22 de septiembre de 2025

Enzo Traverso: “En el siglo XXI, la extrema derecha logró en amplia medida construir un nuevo relato de una hegemonía cultural y política, de una redefinición de la identidad de los actores políticos” (2/2)

Habitual colaborador en diarios y revistas como “La Quinzaine Littéraire”, “Contretemps” y “Lignes” de Francia, “Il Manifesto” de Italia, “Jacobin” de Estados Unidos y “Salvage” de Inglaterra, por citar sólo algunos, Enzo Traverso ha escrito numerosos ensayos en varias lenguas. Entre ellos pueden mencionarse los escritos en italiano “Il totalitarismo. Storia di un dibattito” (El totalitarismo. Historia de un debate), “A ferro e fuoco. La guerra civile europea 1914-1945” (A sangre y fuego. La guerra civil europea 1914-1945), “Gaza davanti alla storia” (Gaza ante la historia) y “Che fine hanno fatto gli intellettuali?” (¿Qué fue de los intelectuales?); los escritos en francés “Le passé, modes d’emploi. Histoire, mémoire, politique” (El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política), “La violence nazie. Une généalogie européenne” (La violencia nazi. Una genealogía europea), “L'histoire déchirée. Essai sur Auschwitz et les intellectuels” (La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales), “Les juifs et l'Allemagne. De la symbiose judéo-allemande à la mémoire d'Auschwitz” (Los judíos y Alemania. De la simbiosis judeo-alemana al recuerdo de Auschwitz), “Les marxistes et la question juive. Histoire d’un débat 1843-1943” (Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate 1843-1943), “La fin de la modernité juive. Histoire d'un tournant conservateur” (El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador), “L'histoire comme champ de bataille. Interpréter les violences du XXe siècle” (La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX) y “Les nouveaux visages du fascisme” (Las nuevas caras del fascismo); y los escritos en inglés “Left-wing melancholia. Marxism, history and memory” (Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria), “Singular pasts. The ‘I’ in historiography” (Pasados singulares. El ‘yo’ en la historiografía) y “Revolution. An intellectual history” (Revolución. Una historia intelectual), entre muchos otros, los cuales, la mayoría de ellos, han sido traducidos a más de una docena de idiomas.


A continuación, la segunda parte de los extractos de las entrevistas publicadas en la revista “Passés Futurs” n° 17 en febrero de 2025 (a cargo de Ana Clarisa Agüero y Daniel Sazbón) y en la revista “Jacobin” n°11 en agosto de 2025 (a cargo de Martín Mosquera), de las cuales se reproducen las partes vinculadas al crecimiento exponencial de las derechas en América y Europa, y al proyecto antidemocrático de rasgos autoritarios llevado adelante por el presidente argentino.
 
En varias ocasiones ha aparecido una idea de la relación entre pasado, presente y futuro, de “régimen de historicidad”; la mirada conservadora que tenía la tradición fascista, frente a una mirada casi utópica de un futuro promisorio que se abriría por las nuevas tecnologías, por el despliegue del capital, en las nuevas derechas. Por otro lado, tenemos también la puesta en cuestión de parte de estos movimientos de ciertos consensos anteriores sobre el pasado reciente, por ejemplo, en el caso argentino sobre la memoria de la dictadura militar de los años ‘70, o en el caso europeo sobre el antifascismo posterior a 1945. En ese escenario, ¿qué lugar queda para la historia?
 
Uno de los temas que es subyacente a todas esas corrientes es cómo relacionarse con el pasado y cómo construir una memoria; construir una política memorial que pueda soportar estos movimientos o las políticas de los gobiernos cuando esas corrientes llegan al poder. Esa es una preocupación compartida, pero las respuestas son muy distintas. Y eso es el espejo de la diversidad, de los orígenes distintos de las fuerzas que componen esta constelación. No hay duda de que atrás de Trump está el supremacismo blanco, están todas las corrientes racistas de Estados Unidos, los herederos del Ku Klux Klan. Trump no tiene ningún conocimiento de la historia de una manera general, y él puede aceptar cualquier discurso memorial si le conviene desde un punto de vista de ganancia electoral. Hay un eclecticismo, un oportunismo, y eso es otro rasgo del mundo, de la sociedad global del espectáculo en el siglo XXI: su capacidad de mentira permanente. El cree que el pasado se puede moldear, manejar, transformar como quieras. Pero hay otros componentes que son muy contradictorios. Por ejemplo, en Italia, Giorgia Meloni, que tiene una identidad política, que tiene una historia, en el gobierno sostiene una política muy clara de rehabilitación del fascismo, de relegitimación del fascismo y de construcción también de un marco institucional de referencias al fascismo como una página legítima en la historia de Italia, en el pasado, una historia de la cual se puede estar orgulloso, etcétera. En este marco yo veo algunas analogías entre Argentina e Italia. Es decir, en Italia una rehabilitación del fascismo, en la Argentina de Milei una rehabilitación de la dictadura militar. Y eso se ve en políticas memoriales. Por ejemplo, cerrar el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, cerrar todo un conjunto de instituciones que encarnan, que representan este trabajo colectivo de memoria. Y eso nos devela un hecho fundamental: en la Italia de posguerra, el antifascismo fue codificado ideológicamente y casi institucionalmente, culturalmente, como una religión civil de la República. Hubo una sacralización de los valores del antifascismo, una sacralización ritualizada de un modo casi religioso, con su propia liturgia secular: con instituciones, conmemoraciones, ceremonias, monumentos, memoriales, etcétera. Y después de algunas décadas -y con Meloni en el gobierno, eso es evidente hoy-, esta memoria que fue durante largo tiempo silenciada y censurada, reaparece. Y su política es reprimir y criminalizar la memoria antifascista. Después de que el fascismo se legitimó como una de las páginas sino “gloriosas” por lo menos “legítimas” de la historia nacional, ahora es el antifascismo el que es puesto en cuestión. En la Argentina algo similar ocurrió algunas décadas después. La transición a la democracia tuvo lugar en la década de los ‘80, que es la década de construcción hegemónica de un discurso sobre derechos humanos en escala global, que está también vinculada a la derrota de toda una idea de socialismo. En la Argentina, el discurso sobre los derechos humanos casi expulsó del espacio público la memoria de la dictadura, que ahora reaparece y reivindica sus derechos.
 
Escribió un libro que tuvo mucha repercusión, traducido al español como “Las nuevas caras de la derecha”, donde acuñó el término “posfascismo”. Desde entonces pasaron varios años y surgieron episodios clave vinculados al ascenso de la extrema derecha: el asalto al Capitolio en Estados Unidos, el intento similar en Brasil con Jair Bolsonaro, el triunfo de Javier Milei en Argentina, el nuevo ascenso de Trump, etcétera. ¿Cómo analiza hoy a la extrema derecha y el concepto de posfascismo a la luz de estos nuevos acontecimientos?
 
El concepto de “posfascismo” que intenté delinear me sigue resultando útil para definir este fenómeno, aunque no lo considero un fenómeno cerrado, definido. Me parece que sigue siendo un fenómeno transicional, cuyo desenlace final es aún difícil de comprender o de describir con precisión. Sin embargo, no hay dudas de que muchas cosas han cambiado, y algunas tendencias que ya se podían identificar y analizar hace diez años hoy aparecen mucho más claras y, podríamos decir, consolidadas a escala global. Todos los fenómenos que mencionas lo confirman, ya sea hablando de Europa, de Estados Unidos, de América Latina o incluso más allá. La mutación más notable, diría yo, no es sólo el fortalecimiento de la derecha radical, sino su nueva legitimidad. Lo que cambió respecto al análisis que hice hace diez años es que hoy la derecha radical se ha convertido en un interlocutor legítimo -y en muchos casos privilegiado- de las élites dominantes a nivel global. Eso no era así hace una década. La derecha radical no era vista como una opción viable por las élites. Al contrario: era observada con mucha desconfianza, tanto en Estados Unidos como en Europa y también en América Latina. Incluso Bolsonaro no ganó como candidato directo del gran capital brasileño. Tenía apoyos dentro del Ejército y algunos sectores económicos, sí, pero el candidato a ganar seguía siendo del Partido dos Trabalhadores (Partido de los Trabajadores), que en ese momento aparecía como una opción mucho más sólida. En 2017, en Europa, ocurrió algo que fue vivido como una especie de trauma: el ingreso del partido político Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania) al parlamento alemán marcó un punto de inflexión. Poco después surgió Vox en España. Y el paisaje cambió de forma significativa. Ahora bien, ese proceso no ha sido lineal. En el medio vino la pandemia y la crisis económica global que trajo aparejada. La crisis, en lugar de fortalecer a la derecha radical, la debilitó, porque quedó claro que era incapaz de enfrentar desafíos de esa envergadura. Fue un momento de retroceso y, en general, perdieron las siguientes elecciones. Después vino una nueva oleada, la que estamos enfrentando en el presente. Entonces insisto: no se trata de un proceso lineal, pero la tendencia general es bastante clara. Esto no significa que estemos frente a un nuevo fascismo con un perfil bien definido y rasgos nítidos. Creo que aún se trata de una constelación muy heterogénea que está buscando formas de convergencia. Y aunque hoy esa nueva alianza entre el posfascismo y las élites globales es innegable, sigue estando marcada por tensiones y contradicciones. No se puede hablar todavía de un nuevo bloque histórico, en el sentido gramsciano del término. Es más una convergencia basada en intereses comunes que la constitución de un bloque.
 
