16 de julio de 2025

Gabriel Di Meglio: “Hacer la historia de las clases populares es casi imposible. Son personajes muy olvidados porque no son los grandes próceres escolares y, sin embargo, son tan importantes como ellos, tanto para entender el pasado como para pensar el presente” (2/2)

Gabriel Di Meglio ha publicado varios libros sobre la historia política y social de Argentina en el siglo XIX, particularmente sobre la actividad política de las clases populares en la ciudad de Buenos Aires. Entre ellos pueden citarse “¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo”, “¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas”, “Historia de las clases populares en la Argentina desde 1516 hasta 1880”, “Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular” y “1816. La trama de la independencia”. Sobre el mismo tema ha publicado capítulos en antologías y numerosos artículos en medios periodísticos culturales, entre los que destacan “La participación popular en las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1816. Un ensayo sobre sus rasgos y causas”, “Chaquetas y ponchos frente a levitas. La participación política del bajo pueblo de la ciudad de Buenos Aires a partir de la Revolución de 1810”, “La participación política popular en la ciudad de Buenos Aires durante el siglo XIX. Algunas claves”, “El saqueo y la muerte. El día después de la batalla de Caseros en Buenos Aires” y “La guerra de independencia en la historiografía argentina”.


A renglón seguido, la segunda parte de los fragmentos seleccionados de las entrevistas publicadas en la página web “elDiarioAR”, en la revista “Noticias” y en la revista “Sudestada el 12 de abril de 2024, y el 9 y 12 julio de 2025 realizadas por Diego Genoud, Adriana Lorusso y Emilio Mendoza respectivamente.
 
¿Cuáles son los argumentos que esgrimió el gobierno para realizar tu desplazamiento del cargo?

No hubo motivos explícitos, todo queda un poco en el terreno de lo especulativo. Lo que me dijeron primero fue que julio era mi último mes, por decisión política, pero no explicitaron nada más. Después, “off the record”, me dijeron que, como yo en algunas notas sobre otra temática había dicho que, ante una pregunta puntual, si teníamos presupuesto en los museos, dije que no hay presupuesto alguno, esa puede haber sido la razón. Después también se especuló con una discusión sobre el sable de San Martín, porque yo estuve en varios medios hablando de por qué el sable, que es la pieza principal del Histórico Nacional, tiene que estar ahí, porque le pertenece legítimamente, ante un pedido que hubo del Ministerio de Defensa de llevarse el sable otra vez al Regimiento Granaderos. Y después, puede ser que justo desplazaron a la directora nacional de museos y le dieron mi cargo. Lo cierto es que después, yo decidí adelantar una visita que iba a hacer en agosto, sobre historia popular, que serviría de despedida. Mucha gente confirmó su asistencia y a raíz de eso me adelantaron el despido. El martes 8 de julio, me dijeron que ese era el último día y eso evidentemente fue para anular la visita, dado que al rato llamaron a bajar de las redes el “flyer” de la visita del sábado 12, que al final voy a hacer de todos modos del lado afuera de la reja, porque hay mucha gente que igualmente quiere ir y me parece justo poder hacer una despedida.

¿Cómo fue trabajar con las diferentes gestiones?

Yo he estado en el Cabildo y después en el Histórico, estuve con cuatro gestiones diferentes más allá de mis propias posiciones. En ese sentido, yo pude seguir trabajando con este gobierno con el problemita nada menor del maltrato hacia los empleados públicos por el tema de las contrataciones, cada tres meses, más el examen de idoneidad al que sometían a los trabajadores del museo, que obviamente no es el mejor humor para la gente que trabaja allí. Es un destrato como si fueran personas no idóneas.

¿Qué importancia crees que le damos a los argentinos a la historia?

Mucha. La historia acá está permanentemente en el debate público, porque cada gobierno tiene su mirada histórica, pero también porque hay mucho interés, sobre todo en ciertos periodos, y bueno, no sólo a través del debate político sino también a través del interés por el mito de origen, el 25 de mayo, el 9 de julio, San Martín, Belgrano. Esos son temas que están siempre presentes, más las historias de discusiones sobre personajes, sobre supuestas conspiraciones que a mucha gente les gusta.

¿Qué procesos crees que son los más importantes que está tomando este gobierno para intentar reinterpretarlos, o acomodarlos para justificar la retórica con la que se viene llevando adelante las políticas de ajuste? Y a la par, ¿qué conceptos te duelen más que se hayan apropiado por este gobierno? No sé, si pienso que esta pregunta se la hago a Osvaldo Bayer, seguramente me diría el término “libertario”.

Sí, ese es muy llamativo. Lo del libertario, sin duda. Hay una novedad en Milei, que no ocurrió por ejemplo con el macrismo y un momento también con Menem. Menem se dejaba las patillas como Facundo Quiroga, tenía una reivindicación histórica fuerte que después en su gobierno intenta abandonar con esta idea de “ni vencedores ni vencidos”, miremos para adelante, no importa el pasado, por eso pudo hacer el indulto, por eso trajo a Rosas, y abrazó al contraalmirante Rojas que bombardeó Plaza de Mayo, es decir, generar una idea de cerrar las heridas y solo mirar el futuro. Eso no funcionó, pero fue una intención y el macrismo, por ejemplo, intentó no hablar de historia, en los billetes puso animales, porque para ellos la historia es algo que atrasa. Ahí el mileismo es distinto, porque sí da una disputa histórica, que tiene algunas novedades fuertes, en época de democracia. Una es la reivindicación abierta de la conquista del desierto de Roca, la masacre indígena, que justamente fue una fecha muy celebrada por la última dictadura militar en el centenario de 1979, pero desde entonces en general no hubo una reivindicación, incluso aquellos que defienden la figura de Roca no defienden esa parte y ahora lo más importante para este gobierno parece ser la matanza indígena y eso va de la mano con el negacionismo de la dictadura, que también en democracia era algo que no pasaba, es decir, que un poco condenaba a quien defendía la dictadura, a una marginalidad política total en el sistema argentino post ´83 y eso ahora cambió, ahora alguien puede reivindicar abiertamente a la dictadura sin que eso implique una condena social, eso no quiere decir que todo el mundo esté a favor de eso, que el gobierno pueda desde la red de Casa Rosada hacer negacionismo, o la vicepresidenta, por más que esté peleada con el presidente, ser abiertamente reivindicativa de lo actuado por la dictadura me parece una novedad histórica, porque es una revisión de la historia muy fuerte.

¿Qué personajes crees que se nos están escapando y necesitamos releerlos, estudiarlos en profundidad?

Hay un montón de personajes, los que trabajamos historia popular, encontramos pequeños fragmentos de sus vidas, no podemos hacer sus biografías enteras. Si uno quiere hacer la biografía de Belgrano o San Martín y todos los que son de clase alta, tiene un montón de elementos para hacerlo. Pero hacer la historia de la gente común es casi imposible, porque en general en tiempos lejanos la gran mayoría de la población eran analfabetos, no dejaron sus testimonios y nos aparecen en los documentos fragmentariamente, pero ahí uno puede a veces recuperar pedacitos de vidas. A mí hay un personaje que encontré una vez en el archivo que me encanta, se llama Santiago Manul, que era un soldado negro de Buenos Aires, que organiza un motín indignado por el maltrato de las autoridades a sus derechos, y que solo tengo de él ese pequeño testimonio que da arengando a sus compañeros a revelarse en nombre de lo que es justo, y me parece un personaje fabuloso, pero bueno, no aparece más en el archivo. Lo mismo María Remedios del Valle, que ahora se ha convertido en una figura pública importante, lo cual celebro. Sabemos muy poquito de ella, porque claro, también era afrodescendiente, estuvo en la Guerra de la Independencia, pero bueno, esas vidas son difíciles de seguir, personajes como Pancho el Ñato o el Indio Molina, que eran personajes que organizaron el levantamiento cuando matan a Dorrego en 1829 y que después termina con Rosas en el poder, ellos son organizadores de montoneras, etc. Encarnación Benítez, que era un oficial pardo de Artigas que lo presionaba para que hiciera más cambios o Vicente Panana en Salta, hacía lo mismo con Güemes. Son personajes mucho más olvidados porque justamente no son los grandes próceres escolares y, sin embargo, son tan importantes como ellos para entender el pasado.

¿Qué personajes también crees que hoy están en el bronce y no les gustaría estar ahí, por una cuestión de que renegaban del protagonismo, o porque han sido mal leídos?

En general creo que pocos personajes reniegan del bronce, en el sentido de que no conozco ninguna figura que no les guste que la celebren, pese a que muchos personajes históricos eran muy modestos. Quizás Artigas, me parece un personaje muy despojado, un personaje que siempre fue y que siempre hay que recordar, un personaje rioplatense, más allá de que después se convierta en el padre de la patria uruguaya, equivalente a San Martín en Argentina, es un personaje que fue fundamental en todo el litoral. Y creo que es un personaje quizás de los más sencillos en el sentido de sus aspiraciones, no porque no fuera alguien que ejerciera poder, porque fue protector de los pueblos libres, no era una figura ingenua en lo más mínimo, pero que sí parecía alguien realmente muy modesto a nivel de pretensiones de recuerdo. También hay figuras como Belgrano y San Martín, que en ese sentido han sido bien elegidas como referentes porque, aunque no tuvieran perfiles bajos, sí es cierto que todos los documentos los muestran como personajes no muy subidos al caballo. Creo que esos personajes son sin duda buenos referentes históricos, no son artificialmente construidos, sino que realmente son figuras que vale la pena recordar.

