25 de junio de 2024

Laura Malosetti Costa: “A diferencia de otros líderes revolucionarios que se hicieron retratar con sus uniformes y medallas, Manuel Belgrano nunca encargó un retrato suyo en vida”

El pasado 20 de junio se conmemoró el 204º aniversario del fallecimiento de Manuel Belgrano (1770-1820), el abogado, político y militar argentino destacado por su compromiso con la causa de la independencia, su innovadora propuesta de una reforma agraria basada en la expropiación de tierras baldías para entregarlas a los desposeídos, su promoción de la educación gratuita, estatal y obligatoria, el fomento de todo tipo de mejoras en materia de agricultura, industria y comercio, y la creación de la bandera el 27 de febrero de 1812, entre muchos otros acontecimientos trascendentales de la historia argentina. En medio de la indiferencia general, mientras en plena Guerra Civil Buenos Aires tenía tres gobernadores en un mismo día, Ildefonso Ramos Mejía
(1769-1854), Miguel Estanislao Soler (1783-1849) y el propio Cabildo de Buenos Aires, gravemente enfermo Belgrano moría pobre, ignorado por el Estado y acompañado por unos pocos amigos.
Especialista en historia del arte argentino y latinoamericano del siglo XIX y en teoría y crítica de las artes visuales y la cultura visual, la doctora en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires y académica de número de la Academia Nacional de Bellas Artes Laura Malosetti Costa (1956) se refirió ese día a las imágenes conocidas de quien fuera uno de los principales patriotas que impulsaron la Revolución de Mayo, por la cual se destituyó al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros (1756-1829). Para ella las imágenes, particularmente aquellas asociadas a figuras relevantes han sido, más allá de su valor artístico, artefactos dóciles a la constitución de subjetividades colectivas en situaciones históricas determinadas, como identificación de valores de una época, indicios de pertenencia a grupos o clases sociales.
Según narró en uno de sus ensayos, Manuel Belgrano es “el héroe más admirado e indiscutido” en la historia argentina, de quien se realizaron tres retratos en vida que “presentan rasgos completamente distintos entre sí. ¿Cuál refleja su verdadero rostro?”, se pregunta. “El retrato más difundido de Belgrano, en billetes, estampillas y manuales de historia, aceptado como ‘el verdadero rostro del prócer’, es un bello cuadro al óleo de un pintor europeo en el que aparece elegante y en actitud meditativa, en una silla estilo imperio, con cortinados de terciopelo rojo y sus piernas cruzadas en pantalones amarillos”. Asegura que “Belgrano no se percibió a sí mismo como un héroe militar y no vio la necesidad de hacerse retratar como tal. Pero además -prosigue- él creía en los símbolos, la bandera, la escarapela, la tarja de Potosí que es lo que él envía para que se exhiba en el Cabildo, como símbolo de sus ideas. Para Belgrano la presencia pública del líder era la bandera y eran los emblemas”, explica sobre el patriota que se identificaba como “un hombre de letras antes que con su tardía y accidentada carrera militar que tuvo que asumir tras su adhesión a la causa revolucionaria”. En el retrato que prosperó “no hay atributo alguno que lo vincule con la actividad intelectual” manifiesta Malosetti Costa.
Nacida en Montevideo y radicada desde muy joven en Buenos Aires, Laura Malosetti Costa es investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y ha sido profesora e investigadora visitante en la University of Leeds de Gran Bretaña, en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, la Universite de París Creteuil y el Institut Nationale d’Histoire de l’Art de Francia, en la Freie Universität Berlin de Alemania, en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la Universidad de Chile, en la Universidad de la República de Uruguay, y en la Universidade de São Paulo de Brasil, entre otras instituciones. Es autora de los ensayos “Retratos públicos. Pintura y fotografía en la construcción de imágenes heroicas en América Latina desde el siglo XIX”, “Doscientos años de pintura argentina”, “Pampa, ciudad y suburbio”, “Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX” y “Raptos y cautivas en la historia y el mito”.
Ha publicado en coautoría con otros historiadores los ensayos “Yo, nosotros, el arte”, “Entre siglos. El impulso cosmopolita en Rosario”, “Atrapados por la imagen. Arte y política en la cultura impresa argentina” y “Arte de posguerra”; y los volúmenes colectivos “Los de abajo”, “Genealogías críticas de la colonialidad en América Latina, África, Oriente”, “El Riachuelo de Benito Quinquela Martín”, “Educar la mirada. Políticas y pedagogías de la imagen” y “Enseñanza de la historia y memoria compartida”. Además ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas, entre ellos “El artista como hombre orquesta: Pablo Uribe y los oficios del arte”, “Pío Collivadino y la Academia de Bellas Artes en Buenos Aires”, “Ernesto de la Cárcova. Viejas y nuevas utopías”, “Tensiones admisibles: encrucijadas de arte, memoria e historia reciente”, “Después de Marx, el arte y sus interpretaciones”, “Ruben Dario y las artes visuales”, “Algunos pasados presentes en el arte argentino”, “El primer retrato de Artigas: un modelo para deconstruir”, “Arte e Historia en los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en Buenos Aires”, “¿Verdad o belleza? Pintura, fotografía, memoria, historia”, “Arte, memoria e identidades nacionales en Latinoamérica” y “Poderes de la pintura en Latinoamérica”.


