El
fallecimiento del historiador británico Eric Hobsbawm (1917-2012) dio
lugar a una serie de manifestaciones de valoración casi unánime en el mundo
académico sobre su trayectoria, e incluso se reconoció que, pese a su adhesión
al marxismo (cuyos rasgos están presentes prácticamente en toda su obra) su
talento de historiador los relativizó y minimizó y su contribución al estudio
de la Historia fue fundamental. Es evidente que su mayor aporte se encuentra en
aquellos trabajos que mejor expresan una interpretación marxista de la
historia. Sus análisis acerca de las revoluciones burguesas, por ejemplo,
constituyen trabajos ineludibles para comprender estos procesos históricos.
Pero, por otro lado, su histórica pertenencia al PC británico que, inevitablemente
conduce a una identificación política con el estalinismo, lo llevó a no proporcionar
una convincente explicación teórico-histórica de aquel experimento soviético.
Más aún, ni siquiera consideró al trotskismo como una expresión del marxismo
revolucionario y sus vicisitudes como alternativa política a lo largo del siglo
XX. Otro tanto sucedió con su apoyo al Partido Comunista en España y su
reivindicación de los “frentes populares” antifascistas que, sabido es, no pudieron
vencer al fascismo pero sí derrotar la revolución. Dejando de lado los aspectos
ideológicos, son innegables sus notables análisis históricos de los últimos doscientos
años, desde los tiempos de la revolución industrial hasta los contemporáneos.
Lo que sigue es la primera parte de una recopilación editada de varias
entrevistas que Hobsbawm concedió en los últimos veinticinco años de su vida,
en las que puede verse con claridad su pensamiento en cuanto a las limitaciones
de las democracias clásicas con sus mecanismos políticos radicalmente
inadecuados y a los severos problemas que enfrenta la humanidad en el siglo XXI.
Los fragmentos de entrevistas corresponden a las realizadas por Peter Glotz
(revista "Die Neue Gesettschaft", Hamburgo, julio de 1987), Aldo Panfichi (revista
"Quehacer", Lima, marzo de 1992), Horacio Bilbao (revista "Ñ", Buenos Aires,
octubre de 2012) y Steven Navarrete Cardona (revista "Arcadia", Bogotá, octubre
de 2012).
En 1982 usted escribió en "Marxism Today": "No
basta con lamentarse por el declive experimentado por 'el movimiento' desde los
grandes días de antaño, sea donde fuere que los militantes los sitúen, puesto
que la nostalgia no los hará regresar. Se han ido para siempre. Debemos
construir sobre los fundamentos del pasado, pero la construcción debe ser
nueva. Esta situación es común a toda la izquierda europea, y ciertamente a la
izquierda socialista". Este texto me sugiere dos cuestiones: ¿en qué tipo de
nostalgia estaba usted pensando cuando escribió esto?, y ¿cree usted que esta
nostalgia existe todavía entre la izquierda europea?
La
nostalgia a la que aludía es la tradición de lucha en el viejo movimiento
obrero. No puedo decir con certeza en qué medida esta nostalgia existe en
otros países, pero ciertamente existe aquí en Inglaterra, quizás incluso más
que en cualquier otra parte, porque nuestro movimiento obrero en cierta manera
fue extraordinariamente fuerte. De hecho, Gran Bretaña fue el único gran país
donde el proletariado llegó a formar la verdadera mayoría de la población. El
movimiento británico tuvo también un tipo de solidaridad y de actitud combativa
que no sólo actuó como punto de referencia de la anterior generación, sino que
dirigía toda su vida. Como usted escribió, quedaban trazos de ambas en la gran
huelga de mineros de 1985, por ejemplo. Estoy seguro de que estas tradiciones
existen también en otros lugares —la tradición antifascista, por ejemplo,
claramente visible en Italia. La resistencia que hizo posible que los
italianos, especialmente la clase obrera, se liberasen de la carga de la
derrota o de la culpabilidad heredada del período fascista sigue vigente, y es
un factor importante y positivo. Sin embargo, como escribí entonces, esto no
basta. Naturalmente uno puede no desear en absoluto renunciar a sus propias
tradiciones, pero en algún lugar y de alguna manera tenemos que hacerlo.
