28 de septiembre de 2013

Horacio Tarcus: "Marx quizás no tenga la hegemonía que tuvo en el siglo pasado, pero va a seguir pesando en el siglo XXI" (2)

El historiador argentino Horacio Tarcus es autor, además de "Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos", de "El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña", "Cartas de una hermandad" y "Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg". En el año 2003 obtuvo una beca de la Fundación Guggenheim para llevar a cabo el "Diccionario biográfico de la izquierda argentina", primero en su tipo en Latinoamérica. En su obra "Marx en la Argentina" 
reconstruye la compleja trama de la llegada del pensamiento marxista a nuestro país, una historia apasionante que incluye otras que no lo son menos. Así, pasan por sus páginas las historias de Raymond Wilmart (1850-1937), su enviado a Buenos Aires en 1873, y la de Germán Avé Lallemant (1835-1910), un alemán afincado en San Luis que intercambió correspondencia con Engels y Kautsky. También detalla los pormenores de la primera traducción de "El Capital" por Juan B. Justo (1865-1928), fundador del Partido Socialista de Argentina; y de la nota necrológica sobre Marx que el escritor cubano José Martí (1853-1895) escribió para el diario "La Nación", entre otras jugosas anécdotas que conforman el libro. Sigue a continuación la segunda parte de la edición de entrevistas concedidas por Tarcus a Silvina Friera, Juan Ciucci y Horacio Bilbao, del diario "Página/12", la página web de la Agencia Paco Urondo y la edición digital de la revista "Ñ" respectivamente.


En el libro marca dos momentos de recepción de Marx a fines del siglo XIX y comienzos del XX: un Marx revolucionario y uno científico, que estarían en tensión.