En una entrevista con la agencia de noticias “Télam” publicada en noviembre de 2022, manifestó que su intención era interrogarse “por la cultura visual y por cómo circulan las imágenes en la sociedad, cómo se manipulan, cómo un cuadro de un pintor salta el cerco y se convierte en otra cosa. Y es a partir de imágenes que nunca se consideraron arte: las figuritas de los libros de historia, las de Billiken, las estampillas, los billetes. La gente las incorpora como un dato afectivo de su infancia y no piensa en ellas como artefactos artísticos sino que cree que son verdad. No parece haber identificación ni identidad posible sin la imagen de un rostro”. A continuación se reproduce la entrevista que la historiadora del arte le concediera a Liliana O. Caló, la cual apareció el pasado 20 de junio en la “La Izquierda Diario”.
 
En tus trabajos señalas que en el proceso de independencia del siglo XIX representaciones como los retratos se revalorizan como dispositivos políticos. Contanos, brevemente, en qué consiste esa revalorización.
 
Los retratos tuvieron una gran importancia en la América española: a lo largo de tres siglos jamás un rey de España estuvo en sus posesiones del otro lado del océano. Su presencia fueron sus retratos, delante de los cuales marchaban las tropas y se les saludaba como si se tratara del rey en persona, bajo palio. Cuando estallan las revoluciones se quemaron muchísimos retratos del rey, casi todos. Se salvaron muy pocos, que fueron escondidos, por ejemplo, detrás de altares de iglesias, enrollados. Conocemos también ahora, gracias a las radiografías, algunos que fueron ocultados con nuevos retratos de patriotas revolucionarios encima. José de San Martín, por ejemplo, se hizo retratar cuando cruzó los Andes, enseguida de la batalla de Chacabuco, por José Gil de Castro, el pintor que había hecho muchos retratos de Fernando VII antes de la revolución. Sin embargo, esos nuevos retratos tuvieron una función muy diferente: ya no significaban el poder del rey sino que redoblaban la presencia del líder en los desfiles y entradas triunfales. El modelo fue, sin duda, napoleónico. Y tal vez el héroe latinoamericano que más emuló ese modelo en el uso de sus retratos fue Simón Bolívar.
 
Otro elemento interesante entre las representaciones a lo largo del siglo XIX es la ausencia de la figura del héroe en clave femenina. ¿Esto se da en todas las naciones americanas? ¿A qué lo atribuís? ¿Cuándo comienza a cambiar?
 
