12 de abril de 2025

Hervé Kempf: “Bienes comunes como la educación, la salud y el medio ambiente, en este momento están siendo destruidos por el capitalismo” (2/2)

Para Hervé Kempf, la humanidad podría estar a las puertas del cambio de paradigma más importante desde la Revolución Francesa. En sus numerosos ensayos ha tratado la conexión entre la crisis ecológica y el aumento mundial de la pobreza, la proporción directa entre el daño ecológico que generan y la desigualdad que promueven las naciones más desarrolladas, y cómo el aumento de la brecha social disminuye las posibilidades de vida sobre el planeta. También ha denunciado la sobreexplotación pesquera, la degradación de los mares, la contaminación de las aguas subterráneas, las emisiones de gas de efecto invernadero, la producción de residuos domésticos, la difusión de productos químicos, la contaminación atmosférica causada por partículas finas, la erosión de las tierras y la producción de residuos radiactivos, trances todos ellos a los que define como saldos ambientales del sistema capitalista de producción.
También enumera en sus obras la desigualdad entre los países del primer mundo y los otros, la cual se mide por el uso de los recursos naturales que pueden hacer unos y otros, y cita como ejemplo a Estados Unidos, país que utiliza más recursos que todo el planeta unido. Tal como afirma una de sus entrevistadoras, la periodista y escritora argentina Soledad Barruti (1981) en su artículo “El planeta de los CEOs” -coincidiendo con Hervé Kempf-, el sistema capitalista “tiene un modo de ser, una personalidad individualista, competitiva, ambiciosa y perversa que no se limita a individuos, sino que se extiende al comportamiento de naciones enteras. Y lo peor de esa lógica de consumo eterno es que ya no hay modo de seguir abasteciéndolo sin severas consecuencias: no se puede seguir exprimiendo el planeta, estimulando el desarrollo y garantizar a la vez la supervivencia de la raza humana a corto plazo. En conclusión, ese desarrollo, lejos de mejorar las condiciones de vida sobre la Tierra, las empeora tanto para las sociedades que lo viven como para el resto”.
La fecunda obra del periodista y autor que se autodefine como no marxista y afirma que sus análisis no son clasistas, tipo proletariado por un lado y burguesía por el otro, incluye, entre otros ensayos, “L'économie à l'épreuve de l'écologie” (La economía puesta a prueba por la ecología), “Coup de chaud sur la planète. Les dérèglements climatiques” (Ola de calor en el planeta. La disrupción climática), “Pour sauver la planète, sortez du capitalisme” (Para salvar el planeta, salir del capitalismo), “L’oligarchie ça suffit, vive la démocratie” (Basta de oligarquía, viva la democracia), “Tout est prêt pour que tout empire. 12 leçons pour éviter la catastrophe” (Todo está preparado para que todo empeore. 12 lecciones para evitar la catástrofe), “Que crève le capitalisme. Ce sera lui ou nous” (Dejemos que muera el capitalismo. Será él o nosotros) y “Comment les riches détruisent la planète” (Cómo los ricos destruyen el planeta).


Lo que sigue es la segunda parte de la compilación de entrevistas a Hervé Kempf publicadas en el suplemento “Radar” del diario “Página/12”, en la revista “Ñ” y en la página web multilingüe “Voxeurop” en las cuales, entre otros temas, se refirió a como la actual estructura económica condiciona negativamente las metas de la ecología y sobre “Reporterre”, el medio digital de comunicación -por él creado- centrado en las cuestiones climáticas y ecológicas.

¿Cómo logra que sus ideas se implementen? ¿Le interesaría estar en política?
 
Yo hago política. Soy un ciudadano. Esta conversación es hacer política. La gente que lee esta nota está haciendo política, porque está haciendo esto en vez de mirar el futbol. Pensar en las preguntas que tenemos en común, sobre el destino de nuestra sociedad, pensar sobre lo que es bueno y lo que no es hacer política. Y, por supuesto, la de un periodista es una especie de actividad política porque nuestra regla es ser testigos sobre qué está pasando y contárselo a los demás ciudadanos. Pero, por otro lado, los libros, las ideas y los diarios son muy importantes. Y si podemos poner sobre la mesa la pregunta de interés público, cambiará la manera en la que los políticos toman sus decisiones. La tercera idea es que ser un político requiere habilidades específicas. Yo no estoy en contra de los políticos, sino en contra del hecho que ahora muchos políticos son parte de la oligarquía y defienden los intereses del capitalismo. Pero necesitamos a los políticos. Necesitamos hombres y mujeres que sean capaces de entender la sociedad y los problemas del futuro y hacer las negociaciones correctas para tomar las decisiones colectivas correctas. Poder hacer eso es una habilidad específica. Yo puedo ser periodista y puedo escribir libros, pero la política no es para todos.
 
“Reporterre” se creó por primera vez en 1989. ¿Qué le llevó a llevar a cabo el proyecto?
 
En 1986 se produjo la tragedia en Chernóbil. Lo cual me impactó muchísimo. Me dije que el medioambiente era muy importante y pude constatar que no existía periódico alguno no militante que se dedicara a este tema. Pensé en crear un diario con un dinero que había heredado. Pero de sobra sabía que no era suficiente. Hacía falta mucho presupuesto. El “Time”, que ya entonces era un gran diario, había decidido en enero de 1989 (fecha de nuestro lanzamiento) que el personaje del año sería… “El planeta Tierra”. Esto nos sirvió de ayuda, pues los medios y el público se habían dado cuenta de que el medioambiente era importante. La cosa arrancaba bien. Se vendían 26.000 ejemplares todos los meses, de media, y se alcanzaron los 4.600 suscriptores de pago. El problema fue su muy débil capitalización, su asfixiante falta de tesorería. Al cabo de un año, hubo que suspender el proyecto. El tiempo pasó y yo, después de trabajar como periodista en muchos medios de comunicación diferentes, acabé contratado por “Le Monde” en 1998 para cubrir el medioambiente.
 
“Reporterre” se relanzó en 2007. ¿Cómo ocurrió?
 
En 2007 yo había escrito “Cómo los ricos destruyen el planeta”. El libro explicaba la coyuntura de la cuestión social y la ecológica y hasta qué punto son indisociables. Para demostrar que esto no era solamente teórico, sino que podía ver en la actualidad diaria, creé un sitio web al que llamé “Reporterre”: ese fue el segundo nacimiento. Durante aquellos años, aun trabajando en “Le Monde” mantuve vivo el sitio como un hobby, aprendí a escribir en internet, me familiaricé con la herramienta. Y luego, en 2012-2013, cuando “Le Monde” me censuró y se enzarzó en una disputa conmigo, pasé -con ayuda de amigos- a “Reporterre” al ámbito profesional, con la idea de que llegara a ser un verdadero sitio de noticias y que pagáramos al personal para producir esta información. La ventaja de internet es que es más barato que imprimir y difundir un periódico en papel. En 2013, “Reporterre” no tenía empleados, tan sólo mi trabajo gratuito. Y luego, poco a poco, las donaciones empezaron a llegar, también di conferencias sobre mis libros y pedía que el público no me pagara a mí sino al sitio. Empezamos a recibir pequeñas subvenciones de fundaciones privadas. Pude poco después empezar a pagar a algunos periodistas independientes y firmar un contrato temporal con un periodista. El tráfico aumentó, las donaciones también, y en aquel momento se puso en marcha un círculo virtuoso.
 
Su ensayo “Cómo los ricos destruyen el planeta” se ha traducido a diez idiomas. Su versión cómic “Cómo los ricos se cargan el planeta”, publicado en invierno de 2024 en colaboración con el dibujante Juan Mendez, desentraña la relación entre las desigualdades sociales de nuestras sociedades y la crisis climática. ¿Cuál es la razón del libro?
 
Pues sí, ha sido todo un éxito, se vendieron rápidamente 30.000 ejemplares. Y a largo plazo se alcanzarán los 70.000, pues se sigue vendiendo bien; ahora está en su cuarta edición. El libro ha contribuido en gran medida a la comprensión de que la cuestión ecológica y la cuestión social son indisolubles. Simplificando, en aquella época la izquierda seguía considerando la ecología como una cuestión de “pajaritos” y los ecologistas ignoraban o subestimaban el problema de las desigualdades. En verdad, era necesario articular la relación entre las dos temáticas. Y ahora me alegro de que se haya convertido en un lugar común. Lo que hoy queda por explicar es que la cuestión de los ricos y de las desigualdades no concierne sólo a Musk y otros ultra ricos. Si lo analizamos a escala mundial, todas las clases medias europeas están implicadas. Entre el 40% y el 60% de la gente -incluso yo, por ejemplo- en los países europeos se encuentra entre el 10% más rico del mundo. No se trata, pues, de “machacar a los ricos”, sino de reducir las desigualdades en su conjunto en los países ricos, avanzando juntos, hacia una mayor sobriedad.
 