En realidad, son dos recortes que se hacen de Marx, según las circunstancias de difusión de su obra. En la década de 1870 se vislumbra, sobre todo, el Marx revolucionario organizador dirigente de la Internacional. Porque cuando estalla la Comuna de París, la prensa de todo el mundo pone el foco en este acontecimiento asombroso, porque es la primera vez que se produce una revolución de estas características, donde el pueblo en armas se auto-organiza, niega el Estado nacional, es una ciudad que se autonomiza. Es un acontecimiento totalmente inesperado, el mundo moderno conocía las revoluciones burguesas, conocía el carácter de masas de las revoluciones de 1848, pero esta es una revolución totalmente inesperada y la prensa de la época busca algún tipo de explicación ante este fenómeno totalmente novedoso. Entonces trata de radicar la explicación en una suerte de organización secreta llamada Asociación Internacional de los Trabajadores, que habría promovido la toma del poder por los obreros parisinos en 1871. Por supuesto, esto responde a una visión conspirativa de la historia y de la política, no fue la Internacional la que decidió la Comuna de París, sino que fue la ignominiosa derrota francesa en la guerra franco-prusiana y un momento de vacío de poder, de algún modo llenado por estos obreros y soldados indignados, en un momento de una crisis política de la dirigencia francesa extraordinaria. Se escribió mucho sobre la Comuna pero, se la piense como se la piense, lo que es claro es que no fue un subproducto de las decisiones de la Internacional. Pero sí aparece en la prensa de la época, hay estudios sobre la Comuna en la prensa de la época, y todas coinciden en que, en un primer momento, hay asombro y pánico en las élites. A continuación se busca un culpable y no puede ser el pueblo el culpable, tiene que ser una organización secreta, entonces ahí aparece la Internacional. Y ahí, por primera vez, la Internacional llega a la gran prensa, a los titulares de la gran prensa y se habla de la Asociación Internacional de los Trabajadores y se transcriben documentos, se consiguen documentos que facilita la policía. Pocas semanas después aparece alguien que tenía que ser el cerebro de esta Internacional y entonces ahí aparece la figura de Marx presentado, por ejemplo, en la prensa porteña por uno de los corresponsales de "La Nación", (Gutiérrez, el escritor y amigo de Mitre, médico, que está haciendo un viaje de perfeccionamiento en París). Él tiene como apoyo económico enviar corresponsalías al diario de Mitre y lo agarra la situación de la Comuna. Entonces escribe diariamente sus artículos y sigue este itinerario: asombro, pánico en las élites, denuncia de la Internacional y, de pronto, aparece un señor llamado Carlos Marx, este genio maléfico que, como un Prometeo moderno, le robó la sabiduría a los dioses para ponerla al servicio del pueblo. En este contexto la policía francesa fragua una cantidad de cartas de Marx presentándolo como alguien que está animando a los obreros a extender la revolución cuando en realidad Marx fue muy cauto con la Comuna de París, y en la medida en que él tenía algún ascendiente sobre un proceso, él estaba en Londres y esto ocurría en París. Marx era respetado pero era uno más entre la cantidad de líderes revolucionarios de la época. Él precisamente tiene una gran preocupación porque la Comuna logre sobrevivir, y llega a recomendar que se acepte una paz honrosa antes de que el movimiento sea reprimido y todos sean fusilados, que es lo que termina pasando. De modo que en la correspondencia real nos encontramos un Marx sensible políticamente, cauto, inteligente y en la prensa burguesa aparece un Marx como un especie de enloquecido tratando de generar un incendio en toda Francia y después en toda Europa. Lo que digo es que esta imagen del Marx organizador, revolucionario, que está atrás de los procesos revolucionarios en curso, es de algún modo contrapesada, desplazada por el Marx autor de "El Capital", el Marx que descubrió las leyes de la historia, el Marx que -según las palabras de Engels en el cementerio, ante la tumba de Marx-, así como Darwin descubrió las leyes de la evolución de las especies, nuestro querido Carlos Marx descubrió las leyes del funcionamiento de la sociedad. Esto, en realidad, hace sistema con el pensamiento positivista hegemónico en la época. Entonces aparece un Marx como campeón de la ciencia, un Marx que descubrió las leyes del decurso objetivo de la historia. No es que el Marx revolucionario desaparece absolutamente, pero la imagen de que se puede llevar a cabo una revolución como la de los comuneros de 1871 comienza a desaparecer en el horizonte de la social democracia hacia 1900. Pongo el ejemplo de las conferencias de José Ingenieros: en cada aniversario de la Comuna, dicta una conferencia para los afiliados del Partido Socialista que quisieran acercarse, haciendo un elogio de la Comuna. Pero este mismo Ingenieros -que está a punto de recibirse de médico, que está imbuido de las doctrinas positivistas spencereanas, pero también del socialismo y del marxismo, de matriz social demócrata europea que se está consumiendo- en determinado momento dice: sí podemos celebrar el carácter heroico de los comuneros pero no lo hagamos con la esperanza mesiánica de repetir esto. Esto es una excepcionalidad histórica, una especie de aborto de la historia; acá las sociedades están evolucionando, los partidos socialistas son partidos que en todo caso empujan ésa evolución histórica, el desarrollo económico, la integración social. Las revoluciones al modo del siglo XIX se han terminado. Creo que acá no tiene sentido decir: Ingenieros no comprendió a Marx, que Ingenieros no había leído a Lenin. Este es un modo posible de leer a Marx, era un modo legítimo. Se podría decir: "bueno, era un recorte de ciertos textos de Marx en desmedro de otros textos de Marx". Yo diría que siempre hacemos eso, siempre que interpretamos rearmamos el corpus. Entonces los textos sobre la Comuna ahí nos parecen textos políticos, subordinados frente la centralidad de un texto científico como "El Capital". O viceversa, en determinados momentos decimos: este texto es muy importante pero es un texto muy complejo, vamos al más político donde está la quintaesencia de su pensamiento. Bueno, todos, ortodoxos y heterodoxos, reformistas, revisionistas, revolucionarios, hacen este tipo de operaciones, no es que los revisionistas tergiversan y los ortodoxos leen bien: todos hacen operaciones de interpretación.

¿Qué tan inmediata fue aquí la identificación del movimiento obrero con el marxismo?