Con el auge de la nueva derecha radical volvió con fuerza el debate sobre el fascismo, un debate que tiende a polarizarse entre quienes sostienen que, si se trata de fascismo, deberá implicar un cambio de régimen político -con elementos como el partido único o el Estado corporativo, como ocurrió en los años ’30-, y quienes argumentan que si se mantiene la vigencia formal de la democracia liberal, se trataría simplemente de una nueva versión de la derecha tradicional, con una idiosincrasia distinta.
 
El fascismo clásico establecía una dicotomía radical entre fascismo y democracia: se definía explícitamente como antidemocrático. Esto no sólo lo teorizaban sus ideólogos, sino que también lo reivindicaban con orgullo sus líderes carismáticos. El fascismo hacía ostentación de su desprecio por la democracia. Hoy, en cambio, todos los movimientos y líderes que llamo posfascistas adoptan una retórica democrática. Todos reivindican su pertenencia al marco de la democracia liberal y se presentan incluso como sus mejores defensores. Esa retórica ha sido fundamental para su legitimación ante la opinión pública. Esta es una transformación fundamental: la relación de la nueva derecha radical con la democracia es completamente distinta a la del fascismo histórico. Hoy la frontera entre democracia y fascismo ya no es clara. El fascismo del siglo XXI no busca abolir las formas democráticas, sino intervenirlas desde adentro, erosionarlas, transformarlas desde su interior. Ahora bien, hay que considerar también otra diferencia histórica que ayuda a explicar esta mutación. En los años de entreguerras, la democracia era una conquista reciente, una conquista histórica de las clases subalternas, producto -o subproducto- de la Revolución de Octubre y de la ola revolucionaria que siguió al colapso del orden liberal decimonónico tras la Primera Guerra Mundial. Fue un período de crisis brutal, pero también de importantes avances democráticos: el sufragio universal masculino se consolidó en muchos países, en algunos las mujeres conquistaron el derecho al voto, el espacio público se transformó, emergieron nuevas formas de participación popular. En ese contexto, el fascismo apareció claramente como el enemigo de la democracia. Fue así en Italia desde los años ‘20, en Alemania con la destrucción fulminante de la República de Weimar en 1933, y en la Guerra Civil española, que fue un enfrentamiento directo entre fascismo y democracia. Hoy, en cambio, el contexto es completamente distinto. La democracia ya no aparece como una conquista por defender, sino más bien como una cáscara vacía. En gran parte del mundo occidental -y podríamos decir, a escala global-, la democracia se percibe como un cascarón formal, profundamente erosionado por los procesos de solidificación mercantil del espacio público, por el vaciamiento de las instituciones, por una transformación estructural de la relación entre economía y política. Nadie piensa ya en la democracia como una promesa emancipadora. Y para buena parte de las clases populares, de los sectores trabajadores, la defensa de la democracia es lo último en su lista de preocupaciones. Por supuesto que hay un grado de ceguera ahí, pero el problema es más profundo: no se puede defender la democracia identificándola con lo que existe hoy. La cuestión es qué democracia queremos defender, qué democracia queremos construir. Porque si la democracia es sólo estas instituciones vaciadas, será muy difícil movilizar un gran movimiento antifascista para defenderlas, sobre todo cuando quienes las atacan se presentan también como demócratas y dicen -con algo de razón- que estas instituciones no funcionan. ¿Qué es lo que hay que defender? Ahí está el problema.
 
Mencionaba como posible analogía con los años ‘20 o ‘30 el hecho de que no estamos ante una mera crisis económica o política, sino frente a una conmoción más profunda, una suerte de crisis estructural de largo alcance. En aquel entonces se trataba del colapso del orden liberal del siglo XIX; en ese marco, el ascenso del fascismo aparecía vinculado también al declive de ciertas potencias, como el de Alemania tras la Primera Guerra Mundial. ¿Le parece una conexión que se puede establecer también en el presente? Es decir, lo que estamos viendo hoy, con el ascenso de las nuevas extremas derechas, ¿puede estar relacionado con un proceso más amplio de declive de Occidente frente al ascenso de Asia, y especialmente de China? ¿Piensa que esa disputa geopolítica es una motivación importante -aunque quizás indirecta- del auge de estas derechas?
 
No, no creo que se pueda hablar de una analogía en ese sentido. Sí se pueden hacer comparaciones, pero hay diferencias fundamentales. En los años de entreguerras, frente al colapso del orden liberal decimonónico, emergieron dos modelos alternativos que eran, en sí mismos, proyectos de civilización. Por un lado, el socialismo, con una utopía de emancipación, igualdad, revolución; por el otro, el fascismo, con su exaltación de la nación, la raza y la dominación. Ambos eran visiones del futuro, modelos integrales de sociedad que prometían transformar radicalmente la vida de las personas. Hoy no veo nada comparable en las nuevas derechas. No hay un horizonte utópico ni un proyecto de civilización propiamente dicho. Por eso me parece útil el concepto de “posfascismo”, porque estas derechas radicales son profundamente conservadoras. Su impulso no es hacia adelante sino hacia atrás: lo que buscan es restaurar un orden tradicional. Los valores que reivindican forman una especie de hilo rojo que las conecta. En algunos casos, como el de la Argentina de Javier Milei, puede parecer que hay un intento de construir un nuevo modelo civilizacional. Milei se presenta como el arquitecto de una nueva sociedad inspirada en un neoliberalismo extremo. Pero incluso ahí, ese proyecto no es realmente nuevo. Si uno lee sus discursos y posicionamientos, hay una correspondencia evidente con las ideas de Hayek, quien describía una sociedad completamente regida por el mercado. Ese es el modelo que parece inspirar a Milei: un neoliberalismo autoritario (o un posfascismo neoliberal, si se quiere; se lo puede nombrar de diferentes maneras). Lo que Milei pretende ahora es otra cosa: hacer del modelo neoliberal el núcleo de una nueva civilización. Pero, insisto, no es un proyecto nuevo. No es el “hombre nuevo” del fascismo clásico. Es una versión radicalizada de un modelo antropológico que ya domina el mundo global: individualismo, competencia, mercado. Lo que hace es empujarlo hasta el extremo, y pretender que de ahí surja una nueva sociedad. Pero se trata de una intensificación de lo ya existente, no una alternativa histórica. Y eso, me parece, hay que tenerlo muy en cuenta. Este proyecto, ciertamente, es profundamente antidemocrático y tiene rasgos autoritarios.

21 de septiembre de 2025

Enzo Traverso: “En el siglo XXI, la extrema derecha logró en amplia medida construir un nuevo relato de una hegemonía cultural y política, de una redefinición de la identidad de los actores políticos” (1/2)

El historiador italiano Enzo Traverso (1957) es reconocido por sus estudios sobre las consecuencias del nazismo, de la violencia totalitaria y de las dos guerras mundiales en Europa, sobre el impacto del neoliberalismo y los avances de las derechas en el mundo y sobre la relación de los intelectuales con estos procesos históricos que atraviesan las discusiones políticas en la actualidad. Nacido en Gavi, un pequeño pueblo en la región de Piamonte, estudió Historia Contemporánea en la Università degli Studi di Genova y obtuvo su doctorado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Allí ha sido profesor y además ha impartido clases en la Université Paris VIII y en la Université de Picardie Jules Verne de Amiens. También ha trabajado en La Contemporaine, la biblioteca y centro de archivos francés especializado en la historia del siglo XX ubicada en Nanterre, y en el International Institute for Research and Education de Amsterdam, la capital de los Países Bajos. Desde 2013 es profesor de Humanidades y Artes en la Cornell University de Ithaca, Nueva York, y actualmente es miembro del Comité de Vigilance face aux Usages Publics de l'Histoire (Comité de Vigilancia sobre el Uso Público de la Historia), una asociación francesa fundada en 2005 destinada a esclarecer la relación entre la historia y la memoria. Numerosos artículos y reseñas de su autoría se han publicado en medios como “Storia e Storiografia” de Italia, “Revue Française de Science Politique” y “Raisons Politiques” de Francia, “Totalitarian Movements & Political Religions” e “Historical Materialism” de Inglaterra, “History & Theory”,
“Constellations”, “South Atlantic Quarterly” y “October” de Estados Unidos, “Pasajes” y “Acta Poética” de México, “Contemporánea” de Uruguay y “Nueva Sociedad” de Argentina.
En una entrevista que le hiciera la periodista y politóloga argentina Astrid Pikielny aparecida en el diario “La Nación” el 7 de septiembre de 2014, alertó sobre la necesidad de imponer una autonomía crítica de las ideas sobre la autoridad que ejercen ciertas figuras mediáticas sin una obra que los respalde y cuya “autoridad” pública ha sido artificialmente construida en los estudios de televisión y en las redes sociales, una apreciación que hoy, algo más de una década más tarde, parecen tener una importancia crucial en la población. “Hay muchos motivos para levantar la voz y, frente a la globalización, el principal es el crecimiento impresionante y traumático de la desigualdad”, sostuvo enfático. Agregó: “Estamos viviendo la refeudalización del planeta. Esto amenaza la libertad, la democracia y la noción misma de ciudadanía. La defensa del principio de igualdad me parece una causa central. La sociedad hoy no genera utopías, y los intelectuales son el espejo de esa impotencia”. Y concluyó: “Libertad es una de las palabras más ambiguas y polémicas de nuestro léxico político”.