La figura simbólica del héroe militar no admitió versión femenina en los tiempos de construcción de los relatos nacionales. Ni femenina ni mestiza. Es el caso de Juana Azurduy, cuyo tiempo y lugar resultaron partidos entre las dos naciones que finalmente surgieron de aquellas primeras batallas: Argentina y Bolivia. Es también el caso de Remedios del Valle, afroamericana, una de las llamadas “niñas de Ayohuma” que auxiliaron al ejército de Manuel Belgrano. No tuvo retrato hasta que, aunque parezca una ironía, una marca de chocolate le inventó uno, hace muy poco tiempo. Es el de María Quitéira de Jesús en Brasil, quien se vestía de hombre para combatir y cuya memoria se conserva en imagen gracias al diario de otra mujer: Mary Graham. Y es el de tantas otras de quienes ni siquiera se conserva el nombre. Que una mujer montara a caballo y peleara fue algo mucho más difundido de lo que hoy sabemos, pero, como escribió Juana Manuela Gorriti en sus “Perfiles” acerca de Juana Azurduy, su destino no fue el de héroe sino que por ser mujer se desvaneció su memoria en el aire. El lugar “natural” que se construyó para las mujeres en los relatos de los tiempos de revolución y guerra fue el de damas patricias que se reunían en tertulias, donaban sus joyas, contribuían económicamente o en forma simbólica a que la revolución de los varones en el campo de batalla triunfara. En Colombia hay un caso especial: el de Policarpa Salavarrieta, de inmensa popularidad desde mediados del siglo XIX como una Juana de Arco americana: una espía que murió martirizada sin revelar los nombres de quienes eran destinatarios de sus comunicaciones. Es el único caso en que una nación reconoce entre sus grandes próceres a una mujer desde el siglo XIX. Pero se la recuerda como mártir, no como heroína militar. Trascendió su imagen prisionera y sensual, observada por un soldado tras las rejas. Y por sus palabras llamando al “pueblo indolente” antes de morir. A partir de la reproducción de su imagen en una marca de cerveza, otra vez aunque parezca ironía, en Colombia una cerveza es una pola en el habla coloquial. En Argentina y Bolivia los primeros movimientos feministas a fines del siglo XIX facilitaron el ingreso de Juana Azurduy a la historiografía con un lugar muy secundario hasta los años sesenta, cuando se hizo muy popular en la voz de Mercedes Sosa. No casualmente, pues fue el momento en que -en las barricadas estudiantiles- crecía la figura de las mujeres revolucionarias combatientes. Hasta donde sabemos, Juana Azurduy nunca fue retratada en vida. El modo en que fue imaginada en las muy pocas representaciones que se hicieron de ella en el siglo XIX, anónimas y probablemente todas inventadas después de su muerte, dan cuenta de una inadecuación, una incomodidad para representar una heroína militar como “madre” o “padre” de alguna patria. En los últimos años, Juana es una muy popular “antiprincesa” del canal Paka Paka para las y los niños argentinos y latinoamericanos.
 
En uno de tus últimos libros, “Retratos públicos”, retomas la observación que hace Tulio Halperín Donghi de Belgrano como un “héroe sin rostro” y analizas su caso particular considerando que, a diferencia de otros héroes de la independencia, por lo que se ha investigado no se hizo retratar. ¿Cómo es esto?
 