Esa clase obrera en formación de origen emigrante es interpelada por diversas ideologías. La liberal, la socialista, la anarquista. Para fines del período se asienta un nacionalismo patriótico, elaborado por las élites de manera algo tardía. El socialismo aparece como una interpelación más, pero es una interpelación muy potente. No es mayoritaria, es, junto con el anarquismo, co-constitutivo del movimiento obrero. Marx, al principio, es sólo uno de una pléyade de nombres de reformadores sociales que emergen a mediados del siglo XIX en Europa y cuyas ideas llegan a la Argentina por distintos medios. Es muy interesante seguir por qué el marxismo se convierte en la ideología dominante del movimiento obrero tras la Segunda Internacional de 1889. Porque en la Primera Internacional de 1864 era apenas una de las corrientes en disputa. Acá llegan los alemanes que traen las ideas de Benoit Malon, los exiliados franceses de la Comuna de París que traen las ideas de Auguste Blanqui. Llegan mazzinistas, garibaldinos. José Ingenieros trae una de las alas más radicalizadas de la Segunda Internacional, la de Jean Allemand, el ala más antiparlamentaria y antipolítica del socialismo, un poco como las corrientes trotskistas hoy, que no creen en la acción parlamentaria. Está la influencia de Jean Jaures, sobre todo en Juan B. Justo. Hay quienes dicen que hay heterogeneidad en el movimiento obrero argentino porque es todavía un movimiento obrero muy inmaduro, una clase aún no formada, o formada por artesanos. Esto no es así. En Europa, donde el proceso de formación de la clase obrera ya era algo consumado, siguen existiendo estas tendencias. Me interesó ver como el peso de las teorías de Marx va abriéndose camino entre todas esas tendencias.

Esa primera oleada migratoria es curiosamente socialista. Los comuneros expulsados de Francia, o los lasalleanos que se sacó de encima Bismark, algo que se revertirá, por ejemplo, en la segunda guerra…

Así es. Es muy curioso. Los "comunards" no son ni marxistas ni anarquistas, son de algún modo previos a la gran división. Sí son internacionalistas, partidarios de un socialismo cuyos contornos son todavía muy difusos. Son conspiradores pero creen en reformas, tiene un discurso revolucionario pero todavía son esos artesanos que pueden convertirse en pequeño patrón, como dice Wilmart, el enviado de Marx. Los alemanes también son artesanos, ya llegan como socialistas encuadrados en el Partido Social Demócrata alemán, pero tienen una fuerte influencia lasalleana. La principal referencia para ellos es La Salle, no Marx, Marx es uno más. Ellos organizan el primer 1º de mayo.

Pero el belga Raymond Wilmart, el enviado de Marx, no confía demasiado en lo que se pueda armar aquí…

Aparece en la propia prensa de la época esa discusión sobre las condiciones económico-sociales del país para que arraigue una cultura socialista. Wilmart, en tres cartas que le manda a Marx, evidencia su creciente escepticismo respecto a la posibilidad de que crezca la sección local de la Asociación Internacional de los Trabajadores (Primera internacional). El dice que en Buenos Aires juegan en contra las muchas posibilidades que hay de convertirse en pequeño patrón. Esto genera una ilusión de ascenso social que de algún modo atenta contra la consolidación del socialismo. En cambio, Roberto Payró, cuando Navarro Viola le pide un artículo sobre la prensa socialista en la Argentina en la década de 1890, o sea veinte años después, necesita explicar cómo está creciendo la prensa socialista no solamente en Buenos Aires sino en todo el país. ¿A qué responde la multiplicación de esta prensa? El dice que han comenzado a cerrarse los caminos para el ascenso social. Ya hay una clase obrera que se estabiliza, que ve cerrados los caminos del progreso, y que se constituye como clase política, como clase confrontada al capital.