¿Podes vislumbrar por dónde será la salida a este modelo político económico? ¿Será durante estos años? ¿Por dónde viene?

Los historiadores somos mejores para hablar del pasado que del futuro. Claramente hay antecedentes de esto, la Argentina tiene muchísimos gobiernos de derecha en la historia, con apoyo popular. Siempre recuerdo que, en 1995, después de seis años de destrucción del Estado y de muchas cosas, el menemismo obtuvo el 52% de los votos. Creo que lamentablemente los cambios no son tan rápidos como uno quisiera, a veces hay mucha ansiedad porque las cosas se resuelven rápido, por los niveles de destrucción que estamos sufriendo. Pero los cambios históricos requieren tiempo, y hay algo que es real, que no se puede pensar en términos argentinos, que es un avance de la ultraderecha a nivel internacional, porque esto que está pasando acá está calcado, con lógicas locales también, pero hay cosas que uno ve o ha visto en otros lugares, y quizá lo más trágico es el hecho de cómo tanta gente del universo popular reivindica políticas que objetivamente lo van a perjudicar, o que un personaje tan particular como Milei haya podido convertirse en un símbolo del hartazgo, con un montón de cosas que efectivamente no funcionan bien en Argentina. Creo que la gran disputa va a ser justamente por los proyectos sobre el futuro, que se puede ofrecer como alternativa a este plan que lo único que propone es destruir, suponiendo que esa destrucción, que además no se ve de inmediato, que no es sólo la baja de la jubilación, sino que si vos no tenés hospitales, no te vas a dar cuenta mañana, sino que en cuatro años decís ¿qué pasó? ¿por qué hay tantos accidentes viales? ¿por qué los narcos han tomado tantos barrios? La respuesta será, fue en los años de Milei en que esa destrucción del Estado se realizó desde adentro. Él dijo que lo iba a hacer, y lo está haciendo. Es peligrosísimo, pero creo que hay salida, obviamente la resistencia siempre sirve, pero no alcanza, como no alcanzó en los ‘90, pero no se puede hacer nada sin ella. Creo que esto no puede caer por una pueblada, como pasó en el 2001, eso es muy raro en la historia, pasa muy poco. Esas cosas no se piensan, ocurren, no se planean. Hoy el contexto es muy distinto y hay más contención social en las bases populares, con los planes, la Asignación Universal por Hijo, que no existía por ejemplo en los ‘90, que hace que la situación sea muy diferente. Ahora bien, creo que, en buena medida, y es una pena que sea solamente por eso, todo está muy atado al resultado económico de lo que este gobierno obtenga. Este país es tan frágil que ahora con una corrida del dólar puede cambiar todo, y creo que hay una distancia entre expectativas y realidad material. Ya hemos visto los que somos más grandes otros procesos muy similares a este, y en general siempre han terminado mal para las masas y este también lo va a hacer. Eso puede pasar no de inmediato, puede tardar unos años, porque puede haber ciertos pedaleos en base a endeudamiento, en base a un proyecto de un país minero, petrolero, sojero, que sólo funciona con la mitad de la población yéndose a otro lado, o muriendo. Creo que estos cambios llevan tiempo, porque es innegable que esta idea del outsider que vino a cambiar cosas ha logrado un éxito importante, sobre todo en el interior del país, lo cual a mí sí me llamó la atención. El mundo que hemos conocido ya no es el mismo, tampoco es enteramente distinto. Así que yo creo que hay que tener paciencia, pero no una paciencia pasiva, sino una paciencia activa de intentar defender todos los espacios que se puedan. Pero obviamente, en Argentina, quien detenta el poder del Estado, que, si además tiene el apoyo del establishment económico y de las potencias extranjeras, es fuerte. Además, si a eso se le suma voto popular es complicado, hasta que un día se desmorone, porque todo se desmorona. Así que, tarde o temprano va a ocurrir. Probablemente no este año, donde todavía parece sólido, pero desde el año que viene, hay que empezar a ver qué ocurre. Digo esto no como historiador, sino como persona.

¿Dónde te vamos a poder encontrar a partir de ahora? ¿qué se viene?

Esto me tomó un poco abruptamente, porque no esperaba el despido. Así que no tengo muy claro. Estoy escribiendo un libro sobre la divulgación histórica del que me dediqué muchos años. Voy a trabajar sobre el federalismo argentino. Es un tema que me interesa mucho. Continuaré en el CONICET, mientras subsista el CONICET, y dando clases en la universidad.

15 de julio de 2025

Gabriel Di Meglio: “Hacer la historia de las clases populares es casi imposible. Son personajes muy olvidados porque no son los grandes próceres escolares y, sin embargo, son tan importantes como ellos, tanto para entender el pasado como para pensar el presente” (1/2)

El pasado sábado 12 de julio, el historiador argentino Gabriel Di Meglio (1973) brindó una charla titulada “La historia popular” ante una multitud en el Parque Lezama a pocos metros del Museo Histórico Nacional, la institución cultural que dirigió desde abril de 2020 hasta hace pocos días cuando fue despedido por orden del presidente libertario, un mandatario que se caracteriza por su sistemático ataque a la cultura y a las instituciones estatales en el marco de lo que denomina “batalla cultural”. Nacido en Buenos Aires, Di Meglio realizó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde recibió los títulos de Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia, Licenciado y Doctor en Historia. Ha dictado cursos y seminarios de grado y posgrado en esta universidad y en la Universidad Nacional de Quilmes, la Universidad Nacional de Luj
án, la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la Universidad de la República (Uruguay). Además, ha participado como conferencista y expositor en numerosos eventos académicos en varias universidades de Austria, Brasil, Colombia, Chile, España, Estados Unidos, Francia, México, Perú y Uruguay. Actualmente es profesor en la Universidad Nacional de San Martín e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), otro organismo estatal perseguido y desfinanciado por el patético gobierno neoliberal. 


Lo que sigue a continuación son fragmentos de las entrevistas publicadas en la página web “elDiarioAR” el 12 de abril de 2024, en la revista “Noticias” el 9 de julio de 2025 y en la revista “Sudestada” el 12 julio de 2025, realizadas por Diego Genoud, Adriana Lorusso y Emilio Mendoza respectivamente.

Javier Milei es presidente desde el 10 de diciembre. Un personaje que era un “outsider”, que muy rápido llegó al poder. ¿Qué tiene de nuevo Milei? ¿Qué tiene de exótico si uno lo mira con perspectiva histórica? ¿Y qué tiene de recurrente en la historia argentina el proyecto de Milei?

Tiene un poco de todo. Hay ríos profundos que llevan a las dictaduras del siglo XX, es decir, cuando ciertos proyectos políticos y económicos tenían que recurrir a las Fuerzas Armadas para llegar al poder porque no eran populares. Hay un cambio que uno podría decir que ya está en el segundo gobierno de Menem, en el ‘95. Es un momento clave de la historia, porque es cuando por primera vez hay un voto popular masivo a un plan que era ostensiblemente antipopular, por más que uno puede entender razones de por qué la gente lo votó en el ‘95. No en el ‘89, donde Menem decía otras cosas. Pasó con Macri de nuevo. En ese sentido ya ahí hay la aparición de algo nuevo, que no había en el siglo XX argentino, que es que las mayorías no apoyaban los proyectos conservadores, que favorecen sobre todo al capital, a los sectores financieros más fuertes, al campo, a los sectores industriales más fuertes, etc. que no siempre tienen los mismos intereses, con lo cual eso generó muchos problemas. En ese sentido, uno podría poner a Milei en una serie de cosas donde no hay tanta novedad. Pero sí creo que hay algo bastante novedoso que es esto de venir sin partido. Uno podría decir el PRO también era un no partido que se hizo partido, pero jugó un estilo político más convencional.
 
Hay un discurso que busca abrevar en raíces históricas. Milei y su grupo reivindican mucho a Alberdi, a un Alberdi, quizá, que aparece en contraposición, obviamente, en la historia argentina, con el revisionismo, con la figura de Rosas. Y hace poco el presidente de la Corte Suprema de Justicia, en un escenario llamativo, quizá para ese discurso, porque era un encuentro de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Buenos Aires, dijo: a Alberdi se lo cita mucho y se lo lee poco. ¿Cómo interpretás la apropiación de Alberdi que hace Milei en este contexto y dentro de este proyecto?
 
