Eric
Hobsbawm, junto a los historiadores británicos Maurice Dobb (1900-1976), Christopher
Hill (1912-2003), Rodney Hilton (1916-2002) y Edward Palmer
Thompson (1924-1993), fundó en 1952 la revista "Past and Present" y
protagonizó una importante renovación historiográfica. Muchos de ellos
abandonaron el Partido Comunista tras la invasión a Hungría en 1956; Hobsbawm,
en cambio, permaneció en él desde su afiliación en 1935. Nacido en Alejandría
en 1917, el estallido de la Primera Guerra Mundial impidió a la familia
Hobsbawm regresar a Inglaterra. Radicado en Viena, el futuro historiador se
incorporó a la juventud socialista. Entre 1930 y 1933 se mudó a Berlín, donde
leyó por primera vez a Karl Marx (1818-1883) y vivió el ascenso del nazismo al
poder. Durante la Segunda Guerra Mundial se incorporó como voluntario al
ejército inglés y, a su finalización, estudió en el King's College de Cambridge,
donde se doctoró en Historia. Hobsbawm reconocería en sus memorias, "Interesting
times" (Años interesantes) publicadas en 2003,
que "dadas las fuertes visiones que el Partido y la Unión Soviética tenían
del siglo XX, uno no podía escribir sobre nada posterior a 1917 sin afrontar la
alta probabilidad de ser denunciado como un hereje político". A
continuación, la segunda parte de la compilación de entrevistas concedidas por
el gran historiador británico.
Nuestra sociedad se desarrolla según el
concepto de "sociedad de los dos tercios". Básicamente, es una versión moderna
de la teoría de las "dos naciones" de Disraeli. El problema es simplemente
que una minoría de la sociedad (los desempleados y sus familias, los que
sobreviven gracias a pequeñas pensiones, las madres solteras que se ven
forzadas a vivir de la seguridad social, los trabajadores marginales que
pueden verse nuevamente abocados al desempleo en cualquier momento) se ve
relegada al último lugar de la fila, mientras que la mayoría (incluyendo muchos
obreros especializados) gozan de una posición más segura. El peligro es que
esta parte de la fuerza de trabajo se vea simplemente "captada" o atraída por
estratos superiores. ¿Cómo puede evitar esto la izquierda?
Su idea de
la "sociedad de los dos tercios" me parece adecuada. Verdaderamente es cierto
que, incluso en Gran Bretaña, que quizás ha sufrido relativamente más que otros
países, la mayoría de la gente, incluyendo la mayoría de la clase obrera, no
está peor que antes, sino que está mejor. La minoría puede ser tenida más o
menos en cuenta, dejando aparte el hecho de que la distribución de votos en el
Reino Unido más o menos garantiza al Partido Laborista una representación
parlamentaria desproporcionada en Escocia, el norte de Inglaterra, etc. Pero
esto no es lo mismo. Uno se pregunta si aún queda algo de la antigua ética
izquierdista de la solidaridad; la solidaridad que produjo en sus inicios el
movimiento obrero y que lo caracterizó desde entonces.
Seguramente no se trata tan sólo de la ética.
También ha habido un cambio parcial en situaciones sociales concretas, al
menos en Alemania occidental. Observemos la desintegración de los distritos de
la clase obrera, la forma en que la gente se trasladó a los suburbios. Todo
esto, evidentemente, potencia el desmoronamiento del entorno de la clase
obrera, al menos en Alemania occidental, donde sólo en algunas zonas de la
cuenca del Ruhr siguen existiendo distritos obreros hasta cierto punto
homogéneos.
Sí. Pienso
que muchísimos factores históricos han contribuido a la destrucción de la
solidaridad de la clase obrera. Lo que usted apunta es totalmente cierto hoy en
día. Pero entre 1880 y 1920, y quizás incluso entre 1880 y la Gran Depresión,
ocurría todo lo contrario. Primero, la sociedad industrial se basaba en una
constante afluencia de trabajadores. Esta gente iba a las ciudades y formaba
grandes ejércitos de obreros. Segundo, el desarrollo tecnológico de la época no
dependía sólo de la concentración de capital, sino también de la concentración
de producción. Surgieron enormes factorías en las que miles de trabajadores se
reconocían unos a otros como compañeros. Y tercero, con la excepción de Estados
Unidos, la era de la sociedad de consumo aún no había nacido, y el conjunto de
la clase obrera, incluyendo los obreros especializados y con mayor experiencia,
se veían constreñidos a una existencia prácticamente marginal. Por esta razón
todos compartían un estilo de vida fundamentalmente diferente del de la
burguesía y de la nueva clase media, así como de las clases rurales. En mis
cursos siempre pido a mis alumnos que identifiquen el momento en que los
trabajadores empezaron a llevar la gorra que se convirtió en el símbolo
internacional del proletariado. La gente se reconocía a sí misma como clase,
incluso estando claro que había diferencias entre un mecánico muy especializado
y un peón de los astilleros. Pero estaban en el mismo barco. Ahora, y
especialmente después de la guerra, sucede todo lo contrario.
