tampoco”.


El 12 de febrero de 2024, al cumplirse veinte años del fallecimiento de Cortázar, el escritor argentino Patricio Zunini (1974) publicó un artículo en el diario “Infobae”. En él, entre otras cosas, señaló: “En 1985, la editorial Hyspamérica lanzó la ‘Biblioteca Personal Jorge Luis Borges’. En total, salieron unos setenta volúmenes. Ahí están ‘Bartleby el escribiente’ de Melville, ‘América’ de Franz Kafka, una recopilación de relatos de Ariwara no Narihira, ‘El desierto de los tártaros’ de Dino Buzzati, ‘La piedra lunar’ de Wilkie Collins. Cada uno venía con un pequeño prólogo de Borges. El primer ejemplar de la ‘Biblioteca’ fue una selección de cuentos de Julio Cortázar: dieciséis cuentos que componían una suerte de ‘grandes éxitos cortazarianos’ y que, en poco más de doscientas páginas, echaban por tierra muchos mitos y habladurías sobre la rivalidad de estos dos grandes escritores. (…) En 1946, Borges era secretario de redacción de ‘Los anales de Buenos Aires’, una revista casi secreta -en sus palabras- que duró menos de veinte números y replicaba a escala la línea editorial de la revista ‘Sur’. Borges publicó en ‘Los anales…’ varios de sus cuentos más famosos: ‘Los inmortales’, ‘Los teólogos’, ‘La casa de Asterión’ -que, según parece, lo escribió en una tarde cuando vio que le quedaba una hoja en blanco para mandar la revista a imprenta-. También escribió ensayos sobre Wells, Whitman, Chesterton, etc. ‘Casa tomada’ salió en el número de diciembre -el n° 11- de ‘Los anales…’, entre un cuento de Petit de Murat y un soneto de Molinari. En el prólogo, Borges evitaba hacer cualquier análisis por fuera del argumento. (…) Hay por lo menos dos cuentos en los que Cortázar hace un homenaje explícito a Borges. ‘La noche boca arriba’ es la versión fantástica de ‘El sur’. ‘Bestiario’ es aún más evidente: la trama pasa en la estancia de los Funes, hay un personaje que se llama Luis -que come en la cabecera de la mesa y lee todo tiempo- y un tigre que ronda la biblioteca. Por el contrario, Borges nunca consideró los cuentos de Cortázar como punto de los suyos. Durante algún tiempo, incluso, dijo que sólo había leído ‘Casa tomada’. Debieron pasar muchos años hasta que afirmó que lo leía y le gustaba. El mundo, para Borges, pasaba a través de los libros. No tenía televisión, no escuchaba la radio: Cortázar era un fanático del jazz, trabajaba en la UNESCO, participaba en reuniones políticas; Borges entendía el mundo a través de los libros. En él, la disyuntiva entre literatura y vida no tenía sentido. La vida estaba dentro de la literatura”.
En el prólogo de “Casa tomada”, aparecido en el volumen que se publicó en esa “Biblioteca personal” bajo el título “Cuentos”, Borges escribió: “Hacia mil novecientos cuarenta y tantos, yo era secretario de redacción de una revista literaria, más o menos secreta. Una tarde, una tarde como las otras, un muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le dada mi parecer. Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta. Poco después, Julio Cortázar leyó en letras de molde ‘Casa tomada’ con dos ilustraciones a lápiz de Norah Borges. Pasaron los años y me confió una noche, en París, que ésa había sido su primera publicación. Me honra haber sido su instrumento. El tema de aquel cuento es la ocupación gradual de una casa por una invisible presencia. En ulteriores piezas Julio Cortázar lo retomaría de un modo más indirecto y por ende más eficaz. Cuando Dante Gabriel Rossetti leyó la novela ‘Cumbres borrascosas’ le escribió a un amigo: ‘La acción transcurre en el infierno, pero los lugares, no sé por qué, tienen nombres ingleses’. Algo análogo pasa con la obra de Cortázar. Los personajes de la fábula son deliberadamente triviales. Los rige una rutina de casuales amores y de casuales discordias. Se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, vidrieras, mostradores, whisky, farmacias, aeropuertos y andenes. Se resignan a los periódicos y a la radio. La topografía corresponde a Buenos Aires o a París y podemos creer al principio que se trata de meras crónicas. Poco a poco sentimos que no es así. Muy sutilmente el narrador nos ha atraído a su terrible mundo, en que la dicha es imposible. Es un mundo poroso, en el que se entretejen los seres; la conciencia de un hombre puede entrar en la de un animal o la de un animal en un hombre. También se juega con la materia de la que estamos hechos, el tiempo. En algunos relatos fluyen y se confunden dos series temporales. El estilo no parece cuidado, pero cada palabra ha sido elegida. Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que algo precioso se ha perdido”.


Con respecto al cuento “Casa tomada”, en el libro “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges” del escritor argentino Fernando Sorrentino (1942), autor del ensayo “El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges”, el autor de “El libro de arena” relató: “Yo me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. Él me dijo: ‘¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en la diagonal Norte?’. No, le dije yo. Entonces él me dijo: ‘Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana, y que usted me diría lo que pensaba del manuscrito’. Yo dirigía entonces una revista, ‘Los Anales de Buenos Aires’ (una revista ahora indebidamente olvidada), que pertenecía a la señora Sara de Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, ‘Casa tomada’; al cabo de una semana, volvió. Me pidió mi opinión, y yo le dije: en lugar de darle mi opinión voy a decirle dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta y dentro de unos días tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah. Pero, en esa ocasión, en París, Cortázar me dijo: ‘Lo que yo quería recordarle también es que ése fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me conocía’. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar. Y luego nos vimos un par de veces en la UNESCO, donde él trabaja. Él está casado -o estaba casado- con la hermana de un querido amigo mío, Francisco Luis Bernárdez. Bueno, como le decía, nos vimos creo que dos o tres veces en la vida y, desde entonces, él está en París, yo estoy en Buenos Aires; creo que profesamos credos políticos bastante distintos: pero pienso que, al fin y al cabo, las opiniones son lo más superficial que hay en alguien; y además a mí los cuentos fantásticos de Cortázar me gustan”.
Puede afirmarse que, públicamente, Borges siempre habló de Cortázar con respeto y cordialidad, pero muy distintas fueron sus opiniones en privado. Varias de ellas pueden leerse los diarios del escritor Adolfo Bioy Casares (1914-1999), el compañero literario más asiduo de Borges y coautor de los cuentos reunidos en “Seis problemas para don Isidro Parodi”, “Dos fantasías memorables”, “Crónicas de Bustos Domecq” y “Un modelo para la muerte”, bajo el seudónimo H. Bustos Domecq en los tres primeros y B. Suárez Lynch en el último. Bioy Casares publicó los diarios “Unos días en el Brasil”, “Descanso de caminantes” y “Borges”. En este último pueden leerse dictámenes como “Parece que ahora Cortázar divide a la gente en buena o mala, comunista o reaccionaria”, “Fuera de Rusia es muy fácil ser escritor comunista. Basta decir que uno es comunista”, “¿Cómo no se da cuenta de que Fidel Castro es el Perón de Cuba?”, “A diferencia de ‘Otra vuelta de tuerca’, de Henry James, ‘Casa tomada’ no da miedo”, “Si lees a Cortázar, ¿notas algo especial?”, “Desgraciadamente nunca podré tener una relación amistosa con él porque es comunista”. Y en una entrada fechada el 17 de junio de 1972, el desprecio es terminante. Escribió Bioy: “Por la noche, voy a buscar a Borges; mientras esperamos a Peyrou frente a ‘La Prensa’, con mucha rabia Borges me comenta: ‘Qué porquería Cortázar’. ‘¿Por lo de la bandera?’, le pregunté’. ‘Sí, por lo de la bandera’, me contestó. ‘A mí también me dio rabia’, le dije. Y Borges agregó: ‘Pensar que te hablé bien de él. Dije que las ideas políticas no importan -lo que es una pedantería, y una falsedad, porque importan- y hablé bien de él. Si Cortázar hubiera dicho que usa la bandera para limpiarse el culo, también estaría mal, pero por lo menos correspondería a un momento de rabia. En cambio, al poner los mocos, se ve al literato ensayando fríamente un eufemismo. Qué porquería”. Se referían al hecho de que Cortázar, tras la persecución y arresto del poeta Heberto Padilla (1932-2000) por sus críticas al rumbo que había tomado el proceso cubano, había dicho que se limpiaba los mocos con la bandera argentina tras recibir desde Buenos Aires críticas a su poema “Policrítica en la hora de los chacales” publicado en 1971. En el mismo, Cortázar reivindicaba el derecho a la crítica por parte de los intelectuales -que habían apoyado la revolución cubana- a la creciente burocratización de la cultura y el progresivo clima de hostilidad institucional y anti intelectual que se estaba produciendo en Cuba a principios de la década de los ’70.