Primero, una cosa que sí diferencia a Milei por ejemplo de la experiencia macrista anterior es que el macrismo intentó no hablar de historia. Le molestaba la historia. Puso billetes con animalitos. Cuando fue el 2016 y el Bicentenario, claramente no tenían ganas de estar ahí. Es decir, un poco la idea de mirar hacia adelante y refundar hacia adelante, que el pasado no tiene sentido. Y, en cambio, entre las cosas que Milei quiere disputar fuertemente está el pasado. Cuál es el pasado adecuado. Y, claro, Alberdi ahí es una figura central. Es cierto que Alberdi es una figura que da para muchas cosas porque tuvo una trayectoria, como muchos políticos e intelectuales, muy sinuosa. Y hay Alberdis diferentes. Hay uno que siempre fue reivindicado por la tradición liberal, como justamente el que propuso un Estado liberal a mediados del siglo XIX y que en buena medida también armó la Constitución Nacional. Sin duda, es un personaje central. Después, el revisionismo, al que le molesta ese Alberdi, rescata el Alberdi posterior, que se opone a la guerra del Paraguay y que es anti Buenos Aires. Es decir, Alberdi tuvo momentos. Es un personaje fascinante y claramente uno de los grandes intelectuales argentinos. Y sus disputas con Sarmiento son buenísimas para leer. Efectivamente, estoy de acuerdo con que se lo lee poco. Y en general lo que hace cualquier dirigente es tomar lo que le conviene y cambiar ese personaje.
 
En la historia, obviamente, en la historia argentina se discute siempre el panteón liberal, por un lado, el panteón revisionista, la operación que viene a hacer Milei en esa historia, ¿cómo la ves? ¿Viene a sumar algo nuevo?
 
Así como la dictadura se llamó Proceso de Reorganización Nacional, aludiendo al Proceso de Organización Nacional, que justamente es el periodo para ellos en esa época post-Caseros y que se termina de cuajar en torno a 1880, con la consolidación del Estado nacional, al tomar a Alberdi, a Roca, vuelve un poco a lo mismo. O sea, vuelve a decir: el momento ideal es ese momento en el cual se empieza a construir el Estado y alguna gente señala con realidad y previo a todos los derechos posteriores a partir de toda la conflictividad social y política con Argentina. Entonces, es un momento en el cual efectivamente hubo un gran progreso económico, pero también no había nada de las cosas que después, contra los efectos de ese progreso económico, se consiguieron a través de distintos tipos de conflictos.
 
Hay uno de tus libros, quizá uno de los más conocidos, que es “Viva el bajo pueblo. La plebe urbana en la política”. Y me interesa muchísimo ese libro porque decís que aparece poco explorada la relación entre los sectores populares, la plebe, vos los llamás en ese momento, los sectores plebeyos y la política. ¿Por qué pensás que en el origen quizá de nuestra historia se pierde la participación de los sectores populares, plebeyos? Vos los denominás en algún momento “los no considerados” en el libro.
 
Porque cuando hice ese libro, hace muchos años, estaba pensando en de dónde viene esta tradición argentina de mucha presencia popular en la política. En ese momento no lo tenía tan claro. A mí me interesaba la época de la Revolución de Mayo, el Rosismo, etcétera, donde efectivamente hay mucha participación. Y yo lo trabajé en Buenos Aires, otros lo trabajaron en otras provincias y es un momento de mucha politización. Y entonces en un punto cosas que yo, cuando era más chico, pensaba que empezaban con el peronismo, con el primer radicalismo, en realidad vienen de muchísimo antes, en otras formas. Y Argentina tiene una tradición larguísima, de una política muy policlasista, de mucha presencia popular. Efectivamente, en torno al momento que le gusta a Milei o el momento que celebraba la dictadura, en torno a 1880 hay un momento de derrota popular. Es decir, hay como una consolidación de un proyecto oligárquico muy fuerte, que obviamente genera mucha riqueza también, porque también hay condiciones muy favorables para Argentina en el mundo.
 
En “Viva el bajo pueblo” vos decís que los sectores populares, los sectores plebeyos, no fueron una caja de resonancia o un coro de la elite porteña, sino que también contribuyeron a ese proceso revolucionario. ¿En qué se distinguía esa intervención de la plebe, como vos la llamás, o del bajo pueblo en ese momento, que es medio fundacional también, y qué nos dice o qué nos puede llegar a decir aquella intervención distinta que contrastaba con lo que planteaba la elite porteña de los sectores populares?
 
Ahí lo que ocurría es que yo trataba de decir que no solamente hace falta estudiar a los grandes personajes de un momento y ver un poco cómo repercuten sus hechos en sectores masivos, sino que también esos sectores, por su propia acción, van moldeando una realidad. Y que no hay que pensar también a los sectores populares como que simplemente resisten cosas que vienen de arriba, sino que, y esto lo ha trabajado mucha gente, la sociedad está mucho más integrada en ese sentido y hay una circulación entre el arriba social y el abajo, en ideas, en prácticas, etcétera, que es bastante común y que hoy, que es un mundo distinto totalmente, eso ocurre también. Decir que las clases populares están a favor o en contra de Milei es algo imposible de saber. Necesitamos datos, necesitamos trabajos bien hechos. Probablemente en un mismo barrio hay gente que está muy a favor y gente que está muy en contra.
 
Hay que ver qué tan sólido es ese apoyo o ese rechazo.
 
Para mí es una carrera contra el tiempo. O sea, porque si este gobierno logra bajar la inflación, que es una un gran problema en los últimos años y tienen la meta del Plan Cavallo, me parece, claramente en la cabeza y la popularidad que logró Menem a raíz de ahí, quizá logra un apoyo popular más duradero. A la vez, si estás generando una mega recesión en la capacidad de compra, etcétera, de las personas y no llegan esos resultados muy rápido, puede generar en la misma gente, porque sus expectativas no se cumplan, incluso empeoraron, por lo cual lo votaron un rechazo absoluto. Entonces realmente cuando alguien juega muy fuerte se apuesta mucho, puede perder mucho o puede ganar mucho, y Milei evidentemente va a apostar hasta el final todo. Es todo lo contrario a la moderación de sus dos antecesores para hacer política en un punto.
 
El rechazo al kirchnerismo, el agotamiento del kirchnerismo, la larga experiencia kirchnerista, distintos motivos llevaron a que hubiera una nostalgia menemista, si querés, previa a la irrupción de Milei, una nostalgia menemista dentro del peronismo. ¿Cómo la interpretás vos? Yo creo que todavía existe y que incluso hasta podría ser la oposición a Milei, muy impregnada por una nostalgia menemista.
 
Sí, yo he visto incluso sectores, gente que había sido kirchnerista, que estaba muy fascinada con el menemismo. La verdad que yo viví el menemismo y me pareció tremendo, terrible, porque la marca que dejó el menemismo la estamos pagando ahora, es decir, el Estado precarizado que permite, por ejemplo, despidos porque la gente no está en planta, etcétera, tiene que ver con todas las reformas de Menem que realmente cambiaron la Argentina de manera brutal.
 
Y están vigentes.
 
Y están vigentes y nadie logró revertir o no quiso. Yo tenía dieciséis años cuando empezó el gobierno de Menem y tengo momentos de “déjà vu” enormes de esa época. Sólo que ahora todo es mucho más rápido, como es la época en general. Porque hay momentos de esto de los despidos, de decir no hay presupuesto para la universidad. Yo estudiaba en esa época ese tipo de cuestiones que realmente se parecen... Ramal que para, ramal que cierra, o cerrar SOMISA, una empresa gigante. Toda esa cosa de gobernar para los grandes grupos económicos, ya pasó. De eso sí que tenemos antecedentes. Menem también sorprendió muchísimo porque era un peronista y de golpe fue una especie como de cimbronazo absoluto. En ese sentido, Milei no tiene ese partido detrás. Sí tiene esto del jugar fuerte, que también tienen otros dirigentes de derecha, de la audacia para hacer política. Y eso puede salir para cualquier lado. Es obvio decir esto, pero en todo caso realmente es un momento de mucha incertidumbre, porque realmente parece una carrera contra el tiempo entre las expectativas y la realidad material.
 
Has declarado en los medios que el Museo Histórico Nacional no recibe recursos. ¿Qué implica esto?

El Estado paga la luz, internet, el agua, los sueldos del personal y las empresas tercerizadas de seguridad y limpieza. Y nada más. Recién el mes pasado recibimos la primera caja chica desde que subió este gobierno. Nosotros tenemos una Asociación de Amigos del Museo que tiene una urna en la puerta y nos compra cosas con lo que la gente deja voluntariamente allí. Gracias a eso pudimos sobrevivir.

¿Cómo se manejaba el presupuesto con otros gobiernos?

Los recursos nunca fueron muy abundantes. Pero sí había cajas chicas para hacer funcionar el museo. Además, licitaciones generales. Por ejemplo, se licita para todos los museos acrílico. Con el acrílico se hacen vitrinas para las exhibiciones. Esto se repartía entre distintos museos. Si no, no se pueden pagar todos los insumos que se necesitan. Y el Museo Histórico Nacional es un privilegio comparado con otros museos nacionales. Hay un personal calificado que puede construir las propias exhibiciones. Eso nos permitió seguir haciendo exhibiciones. Otros museos quedaron paralizados.

¿Esta es la situación de todos los museos nacionales?