“Reporterre” tiene una línea editorial que se puede calificar de “fuerte”. ¿Diría usted que hay una posible relación entre el compromiso político y el oficio de periodista?
 
Bueno, son dos cosas totalmente diferentes. Un periodista es alguien que pretende contar el mundo a sus contemporáneos. Y lo hará con la mayor honradez posible, investigando, yendo a ver, verificando los hechos, buscando contradicciones. Después va a explicitar una actitud: “miro el mundo, pero no pretendo ser objetivo. Lo miro desde un determinado punto de vista”. Este punto de vista es la línea editorial. La mayoría de los periodistas y de los medios de comunicación no definen claramente su línea editorial. En “Reporterre” la definimos diciendo que la cuestión ecológica es la cuestión política esencial del siglo XXI. Y a partir de esta línea intentamos contar lo que pasa. Para que se entienda bien, suelo tomar el ejemplo de “The Economist”, que es un periódico muy bueno y que desde su nacimiento tiene una línea editorial clara: considera que el liberalismo es un modo de organización que permite que la sociedad viva en armonía, en paz y prosperidad, etc. A partir de este punto de vista, ellos cuentan lo que pasa en el mundo. Y lo hacen, por lo general, muy bien. Pero se sabe desde donde están hablando. La diferencia respecto a un compromiso político ocurre cuando asumo una visión del mundo y me identifico en una doctrina política o un partido político y que, desde entonces, actúo sobre la sociedad difundiendo las ideas de ese partido o de esa doctrina y trato de convencer a la gente… con la idea de llegar al poder. Nosotros, como periodistas, no pretendemos llegar al poder, y si los ecologistas hacen cosas que no nos convienen, lo contamos. Escribimos muy pocas columnas de opinión y yo escribo muy pocos editoriales. Nosotros informamos: tenemos una línea editorial y una visión del mundo que asumimos. En periodismo, también se le llama ángulo.
 
Y además está la cuestión de la independencia. ¿Cómo garantizarla?
 
Esta es una cuestión fundamental que garantiza la calidad de la información: “Reporterre” es independiente. Somos una asociación sin ánimo de lucro, no hay accionistas, el 98% de nuestros ingresos provienen de las lectoras y los lectores. En forma de pequeñas donaciones. No hay grandes donantes que den 10.000 o 5.000 euros.
 
¿Es el periodismo de alguna manera responsable de la crisis democrática que estamos viviendo?
 
El “periodismo” no es homogéneo. La responsabilidad de los periodistas es la de no haber luchado cuando los multimillonarios quisieron comprar sus medios, es la de no haber luchado lo suficiente por su independencia. Así pues, la responsabilidad de los periodistas es grande. Se les pide que respeten los principios fundamentales del periodismo. Para mí el primero de ellos es la libertad. Añado esto a la definición de periodismo: ser periodista es ser libre y trabajar por la libertad. Debemos ser libres. Es la libertad del periodista la que garantiza la calidad de la información que produce. Yo hablo del mundo, quizás no lo hago bien, pero ya sabéis desde qué posición hablo y sabéis que nadie me obliga a decir lo que os digo. Esta es la responsabilidad de los periodistas: luchar por la libertad en general y por la suya propia. El precio que uno debe pagar por el privilegio de desempeñar este apasionante oficio es luchar por la libertad. Por la nuestra y, de rebote, por la de la sociedad.
 
También existe un impasse estructural debido a la crisis de la prensa.
 
Es un sistema económico, sí. Pero hay gente valiente. Como Catherine André en “Voxeurop”, nosotros en “Reporterre”, nuestros colegas hombres y mujeres de “Arrêt sur Image”, “Mediapart” y toda la juventud del gremio que lucha por crear medios de comunicación independientes. La prensa independiente está creciendo. Podría inspirar a los periodistas de medios de comunicación subordinados al capital. Nos enfrentamos a cambios económicos constantes. Pero debemos seguir luchando por nuestra independencia respecto a los accionistas.
 
“Reporterre” tiene un modelo de funcionamiento bastante horizontal que no se suele encontrar en los medios de comunicación. ¿Cómo funciona?
 
Existe un consejo de administración que orienta el conjunto y vela por la independencia y el respeto de la línea de información sobre ecología. Soy el director editorial, con un asistente. Hay un director general. Y la jefatura de redacción es rotativa: cada quince días, uno o una de entre los cinco o seis periodistas más experimentados se turnan para asegurar la edición diaria, dirigir las conferencias editoriales, decidir sobre la organización de la portada, etc. Es un sistema original, que funciona muy bien y que nos ayuda a desarrollar una cultura de inteligencia colectiva. Al principio “Reporterre” era muy pequeño, así que hacía de todo. Y luego, poco a poco, fuimos creciendo. Yo también evolucioné, porque vengo de un universo, “Le Monde”, que era muy vertical. Tenemos una forma de funcionar mucho más horizontal, aunque a veces la verticalidad es necesaria para resolver dudas.
 
El contexto europeo sigue siendo importante. ¿Qué es Europa para usted hoy en día?
 
Sigo apegado a la idea de Europa. Más aún en estos momentos en que tenemos un ascenso de la extrema derecha -por no decir del fascismo- que quiere romper Europa y, en el proceso, recrear comunidades separadas entre sí, generando una visión fantasmagórica de Europa, que es racista y cerrada al mundo exterior. Considerando que, precisamente, el ideal europeo, en particular para Francia y Alemania (yo soy del este de Francia y muy sensible a las abominaciones que ocurrieron durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial) es poder vivir juntos sin necesidad de estar de acuerdo y siendo diferentes, pero en paz y haciendo algo juntos. Y lo necesitamos más que nunca, ahora que estamos viendo tantas tentativas de fragmentación, nacionalismo, repliegue... Sé que es un ideal, pero actuamos en función de un ideal. En “Reporterre” también trabajamos por el ideal de un mundo ecológico, justo y, si es posible, feliz. El problema es que Europa sigue inmersa en una lógica neoliberal. Existe el espíritu de Europa, pero luego está su traducción política, que es muy decepcionante.

11 de abril de 2025

Hervé Kempf: “Bienes comunes como la educación, la salud y el medio ambiente, en este momento están siendo destruidos por el capitalismo” (1/2)

El periodista y escritor francés Hervé Kempf (1957) nació en Amiens, cursó los estudios secundarios en el Lycée Henri IV de París y luego estudió ciencias económicas, historia y ciencias políticas en el Institut d'Études Politiques de París. Comenzó su carrera como periodista en la radio “Cocktail”, luego en la radio “Je t'aime” -ambas de París-, después en la radio “Alligator” de Montpellier, y más adelante lo hizo en la revista “Science et Vie Micro” y en el programa de televisión “Sauve qui Veut”. Su inclinación por la problemática medioambiental surgió a partir del accidente nuclear ocurrido en abril de 1986 en la central Chernóbil ubicada en el norte de Ucrania, una catástrofe que lo llevó a dedicarse a cuestiones ecológicas escribiendo artículos en distintas publicaciones científicas y económicas, entre ellas “Le magazine de l'environnement”, “Courrier International” y “La Recherche”.
En 1998 se incorporó al diario “Le Monde” donde cubrió el ámbito medioambiental, en particular las cuestiones relacionadas con las negociaciones sobre el clima y los organismos genéticamente modificados. En ese periódico vespertino creó y editó en enero de 2009 la columna semanal “Écologie” hasta que, en septiembre de 2013, decidió dejar el diario afirmando ser víctima de la censura y acusando a su dirección de estar alejada de los intereses del pueblo. En el año 1989 había fundado la revista “Reporterre”, la cual, a pesar de vender más de 25.000 ejemplares por mes, no logró el equilibrio financiero para sostenerse y dejó de publicarse poco después de un año. Años después, en 2007, Kempf creó un sitio web con el mismo nombre, un diario digital sin fines de lucro de libre acceso que no contiene publicidad y mayoritariamente se mantiene gracias a las donaciones de sus lectores.
En una entrevista detalló la línea editorial de este espacio de Internet, al cual definió como la articulación entre periodismo y compromiso político: “Tenemos una línea editorial muy clara, que está escrita en el sitio: consideramos que la cuestión ecológica es la principal cuestión histórica y política desde el comienzo del siglo XXI. La ecología es política y no se puede reducir a cuestiones de naturaleza y contaminación. La ecología afecta al destino común, afecta al futuro, y su situación se deriva en gran medida de las relaciones sociales: así pues, lo que ‘Reporterre’ presenta y discute es una ecología política. Estamos comprometidos y estamos librando una lucha contra la cosmovisión liderada por la economía”.


