Miquel
Bassols (1958) es psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de
Psicoanálisis (ELP-España) y de la École de la Cause Freudienne (ECF-Francia).
Es el actual Presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y
coordinador del Instituto del Campo Freudiano en España. Nacido en Barcelona,
se licenció en Psicología Clínica en la Universidad de esa ciudad y obtuvo su
doctorado en el Departément de Psychanalyse de l’Université
Paris VIII. Es autor de numerosos artículos publicados en revistas como "Uno
por Uno", "Freudiana", "El Psicoanálisis", "La Cause Freudienne" y "Quarto",
entre muchas otras. Es autor de los libros "El psicoanálisis
explicado a los medios de comunicación", "El inconsciente, Otra cosa", "La interpretación
como malentendido", "Finales de análisis", "El caballo del pensamiento", "Llull
con Lacan. El amor, la palabra y la letra en la psicosis", "Tu Yo no es tuyo.
Lo real del psicoanálisis en la ciencia" y "Lecturas de la página en blanco. La
letra y el objeto". Lo que sigue es la primera parte de una compilación editada
de varias entrevistas concedidas por el psicoanalista catalán: a José Manuel
Ramírez para la edición del 2 de enero del diario "Rosario/12", a Pablo E.
Chacón para la entrada del 26 de febrero de la página web de la agencia de
noticias "Telam", a Marta Berenguer para la entrada del 23 de mayo del portal
de "La Casa de la Paraula", a Mario Goldenberg para el nº 572 de
la revista "Ñ" del 13 de septiembre, y a Zully Flomenbaum para el nº 2 de
"Lacan Digital. Revista de Psicoanálisis" de noviembre, todas ellas del
corriente año 2014.
Usted
tiene un libro que tituló "Tu Yo no es tuyo". ¿A quién pertenece ese Yo? ¿Por
qué eligió este título?
Como decía Rimbaud a quien Lacan cita en varias ocasiones:
Yo es otro. Ese yo se construye a partir del Otro. El psicoanálisis, a
diferencia de la psicología, empieza distinguiendo el yo del sujeto. El yo nos
viene y se forma a partir del Otro. Fue por ese sesgo y con el famoso estadio
del espejo como Lacan se introdujo en el psicoanálisis. Eso que llamamos yo,
eso que llamamos la personalidad, eso que ahora también se llama la cognición
-término que se ha confundido con el sujeto del cogito cartesiano- no son
más que nombres del yo como distinto al sujeto del inconsciente. La frase en
castellano ‘Tu Yo no es tuyo’ juega con el lenguaje para designar eso, intenta
marcar esa diferencia, ese punto de fractura entre el sujeto y el yo. Ahora que
hablamos de la personalidad, de trastornos límite de la personalidad, se puede
decir que en realidad el yo, la personalidad, es ya un límite, una identidad
que siempre es frágil y que está en cuestión por esa división del sujeto que
introduce el inconsciente freudiano y que Lacan reelabora de distintas maneras.
Lacan no se va a quedar con la idea de sujeto dividido por el lenguaje sino que
va a introducir al final de su enseñanza la noción de sinthoma, el síntoma
trabajado por lo más singular en cada sujeto del goce pulsional, para marcar
esa división subjetiva desde otra vertiente, desde la vertiente libidinal.
En su
experiencia en la clínica y las palabras que escucha, ¿nos podría vislumbrar cuáles
son los principales malestares del sujeto contemporáneo?
Cuando uno se detiene y escucha el malestar de
cada persona se da cuenta muy pronto de que no hay un malestar igual a otro,
que el malestar, el síntoma, el sufrimiento, es lo más singular que hay en cada
sujeto. En ese sentido, de entrada, deberíamos decir que no hay un malestar
igual a otro: a cada sujeto su malestar. Con todo, es cierto que podemos hablar
de formas del malestar contemporáneo que aparecen con más frecuencia. Se habla
ahora de la angustia bajo el término de ataques de pánico. La clínica de la
angustia es algo que encontramos como una epidemia silenciosa cada vez más
extendida. Los efectos depresivos, sin duda, también son otras formas en las
que aparece ese malestar. Pero si vamos un poco más allá de la fenomenología en
seguida nos damos cuenta de que en un punto u otro el malestar de cada sujeto
se sitúa con respecto a dos elementos fundamentales que son los que el
psicoanálisis descubrió como los ejes de coordenadas de todo síntoma: la
sexualidad y la muerte. Cómo experimenta cada uno su relación con el goce
sexual, con la no relación entre los sexos, por una parte, y cómo experimenta
la relación con su ser mortal, con el hecho de ser mortal, afirmándolo,
negándolo, evitándolo, intentando engañar a lo real de la muerte… El síntoma se
vincula siempre con esos dos elementos fundamentales. Si somos mortales es
porque hablamos y tenemos noticia de ese ser mortal a través del lenguaje. Por
la otra parte, encontramos siempre los malestares vinculados al goce y a la
sexualidad en sus distintos ámbitos y perspectivas.