Una de las figuras centrales de esta historia sin duda es Wilmart, el enviado de Marx, todo un hallazgo y a la vez un personaje contradictorio, que a su muerte termina siendo rescatado por el diario "La Nación", que le extirpa su pasado marxista…

Uno podría decir que se integra a la élite decepcionado de las posibilidades de crear un partido socialista aquí. Pero en realidad él ya era un hijo, rebelde, de la aristocracia belga. Rompe con su familia y casualmente conoce en Bordeaux, Francia, a Laura Marx, la hija de Marx, y al yerno, el cubano Paul Lafargue. Ellos lo introducen en el mundo de la política y queda fascinado. Narra su encuentro con esa pareja como una suerte de deslumbramiento. Su rebeldía encuentra algún sentido. Cuando relata que viaja a Londres a encontrarse con Marx y su mujer, y a las otras hijas, omite decir que viaja para participar del último congreso de la Internacional, que enfrenta a marxistas y a bakuninistas. El va a votar con los marxistas. En ese congreso se anuncia una sección de emigrados franceses en Buenos Aires, los comuneros.

Es un gran hallazgo de su investigación este personaje, y esas cartas…

La de estas cartas, inéditas hasta ahora, es una historia increíble. Las encontró Marcelo Segall, un chileno exiliado en Amsterdam, que andaba tras las mismas pistas que yo. Y que tenía un libro muy importante publicado sobre el tema. Yo viajé a Amsterdam, al Instituto de Historia Social; allí me dijeron que había un legado Segall, pero no lo encontré. Lo que me dejó fueron las pistas y la pica por este personaje Wilmart. El fue el primero que dijo que se merecía una biografía, y criticó a quienes lo trataban de renegado, para él siempre se mantuvo como un socialista.

Es curioso, Wilmart reprueba la tesis de Palacios. A Wilmart lo acusan de renegado, mientras que Palacios viene de los Círculos Católicos hacia el socialismo, parece un cruce de caminos…

Y Palacios le entra al marxismo por la perspectiva de la pobreza, que es la perspectiva del católico social, como lo sabemos bien hoy con el papa Francisco. La perspectiva del marxismo no es la de la pobreza, es la del proletariado contra el capital. Wilmart anota la tesis y el jurado interpreta que esas anotaciones son un veto. Curiosamente Palacios después asiste a las exequias de Wilmart.

Wilmart fue uno de los personajes importantes para la difusión de Marx en la Argentina. ¿Puede comentarnos su experiencia en el país?