En noviembre de 1983 la editorial Proa publicó el cuento de Cortázar “Cartas de mamá”. Borges se encargó del prólogo, en el cual, además de contar las vicisitudes vividas en 1946 con la publicación de “Casa tomada” en la revista “Los Anales de Buenos Aires”, expresó: “Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar, sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado ‘Las armas secretas’ de Julio Cortázar, y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. ‘Cartas de mamá’, el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo XIX, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el 'Libro de las mil y una noches'. En 'Cartas de mamá' lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores. Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el 'Yzur' de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras”.
Finalmente, así como Cortázar pidió en 1984 ser enterrado en el cementerio de Montparnasse de París, ciudad que consideraba como una de las más importantes de su vida, dos años después, en 1986, Borges pidió ser sepultado en Ginebra, Suiza, ciudad en la que junto a su familia había vivido su adolescencia entre 1914 y 1919. Allí cursó el bachillerato en el Collège Calvin, estudió francés, una lengua que, según sus propias palabras, nunca terminó de gustarle: “No me agrada el sonido del francés -aseguró mucho después-. Creo que le falta la sonoridad de las otras lenguas romances. Pero, ¿cómo podría pensar mal de un idioma que ha permitido versos admirables como el de Victor Hugo, ‘L’hydre-Univers tordant son corps écaillé d’astres’? ¿Cómo censurar a un idioma sin el cual serían imposibles esos versos?”. Se refería a “La hidra del universo retorciendo su cuerpo escamoso de estrellas”, poema que fue declarado alguna vez como el más rutilante de las letras francesas.

22 de octubre de 2025

Acerca de Borges y Cortázar (1/3)

Opiniones y veredictos

Jorge Luis Borges (1899-1986) y Julio Cortázar (1914-1984) son -no hace falta decirlo- dos de los más grandes escritores argentinos de todas las épocas. Contemporáneos, ambos compartieron el gusto por la literatura fantástica -si es que el término es suficiente para abarcar la amplitud de este género- abordando la realidad desde otra realidad: la creada por ellos mismos. Dentro del archivo literario hispanoparlante, ambos fueron importantes escritores que sobresalieron por sus notables cualidades en el arte de escribir ficciones. Fueron dos autores considerados clásicos de las letras argentinas que aportaron considerables innovaciones a la literatura del siglo XX, transgrediendo los límites formales de la narrativa haciendo uso de una gran imaginación. Borges lo hizo, por ejemplo, en cuentos como “El Aleph”, “Funes el memorioso” o “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Y Cortázar lo hizo, por ejemplo, en cuentos como “Carta a una señorita en París”, “La noche boca arriba” o “Casa tomada”. La mejor definición del género fantástico es atribuida al crítico y teórico literario búlgaro nacionalizado francés Tzvetan Todorov (1939-2017), quien en “Introduction à la littérature fantastique” (Introducción a la literatura fantástica) afirmó que “lo fantástico se encuentra en una latente incertidumbre entre lo maravilloso y lo extraño”, y que ese género se basa en “la vacilación del lector en torno a los fenómenos narrados” y en “una forma de leer dichos fenómenos que no sea ni poética ni alegórica”, algo que ocurre al leer los cuentos de estos escritores.
Para el autor de “Historia universal de la infamia”, según expresó en una conferencia dada en 1967 en la escuela bonaerense Camilo y Adriano Olivetti, “el encanto de los cuentos fantásticos reside en el hecho de que no son invenciones arbitrarias; reside en el hecho de que, siendo fantásticos, son símbolos de nosotros, de nuestra vida, del universo, de lo inestable y misterioso de nuestra vida y todo esto nos lleva de la literatura a la filosofía. Pensemos en las hipótesis de la filosofía, harto más extrañas que la literatura fantástica; llegaremos así a la terrible pregunta, a la pregunta que no es meramente literaria, pero que todos alguna vez hemos sentido o sentiremos. ¿El universo, nuestra vida, pertenece al género real o al género fantástico?”. Por su parte, el autor de “Todos los fuegos el fuego” manifestó en una conferencia dictada en 1982 en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela, que “lo fantástico y lo misterioso no son solamente las grandes imaginaciones del cine, de la literatura, los cuentos y las novelas. Está presente en nosotros mismos, en eso que es nuestra psiquis y que ni la ciencia, ni la filosofía consiguen explicar más que de una manera primaria y rudimentaria. Ahora bien, si de ahí, ya en una forma un poco más concreta, nos pasamos a la literatura, el cuento, como género literario, es un poco la casa, la habitación de lo fantástico. Hay novelas con elementos fantásticos, pero son siempre un tanto subsidiarios, el cuento en cambio, como un fenómeno bastante inexplicable le ofrece una casa a lo fantástico; lo fantástico encuentra la posibilidad de instalarse en un cuento”.


