15 de julio de 2025

Gabriel Di Meglio: “Hacer la historia de las clases populares es casi imposible. Son personajes muy olvidados porque no son los grandes próceres escolares y, sin embargo, son tan importantes como ellos, tanto para entender el pasado como para pensar el presente” (1/2)

El pasado sábado 12 de julio, el historiador argentino Gabriel Di Meglio (1973) brindó una charla titulada “La historia popular” ante una multitud en el Parque Lezama a pocos metros del Museo Histórico Nacional, la institución cultural que dirigió desde abril de 2020 hasta hace pocos días cuando fue despedido por orden del presidente libertario, un mandatario que se caracteriza por su sistemático ataque a la cultura y a las instituciones estatales en el marco de lo que denomina “batalla cultural”. Nacido en Buenos Aires, Di Meglio realizó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde recibió los títulos de Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia, Licenciado y Doctor en Historia. Ha dictado cursos y seminarios de grado y posgrado en esta universidad y en la Universidad Nacional de Quilmes, la Universidad Nacional de Luj
án, la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la Universidad de la República (Uruguay). Además, ha participado como conferencista y expositor en numerosos eventos académicos en varias universidades de Austria, Brasil, Colombia, Chile, España, Estados Unidos, Francia, México, Perú y Uruguay. Actualmente es profesor en la Universidad Nacional de San Martín e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), otro organismo estatal perseguido y desfinanciado por el patético gobierno neoliberal. 


Lo que sigue a continuación son fragmentos de las entrevistas publicadas en la página web “elDiarioAR” el 12 de abril de 2024, en la revista “Noticias” el 9 de julio de 2025 y en la revista “Sudestada” el 12 julio de 2025, realizadas por Diego Genoud, Adriana Lorusso y Emilio Mendoza respectivamente.

Javier Milei es presidente desde el 10 de diciembre. Un personaje que era un “outsider”, que muy rápido llegó al poder. ¿Qué tiene de nuevo Milei? ¿Qué tiene de exótico si uno lo mira con perspectiva histórica? ¿Y qué tiene de recurrente en la historia argentina el proyecto de Milei?

Tiene un poco de todo. Hay ríos profundos que llevan a las dictaduras del siglo XX, es decir, cuando ciertos proyectos políticos y económicos tenían que recurrir a las Fuerzas Armadas para llegar al poder porque no eran populares. Hay un cambio que uno podría decir que ya está en el segundo gobierno de Menem, en el ‘95. Es un momento clave de la historia, porque es cuando por primera vez hay un voto popular masivo a un plan que era ostensiblemente antipopular, por más que uno puede entender razones de por qué la gente lo votó en el ‘95. No en el ‘89, donde Menem decía otras cosas. Pasó con Macri de nuevo. En ese sentido ya ahí hay la aparición de algo nuevo, que no había en el siglo XX argentino, que es que las mayorías no apoyaban los proyectos conservadores, que favorecen sobre todo al capital, a los sectores financieros más fuertes, al campo, a los sectores industriales más fuertes, etc. que no siempre tienen los mismos intereses, con lo cual eso generó muchos problemas. En ese sentido, uno podría poner a Milei en una serie de cosas donde no hay tanta novedad. Pero sí creo que hay algo bastante novedoso que es esto de venir sin partido. Uno podría decir el PRO también era un no partido que se hizo partido, pero jugó un estilo político más convencional.
 
Hay un discurso que busca abrevar en raíces históricas. Milei y su grupo reivindican mucho a Alberdi, a un Alberdi, quizá, que aparece en contraposición, obviamente, en la historia argentina, con el revisionismo, con la figura de Rosas. Y hace poco el presidente de la Corte Suprema de Justicia, en un escenario llamativo, quizá para ese discurso, porque era un encuentro de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Buenos Aires, dijo: a Alberdi se lo cita mucho y se lo lee poco. ¿Cómo interpretás la apropiación de Alberdi que hace Milei en este contexto y dentro de este proyecto?
 