Es un personaje apasionante. Lo descubrí a partir de referencias aisladas que aparecían en la prensa de la época. Por ejemplo, José Ingenieros en un escrito muy temprano sobre la historia de la Internacional en la Argentina, dice: "y el doctor Wilmart que en algún momento le dio problemas a la policía y hoy es un abogado de la élite porteña". Yo decía: ¿quién será este Wilmart? Fui a la facultad de Derecho y encontré textos de este jurista, profesor de Derecho Romano, pero me costó dar con la pista del joven revolucionario. Encontré en un viejo texto publicado en francés, en la década del '70, por este chileno de apellido Segall, un artículo que ponía el foco en Wilmart y me dio una pista preciosa. Él decía que Wilmart se había carteado con Marx, citaba dos o tres líneas de la correspondencia de Wilmart con Marx, decía que había sido anarquista en su juventud, que Marx lo había enviado como delegado a fortalecer la sección argentina de la Internacional, y que después se había convertido en un abogado de la élite, pero que se había mantenido vinculado y solidario durante muchos años con el Partido Socialista. Le dedica dos o tres páginas breves, y esto ya me puso mucho más en la pista. Segall anunciaba la próxima publicación de la correspondencia de Wilmart con Marx, así como otra correspondencia que había reunido sobre la Internacional en Argentina y en América Latina. Quiso la mala suerte que a Segall lo atropellara un auto en Amsterdam y queda inválido durante muchos años y finalmente falleció; no pude conocerlo ni pude dar con ese conjunto de cartas que él tenía, aparentemente traducidas o en proceso de traducción. Al no aparecer este legado dije, bueno, empezaré de cero entonces. Me fui a Holanda, consulté las cartas, las fotografié, pedí permiso para traducirlas, trabajamos semanas en el desciframiento de esa terrible letra, y además del francés de 1873, con el plus de que muchas cosas están dichas entre líneas porque es un revolucionario que le escribe a otro revolucionario que está cumpliendo una misión y no quiere que se le intercepten las cartas. Entonces, fue muy complejo traducir. En Holanda encontré otras cartas, en un número especial del diario anarquista "La Protesta" aparecieron, en la década del '20, otras cartas y, entonces las pude reunir en el apéndice del libro y reconstruir en parte el vínculo de Wilmart con Marx. Quedaban, todavía, muchas zonas oscuras, pero un día voy a la Biblioteca Nacional y busco Wilmart -será hace diez años- y todavía estaban las viejas tarjetas mecanografiadas y algunas manuscritas. Una ficha de Wilmart, después que recorro todas las fichas, casi todos los artículos de temas jurídicos, me interesaban pero para mi objeto sólo diagonalmente. Finalmente encuentro una ficha que se llama "Un error de Carlos Marx". Y esta ficha me salvó porque me metió en una pista extraordinaria, porque esta ficha -que estaba manuscrita- vaya a saber, debía ser de la época de cuando Paul Groussac era director, cuando los directores todavía se abocaban a las tareas bibliotecológicas y llenaban fichas. No descarto que sea la letra de Groussac, además está escrito con las rúbricas y las tintas de la época. Me hubiera gustado fotografiar la tarjeta, vaya a saber dónde fue a parar. Me puso en la pista, pido el artículo en cuestión, que era un artículo aparecido en una revista de graduados y estudiantes de Derecho y Wilmart cuenta, ahí, su vida. La cuenta el viejo Wilmart, que ya no participa de las esperanzas revolucionarias de su juventud, la cuenta como uno cuenta su propia vida, racionalizándola, omitiendo algunas cosas, enfatizando otras, pero de algún modo me permitió normalizar una ficha biográfica y darle coherencia al conjunto. La historia era que Wilmart era un joven belga, hijo de una familia noble, que se rebela y se va de la casa paterna y no sabemos cómo ni por qué, en esta vida juvenil aventurera, desemboca en la ciudad de Burdeos; allí traba amistad con la hija de Marx, Laura, y el yerno de Marx, el cubano Paul Lafargue. Laura y Paul eran dos entusiastas animadores del movimiento socialista, fundadores del Partido Socialista francés, difusores de obra de Marx, y logran incorporar al joven Wilmart a la organización política francesa, que es la sección francesa de la Asociación Internacional de los Trabajadores. En determinado momento, Wilmart cuenta que frecuenta la casa de los Lafargue y Marx era para él un estimulo extraordinario, que allí encontró los libros de Marx, los libros de Engels, los libros de los socialistas de la época, así como libros de ciencia; digamos, lo introducen en el mundo de la cultura y le da un sentido a su rebeldía. Allí cuenta que, en determinado momento, viaja a Londres y conoce personalmente a Marx, pero lo que omite decir es que en realidad viaja para participar como delegado de la sección holandesa de uno de los congresos de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que es el Congreso de la Confrontación entre marxistas y bakuninistas. Este relato permite descartar la hipótesis de que Wilmart había sido anarquista en su juventud; él tiene una actitud de