Verdaderamente teníamos que mejorar el nivel de
vida de las gentes; este era el gran logro del movimiento obrero reformista.
Pero al hacerlo perdió su propia base de apoyo.
Es
posible. Pero no creo que el movimiento obrero deba tener demasiada mala
conciencia por ello. Las reformas de los barrios pobres, por ejemplo, también
formaba parte de los movimientos obreros en el período de entreguerras, y la
gente fue resituada en nuevas zonas de viviendas sin que necesariamente
perdiese su sentimiento de solidaridad o de conciencia de clase. De hecho, ya
se había formado la base de un nuevo proletariado. La empresa automovilística
Ford se sirvió del reasentamiento de londinenses propiciado por la
administración del condado de Londres, y erigió su fábrica principal en
Dagenham, convirtiendo a esta gente en una clase obrera industrial. Lo que
sucede hoy en día es que la gente se traslada no sólo a nuevas zonas de
viviendas, sino a zonas nuevas y socialmente heterogéneas; por eso la clase
obrera está -por decirlo así- en una fase de desmoronamiento y desintegración.
Los obreros se han equiparado con los oficiales
de mayor categoría, y puesto que muchas veces conducen el mismo tipo de coche,
mucha gente cree que también deberían votar por el mismo partido.
Pienso que
hay otros muchos factores que contribuyen a ello; por ejemplo, nuestra
sociedad de consumo, que ofrece a la gente casi las mismas posibilidades de
consumir y que en gran manera la privatiza. Lo que tengo en mente es
simplemente que hay más cosas en las que gastar el dinero, y hay más dinero
para gastar; a causa de ello, la vida colectiva, tanto dentro como fuera de la
fábrica, se ha debilitado mucho.
Las clases "en sí mismas" siguen existiendo,
mientras que las clases "para sí mismas" han desaparecido. Todas han subido en
el ascensor. Pero sin duda persisten claras diferencias de clase; la auténtica
diferencia entre las clases propietarias y los trabajadores no se ha esfumado.
Sin embargo, la conciencia de ello se ha alterado considerablemente mediante
este "efecto ascensor", propiciando el rápido desarrollo de este modelo de
sociedad de los "dos tercios". Los obreros especializados de los sectores
clave, en los que los trabajos son seguros, se sienten tan seguros psicológicamente
que, para algunos de ellos, la ética de la solidaridad de la que usted hablaba
antes es algo totalmente olvidado.
Bien,
verdaderamente no sé cómo podríamos juzgar esto. No dispongo de ninguna base
sólida de comparación entre los años treinta y la presente década. Lo que
usted consideraba cierto en los años setenta lo sigue siendo ahora: si cierra
toda una empresa o una sección de una industria, los obreros pueden
movilizarse. Si sólo se despide a un tercio de los trabajadores, éstos son
sacrificados.
Por si fuera poco, no los despiden tajantemente,
sino que "los dejan ir" de una manera muy elaborada: por ejemplo, a los mayores
se les induce a jubilarse anticipadamente. Muy pocas veces echan a la gente
brutalmente, por lo menos en Alemania occidental.
Pero al
tiempo que usted afirma que las clases existen todavía, no debemos olvidar que
la clase obrera, en el sentido del antiguo proletariado industrial, está
mermando. Algunos dirían que simplemente lo que ocurre es que está siendo
sustituida por los empleados de "cuello blanco". Pero sigo pensando que, existencialmente,
por decirlo así, quienes trabajan en las oficinas sienten de manera diferente
de los que trabajan en cadenas de producción. Pienso que incluso Marx subestimó
la diferencia entre el trabajo manual y el intelectual. Ciertamente era
consciente de ella, pero no apreció en toda su magnitud que la conciencia de
clase no se construyó sólo en función de las relaciones salariales, sino que
procede directamente de la experiencia de la gente que trabajaba con sus manos,
que se las ensuciaba. Y pienso que el proletariado y las industrias basadas en
el trabajo manual son aún un componente importante, pero como clase
representan una proporción mucho menor que antes de la población, y ciertamente
menor de la que el movimiento socialista había previsto. Considero que el
principal problema de los que son reacios a adaptarse a la nueva situación y
prefieren lamentarse por la defunción del antiguo proletariado es que la clase
obrera sobre la que se erigió nuestro movimiento ha disminuido.
Las últimas tres décadas han presenciado un
considerable aumento de los ingresos, así como de las posibilidades educativas
al alcance de las clases inferiores. Se ha producido un movimiento hacia la
descentralización del lugar de trabajo y una mayor flexibilidad en los horarios
laborales. Los individuos se despojan de sus lealtades de clase y de las
prestaciones estatales, pero adquieren dependencias en otros sentidos: dependen
del mercado de trabajo o de su existencia consumista. Mi impresión es que la
reacción de la izquierda ante esta campaña en pro del individualismo consiste
en negar su existencia. ¿Qué opina usted?