Naturalmente, no son pocos los estudios y los análisis que se realizaron sobre las obras de estos escritores considerados maestros del género fantástico. El argentino nacionalizado estadounidense Jaime Alazraki (1934-2014), crítico literario y profesor de Literatura Latinoamericana en la Columbia University de Nueva York, en su ensayo “Hacia Cortázar: aproximaciones a su obra” expresó: “Las narraciones de estos dos autores, a pesar de algunas semejanzas de superficie son marcadamente diferentes en cosmovisión, en estilo, en tratamiento narrativo, hasta cuando escriben sobre un mismo tema. Si las fantasías de Borges son oblicuas alusiones a la situación del hombre inmerso en un mundo impenetrable, en un orden creado por él como sustituto al orden de los dioses, los relatos de Cortázar intentan trascender las construcciones de la cultura y buscan, precisamente, tocar ese fondo que Borges considera demasiado abstruso para ser comprendido por el hombre”. Y agregó: “Para Borges, lo fantástico es un recurso con el que poder explicar la realidad y no un simple ejercicio de ficción. Para Cortázar, la realidad tampoco es algo fácil de definir y, de hecho, no cree posible separarla de lo fantástico”. Y Julio Rodriguez Luis (1937), ensayista y exprofesor de Literatura Hispánica” en la University of Wisconsin de Milwaukee, Estados Unidos, contrapuso en “The contemporary praxis of the fantastic. Borges and Cortázar” (La praxis contemporánea de lo fantástico. Borges and Cortázar) la “tendencia alegórica de lo fantástico” en los cuentos de Borges a la “mayor carga psicológica y existencial” en los relatos de Cortázar. En el mismo sentido opinó el poeta y crítico literario argentino Saúl Yurkievich (1931-2005) en “Borges/Cortázar: mundos y modos de la ficción fantástica”, un artículo publicado en la “Revista Iberoamericana” nº 110-111 en el que consideró a Borges un representante de lo “fantástico ecuménico” y a Cortázar de “lo fantástico psicológico”. Y en su libro “Julio Cortázar: mundos y mitos” agregó: “Borges se remite a los arquetipos de la fantasía, al acervo universal de leyendas, a las fábulas fundadores de todo relato, al gran museo de los modelos del cuento literario. Cortázar representa lo fantástico psicológico, las fisuras de lo normal/natural que permiten dimensiones ocultas”.
Sabido es que, dadas sus respectivas historias familiares, Borges y Cortázar tenían vínculos estrechos con Europa. La abuela paterna de Borges era inglesa y el futuro escritor pasó siete años, entre los quince a los veintidós, en el Viejo Continente antes de regresar a Argentina en 1921. Luego, entre 1923 y 1924 pasó un año en España y, en los años siguientes, dio conferencias y charlas en Estados Unidos, Italia, Marruecos, México, Perú y Uruguay hasta que, en 1986, fijó su residencia en Ginebra, Suiza, ciudad en la que fallecería. Por su parte Cortázar nació en Bruselas, Bélgica, donde su padre era agregado comercial en la embajada argentina de ese país, y a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, permaneció en Suiza y España hasta los cuatro años. Luego pasó el resto de su infancia en Banfield, al sur del Gran Buenos Aires, donde se formó como maestro normal en 1932 y profesor en Letras en 1935. Entre 1939 y 1944 dictó clases como maestro en las ciudades bonaerenses de Bolívar, Saladillo y Chivilcoy, y luego, en 1944, se mudó a la ciudad de Mendoza, en cuya Universidad Nacional de Cuyo impartió cursos de literatura francesa. En 1951 se trasladó a París, ciudad donde, salvo esporádicos viajes a Austria, Italia, India, Estados Unidos, Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba y Nicaragua, consolidó gran parte de su obra y residió el resto de su vida.


Sobre estas circunstancias se expresó la escritora y lingüista italiana María Amalia Barchiesi (1960), quien consideró en “Borges e Cortázar: il fantastico bilingüe” (Borges y Cortázar: lo fantástico bilingüe) que ambos autores moldearon sus narraciones “en el diálogo lingüístico de los diferentes idiomas con los que tuvieron que convivir”, a lo que, de algún modo, también se refirió la poeta ecuatoriana-estadounidense Zheyla Henriksen (1948) en “Tiempo sagrado y tiempo profano en Borges y Cortázar” cuando aseveró que “Borges y Cortázar trataron de reproducir en sus obras la necesidad del ser humano de ponerse en contacto con su origen”. Y el español Marcos Eymar (1979), escritor y profesor de Cultura y Literatura Hispánicas en la Université d'Orléans, Francia, recalcó en su ensayo “Borges y Cortázar: desencuentros en el reencuentro” que “lo primero que salta a la vista al comparar a los autores son sus semejanzas. Los dos comparten una misma nacionalidad; un mismo gusto por lo fantástico y el género cuentístico; un mismo talante cosmopolita y una relación estrecha con una lengua extranjera: el inglés en el caso de Borges, el francés en el de Cortázar”.
Sabido es, también, que existieron no sólo coincidencias sino asimismo diferencias entre los autores, sobre todo en lo referente a sus opiniones políticas. Hacia fines del siglo pasado, la editorial argentina “Era Naciente” lanzó la colección “Para Principiantes”. En 1999 publicó “Borges para principiantes”, con textos del periodista y escritor Carlos Polimeni (1958) y de la periodista cultural y autora Verónica Abdala (1973), y en 2008 hizo lo propio con “Cortázar para principiantes”, con textos de Polimeni. Ambos libros incluyeron ilustraciones del dibujante Miguel Rep (1961). En marzo de 2012, en el nº 310 de la revista online “Imaginaria”, el escritor y editor Raúl Tamargo (1958) reseñó estas obras diciendo: “Varias razones justifican la lectura en paralelo de estos dos libros. La más evidente, sin duda, es que abordan la obra de los dos referentes más importantes de la literatura argentina del siglo XX. A la importancia de sus obras, se le suman los malentendidos que pusieron a sus autores en veredas opuestas y que fueron temas de polémica, no solamente en los ambientes de discusión literaria, sino también en las mesas de café, especialmente en las décadas de los ‘60 y ‘70, lapso en el cual la literatura era capaz de ingresar en las discusiones familiares de la clase media o en las reuniones de amigos. (…) Es interesante observar que el ‘Cortázar para principiantes’ incluye varias menciones del propio autor sobre la obra de Borges y algunas de Borges sobre Cortázar, algo que no incluye ‘Borges para principiantes’, tal vez como una señal de que las influencias y admiraciones no fueron simétricas. De la mano de ‘Borges…’, el lector podrá aproximarse a las ideas de vanguardia de los primeros años del siglo XX, a la polémica entre los grupos de ‘Martín Fierro’ y de ‘Boedo’, al pensamiento de Schopenhauer, a la tensa relación entre el primer peronismo y buena parte de la intelectualidad de la época. Con ‘Cortázar…’, en cambio, será más intenso el paseo por las corrientes revolucionarias de los años ‘60. El texto destina muchas páginas a la actividad política y militante de Cortázar y establece relaciones entre estas actividades, su producción literaria y su relación con el público lector”.