Por ejemplo, el Museo Nacional de Bellas Artes tiene una Asociación de Amigos con muchos recursos. No es nuestro caso. Y hay museos que no tienen Asociación de Amigos, con lo cual están literalmente “en la lona”. Es un poco lo que pasa en el Estado en general. Hay un recorte muy brusco. Realmente es una situación difícil. Pese a eso pudimos construir nuestras muestras. Superamos el año pasado y este año estábamos bien. Hace dos meses inauguramos una exhibición sobre la primera mitad del siglo XX que está yendo muy bien. Estamos trabajando ahora en una muestra sobre la segunda mitad del siglo XIX. Y mi plan era, el año que viene, hacer la etapa prehispánica y colonial. Lo que más me duele es dejar el proyecto inconcluso.

¿El Museo Histórico Nacional es el museo más importante del país?

De los museos históricos es el más importante y el más antiguo. Pero por su colección, en lo que tiene de sanmartiniano, belgraniano, de la Revolución de Mayo y la Independencia es el Museo Histórico Nacional. La colección del siglo XIX es fabulosa. Lo que nosotros hicimos, que para mí fue lo mejor de la gestión, fue incorporar el siglo XX. Hicimos campañas de donaciones hablando con gente de sectores políticos distintos, de sectores sindicales, culturales. La muestra del siglo XX se nutrió de un montón de objetos de personajes famosos: de Ricardo Balbín, de Eva Perón, de Federico Pinedo, de Lencina de Mendoza. Y por campañas en las redes, la gente donó carnets sindicales, de vacunación, libretas de enrolamiento, libretas cívicas. Eso dio lugar a una colección que nos permitió hacer la primera muestra en la historia de este museo sobre el siglo XX.

Como historiador, ¿qué otro momento histórico del país te recuerda a esta época?

En parte como historiador y en parte como propia vivencia, hay muchos momentos de los '90 que me recuerdan a esta época. Por supuesto, nunca la historia se repite igual, pero hay algo ahí que tiene muchos paralelos, en un contexto mundial diferente. Si bien este gobierno se filia con la historia liberal, muchas de las figuras que reivindican construían, no destruían Estados. Alberdi o Roca son figuras que le gustan a este gobierno, sin embargo, hacen una lectura muy sesgada de ellas. Todos los gobiernos hacen usos políticos del pasado. Eso está en la definición de política. Quizás la gran excepción fue el gobierno de Macri que intentó no hablar del pasado. También el gobierno de Menem, que se dejaba las patillas de Quiroga, pero una vez en el poder se enfocó en el futuro. El macrismo era muy parecido. Los billetes tenían figuras de animales no de próceres. Este gobierno en cambio disputa pasado con la línea más peronista y con otras. Pero los gobiernos hacen una lectura muy particular del pasado para su uso político.

10 de julio de 2025

La controvertida existencia de Dios y la espuria apropiación de su nombre por parte de ominosos personajes de la historia (2/2)

Ahora bien, retornando a la situación de la actual Argentina, el presidente -acompañado por su equipo de La Libertad Avanza-, insiste en asegurar que su accionar está guiado por “las fuerzas del cielo”, una frase que tomó del capítulo 3, versículo 19 del libro de los Macabeos, el cual forma parte del Antiguo Testamento. En él se relata la revuelta de un movimiento judío de liberación contra el ejército de invasores griegos en el año 166 a.C. Pero, es evidente que su 
política económica desconoce el valor de cualquier sacrificio individual en pos de lo colectivo. ¿Para eso lo guían las fuerzas del cielo? La justicia social es obscena, dice, desconociendo y repudiando todo lo que tenga que ver con la solidaridad. “¡No nos van a doblegar! ¡Nosotros conocemos las Sagradas Escrituras” vocifera en sus discursos pero, indudablemente, no conoce el versículo 21 del capítulo 10 del Evangelio de Marcos en el que Jesús mira a un hombre, siente un profundo afecto por él y le dice: “anda y vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme”.
Resulta evidente que el presidente no entiende nada de justicia social. Ésta es un principio moral no una herejía, es la base de cualquier sociedad con valores. Si la justicia social es un pecado capital, entonces toda la doctrina social de la Iglesia también lo sería. Las políticas actuales están desconectadas de la realidad de la gente, especialmente de los más pobres. Cotidianamente es posible ver a personas durmiendo en la calle recostadas sobre restos de colchones o simplemente sobre trapos sucios o cartones, mujeres con varios chicos andrajosos y mugrientos a su alrededor tirados sobre la vereda, centenares de míseros cartoneros que arrastran, cual bestias de carga, carros repletos de cosas que encontraron en los contenedores de basura para venderlas y poder sobrevivir, decenas de jubilados que se reúnen frente al edificio del Congreso para reclamar que les aumenten sus míseros haberes y son brutalmente reprimidos con gases y balas de goma por las fuerzas policiales, el deterioro de los hospitales públicos debido a la reducción de su financiamiento, discapacitados y niños flacuchos y harapientos pidiendo unos pesos a los automovilistas detenidos por el semáforo… Pues bien, en medio de esa situación social el presidente libertario insiste en autopercibir su tarea presidencial como una especie de llamado celestial para conquistar una tierra prometida liberal para una Argentina errática. ¿Éstas son las condiciones de la tierra prometida? ¿Es posible una república democrática sin justicia social?
Las fuerzas del cielo son para el presidente una especie de agente protector al cual se encomienda como una suerte de amuleto para lograr el éxito de su gestión, pero su frecuente mención y sus contradicciones con las citas de los evangelios bíblicos, no hacen más que generar confusión. No debe sorprender entonces que, ante la crueldad, la injusticia, la infamia y la podredumbre que imperan en el país, muchas personas ya no sólo descrean de los políticos sino también del “altísimo creador del cielo y de la tierra”. Y si todavía amplios sectores de la población, a pesar de sus desilusiones y frustraciones, siguen creyendo en las monsergas del presidente, es porque para ellos la responsabilidad principal de sus males la tienen aquellos que están por debajo en la pirámide social o que son seguidores de algún partido populista o de izquierda. Semejante estimación es aprovechada por el presidente para desatar su discurso reaccionario dividiendo a los argentinos entre “héroes” y “ratas miserables”.
En medio de un contexto de crisis e incertidumbre, este gobernante desaforadamente devoto de la escuela económica austríaca -una escuela cuyos discípulos propugnan el individualismo y se sienten moralmente superiores-, tanto en sus discursos oficiales como en entrevistas y publicaciones en las redes sociales, reitera permanentemente agravios contra periodistas, actores, cantantes, residentes médicos, miembros de partidos opositores y ciudadanos críticos calificándolos de “imbéciles”, “basuras”, “parásitos mentales”, “zurdos de mierda”, “soretes”, “hijos de puta”, “pelotudos”, “imbéciles”, etc. etc. Calificativos todos ellos muy lejanos de la agresividad que mostraba Jesús cuando la injusticia o las necesidades afectaban a las personas.
Ya durante la campaña electoral había proferido gansadas como que Dios, tal como había hecho con Moisés, le había revelado que tenía para él la misión divina de derrotar al “maligno”. También declaró que era católico y que además practicaba un poco el judaísmo. Debe ser tan poco lo que lo practica que no conoce las órdenes de las escrituras hebreas que exhortaban insistentemente al cuidado de los parias, los marginados, los enfermos, las viudas, los huérfanos y los migrantes, lo cual era un mandato de Dios. Tampoco conoce el “Libro de los Salmos”, uno de los veinticuatro libros sagrados canónicos del judaísmo, en el que el rey David enuncia lo que luego sería incorporado a la liturgia de los Levitas, una de las doce tribus de Israel: “el Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”; y luego su hijo, el rey Salomón, estimuló al pueblo israelita bramando: “¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!”. Nada más lejos de las faenas de quien se autodefinió como el “primer presidente judío espiritualmente”.
Y cuando asumió como presidente, mintió deliberadamente durante el juramento constitucional que implica el compromiso de “desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina”, y juró “por Dios, la Patria y los Santos Evangelios” pero se abstuvo de decir que “si así no lo hiciere, que Dios y la Patria me lo demanden”. Obvió deliberadamente el segundo mandamiento de la ley religiosa judía y cristiana que recibió Moisés en el Monte Sinaí, aquel que dice “No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios”. Tal vez sabiendo que al jurar se invocaba la veracidad divina como garantía de la propia veracidad y hacerlo falsamente era tomar en vano el nombre de Dios, cometió ese “desliz”. Y ese perjurio fue sólo el comienzo del accionar del libertario mandamás.
Desde el comienzo de su gestión quedó claro que no observó fielmente la Constitución de la Nación Argentina ni desempeñó con lealtad y patriotismo el cargo de presidente para observarla fielmente. La misma se redactó por primera vez en el año 1853 y tuvo diversas reformas en los años 1860, 1866, 1898, 1949, 1957, 1972 y 1994. En ella se habla de “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”. En dicha Constitución, el Estado tiene un rol central como garante de los derechos individuales y colectivos. Para su organización establece tres poderes: el Ejecutivo, para su administración general; el Legislativo, para elaborar y aprobar leyes; y el Judicial, para resolver los conflictos que se presentan cotidianamente en la sociedad. A la luz de los acontecimientos actuales, ninguno de esos poderes funciona debidamente y la corrupción en la mayoría de sus integrantes es notoriamente visible.
Quien encabeza el Poder Ejecutivo muestra cotidianamente su menosprecio por dicha Constitución. De manera autócrata gobierna por decreto, y ha manifestado en reiteradas ocasiones su “desprecio infinito” por el Estado calificándolo de “organización criminal”, “representación del maligno”, “ladrón estacionario” y llamó a “dinamitarlo” porque, según sus propias palabras, lo mejor para el planeta es “dejar que el Mercado encuentre las mejores soluciones”. En otro discurso consideró que “la ideología del Estado omnipresente propone al Estado como una suerte de Dios que puede traer el paraíso a la vida terrenal si le rindiéramos pleitesía. Cada vez que avanza el Estado, hay más pobreza, hay más calamidades, hay miseria”. La destrucción del Estado, ¿también fue un mandato que Dios le dio a su “enviado”?
Abogar por la desaparición del Estado y privilegiar la “mano invisible” del Mercado, supone una mayor acumulación de riquezas para una minoría selecta y los más altos índices de pobreza y exclusión para una abrumadora mayoría. La aplicación de políticas neoliberales que predominan hoy, no sólo en los países del Sur sino también en los países del Norte, está provocando un aumento de las desigualdades sociales. El conflicto básico hoy en el mundo es entre los intereses las clases dominantes y las necesidades de las clases populares. Y el neoliberalismo autoritario que aplica el presidente argentino no ha hecho más que beneficiar a los oligopolios en desmedro de miles de pequeñas y medianas empresas nacionales que son las que generan la mayor cantidad de puestos de trabajo y contribuyen significativamente al empleo registrado. Y por más que el “Dios hecho hombre” lo niegue, lo cierto es que ha aumentado el desempleo, bajó la calidad del trabajo y creció la informalidad laboral. Por eso es posible observar en las calles una oleada de ciclistas y motociclistas que realizan trabajos de mensajería, trámites, reparto de mercaderías, correo privado u otro tipo de entregas y que, a sabiendas de que cuanto más hagan más cobrarán, cometen todo tipo de imprudencias que implican un peligro cotidiano tanto para ellos como para quienes se crucen en su agitado itinerario.