Lo que sigue es la primera parte de una compilación de las entrevistas publicadas en la revista “Passés Futurs” n° 17 en febrero de 2025 (a cargo de Ana Clarisa Agüero y Daniel Sazbón) y en la revista “Jacobin” n°11 en agosto de 2025 (a cargo de Martín Mosquera). De ellas se han extraído las preguntas de los periodistas y las respuestas del historiador vinculadas específicamente a la actual situación de la Argentina gobernada por un libertario de derecha que defiende la economía de libre mercado, se alinea específicamente con los principios anarcocapitalistas y hace un uso constante precisamente de la palabra “libertad”.
 
Profesor Traverso, queríamos comenzar por consultarle por cómo veía los nuevos acontecimientos políticos, los nuevos resultados electorales (el caso argentino con Milei, la reelección de Trump en Estados Unidos) en relación con sus trabajos sobre los movimientos de las “nuevas derechas” a nivel global.
 
Sí, yo creo que estamos enfrentados a un paisaje muy heterogéneo, por un lado, porque es un fenómeno global, que se ubica en varios continentes. Entonces, por supuesto, estamos enfrentados a una ola gigante de extrema derecha -lo que yo llamo el “posfascismo”-, que toma rasgos distintos en América Latina, Estados Unidos, Europa o también en otros continentes, que pueden ser incluidos, con muchas peculiaridades. Y es un paisaje no solamente heterogéneo, sino un paisaje que cambia de una manera extremadamente rápida. Es decir, en estos últimos dos años hubo una aceleración y una trasformación espantosa. Entonces, creo sería necesario revisar algunas de las interpretaciones que yo había sugerido, dibujado, hace diez años casi, en un pequeño ensayo sobre el fascismo: Las nuevas caras de la derecha, que circuló bastante en varios idiomas. No me equivoqué sobre las tendencias generales y la naturaleza del fenómeno, pero en diez años el fenómeno se transformó. Lo que se podía decir hace diez años no corresponde exactamente a la situación de hoy. No quisiera cambiar la definición del concepto de posfascismo que yo había propuesto. Un conjunto de mutaciones con respecto al fascismo clásico, que yo había ya destacado, sigue siendo pertinente, pero hay otros cambios que son nuevos. En este contexto, creo que la elección de Milei en la Argentina al final de 2023 aparece hoy, un año y pico después, como un giro. Un giro que al principio parecía una anomalía argentina, o algo que podía ser explicado en un contexto puramente nacional, pero no lo es. Por supuesto, Milei pertenece, se inscribe en esa ola general; eso es claro para todo el mundo. Pero en este contexto, Milei aparecía como una especie de “outsider” bastante pintoresco y muy argentino en su estilo, en su lenguaje. Y eso me recuerda un poco las primeras interpretaciones del fascismo italiano, en la década de los ‘20. Había una tendencia casi a antropologizar el fascismo: “Mussolini, un fenómeno”, “el dictador mediterráneo, populista, demagogo”. En el caso de Milei, esta interpretación pareció obsoleta un año después. Con la reelección de Trump en Estados Unidos, Trump casi aparece como un discípulo de Milei. Es decir, está haciendo prácticamente… tomando las mismas medidas que tomó Milei en la Argentina, en términos de destrucción del Estado, de los servicios públicos, adoptando la misma retórica. Hay casi una filiación, o una analogía, porque Trump radicaliza una visión, una política y un lenguaje que ya tenía antes. De todas maneras, seguramente Trump no aceptaría definirse como discípulo de nadie. Pero ambos reconocen sus afinidades y Trump en 2025 no es lo mismo que en 2016, eso es claro, y entre los dos hay un conjunto de cambios, el mayor de los cuales es probablemente Milei. Elon Musk que blande la motosierra es, en el campo de la comunicación -la propaganda- del siglo XXI, una expresión de “afinidad electiva”. Entonces, de esta manera, podríamos decir que hoy Milei es una especie de laboratorio, de laboratorio de una tendencia global, general. De una tendencia que con la elección de Trump aparece ahora muy poderosa y aún más peligrosa en el mundo. Porque en este mundo, Estados Unidos no es Argentina (y tampoco Italia o Francia). Ese es el tema. Entonces, eso indica que es muy interesante el caso argentino como caso de investigación de tendencias globales, y no solamente como caso nacional.
 
¿Se está leyendo en Europa el fenómeno Milei como algo que puede ser emulado? ¿O es visto más bien un episodio algo “antropológico”, como se decía recién, anclado en las características locales? ¿Existen movimientos de derecha que puedan sentirse, de alguna manera, espejados en su caso (como Vox en España, por ejemplo)?
 
Seguro hay admiradores europeos de Milei y de Trump. De eso no hay duda. Y Vox es, probablemente, la expresión más evidente de esta tendencia. Y hay admiradores de Milei en todas las corrientes de la extrema derecha europea. Pero yo no creo que se pueda hablar, en este caso, de una “mileización” del post-fascismo europeo. Hay expresiones de simpatías, de alianzas o afinidades, que no pueden expresarse explícitamente por diferentes razones. La integración económica del continente implica un marco legal e institucional que objetivamente limita la radicalización de los nacionalismos y aumenta el deseo de respetabilidad de sus líderes. Con la sola excepción de Francia, Europa es un continente de republicas parlamentarias, no presidenciales como Estados Unidos o Argentina. La extrema derecha no fue el interlocutor privilegiado de las elites económicas, hasta hace dos años. Hace dos años las cosas cambiaron. Ahora, las extremas derechas son interlocutoras viables. Y después de la reelección de Trump en Estados Unidos, no solamente son interlocutores respetables y aceptables: son casi privilegiados. Y, desde este punto de vista, otra vez Milei, que aparecía como un loco pintoresco, es el precursor de una tendencia general.
 
Llama la atención la distancia entre sus discursos económicos, un “anti-europeísmo” -entendido como rechazo a una Unión Europea liberal, centrada en Alemania- en el caso de las ultraderechas europeas, y un aperturismo a ultranza en casos como el argentino. Pero otros elementos parecen funcionar más fácilmente como vasos comunicantes, como el discurso frente al peligro inmigratorio. ¿Podría decirse que estos aspectos cultural-ideológicos ofrecen mayor facilidad para encontrar lazos entre las expresiones de estas “nuevas derechas” que el elemento económico?
 
Bueno, las nuevas derechas radicales, de una manera general, son post-ideológicas. Se inscriben en un régimen de historicidad que apareció después de la caída del Muro de Berlín, después del final de la Guerra Fría, que es un contexto global post-ideológico. Y lo que llama la atención es la ausencia de ideólogos, la ausencia de teóricos, la ausencia de intelectuales de gran envergadura que elaboren el perfil cultural, intelectual, ideológico de estas nuevas derechas. El papel que juegan -y esto es típico del neoliberalismo- las agencias de comunicación, es mucho más importante que el papel que juegan los intelectuales que escriben editoriales o ensayos para revistas. No hay una revista -en ningún país, yo creo- de extrema derecha que tenga una envergadura intelectual y que pueda jugar un papel en un debate en la esfera pública de un país. En revancha, las redes sociales y muchos canales de televisión juegan un papel que es fundamental. Entonces, en esta constelación heterogénea y post-ideológica Milei ocupa una posición peculiar, como una vanguardia que marcha adelante. Eso está probablemente vinculado a su propia trayectoria. Es decir, Milei no es un líder político que se convirtió al anarco-capitalismo; es un ideólogo. No es un empresario que ingresa en la política, no es un líder político que hace un giro ideológico: es un ideólogo que se convierte en líder político. Milei tiene una concepción muy ideológica del papel del Estado, de la economía, de la sociedad. Entonces, ¿es Milei la encarnación de una vanguardia en este marco, porque tiene una ideología y puede jugar este papel? Bueno, esa es una hipótesis que se puede plantear. Cierto, él se considera una vanguardia, si no un modelo, pero creo que es demasiado temprano para decir si es la vanguardia de una tendencia general. No estoy seguro de eso, porque el planteamiento de Milei -esta forma de paleolibertarianismo, como se definió, o como anarcocapitalismo-, es una corriente global, que en Argentina tiene su expresión -la más contundente- pero no es la corriente dominante en una escala global. Y yo diría que, para imponerse, esta corriente implica una ruptura con un conjunto de herencias, casi una ruptura con el universo mental de las derechas neoconservadoras o de las derechas fascistas o post-fascistas, que son extrañas a la idea de un mundo global radicalmente, integralmente neoliberal. De este punto vista, sí, se habló de neoliberalismo autoritario y esta es una buena definición. El neoliberalismo autoritario es la forma que corrientes post-fascistas, autoritarias, conservadoras, pueden tomar en la edad del neoliberalismo. Pero las referencias del neoliberalismo autoritario son los grandes teóricos del neoliberalismo que ya fueron inspiradores de la revolución neoconservadora en la década de los ’80 -Thatcher, Reagan-, y su ideólogo era Hayek. Hayek era un neoliberal que planteaba una separación entre el Estado y la sociedad. El papel del Estado era establecer el marco en el cual la sociedad está dirigida por el mercado. La sociedad se autodespliega y desarrolla y, entonces, el Estado tiene que retraerse, retirarse, de la educación, de la salud, de los transportes, de los servicios públicos, etcétera. Esta era la idea del neoliberalismo, con un Estado que garantizaba un capitalismo neoliberal. Y esta idea es muy contradictoria con toda la tradición fascista. Porque el fascismo es muy intervencionista, el fascismo es muy dirigista. En la historia del fascismo hay toda una historia de planificación; la idea del Estado que planea la economía y todo. Y muchas de las derechas radicales son herederas de esta tradición. Y hoy la referencia de Milei no es tanto Hayek, es Murray Rothbard. El paradigma de Milei no es el neoliberalismo como un Estado que garantiza la dominación o la hegemonía del mercado, es el Estado mismo incorporado en la economía neoliberal. Entonces es otra cosa: es un totalitarismo neoliberal.
 