En similar sentido se expresó la escritora y periodista cultural argentina de origen chileno Silvia Hopenhayn (1966) en el artículo “Borges y Cortázar” aparecido en el diario “Perfil” el 5 de septiembre de 2025. En él escribió: “En el terreno de las palabras y los libros, a veces se plantea un antagonismo entre Borges y Cortázar. Los borgeanos suelen repudiar al autor de ‘Rayuela’; los cortazarianos al autor de ‘El Aleph’. Argumentos como ‘chabacano’, ‘antiacadémico’, ‘infantil’, ‘izquierdoso’, para descalificar a Cortázar; ‘difícil’, ‘para eruditos’, ‘muy conservador’, ‘lejano’, a Borges. ¡Qué ganas de desechar, arrinconar, desabastecerse! Son dos caras de una misma biblioteca. Fantásticos autores, que nos dan letra en cada uno de sus cuentos. La vida se vuelve amplia, pensante, misteriosa. Las palabras forman parte de nuestro metabolismo. Son nutrientes en serio, profundos. André Gide hablaba de ciertos ‘alimentos terrestres’ necesarios para el espíritu. Ambos escritores lo son, por elevación y cercanía; humor y nostalgia. Con mucha discreción, llegaron a admirarse. A tal punto que Borges publicó el cuento ‘Casa tomada’ en ‘Los Anales de Buenos Aires’, en 1946, cuando la dirigía, y Cortázar escribió un poema en la India, dedicado a Borges. Quizá los hermana la dedicación. Una entrega amorosa, rigurosa, a la literatura. Ahí es cuando las diferencias se aúnan, en la fortaleza de una dedicación. Cuentos de uno o de otro -y de tantos y tantas más, pero aquí se trata abolir una distancia- revelan rincones de nuestra historia, de lo cotidiano, de las calles, de la filosofía, el amor y la muerte”.
La ensayista y periodista argentina Beatriz Sarlo (1942-2024) escribió varios artículos dedicados tanto a Cortázar como a Borges. Con respecto al autor de “Bestiario” y “Todos los fuegos el fuego” publicó en la revista “Espacios” nº 14 de agosto de 1994 un artículo titulado “Una literatura de pasajes”. En él escribió: “Muchas veces juzgamos a Cortázar no por lo que escribió sino por lo que produjeron sus escritos: el cortazarismo, esa onda sesentista tan bien sintonizada con la moda hippie, las polleras hindúes, la deriva por la noche, la ginebra, el rock, Woodstock, el anticonvencionalismo, la izquierda florida antes de convertirse en izquierda armada. Seriamente: Cortázar no puede ser responsabilizado de las conversaciones en el bar ‘La Paz’ a mediados de los años ‘60; fuimos nosotros los que conversamos allí, después de ir a comprar ‘Todos los fuegos el fuego’. Tampoco puede ser responsabilizado por los talleres literarios que lo enseñaban; sin duda, Cortázar parece fácil de enseñar y habría que ver por qué. Hipótesis: la claridad formal y constructiva de Cortázar, como la de Poe o Maupassant, despierta la ilusión de que puede ser repetida. Hipótesis: Cortázar inventa una lengua coloquial perfecta; los imitadores de la oralidad cortazariana confiaron demasiado en hacer un estilo previsible de lo que para Cortázar fue un programa. Hipótesis: el humor de Cortázar se ejerce con todos los objetos, menos con la propia literatura, porque Cortázar tiene una visión seria de la literatura y una visión humorística del mundo. También le reprochamos a Cortázar su asombrosa facilidad, como si se acusara a Ella Fitzgerald de cantar haciendo que todo parezca tan sencillo. Este sentido común anti-Cortázar se acerca a su obra basándose en recuerdos de lectura y no en una lectura nueva. Los recuerdos de lectura pueden ser imprecisos e injustos. Se trata entonces de leer a Cortázar de nuevo”.


Sobre el autor de “El informe de Brodie” y “Ficciones” hizo lo propio en su ensayo “Borges, un escritor en las orillas”. Allí escribió: “Borges trabajó con todos los sentidos de la palabra ‘orillas’ (margen, filo, límite, costa, playa) para construir un ideologema que definió en la década del ‘20 y reapareció, hasta el final, en muchos de sus relatos. ‘Las orillas’ son un espacio imaginario que se contrapone como espejo infiel a la ciudad moderna despojada de cualidades estéticas y metafísicas. En aquellos años, el término ‘orillas’ designaba a los barrios alejados y pobres, limítrofes con la llanura que rodeaba a la ciudad. Si la literatura de Borges tiene una cualidad indudable y particular, quizás deba buscársela en el conflicto que perturba la severa articulación de sus argumentos y la superficie perfecta de su escritura. Colocado en los límites (entre géneros literarios, entre lenguas, entre culturas), Borges es el escritor de ‘las orillas’, un marginal en el centro, un cosmopolita en los márgenes; alguien que confía, a la potencia del procedimiento y la voluntad de forma, las dudas nunca clausuradas sobre la dimensión filosófica y moral de nuestras vidas; alguien que, paradójicamente, construye su originalidad en la afirmación de la cita, de la copia, de la rescritura de textos ajenos, porque piensa, desde un principio, en la fundación de la escritura desde la lectura, y desconfía, desde un principio, de la posibilidad de representación literaria de lo real. Ser leal a estas tensiones ha sido el designio de estas páginas que sólo aspiran a leer nuevamente a Borges hoy, cuando su obra parece amortajada por la fama que acompañó sus últimos años y el espectro inmóvil de una gloria póstuma”.
Suele presentarse a Borges y a Cortázar como dos polos opuestos de la literatura argentina; sin embargo, como creadores de mundos en los que lo imposible irrumpe en lo cotidiano, atrapando al lector entre lo natural y lo artificioso con proverbial naturalidad, no existe tal oposición. Borges y Cortázar fueron, cada uno a su manera, dos talentosos escritores.

16 de octubre de 2025

Cuentos selectos (XXXVI). Silvina Bullrich: “El tercero en discordia”