respaldo a los marxistas, pero no vota por la expulsión de todos los anarquistas, como sí vota al sector más duro y esto llevó a conjeturar que, en realidad, era anarquista Wilmart, pero no lo era. La historia es que en ese congreso se informa de la creación de la sección argentina. ¿Quiénes crean la sección argentina de la Internacional? Los comuneros exiliados de 1871. Se comunican con el Consejo General que tenía su sede en Londres, que de algún modo hegemonizaba Marx, aunque no dominaba por completo. Marx y el Consejo General en Londres deciden enviar a este hombre, probablemente porque era joven, no estaba casado, era un hombre inteligente, manejaba idiomas, hablaba español, y entonces era la persona ideal. Era una persona de confianza, amigo personal de Lafargue, y lo envían para fortalecer la sección y, de algún modo, ponerla a resguardo de los anarquistas. Porque la sección uruguaya estaba hegemonizada por los anarquistas, mientras que la sección porteña ni era marxista ni bakuninista, porque en realidad esto es una simplificación de la historia de la Internacional, no es que la Internacional se dividía entre marxistas y bakuninistas. La historia es mucho más compleja porque había muchas tendencias, pero sobre todo la base de estos jóvenes era un socialismo internacionalista muy vago, muy indeterminado, no estaba formado doctrinariamente: no eran blanquistas, no eran bakuninistas, no eran marxistas, eran hombres con una ideología más general, más abstracta, más sentimental, pero bueno, ahí podían de algún modo ganar terreno las ideas bakuninistas. Entonces Marx se apresura a enviar a Wilmart. De la correspondencia que se conserva en el Fondo Marx del Instituto de Amsterdam, hay toda una serie de cartas de Wilmart, pero desde Buenos Aires hay sólo tres, que son las que comento y transcribo íntegras en el apéndice. Las tres cartas que se van sucediendo a lo largo del año 1873 demuestran el creciente escepticismo de Wilmart respecto de crear una sección de la Internacional. Hay que decir que éste es un contexto de declive, de repliegue de la Internacional, la derrota de la Comuna de París fue una derrota para la Internacional, aunque la Internacional no la hubiera convocado. El respaldo de Marx a la Comuna, a la famosa locución de la guerra civil en Francia, de algún modo determinó el retiro de los sindicatos ingleses que constituían un apoyo de masas, un apoyo institucional muy importante. La división entre marxistas y bakuninistas y la expulsión de los bakuninistas implica la creación de una Internacional paralela y el retiro de muchos sectores independientes que no se sentían parte de ese debate, y no casualmente Marx impulsa la votación de que se traslade la sede a Estados Unidos. Trasladar la sede a un lugar al que los bakuninistas tenían un acceso mucho más difícil era reconocer que se había entrado en un proceso de declive. En el campo local, la situación no era mucho más entusiasta para Wilmart: aquí se encuentra con una cantidad de comuneros que no tienen una gran formación política, no es una clase obrera emergente, son artesanos que se implantan en los espacios locales, son zapateros, cocineros -ahí están las profesiones- que vienen como exiliados políticos pero también con una voluntad de integrarse social y económicamente, no tienen relaciones orgánicas con las, todavía, muy incipientes organizaciones obreras. Hablan otro idioma, se reúnen a hablar en francés. A lo largo del año pareciera que hay un momento de crecimiento de la Internacional hacia sectores de habla italiana, de habla española, pero el movimiento enseguida se desarticula. Se vuelve a organizar en 1875, pero un proceso judicial dirigido contra ellos, acusándolos de haber incendiado la iglesia del Salvador, vuelve a desarticular el movimiento. Entre tanto, Wilmart se va a tratar de una afección pulmonar a Córdoba, conoce una hija de la élite cordobesa, se convierte en una suerte de alumno esmerado y luego discípulo de un abogado del foro cordobés muy reputado, que ve un muchacho inteligente, que habla idiomas, que aprende rápidamente y no tarda, entonces, Wilmart en asimilarse a la Argentina de 1870. Se recibe pronto de abogado, se casa con esta mujer y, como dice Segall, no va a volver a ser un cuadro revolucionario militante pero sí va a acompañar algunas acciones del Partido Socialista y, como abogado, va a desarrollar una cantidad de obra, de artículos y de intervenciones en un sentido sumamente social. Las cartas que recibe de Marx se han perdido, un familiar las quema o las rompe, no sabemos exactamente, lo cuenta uno de los descendientes. Tenemos las cartas de Wilmart, pero no tenemos las cartas de Marx, probablemente se han perdido para siempre. Un dato curioso de su biografía es que uno de sus descendientes era el cura Raymundo Podestá, que se llama así por Wilmart, por su abuelo. Es ese famoso cura progresista de izquierda que decide romper con la prohibición del celibato y casarse con Clelia. Lamentablemente, no llegue a entrevistarlo con vida, no sé en qué medida ese abuelo revolucionario habrá influido en las ideas del cura Podestá.