Lo que sigue a continuación es la primera parte del compendio de entrevistas que Hervé Kempf concediera a las periodistas Soledad Barruti y Francesca Barca en ocasión de su visita a la Argentina, y al periodista y escritor Andrés Hax publicadas en el suplemento “Radar” del diario “Página/12”, en la revista “Ñ” y en la página web multilingüe “Voxeurop” el 25 de septiembre de 2011, el 30 de septiembre de 2011 y el 5 de febrero de 2025 respectivamente.
 
 Según lo que puede leerse en sus libros, la humanidad en su economía expansiva camina hacia su propia destrucción. ¿Qué hay que hacer para evitar el colapso?
 
Lo que hace falta es que las personas retomen el control creativo de sus vidas. Que se den cuenta de que hay que salir del individualismo. Que el futuro no está en la industria, ni en la tecnología, sino en la agricultura campesina, en un nuevo sistema económico de responsabilidad social. Y que el cambio debe ser colectivo: exigiéndoles a los políticos para que legislen en esa dirección. ¿Un pedido demasiado idealista? Todo lo contrario, el adversario está desgastado. En el apogeo de su florecimiento, el capitalismo va a desvanecerse.
 
Entonces, en el fondo, ¿cree que vamos bien?
 
Creo que están pasando muchas cosas extraordinarias. Hay cada vez más interés mundial por la ecología, porque ésa es la cuestión más importante del tercer milenio. Hace veinte años, la ecología parecía muy teórica, pero ahora se ha vuelto algo cotidiano porque todos los días tenemos un signo nuevo de que algo está cambiando. Hace veinte años uno podía prestar menos atención a las cuestiones de desigualdad, pero hoy son muy visibles en todos los países del mundo. Hace veinte años uno podía no darse cuenta del poder de los bancos y del sistema financiero, pero hoy en día está muy claro que tienen un comportamiento antisocial. Eso hace que haya más gente intentando cambiarlas. Los periodistas, los intelectuales, los que relatan el mundo, tenemos que presentar las perspectivas de una manera muy clara para que la gente entienda qué es lo que está pasando.
 
En sus libros expone cómo la ecología ha puesto en jaque al sistema capitalista por ser un límite a la posibilidad de explotación expansiva. ¿Eso finalmente ha generado movimientos sociales?
 
El vínculo entre la ecología y lo social se ha vuelto cada vez más frecuente y observable, aunque muchos periódicos siguen dejando de lado la cuestión. Por ejemplo, el movimiento social que se desarrolló en Chile cuando visité ese país se originó como un movimiento en contra de las represas al sur del país. Y después pasó a transformarse en una cuestión social por la educación. Y en ambos casos las problemáticas que se plantean son las mismas: la concentración del poder por parte de las grandes corporaciones, la privatización de los recursos y la ausencia de democracia en la toma de decisiones.
 
Cuando terminó su libro sobre la necesidad de salir del capitalismo, esos movimientos recién empezaban a asomar. Hoy proliferan en el mundo y tienen a los jóvenes como protagonistas.
 
Sí, hay cada vez más partes de la población que se dan cuenta de que el sistema está bloqueado. Podríamos citar también lo que pasa en Grecia o en Francia, donde el año pasado hubo un movimiento social muy importante; en Túnez, en Egipto y en España.
 
¿Y bajo qué sistema se encuadran esos movimientos?
 
Es muy difícil encontrar un enlace político para esa expresión. Por ejemplo, los indignados de Madrid rechazaron a los partidos políticos. Porque la izquierda y la derecha están demasiado cerca. Una gran parte de lo que se llama la izquierda, como el Partido Socialista en Francia, Italia o España, los socialdemócratas en Alemania, los laboristas en Inglaterra, la Concertación en Chile, han aceptado la lógica neoliberal, por lo cual ahora tienen una gran dificultad para cuestionar esa lógica. Y lo que el pueblo está pidiendo es justamente salir de ese sistema neoliberal. El problema es que la oligarquía hoy en día es tan fuerte que controla tanto el sistema político como a los medios: las partes que se expresen de manera muy contundente contra ese poder tienen dificultades para encontrar su lugar.
 
Lo que nos lleva de vuelta a la importancia del rol de los intelectuales, de los comunicadores.
 
Los cambios de conciencia colectiva los promueven quienes relatan el mundo. Escribir libros y artículos genera cambios. Claro que yo respondo como alguien cuyo trabajo es escribir. Un abogado podría optar por no defender a las grandes empresas sino a la gente de una pequeña población que está siendo amenazada.
 
¿Y cuál sería el rol que deberían asumir los científicos? Porque entre la biotecnología y las investigaciones financiadas por las grandes corporaciones, los científicos tienen mucho poder en este momento.
 
En el caso de los científicos es más difícil porque su conocimiento es de naturaleza diferente. El conocimiento de los periodistas, los intelectuales o los políticos se refiere a la sociedad, y aunque pueden estar basados en datos muy concretos, siempre tienen elementos subjetivos y se prestan a diferentes análisis. El conocimiento científico avanza poniéndose de acuerdo en conocimientos objetivos, haciendo mediciones: su conocimiento está en la materia, no en la sociedad que lo utiliza. Pero eso no les quita su responsabilidad. En las últimas décadas se ha sometido a los científicos a intereses financieros. Aunque todavía puede haber quienes asuman riesgos para hablar y realizar investigaciones en ámbitos que los intereses financieros no quieren abordar. En Francia está Gilles Seralini, un biólogo que trabaja sobre los efectos que los transgénicos y el glifosato tienen sobre la salud (entre sus estudios se destaca el descubrimiento de que el glifosato es letal para los embriones y que contamina los alimentos genéticamente modificados para resistirlo). Seralini tuvo muchas dificultades en su carrera porque los organismos universitarios no querían que trabajara en ese ámbito. Es una prueba de que a veces los científicos no privilegian sus intereses o su carrera personal.
 
Profundizando en ese aspecto, ¿cree en la biotecnología aplicada al desarrollo agroindustrial?
 
Yo trabajé mucho sobre ese asunto. Incluso escribí un libro donde cuento la historia de los transgénicos. A priori no estoy en contra de los transgénicos, pero si uno mira la historia de su desarrollo se ve que, antes de aprobarlos en Estados Unidos, no se realizaron muchos estudios previos sobre sus efectos en la salud, ni de los efectos sobre la vida de los agricultores y los pequeños campesinos. En general se aprobaron de manera muy rápida para beneficio de las grandes empresas. Y por supuesto no se puede decir que los transgénicos aporten un beneficio en materia de alimentación. Entonces, yo estoy bastante de acuerdo con el movimiento ecologista europeo que impidió el desarrollo de transgénicos en ese continente, a diferencia del norteamericano que lo promueve en el mundo. Porque finalmente detrás de las cuestiones de la biotecnología vegetal está la discusión en torno del tipo de agricultura que se quiere en un país, y la agricultura remite a un sistema social siempre.
 
Usted asegura que el crecimiento del PBI va de la mano con la desigualdad social. ¿Podría desarrollar ese concepto?
 
Me parece que la obsesión de los gobiernos por el crecimiento también apunta a invisibilizar el crecimiento de las desigualdades. Y el ejemplo es sencillo: si hay un crecimiento global del PBI, los que están en la parte más baja de la pirámide van a ver un aumento proporcional de su nivel en un 1%, van a creer que su realidad va mejor y nadie se va a dar cuenta de que las condiciones de los que están en la parte de arriba de la pirámide aumentan en un 4%. Muchas veces el crecimiento es una manera de volver invisible la desigualdad en la distribución de la riqueza.
 
¿Qué sucede con la parte media de la pirámide, con esa clase que está adormecida en el consumo y sin ninguna ideología?
 
Las clases medias están atrapadas en una contradicción. Ven que el mundo cambia, que la cuestión ecológica se vuelve cada vez más apremiante, que el sistema capitalista no busca mejorar su situación. Al mismo tiempo se han acostumbrado a un alto nivel de confort y tienen dificultades en aceptar que sería necesario perder algo de ese confort, como dejar de cambiar el televisor o el celular a cada rato. En los países del Norte, las clases medias ya están tensionadas por esa contradicción. Eso explica que no encuentren una representación política: esas dos tendencias de la clase media no permiten definir de manera clara cuáles son sus objetivos. Tienen que entrar en una lógica de reducción del consumo material y a su vez entrar en el desafío de reconquistar bienes comunes -como la educación, la salud y el medio ambiente en general- que garanticen una mejor vida social y que en este momento están siendo destruidos por el capitalismo.
 