Primero, una cosa que sí diferencia a Milei por ejemplo de la experiencia macrista anterior es que el macrismo intentó no hablar de historia. Le molestaba la historia. Puso billetes con animalitos. Cuando fue el 2016 y el Bicentenario, claramente no tenían ganas de estar ahí. Es decir, un poco la idea de mirar hacia adelante y refundar hacia adelante, que el pasado no tiene sentido. Y, en cambio, entre las cosas que Milei quiere disputar fuertemente está el pasado. Cuál es el pasado adecuado. Y, claro, Alberdi ahí es una figura central. Es cierto que Alberdi es una figura que da para muchas cosas porque tuvo una trayectoria, como muchos políticos e intelectuales, muy sinuosa. Y hay Alberdis diferentes. Hay uno que siempre fue reivindicado por la tradición liberal, como justamente el que propuso un Estado liberal a mediados del siglo XIX y que en buena medida también armó la Constitución Nacional. Sin duda, es un personaje central. Después, el revisionismo, al que le molesta ese Alberdi, rescata el Alberdi posterior, que se opone a la guerra del Paraguay y que es anti Buenos Aires. Es decir, Alberdi tuvo momentos. Es un personaje fascinante y claramente uno de los grandes intelectuales argentinos. Y sus disputas con Sarmiento son buenísimas para leer. Efectivamente, estoy de acuerdo con que se lo lee poco. Y en general lo que hace cualquier dirigente es tomar lo que le conviene y cambiar ese personaje.
 
En la historia, obviamente, en la historia argentina se discute siempre el panteón liberal, por un lado, el panteón revisionista, la operación que viene a hacer Milei en esa historia, ¿cómo la ves? ¿Viene a sumar algo nuevo?
 
Así como la dictadura se llamó Proceso de Reorganización Nacional, aludiendo al Proceso de Organización Nacional, que justamente es el periodo para ellos en esa época post-Caseros y que se termina de cuajar en torno a 1880, con la consolidación del Estado nacional, al tomar a Alberdi, a Roca, vuelve un poco a lo mismo. O sea, vuelve a decir: el momento ideal es ese momento en el cual se empieza a construir el Estado y alguna gente señala con realidad y previo a todos los derechos posteriores a partir de toda la conflictividad social y política con Argentina. Entonces, es un momento en el cual efectivamente hubo un gran progreso económico, pero también no había nada de las cosas que después, contra los efectos de ese progreso económico, se consiguieron a través de distintos tipos de conflictos.
 
Hay uno de tus libros, quizá uno de los más conocidos, que es “Viva el bajo pueblo. La plebe urbana en la política”. Y me interesa muchísimo ese libro porque decís que aparece poco explorada la relación entre los sectores populares, la plebe, vos los llamás en ese momento, los sectores plebeyos y la política. ¿Por qué pensás que en el origen quizá de nuestra historia se pierde la participación de los sectores populares, plebeyos? Vos los denominás en algún momento “los no considerados” en el libro.
 
Porque cuando hice ese libro, hace muchos años, estaba pensando en de dónde viene esta tradición argentina de mucha presencia popular en la política. En ese momento no lo tenía tan claro. A mí me interesaba la época de la Revolución de Mayo, el Rosismo, etcétera, donde efectivamente hay mucha participación. Y yo lo trabajé en Buenos Aires, otros lo trabajaron en otras provincias y es un momento de mucha politización. Y entonces en un punto cosas que yo, cuando era más chico, pensaba que empezaban con el peronismo, con el primer radicalismo, en realidad vienen de muchísimo antes, en otras formas. Y Argentina tiene una tradición larguísima, de una política muy policlasista, de mucha presencia popular. Efectivamente, en torno al momento que le gusta a Milei o el momento que celebraba la dictadura, en torno a 1880 hay un momento de derrota popular. Es decir, hay como una consolidación de un proyecto oligárquico muy fuerte, que obviamente genera mucha riqueza también, porque también hay condiciones muy favorables para Argentina en el mundo.
 