A diferencia de otros líderes revolucionarios que -cuando pudieron- se hicieron retratar con sus uniformes y medallas, Manuel Belgrano nunca encargó un retrato suyo en vida. Esto es un dato importante pues fue -sin duda- quien más se preocupó por sustituir los símbolos del imperio español por unos nuevos para las naciones emancipadas: escarapelas, bandera, uniformes para distinguirse en las batallas, toda esa parafernalia simbólica estuvo en el centro de sus preocupaciones. Eran necesarias esas escarapelas y banderas no sólo para distinguir amigos de enemigos en batalla sino también para afianzar sentimientos de adhesión a la causa patriótica por parte de los sufridos y vacilantes combatientes y en las poblaciones a las que fueron llegando. Entonces: ¿por qué no se hizo retratar? Tal vez precisamente por eso: el retrato del rey había significado un modelo de dominio contra el cual él reorientó su vida que antes era de una rica familia de comerciantes de origen genovés. En ese sentido, la extraordinaria pieza de oro y plata que le fue regalada por las damas de Potosí (y que se conserva en el Museo Histórico Nacional) podría considerarse un retrato de las ideas de Belgrano. Un retrato simbólico sustituyendo la “vera efigie” como se había hecho con el rey. Fue exhibida en los balcones del Cabildo de Buenos Aires a su regreso, tal como se hacía en la colonia con aquellos retratos reales.
 
Entre los retratos más difundidos de Belgrano se encuentra el atribuido a François Casimir Carbonnier. ¿Cuáles son sus características? ¿Por qué te parece que se utilizó esta imagen en estampillas, papel moneda, libros y manuales escolares?
 
En 2020 hice una cuidadosa investigación acerca de ese retrato, muy enigmático, para la Academia Nacional de Bellas Artes: “El enigma de los retratos de Belgrano”, que incluí en el libro “Retratos públicos”. Allí destacaba el cuidado que la familia Belgrano ha puesto siempre en la preservación de un discreto silencio acerca de esa imagen, que llegó a Buenos Aires bastante después de la muerte de Manuel Belgrano en 1820 y fue atesorado por la familia hasta… ¡1978! cuando fue donado a un museo. Es el más difundido en innumerables copias, estampillas, papel moneda, etc. Sin duda es la imagen que más se adecua a la memoria de Belgrano, no aparece allí militar aunque tampoco como intelectual, es un retrato ambiguo, refinado y un poco melancólico.
 
Cambiando un poco el foco, pensando en lo contemporáneo, planteas como uno de tus ejes conceptuales que en nuestra cultura se tiende a la identificación del retrato con las ideas y acciones del retratado. Y que en cierta forma resulta un procedimiento sencillo a la manipulación. En tu opinión, ¿cómo te parece se lleva este tipo de vínculo y los usos de la tecnología digital, asociada a los referentes políticos o culturales actuales?
 
En este momento estoy en proceso de edición de un nuevo libro: “Iconos argentinos: Evita, Che, Diego, Lionel”, que nace en las reflexiones finales de “Retratos públicos” respecto de la trascendencia mundial de algunas figuras icónicas que se han proyectado desde la Argentina saltando fronteras y convocando universos de valores y de sentidos que se ven encarnados en sus figuras, trascendiendo incluso sus biografías. Es un fenómeno que abarca la segunda mitad del siglo XX y continúa en el presente con las figuras heroicas del fútbol. En cuanto a los riesgos que implica la manipulación digital de los retratos, me falta distancia para poder elaborar un pensamiento crítico sobre algo que observo y me preocupa mucho. Estamos en la era de la proliferación liviana de retratos. Y sobre todo de autorretratos. Hoy cualquiera puede manipular desde su celular no sólo la propia imagen sino cualquier imagen. Se pueden disimular arrugas, rejuvenecer los rostros, pero también ponerlos en contextos falsos, exagerar rasgos, en fin… es muy compleja esta capacidad que tenemos hoy los humanos de reproducir y manipular nuestras imágenes a una velocidad que era impensable hasta hace muy poco. ¿El resultado? Bueno… creo que la manipulación de su autoimagen que -no sé si intuitivamente o asesorado- ha hecho Javier Milei ha sido un elemento muy importante para llevarlo al poder. Pelos enloquecidos, rugidos leoninos, caras y expresiones de furia descontrolada, pero sobre todo ese gesto de bajar el rostro y mirar hacia arriba que estaba reservado a los psicópatas en el cine… recordemos las imágenes emblemáticas de “La naranja mecánica” o “El resplandor” de Stanley Kubrick. Parecen imágenes producidas para aterrorizar, y sin embargo han convocado a muchísima gente a apoyar a ese personaje que se declara enemigo de la política. Da miedo, pero también creo que debe animarnos a seguir reflexionando sobre las imágenes en relación con la política.