Por supuesto que esta situación, ni la de los jubilados, ni la de los médicos residentes, ni la de los investigadores científicos, ni la de los docentes universitarios, ni la de miles y miles de argentinos, preocupa al “comandante de las fuerzas del Cielo”. Lo que él privilegia es el cuidado de sus cinco perros clonados y, por supuesto, la promoción de negocios tanto personales como para sus amigos privados, ya sean empresarios de criptomonedas, pastores evangélicos, o lo que sea. Claro está que su Dios no es el de la solidaridad ni la justicia; es el Mercado, el mérito individual y la crueldad como forma de gobernar. Desde luego es necesario que los ciudadanos se pregunten qué es lo mejor para el país, si lo es una política social del Estado manchada de burocracia y corrupción, o si lo es la libertad absoluta del Mercado teñida de violencia y egoísmo. Una pregunta, sin dudas, muy difícil de responder. Y, en todo caso, ¿no deberían preguntarse también si no existe otra alternativa?
En el sistema capitalista de producción orientado hacia el libre mercado, se requiere la desregulación y las privatizaciones bajo el auspicio del neoliberalismo. Esto significa que el Estado deje de trabajar para el bienestar de la gente y lo haga para los intereses de las grandes corporaciones globales, que son, en definitiva, las que controlan el sistema del libre mercado. De esta manera, el llamado Tercer Mundo, se está moviendo desde el Estado-Nación hacia el Estado-Mercado. Según los defensores de este sistema, este último fomenta el máximo potencial de los individuos y consigue, sin ningún impedimento, el libre acceso a las fuentes de energía como el petróleo y el litio. Todo ello tras la instalación de un sistema político que cercene los derechos de las comunidades.
El “león” que preside la Argentina se declara abiertamente partidario de la Escuela Austríaca de Economía, la que justamente es la que promueve el individualismo, sosteniendo que todos los fenómenos sociales no son producto de la acción conjunta de las colectividades sino de las creencias, las metas y las acciones de los individuos, que son los que consiguen la evolución de las sociedades. Es este presidente quien reivindica al egoísmo como la única forma de vivir en paz, y ese sustantivo se ha convertido en el emblema de la “batalla cultural” que lleva adelante. Pero esa “batalla” no es más que una convocatoria a vivir en el egoísmo extremo, una promoción a un modelo de acumulación perverso en perjuicio de la clase trabajadora para beneficiar a los sectores concentrados. De nuevo habría que preguntarle al “mesías” enviado por Dios si alguna vez leyó la “Epístola a los romanos”, el sexto libro del Nuevo Testamento, en cuyo capítulo 12 puede leerse: “La lucha contra el pecado del egoísmo requiere de una verdadera humildad. La humildad sin prejuicios restaura y desarrolla las relaciones. No tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. No es casual que, cada vez que hace una cita bíblica, elija al Antiguo Testamento, donde el castigo y el orden encajan con su ideología, mientras evita el Evangelio que interpela a los poderosos, bendice a los pobres y postula la justicia social como horizonte. O sea que no hace más que distorsionar maliciosamente la Biblia.


Falsamente asegura que al “ponerle un cepo al Estado”, a nivel mundial se habla del “milagro económico argentino”. Al respecto, el historiador argentino Felipe Pigna (1959) opinó en una entrevista que cree “que en la sociedad no hay una claridad sobre lo que es el Estado y hasta dónde llega. Sin dudas hay muchos errores cometidos con anterioridad, vinculados a un mal manejo del Estado, al manejo discrecional de fondos estatales y gente que no se siente bien tratada por ese Estado que sostiene con sus impuestos. Entonces un alto porcentaje entiende que la inexistencia del Estado es una solución, sin saber el alcance que realmente tiene esta entidad. Sin entender que el Estado significa curarse, estudiar, jubilarse”. Y agregó: “Estos son tiempos sin mucho lugar para el análisis, pero el Estado es imprescindible. Las grandes sociedades desarrolladas son tremendamente estatistas y lo vemos en países como Estados Unidos o Japón. Pregonan el libre mercado, el capitalismo, pero allí el Estado no se retira en absoluto. Obviamente aquí hay que mejorar al Estado. Tiene que ser un Estado reformado, vaciado de vicios, con servicios de calidad, con una plantilla pública de empleados eficientes, pero que haya que reformarlo no significa que haya que eliminarlo”.
No obstante, el presidente defiende su “ajuste brutal” sobre el Estado y ha eliminado o desfinanciado -sin hacerlas auditar adecuadamente- instituciones valiosas como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Instituto Nacional del Cáncer, el Instituto Nacional de Enfermedades Cardiovasculares, el Servicio Meteorológico Nacional, la Agencia Nacional de Seguridad Vial, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenobofia y el Racismo, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, el Fondo Fiduciario para la Protección Ambiental de los Bosques Nativos, el Fondo Fiduciario para la Promoción Científica y Tecnológica, el Programa de Crédito Argentino para la Vivienda Única Familiar, el Hospital Nacional de Salud Mental Laura Bonaparte, el Hospital Pediátrico Juan Garrahan, el Instituto de Oncología Ángel Roffo, la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, etc. etc. Entonces, nuevamente cabría preguntarse si no urge la elaboración de alternativas al dogma del ajuste y la construcción de alternativas económicas, sociales y políticas al neoliberalismo imperante.
En ese sentido se expresó filósofo argentino Ricardo Forster (1957) en una entrevista. En ella consideró fundamental “dar un debate planteando ideas y proyectos del campo popular y democrático, pero hacerlo en debate con el presente, con lo que está pasando. Y rompiendo el esquema que las extremas derechas están ofreciendo a la sociedad, que es algo horrible, pero que se trasviste como si fuera algo positivo porque se lo hace en nombre de la libertad”. Y agregó: “Se debe comenzar a mirar desde el presente hacia adelante. Lo que está en disputa es hacia dónde va la sociedad argentina. El problema, y no sólo en Argentina, es que le cuesta mucho al discurso progresista, democrático, popular, recobrar esa capacidad que tenía de interpelar de cara al futuro”.
Por su parte, el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber (1968), también en una entrevista, expresó que “es un buen momento para volver a reivindicar la idea del vínculo entre la patria y la otredad. Aquel lugar por donde parece irse la patria, sobre todo bajo este tipo de Gobierno, es en el de la disolución del otro. Este es un modelo de Gobierno que prioriza que le cierren los números y el cumplimiento con los organismos internacionales. Cuando la prioridad la tiene el número, el cálculo y la estrategia, siempre va a quedar algo afuera”, sentenció. Por último, destacó que “si la política no está al servicio del otro no es política, sino negocio. Una política que no se brinde al otro pierde, para mí, su naturaleza. La veo como estructuras más ligadas al servicio de la expansión de los distintos poderes”.
Tiempo antes, en una conferencia, afirmó que “Dios ha sido monopolizado por las prácticas de poder de las religiones institucionales negando la posibilidad de acceder a él desde cualquier otra narrativa. Como la cuestión del saber es siempre una cuestión de poder, la filosofía decide intervenir sobre la cuestión de Dios como un modo de emancipar las preguntas originarias. Dios no tiene dueño. La filosofía por ello oscila entre seguir preguntándose por el más allá del más allá y la deconstrucción permanente de aquellos discursos de los que ostentan ser los verdaderos representantes del Cielo en la Tierra”. A esta altura, no hace falta mencionarlos. Existe en la Argentina uno de los mejores ejemplos de dicha ostentación.