Lo que se
niega son los verdaderos y profundos cambios que se han producido en la estructura
social y económica de la sociedad moderna, tanto si es en la forma de un giro
hacia el individualismo como si no. Estos cambios son especialmente profundos
desde 1950. Ejemplo de ello es que la desaparición como clase del campesinado -que
Marx y otros ya predijeron hace cien años- finalmente ya es una realidad. Hasta
los años cuarenta, cuando yo era estudiante, la pervivencia del campesinado era
uno de los argumentos que se presentaban contra Marx...
En la Europa occidental hay más gente sin empleo
que trabajando la tierra.
Exactamente,
esta es la primera cuestión. La segunda y obvia es que la propia clase
trabajadora ha cambiado a causa del desarrollo tecnológico y la decadencia de
las viejas industrias. Además, desde la década de los setenta se ha producido
un cambio en la división mundial de la industria, y toda la industria de los
siglos XIX y principios del XX no puede seguir funcionando de la misma manera
en su país de origen. Y esto no sólo es aplicable a la industria del carbón y
del acero; pienso que cada vez más este es el caso de la industria
automovilística. El hecho es que, para los países industrialmente avanzados,
cada vez es más necesario cambiar a otras formas de producción. Por tanto, se
producen diferencias y transformaciones sociales. Una vez más esto tiene que
ver con el increíble auge de la sociedad de consumo, al principio inimaginable
fuera de Estados Unidos. Hasta después de la guerra hubiese parecido increíble
imaginar que la mayoría de los trabajadores tendrían coche. Aún puedo recordar
a un camarada que en 1941, durante la guerra, fue destinado a realizar tareas
de organización en Coventry, y decía: "¡Saben muchachos, en Coventry los
trabajadores tienen su propio automóvil!". Era algo casi milagroso. Y sucedía en
los años cuarenta. Lo que intento decir es que los pobres de hoy viven como los
ricos de ayer, y esto ha propiciado el desarrollo de la cultura de la
juventud, creando las bases económicas para que cada generación desarrolle su
propia cultura diferenciada. Esto era algo prácticamente inexistente antes de
los años cincuenta, porque los adolescentes simplemente no tenían dinero. La
política de izquierdas sólo ha integrado en parte las transformaciones
experimentadas en el seno de la familia y los cambios en las relaciones entre
los sexos y entre las diferentes generaciones. Esto explica el surgimiento de
movimientos específicos no iniciados por la izquierda y sólo parcialmente
vinculados a ella, como los Verdes, por ejemplo.
Creo que su descripción de lo que le está
sucediendo a la gente me hace pensar que verdaderamente está teniendo lugar un
proceso de individualización, y que la gente se "deja ir" más. Por una parte,
los individuos tienen más opciones abiertas ante sí, pero por otra tienen
nuevas ataduras; están encadenados al mercado de trabajo y a su existencia consumista.
Me remito a este concepto de individualización porque pienso que la
socialdemocracia debe adaptarse mejor de lo que lo ha hecho en el pasado a los
diferentes estilos de vida y a los diferentes niveles de renta. ¿Qué opina
usted?
Pienso que
probablemente su diagnóstico es correcto; el movimiento obrero debe adaptarse
mejor a una nueva individualización. Teóricamente, no está nada claro cómo podrá
hacerlo. Me parece que aquí hay un gran peligro; creo que el mayor problema es
cómo reconciliar esta individualización con la tradición colectiva de la
solidaridad. Tomemos como ejemplo el estudio publicado por la periodista estadounidense
Frances Fitzgerald sobre los nuevos movimientos sociales, sectas, etc. en
Estados Unidos. Fitzgerald encontró que en realidad no se trata de movimientos
colectivos, sino movimientos de gente que desea, más o menos, realizar sus propios
egos trabajando con otras personas en esos grupos. El peligro es que la gente
no quiere trabajar para los demás sino para sí misma, que el paraíso se concibe
como un paraíso puramente individual.
¿Se refiere esto solamente a "movimientos" que
protestan contra la construcción de carreteras en su vecindario, o estamos
hablando del movimiento pacifista, por ejemplo?
Considero
que incluye movimientos como el movimiento pacifista, pero también aquellos en
la órbita de los grupos extremistas de derecha. De hecho, en Estados Unidos,
donde este proceso de individualización ha ido más lejos, incluso aquellos que
afirman ser revolucionarios sociales de alguna manera creen que lo que
obtendrán de la revolución verdaderamente será algo de un valor personal. No
puedo explicarlo con precisión, pero hay un cierto tipo de fragilidad entre
determinados movimientos de ultraizquierda, que hace que la gente pase de uno
a otro y al cabo de un año o dos vuelva una vez más a buscar algo nuevo. Esto
me parece un síntoma de una debilidad fundamental. El problema, entonces, como
usted y yo repetimos continuamente, es cómo todo esto se puede combinar con la "solidaridad" o, sencillamente, con trabajar para la otra gente.