22 de junio de 2024

Liliana Heker: "Esta época necesita más que nunca de la palabra para contrarrestar tanto exabrupto oficial”.

La narradora y ensayista argentina Liliana Heker (1943) es una de las escritoras más reconocidas del país. Diligente participante en las emblemáticas revistas literarias “El grillo de papel”, “El escarabajo de oro” y “El ornitorrinco”, ha dictado numerosos talleres literarios en los que se formaron muchos de los nuevos escritores argentinos. Su obra literaria comprende los libros de cuentos “Los que vieron la zarza”, “Los bordes de lo real”, “Acuario”, “Las peras del mal”, “La crueldad de la vida” y “La muerte de Dios”; las novelas “Zona de clivaje”, “El fin de la historia” y “Noticias sobre el iceberg”; el tomo de novelas cortas “Un resplandor que se apagó en el mundo”; los ensayos “Las hermanas de Shakespeare” y “La trastienda de la escritura”; y el libro de entrevistas “Diálogos sobre la vida y la muerte”. Integrante de una generación que unió el compromiso social con la literatura, a los ochenta y un años sostiene que sus ideas no han cambiado, lo que sí ha cambiado son las circunstancias, y que hoy es necesario poner las palabras no sólo para crear novelas, cuentos y poesía, sino también para dar testimonio de la realidad cultural y política.
En abril del corriente año ocurrieron dos hechos trascendentales en su vida: la publicación de su última novela luego de algo más de una década sin publicar ficción, y su contundente alocución en la inauguración de la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, un potente alegato social, político y cultural contra la arremetida hacia al arte, la educación, la cultura y las ciencias llevada adelante por el actual gobierno libertario, discurso que fue muy celebrado y ovacionado y que tuvo una amplia repercusión en los medios de prensa. En varias entrevistas aseveró que circunstancias como las que está viviendo hoy el país “revalorizan la palabra de los intelectuales. Ante esa devaluación de la cultura que se quiere hacer desde los medios oficiales, los intelectuales nos sentimos obligados a revalorizarla. No hablo sólo de escritores, sino también de artistas, politólogos, juristas, investigadores. En este momento esa palabra es importante. Esta época necesita más que nunca de la palabra para contrarrestar tanto exabrupto oficial”.


Lo que sigue a continuación es una compilación de fragmentos de las entrevistas que le hicieron a la escritora y que fueron publicadas en el suplemento “Radar Libros” del diario “Página/12” (14 de abril), en el periódico digital “elDiarioAR” (25 de abril) y en la revista “Letras Libres” (5 junio) a cargo de Sebastián Basualdo, Agustina Larrea y Violeta Gorodischer respectivamente.

El cuento que da título a su primer libro, “Los que vieron la zarza”, tematiza la vida de un boxeador y se publicó en una época de mucho machismo en la literatura local; era una temática inesperada para una escritora. ¿Cree que eso la ubicó en un lugar diferente?
 
Mi generación, Ricardo Piglia, Miguel Briante, Vicente Battista, era una generación potente, y de varones. Yo, a los veinte años, sentía que desdeñaban un poco mis temas, conflictivos pero dentro de ámbitos familiares; ellos, los varones, se sentían los portadores de la violencia. Un día se lo comenté a Abelardo Castillo y le dije que estaba harta de ese desdén, que quería escribir un cuento con tema bien fuerte. Me dijo: ¿por qué no escribís sobre un boxeador que siempre pierde?. Ahí me puse a investigar, a escuchar peleas por la radio, a meterme de cabeza en el mundo del boxeo. De ahí salió “Los que vieron la zarza”. No sé si mis compañeros de generación me miraron distinto desde entonces; lo que sé es que ya no me importó. Ese cuento, para mí, fue un salto; el descubrimiento de una nueva posibilidad.
 