La escritora, traductora, periodista y guionista de cine argentina Silvina Bullrich (1915-1990) fue una de las escritoras de la generación de los años ‘50 del siglo pasado, época en la que se destacaron, entre otras, Beatriz Guido (1922-1988), Elvira Orphée (1922-2018), Marta Lynch (1925-1985) y Sara Gallardo (1931-1988). Nacida en Buenos Aires en el seno de una familia aristocrática, cursó la escuela primaria en el colegio Onésimo Leguizamón ubicado en el barrio de Recoleta y completó sus estudios en la Alliance Francaise. Durante su adolescencia realizó numerosos viajes a París, algo que influyó en su cultura. Comenzó a escribir en su adolescencia y logró publicar algunos de sus poemas en la revista “Atlántida”, un semanario de gran tirada creado por el editor uruguayo-argentino Constancio C. Vigil (1876-1954). Hacia fines de los años ’30 fue convocada por el escritor Eduardo Mallea (1903-1982), por entonces editor del suplemento literario del diario “La Nación”, a colaborar en dicha publicación. Ello la llevó a vincularse con Silvina Ocampo (1903-1993), Manuel Mujica Láinez (1910-1984), Adolfo Bioy Casares (1914-1999) y Jorge Luis Borges (1899-1986). Con el autor de “El Aleph” e “Historia universal de la infamia”, en 1945 compiló una serie de cuentos y poemas de más de veinte autores argentinos, una antología que titularon “El compadrito. Su destino, sus barrios, su música”. Unos años antes ya había comenzado su prolífica tarea literaria que incluyó más cuarenta obras, fundamentalmente novelas.
Entre ellas, por nombrar sólo algunas, figuran “Calles de Buenos Aires”, “Bodas de cristal”, “La redoma del primer ángel”, “Teléfono ocupado”, “Los burgueses”, “Los salvadores de la patria”, “Mañana digo basta”, “Los pasajeros del jardín”, “Un momento muy largo”, “Mal don”, “Escándalo bancario”, “Te acordarás de Taormina”, “El hechicero”,A qué hora murió el enfermo” y “La bicicleta”. Entre sus obras también pueden citarse los tomos de cuentos “Historia de un silencio” e “Historias inmorales”; los de ensayos “La aventura interior”, “Carta abierta a los hijos” y “La mujer postergada”; los de crónicas periodísticas “El mundo que yo vi” y “La Argentina contradictoria”; y los de biografías “George Sand” y “Flora Tristán, la visionaria”. La temática de sus obras por lo general giró en torno a los intereses económicos y los conflictos existenciales de la burguesía, su clase social. Desde una perspectiva -para algunos críticos- feminista, narró historias de mujeres frustradas, las pugnas y conflictos de su estatus social, las alegrías y sinsabores de familias adineradas y decadentes, y la soledad de las mujeres en la madurez.


Gran admiradora de las letras francesas (trabajó como profesora de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata y en el Instituto Francés de Estudios Superiores), tradujo al español, entre otras obras, “Le deuxième sexe” (El segundo sexo”), “L'invitée” (La invitada), “Les mandarins” (Los mandarines), “Mémoires d'une jeune fille rangée” (Memorias de una joven formal) y “La force de l'âge” (La plenitud de la vida) de Simone de Beauvoir (1908-1986); “Mauprat” de George Sand (1804-1876), “Écoute, mon ami” (Escucha amigo) de Louis Jouvet (1887-1951) y “Léon Morin, prêtre” (León Morin, sacerdote) de  Béatrix Beck (1914-2008). Y en francés también escribió la obra teatral “Les ombres” (Las sombras).
 Silvina Bullrich llegó a ser una de las escritoras más vendidas de su época; durante años encabezó la lista de “best sellers” y llegó a vender más de un millón de sus libros, algunos de ellos traducidos a varios idiomas. Sin embargo, a pesar de su popularidad y el enorme éxito de ventas de sus obras -a menudo olvidadas por la crítica-, prácticamente no llegó a ser reconocida por el mundo literario y poco a poco su nombre fue cayendo en el olvido luego de su fallecimiento.


El cuento que sigue a continuación -El tercero en discordia- formó parte de “Historias inmorales”, publicado en 1965. En el año 2008 fue incluido en “Historias de mujeres infieles”, una antología editada por la socióloga y escritora Natalia Moret (1978) y el poeta y editor Santiago Llach (1972) que incluyó cuentos de catorce escritoras argentinas, entre ellas Silvina Ocampo (1903-1993), Sara Gallardo (1931-1988), Hebe Uhart (1936-2018) y Ana María Shua (1951).

