¿En qué sentido repensar el marxismo?
El
marxismo es una forma de interpretar el mundo que ha probado y continúa
probando su extrema utilidad. Revise usted la producción intelectual más
importante de las últimas décadas, incluso la escrita por antimarxistas, y
encontrará en ella la influencia del marxismo, ya sea en sus categorías de
análisis o en su forma de razonar. Sin embargo, los intentos que los marxistas
hemos hecho por cambiar el mundo no han sido tan exitosos. Por supuesto que hay
razones históricas que explican esto. Pero la enseñanza más importante es que
cambiar el mundo es un asunto mucho más complicado que interpretarlo. Esto no
significa que debamos abandonar nuestras esperanzas por un mundo mejor. Todo lo
contrario: debemos reconocer nuestros errores y buscar otros caminos. Debemos
reconocer que en el pasado, tratando de hacer la revolución, hemos impuesto
criterios que al final han producido más daño que soluciones. Pensando en el
futuro, tenemos la obligación de ser más humildes con nuestra propia capacidad
de cambiar la naturaleza humana y la sociedad. Debemos dejarnos llevar por la
realidad, incluso por lo que la gente está preparada para hacer y no solamente
por lo que ellos dicen que quieren hacer.
En esta perspectiva, ¿cuál sería el elemento
central de este esfuerzo por repensar el marxismo?
Para mí,
el elemento central es la concepción materialista de la historia. Esta
concepción nos permite analizar desde una perspectiva totalizadora los cambios
históricos y el modo de operar de los grandes sistemas sociales. También la
relación entre lo que nosotros queremos alcanzar en una cambiante sociedad y
las condiciones objetivas dentro de las cuales debemos desarrollar nuestros
esfuerzos.
Otra tradición importante en el pensamiento
marxista es pensar que la revolución violenta, tal como la llevaron a cabo los
bolcheviques, es la única manera de
lograr cambios sociales, políticos y económicos. ¿El marxismo también tiene que
repensar esto?
Hay en
realidad dos cosas distintas en su pregunta. Una es acerca de la justificación
histórica de la Revolución de Octubre. Yo pienso que esto debemos discutirlo
nuevamente. En 1917 la mayoría de marxistas pensaba que no existían condiciones
reales para una revolución socialista en Rusia. No eran sólo Rosa Luxemburgo o
los socialdemócratas alemanes quienes pensaban de esta manera, sino la mayoría
de marxistas. Así que la revolución no fue la única opción presente durante
esos días. La
pregunta que debemos hacernos es por qué los bolcheviques tomaron este camino.
Yo creo que ellos pensaron que la Revolución Rusa desencadenaría los
ímpetus y los deseos por otras
revoluciones en Europa, de manera especial en Alemania. Los bolcheviques creían
que con esto las perspectivas de sobrevivencia para su revolución serían
mayores. Sin embargo, no sucedió así. Es equivocado especular sobre hechos
históricos ya realizados. Pero mirando hacia atrás es legítimo que nos
preguntemos cuán indispensables son las revoluciones en relación con otras
formas de cambio social. No creo que exista una respuesta única y rotunda. Los
cambios sociales toman una gran variedad
de formas, y una de ellas es la revolución. Definitivamente no se puede decir
que existe un solo camino para alcanzar cambios sociales y políticos.
En uno de sus libros usted señala que la idea
moderna de Nación es un concepto históricamente joven -siglo XVIII- y con una
connotación dual. De un lado es una construcción de ingeniería social elaborada
por las élites en busca de una identidad común. Pero, al mismo tiempo esta
construcción no puede ser sostenida social ni políticamente si no se toma en
cuenta las necesidades y aspiraciones de la gente común. Con estas premisas,
¿cómo entender el actual quiebre de varios Estados nacionales en varias partes
del mundo y el surgimiento de demandas nacionalistas y conflictos políticos con
un fuerte componente étnico?
Creo que
es el derrumbe de una idea de construcción de Nación basada en una homogeneidad
étnica y lingüística. Los hechos demuestran que el desarrollo del capitalismo
no ha tenido el impacto homogeneizador que se esperaba, y que las formas de
identidad locales y étnicas permanecen muy arraigadas. Sin embargo, tengo la
impresión de que el racionalismo del siglo XX, esencialmente étnico y
lingüístico es particularmente negativo. Lo paradójico es que reclamando
reconocimiento se insiste en los exclusivismos. No se trata de juntar a la
gente, sino de enfatizar lo que separa. De excluir de las nuevas naciones a
todos aquellos que no pertenecen a una idea muy estrecha de comunidad. Yo creo
que esto es un error. Este no fue el ideal de los líderes de los grandes movimientos
de liberación nacional como Mandela o Nehru.