En una
sociedad de transparencia ya no total sino totalitaria la subjetividad, la
intimidad del propio sujeto, ¿está en grave peligro?
En las sociedades democráticas occidentales hay
un ideal de transparencia que, en efecto, se debate entre ese ideal y la
necesidad de mantener la privacidad del sujeto. Es una contradicción insoluble
que estamos viendo a nivel político, a nivel social y también a nivel
educativo. En todos los ámbitos culturales y sociales esa contradicción entre
el ideal de transparencia y la necesidad de preservar la privacidad del sujeto
entra en contradicciones, en fricciones continuas y produce toda suerte de
problemáticas, de síntomas, distintas formas de malestar. Este ideal de
transparencia se acerca mucho al ideal de control social bajo la imagen de lo
que fue el panóptico de Bentham, es decir, de una mirada que lo está
controlando todo desde un lugar virtual. No sé si es una leyenda urbana, pero
recuerdo una imagen captada en la ciudad de Barcelona, en la plaza George
Orwell, donde justo al lado del cartelito del nombre de la plaza aparecía una
cámara de vídeo que, por supuesto, estaba destinada a vigilar a los ciudadanos
que pasean por ese lugar de la ciudad.
Precisamente
la plaza George Orwell es la primera plaza de Barcelona donde se instaló una
cámara de vídeo vigilancia.
No lo sabía pero ya es un antecedente de la
paradoja en la que vivimos; la paradoja de un ideal de transparencia que se
pone rápidamente en contradicción con la preservación de la intimidad que, por
otra parte, está cada día más en peligro. Suelo citar la frase del humorista gráfico español Andrés Rábago García, El Roto: "por
razones de seguridad no hay seguridad". Nos pasamos el día en un laberinto de
códigos, "passwords", todo tipo de contraseñas para preservar lo más íntimo
y privado y resulta que en cualquier momento todo eso se deshilvana y lo que parecía
más resguardado de la intimidad aparece al descubierto, a cielo abierto. A la
vez, nos encontramos con el fenómeno inverso: hay también una extraña
satisfacción en hacer aparecer la intimidad en lo más público. Evocaba hace
poco en un artículo publicado en el suplemento "Cultura/s" de "La
Vanguardia" el lapsus de Scarlett Johansonn haciéndose esa "selfie" que
seguirá dando vueltas al mundo durante siglos y que supuso un verdadero acto
fallido al hacer aparecer su intimidad en lo más público. Ahí, sin duda alguna,
hay un goce, en el que muestra y en el que mira. Pero no debemos olvidar que
para el psicoanálisis lo íntimo no lo es solo para el otro sino que es sobre
todo íntimo para uno mismo. Lacan tomó de San Agustín una expresión muy
bonita, interior intimo meo: lo más interior de mí mismo que de tan
interior me es desconocido, ignorado. Es frente a esa intimidad donde nos
jugamos el pellejo y la verdad de la relación con los otros y con nosotros
mismos. Frente a eso hay que decir que mantenemos siempre una posición
hipócrita. Exigimos ser transparentes pero a la vez queremos ocultar. Cuanto
más transparentes nos ofrecemos al otro más nos ocultamos, y al revés, cuanto
más opacos más hacemos aparecer lo que no queríamos que apareciera. El
inconsciente juega con esa intimidad de tal manera que las reglas de juego
entre el ideal de transparencia y la preservación de la intimidad ya no
funcionan. Desde la perspectiva del psicoanálisis es una paradoja imposible de
resolver y es más bien en sus intersticios, allí donde falla ese buen control
de la transparencia y de la intimidad, donde aparece la verdad del sujeto: en
sus síntomas, en sus lapsus.
¿Qué es un
lapsus?
Por ahí empezó Freud a escuchar el inconsciente
como un efecto de lenguaje. Es aquello que nos traiciona en la intimidad, es
nuestro "hacker" más ingenioso. Es aquello que hace aparecer algo que
yo no quería decir pero que acabo diciendo en una verdad más allá de lo que yo
pensaba decir. Esa intimidad es la que importa y la que está en juego en la
verdad del inconsciente. Si uno escucha así los discursos sociales, incluso los
políticos, lo que hace aparecer el goce del sujeto es esa intimidad no
calculada, esa intimidad opaca para el propio sujeto que es efecto de su
inconsciente.
¿Cuál
sería el diagnóstico del psicoanálisis de orientación lacaniana en la
actualidad?
Tal vez una mala salud de hierro, como se suele
decir. El inconsciente se abre un momento para volver a cerrarse de inmediato,
y nada asegura que no pueda hacerlo para siempre. Lacan no creía que eso fuera
eterno: veremos hasta cuándo. Él sostenía más bien que la religión ganará la
partida. "El triunfo de la religión" es el título de un librito publicado por
Jacques Alain Miller de una conferencia de Jacques Lacan en los años '70, muy
anticipadora de lo que está ocurriendo. Actualmente asistimos a un nuevo
vínculo entre la religión y el cientificismo. La ciencia, lo que nos llega hoy
bajo ese nombre, ha venido a ocupar en muchos casos el lugar de la religión.