Varias reseñas se detuvieron en las similitudes entre usted y Greta, la protagonista de la novela Noticias sobre el iceberg. ¿Cómo ve esa lectura?
 
Bueno, Greta es una escritora de una edad similar a la mía, tiene setenta y siete años en el presente de la novela. Es una persona que se parece mucho a mí, de hecho yo le cedo varias anécdotas puntuales de mi vida, pero al mismo tiempo tiene una trayectoria de vida muy diferente a la mía. Dos acontecimientos fundamentales para mí fueron, por un lado, haber tenido una hermana; y por el otro, haber sido parte de la revista literaria “El Grillo de Papel”, donde conocí a Abelardo Castillo, de quien me hice amiga, y luego haber sacado juntos “El Escarabajo de Oro” y “El Ornitorrinco” junto a él y su mujer, Sylvia Iparaguirre. Esos veintiséis años de revistas literarias son una parte ineludible de mi historia como escritora y de mi historia de vida. Esas son cosas que me constituyen y no la constituyeron a mi protagonista, que estaba mucho más desamparada. Ella tampoco tuvo una pareja como la que llevamos Ernesto Imas y yo desde hace más de cuarenta años, que para mí es fundamental. En el caso de Greta, aparece “el hombre de ojos azules”, pero ella no se anima a la convivencia.
 
¿Cree que un escritor debe detallar qué es verdad y qué no en su obra?
 
Lo que pasa es que todo es ficción. La metamorfosis seguro tiene que ver con cosas muy internas de Kafka: el cuento o la novela más fantásticos siempre tienen que ver con el autor. Y aún la novela que parece más autobiográfica tiene una cantidad de cambios significativos… El sólo hecho de recortar una realidad ya es una intervención de la realidad.
 
En otra época la cuestionaron por esos cruces, en especial con la novela “El fin de la historia”, donde cuenta cómo una ex integrante de la cúpula de Montoneros colaboró con los militares tras haber sido torturada.
 
Ante todo, esa novela no tiene una única protagonista: tiene dos, cuyos conflictos se van alternando. Una es militante, la otra quiere escribir su historia. Ninguna de las dos, sola, constituiría la novela que yo quería escribir. En cuanto a la militante, a quien narro desde sus primeros años, lo que me fascinó del personaje fue su capacidad para tener un rol protagónico siempre, en cada una de las instancias que vivió, todas bien distintas entre sí. Por la actuación jerárquica que tiene en Montoneros y por haber sido secuestrada, cuando se publicó la novela cierta crítica centró la atención en ella, la erigió como modelo y, en consecuencia, me cuestionó por no haber mostrado a una militante irreprochable. Lo que pasa es que a mí me interesaba justamente esa protagonista a causa de su singularidad: para expresar una verdad consensuada no me hacía falta escribir una ficción. Además, es de esa singularidad que surge el conflicto de la otra protagonista: ella quiere contar a una heroína sin mácula y se resiste a aceptar una realidad que sin duda le mueve el piso. Estos cruces de conflictos, y cierta pintura de época, constituyen “El fin de la historia”. Eso, al menos, es lo que quise narrar.
 
Y siguen firmes la paciencia y la vocación docente, luego de tantos años como tallerista…
 
A mí me gusta mucho analizar, no sólo mis procesos creadores sino los de los otros, me gusta meterme ahí. Aunque hace dos años dejé de dar los talleres, esa tarea me sigue fascinando; a eso no renuncié. Pero entendí que la energía creadora que tenía, la necesitaba para mí. Y así trabajé la novela durante la pandemia.
 
En “Noticias sobre el iceberg” se cuenta que a Greta le ocurrió “un cruce dichoso que ilumina lo por escribirse y abre puertas imprevistas” y que ese acontecimiento le ocurrió a los treinta años. También se menciona como motor de la escritura “la irrupción no prevista de un mundo inexplorado”. Quería preguntarle cuál fue la irrupción que la llevó específicamente a esta novela y a escribir en este género después de más de dos décadas.
 