¿Qué relación existe entre estas demandas
étnicas y nacionalistas y el incremento del fundamentalismo político y
religioso?
Me parece que ambas son reacciones al derrumbe
de viejas certidumbres, creencias y valores. Básicamente es un rechazo al progreso y una demanda por volver a
rígidas prácticas religiosas, ya sean cristianas o islámicas. Lo mismo sucede
con los nacionalismos étnicos o lingüísticos. Esto ocurre en uno de los
períodos de mayores transformaciones en la historia de la humanidad. Veamos a
América Latina, donde a inicios de los años '50 el pueblo era mayoritariamente
campesino. Ahora no existe un sólo país donde los campesinos sean, digamos, el
30% de la población. Esta transformación ha sucedido en sólo una generación y,
obviamente, la extraordinaria rapidez de los cambios ha impactado fuertemente
en la vida cotidiana de las personas. En este contexto sería excelente que la
gente se convirtiera en socialistas o comunistas, y quizá algún día lo sean.
Sin embargo, lo que ellos han escogido es algo que les dé soluciones y
certidumbres simples. Eso también sucede en la política. A eso yo lo llamo la
política de la identidad.
¿Tiene pertinencia la obra de Marx en
América Latina? Teniendo en cuenta que en esos países existe una dualidad
estructural donde conviven varios modos de producción.
El mismo hecho de que se haga referencia a modos
de producción que coexisten demuestra la relevancia de un análisis marxista de
la región. Pero debe ser un análisis concreto basado en su desarrollo social y
no un intento de encontrar orientación en las obras clásicas de Marx, Engels,
Lenin o Trotsky, quienes no sabían mucho sobre Latinoamérica ni escribían mucho
sobre la región.
Gracias a
sus estudios agrarios y sobre campesinado, tanto británico, europeo
mediterráneos y latinoamericanos la Historia Social adquirió un nuevo tema de
investigación: las rebeliones primitivas. ¿Cree usted que éste es un tema
agotado o aún puede desarrollarse aun más?
Yo personalmente no creo que esté agotado. Me
parece que hay un campo muy inexplorado en gran parte. Cuando escribí todavía
no me di cuenta totalmente de lo que estaba haciendo. Lo que me parece ahora es
que hay en general, en las épocas antes del capitalismo, antes de la sociedad
moderna siempre una política, una idea en la cabeza de la gente de lo que
podrían ser las relaciones aceptables entre los seres humanos, la sociedad. En
término de justicia social, tal vez al límite de un ideal de la libertad, de la
emancipación. Entonces me parece que había siempre esta ideología, este
programa. Dentro de ciertos límites de accesibilidad de poder, de la
perspectiva, de la amplitud de conocimientos de esta gente. Pero me parece que
lo importante es precisamente explicar esta imagen, este sistema de pensamiento
de pensar el mundo social que había. Claro que en la situación después de las
revoluciones del capitalismo se cambió tanto el contexto de la política, por
ejemplo el contexto de estados nacionales, como también en el discurso: todo un
nuevo vocabulario, terminología para la discusión de los asuntos políticos y
sociales. Lo que me resulta interesante es la transición de uno a otro. Bueno,
esto sigue, porque hay grandes partes del mundo que están en tránsito entre una
sociedad antes de la modernidad y esta modernidad.
Ese estado
usted lo definía como "pre-político".
Hoy en día no diría pre-político. Diría
pre-invención del vocabulario moderno en el contexto moderno de las políticas.
He intentado expresar en cierto modo cómo, por qué se está organizando tanto el
pensamiento como la acción. Yo hice hace veinte años una investigación
comparativa de las ocupaciones de tierra en varias partes, sobre la base de
trabajos de investigación en el Perú. Precisamente con este fin. Por qué, cómo
es que este proceso de ocupar la tierra tiene tantas analogías en partes muy
distintas del mundo donde no hay contacto. Descubrir la lógica interna. En este
sentido me parece que la problemática de los Primitivos sigue siendo
importante.
¿Encuentra usted similitudes entre el anterior fin de siglo y este fin de siglo?
La verdad es que no encuentro grandes
similitudes. De todos modos el fin de siglo es una construcción mediática en
gran parte. Entonces en este sentido, sí hay, pero en otros no.
Estamos casi al borde del siglo XXI, y sin
pedirle entrar al terreno de la futurología quisiera preguntarle cuáles cree
usted que son los problemas más importantes que la humanidad deberá enfrentar
el próximo siglo.