Dentro de esa inestabilidad, de esto que usted llama “posfascismo” ¿cabría reconsiderar algo sobre esta idea de que eran movimientos que habían declinado, que habían menguado, su carácter “rupturista”, si se quiere, “revolucionario”? En el sentido de que estas derechas habrían debilitado esa dimensión, optando por “jugar desde adentro”, desde el “sistema”. ¿Podría decirse que el factor “revolucionario” o “rupturista” se ha “culturizado”, ubicándose en esta noción de “batalla cultural”, expropiada al gramscismo, como un modo de mostrar radicalidad o promesa de cambio en alguna dimensión?
 
Sí, yo diría que, como las nuevas derechas tienen un éxito global y experimentan un ascenso tan poderoso, es evidente que se plantean el problema de construir una hegemonía cultural. Y lo hacen con cierta eficacia. Es decir, su capacidad de construir una hegemonía cultural es mucho más evidente que la capacidad de la izquierda de construir una hegemonía cultural. Si hacemos una comparación en las últimas dos décadas, los logros de la extrema derecha son mucho más grandes que los logros de la izquierda. Bueno, digamos que en el siglo XXI hay un problema de construcción de un nuevo relato, de una nueva hegemonía cultural y política, de una redefinición de la identidad de los actores políticos. La extrema derecha lo logró en amplia medida. Hay una nueva derecha radical que aparece como la derecha del siglo XXI. Hubo una recomposición y la emergencia de este nuevo polo, que yo llamo “post-fascista”, que es la nueva derecha. La izquierda no fue capaz de reinventarse. 

18 de septiembre de 2025

Cortázar, Poniachik y el dado egocéntrico

Entre 1969 y 1975 un breve texto apócrifo de Julio Cortázar (1914-1984) desencadenó -a través del autor de “Rayuela”- una compleja red de enredos internacionales. Una especie de caso policial al mejor estilo de Erle Stanley Gardner (1889-1970), el reconocido autor de la narrativa policial creador del personaje Perry Mason, en los que tuvieron que ver los escritores argentinos Abelardo Castillo (1935-2017) y Elvio Gandolfo (1947), el matemático y editor uruguayo Jaime Poniachik (1943-2011), el poeta español Félix Grande (1937-2014)
, el escritor estadounidense H.P. Lovecraft (18901937), el escritor y periodista mexicano Edmundo Valadés (1915-1994) y el propio Cortázar. Desde 1968, Francisco Gandolfo (1921-2008) y su hijo Elvio editaban en Rosario una revista cultural con un curioso nombre extraído de un poema del escritor peruano César Vallejo (1892-1938): “El Lagrimal Trifurca”, la que fue apareciendo cada vez que pudo hasta dejar de publicarse ocho años después, en 1976, después de trece números aparecidos. Hacia fines de 1969, recibieron una carta de Jaime Poniachik, un amigo que más adelante se convertiría en un generador inagotable de acertijos y paradojas para revistas como “Satiricón”, “Humor y Juegos” y “Cacumen”.
En ese entonces Poniachik estaba empeñado en una traducción de “The hunting of the Snark” (La caza del Snark) del escritor inglés Lewis Carroll (1832-1898), un empeño que se vio frustrado cuando la editorial Brújula editó otra traducción. En la misma carta les informó a sus amigos que había llegado a sus manos un cuentito inédito de Cortázar por intermedio de la fotógrafa Sara Facio (1932-2024), quien era amiga del editor Francisco Porrúa (1922-2014), quien era amigo de Cortázar y que se lo había cedido para una posible revista de aparición incierta. El cuento decía así: “Ese era un dado egocéntrico. Cayera como cayera, siempre caía de cara, y con la misma sonrisa entonaba: soy yo, soy yo. Le hacíamos las mil y una al pobre dado: lo lanzábamos desde el balcón, adentro del plato de sopa, o justo antes de que se sentara tía Albertina (105 kilos), lo poníamos sobre el banco. Los insultos de tía no nos incumbían: se los cargábamos al dado. Pero igual volvíamos a arrojarlo y zácate, caía de cara y dale cantar: soy yo, soy yo, soy yo. Una vez al Beto se le ocurrió limarle las aristas. Estuvimos como dos días sin parar hasta que quedó hecho una bolita. Vamos a ver si ahora cantas, dijo el Beto, y lo lanzó sobre las baldosas del patio. Apenas tocó el suelo, el dado empezó a decir: puta que te parió, puta que te parió. Y continuó rodando sin parar y meta cantar: puta que te parió, puta que te parió, puta que te parió...”.
Elvio Gandolfo sabía que Porrúa era asesor literario de la Editorial Sudamericana y director de Ediciones Minotauro, y recordaba vagamente que Facio había diseñado un “rayuelómetro” para leer “Rayuela”. Sin embargo, como director de la revista, decidió no publicarlo porque le pareció un texto flojo. Hacia 1972, Francisco Gandolfo empezó a publicar unas plaquetas alargadas y desplegables en las que incluía -por lo general- a poetas jóvenes. En cierta oportunidad, una de las ocho caras que tenía la publicación quedó en blanco ya que no tenía otros poemas publicables a mano. Entonces recordó el texto de la carta, lo exhumó de unos desvencijados biblioratos y lo imprimió allí, reproduciendo el breve fragmento de la carta de Poniachik que indicaba su procedencia, sin sospechar la compleja maquinaria que ponía en marcha.
El primer indicio de sus efectos fue una breve nota incluida en el diario “La Capital” de Rosario el 11 de junio de 1972, en una columna cultural escrita por Alberto Vila Ortiz (1935-2014). Ese diario -decano de la prensa argentina- solía dedicar poca atención a la cultura y a los escritores locales menores de cien años. Sin embargo, esa vez “El dado egocéntrico” había hechizado al comentador de la plaqueta, que afirmó en su columna: “Se completa esta entrega con una pequeña página inédita de Julio Cortázar, que como el dado de esa historia llegó hasta el lagrimal rodando, diciendo soy yo, soy yo. Como esos poemas que Cortázar escribió alguna vez en un antiguo viaje a Europa y que sus poseedores guardan celosamente, o cierta foto en Praga o en Viena -no recordamos- de Cortázar casi de espaldas, este cuentito pertenece a ese tipo de obra que está iluminada por la obra total del autor. El tiempo las irá agregando, lentamente, a la memoria de todos, que es la verdadera forma que deben tener las obras completas, con sus hallazgos, sus olvidos, sus páginas secretas compartidas por dos o tres personas, poco más”.
En aquella época (en la que abundaban las revistas literarias buenas y entretenidas, Abelardo Castillo editaba en Buenos Aires “El Escarabajo de Oro”, sucesora de “El Grillo de Papel” y antecesora de “El Ornitorrinco”. Colaboraban en la edición Humberto Costantini (1924-1987), Haroldo Conti (1925-1976), Alejandra Pizarnik (1936-1972), Ricardo Piglia (1941-2017), Miguel Briante (1944-1995) y Liliana Heker (1943). En México, por otra parte, Edmundo Valadés, viejo amigo de Juan Rulfo (1917-1986), publicaba “El cuento”, una espléndida y heterodoxa revista de relatos de todo tipo y procedencia. A ambas revistas Gandolfo les enviaba sus publicaciones en canje y ambas publicaron “El dado egocéntrico”. También lo publicó la revista “Cuadernos Hispanoamericanos” de Madrid en enero de 1973. Uno de sus integrantes, el poeta Félix Grande (entusiasta admirador de “Rayuela”), se puso a fantasear con el texto en una extensa nota titulada “El romance del dado y la ratita” que decía así: “En esto, el famoso primo de Cortázar llamado el Beto, encantado por aquella frase de mi artículo que dice que Cortázar nos certifica el sagrado derecho a la desobediencia, me pasó con disimulo un pequeño papel que yo imaginé octavilla y que no dejaba de serlo: era un relato de Julio Cortázar, y cuando acabé de leerlo en voz alta se comprobó que decía así: (transcripción textual del cuento) y a continuación ¡Pero qué dado tan encantador!, clamó suavemente, con abundante lenocinio en la voz, la ratita desobediente, emergiendo desde la remota tía Albertina y acompañada de Hamelina y del avieso Forges. Y añadió: Dime cómo te llamas, majo... El dado, abalanzándose hacia ella y citando una frase famosa de ‘La casa de Bernardo Alba’, susurró: ¡Me llamo el dado Paredro!, ¡ven que te tiente! Y más adelante: ...vimos todos cómo el dado Paredro y la ratita desobediente se besaban en la boca en señal de matrimonio. Inútilmente, Cortázar trataba de apaciguar el ruido de risas y felicitaciones y grititos orgiásticos, con intención de tocar la trompeta...”.