EL TERCERO EN DISCORDIA
 
Mi abuela me decía: “Cuando te cases no dejes entrar a ningún amigo con intimidad a tu casa. Cuidado con el tercero en discordia”. Mi abuela tenía opiniones inquebrantables sobre el matrimonio. A lo largo de las conversaciones nos las asestaba en forma de axiomas y yo creía en ellas a pies juntillas, sobre todo porque era la única materia sobre la cual tenía ideas hechas. Todo lo demás la dejaba indiferente; nunca conocí sus ideas políticas, ni artísticas, ni literarias; hablaba poco de modas, nada de cocina, desconfiaba del teléfono, del gas, de la electricidad y del automóvil, ignoraba los deportes y los viajes. Su tema, su único tema, era el matrimonio. Cuando alguna de sus amigas protestaba por el carácter irascible de su marido, mi abuela decía: “te casaste, te embromaste”. El matrimonio para ella era un estado total, se entraba a él como al convento. Supongo que mi madre no habrá compartido esa opinión con ella, pero no lo sé a ciencia cierta porque murió cuando yo tenía apenas tres años; mi padre se volvió a casar, yo viví casi siempre con mi abuela, oyendo sin cesar sus máximas conyugales. Temo que mi larga soltería se haya debido al temor de no estar a la altura de esa severa institución llamada matrimonio.
Me casé a los treinta y cuatro años con una muchacha encantadora de veintitrés, que durante el primer año hizo de mí el hombre más feliz de la Tierra. El “te casaste, te embromaste” de mi abuela no cabía en nuestra pareja, colmada de todas las dichas del amor, del placer, del entendimiento, de la sensualidad. Alejandra, como mi abuela, y en esto se parecían sin duda, tenía una vocación definida: el amor; en este caso el amor conyugal. Confieso que pese al deseo que su atracción despertaba en mí me costaba seguir sus renovados impulsos, aplacar sus urgencias, cumplir con los refinados ritos de su sensualidad imaginativa e insaciable.
Este estado de exaltación duró un año y medio o dos. Un día advertí que nuestros ademanes eran menos armónicos, nuestra unión más forzada y que ya el amor no nos transportaba como una alfombra mágica por los aires en medio de regiones encantadas, sino que era un acto preciso, un poco monótono, pese a mis esfuerzos de imaginación. Para esos casos existe la vida mundana, o sea los demás. Hasta entonces habíamos vivido muy aislados, En mis oídos repercutían siempre los axiomas de mi abuela: “no permitas que nadie entre en tu casa con intimidad; los amigos íntimos destruyen los matrimonios”. Pero las cosas ocurren pese a los axiomas y, después de salir durante varios meses con grupos animados de gente vacía, los dos, empujados por una inclinación semejante, fuimos estrechando nuestro círculo hasta convertirnos en tres. Ya sé, todo esto parece muy sencillo, muy evidente, la estúpida historia del eterno triángulo. La gente tiene una tendencia infantil a simplificar ese mecanismo tan complejo que se llama ser humano.
Ricardo era un hombre incapaz de acostarse con la mujer de su mejor amigo. Tenía principios tan sólidos como los de mi abuela, era profundamente religioso, consideraba el matrimonio como una institución sagrada y sentía un leve desdén, casi un poco de asco, por el placer de los sentidos. Había sido seminarista durante un año y su mala salud le impidió cumplir con lo que consideraba su misión en este mundo. Inteligente, brillante, gran lector, cultivaba con esmero el arte de la conversación. Aquí me detengo. ¿Cómo contar esta historia inasible, sutil, donde no ocurrió nada visible y los tres, sin embargo, vivimos la más ardiente aventura interior? No lo sé, pero lo intentaré.
Era un invierno frío, de esos que nos gustaban a Alejandra y a mí, enamorados de la vida entre obras de arte, libros, delicias culinarias y grandes troncos en la chimenea. Ricardo venía a comer a casa casi todas las noches. No llegaba nunca con las manos vacías, pero al entrar había que adivinar lo que traía. Siempre era algo chico, apenas visible: una lata de caviar, un ramo de violetas, la edición príncipe de un soneto de Shakespeare, y a veces, cuando creíamos que había llegado sin nada, nos servían un champagne o un vino francés que había entregado a la criada junto con su abrigo. Alejandra, a su vez, se esmeraba en la cocina, descubría perdices aun cuando la caza estaba vedada, frambuesas, estragón,
endivias, champignones, todo lo difícil de obtener para probar refinamiento.
Había siempre entre nosotros un cuarto invitado: alguna mujer amiga de Alejandra a quien el novio había plantado, o recién viuda, o recién divorciada que miraba a Ricardo con ojos cargados de esperanzas. Hay tan pocos hombres que valen la pena -suspiraba-, lo único que quieren es una aventura pasajera, yo creo en el gran amor, es lo único que vale, la plata no me importa... y los lugares comunes se sucedían hasta el segundo plato, en que Ricardo con una brutalidad inesperada, los derrumbaba con dos o tres frases irónicas como hubiera derrumbado de un manotón un castillo de naipes. Sin el menor miramiento solía explicarle a la solitaria y romántica admiradora que ella había nacido para el dinero y para el placer, pero no para el amor: todo esto en forma matemática, como quien dice que dos y dos son cuatro, sirviéndose de las espontáneas confidencias que había dejado escapar para consultarlo. Algunas volvían a la carga, otras preferían eliminarlo y se contentaban con un hombre que valiera menos, pero las deseara más.
Alejandra, Ricardo y yo éramos tres cómplices malditos. ¡Con qué crueldad disecábamos al día siguiente los apremios sexuales de nuestra invitada, sus románticas ilusiones, sus suspiros de pueblerina! Nada nos permitía considerarnos superiores al resto de la humanidad y, sin embargo, el solo hecho de ser tres, de formar un todo solidario nos realzaba en nuestra estima. Yo sentía que había tocado el cielo con la mano. El momento de frialdad había terminado entre Alejandra y yo. Éramos de nuevo la pareja más ardiente de la Tierra, la más unida, el ejemplo de que el matrimonio no es una institución tediosa, sino una larga y exaltada aventura. Ricardo nos unía. Ricardo leía y nosotros lo escuchábamos abrazados. Ricardo se burlaba de la joven señora romántica y nosotros aprobábamos, sonriendo, de la mano.
Cuando volvió el buen tiempo fuimos a pasar un fin de semana al borde del mar con Ricardo y una amiga de Alejandra recién llegada de San Pablo. Recuerdo aquella noche cálida, los cuatro tirados sobre la arena recitando versos de amor, cantando canciones picarescas, discutiendo sobre el poder de la carne. Un hálito endemoniado nos envolvía; de haber sido más “civilizados” hubieran pasado entre nosotros cosas tremendas. Pero éramos personas de bien, argentinos, clase media para arriba, imbuidos de sanos principios, incapaces de contemplar siquiera la posibilidad de actos degenerados. Volvimos al hotel muy entrada la noche. Nuestro cuarto y el de Ricardo eran contiguos. Apagamos la luz y nos quedamos unos instantes extendidos, en silencio, desnudos, mirando como hipnotizados la raya de luz que se filtraba por debajo de la puerta del cuarto de Ricardo. Lo oímos ir y venir por la habitación. Un zapato cayó, luego el otro, una silla desplazada evocaba la ropa que ponían sobre ella, los caños semi tapados de los hoteles de campo acusaban con grosería que acababan de abrir una canilla, un cortapapel cayó al suelo, los pliegues de un manuscrito crujieron. Luego hubo un silencio y Alejandra lo rompió con un largo gemido apasionado, sentí su cuerpo tibio y elástico enroscado sobre el mío, sus labios recorrían mi pecho, su cabeza pesó sobre mi vientre. Gemía, temblaba. Nunca la vi tan apasionada, nunca se me entregó con menos reservas, nunca la sentí caer a mi lado tan cansada y tan poco saciada. A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, sus ojos y los de Ricardo se cruzaron con una expresión extraña, casi culpable, y luego ambos bajaron los párpados, con pudor, como una pareja que vuelve a encontrarse en público después de su noche de bodas.
Si hablara más falsearía una situación donde jamás nada fue hablado. Si quisiera echar una luz cruda sobre lo que siempre permaneció en la penumbra me cegaría y cegaría a los demás. Hay cosas que sólo se ven a oscuras: las luciérnagas, las exhalaciones. Lentamente, como se abren los rieles en un desvío, Ricardo fue alejándose de nuestra ruta, aunque durante un tiempo aún parecíamos andar por vías paralelas. Nuestro matrimonio comenzó a volverse opaco, a parecerse a la mayoría de los matrimonios que pueblan el mundo. El acto de amor fue un acto de amor en vez de ser un himno; luego fue un acto sexual, luego fue sólo un acto, luego fue un acto forzado, luego preferimos evitar el acto.
Un año más tarde me dijo: “Es preciso admitir que ya no nos queremos. Yo me di cuenta de esto en la Navidad pasada en el Hotel del Faro”. “Yo también”, le dije. Los dos mentíamos, los dos sabíamos que mentíamos. No nombramos a Ricardo. En medio de esas evoluciones fuimos a pasar unos días al mismo hotel al borde del mar. No nos dieron el mismo cuarto porque estaba ocupado, pero lo pedimos; Alejandra lo pidió. Aquella noche quise poseerla, parecía una muerta bien educada entre mis brazos. Aunque era un día radiante de sol, la playa nos pareció siniestra, el agua helada, la gente fea, gorda, vulgar. Nuestros cuerpos tostados, todavía jóvenes, estampados en la arena parecían cuerpos de leprosos: emanaba de ellos un rechazo glacial. No nos acercábamos, no nos tocábamos. Alejandra se puso de pie, la imité, caminamos a orillas del mar, siempre sin tocarnos. De pronto oí gritar mi nombre. Era Carlos Alberto, el arquitecto de mi repartición. Nos abrazamos. ¿Desde cuándo aquí? Ésta es mi mujer. Yo estoy solo. ¿Almorzás con nosotros? Por supuesto, odio la soledad. Nosotros también, dijo Alejandra. Claro, nos llevábamos tan bien que juntos estábamos solos, como una sola persona.
¿Para qué voy a repetirme? Los hechos se repitieron. Carlos Alberto contaba historias de viajes, bailaba, tocaba la guitarra. Salía a cazar, traía perdices. Nosotros nos quedábamos leyendo en la casa abrigada o hacíamos el amor, y cuando él llegaba con una martineta en una mano y una liebre en la otra, nos encontraba serenos y sonrientes. Alejandra le hacía confidencias sobre nuestra vida privada. Carlos Alberto la escuchaba con ojos cargados de imaginación. Éramos a la vez sus protegidos, sus protectores y su espectáculo. Y él era nuestra mascota, como lo fue Ricardo, él, cuya presencia nos era necesaria para representar esa comedia difícil y resbaladiza que se llama el amor conyugal. 