Bueno, el
problema inicial es de naturaleza política. El final de un período de cierta
estabilidad internacional basada en el equilibrio de las superpotencias va a
generar una situación de inestabilidad e incertidumbre política en toda una
región que va desde Europa Central hasta el océano Pacífico. Nadie,
absolutamente nadie, sabe lo que va a suceder; ni siquiera los que viven ahí.
Este es el resultado más dramático del derrumbe de la Unión Soviética. No
existirá un orden internacional que pueda controlar este explosivo proceso. El
único gran poder que continúa existiendo, los Estados
Unidos, no está en condiciones de controlar por sí solo esta situación. Quizá
al principio quiera jugar el papel de policía del mundo, porque así muestra su
poderío, pero, por razones económicas y políticas, este rol es imposible de
mantener por mucho tiempo. En resumen, creo que ingresaremos al siglo XXI
viviendo un período de inestabilidad política, quizá con guerras locales o
guerras regionales por diversas partes del mundo, pero sobre todo, al menos
para quienes vivimos en Europa, con una gran incertidumbre sobre nuestro
futuro.
Y en términos económicos, ¿cómo ve el siglo XXI?
Depende de
la naturaleza de la recuperación económica del capitalismo. Tengo la impresión
de que en el mediano plazo es poco probable que retornemos a un período de
extraordinaria prosperidad, tal como sucedió entre 1948 y 1973. Se necesitarán
tiempo y recursos para reorganizar la economía y la sociedad de los países que
siguieron el modelo comunista. Además, el éxito económico de esta operación no
está asegurado. Durante años el mundo capitalista ha asumido que la demanda por
bienes es una demanda en crecimiento anual. Lo mismo con los salarios y las
ganancias. Si observamos la economía de los Estados Unidos nos
daremos cuenta de que en los últimos diez años los salarios se han estancado, e
incluso en algunos lugares han bajado. Asimismo, la producción no ha recibido
el estímulo que en términos de demanda se esperaba. Y es que, al igual que en
el Tercer Mundo, la creciente desigualdad en la distribución del ingreso
nacional ha llevado a un sector significativo de la población casi fuera del
mercado, o la ha limitado a gastar lo mínimo necesario. La ausencia de este incremento en la demanda
es una de las razones de la actual recesión de la economía norteamericana. Otro
problema crucial será el incremento de la migración de millones de personas del
Tercer Mundo hacia los países desarrollados. Este proceso ya está en curso,
aunque todavía no a escala significativa. Tengo la impresión de que esta será
la más grande migración de todos los tiempos. Y obviamente, en un contexto de
crisis económica e inestabilidad política, es fácil prever las consecuencias de
esta presión demográfica. Entre las
cosas que más me preocupan está el incremento del racismo y la xenofobia como
ideología de masas. Tengo aún muy fresca en mi memoria la experiencia del
fascismo, y espero que esto nunca más se repita.
¿Para qué
enseñar Historia?
Debemos enseñar historia porque la mayoría de
nosotros queremos saber acerca del pasado, pero especialmente porque los
problemas del presente se originaron en el pasado y no podrán enfrentarse sin
entenderlos o, lo que es todavía peor, negándolos u olvidándolos.
Usted ha sido
la figura más representativa de los historiadores marxistas británicos. ¿Para
usted cuál fue el mayor aporte de este grupo?
Entre 1946 y 1956 el grupo reunió a varios
jóvenes historiadores marxistas que luego se convirtieron en figuras
prominentes en el medio, entre ellos Christopher Hill, Rodney Hilton, George
Rudé y V.G. Kiernan, entre otros. Funcionaba como un seminario permanente que
nos ayudaba a ser mejores historiadores. No creo que ninguno de nosotros fuera
más influyente que el resto. Nuestro mayor logro intelectual fue ser los
primeros en proponer un análisis flexible del marxismo histórico. Nuestro mayor
logro práctico en el mundo angloparlante fue liderar la transformación y la
modernización de la historia a través de la creación del diario "Past &
Present". Gracias al atractivo que tuvo para los
historiadores jóvenes, rápidamente adquirió importancia académica y aún hoy es
uno de los más prestigiosos diarios históricos en inglés.
¿Puede
contribuir el historiador al cambio social?
Como ciudadanos podemos unirnos a movimientos
que trabajen por el cambio social. Como escritores podemos inspirar a nuestros
lectores para que ayuden a cambiar el mundo. Como historiadores podemos
hacerlo.