A todo esto, Jaime Poniachik había recibido la plaqueta en la que aparecía “El dado egocéntrico”, y también había leído el número de “El Escarabajo de Oro” que reproducía el texto. Entonces se comunicó con la redacción de “El lagrimal trifurca” y aclaró: “Eso no es de Cortázar. Lo escribí yo”. Julio Cortázar, por su parte, llegaba a París proveniente de uno de sus numerosos viajes y, al revisar el buzón, se encontró con una serie de materiales que lo llevaron a escribir una extensa carta dirigida a sus “Infectos amigos”, en la que discutía con energía y humor un par de interpretaciones de su obra, pero que parecía tener como centro espectacular al dado egocéntrico, que no dejaba de girar. El título de la carta era extenso: “La agarrada a patadas o el despertar de los monstruos o más sobre dados y ratitas o la respuesta del involuntario pero vehemente responsable: precisiones necesarias a Carlos Curutchet, a Félix Grande y al pugilista del Escarabajo de Oro”. La carta apareció en el número de febrero de 1974 de “Cuadernos Hispanoamericanos”: “El gaucho Félix, en un momento dado se refiere a un texto mío que un supuesto primo también mío y llamado el Beto le habría pasado, texto que se apresura a reproducir en su totalidad. No tiene título, es brevísimo, excelente y su protagonista es un dado. Como la casualidad hace bien las cosas, a mi llegada a París no sólo encontré esto sino un número de ‘El Escarabajo de Oro’ (agosto- septiembre de 1972) en el que también figura dicho texto. Al presentarlo, Abelardo Castillo le pone un copete donde se dan las simplísimas explicaciones siguientes: a) El texto apareció en una revista de Rosario llamada ‘Lagrimal trifulca’ (sic); b) La revista citada indica que lo recibieron por intermedio de Facio, que para mí sólo puede ser Juan Esteban Fassio, autor de una célebre máquina para leer ‘Rayuela’, el cual lo habría cedido a Jaime Poniachik, presumible director de la trifulca en cuestión; c) El tal Beto, mi primo según Félix, sería el puente entre una de las dos revistas y el inocente guitarrero madrileño que no perdió tiempo en incluirlo en su estudio. Tiene algo de penoso que tantas precisiones y medios paréntesis sean propiamente al cuete, por la mera razón de que ese texto no es mío. Sí, viejos, han leído bien, qué le vachaché. Se trata de un pastiche muy inteligente y que celebro como fraternal homenaje a mi mundo de cronopios, pero no es del Julio. Se sabe que en su vejez le pidieron a Matisse que identificara un cuadrito sobre el cual había dudas, y que luego de mucho mirarlo les dijo a los expertos que era tan incapaz de reconocerlo como de negarlo. Yo también estoy viejo, pero si algo sé es que en un texto mío jamás ha figurado ni figurará la interjección zácate, qué me parece obscena y centroamericana. Heaki (sic) lo que pasa, don Abelardo, cuando se publican textos sin primero mandarle dos líneas al supuesto autor para que autorice al ‘Escarabajo’ a transportarlo sobre su quitinoso lomo. En cuanto a vos, Félix Grande, no tenés otra culpa que la de quererme tanto, cosa que por lo demás también sé de Abelardo, sin hablar del desencadenante de todas estas catástrofes bibliográficas, porque este jodido que nos ha metido a todos en el baile (se refiere a Curutchet) ya está camino de la ducha, lo han frotado con el linimento que perfuma los gimnasios y nos espera en el café de la esquina para beber el vinito de la amistad, probablemente con nuevas y asombrosas explicaciones de mis cuentos y novelas”.


En el mismo número de “Cuadernos Hispanoamericanos”, Félix Grande redactaba una extensa respuesta a la carta de Cortázar, bajo el título “Nadando en las paredes”, en la que vuelve a reproducir a pie de página el texto multiplicador para goce de los lectores y donde además se mostraba nostálgico por su corta existencia cortazariana. Después de diversas agudezas sobre la paternidad de Cortázar y citando al gran cronopio en persona (¿Dónde empieza y termina nuestra libertad? ¿Qué escribimos? ¿Quién escribe?), expresa claramente la réplica en este párrafo: “Primero, me sorprendió que una página tan memorable y ácrata no fuese tuya. Luego, no comprendí tu desdén por la palabra zácate, tan hermosa. Más tarde, supuse -sin entusiasmo- que en un instante de debilidad habías resuelto ver en el espejo únicamente el rostro tuyo, en lugar de la multitud y la nada. Después, me sorprendió la grandeza del clandestino autor del dado al renunciar a una porción de gloria. Y, finalmente, Julio, he logrado entenderlo todo: tu desdén y tu súbita fijación en el YO eran meras simulaciones que encubrían tu modestia atroz. Lo demás fue sencillo. Se trataba de recordar a Lovecraft: en el primer tercio del siglo, algunos admirados amigos del narrador oscuro comenzaron a aportar temas, imágenes, horrores, para el bestiario del maestro. Le sugirieron lecturas, nombres de dioses, culturas apagadas, rasgos para los Primordiales 
(hace alusión a los personajes de las novelas del ciclo literario de horror cósmico del escritor estadounidense conocido como los ‘Mitos de Cthulhu’), en un afán de colaboración que se les convirtió en destino. Era el homenaje de unos deslumbrados, y a su afán se le llamó más tarde, en las historias de la literatura, ‘El círculo de Lovecratf’. Te imaginé pensándote como centro de otro círculo en embrión, temiendo esa situación central privilegiada y rechazándola, ofuscado por la modestia”.
A esta altura del girar de su dado, Jaime Poniachik se sentía entre orgulloso e incómodo. Con respeto y humildad, decidió pedir disculpas postales a quien, durante varios meses, en varios países, había pasado por autor del texto. Poco después (el 13 de abril de 1975), Cortázar le respondió: “Gracias por su carta y su libro, que leeré apenas mis muchos viajes de esta época me den un respiro. No tiene por qué excusarse de su broma, que no llegaba a mayores; peores cosas me han hecho, sin tomarse el trabajo de pedir disculpas. ‘El dado egocéntrico’ se trata de un pastiche muy inteligente y que celebro como fraternal homenaje a mi mundo de cronopios, pero no es el de Julio. Como tal vez haya leído por ahí, su divertido texto (que prueba su talento mimético sin la menor duda) me dio la ocasión de escribir unas páginas en las que a mi vez me entretuve a costa del buen amigo Abelardo Castillo que se había ensartado con su broma. Yo creo que cuando se procede sin mala intención, estas cosas son divertidas y útiles, y que los argentinos deberían hacerlas con más frecuencia, para agilizar las relaciones entre escritores, que son siempre almidonadas, broncosas y narcisistas. Ya ve que no me preocupó su broma y que ahora le agradezco muy cordialmente sus envíos. Hasta siempre, un saludo muy cordial. Julio Cortázar”.
En el nº 12 de la revista “El Péndulo” (tercera época) aparecida en octubre de 1986, Elvio Gandolfo publicó un artículo titulado “El caso del egocéntrico”, en el cual desentrañó toda la historia. Como conclusión expresó: “Utilicé aquí sólo los datos y textos de los que tengo conocimiento. Nada me cuesta imaginar dados traducidos al francés, al inglés o al búlgaro, por personas que nunca leyeron la aclaración de Cortázar, o reproducciones en español en otras revistas. En su corta trayectoria como hijo de Julio Cortázar, ‘El dado egocéntrico’ convenció a más de un cortazarista, multiplicó la extensión propia por varias veces en textos que también lo tuvieron de protagonista y demostró ampliamente su poder. Lo más lógico sería que a la larga integrase no las obras completas de Cortázar (salvo como una traviesa nota al pie) sino las de Jaime Poniachik. A veces pienso, sin embargo, que tampoco él es el autor del texto, que fue elegido por el dado como médium para aparecer ante el mundo. Algo que ocurre con mucha frecuencia en la literatura”.

12 de septiembre de 2025

Argentina, septiembre de 2025: elecciones letales, malhumor social y cambios cosméticos

El escritor inglés D. H. Lawrence (1885-1930) dijo alguna vez que había “que creerle siempre a la narración, nunca al narrador”, dando por sentado que lo que era importante no era estimar al escritor sino al contenido de su obra. Autor de una prolífica y diversa obra que incluyó novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos y críticas literarias, durante el primer cuarto del siglo XX -en novelas como “Sons and lovers” (Hijos y amantes), “The rainbow” (El arco iris) y “Lady Chatterley's lover” (El amante de Lady Chatterley)-, criticó a la moral burguesa y al capitalismo desenfrenado de la sociedad de su época dada su deshumanización, la excesiva racionalización, la obsesión por el dinero y la dependencia de la tecnología. Un siglo después, sus ideas parecen tener una notable relevancia en buena parte del mundo y en la Argentina son más que apreciables. Si se toma por “narrador” al actual presidente argentino y por “narración” al presente caos económico y social que vive el país, es fácil advertir que es mucho más creíble la alarmante situación de la mayoría de los argentinos que las promesas, los embustes, las falsedades y las hipocresías de su presidente. La “narración” de este “narrador” se circunscribe al desfinanciamiento de la ciencia, la salud y la educación pública, al congelamiento de las jubilaciones, a la reducción de los medicamentos gratuitos que ofrecía la obra social estatal de los jubilados y pensionados, a la apertura importadora que afecta a las economías provinciales, al freno a las subas salariales mediante el sistema de paritarias que permitía la negociación entre la patronal y los trabajadores, a la paralización de las obras públicas, a la promoción de la especulación financiera, a la gobernanza a través de decretos de necesidad y urgencia, al veto de los proyectos de leyes aprobados por el Congreso, a la suspensión de miles de pensiones por discapacidad… La lista es larga.
Varias encuestas de alcance nacional, de reciente aparición, coinciden en señalar que prácticamente dos tercios de la población siente que su situación personal ha empeorado, que sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, que teme perder su empleo, que cada vez les cuesta más llegar a fin de mes, que la corrupción es uno de los mayores problemas que enfrenta el país, etc. Todos estos datos revelan una tendencia dominante en la opinión pública marcada por el descreimiento, la desconfianza, un creciente malestar y un gran descontento. Y, sin dudas, esta percepción de la situación actual del país fue un factor determinante en el resultado de las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires que tuvieron lugar el pasado domingo 7 de septiembre, en las cuales el oficialismo sufrió una contundente derrota a manos del peronismo. Este hecho llevó a dos de las más grandes empresas internacionales especialistas en inversiones financieras -Bloomberg y Morgan Stanley- a resaltar que la “humillante derrota electoral obliga al presidente argentino a enfrentar una serie de errores políticos” y que el “fuerte revés electoral recibido por el gobierno en la provincia de Buenos Aires incrementa la probabilidad de un escenario central negativo”. Esa señal de alerta volcada en las urnas, que está directamente relacionada con los efectos negativos que tiene sobre la población un programa económico de ajuste estructural, parece no haber afectado al presidente (o por lo menos así intenta demostrarlo) quien, en su primer discurso después de las elecciones, declaró sin ruborizarse que “más allá de este resultado electoral, quiero señalarle a todos los argentinos que el rumbo por el que fuimos elegidos en el año 2023 no se va a modificar, sino que se va a redoblar. No se retrocede ni un milímetro en la política del gobierno, el rumbo no sólo se confirma, sino que lo vamos a acelerar y profundizar más”. Y al día siguiente lanzó “una mesa política nacional” conformada por quienes, menos uno, ya eran parte de la primera línea de gobierno, esto es, los mismos funcionarios de siempre, los que, tras su primera reunión, ratificaron el rumbo del gobierno, criticaron a opositores, medios periodísticos y empresarios, anunciaron que “no habrá cambios de gabinete, así como tampoco se cambiará el rumbo económico” y afirmaron que están dispuestos “defender el proyecto con uñas y dientes”.