12 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (3/3)

Atilio Borón también ha sido galardonado con numerosas distinciones y premios, entre los que sobresalen el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada otorgado por la Casa de las Américas de La Habana, Cuba, en 2004; el Premio Internacional José Martí de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2009; el Premio Libertador al Pensamiento Crítico otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela en 2013; la declaración como “Personalidad destacada de las Ciencias Sociales” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 2014; y el “Premio Democracia” en la categoría “Pensamiento argentino”, conferido por el Centro Cultural Caras y Caretas de Buenos Aires en 2017. El destacado politólogo, sociólogo y escritor argentino, reconocido por sus observaciones críticas sobre la política latinoamericana y el neoliberalismo, el pasado 6 de abril de 2025 reflexionó en la página web “teleSURtv.net” sobre el papel de los medios de comunicación en la destrucción de la democracia. Entre otras cosas, sobre el caso específico de Argentina, afirmó categórico: “Lo que hoy tenemos en la Argentina: medios al servicio del bloque en el poder y sus esperpénticos representantes en el aparato estatal, que no sólo llegaron al Gobierno para destruir desde dentro al Estado -según la estúpida confesión del presidente, propia de un ignorante- sino que en el ejercicio de su gestión practican un constante atropello a la institucionalidad republicana, la división de poderes y al imperio de la Constitución y las leyes… Los medios y sus publicistas repiten las mentiras del Gobierno con total impunidad... Medios que no solo mienten; también ocultan, o minimizan noticias que deberían recibir mucha más atención. Se han convertido en poderes inmensos, fortalecidos con sus ejércitos de ‘trolls’ y ‘bots’, y han perfeccionado las (malas) artes que les permiten, vía los algoritmos, manipular las conciencias y los corazones de la población. Compilar las mentiras que han dicho los medios en la Argentina sería una tarea de años, y sus resultados ocuparían tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica”.


Por último, la tercera parte de los pasajes seleccionados de las entrevistas realizadas por Cris González, fundadora de la revista venezolana “Correo del Alba”, y por Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), entrevistas en las que analizó las modificaciones en el tablero global, el rol de China, Rusia y América Latina, y las políticas del actual gobierno argentino.
 
Nos gustaría profundizar sobre algunas cuestiones, particularmente sobre el tema de Rusia. Usted estuvo participando en un foro internacional de geopolítica ahí, y la realidad es que Rusia estuvo un poco en el centro de la escena. Al margen de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, me gustaría que haga también un poquito de hincapié en esto, en las potencialidades y también las limitaciones del ascenso económico y político-diplomático ruso y chino ¿Qué rol juega Rusia en esa disputa hegemónica transitando también una guerra abierta en Ucrania? Y también, ¿cuánto hay de alianza entre Rusia y China?
 
Primero, China se ha convertido para Estados Unidos en el gran enemigo. Si uno mira los últimos documentos del Consejo de Seguridad Nacional o los documentos del Pentágono, China pasó de ser la competidora de la economía norteamericana a la enemiga de los Estados Unidos. Este cambio semántico que se nota en los documentos oficiales, que no son declaraciones, son textos oficiales del gobierno de Estados Unidos, es algo que equivale casi a una declaración de guerra. Hay una frase que a mí me quedó muy marcada en varios textos del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional diciendo que Estados Unidos tiene enfrente a un país como Rusia, que quiere cambiar las reglas de juego del orden internacional, que tiene la voluntad pero no tiene la capacidad para cambiarlo. En cambio, China tiene ambas cosas, o sea, tiene la voluntad y la capacidad de cambiarla. Por lo tanto, el enemigo a vencer es China. Esto hace que China se mueva con un enorme cuidado en el terreno internacional. Sabedora de que hay en Estados Unidos grupos, ya sea gobierno, técnicos, funcionarios, expertos, asesores, que de repente quieren jugar demasiado cerca. En el caso de Taiwán, China sabe que no puede responder a esas provocaciones salvo marcar un poco la cancha. Ahora, en ese contexto el papel de Rusia, a pesar de que Estados Unidos lo minimiza, es un papel fundamental porque Rusia está a la vanguardia en lo que tiene que ver con el desarrollo de misiles hipersónicos. Estamos hablando de misiles que están desplazándose a una velocidad en algunos casos superior a los veinte mil kilómetros por hora. Pensemos que son misiles que en menos de una hora llegan desde cualquier extremo de Rusia a la costa este de los Estados Unidos. Si esos misiles son disparados desde submarinos que están dando vuelta por el Atlántico Norte, llegarían a Nueva York en cuatro o seis minutos. Entonces, Rusia tiene ese elemento fundamental, esa carta ganadora, y por eso la alianza entre Rusia y China es lo que Estados Unidos quiere romper a cualquier precio. Esto lo venía diciendo el politólogo estadounidense Brzezinski en el famoso texto del Gran Tablero Mundial. Planteaba que lo peor que podía pasar, el peor escenario en contra de los cantos triunfalistas norteamericanos, era una alianza entre Rusia y China. Decía también que era poco probable por las viejas rivalidades entre Rusia y China, pero resulta que China y Rusia resolvieron sus problemas. Hay un dato que parece anecdótico, pero no es un dato menor. Desde que está Xi Jinping al frente de China, hubo cuarenta reuniones entre Putin y Xi Jinping. Estamos hablando de un tándem que está funcionando prácticamente con comunicaciones semanales, personales ¿Por qué? ¿Porque se simpatizan mutuamente? No sé, los dos son bastante parcos, sobre todo Xi Jinping. Pero obviamente los intereses nacionales están por arriba hasta de las teorías. Así que la relación entre ellos, más allá de que tengan diferencias, de que haya habido problemas históricos que fueron resolviendo, es una alianza que se ha fortalecido y que China ha llegado a manifestar por boca de Xi Jinping algunas afirmaciones que eran insólitas. Por ejemplo, que China dijera que, en caso de guerra, China va a estar del lado de Rusia. Esto antes no lo decían porque eran frases muy fuera del marco de lo que son las relaciones normales entre Rusia y China. Y no por simpatías personales, sino por interés nacional, el famoso interés nacional que en la Argentina lo está tirando el gobierno actual por la borda. Si se arma una batahola internacional, el principal blanco de conflicto va a ser el Canal de Panamá, que va a ser muy fácil de bloquear. Es una obra casi que diría de principiantes, se agarra uno de los principales barcos que navegan por el Canal de Panamá y se les pone unas cuantas bombas que hagan que se hunda ese barco, y ese canal queda inhabilitado por años probablemente, hasta que se pueda reconstruir. Los chinos tienen debajo de la manga la construcción de un canal alternativo interoceánico por Nicaragua. Nicaragua es tan plana como la provincia de Buenos Aires y además tiene un inmenso lago en el medio, con lo cual hacer un canal ahí es un juego de niños y por eso Estados Unidos se puso tan loco con eso. Amenazó a los chinos con que no se les ocurra. Fue una amenaza tremenda porque los chinos tenían los planos. A falta de no poder hacer ese canal, tienen que venir a dar la vuelta acá por el sur de la Argentina y Chile. Por eso los chinos quieren estar ahí, quieren tener una presencia ahí. Y por eso este gobierno colonial que tenemos en la Argentina ahora, ha invitado al gobierno de Estados Unidos a construir una base naval en Río Grande para poder desde ahí tener una presencia y monitorear el tráfico que circularía por ese espacio marítimo en caso de que se diera una guerra y que se inhabilite el canal de Panamá. Es una hipótesis extrema, pero los planificadores chinos, a diferencia de los de acá, son tipos que miran a veinte o treinta años. No es que miran la coyuntura de esta semana y la que viene, miran todo y en función de eso está el interés con la Argentina.
 