9 de julio de 2025

La controvertida existencia de Dios y la espuria apropiación de su nombre por parte de ominosos personajes de la historia (1/2)

No son pocas las barbaridades, las mentiras y los exabruptos que proliferan en la Argentina de hoy en día. Entre la malicia y las ambiciones de los políticos y los grandes empresarios, y la ingenuidad y el hastío de buena parte de la ciudadanía, es posible escuchar insensateces tales como “la justicia social es una aberración, es un pecado capital”, “va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre pero no se necesita intervenir, alguien lo va a resolver”, “los voy a dejar sin un peso, los voy a fundir a todos”, “el que fuga dólares es un héroe ya que logró escaparse de las garras del Estado”, “los opositores son parásitos mentales”, “que los trabajadores se olviden de las paritarias libres”, “no odiamos lo suficiente a los periodistas”, etc. etc. En medio de escuchar semejantes idioteces, como si no fuera poco los ciudadanos tuvieron que prestar oídos a una senadora cordobesa que aseguró que Dios se había hecho hombre, refiriéndose al anarcocapitalista presidente argentino.
Por su parte, un politólogo de la ultraderecha argentina, ante la pregunta que le hicieron en una entrevista televisiva sobre los agravios del presidente hacia una gran parte de la sociedad, muchos de los cuales no piensan igual que él, lo comparó con el mismísimo Jesucristo ya que “el mesías del catolicismo también tuvo maneras violentas de referirse a sus enemigos”; y aseguró: “No está mal tener formas violentas contra el mal”. Seguramente se refería al relato evangélico que muestra a Jesús enojado con los fariseos y los escribas a los que llamó hipócritas porque no escuchaban sus palabras, pero esta filípica no era más que una lamentación no un llamado a ponerlos en la picota. ¿Será posible que la gente acepte estos disparates con total naturalidad? Resulta obvio que ni el presidente ni el “experto” en ciencias políticas leyeron el versículo 32 del capítulo 12 del Evangelio de Lucas, en el que Jesús les decía a los miembros de su “pequeño rebaño” que vendieran sus posesiones y le diesen limosna a los que pasaban necesidades, que no temieran ya que Dios les entregaría el reino del Cielo.
Claro, es evidente que para los poderosos de hoy en día su reino está en la Tierra. No necesitan ser dadivosos ni caritativos, su paraíso no es celestial, es terrenal. O acaso el gobierno libertario argentino no le está aplicando a los multimillonarios tasas impositivas más bajas que a ningún otro grupo económico, ampliando cada vez más la desigualdad social. Es más, en sus pomposos discursos el presidente aseguró que regular los monopolios, destruirle las ganancias, afectaría el crecimiento económico del país; que los grandes capitalistas son los héroes de la historia del progreso de la humanidad; que son benefactores sociales porque lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuyen al bienestar general, etc. etc. ¿Cómo terminará todo esto? Sólo Dios lo sabe, aseguró otro periodista. Dios, Dios, todos se la pasan hablando de Dios, respaldando sus actos en el “señor todopoderoso”.


Ciertamente, el embustero mandatario argentino no es el único que lo hace. A lo largo de la historia no fueron pocos los que lo hicieron. Por ejemplo, el dictador español Francisco Franco (1892-1975) lo hizo tras su victoria en la Guerra Civil en un acto llevado a cabo en una iglesia de Madrid, donde dijo que “por la gracia de Dios” había vencido con heroísmo a los enemigos de la verdad. “Señor Dios -continuó el tirano- préstame tu asistencia para conducir a este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria tuya y de la Iglesia. Señor: que todos los hombres conozcan a Jesús, que es Cristo, hijo de Dios vivo”. Otro tanto hizo Adolf Hitler (1889-1945) en Alemania al crear el movimiento “Deutsche Christen”, una organización de cristianos alemanes que se presentaban a sí mismos como “las S.S. de Cristo en lucha por la destrucción de los males físicos, sociales y espirituales”. Hacían referencia a la “SchutzStaffel”, la organización paramilitar que tenía como norma la aplicación del terror y el crimen como solución a los asuntos políticos. Y en agosto de agosto de 1945, a pocos meses de haber asumido la presidencia de Estados Unidos, Harry S. Truman (1884-1972), quien en sus discursos decía que “con la ayuda de Dios, el futuro de la humanidad resultará en un mundo de justicia, armonía y paz”, con el fin de forzar a Japón a rendirse durante la Segunda Guerra Mundial, ordenó los bombardeos de las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki. Las bombas atómicas, lanzadas sobre la población civil, causaron la muerte de más de doscientas mil personas y los sobrevivientes sufrieron graves consecuencias físicas por la radiación. Para justificarse, el presidente que conocía bien la “Biblia”, asistía a la iglesia con regularidad y oraba a diario pidiendo la guía de Dios, declaró que “cuando tienes que tratar con una bestia tienes que tratarlo como a una bestia”.
Unos años después, en Argentina, el general Juan D. Perón (1895-1974)​, cuando asumió su segunda presidencia, declaró que había aceptado ese “sacrificio confiando solamente en que la Providencia habría de permitirme completar una obra que en la primera presidencia no pudo ser completada”. Y al poco tiempo, le pedía a Dios que para terminar con “los malos de adentro y con los malos de afuera, con los deshonestos y con los malvados”, no tuviera que emplear la represión aplicando “penas terribles”. Por su parte en Paraguay, el dictador Alfredo Stroessner (1912-2006) creaba una secta político-religiosa conocida como “Pueblo de Dios”, la que se autoproclamaba como católica, apostólica y paraguaya, y ante sus integrantes aseguraba que tenía “la misión divina” de ser presidente.
También hubo discursos invocando a Dios de dos genocidas dictadores latinoamericanos durante los años ’70 del siglo XX: Augusto Pinochet (1915-2006) y Jorge Rafael Videla (1925-2013). El chileno, con motivo del primer aniversario del golpe de Estado que lo había llevado al poder, proclamó: “¡Oh Dios todopoderoso, tú que por tu sabiduría infinita nos has ayudado a desenvainar la espada para que nuestra querida patria encuentre su libertad, yo te pido ante mis conciudadanos lo que tantas veces te pedí en el silencio de la noche: concédele hoy tu ayuda a este pueblo que, en la fe, busca su mejor destino”. Y el argentino, quien se consideraba un “soldado divino”, con respecto a los miles de desaparecidos durante su dictadura declaró que lo suyo había sido “una guerra justa, una guerra defensiva” porque estaba en juego “el futuro de la Argentina”, y que Dios nunca le había soltado la mano. “Me ha tocado transitar un tramo muy sinuoso, muy abrupto del camino, pero estas sinuosidades me están perfeccionando a los ojos de Dios, con vistas a mi salvación eterna”.
También hubo alusiones a la “sacrosanta deidad” en boca de sujetos como Donald Trump (1946) quien aseguró que fue “salvado por Dios para hacer grande de nuevo a Estados Unidos”. Esto además de otros funestos personajes como Fujimori en Perú, Netanyahu en Israel, Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría, Kast en Chile, Áñez en Bolivia, Peña en Paraguay, Bukele en El Salvador… la lista es extensa.