En “Viva el bajo pueblo” vos decís que los sectores populares, los sectores plebeyos, no fueron una caja de resonancia o un coro de la elite porteña, sino que también contribuyeron a ese proceso revolucionario. ¿En qué se distinguía esa intervención de la plebe, como vos la llamás, o del bajo pueblo en ese momento, que es medio fundacional también, y qué nos dice o qué nos puede llegar a decir aquella intervención distinta que contrastaba con lo que planteaba la elite porteña de los sectores populares?
 
Ahí lo que ocurría es que yo trataba de decir que no solamente hace falta estudiar a los grandes personajes de un momento y ver un poco cómo repercuten sus hechos en sectores masivos, sino que también esos sectores, por su propia acción, van moldeando una realidad. Y que no hay que pensar también a los sectores populares como que simplemente resisten cosas que vienen de arriba, sino que, y esto lo ha trabajado mucha gente, la sociedad está mucho más integrada en ese sentido y hay una circulación entre el arriba social y el abajo, en ideas, en prácticas, etcétera, que es bastante común y que hoy, que es un mundo distinto totalmente, eso ocurre también. Decir que las clases populares están a favor o en contra de Milei es algo imposible de saber. Necesitamos datos, necesitamos trabajos bien hechos. Probablemente en un mismo barrio hay gente que está muy a favor y gente que está muy en contra.
 
Hay que ver qué tan sólido es ese apoyo o ese rechazo.
 
Para mí es una carrera contra el tiempo. O sea, porque si este gobierno logra bajar la inflación, que es una un gran problema en los últimos años y tienen la meta del Plan Cavallo, me parece, claramente en la cabeza y la popularidad que logró Menem a raíz de ahí, quizá logra un apoyo popular más duradero. A la vez, si estás generando una mega recesión en la capacidad de compra, etcétera, de las personas y no llegan esos resultados muy rápido, puede generar en la misma gente, porque sus expectativas no se cumplan, incluso empeoraron, por lo cual lo votaron un rechazo absoluto. Entonces realmente cuando alguien juega muy fuerte se apuesta mucho, puede perder mucho o puede ganar mucho, y Milei evidentemente va a apostar hasta el final todo. Es todo lo contrario a la moderación de sus dos antecesores para hacer política en un punto.
 
El rechazo al kirchnerismo, el agotamiento del kirchnerismo, la larga experiencia kirchnerista, distintos motivos llevaron a que hubiera una nostalgia menemista, si querés, previa a la irrupción de Milei, una nostalgia menemista dentro del peronismo. ¿Cómo la interpretás vos? Yo creo que todavía existe y que incluso hasta podría ser la oposición a Milei, muy impregnada por una nostalgia menemista.
 
Sí, yo he visto incluso sectores, gente que había sido kirchnerista, que estaba muy fascinada con el menemismo. La verdad que yo viví el menemismo y me pareció tremendo, terrible, porque la marca que dejó el menemismo la estamos pagando ahora, es decir, el Estado precarizado que permite, por ejemplo, despidos porque la gente no está en planta, etcétera, tiene que ver con todas las reformas de Menem que realmente cambiaron la Argentina de manera brutal.
 
Y están vigentes.
 
Y están vigentes y nadie logró revertir o no quiso. Yo tenía dieciséis años cuando empezó el gobierno de Menem y tengo momentos de “déjà vu” enormes de esa época. Sólo que ahora todo es mucho más rápido, como es la época en general. Porque hay momentos de esto de los despidos, de decir no hay presupuesto para la universidad. Yo estudiaba en esa época ese tipo de cuestiones que realmente se parecen... Ramal que para, ramal que cierra, o cerrar SOMISA, una empresa gigante. Toda esa cosa de gobernar para los grandes grupos económicos, ya pasó. De eso sí que tenemos antecedentes. Menem también sorprendió muchísimo porque era un peronista y de golpe fue una especie como de cimbronazo absoluto. En ese sentido, Milei no tiene ese partido detrás. Sí tiene esto del jugar fuerte, que también tienen otros dirigentes de derecha, de la audacia para hacer política. Y eso puede salir para cualquier lado. Es obvio decir esto, pero en todo caso realmente es un momento de mucha incertidumbre, porque realmente parece una carrera contra el tiempo entre las expectativas y la realidad material.
 