La prensa internacional no fue ajena al resultado de las elecciones de la provincia de Buenos Aires, una provincia que concentra a casi el 40% de la población nacional y es fundamental para la economía argentina por su alto peso en el PBI, concentrando una gran parte de la actividad industrial y agropecuaria, y canalizando más de un tercio de las exportaciones nacionales. En España, por ejemplo, el diario “El País” tituló: “El peronismo arrasa en Buenos Aires”, agregó que ese partido superó por más de trece puntos “a los candidatos ultraderechistas en la elección para legisladores provinciales”, y concluyó que “es mala idea en Argentina dar por muerto al peronismo antes de tiempo”. También en España, el diario “El Mundo” tituló: “Contundente victoria del peronismo sobre los candidatos de Milei en Buenos Aires” y opinó que fue “un duro golpe para el presidente al frente de un gobierno que se hunde en la incertidumbre”. Por su parte, en Italia el diario “La Repubblica” tituló: “El partido de Milei sufre una derrota mientras los peronistas ganan las elecciones provinciales de Buenos Aires”. Además, hizo hincapié en que “el resultado de las elecciones llega en un momento particularmente difícil para el gobierno”, al hacer referencia al escándalo de las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Y en otro artículo dijo: “Derrota de Milei: los peronistas ganan las elecciones provinciales de Buenos Aires”. Y agregó que el resultado llegó en medio de un escándalo de corrupción que involucra a la hermana del presidente y comparó, además, el contraste con su triunfo de 2023: “Entonces prometió sacar al país de la crisis con recortes radicales del gasto público; hoy esa promesa empieza a flaquear”.
Por otro lado, en Estados Unidos el “Financial Times” tituló que el mandatario nacional sufrió “un duro revés en las elecciones de Buenos Aires” y lo atribuyó a la caída de la popularidad del mandatario tras el escándalo de las coimas. Además, consideró que “el resultado también reavivó las dudas sobre el programa de reformas del presidente, quien esperaba que las elecciones intermedias ampliaran su base en el Congreso e impulsaran las reformas”. Mientras tanto, “El País” de Uruguay resaltó: “Contundente derrota del gobierno argentino frente al peronismo” y afirmó que la diferencia fue “más dura de lo esperado” por la Casa Rosada. En Paraguay, el diario “ABC” publicó: “El peronismo aplasta al partido de Milei en el mayor distrito electoral del país, clave para las elecciones nacionales de octubre”. En Chile, “El Mercurio” tituló: “El oficialismo sufre una paliza en Buenos Aires” y comentó que “los resultados fueron un balde de agua fría para el oficialismo”. En tanto “La Tercera” encabezó: “Oficialismo sufre paliza en legislativas de la provincia de Buenos Aires y Milei ve amenazado el rumbo de la economía”, y puntualizó que el peronismo logró “un triunfo histórico”. En Brasil, “O Globo” hizo foco en el discurso del presidente: “Milei admite la clara derrota en Buenos Aires, pero promete acelerar reformas”. Y agregó que el voto actuó como “termómetro de las legislativas nacionales de octubre”. Y “Folha de S. Paulo”, por su parte, publicó: “Milei sufre derrotas en Buenos Aires en medio de la crisis de su gobierno”, señalando también que “la imagen presidencial quedó golpeada tras los audios de presunta corrupción de su hermana, la secretaria general de la presidencia”.


Pero no solamente los medios periodísticos opinaron sobre el resultado de las elecciones bonaerenses, también lo hicieron empresarios libertarios argentinos. El ejecutivo de una asesoría financiera Miguel Boggiano, por ejemplo, manifestó que “no hay caso. La gente de La Matanza ama cagar en un tacho y caminar en calles de barro”. Se refirió al municipio más poblado de la provincia en donde el peronismo obtuvo una de las mayores diferencias porcentuales de votos. Por su parte Lucas Salim, vicepresidente de la Cámara Empresarial de Desarrollistas Urbanos de Córdoba, opinó sobre los votantes bonaerenses: “Es oficial que uno de cada dos bonaerenses vive de la teta del Estado. Cagan en un balde y votan a los que les roban en la cara. Son burros, son brutos, son pobres por como votan, pero están acostumbrados a que ‘el patrón’ político les regale una chapa y con eso les alcanza. El conurbano bonaerense es una cloaca en todo sentido, hoy gana la casta, los medios, los curros y el choreo. Y bueno, a tomar decisiones se ha dicho. Esto es la Argentina que nunca entenderías... Le deseo a los bonaerenses 25% de inflación, desabastecimiento y más desnutrición infantil, así la próxima aprenden a votar”. Y el ministro de Economía Luis Caputo afirmó: “que haya elecciones cada dos años en nuestro país es una ridiculez. Más allá de si es plan de estabilización o no, es un costo altísimo, a la sociedad no le interesa y es algo que para mí habría que revisar”. Y adelantó que “las reformas que vamos a implementar van a ser espectaculares”, ya que “son todas esas cosas que la gente pide”.
Un dato llamativo de lo ocurrido en estas elecciones tiene que ver con los jóvenes menores de treinta años. Ellos fueron el motor del crecimiento de La Libertad Avanza y decisivos para el triunfo en las elecciones del año 2023. Sin embargo, ese fervor se licuó. Fueron los jóvenes los que tuvieron menor predisposición a ir a votar y sólo una cuarta parte de los que lo hicieron votaron por el oficialismo. De manera creciente su escepticismo ha ido aumentando. Así como hace un par de años sostenían las políticas del gobierno libertario e identificaban a los gobiernos anteriores como los principales responsables del malestar socio-económico, hoy en día los integrantes de este grupo etario están muy preocupados por el desempleo, el aumento de los precios y el endeudamiento personal y familiar. Así como se disparó el desempleo en el sector privado registrado, para los jóvenes parece ser que la única posibilidad de conseguir un empleo es la economía informal haciendo repartos a domicilio con motos o bicicletas mediante plataformas digitales, una tarea que limita enormemente sus oportunidades de crecimiento profesional y personal ya que no es más que una relación intermitente, fragmentaria y desprotegida de un marco regulatorio que proteja sus derechos laborales básicos. Para ellos, el individualismo se convirtió en una forma de supervivencia. Tal vez esta precariedad laboral y la incertidumbre sobre su futuro es lo que los lleva a tomar drásticas decisiones. Según un informe elaborado por la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en los últimos dos años se notificaron alrededor de cinco mil intentos de suicidio en jóvenes menores de treinta años, especialmente varones.
A todo esto, el presidente libertario a pesar de la contundente derrota en las elecciones bonaerenses, realizó una escenificación de cambios en su organización interna. Los “cambios” incluyeron un rumbo económico que se repite a sí mismo y continúa inalterado, y el habitual refugio en el FMI. En esa línea, vetó primero las leyes de financiamiento universitario y de emergencia pediátrica, que implicaba más fondos para el Hospital Garrahan, y al día siguiente hizo lo mismo con el proyecto de Aportes del Tesoro Nacional (ATN) a las provincias. Tras la toma de estas medidas, el vocero presidencial declaró en una entrevista que todas esas leyes eran “delirios populistas” o iniciativas “inviables”. “No vamos a entrar en el juego populista, no vamos a dejar que el Congreso haga desastres en pos de tener un voto más en la elección”, argumentó. Y también posteó: “Sabemos que es difícil, pero este es el único camino posible para salir del pozo en el que nos dejaron. Nos metimos en esto para cambiar de raíz este país. Es lo que estamos haciendo y lo que vamos a seguir haciendo, aunque los medios, los políticos, los empresarios, y todos los que quieren detener el cambio nos ataquen”. Ante la continuidad de estas decisiones parece inevitable recordar la sentencia “cambiar todo para que nada cambie”, una frase popularizada por la novela “Il gatopardo” (El gatopardo) de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). Publicada póstumamente en 1959, en ella el escritor italiano describió la adaptación de las clases dirigentes para conservar su posición frente a las transformaciones sociales y políticas. De allí surgió el aforismo “gatopardismo” para definir la estrategia que, a través de cambios superficiales o aparentes, busca mantener la posición y las estructuras de poder existentes.