¿Y esto está degenerando en nostalgia?
Degenera
en nostalgia si la gente no reflexiona acerca de la situación real y se limita
a tocar el viejo repertorio. Esto puede estar bien en la sala de conciertos,
pero no en política.
Hay momentos excepcionales en la historia de la
humanidad en los que en un corto período se concentran acontecimientos de enorme
repercusión. Entre 1989 y 1991 hemos
vivido uno de estos períodos. El mundo ha presenciado atónito el derrumbe del
comunismo como sistema alternativo al capitalismo. ¿Qué significado histórico
tienen estos años?
Creo que
estos años marcan el final de una época en la que la historia mundial ha estado
dominada por el impacto de la Revolución de Octubre. Por cerca de setenta y cinco
años, en lo que hoy se denomina el corto siglo XX, los gobiernos de Occidente
han vivido obsesionados por el espectro de la revolución social y el comunismo,
transformados luego en temor al poderío militar de la Unión Soviética y sus
aliados socialistas. En todo este período, con excepción de un breve intervalo
durante la Segunda Guerra Mundial, la política internacional fue concebida como
una cruzada, una guerra fría casi religiosa entre dos sistemas alternativos.
Ahora todo esto ha concluido. El comunismo como alternativa al orden
capitalista existente ha desaparecido. Este es el principal significado
histórico de los acontecimientos vividos
en los últimos años.
¿Cómo se explica que las consecuencias políticas
y económicas de la Revolución de Octubre hayan podido dominar por tan largo
tiempo la historia mundial?
Es
imposible comprender esto si no pasamos revista a los tres períodos en los que
se divide el llamado corto siglo XX (1914-1991). El primer período se inicia
con la Primera Guerra Mundial y termina poco después de la Segunda Guerra. Este
es el período en el cual el sistema capitalista mundial parece estar cerca del
fin. Recordemos la Gran Depresión de los años '30; las grandes revoluciones
políticas, primero la soviética y luego la china, que derrumbaron viejos
regímenes e instauraron el comunista como un sistema mundial alternativo.
Recordemos también que durante este período las instituciones propias de la
democracia liberal estuvieron en retroceso en casi todas partes del mundo
frente al avance del fascismo y otras formas
de autoritarismo. En esas circunstancias aun los más conservadores
hombres de negocios tenían dudas sobre el futuro del capitalismo.
¿Y después de la Segunda Guerra Mundial?
Bueno,
desde fines de los años '40 hasta inicios de los '70 la competencia entre ambos
sistemas se hace muy dura y se extiende a casi todo orden de cosas. Lo interesante
es que esta competencia se da sobre la base de un extraordinario crecimiento
económico global, producto de la gran demanda que significó la reconstrucción
posbélica. Las tasas de crecimiento de las economías comunistas eran similares
a las de las economías capitalistas. Es más: hasta los años 50 eran superiores,
lo cual llevó a que alguna gente pensara que el capitalismo sería derrotado por
la mejor performance económica del socialismo. Sin embargo, durante los años '60
el capitalismo empieza a despuntarse tecnológicamente, mientras para las
economías socialistas todavía no era claro el tipo de problemas y limitaciones
que enfrentaban. A inicios de los años '70 se inicia el tercer período,
caracterizado por la crisis global tanto del sistema socialista como del
sistema capitalista. Sin embargo, esta crisis global no ha llevado al derrumbe
del capitalismo, como sí ocurrió en el caso del comunismo.
¿Usted piensa que ya desde los años '60 el campo
socialista estaba económicamente derrotado?
Económicamente
hablando, sí. Técnicamente hablando, sí. Creo que los mecanismos de
planificación central han sido extremadamente efectivos en crear, digamos, una
economía de guerra. En ese contexto uno define sus metas económicas y busca
alcanzarlas de manera planificada y sin tener en cuenta sus costos. Así
Inglaterra y Estados Unidos administraron sus economías durante la Segunda
Guerra Mundial. Ahora bien: si un país, por cualquier razón, decide que su
máxima prioridad es tener una gran industria o construir un sistema de misiles
atómicos, u organizar viajes al espacio, esto sólo se puede hacer con una
economía de guerra donde lo que importa es usar los mejores recursos con el
objetivo de alcanzar estas metas. Este fue el caso de la Unión Soviética, que
tuvo éxito en alcanzar sus metas iniciales, pero luego fue incapaz de proveer a
su sistema económico los mecanismos internos necesarios que le permitieran
ganar mayor dinamismo y mayor capacidad para continuar mejorando por sí sola.