En sus libros expone que una de las decisiones más urgentes sería limitar la capacidad de ganancia de los ricos, establecer una Renta Máxima Obtenible. ¿Es un deseo personal o su propuesta ha tenido alguna precisión concreta?
 
Está avanzando. En Francia hay un debate actualmente sobre las ganancias máximas. La idea fue tomada por los partidos ecologistas y los partidos de izquierda, que representan cada uno el 8% del electorado. El Partido Socialista francés ha incorporado la idea de un salario máximo dentro de las empresas públicas. Y cada vez salen más proyectos de reforma fiscal para que los ricos paguen.
 
¿En ese sentido va el pedido de aumento de los impuestos que hicieron los ricos en Francia?
 
No fueron todos los ricos sino algunos de ellos. Pero sin dudas los ricos están sintiendo que viene mucha presión de abajo. Entonces hacen gestos de caridad: “este año les dejo mil millones”. Pero no hay que tomar esos gestos. Lo que se necesita es una reforma fiscal. Que la sociedad, que es la que elige a los representantes del pueblo, que a su vez votan los impuestos, exija que se modifique esa situación. Y en todos estos temas es igual: el nodo de la democracia es la representación del pueblo para que decidan acerca de las representaciones en común. Eso que era central en la Revolución Francesa vuelve a estar en el centro del debate.
 
Luchar contra el capitalismo suena como una tarea tan gigantesca... ¿Cuál sería una forma concreta de esta lucha?
 
Una cosa muy fácil de hacer -no es fácil en los primeros días, como dejar de fumar- pero una cosa muy buena y eficiente para ser libre es apagar la televisión, tirar la televisión a la calle y olvidarse de ella y comenzar de vivir sin televisión. Eso es una forma bien concreta y eficiente para que un individuo empezar a cambiar. Algo interesante es que el capitalismo en su última etapa, en los últimos treinta años, ha privatizado más y más áreas de actividad social. Privatizó el sexo, privatizó el deporte… Y usó la televisión para controlar las mentes de las personas y para empujar a la gente hacia este tipo de actividad. Y hacerles creer que la política y los temas técnicos no son muy interesantes. Está muy claro que la oligarquía dentro del capitalismo siempre ha intentado controlar la televisión. Saben que es la manera más eficiente de controlar la mente de las personas. Antes, la interacción social se realizaba en cafés, en familia, en la iglesia, en el sindicato, en la calle… Las cosas eran más vividas. Ahora estamos en una situación en la cual en todos los países la gente ve por lo menos tres horas y media de televisión por día. Esto quiere decir que todos nuestros hermanos y hermanas están siendo controlados por la televisión.
 
Hace una distinción entre el capitalismo y el libre mercado. ¿Puede explicar cómo es esta diferencia?
 
Baso mi argumento en historiadores como Fernand Braudel y Karl Polanyi. Ellos analizan el capitalismo como la extensión del principio del libre mercado hacia todas las facetas de la sociedad. No estoy en contra la economía de mercado. Creo que es útil para producir cucharas, relojes, papel, mesas, cámaras... muchas cosas. El comercio libre es algo útil, por más que las cooperativas también lo sean. Lo que digo es que, en los últimos treinta años del capitalismo, la economía de libre mercado se ha extendido a todos los campos de la actividad social. Y no creo que todas las actividades sociales deban ser regidas por el mercado. La ecología, por ejemplo, no puede ser dejada al mercado porque la tenemos que proteger. Los ecosistemas son un bien común. Lo mismo con la educación, que es tan importante para la sociedad que no la podemos dejar en las manos de los mercados; tiene que ser regido por el Estado. Y cuando digo Estado hablo de la expresión de la comunidad de ciudadanos en un sistema democrático. No estoy a favor de planificación estatal o que el Estado controle todo. Lo que sí quiero es que el mercado se limite a funcionar en los lugares donde es más eficiente.

2 de abril de 2025

Entremeses literarios (CCXVIII)

LA DESESPERACIÓN DE LAS LETRAS
Ginés S. Cutillas
España (1973)
 
Estaba viendo la tele cuando oí un fuerte estruendo detrás de mí, justo en la biblioteca. Me levanté extrañado y fui a comprobar qué era. Una masa inconsistente de papel agonizaba a los pies de la estantería. La cogí entre mis manos y desmembrando sus partes pude adivinar que aquello había sido un libro, Crimen y castigo para ser exactos. No supe encontrar una explicación lógica a tan extraño incidente.
A la noche siguiente, estando de nuevo delante de la televisión, el inquietante ruido. Esta vez, irónicamente, había sido Ana Karenina quien se había convertido en un manojo de papel deforme que yacía a los pies de sus compañeros.
Unas noches más tarde me di cuenta de lo que ocurría: los libros se estaban suicidando. Al principio fueron los clásicos. Cuanto más clásico, más alta la probabilidad de estamparse contra el suelo. Después comenzaron los de filosofía, un día moría Platón y al otro Sócrates. Luego les siguieron autores contemporáneos como Hemingway, Dos Passos, Nabokov…
Mi biblioteca estaba desapareciendo a pasos agigantados. Había noches de suicidios colectivos y yo, por más que me esforzaba, no conseguía encontrar un rasgo común entre las obras kamikazes que me permitiera saber cuál iba a ser la siguiente. Una noche decidí no encender la televisión para vigilar atentamente los libros. Aquella noche no se suicidó ninguno.
 
 
UNA CABRIOLA
Américo Barracha
Argentina (1929-2001)
 
Nunca fue supersticioso. Cuando se le cruzó el gato negro, en lugar de tomar una de las tantas actitudes anti agoreras, le tiró un furibundo puntapié que el gato esquivó con una cabriola.
El impulso lo hizo caer hacia atrás. Se desnucó.
 
 
INTERVALO DE CINCO MINUTOS
Francis Picabia
Francia (1879-1953)
 
Yo tenía un amigo suizo llamado Jacques Dingue que vivía en el Perú, a cuatro mil metros de altitud. Partió hace algunos años para explorar aquellas regiones, y allá sufrió el hechizo de una extraña india que lo enloqueció por completo y que se negó a él. Poco a poco fue debilitándose, y no salía siquiera de la cabaña en que se instalara. Un doctor peruano que lo había acompañado hasta allí le procuraba cuidados a fin de sanarlo de una demencia precoz que parecía incurable.
Una noche, la gripe se abatió sobre la pequeña tribu de indios que habían acogido a Jacques Dingue. Todos, sin excepción, fueron alcanzados por la epidemia, y ciento setenta y ocho indígenas, de doscientos que eran, murieron al cabo de pocos días. El médico peruano, desolado, rápidamente había regresado a Lima… También mi amigo fue alcanzado por el terrible mal, y la fiebre lo inmovilizó.
Ahora bien, todos los indios tenían uno o varios perros, y éstos muy pronto no encontraron otro recurso para vivir que comerse a sus amos: desmenuzaron los cadáveres, y uno de ellos llevó a la choza de Dingue la cabeza de la india de la que éste se había enamorado… Instantáneamente la reconoció y sin duda experimentó una conmoción intensa, pues de súbito se curó de su locura y de su fiebre. Ya recuperadas sus fuerzas, tomó del hocico del perro la cabeza de la mujer y se entretuvo arrojándola contra las paredes de su cuarto y ordenándole al animal que se la llevase de vuelta. Tres veces recomenzó el juego, y el perro le acercaba la cabeza sosteniéndola por la nariz; pero a la tercera vez, Jacques Dingue la lanzó con demasiada fuerza, y la cabeza se rompió contra el muro. El jugador de bolos pudo comprobar, con gran alegría, que el cerebro que brotaba de aquélla no presentaba más que una sola circunvolución y parecía afectar la forma de un par de nalgas…
 
 
ME CAIGO Y ME LEVANTO
Luisa Valenzuela
Argentina (1938)
 
- Ella, tan famosa, se destacó sobre todo por sus célebres caídas.
- Cuente, cuente, eso va a enriquecer mucho la biografía que estoy escribiendo.
- Como no, por una módica suma se las cuento.
- Acá tiene cien dólares y dígame, ¿fueron caídas en el vicio, en la droga, en la concupiscencia?
- Muchas gracias, pero nada de eso. En el suelo: ¡se dio cada porrazo!
 
 
DETRÁS DE LO OBVIO
Idries Shah
India (1924-1996)
 
Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro que ofrecía en venta. El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor del animal. Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.
- No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Sin embargo, no puedo igualar sus precios.
- Muy sencillo -dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo burros.
 