Por cierto, en lo concerniente particularmente al caso de América Latina, ya existen antecedentes de estos desatinos desde la época de su conquista y ocupación por parte de exploradores y soldados, principalmente españoles y portugueses. El navegante y cartógrafo Cristóbal Colón (1451-1506), devoto lector de la Biblia, quien ya había llegado a estas tierras en 1492, 1493 y 1498 financiado por los Reyes Católicos de España, en 1502, mientras se preparaba para realizar su cuarto viaje, escribió el “Libro de las Profecías”, obra en la que anotó pasajes de la Biblia para acompañar sus consideraciones sobre sus exploraciones como un “portador de Cristo” al Nuevo Mundo. “Es a mí a quien Dios ha elegido como su mensajero -escribió- al mostrarme dónde se encontraban el nuevo cielo y la nueva tierra de que el Señor había hablado por boca de san Juan en su Apocalipsis, y de que antes había hecho mención Isaías”. Y también afirmó que había sido el Espíritu Santo quien lo había ayudado especialmente a entender tanto el mensaje de las “sagradas escrituras” como las ciencias de la navegación y la geografía que se requerían para aquella misión de su vida.
Otro tanto hizo el oficial naval portugués y almirante de la flota española Fernando de Magallanes (1480-1521), tanto en la costa brasileña como en la Patagonia argentina durante la que se convertiría en la primera circunnavegación de la Tierra. Allí estableció, entre 1519 y 1520, relaciones comerciales con los indígenas e intentó convertirlos al cristianismo. Antes de emprender el largo viaje, él y los tripulantes habían asistido a una ceremonia religiosa para obtener el favor divino y la protección durante la expedición, ceremonia que tuvo lugar en el convento de Nuestra Señora de la Victoria en Sevilla. Años después, en 1532, el capitán general y alguacil mayor español Francisco Pizarro (1478-1541) conquistó el Imperio Inca en nombre de Dios y del rey de España, utilizando la religión como justificación para su expansión y dominio. Como se ve, todos ellos justificaron sus actos respaldados por Dios. Los saqueos, la usurpación de las tierras, la esclavización y el exterminio de los pueblos originarios que siguieron después de estas expediciones, ¿también fueron una misión encomendada por Dios? No es necesario profesar cualquier religión monoteísta o ser ateo o agnóstico para advertir que todo esto no fue más que una descomunal farsa.
Hubo, a través del tiempo, distintos argumentos que utilizaron algunos filósofos para aceptar o negar la existencia de Dios. El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), por ejemplo, defendió la existencia de Dios como garantía de la moralidad y la justicia en el mundo, pero argumentó que definirlo como un ser necesario no implicaba su existencia. Por su parte el matemático francés Blaise Pascal (1623-1662) no se molestó en tratar de probar si Dios existía, simplemente argumentó que creer en él era conveniente. Para el sociólogo alemán Karl Marx (1818-1883) Dios no constituía ningún problema, ya que no era más que una imagen soñada por el hombre. Más categórico fue el filósofo británico Bertrand Russell (1872-1970), quien argumentó que la idea de la existencia de Dios era una fuente de dogmatismo y fanatismo que impedía el libre pensamiento y el análisis racional del mundo.
Sabido es que gran parte de las personas son creyentes, ya sea que practiquen el catolicismo, el judaísmo, el islamismo, el hinduismo o cualquier otra religión. Para todas ellas la idea de la existencia de un Dios es importante ya que les ayuda a ordenar y encontrarle un sentido a sus vidas. Hay, sin dudas, razones motivacionales para las creencias religiosas, muchas veces en aquellas personas socialmente aisladas, ya que la fe religiosa tal vez les permite sentir que no están verdaderamente solas. Así como en Brasil se venera como santo a Pedro de Alcántara (1499-1562), en Perú a Martín de Porres (1579-1639), en México a Cristóbal Magallanes (1869-1927), en Chile a José Agustín Fariña (1879-1936) y en Argentina a Ceferino Namuncurá (1886-1905), por citar sólo algunos ejemplos, en Bolivia los pobladores de La Higuera y Vallegrande canonizaron como santo a Ernesto “Che” Guevara (1928-1967) después de su asesinato, tras su intento de generar un foco revolucionario en la nación andina que se expandiera al resto de Latinoamérica. Luego de ese incidente comenzó a decirse que el Che era San Ernesto de La Higuera, santo de Vallegrande, alguien que, a pesar de su asma y la falta de comida, en la selva había luchado por los pobres y había entrado puro en el cielo. En fin, cada uno tendrá sus razones y sus argumentos para crear santos y sostener sus creencias en ellos.
Ahora bien, cuando por un lado existen la miseria, la desgracia y la crueldad que perviven en muchas partes del mundo, por otro lado, existe la creencia de que hay un Dios que creó el mundo, que es perfecto, que está en todos lados, que todo lo sabe, que todo lo ve y que todo lo puede. Ante la incompatibilidad de estas dos cuestiones, cabe la pregunta de si alguien tan perfecto pudo haber creado algo tan imperfecto. Una respuesta sencilla sería pensar que creer en Dios es el consuelo que le queda a los creyentes frente a la miseria que abruma a buena parte de los seres humanos; es la posibilidad de despojarse de toda responsabilidad y quedar libre de toda culpa ya que, pase lo que pase, Él siempre estará al lado de sus fieles y su palabra los guiará en tiempos difíciles. Pero, ciertamente no es tan sencilla la cuestión.


Desde tiempos lejanos hubo conceptos sobre Dios muy favorables difundidos por teólogos cristianos como Agustín de Hipona (354-430) y Tomás de Aquino (1225-1274), por el hinduista Mahatma Gandhi (1869-1948) y por sionistas como Martin Buber (1787-1965) y David Ben Gurión (1886-1973), además de varios escritores renombrados como Cervantes, Shakespeare, Shaw, Bécquer y Tolstói. En la vereda de enfrente, se destacaron algunas rotundas sentencias como las del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) quien aseveró que “el hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza” o que “negar a Dios será la única forma de salvar el mundo”; la del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867) quien sostuvo que “Dios es el único ser que para reinar no tuvo ni siquiera necesidad de existir”; la del historiador francés Alphonse de Lamartine (1790-1869) quien afirmó que “Dios no es más que una palabra para explicar el mundo”; la de la filósofa francesa Simone de Beauvoir (1908-1986) quien comentó que “me resulta más fácil creer en un mundo sin creador que en un creador cargado con todas las contradicciones del mundo”; o la del escritor portugués José Saramago (1922-2010) quien declaró que “hay quien me niega el derecho de hablar de Dios porque no creo, y yo digo que tengo todo el derecho del mundo. Quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad. Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo para inventar un Dios”.
Pero, además del autor de “El Evangelio según Jesucristo”, hubo también muchos escritores que se manifestaron de manera más ambigua sobre la existencia de Dios. El colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), por ejemplo, expresó: “Me desconcierta tanto pensar que Dios existe como que no existe”. Por su parte el uruguayo Mario Benedetti (1920-2009) reveló: “Yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda”; o el ruso Máximo Gorki (1868-1936) quien sentenció: “¿Crees en Dios? Si crees en Él existe; sino crees, no existe”. Más irónicos fueron el argentino Ernesto Sábato (1911-2011) cuando aseguró que “Dios existe, pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia”; o el irlandés Oscar Wilde (1854-1900) al decir que “a veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimó un poco su habilidad”. Y más sarcástico fue el inglés Arthur C. Clarke (1917-2008) al afirmar que “puede que nuestro papel en este planeta no sea alabar a Dios sino crearlo”.
También hubo (¿ambivalentes?, ¿contradictorias?) apreciaciones sobre la existencia de Dios vertidas a lo largo de su vida por el científico más importante del siglo XX, el físico alemán Albert Einstein (1879-1955). Radicado en Estados Unidos ante la llegada del nazismo al poder, en una entrevista, cuando le preguntaron por Dios respondió que era la pregunta más difícil del mundo y que no podía responderse “simplemente con un sí o un no. Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un legislador. El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. Y agregó: “Intente penetrar con nuestros medios limitados a los secretos de la naturaleza y encontrará que, detrás de todas las concatenaciones perceptibles, queda algo sutil, intangible e inexplicable. La veneración a esta fuerza que está más allá de lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso”.
En otras oportunidades había dicho que Dios era sofisticado, pero no malévolo, o que el azar no existía ya que Dios no jugaba a los dados, afirmaciones ambas que daban a entender que creía en la existencia de Dios. También dijo que la ciencia y la religión debían coexistir, complementarse y enriquecerse mutuamente ya que, según sus propias palabras, “la ciencia sin religión está coja; la religión sin ciencia está ciega”. Sin embargo, hacia el final de su vida, en una carta que le envió a un amigo, expresó: “La palabra Dios es para mí nada más que la expresión y el producto de las debilidades humanas y la Biblia es una colección de leyendas venerables, pero más bien primitivas. No hay interpretación, sin importar cuán sutil sea, que pueda cambiar esto para mí”.

2 de julio de 2025

Entremeses literarios (CCXIX)

LA VISITANTE
Andrés Rovella
Argentina (1974)
 