Pero no hay que olvidar que el psicoanálisis surgió de la ciencia moderna, que
es un producto hijo de la ciencia moderna. De hecho, es más bien una hija un
poco protestona que pone en cuestión algunos presupuestos previos de la ciencia
del siglo XVII. En este sentido podemos decir que el psicoanálisis surgió con
la polémica. La obra de Freud fue polémica, la enseñanza de Lacan ha sido
polémica y en el mejor de los casos continuará siendo así. No veo cómo el
psicoanálisis podría dejar de ser polémico, cómo podría dejar de ser una piedra
en el zapato del mundo contemporáneo, de la cultura post o hipermoderna, como
se la quiera llamar. Con todo, el psicoanálisis no es un síntoma, lo que es un
síntoma de la época moderna es el psicoanalista. Se construye como un síntoma
que hace retornar algo del orden de lo reprimido y que también encarna esa
forma en la que el síntoma se hace presente en cada cultura: aquello que no va,
aquello que se presenta siempre como un tropiezo. Lacan llamó "lo real" a eso
que nos hace tropezar en el saber, y ha sido el tema del reciente Congreso de
la AMP. Si tenemos que diagnosticar al psicoanálisis diría que es una
experiencia que tiene un gusto por lo real, un gusto por aquello que no anda,
por aquello que siempre aparece como un tropiezo pero que tiene una función que
también nos permite andar. Es por eso que Lacan decía que el psicoanálisis
puede morir de éxito, precisamente, porque está siempre del lado de aquello que
fracasa en el buen sentido de la palabra, de aquello que apunta a la dimensión
del fracaso en los ideales contemporáneos. Este es ya un diagnóstico del
psicoanálisis: aquello que fracasa de la buena manera, que introduce la
dimensión de lo que no va en los ideales terapéuticos, en los ideales de
integración, en los ideales comunitarios, en los ideales pedagógicos… El psicoanálisis
necesariamente estará ahí donde algo no anda, donde algo hace síntoma para
mostrar que tiene una función y que puede transformarse en lo más útil para
cada sujeto. En este sentido creo que tenemos buenas perspectivas: hay tantas
cosas que no andan y tantas cosas que no van a andar… Está claro que lo real va
ganando terreno cuanto más lo simbólico del saber y lo imaginario del culto al
cuerpo intentan atraparlo. Y también está claro que no hay ningún signo de que
esa carrera imposible quiera detenerse. De modo que va a haber cada vez más
problemas, es mejor saberlo. Especialmente por lo que respecta a la relación
entre los sexos y a las nuevas formas de goce, las formas culturales,
religiosas, que se hacen más incompatibles cuanto más nuestra civilización
empuja hacia su homogeneización, hacia su normalización en nombre de una
supuesta eficacia.
Una de las
críticas que se le hace al psicoanálisis, o más que al psicoanálisis a las
escuelas, es que a veces son espacios muy endogámicos. ¿Ese puede ser un
peligro?
Una escuela cerrada sobre sí misma está
destinada a la extinción o a su reducción a un colegio profesional. La escuela
inventada por Lacan es más bien una suerte de extimidad, una vocación de
exterioridad en el vínculo social donde se inserta. No es sólo un problema de
interlocución con los otros saberes sino de hacer presente el Otro social en
sus distintas formas y discursos en el interior de las escuelas. En este
sentido las escuelas de la AMP, cada una a su manera, tienen una gran vitalidad
en actividades vinculadas con sus respectivos contextos, ya sea en el ámbito
del campo de la salud mental como en el de la cultura, la ciencia, la política
y los distintos vínculos sociales. Hay lo que hemos llamado la "acción
lacaniana" para designar distintos modos de intervención de los analistas de la
AMP en la realidad social de cada lugar. La acción lacaniana lleva a cabo una
política que no es una política de partido, es una política que se orienta por
lo que Lacan definió como la política del síntoma en sus diversas incidencias
sociales. Lo hemos visto recientemente, por ejemplo, en relación a las
políticas sobre el tratamiento del autismo o también sobre la ordenación legal
de las psicoterapias. Miembros de la AMP acaban de ganar una batalla en Bélgica
sobre este tema distinguiendo muy bien la especificidad del psicoanálisis.
Podríamos hablar también de la liberación hace un tiempo, gracias a la acción
decidida de Jacques Alain Miller, de Rafah Nached en Siria, o de Mitra Kadivar
en Irán, colegas psicoanalistas que habían sido retenidas y privadas, no solo
del ejercicio del psicoanálisis, sino de su propia libertad personal. Son
algunos ejemplos de acontecimientos en los últimos años donde ha habido una
acción directa de la escuela lacaniana en el ámbito social y político. Esta
dimensión no es circunstancial, responde a la brújula misma de la experiencia
de escuela. Una escuela fuera de esa brújula no tendría ningún sentido.