 
SOMBRERO DE DOBLE COPA
Hugo López Araiza Bravo
México (1989)
 
El mago metió la mano en el sombrero para realizar su acto final. Pero no logró sacarla. Una fuerza descomunal tiró de él hasta succionarlo por completo. Del otro lado, un público de conejos aplaudió su aparición.
 
 
A ENREDAR LOS CUENTOS
Gianni Rodari
Italia (1920-1980)
 
- Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
- ¡No, Roja!
- ¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde…”.
- ¡Que no, Roja!
- ¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de patata”.
- No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.
- Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.
- ¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.
- Y el lobo le preguntó: “¿Cuántas son seis por ocho?”.
- ¡Qué va! El lobo le preguntó: “¿Adónde vas?”.
- Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…
- ¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
- Sí. Y respondió: “Voy al mercado a comprar salsa de tomate”.
- ¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.
- Exacto. Y el caballo dijo…
- ¿Qué caballo? Era un lobo
- Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle”.
- Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?
- Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
 
 
EL POBRE COCCHINO
Ludovico Domenichi
Italia (1515-1564)
 
El pobre Cocchino vivía en un pequeño rancho con muy escasas pertenencias, y por lo tanto no se tomaba la molestia de poner llave por las noches. Una vez, en medio de la noche, entró un ladrón y fue derecho a la habitación donde Cocchino estaba durmiendo. El ladrón, en la oscuridad, se puso a tantear con las manos en busca de algo que robar. Al oírlo, Cocchino le dijo:
- Cuánto me alegraría que usted encontrara de noche lo que yo no logro encontrar de día.
 
 
VISÓN
Christiane Rochefort
Francia (1917-1998)
 
- Lo tendrás -le dice Julia-. Si comienzas a trabajar desde ahora, podrás tenerlo para la Navidad próxima. Con la posición que tiene Philippe, no puede llevar mucho tiempo a su mujer sin visón: daría de qué hablar.
- El visón me importa un comino, no lo quiero.
- Vamos, no digas eso; no seas injusta. El visón está lleno de cualidades: es caliente, es ligero, es bonito, le va a todo el mundo y, además, es sólido. Y, en ciertos casos, puede durar más que el matrimonio.
 
 
UN PROBLEMA FILOSÓFICO
Blas Sewald
Argentina (1954)
 
Hubo un lavado estomacal. Fue hace unos treinta años, creo. Abrí las ventanas del 5º piso en donde vivía, me paré en la ventana y miré las hortensias del jardín, allá abajo. Quise lanzarme al vacío, pero no lo logré. Luego vinieron las pastillas y el lavado estomacal en el Hospital Alemán. Y la crisis posterior. Y todo lo demás. Incluso el recuerdo de Hemingway. No hubo caso. El tiempo ha pasado, pero la angustia no. Hoy ya hace mucho tiempo de todo aquello, pero el sentimiento reaparece una y otra vez. Los días van pasando, bastante eufóricos por cierto, pero yo siempre estoy alerta, esperando que el momento llegue. No sé cuándo será, pero creo que está cada vez más cerca. El whisky no alcanza, los cigarrillos tampoco. Mi histriónica amabilidad hacia los demás sólo sirve para autoengañarme, para intentar autoconvencerme de que todos me aprecian, de que todos me necesitan, pero en el fondo, muy en el fondo, sé que esto no es cierto. Me cuesta dormir por las noches. Me despierto sobresaltado y apesadumbrado. Las preguntas retornan una y otra vez. Y no tengo las respuestas. Sobre todo a aquella de Camus en cuanto a cuál era el único problema filosófico verdaderamente serio. Y hasta pensé en persuadir a mi mejor amigo, médico él, de que se convirtiese para mí en el Max Schur de Freud, pero no me animé a transferirle tamaña responsabilidad. De modo que tomé las pastillas, alrededor de un centenar, y las desparramé sobre la mesa. La botella de JB está casi llena. Enciendo el televisor y miro una vieja película de Antonioni que sólo consigue deprimirme más. Y entonces comienzo el lento y sincopado movimiento de mi mano desde la mesa hasta mi boca. Una pastilla, un trago, una pastilla, un trago. No sé cuántas van, pero ya comienzo a sentir el sueño. Creo que esta vez, por fin, será el definitivo.

24 de marzo de 2025

Daniel Feierstein: “Lo que busca y logra la nueva derecha, en esto que llama batalla cultural, es poner en cuestión los sentidos aceptados colectivamente” (3/3)

La prolífica obra ensayística de Daniel Feierstein comprende “El pasado en la batalla cultural. La disputa por el sentido de los genocidios”, “Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19”, “Nuevos estudios sobre genocidio”, “Los dos demonios (recargados)”, “Introducción a los estudios sobre genocidio”, “Memorias y representaciones. Sobre la elaboración del genocidio”, 
“Juicios. Sobre la elaboración del genocidio”, “El genocidio como práctica social (entre el nazismo y la experiencia argentina)”, “Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio” y “La construcción del enano fascista. Los usos del odio como estrategia política en Argentina”.
También ha publicado en coautoría con otros sociólogos, filósofos, economistas y profesores los ensayos “Memoria y Derechos Humanos”, “Violencia estatal y genocidio en América Latina”, “La discriminación en Argentina. Diagnósticos y propuestas”, “Hasta que la muerte nos separe. Poder y prácticas sociales genocidas en América Latina”, “Tinieblas del crisol de razas”, “Ensayos urgentes para pensar la Argentina que asoma”, “Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina”, “Nombrar la dictadura” y “Genocidio. La administración de la muerte en la modernidad”. Además, ha prologado “La extrema derecha en América Latina”, un volumen que contiene ensayos de autores y autoras reconocidos internacionalmente como Tariq Ali (1943), Chantal Mouffe (1943), Ignacio Ramonet (1943), Wolfgang Streeck (1946), Nancy Fraser (1947), Rita Segato (1951), Branko Milanovic (1953), Judith Butler (1956), Enzo Traverso (1957) y Pablo Stefanoni (1972).
En el día de hoy se cumple el cuadragésimo noveno aniversario de la instalación en la Argentina de la genocida dictadura cívico-eclesiástica-militar conocida como “Proceso de Reorganización Nacional”, sobre la cual Feierstein precisó que “a partir del ejercicio de tareas de inteligencia sobre el conjunto de la población y de la creación de fuerzas estatales y paraestatales encargadas de la intimidación, secuestro, tortura y en muchos casos posterior asesinato de los opositores políticos, la ‘desaparición forzada’ constituyó una de las modalidades más comunes para, simultáneamente, eliminar las pruebas de los asesinatos, instalar el terror en las comunidades e impedir el duelo a los familiares de los asesinados. En Argentina los asesinatos se cuentan por miles o decenas de miles, atravesando todo el espectro de la población y revelando que la sistematicidad de las prácticas, en estos casos, no se vinculaba sólo a los modos de ejercicio represivo, sino también a una decisión de producir dichas transformaciones sociales a través del aniquilamiento sistemático de grupos de población ‘en tanto tales’”.


A continuación, la tercera y última parte del compilado de las entrevistas que fueron publicadas en los diarios argentinos “Página/12” y “Clarín” el 10/4/2023, el 6/9/2024 y el 10/4/2025 a cargo de María Daniela Yaccar, Bibiana Ruiz y Martín Porto respectivamente.
 
¿Cuáles son esas construcciones y relaciones que el fascismo busca construir?
 
Se dan tres elementos: la búsqueda de una movilización reaccionaria, movilizar a la población, pero en un sentido regresivo. No es para conquistar derechos sino para recortarlos. Podemos verlo en la estigmatización de los beneficiarios de planes sociales. Un segundo eje tiene que ver con la irradiación capilar del odio, el mecanismo de la proyección: esa movilización busca encontrar algún grupo o algunos para dirigir toda nuestra frustración y enojo por la situación de nuestra vida, responsabilizándolos en lugar de enfrentar las condiciones que hacen que estemos en esta situación. Por último, la realización de la victoria del capital. Lo que busca esa movilización reaccionaria es consolidar una redistribución regresiva del ingreso.
 
¿Cuáles son los riesgos?
 