El desasosiego abrió la puerta. Con aire cansino, le indicó a la visitante que pasara.
Dejó su sombrilla en el paragüero del hall e ingresó a lo que se parecía a un gran comedor. La sala era un lúgubre espacio con olor a encierro y humedad. En un rincón pudo percibir una ventana abierta por donde se podía ver la lluvia golpear en un alpendre pegada a ésta. A su lado, el temor abría y cerraba los ojos cada vez que el cielo relampagueaba con un leve temblor o un trueno retumbaba en la habitación. La lluvia se sentía fuerte afuera.
En el otro rincón de la estancia, sobre un pequeño y viejo piano, la ira golpeaba una sola tecla de manera monocorde y miraba de soslayo a la visitante que se encontraba en el centro de la sala mirándolos a todos. Pegado a ella, el rencor con las mandíbulas apretadas y los ojos fuera de sí, no decía aparentemente nada. Sobre una mesa antigua y algo ajada por el tiempo, la apatía tenía su cara apoyada en sus antebrazos mirando la nada misma.
La visitante pudo ver a su izquierda a la soberbia de espalda a todos, acomodando unos libros sobre los anaqueles de una biblioteca de principios de siglo. Nadie emitía palabra y todos esperaban saber que era lo que la visitante estaba por decir.
- Bueno, vengo a verlos para saber si de alguna manera podemos llegar a lograr algo juntos. Es mi intención que todos podamos seguir avanzando.
La ira salió de su ostracismo a los gritos:
- No nos interesa tu propuesta. Nunca particularmente me ha gustado; no sabes lo que nos estás pidiendo.
El rencor miraba a la visitante y asentía a cada una de las palabras de la ira. La apatía sólo hizo un movimiento imperceptible de hombros y siguió en igual posición sobre la mesa. El temor dijo, de una manera suave y casi imperceptible: - Yo, yo… la verdad que seguiría tu idea y tu persona, pero la verdad es que me da mucho miedo. Perdón.
La soberbia siguió acomodando los libros y desestimó darse vuelta, dar una respuesta o generar una opinión. Siguió con lo suyo y no omitió palabra. La ira, que había dejado de apretar su monótona tecla mientras la visitante hablaba, volvió roja de bronca y sin decir palabra alguna se puso a golpear su tecla monocorde.
La visitante al saber que era innecesario seguir ahí sin que nadie dijera nada, giró sobre sus pasos y se dirigió a la salida. Con un pequeño ademán le dijo al desasosiego:
- Gracias, ya conozco la salida.
Tomó su paraguas en el hall de piso ajedrezado, abrió la puerta y salió a la calle. Cuando levantó la vista, las negras nubes se estaban yendo. La lluvia había cesado. Una brisa de verano golpeó su cara. Giró a la izquierda y se quedó pensando cómo no podían entender que la felicidad les estaba dando la oportunidad de cambiar sus vidas. No los entendía. Pero se olvidó de ellos automáticamente cuando a lo lejos, entre dos edificios, un suave arco iris la hizo sonreír mientras caminaba calle abajo.

 
PELO DE PERRO
Lydia Davis
Estados Unidos (1947)
 
El perro se ha ido. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la esperanza de que, si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro.
 
 
OCURRENCIA
Juan Amós Comenio
República Checa (1592-1670)
 
Durante un banquete, Colón era objeto de frases mortificantes por parte de los españoles, que envidiaban al italiano la gloria de su gran descubrimiento; y como, entre otras cosas, llegase a oír que el descubrimiento de otro hemisferio no era debido a la ciencia, sino a la casualidad, y que, por lo tanto, otro cualquiera podría descubrirlo, propuso este sutil problema:
De qué modo podría un huevo de gallina sostenerse en pie sobre uno de sus extremos sin ningún otro apoyo.
Todos lo intentaron en vano, y entonces él, golpeándolo ligeramente sobre un plato, quebró un poco la cáscara y lo hizo tenerse en pie. Rieron todos, exclamando que también podrían hacerlo ellos, a lo que les contestó Colón:
- Podrán ahora porque han visto que podría ser, pero ¿por qué no lo hicieron antes que yo?
 
 
DISTINGUIR AL ADVERSARIO
David Cooper
Sudáfrica (1931-1986)
 
Un monje tibetano, entregado a un largo, solitario, meditativo retiro, comenzó a ver una araña que cada día se hacía más grande; por último, su tamaño fue como el del hombre y su apariencia amenazadora. En este punto, el monje pidió consejo a su maestro espiritual y recibió esta respuesta:
- La próxima vez que se aparezca la araña, dibuja una X en su vientre y luego, tras reflexionar, coge un cuchillo y clávalo en medio de esa marca.
Al día siguiente, el monje vio la araña, dibujó la X y luego meditó. Pero en el preciso instante en que se disponía a clavar el cuchillo, miró hacia abajo y, con asombro, vio la marca dibujada sobre su propio ombligo.
 
 
LA PERSECUCIÓN DEL MAESTRO
Alexandra David Néel
Francia (1868-1969)
 
Entonces el discípulo atravesó el país en busca del maestro predestinado. Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era imprescindible. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con atraso. Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece.
 
 
CORTÍSIMO METRAJE
Julio Cortázar
Argentina (1914-1984)
 
Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.
 
 
LA METAMORFOSIS
Matvey Dmitriev
Rusia (1790-1863)
 
Había una vez un hombre rico y otro pobre. El rico andaba siempre metido en banquetes y el pobre no tenía nada de nada. Un día llegó un viejo a la casa del rico y le pidió que le dejara pasar allí la noche:
- Amable señor, ¿podría pernoctar en tu casa?
El rico no le ofreció ningún auxilio y se negó a albergarlo:
- En mi casa -respondió- jamás pasan la noche ni los lisiados, ni los pobres, ni los que van de paso. De modo que no vas a pernoctar aquí. Vete a aquella casa, la que está a cielo abierto. En aquella casa te dejarán pasar la noche.
El viejo le preguntó:
- Amable señor, indíqueme cuál es la casa que está a cielo abierto.
El rico salió afuera para enseñársela:
- Allí está.
Entonces el viejo pasó la mano por la cabeza del rico y éste se metamorfoseó en un caballo.
El viejo pidió al pobre que le dejara pasar la noche en su casa y le dijo:
- Amable señor, déjame pernoctar en tu casa.
- De acuerdo, abuelo. En mi casa pasa la noche todo el mundo: los pobres, los lisiados y los que van de paso.
- Llevo un caballo conmigo.
- Pues, abuelo, no tengo sitio para un caballo. Tampoco dispongo de heno, y no sé qué es lo que le voy a dar de comer.
El viejo respondió:
- No pasa nada: le dejamos fuera y le daremos polvo de lino y cáñamo para comer.
El pobre dejó el caballo fuera y el viejo entró en la casa. Al día siguiente, antes de marchar, el viejo le dijo al pobre:
- Quiero regalarte este caballo, para que dejes de ser tan pobre.
El pobre se puso a darle las gracias y llamó a su esposa:
- Mujer, vamos a construir otra casa.
Y juntaron maderas para hacer la casa nueva.
Pasado algún tiempo, el viejo volvió a la casa del pobre para que le dejara pasar la noche. Pero el pobre ya no le dejó pasar.
- Yo soy el viejo aquel. Lo que pasa es que no me has reconocido.
Y de nuevo pasó la mano por la cabeza del caballo, y lo volvió a metamorfosear en hombre. Y el pobre, sin caballo, volvió a quedar reducido a la miseria.
 
 
UNA FAMILIA NORMAL
Paz Monserrat Revillo
España (1962)
 
En nuestra familia ha habido de todo. Suicidas, pederastas, psicópatas, cazadores, falangistas, ludópatas y adoradores del líder. Matrimonios concertados, herencias envenenadas, rebeldías con causa y algunas malas elecciones legendarias. Gente de fiar y arteros embaucadores. Sentimiento de pertenencia y profundo extrañamiento. Vehemencia y abulia. Astucia y bondad. Grandes sacrificios, desarraigos de novela y otra vez la misma piedra. Los muertos prematuros -uno de ellos contagiado de SIDA- asoman desdibujados como ramas livianas y desconocidas del árbol genealógico, junto a otros personajes muy longevos calificados como decentes o como inaguantables. O como ambas cosas a la vez.
No consigo entender por qué siempre se nos ha inculcado que somos una familia especial, impoluta y ejemplar, cuando simplemente somos una familia corriente, normal, incluso vulgar.
 
 
LOS DOS POLÍTICOS
Ambrose Bierce
Estados Unidos (1842-1914)
 
Dos políticos cambiaban ideas acerca de las recompensas por el servicio público.
- La recompensa que yo más deseo -dijo el primer político- es la gratitud de mis conciudadanos.
- Eso sería muy gratificante, sin duda -dijo el segundo político-, pero es una lástima que con el fin de obtenerla tenga uno que retirarse de la política.
Por un instante se miraron uno al otro, con inexpresable ternura; luego, el primer político murmuró:
- ¡Que se haga la voluntad del Señor! Ya que no podemos esperar una recompensa, démonos por satisfechos con lo que tenemos.
Y sacando las manos por un momento del tesoro público, juraron darse por satisfechos.

 
MUJER CON GATO
Liliana Heker 
Argentina (1943)
 
El hombre que está asomado a la ventana envidia a la mujer que, en el jardín de la planta baja, canturrea ante la mirada atenta del gato. Qué feliz es, piensa el hombre. Ignora que la mujer no es feliz: con excepción del gato, acaba de perder todo lo que amaba, y sospecha (alguna vez lo ha leído) que los gatos se apartan de la desdicha. Moriría si el gato también la abandonara. Por eso, ante la persistencia de la mirada de él, no para de cantar y se ríe de cualquier cosa. El hombre de la ventana le envidia la alegría porque no advierte el simulacro. El gato sí lo advierte. Recela de esta actitud incongruente de la mujer, ¿por qué no se largará a llorar de una buena vez como desea? La observa un momento más, a la expectativa: ha vivido momentos muy lindos con ella. La mujer, consciente de la mirada del gato, hace una divertida pirueta de baile. Sin duda le ocurrió algo extraordinario, piensa el hombre de la ventana. No hay nada que hacer, concluye el gato, ya no es confiable. Alarga infinitamente su cuerpo gozoso, se da vuelta y, sin volver la vista atrás, salta la medianera y se va para siempre.