¿Qué reflexiones le genera el actual gobierno de Javier Milei en Argentina?
 
Yo diría que el gobierno de Milei es un gobierno en donde hay que distinguir el títere del titiritero. Milei es apenas el títere, un títere muy atractivo para la cultura de masas contemporáneas. Por algo ha sido tapa de la revista “Time”. Lo pusieron como una de las personalidades más importantes del mundo, un tipo que de repente todo el mundo sabe quién es y lo mira porque hace cuestiones absolutamente estrafalarias, extravagantes, que ya no se consiguen, que nadie toma en serio, pero que sí llaman la atención. Evidentemente Milei es un personaje que por sus ideas estrambóticas evidentemente llama la atención a todo el mundo. Es un personaje huido de los rincones más sórdidos del medioevo. Milei y los personajes que lo rodean, obviamente. Esta gente desconoce absolutamente todo. Y no les importa, porque es gente que no tiene para nada un proyecto de Nación en la cabeza porque en el pensamiento del anarcocapitalismo y de la escuela austríaca, conceptos tales como la Nación, son entidades que revelan el influjo de ideas colectivistas que nada tienen que ver con los individuos y su libertad para actuar en ese terreno privilegiado que son los mercados. La idea de Nación es una aberración, y el interés nacional mucho más. Esta gente no cree en esas cosas, y por eso es que hacen una política en donde realmente lo que quieren es que la Argentina se convierta en una colonia. Han delegado todo, han entregado todo. Pequeños países centroamericanos y caribeños han dado muestras de un orgullo nacional, a pesar de su debilidad, que no tiene el gobierno argentino. Milei dijo reiteradamente que uno de sus países guías en esta defensa del mundo occidental es Israel, un régimen neo-nazi, hay que decirlo con todas palabras y esto no es una acusación al judaísmo. Yo creo que la tradición humanista del judaísmo es importantísima, yo me siento heredero de esa tradición, y creo que nosotros no podemos pensar al mundo hoy sin la figura de esos grandes intelectuales judíos como fueron Einstein, Freud, Marx o Martin Buber, si se quiere pensar en los grandes pensadores judíos que no tienen nada que ver con este mamarracho criminal que Netanyahu está haciendo. El Estado de Israel se ha desfigurado por completo, convertido en un estado colonialista que practica el genocidio y el apartheid en contra de la población palestina, como en Estados Unidos ocurría con los negros en la década del ‘20 y del ‘30. Y este personaje que tenemos en la Argentina toma a ese país como modelo. Y después a Estados Unidos como el otro campeón de la libertad, sin darse cuenta cómo ha cambiado el mundo en este momento, cuáles son las nuevas constelaciones de poder mundial, cuáles son las tendencias. Entonces, el gobierno de Milei simplemente se ha desentendido por completo de cómo llevar adelante una política exterior que afiance el interés nacional de la Argentina. Y yo creo que necesitamos es una política exterior independiente que tenga en cuenta el interés nacional de la Argentina y el bienestar de quienes vivimos en este país, es eso, nada más que es eso. Entonces la idea de pensar la política exterior desde la ideología es una idea absurda. Milei así lo piensa, se piensa como un aliado de los Estados Unidos, como una especie de sirviente fiel de los intereses norteamericanos en esta región y que está cumpliendo una misión. Es una política exterior que nos lleva a un desastre. Disiento con alguna gente que desde el campo nacional y popular ha dicho “nosotros somos oposición, pero quisiéramos de que al gobierno actual le vaya bien”. Yo no quiero que le vaya bien porque si a este gobierno le va bien, este país se convierte en un país de los más atrasados de África. Con todo respeto lo digo, porque cuando hablo de África hablo de la explotación salvaje, de la degradación que han sufrido producto del colonialismo los países africanos, que tienen 70 u 80% de pobres extremos. Si a Milei le va bien en este país no vamos a tener 54% de pobres como ahora, vamos a tener 80 u 85%, entonces hay que dar ahí un debate, porque si le va bien hay que salir rajando de acá, tomar un avión e irnos a cualquier parte del mundo, porque esto va a ser un infierno, esto va a ser un infierno de pobreza extrema, va a ser el paraíso de los narcotraficantes, y si dolariza la economía, esto se va a transformar en Ecuador, que era el país más seguro de Sudamérica. Que a Milei le vaya bien es condenar a la Argentina a una regresión brutal. Lo que tenemos que hacer es salir a las calles e impedir que a Milei le vaya bien. Yo no digo por la vía violenta, digo por una resistencia no violenta, pero resistencia al fin, como hicieron los jóvenes que en Egipto acabaron con el régimen de Mubarak, que hacía treinta años que estaba en el gobierno. Ningún gobierno resiste dos meses de jóvenes y de gente no tan joven que todos los días a una determinada hora se sienten en una plaza pacíficamente, reclamando justicia y que se vaya el gobierno. Milei no solamente está liquidando a los sectores obreros, empobreciéndoles como nunca antes, está liquidando a las capas medias de una manera muy acelerada, está acabando con grandes sectores el pequeño y mediano empresariado, y hasta del gran empresariado. Aunque haya tenido 56% de votos, no se puede permitir esto, creo que es un mensaje que tenemos que transmitir claramente. Yo termino esto con una invitación a que demos ese debate y salgamos a las calles organizadamente, pacíficamente, pero no nos quedemos en las casas. A las calles y las redes sociales. Yo siempre termino invitando a la gente que me lee, no basta con que me leas, conviértete vos en un guerrero digital, para decir lo que quieras, incluso decir al revés de lo que yo digo, no me importa, pero salí a las calles y conviértete en un guerrero digital, porque ese es el otro gran terreno de la lucha de clases: las calles y las redes sociales.