Esto lleva a la posibilidad de un profundo incremento de la violencia, a la ruptura de los pactos políticos democráticos. Porque el eje del fascismo es que la vía de salida de los enojos y frustraciones, que genera un empeoramiento permanente de las condiciones de vida de las grandes mayorías, sea la agresión hacia el grupo que es visto como responsable de nuestro sufrimiento. Al no ser direccionada, conducida, desde el aparato del monopolio de la violencia legítima que es el Estado, genera una situación de irradiación capilar del odio y la violencia. Es lo que estamos comenzando a ver: episodios crecientes de justicia por mano propia, llamados a la agresión de determinados grupos, recorte de derechos para legitimar formas de agresión. Lo que es novedoso para nosotros es que esa agresión, en la mayoría de los casos, aparece como espontánea. No lo es realmente; está generada por distintas usinas de promoción y difusión. Pero la lleva a cabo cualquiera: un grupo de vecinos, una persona que fue agredida... Puede ocurrir en un hecho de criminalidad común, un evento de tránsito, eventos políticos donde, de la mano de la antipolítica, el fascismo también busca la imposibilidad de circulación de distintas figuras por la vida cotidiana.
 
El asesinato del colectivero Daniel Barrientos y todo lo que ocurrió alrededor del crimen condensa mucho de lo que está diciendo.
 
Es un hecho muy complejo y contradictorio. Lo que yo veía hace cuatro años, que se ha potenciado, es que cualquier hecho o sufrimiento encendía la mecha. Es lo que se ve en el crimen del colectivero. Es realmente un sufrimiento, una persona que estaba al borde de la jubilación, ya cerrando su vida laboral, lo que pueden sentir sus compañeros... un caso que se viene repitiendo con esa línea y en esa región. Hace estallar la mecha. Pero lo preocupante es cómo. No es que la hace estallar para la organización de los colectiveros en función de enfrentar las causas que están generando esta situación, sino que viene de la mano de comenzar a plantear estigmatizaciones y acusaciones hacia grupos de población que no tienen nada que ver con ese hecho de inseguridad. Que aparezca, por ejemplo, un discurso frente a los planes sociales no tiene ninguna vinculación; hasta podríamos decir que es absolutamente contrario a la lógica que se está queriendo plantear. Si desaparecieran los subsidios y planes tendrías mayores situaciones de inseguridad, más allá de que las grandes mayorías de los sectores populares que sufren consecuencias económicas no caen en la delincuencia común. Es un hecho contradictorio porque el que sufre la agresión de los colectiveros es Berni, una de las figuras que viene atizando este tipo de discursos, planteando hace años la estigmatización de los inmigrantes, los planes sociales...
 
Por eso en Twitter algunes festejaban la agresión...
 
Exactamente. Es como decir “ha recibido su propia medicina”. Esto es muy importante en el fascismo. Cuando uno atiza los odios de esta manera no tiene un manejo de cómo van a expresarse. Berni va muy tranquilo a esa manifestación porque siendo una de las personas que atiza esos odios cree que puede encontrar apoyo en esta postura de salir con una ametralladora y plantear que la solución al problema social es meter bala. Y se encuentra con el resultado de lo mismo que él ha ido atizando junto a Bullrich, Milei y otra cantidad de figuras, sufriéndolo en carne propia. Más allá de que la agresión haya sido más organizada o más espontánea, me parece que da cuenta del peligro al que se expone la antipolítica. Se lleva puestos también a aquellos funcionarios que la atizan y puede dar lugar a figuras que parecen excluidas del mundo de la política, como Milei. Figuras que pueden correr el límite de lo aceptable porque no participan de una construcción que debiera tener algún nivel de responsabilidad por las consecuencias de acciones, discursos y prácticas.
 
Varios filósofos extranjeros vienen hablando de la ruptura de lo común. En la Argentina pareciera que la grieta -mencionada en tu libro más de una vez- llegó a un punto de no retorno. ¿Se perdió toda posibilidad de diálogo entre los que piensan distinto, que, encima, piensan cada vez más distinto?
 
Hay un quiebre en las formas de subjetividad que es un salto por sobre las experiencias fascistas previas. Tiene que ver con la articulación del fascismo con algunas consecuencias del neoliberalismo. El fascismo del siglo XX, europeo, plantea que hay grupos que no son parte de la comunidad. Todavía hay alguna noción de comunidad. En este neofascismo del siglo XXI no se recorta la noción de comunidad, sino que se busca hacerla implosionar directamente. Es la desaparición de la posibilidad de pensarse como parte de una comunidad. También está la pérdida del arte del diálogo con el que es distinto. Y esto va mucho más allá de la nueva derecha, atraviesa también a todo el campo popular y todas las representaciones de la izquierda, los sectores de centro. Es producto de la desaparición o destrucción progresiva de los espacios de encuentro de lo diverso, que en nuestro país fueron históricamente la escuela y la salud públicas, el barrio, la calle, instancias donde uno se encontraba con gente muy distinta a uno, social, económica, cultural y políticamente, y era capaz de construir herramientas para dialogar. Eso, producto también de una serie de transformaciones subjetivas de este momento neoliberal se ha ido destruyendo, entonces cada uno no sabe cómo hablarle a alguien que piensa distinto. Esto también está muy potenciado por las redes sociales, que nos ofrecen un filtro burbuja: potencian lo que pensamos y nos hacen desaparecer del entorno toda disonancia cognitiva. Entonces todos los que no piensan como nosotros son imbéciles, y son tratados como imbéciles. Eso impide cualquier diálogo porque nadie puede dialogar sobre la base de que el otro lo trata como un imbécil que no entiende. Esto se puede ver también en el campo del periodismo. Los medios tienen un alineamiento que hace que solamente publiquen noticias en un sentido y dirección, con una imposibilidad de incorporación de cualquier información disonante.
 
El enano fascista del que habla el libro, o el odio... ¿en qué proporción están en nosotros y en qué proporción son construidos por los medios?
 
Son las dos cosas. Todos nacemos con todo el acervo de emociones. Por supuesto que tenemos muchísimo odio dentro nuestro. La pregunta es qué hacemos con eso. La transformación en la sociedad se vincula a transformaciones en el periodismo y los medios, que atraviesan todo el espinel político y potencian lo peor de nosotros. En los últimos años de los '90 y a comienzos del siglo XXI, el Grupo Hadad encaró una transformación que liberó la lógica de legitimar el insulto, la descalificación, las formas soeces y la denigración como parte de algo aceptable y festejado dentro del medio. Como este estilo logró escucha y rating, irradió hacia otro montón de periodistas y medios. También hacia su escucha. El periodismo tenía un modo de hablar mucho más profesionalizado, un cuidado en el lenguaje, las formas, el modo de plantear que también irradiaba hacia el oyente. Un respeto hacia la opinión del otro que incluso uno podía encontrar en los periodistas de la derecha más dura. La transformación impulsada por Hadad se volvió hegemónica. Si somos formados en un espacio donde se nos muestra que la forma no es esa, nos la guardamos. Si participamos de un espacio donde se nos muestra que todos la dejan salir y eso está bárbaro, nosotros también la dejamos salir y así es como crece.
 
¿Qué escenario electoral imagina?
 
Profunda fragmentación de todos los campos, no sólo del partido de gobierno. El problema es que en esas situaciones puede pasar cualquier cosa. Esta nueva derecha constituye uno de esos sectores fragmentados, si no más de uno. Es muy relevante para el conjunto de los movimientos sociales entender la necesidad de crear lazos entre todas las fuerzas que no están dispuestas a avalar estas modalidades neofascistas para poder cerrarle el camino a aquellas figuras que lo plantean. Hoy el mayor peligro es la posibilidad de que alguna de estas expresiones pueda acceder al gobierno. Hay que pensar en cómo blindar al resto del sistema político ante este peligro. No parece ser lo que prima. Pareciera que hay una confusión, en la que cada uno está muy centrado en sus objetivos, enemigos y propias lógicas internas. Y esas son las circunstancias en las cuales no se observa cómo va creciendo ese huevo de la serpiente. Cuando uno lo deja crecer después se vuelve mucho más difícil de confrontar.
 
¿Cuáles son los límites del peronismo y de la izquierda? ¿En qué están fallando?
 