Pero algunos analistas señalan que la ausencia
de propiedad privada es también un elemento importante para explicar el pobre
desempeño de las economías socialistas. ¿Qué piensa usted sobre esto?
No, no
creo que sea cierto. Creo, sí, que la ausencia de un mercado es una gran
desventaja, y que él le dice a uno cuándo está haciendo ganancias y cuándo pérdidas;
qué empresas son eficientes en el manejo de sus recursos y cuáles no y deberían
cerrar. Me parece que la debilidad central del modelo soviético es que
manejaron su economía de manera burocrática y basada casi exclusivamente
en consideraciones políticas, sin tener
en cuenta que hay que pagar ciertos costos económicos, que es necesaria cierta
racionalidad en los precios y que el mercado puede ayudar a esto. Sin embargo,
debe quedar muy claro que no estoy argumentando a favor de la privatización
como solución de los problemas económicos. Esto no es verdad. La agricultura de
Polonia fue descolectivizada en 1956 y hoy
sigue siendo una agricultura deficiente. El caso de Hungría es distinto. Ellos
desarrollaron una agricultura mixta de cooperativas y empresas privadas, y hoy
tienen una agricultura más eficiente en términos de exportaciones que Polonia o
Francia.
¿Cuáles serían entonces las razones principales
del derrumbe del comunismo?
En primer
lugar, que la economía se fue haciendo cada día más rígida e ineficiente. Por
ejemplo, acabo de leer un estudio que señala que de todos los inventos
científicos hechos por la Unión Soviética en las últimas décadas, sólo un
tercio se dirigieron al campo económico. La mayoría están ubicados en el campo
militar. En otras palabras, no existía un activo vínculo entre ciencia y
economía que ayudara a sustentar cierto dinamismo del aparato productivo. En
segundo lugar, el nivel de la vida de los países capitalistas desarrollados se
fue haciendo marcadamente superior al de los países socialistas. Esto fue aun
más visible cuando un país quedó dividido entre un sector capitalista y otro
socialista, como es el caso de Alemania. Tercero,
dados los avances de la comunicación mundial, es imposible aislar a una
población del conocimiento de lo que sucede en otras partes del mundo. Entre
1930 y 1950 la gente que vivía en China o la Unión Soviética no sabía nada de
lo que sucedía en las sociedades capitalistas y viceversa. Ahora esto es
imposible. Para la gente de Europa del Este era claro que ellos se estaban
quedando fuera del disfrute de un mejor nivel de vida y ello, como se sabe, es
una motivación central para cualquier revolución.
Y en el terreno político, ¿usted no cree que el
principio del partido único y la ausencia de competencia democrática también
tienen un peso importante?
Pienso que
debemos distinguir entre la situación de la Unión Soviética y China y la de los
países de Europa del Este. Quizá en estos últimos países lo que usted señala es
un elemento importante. Pero en sociedades como la soviética o la china no ha
habido nunca una tradición democrática o un sistema multipartidario. No creo
que haya existido una presión de masas por la democracia en la Unión Soviética.
Los llamados movimientos disidentes eran relativamente insignificantes y por
mucho tiempo fueron incapaces de construir apoyo político masivo. Por supuesto,
esto cambió con la generalización de las crisis políticas. Pero si observamos
con detenimiento, la crisis primero se da al interior del partido, como una
presión política por lograr cambios económicos. No fue un movimiento de masas
por la democracia, tal como Occidente define lo que es la democracia, lo que ha
llevado al actual colapso de la Unión Soviética.
Con el derrumbe del comunismo, ¿es el
capitalismo la única alternativa en el mundo?