Es bastante complejo el proceso de escritura de esta novela y creo que muy diferente del proceso de las otras novelas. “Zona de clivaje”, por ejemplo, empezó como una idea de un cuento cuando yo tenía veinte años y sabía a dónde iba a ir a parar. Pese a que con los años cambié totalmente el final porque ya no me representaba o porque cambié yo, pero siempre supe dónde iba a ir a parar. Siempre tenía una idea general. En “El fin de la historia” sin duda tenía una historia muy fuerte que era la columna vertebral de lo que quería contar. Con esta novela fue distinto. En el 2013, creo, escribí una escena de una mujer de ya muchos años tratando de hacer la vertical mientras suena el teléfono porque alguien la llama para pedirle una entrevista. Eso tenía y no tuve más que eso. Todavía no se llamaba Greta, se llamaba Vera, y trataba de hacer la vertical. Pero quedó ahí, como esas ideas que están ahí dije: algún día la voy a escribir. Antes de que empezara la pandemia yo había terminado y publicado “La trastienda de la escritura” y se había producido uno de esos blancos en que una dice: ¿y ahora qué? Se me cruzaron varios cuentos que quería escribir, algunos incluso que voy a escribir pronto. Y en un momento, fue exactamente el 25 de febrero del 2020, dije: no, voy a volver a Greta. Pero fue una decisión, no fue escritura. A partir de ahí tengo muy claro que fue un período de escritura muy incierto. No tenía del todo la trama. Sabía que el desencadenante iba a ser una entrevista que le quieren hacer. Y empecé a saber, sin tener idea del motivo, que Greta por alguna razón hacía muchos años que no contestaba entrevistas. Pero fijate el grado de incerteza que yo tendría, que todavía no había decidido a qué se iba a dedicar Greta. Podría parecer raro ahora, porque parece central que ella sea escritora, parece ineludible. Pero en ese momento le di vueltas hasta que decidí que iba a ser escritora. Así que es una novela que fui construyendo y modificando durante el proceso de escritura. Nunca me había pasado eso. Fue fascinante. También la idea de escribir o contar el proceso creador de novelas que no existen, como las que escribe Greta.
 
En este sentido, aparece en todo el libro una voz interior de Greta que es muy tremenda. Graciosa, porque la novela tiene mucho humor, pero también implacable con ella misma y con lo que la rodea. ¿Cómo nació esa voz?
 
Se me coló esa voz, esa conciencia no ortodoxa que tiene Greta. En algún momento inclusive salió el nombre de la Enana Jodida, que aparece en la novela. No fue al principio, pero apareció. Y se me siguió metiendo y después me gustó mucho hasta se me impuso esa voz y la acepté. Creo también que esta vez solté cierta zona mía, aunque no me lo había planteado mientras escribía. No me planteé que iba a tener mucho humor, pero en general el humor me constituye a mí. Entonces se ve que apareció con bastante naturalidad en esta novela pese a que lo que le pasa a Greta no necesariamente es divertido.
 
En el libro, Greta expone de sus dudas. Piensa que ninguna época es dorada del todo, pero que en su juventud estaba la idea de la revolución en el horizonte y eso hacía que no hubiera lugar para la desesperanza. ¿Coincide con esa mirada del personaje? 
 