Mucho del crecimiento de las nuevas derechas se basa en la incapacidad de escucha de las distintas formaciones políticas del campo popular, que no puede hacer lugar a la palabra del otro, la estigmatiza, mientras que la nueva derecha ofrece una respuesta espantosa, pero lo está escuchando. ¿Qué escucha se tiene ante el nivel de sufrimiento y transformación de la vida que genera el aumento sostenido de la inseguridad a lo largo del tiempo, desde el fin de la dictadura hasta hoy? La mayoría de las respuestas del garantismo hacen una negación: “esto no es tan grave” o “no existe”. Este tipo de transformación de la vida que afecta sobre todo a los barrios populares se encuentra entonces, de un lado con la negación, del otro con la propuesta del “meta bala” que termina siendo la única que reconoce el problema. Un segundo nivel es el rol del narcotráfico en la transformación de los lazos sociales en los barrios populares. Un tema absolutamente ignorado por la mayoría del campo popular, y escuchado y utilizado como caballito de batalla por las nuevas derechas que ofrecen una salida absolutamente inefectiva, que es la intervención de las fuerzas armadas como estrategia de represión. Por último, lo que explica la adhesión de tantos varones jóvenes a las nuevas derechas es el efecto que ha generado un conjunto de injusticias y sufrimientos de varones muy jóvenes en relación a la marea verde y el avance del feminismo. Su impacto es tremendamente positivo en la mayoría de los planos, pero ha implicado situaciones concretas de problemáticas, sufrimientos e implementaciones discutibles de muchas lógicas, sobre todo la del escrache entre pares en el ámbito escolar. Esto también es ignorado y estigmatizado por distintos espacios del campo popular, y escuchado y aprovechado por las nuevas derechas, que montan sobre eso una salida terrible: la estigmatización de las luchas de género.
 
¿Nos debemos un debate acerca de la libertad expresión? ¿Debería haber cambios en la legislación para hacerle frente al fascismo?
 
Estoy bastante en desacuerdo con esa línea. ¿Esto se resuelve con una intervención legal o con una de carácter sociopolítico? Ahí es donde está un nudo importante. Los intentos de legislación sobre el negacionismo en general le han dado estatus de contrahegemónico. Han terminado siendo muy contraproducentes. La confrontación se tiene que dar en nuestra intervención en cualquier instancia. Preguntarnos qué hacemos en los medios, con la estructura política, cómo recomponer ciertos principios fundamentales del funcionamiento de la institucionalidad política. Tiene más que ver con acuerdos, diálogos, formas de reducir al mínimo a estos grupos. Plantear un rechazo generalizado que con formas de intervención legal que implicarían darle demasiada importancia a la formalización jurídica de algo que no se resuelve jurídicamente. Si tomamos esto como aceptable va a seguir creciendo, haya o no una condena. El derecho penal está para condenar acciones, no opiniones ni formas de opinión.

23 de marzo de 2025

Daniel Feierstein: “Lo que busca y logra la nueva derecha, en esto que llama batalla cultural, es poner en cuestión los sentidos aceptados colectivamente” (2/3)

En la introducción de uno de sus ensayos, Daniel Feierstein comenta que los asesinatos masivos han existido desde que el hombre habita la Tierra, algo que puede observarse tanto en fuentes de las distintas religiones como en diversos estudios sobre la prehistoria y la historia antigua. Si bien los seres humanos han confrontado desde tiempos inmemorables por los recursos y los territorios utilizado muchas veces el asesinato de los grupos enemigos como modo de resolución de esas confrontaciones, el término genocidio fue acuñado recién en 1943 por el jurista polaco Rafał Lemkin (1900-1959) en su libro “Axis rule in occupied Europe” (El dominio del Eje en la Europa ocupada). Combinando la palabra griega “genos” (raza, nación, pueblo) con el sufijo latino “cidium” (crimen, asesinato), analizó las atrocidades que los nazis infligieron a los judíos europeos. Dicha palabra comenzó a formar parte del Derecho Internacional cinco años más tarde para especificar el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.
Con posterioridad a la obra de Lemkin, otros sociólogos y politólogos analizaron las consecuencias de estos procesos al interior de los Estados nacionales, diferenciando los genocidios perpetrados en tiempos pasados de los que se desarrollaron a partir del siglo XX. Algunos denominaron este procedimiento como “genocidio ideológico”, en el que los abusos se cometen en la propia sociedad del perpetrador con claros objetivos políticos. Por su parte Feierstein definió como “genocidio reorganizador” al procedimiento cuyo objetivo principal no es la destrucción física de un determinado grupo de la sociedad, sino la destrucción de los lazos sociales a partir de la instalación del terror. En esa dirección, ha publicado numerosos artículos académicos en castellano, francés, inglés, alemán, italiano, hebreo y coreano, entre otras lenguas.


En su extensa carrera pedagógica se ha desempeñado como Profesor Invitado en universidades como las estadounidenses Rutgers University of New Jersey, la City University of New York y la Northeastern University de Boston; las alemanas Humboldt Universität zu Berlin, la Universität Heidelberg y la Universität Marburg; las españolas Universidad del País Vasco, la Universidad de Deusto y la Universidad Pompeu Fabra; la británica Queen Mary University, y en varias otras de Argentina, Chile, Colombia, México y Uruguay.
A renglón seguido se reproduce la segunda parte de la combinación de las entrevistas que fueron publicadas en los diarios argentinos “Página/12” y “Clarín” el 10/4/2023, el 6/9/2024 y el 10/4/2025 a cargo de María Daniela Yaccar, Bibiana Ruiz y Martín Porto respectivamente.
 
¿La falta de reactualización de consensos de la que usted habla se inscribe en lo que en su libro “Los dos demonios (recargados)” define como los “errores no forzados” del campo popular que dieron lugar a la instalación de este tipo de narrativas?
 
Cometimos mucho de lo que llamo “errores no forzados”. Primero, el quiebre del pluralismo político que tanto había enriquecido al movimiento de Derechos Humanos se transformó en la idea de “los organismos como una rama del kirchnerismo”, algo que le hizo un daño enorme tanto a los organismos como al propio kirchnerismo. Segundo: el abandono de la discusión franca y abierta, que había permitido, con mucho debate, forjar consignas como “aparición con vida” hacia el fin de la dictadura. Por el contrario, conceptos como “terrorismo de Estado” o “dictadura cívico-militar”, entre otros, se adoptaron sin un debate real y generaron consecuencias muy contraproducentes en las disputas por la memora. Por último, pero no menos importante, las lógicas cancelatorias clásicas del movimiento “woke” impidieron, como en otros temas, pensar críticamente. Si yo debo repetir las “verdades” de los derechos humanos, si la política hacia cualquier cuestionamiento, incluso negacionista, es una ley que les impida hablar, si ya tengo que pensar sobre todo… ¿Cuál creés que será el resultado? El que tenemos: que todo aquel que pregunta tiene dudas, que es curioso, y en especial si es joven, se volverá negacionista porque parece la única manera de poder pensar o discutir abiertamente, porque ahora resulta que para “apoyar la causa de los derechos humanos” sólo hay que repetir las “verdades” ya instaladas. Ninguna disputa por las representaciones se gana de ese modo. La cultura cancelatoria solo nos daña y nos hunde más.
 
Por el contrario, el negacionismo parece mostrar cierto grado de readaptación en su discurso. Usted le reconoce cierta “potencia, lucidez y originalidad” en la disputa por la creación de sentido. ¿En qué se identifican estos rasgos?
 
En la capacidad de cambiar. Los cómplices de los genocidas revindicaron su accionar durante veinte años y fueron marginales en la sociedad argentina, su escucha cada vez era menor. Hacia 2006 aproximadamente, empiezan a percibir que no es el camino. ¿Qué hicieron? Aprender de lo que los organismos de derechos humanos habían hecho bien y hacerlo en espejo, justo cuando los organismos comenzaban a dejar de hacerlo. Primero: dejaron de revindicar la dictadura y, por el contrario, recuperaron la visión de los dos demonios, pero ahora con una direccionalidad opuesta, lo que he llamado la versión “recargada”. Si los dos demonios decían “bueno, ya sabemos que la guerrilla cometió un montón de crímenes, pero el Estado actuó todavía peor y tenemos que centrarnos en eso”, la versión recargada dirá “bueno ya sabemos que el Estado cometió un montón de crímenes, pero acá nadie está hablando de los crímenes de la guerrilla”. Parece lo mismo, pero no, es bastante distinto. La direccionalidad es la opuesta, ahora se trata de iluminar “los crímenes de la guerrilla” cuando en la versión original se iluminaban los del Estado. Segundo: así como los organismos en el primero momento oscurecieron el carácter político de muchas de las víctimas del genocidio y las “angelizaron”, iluminando el rol de las madres, de los bebés secuestrados, de los estudiantes que alfabetizaban, entre otros; ahora los negacionistas hacen lo mismo en espejo. No se centran en el atentado al torturador comisario Alberto Villar, sino en las acciones más cuestionables de las organizaciones armadas, sea el asesinato del secretario general de la CGT José Ignacio Rucci o algún niño que murió producto de una bomba que tenía otro objetivo, etc. Tercero: crean un organismo cuya base es la asesoría jurídica, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), de donde surge la militancia de la actual vicepresidenta de la Nación Victoria Villaruel, que se configura hasta en su nombre como un espejo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Y, cuarto y principal: comprenden que la memoria colectiva se construye de abajo hacia arriba y de modo plural. Por lo tanto, en vez de buscar imponer una verdad “desde el aparato estatal”, salen a disputarla en las calles, en las escuelas, en los medios, en las redes sociales, particularmente entre los jóvenes y en todos los lugares donde se disputan las representaciones colectivas. Entonces, mientras el campo popular iba reforzando sus errores no forzados, el movimiento negacionista iba recuperando y reproduciendo en espejo lo mejor que había hecho el movimiento de derechos humanos en esos veinte años entre el fin de la dictadura y los primeros 2000.
 