No creo
que el capitalismo constituya una alternativa, ya que ha demostrado repetidas
veces que no puede resolver los problemas principales del mundo. Por ejemplo,
con el desarrollo del capitalismo la brecha entre los países industrializados y
el llamado Tercer Mundo ha crecido dramáticamente en los últimos cuarenta años.
Los países pobres son mucho más pobres hoy de lo que eran antes. Este es un
problema gravísimo al cual el capitalismo no ofrece ninguna solución. Lo mismo
sucede con la ecología. Por primera vez en la historia de la humanidad existe
la posibilidad real de que el desarrollo de las fuerzas productivas convierta
el mundo en un lugar imposible de habitar. Los grandes capitalistas dicen que
éste es un problema técnicamente controlable. Sin embargo, no debemos olvidar
que la función central del capitalismo es la búsqueda insaciable de ganancias.
No creo que se pueda atacar el problema ecológico sin interferir de una u otra
manera con el funcionamiento normal del capitalismo. Dadas estas limitaciones,
no sería raro que pronto aparecieran análisis y programas políticos que
tuvieran el objetivo de crear nuevas alternativas al capitalismo actual.
Ocupémonos ahora de las razones de la crisis de
la izquierda europea. La primera cuestión tiene que ver naturalmente con la crisis
del capitalismo mundial y sus consecuencias. La nación occidental más
poderosa económicamente se encuentra actualmente en una coyuntura económica bastante
complicada, con un tremendo déficit, produciendo altos tipos de interés que
atraen capital del mundo entero. Esto significa que todos colaboramos en la
financiación del déficit estadounidense. Tenemos también una verdadera crisis
de deuda pese a las mejoras auspiciadas por las instituciones de gestión de la
crisis internacional (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial). No
creo que vaya a producirse una gran quiebra en el mercado del capital personal
y de crédito, pero pienso que los bancos comerciales prósperos no lo serán
tanto fuera del mercado. Sin embargo, la situación no parece que vaya a ser muy
prometedora, ya que se prevé que haya una recesión secular. De una manera sucinta y general, ¿cuáles serán, en su opinión, las
repercusiones de la crisis del capitalismo mundial para la izquierda europea?
Los tiempos en los que se podía confiar en que la teoría del empobrecimiento
ofreciese una esperanza estratégica seguramente han quedado atrás.
Sí, de
hecho no creo que esto haya actuado en favor de la izquierda. Después de todo,
si alguna vez hubo una crisis económica que amenazase al sistema, fue la de la
década de 1930.
Que acabó en el fascismo.
Acabó en
el fascismo. Anteriormente, la gente había esperado que de alguna manera la
crisis condujera automáticamente a una radicalización. Pero no fue así, sino
más bien lo contrario. Y pienso que aquí debemos remitirnos a Marx. Como usted
sabe, Marx y Engels esperaban que la primera crisis mundial -la de 1857/1858-
causase una radicalización y un resurgimiento revolucionario que no se llegó a
producir. Y pienso que después de esto debemos ser muy prudentes a la hora de
predecir que las crisis, por graves que sean, conducen automáticamente a una
quiebra. Pero pienso también que, como muchas cosas, es más probable que el
sistema capitalista estalle en los márgenes que en el centro. Después de todo,
incluso en la década de los setenta hubo revoluciones, por ejemplo las
revoluciones anticoloniales, la revolución portuguesa, el final del fascismo en
España y en Grecia, y también, naturalmente, las revoluciones etíope e iraní,
etc. No se puede esperar que ello produzca un cambio automático hacia la
izquierda en el sentido tradicional del término, pero tampoco puede decirse
que no hay ninguna posibilidad de cambios revolucionarios capaces de debilitar
un poco el capitalismo mundial. Pero por otra parte, creo que hoy en día la
izquierda europea de hecho es más débil, no tanto porque tiene menos apoyo
potencial (en mi opinión, no ha disminuido mucho el número de sus votantes),
sino porque en las décadas de los setenta y los ochenta no pudo desarrollar un
programa o un proyecto para la crisis. Esto es evidente. De alguna manera la
izquierda dejó la iniciativa económica en manos de la derecha neoliberal y
neoconservadora, y hasta cierto punto tuvieron que hacerlo porque el mismo
programa que proyectaron no estaba verdaderamente enfocado hacia la crisis.