Has declarado en los medios que el Museo Histórico Nacional no recibe recursos. ¿Qué implica esto?

El Estado paga la luz, internet, el agua, los sueldos del personal y las empresas tercerizadas de seguridad y limpieza. Y nada más. Recién el mes pasado recibimos la primera caja chica desde que subió este gobierno. Nosotros tenemos una Asociación de Amigos del Museo que tiene una urna en la puerta y nos compra cosas con lo que la gente deja voluntariamente allí. Gracias a eso pudimos sobrevivir.

¿Cómo se manejaba el presupuesto con otros gobiernos?

Los recursos nunca fueron muy abundantes. Pero sí había cajas chicas para hacer funcionar el museo. Además, licitaciones generales. Por ejemplo, se licita para todos los museos acrílico. Con el acrílico se hacen vitrinas para las exhibiciones. Esto se repartía entre distintos museos. Si no, no se pueden pagar todos los insumos que se necesitan. Y el Museo Histórico Nacional es un privilegio comparado con otros museos nacionales. Hay un personal calificado que puede construir las propias exhibiciones. Eso nos permitió seguir haciendo exhibiciones. Otros museos quedaron paralizados.

¿Esta es la situación de todos los museos nacionales?

Por ejemplo, el Museo Nacional de Bellas Artes tiene una Asociación de Amigos con muchos recursos. No es nuestro caso. Y hay museos que no tienen Asociación de Amigos, con lo cual están literalmente “en la lona”. Es un poco lo que pasa en el Estado en general. Hay un recorte muy brusco. Realmente es una situación difícil. Pese a eso pudimos construir nuestras muestras. Superamos el año pasado y este año estábamos bien. Hace dos meses inauguramos una exhibición sobre la primera mitad del siglo XX que está yendo muy bien. Estamos trabajando ahora en una muestra sobre la segunda mitad del siglo XIX. Y mi plan era, el año que viene, hacer la etapa prehispánica y colonial. Lo que más me duele es dejar el proyecto inconcluso.

¿El Museo Histórico Nacional es el museo más importante del país?

De los museos históricos es el más importante y el más antiguo. Pero por su colección, en lo que tiene de sanmartiniano, belgraniano, de la Revolución de Mayo y la Independencia es el Museo Histórico Nacional. La colección del siglo XIX es fabulosa. Lo que nosotros hicimos, que para mí fue lo mejor de la gestión, fue incorporar el siglo XX. Hicimos campañas de donaciones hablando con gente de sectores políticos distintos, de sectores sindicales, culturales. La muestra del siglo XX se nutrió de un montón de objetos de personajes famosos: de Ricardo Balbín, de Eva Perón, de Federico Pinedo, de Lencina de Mendoza. Y por campañas en las redes, la gente donó carnets sindicales, de vacunación, libretas de enrolamiento, libretas cívicas. Eso dio lugar a una colección que nos permitió hacer la primera muestra en la historia de este museo sobre el siglo XX.

Como historiador, ¿qué otro momento histórico del país te recuerda a esta época?

En parte como historiador y en parte como propia vivencia, hay muchos momentos de los '90 que me recuerdan a esta época. Por supuesto, nunca la historia se repite igual, pero hay algo ahí que tiene muchos paralelos, en un contexto mundial diferente. Si bien este gobierno se filia con la historia liberal, muchas de las figuras que reivindican construían, no destruían Estados. Alberdi o Roca son figuras que le gustan a este gobierno, sin embargo, hacen una lectura muy sesgada de ellas. Todos los gobiernos hacen usos políticos del pasado. Eso está en la definición de política. Quizás la gran excepción fue el gobierno de Macri que intentó no hablar del pasado. También el gobierno de Menem, que se dejaba las patillas de Quiroga, pero una vez en el poder se enfocó en el futuro. El macrismo era muy parecido. Los billetes tenían figuras de animales no de próceres. Este gobierno en cambio disputa pasado con la línea más peronista y con otras. Pero los gobiernos hacen una lectura muy particular del pasado para su uso político.