En estos cuarenta años de democracia se pueden identificar tres momentos políticos en los que, con mayor o menor intensidad, desde el Estado se intentó un retroceso en términos de memoria colectiva (en los gobiernos de Menem, Macri y ahora Milei). ¿Cuál es la funcionalidad del discurso negacionista en la instalación de proyectos de corte neoliberal?
 
Bueno, es parte de lo que venía diciendo. Menem intentó instalar una política de “reconciliación” pero, paradójicamente, durante su gobierno avanzaron en la sociedad posturas muy interesantes. Fue uno de los momentos más lúcidos del movimiento de derechos humanos, que luego eclosionaron políticamente a partir de 1996 y son los que explican haber podido derrotar las políticas de impunidad con una originalidad y una potencia que se estudia en el mundo entero. Por otra parte, cuando Macri denuncia “el curro de los derechos humanos”, logra un éxito rotundo, pero porque había habido algunos casos de colusiones problemáticas entre organismos de derechos humanos y el aparato estatal. Entonces, Macri (todavía en la oposición) aprovecha eso para deslegitimar a los organismos completamente. Pero la confusión entre la militancia en un organismo de derechos humanos y la función estatal no la inventa Macri. Es un problema serio en el debate de los propios organismos y explica algunos de los errores no forzados de los que hablábamos. El tema es si queremos realmente poner estos temas sobre la mesa o sí, por el contrario, queremos hacer como si nada de esto existiera y seguir pensando que todo se explica por el que gana o pierde las elecciones. Las elecciones son el punto de llegada, no el punto de partida de estas disputas por las representaciones. Hay que recuperar la capacidad del pensamiento crítico.
 
¿Se puede pensar al negacionismo como un mecanismo habilitante del accionar represivo?
 
Es que sí. Jamás la discusión sobre el pasado remite al pasado. Cuando se busca condenar al accionar represivo pasado se pone límites al accionar represivo en el presente. Cuando se ponen peros, se avala la impunidad o se “relativizan” los crímenes del pasado; en verdad se está buscando relegitimar esas acciones en el presente. Todo el sentido de la ofensiva negacionista pasa por avalar el “protocolo” para relegitimar la representación a la protesta, algo que había quedado cuestionado a partir de las políticas de memoria. Y, además, homologar la protesta al delito común, dos prácticas totalmente opuestas ya que la protesta es una acción colectiva que busca reforzar el lazo social comunitario, y el delito común es una acción egoísta que quiebra lazos afectando a otros que también sufren. Creo que la derecha aprovechó muy bien esta confusión y que el movimiento de derechos humanos -en su comprensible deriva “garantista”- no supo distinguirlas. En esa homologación es que apareció esta idea de “los organismos defienden los derechos de los delincuentes y no los de la gente común”. Necesitamos volver a distinguir esas dos prácticas. Yo puedo defender los derechos de ambos, pero a la vez debo señalar con mucha claridad que cuando se reprime al que protesta se reprime a alguien que está haciendo algo bueno y útil para la sociedad, en tanto que cuando se reprime al que delinque se reprime a alguien que está haciendo algo dañino. Si no logramos volver a distinguir estos elementos, será muy difícil disputar las representaciones sobre la realidad.
 
En los últimos días se agudizaron rasgos preocupantes en el accionar del gobierno en términos institucionales: el nombramiento por decreto de dos jueces en la Corte Suprema, la apertura de sesiones ordinarias con un Congreso fuertemente custodiado y sin el ingreso de la prensa al recinto, el ataque a un diputado nacional en el marco de la asamblea, y la amenaza de intervención a la provincia de Buenos Aires, son algunos ejemplos. ¿Observa en esto un riesgo para la institucionalidad democrática?
 
Bueno, esto se vincula a otro debate que vengo intentando abrir ya hace más de un lustro, con muchos enojos en gran parte de la comunidad académica de Historia y Ciencias Sociales, que es el debate no sólo sobre la institucionalidad democrática, sino sobre el posible carácter fascista o neofascista de este momento histórico, algo que va bastante más allá de un gobierno determinado, porque de hecho cuando inicié el debate, Milei ni siquiera era candidato a nada. Pero sí, efectivamente cada día este gobierno da un paso más en el quiebre de la institucionalidad y el diálogo político: los ataques y agresiones diarios en las declaraciones presidenciales o particularmente en sus expresiones en redes sociales, desde “tiemblen zurdos” hasta “ratas K” o “cucarachas K”, entre otras; la represión de la protesta, en particular cuando es desarrollada por sectores populares, las causas judiciales contra organizaciones de base, los arrestos en la vía pública de manifestantes y el armado de causas judiciales contra los mismos, la revelación intencional y pública de información personal sobre un individuo u organización en las redes sociales, y las constantes amenazas por parte de las “milicias digitales” y las provocaciones en las movilizaciones masivas. Y sumemos en estos días la designación por decreto de dos miembros de la Corte Suprema que no cuentan con el apoyo parlamentario y la agresión física, que no es la primera, a diputados nacionales… Pero todo esto, como planteo en “La construcción del enano fascista” se venía incubando ya desde la respuesta oficial ante la desaparición de Santiago Maldonado, en la segunda mitad de 2017 e incluso la persecución y hostigamiento a su familia, muy en especial a su hermano Sergio… ¿Qué necesitamos para identificar los riesgos? Creo que el momento para actuar es cuando estas prácticas están en sus primeras etapas. Una vez que se permiten estas acciones… ¿cómo poner un límite? No hemos vivido, desde el fin de la dictadura, nada parecido a lo que estamos viviendo desde 2017. Pero mucho menos desde la asunción de este gobierno. Por eso esto no nace con Milei, porque Bullrich ya fue ministra de Seguridad y ya había comenzado estas prácticas que ahora se vuelven más graves. Creo que, al conectarse con un fenómeno que no es sólo argentino sino internacional, introduce un riesgo mayor. Ese desafío nos interpela a todos, pero el momento de actuar es ahora. Podemos recobrar la institucionalidad democrática o avanzar en una deriva cuyo final desconocemos, pero que no augura nada bueno para la mayoría del pueblo argentino.
 
¿Cuál debería ser la respuesta ante ese escenario?
 
La respuesta debe ser a varios niveles: recuperar la calle como espacio de protesta, restaurar el diálogo político para crear un cordón que impida el avance fascista y ser capaces de revisar los errores propios para recuperar la capacidad de interpelación de las mayorías y muy en especial de los jóvenes. No es sencillo, pero sí indispensable.
 
¿Por qué es importante retomar el concepto de fascismo?
Es un término súper interesante y actual. Da cuenta de la especificidad de una forma política que en nuestra región en general no conocimos antes de este momento. Es una experiencia eminentemente europea, de mediados del siglo XX, y las expresiones que tuvo en América Latina tendieron a ser bastante marginales. La percepción que por lo general tenemos es la de las dictaduras autoritarias, que han sido en algunos casos genocidas pero que sin embargo no han sido fascistas, en tanto no han logrado -ni siquiera han buscado- una capacidad de movilización reaccionaria. Su poder se basaba en la intervención de las fuerzas armadas y de seguridad, y la búsqueda, a través del terror, de paralizar a la sociedad, mientras que el fascismo busca movilizarla y que la violencia sea ejercida por distintos sectores sociales. Diferencia tres maneras de ver el fascismo y plantea que la definición adecuada para entender este tiempo es la de “práctica social”. Hay tres grandes grupos de trabajos sobre el tema. El primero plantea la idea del fascismo como ideología. Es relativa en el momento actual: la ideología fascista de la Europa del siglo XX está presente en algunas cosas, pero en otras no en los movimientos que vemos ahora. Ese fascismo venía de la mano de un nacionalismo expansionista, por ejemplo, que ahora no se ve. Una segunda perspectiva, más clásica de las ciencias políticas, es la del fascismo como sistema de gobierno, un sistema de dominación con una alianza de corporaciones que implica al poder empresarial, los militares, la Iglesia, los sindicatos. Esto está absolutamente ausente en el presente. Lo que tiene más potencia es la mirada del fascismo como práctica social, que prioriza qué tipos de construcciones y relaciones sociales busca construir.