En medio de una situación social en la cual miles de familias viven endeudadas con sus tarjetas de crédito para cubrir gastos básicos como alimentos debido a la pérdida del poder adquisitivo y los salarios estancados, también se podría comparar las políticas del gobierno de La Libertad Avanza con las conocidas como “bonapartismo”, la ideología política surgida de la figura del emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821), quien ejerció un gobierno autoritario y personalista con apoyo popular, emitiendo decretos y eludiendo el poder parlamentario. ¿Esto por qué? Porque a pesar de la calamitosa situación provocada por este gobierno personalista y autoritario que elude sistemáticamente los derechos democráticos, su gestión aún cuenta con casi un 40% de la población que lo apoya. Estos seguidores parecen ignorar que el presidente argentino es un fervoroso creyente de las teorías desarrolladas por los economistas de la Escuela Austríaca, una corriente de pensamiento económico que enfatiza la importancia de las decisiones individuales impulsadas por el interés propio y el predominio del libre mercado como motor de la economía. Esta doctrina económica se originó en Viena a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, de la mano de, entre otros, los economistas Carl Menger (1840-1921), Eugen von Böhm Bawerk (1851-1914) y Friedrich von Wieser (1851-1926). Tras su declive luego de la Segunda Guerra Mundial, atrajo un renovado interés en la década de 1970 cuando Friedrich von Hayek (1899-1992) ganó el Premio Nobel de Ciencias Económicas de 1974. En esa misma década nació el anarcocapitalismo fundado por el economista estadounidense Murray Rothbard (1926-1995) quien no sólo propuso someter toda la vida social a la magia de los mercados manejados por las grandes empresas multinacionales oligopólicas, sino que también propuso la lisa y llana abolición del Estado, propuestas todas ellas a las que el presidente argentino manifestó adherir fervorosamente desde la campaña electoral en 2023.
En fin, luego de recibir un apoyo explícito del Fondo Monetario Internacional, el presidente anarcocapitalista ratificó los lineamientos centrales de la política económica de su gobierno y enumeró los tres ejes centrales de su plan: equilibrio fiscal, mercado monetario ajustado y el mantenimiento las bandas cambiarias en la cotización del dólar. Además, prometió que seguirá el proceso de desregulación que incluye una reforma laboral y una reforma previsional. Una reciente encuesta realizada por la Universidad de San Andrés revela que sólo el 37% de los encuestados se muestra satisfecho con la marcha general del país, mientras que el nivel de insatisfacción alcanzó el 63%. Ante el evidente cambio del humor social que no sólo se muestra en las calles y en las urnas sino también en las redes sociales, la pregunta que surge es la siguiente: ¿seguirá gobernando de espaldas al pueblo? Todo parece indicar que sí.

3 de septiembre de 2025

Cuentos selectos (XXXV). Luisa Valenzuela: “La mancha roja”

Autora de una treintena de libros, la escritora, periodista y traductora argentina Luisa Valenzuela (1938) es ampliamente reconocida tras algo más de cinco décadas en las que desarrolló una prolífica obra que abarca novelas, cuentos, microrrelatos, ensayos, escritos autobiográficos y textos periodísticos. Nacida en Buenos Aires, quien es considerada una heredera del movimiento literario conocido como “Boom Latinoamericano” se sintió atraída por la escritura desde joven y empezó a publicar textos en la adolescencia en diversas revistas como “Atlántida”, “El Hogar” y “Esto Es”. A fines de la década de ’50 viajó a París como corresponsal del diario “El Mundo” y colaboró como periodista en la Radiodiffusion Télévision Française (Radiotelevisión Francesa). Allí se relacionó con miembros del movimiento literario “Nouveau Roman” y de la revista literaria “Tel Quel”, y escribió “Hay que sonreír”, su primera novela. A su regreso, en 1961, escribió artículos en el diario “La Nación” y luego en la revista “Crisis”. En 1969 obtuvo la beca Fullbright, con la que participó en los Internacional Writer’s Workshops (Talleres Internacionales de Escritura) patrocinados por la Iowa State University, una universidad pública estadounidense localizada en Ames, en el estado de Iowa. Estando allí escribió su segunda novela: “El gato eficaz” y luego pasó un par de años viviendo en México, París y Barcelona, período en el cual escribió la novela “Como en la guerra”. Luego, en 1974, como becaria del Fondo Nacional de las Artes tuvo una breve permanencia en Nueva York donde investigó aspectos de la literatura marginal norteamericana de aquel entonces.


En los años ’70, estando en Buenos Aires publicó los libros de cuentos “Aquí pasan cosas raras” y “Cambio de armas” y la novela “Como en la guerra”, obras en las que, mediante la ficción, denunció la violencia descarnada, la censura, la represión y el terror que imperaban en el país, primero por parte de la organización parapolicial peronista Triple A y luego de la mano de la dictadura cívico-militar conocida como Proceso de Reorganización Nacional. En medio de esa situación, en 1979 se exilió en Nueva York, ciudad en la que fue invitada por la Columbia University en calidad de Escritora en Residencia. Allí permaneció diez años trabajando como profesora adjunta de Literatura latinoamericana y dictando diversos seminarios y talleres de escritura hasta que, en 1989, volvió definitivamente a su ciudad natal. Entre sus obras pueden mencionarse los libros de cuentos “Los heréticos”, “Donde viven las águilas”, “Simetrías”, “Tres por cinco”, “Juego de villanos”, “Tres por cinco”, “El chiste de Dios y otros cuentos” y “Cuentos de Hades revistados”; los tomos de microrrelatos “Libro que no muerde” y “Zoorpresas zoológicas”; las novelas “Cola de lagartija”, “Novela negra con argentinos”, “Realidad nacional desde la cama”, “La travesía”, “El mañana”, “Cuidado con el tigre”, “La máscara sarda”, “El profundo secreto de Perón” y “Fiscal muere”; y los volúmenes de ensayos “Peligrosas palabras”, “Escritura y secreto”, “Los deseos oscuros y los otros (cuadernos de New York)”, “Taller de escritura breve”, “Entrecruzamientos. Cortázar-Fuentes”, “Diario de máscaras, “Lecciones de arte”, “La cortina negra”, “La mirada horizontal” y “Los tiempos detenidos”. Su particular abordaje de temas relacionados con el poder, el cuerpo, el humor y el lenguaje la han convertido en objeto de estudio en universidades de todo el mundo. Gran parte de sus obras han sido editadas en una veintena de países y traducidas al inglés, francés, alemán, holandés, italiano, portugués, serbio, coreano, japonés, persa y árabe.


Actualmente reside en la Argentina, donde sigue escribiendo columnas periodísticas entre las que se pueden mencionar “Conti: la entera conspiración”, “Borges revisitado” y “Creatividad vs. violencia”, y participa en cursos, talleres, seminarios y conferencias. El cuento que sigue a continuación formó parte de su libro de ensayos “¿De dónde vienen las historias?” publicado en 2024.

LA MANCHA ROJA

Raro que a un comisario le interesen las artes plásticas, por más retirado que esté. Pero Masachesi era así, un tipo raro a decir de sus colegas; o más bien fiel a sí mismo, cosa rara en la fuerza policial. Por eso mismo aceptó un retiro temprano, cuando ya no le permitieron dedicar su tiempo a investigar los crímenes en su seccional, de eso se ocuparía la flamante “policía científica” que eran unos fatuos inoperantes, y él, el comisario más respetado, debía limitar su empeño a reprimir manifestaciones opositoras. Se sintió indigno y sucio y aceptó la media jubilación que le ofrecieron con tal de sacárselo de encima. ¡Chau Respetado! lo saludaron sus colegas con cierto desdén cuando él se despidió de la comisaría para siempre.
Pero para siempre no, entendió esa misma mañana cuando leyó en el diario que acababan de inaugurarse una galería de arte casi frente a su antigua seccional, y allí exponía un viejo y talentoso pintor oriundo del barrio. Masachesi vio su oportunidad. Más de una vez había intentado llevar a su querido nieto Ismael de visita a diversas galerías y museos, y el chico se había resistido como gato panza arriba según propias palabras. Ahora no se resistiría, tenía el señuelo perfecto. Irían a la galería, sí, y prometé no hinchar diciendo que te aburrís, mirá bien los cuadros, tratá de interesarte y en premio te llevo a la comi a saludar a los muchachos y les podrás preguntar lo que quieras y hasta ver de cerca un arma reglamentaria. Porque el pequeño Ismael, de decididos siete añitos, no quería ser pintor, no. Quería ser comisario como su abuelo, ¡porca miseria!
Grandes cuadros gigantescos, hiperrealistas, como gigantografías. Ese viernes por la tarde, Masachesi de traje y corbata e Ismael con su mejor jean y su peor expresión iban avanzando lentamente por la galería, deteniéndose ante cada obra, el abuelo queriendo compenetrarse mientras el nieto miraba para otro lado buscando una vía de escape. Hasta que llegaron a una pintura asaz macabra con un cartelito que rezaba “El crimen perfecto, óleo sobre tela”. A Masachesi le indignó el título del cuadro, esa cosa no existe se dijo, no hay crimen perfecto, y no le prestó atención a la imagen habiendo visto tanto de eso en la realidad. Pero Ismael, que jamás había visto nada parecido en la realidad, sólo quizá un atisbo de algo semejante en su calenturienta imaginación de niño proclive al detectivismo, se quedó mirando a la mujer despatarrada sobre la cama, un brazo colgando en el vacío, enteramente vestida con falda verde a cuadros blancos y amarillos, algo arremangada pero no demasiado, y una blusa blanca con cuello y puños amarillos pintados con lujo de detalles que hasta al pequeño Ismael le resultaron admirables. Pero lo que en verdad le llamó la atención, lo que lo dejó clavado en su sitio un poco temblando y tratando de entender algo que no podía discernir, era esa vibrante mancha roja que chorreaba del cuello de la mujer y corría a lo largo de su brazo hasta empapar el piso. El piso del cuadro, naturalmente. Y quedó como hipnotizado ante esa mancha, tan roja y brillante. Tan viva.
A pesar de sus escasos siete años recién cumplidos -pero eran años con grandes aspiraciones- Ismael entendió perfectamente que se trataba de sangre, sangre que seguía manando como aquella vez que se cortó con una hoja de papel la yema del dedo gordo y no había forma de parar el chorro. Rojo, rojo, rojo. Entonces el cuadro pintaba un asesinato, y el pequeño aspirante a comisario-detective no podía ignorarlo. Un crimen perfecto, es decir nunca develado ¡vaya desafío!
Ante la mancha roja el chico parecía haber perdido la noción del tiempo. Su abuelo también. En la otra punta de la sala conversaba vivamente con la galerista. Ella había reconocido al viejo comisario de su infancia, un hombre que decía estar al servicio de los vecinos, nada que ver con el que había llegado después. A ése mejor mantenerlo a distancia, sobre todo ahora con lo de la galería que vaya una a saber qué inconvenientes podía encontrarle al local para sacar alguna tajada. Por suerte el pintor era hombre de raigambre en el barrio, y el nuevo comisario, que ya llevaba sus buenos años en el puesto, conocía bien al pintor y hasta lo respetaba, a su manera y sin relación alguna con las sutilezas del arte.
Esta última frase, sin mentar al comisario actual, la repitió la galerista cuando estuvo una vez más frente a Masachesi. ¿Sutilezas? inquirió Masachesi más sorprendido que otra cosa; parece algo brutal este pintor, tan frontal, tan imponente. Me pregunto de dónde saca tanto realismo. Hiper-realismo, le corrigió la galerista, y rió y le contó al ex comisario que el maestro se inspiraba en fotos y bla bla, mientras Ismael los miraba de reojo. Cuando notó que nadie lo estaba observando, el chico estiró con temor la mano, un dedo, hasta rozar la mancha roja, ese imán. Y el dedo le quedó manchado de rojo, y se acordó de Barbazul y la llavecita teñida de sangre y se pegó el susto de su vida, y cuando intentó refregarse el dedo manchado de rojo en el jean azul no pudo limpiarlo y así, con la mano cerrada, se acercó cabizbajo a su abuelo.
Masachesi dejó a la galerista para atender a su nieto que parecía enormemente preocupado, y no habiendo sido comisario en vano le preguntó qué escondía en esa mano y el chico dijo nada, claro, porque en realidad no era nada, era algo mucho peor que nada y Masachesi lo entendió y le tuvo compasión y dulcemente le abrió la mano para ver ese dedo teñido de rojo. Óleo rojo, como sangre, y entendió algo sin entender muy bien y se dirigió al cuadro que había llamado la atención de su nieto. ¿Recién pintado? se preguntó, pero por supuesto la respuesta era negativa. Los cuadros llevaban ya dos semanas colgados, se lo acababa de contar la galerista, y todo el resto parecía seco, aunque esa mancha roja vibraba con el esplendor de la frescura. Como por sorprendente que eso parezca no había quedado huella alguna del dedo del niño en la obra, Masachesi a su vez se permitió el lujo de contemplar el cuadro con detenimiento. Y la escena si bien para él poco inquietante dada su vida anterior, igual le llamó la atención por resultarle curiosamente familiar. El colorido de la indumentaria de la víctima sobre todo, más llamativo aún para él que la mancha roja que parecía fresca y lo estaba. ¡Tan realista todo! Hiper-realista, se corrigió, pero no era eso. Vio que su conocida estaba atendiendo otros visitantes así que permaneció frente al cuadro, contemplándolo a fondo mientras esperaba poder hablar con ella.
A Ismael le gustó que su abuelo se interesara por lo que a él le había llamado la atención, y sintió que al lado de su abuelo el miedo que había sentido frente a esa imagen y que recién empezaba a reconocer como tal, un miedo de cosquillas no del todo desagradables, se iba disipando, dejándole tan sólo la curiosidad. La mancha roja en su dedo sin embargo le devolvía la inquietud. Atinó a olerlo con disimulo, a pasarle muy levemente la lengua, y no era sangre, no; tenía olor y gusto a aceite, asqueroso eso sí.
Por su parte Masachesi, olvidado de su nieto, se preguntaba qué carajo tendría esa imagen que tanto lo interpelaba, hasta que logró recordar aquel remoto crimen, a pocas cuadras de allí si no se equivocaba, en tiempos cuando todavía no existía la palabra femicidio. Pero el asesinato de mujeres sí que existía desde siempre. Y le llegó un sabor amargo, no a las papilas gustativas sino al corazón, quizá, o a esa región del cerebro donde se apilan las frustraciones. Porque a él le habría tocado resolver el tal crimen perfecto de no haber sido por el cambio de carátula o lo que fuere que lo dejó lejos de todo detectivismo. Y varias cosas le llegaron a la mente en el instante en que la galerista se acercó para preguntarle por qué se sentía tan atraído por la escena más truculenta de toda la exposición, si bien ella entendía que, claro, tratándose de un comisario aunque fuera retirado, la escena le resultaba realista. Híper, que le dicen.
¿No se acuerda usted?, le preguntó él, pero claro, ella era demasiado joven en aquel tiempo, aunque el barrio entero se había sentido conmocionado por lo que entonces se llamaba un crimen pasional, si bien no había candidato alguno a quien imputarle la tal pasión. Peor aún, había demasiados candidatos. Porque la joven ataviada a la sazón con la falda verde a cuadros, tan llamativa, había sido -a decir del barrio- una casquivana. Y más también, al menos así lo entendió el investigador a quien le tocó el caso. Casquivana a sueldo, en pos del mango, alguien desdeñable. Pero por más puta que fuera, entendió en aquel entonces Masachesi, no merecía una muerte así, tan atroz. Ninguna muerte merecía en realidad esa joven que después de todo era pulcra y discreta, y si bien andaba con quien fuere no hacía escándalo y respetaba la apariencia, sí, la tranquila apariencia del barrio. Pero los “científicos” no se esmeraron en demasía, indagaron a los posibles sospechosos. Muchos menos de los que se suponía habían pasado por ese cuarto de pensión, pero tampoco se trataba de alborotar el avispero y mancillar el buen nombre y honor de probos padres de familia que bueno, una canita al aire se la tira cualquiera. Y ahí quedó la causa, durmiendo el sueño de los (in)justos, a decir de Masachesi, que no se desveló por eso pero sintió que algo andaba mal en la repartición, qué le vamos a hacer, pero no le correspondía a él meter allí sus narices.
Vio qué excelente pintura, la creó especialmente para celebrar que abrimos una sala en este barrio, vio qué vívida es la escena, le informó con orgullo la galerista trayéndolo de regreso al aquí y ahora. Parece que nos estuviera hablando, agregó la galerista. Está muerta bien muerta, le contestó Masachesi, que no iba a perder su buen criterio ni siquiera en aras del arte. Pero algo de razón tenía la galerista porque hete aquí que la pintura roja, esa chorrera de sangre, estaba fresca y seguía manchando por así decirlo. Y lo dijo, y se lo dijo a la galerista con aire inquisidor. Algo debía averiguar ya que, si bien se había compenetrado en aquel entonces del crimen y hasta había visitado la escena, la lejana pesquisa no estuvo a su cargo.
¿Cómo es esto de la pintura fresca?, preguntó, sin delatar al nieto que estaba frente al ventanal viendo pasar a la gente.
Ah, dijo la galerista con orgullo; un hallazgo, una genialidad del maestro que para lograr este efecto tan impactante consiguió producir un óleo que no se seca más.
Impactante por cierto, masculló el ex comisario asumiendo poco a poco su viejo rol casi olvidado. Me pregunto de dónde habrá sacado la imagen tan exacta.
Puro talento del maestro, insistió la galerista; la fórmula de la pintura siempre fresca la mantiene en secreto, pero lo otro no. Me contó que las imágenes son copia fiel (¡y admirable!) de viejas fotografías, generalmente aparecidas en los periódicos. Esta, me contó, la recortó de un viejo diario de escándalos, prensa amarilla que le dicen. El diario se llamaba “La Hora”, puede que usted lo tenga presente, ahí salió la foto del crimen impune. Muy impresionante, hasta mi mamá la comentaba en ese entonces, me dijo mi mamá ahora, recordándola. Tal cual la pintura, la foto. O viceversa.
Lindos colores, dijo entonces Masachesi. Y muy muy exactos, demasiado exactos, comentó para sí aludiendo a los colores del atuendo de la mujer en el cuadro, no en esa foto que de golpe le volvió a la memoria, la foto del diario, en blanco y negro.
Y ahí entendió todo.