Sí, también aparece esto en “El fin de la historia”, que transcurre durante la dictadura militar y sin embargo la protagonista dice que la esperanza la constituye, que no puede renunciar a la esperanza. Es que nos formamos en un tiempo de esperanza creyendo que estábamos muy cercanos a un cambio social. Un cambio que francamente nunca ocurrió. Creo que Greta no sé si tiene esperanza, tal vez tiene, y ella misma lo dice, cierta zonita inevitable de optimismo. No puede dejar de lado eso que tiene. Irene Gruss, mi gran amiga y gran poeta, una vez refiriéndose a mí decía que mis cuentos son muy terribles, pero que siempre hay en ellos una ventana. A mí me gustó mucho eso que observó Irene. Era sabia Irene. Una gran amiga. Eso también le pasa a Greta. Es decir, no puede renunciar a esa ventana en la que tal vez hay una posibilidad. No sé si llamarlo esperanza, pero es eso, una posibilidad. A mí también esto me constituye. No puedo renunciar a esa idea de que a lo mejor encontramos la manera de que esto que nos está pasando cambie. Y que cambie para mejor.
 
Hablaba de su sorpresa de verse a los ochenta y uno publicando una nueva novela. ¿Qué le pasa de verse también ahora marchando por la educación pública, como hizo en su adolescencia y narró en más de una ocasión?
 
Es una sensación extraña verme como aquella vez, con la lucha por la defensa de la ley 1.420, la de la enseñanza gratuita, laica y obligatoria, cuando irrumpimos como estudiantes secundarios. No me imaginé que a esta edad yo iba a estar de nuevo en la plaza o en las manifestaciones. Porque en algún momento pensás que la vida va a entrar en un cauce amable, deseado, y que ya no va a ser necesaria la lucha. Pero bueno, con ochenta me tocó dar esa clase abierta en la Plaza del Congreso y estos días estamos volviendo también. En los ‘60 se hablaba mucho de los intelectuales, de la función de los intelectuales. Intelectual es una palabra que se perdió. Los intelectuales tienen cada vez menos peso, esa es la verdad. Pero creo que en esta Argentina, sin dudas forzados por las circunstancias, salimos al ruedo de nuevo. Esa es mi sensación. Y no hablo sólo de escritores, hablo de gente que sale a manifestarse desde la ciencia, desde el derecho, desde la economía, desde la docencia, desde la actividad universitaria. Esta época necesita más que nunca de la palabra para contrarrestar tanto exabrupto oficial.
 
¿Fue casualidad que ahora coincidiera la publicación de la novela con el discurso de inauguración de la Feria?
 
Fueron dos hechos que coincidieron azarosamente. Porque a mí me convocaron en agosto o septiembre del año pasado para la apertura de la Feria.
 
Es decir, antes de que se supiera que Javier Milei sería el próximo presidente de la Argentina.
 
Sí. Por supuesto, nadie dudaba de que yo iba a hacer un discurso político. En ese momento no sabía que Milei sería electo presidente, pero sí sabía que lo que yo dijera en el acto de apertura de la Feria iba a tener alguna connotación ideológica; no iba a hablar del libro y de la cultura sin vincularlo a la situación social. Lo que nunca pensé es que sería en un momento tan crucial, tan crítico, como el que estamos viviendo ahora. Tampoco imaginaba para mi historia personal, porque tengo ochenta y un años, que a esta altura tendría una enorme capacidad de crear y poder terminar una novela.
 
¿De dónde viene esa capacidad? ¿Qué la activó?
 
Mirá, en enero, cuando empezaron estas declaraciones pavorosas contra la cultura, me invitaron a dar una clase abierta en la Plaza del Congreso. Y entonces yo me di cuenta de que era un momento en el que teníamos que empezar a actuar. Ahí mismo dije que estaba un poco sorprendida de encontrarme defendiendo a la cultura y a la educación pública en la Plaza del Congreso porque recordaba que había estado a los quince años, en esa misma plaza, explicándole a un grupo de gente por qué los estudiantes secundarios estábamos haciendo huelga, y la razón era que defendíamos la ley de enseñanza laica, gratuita y obligatoria. A los ochenta, estaba en esa misma plaza defendiendo lo mismo. Eso, por un lado, te alarma, y por el otro me reconforta pensar: bueno, sigo acá. Si me necesitan, sigo acá.

10 de junio de 2024

Pedro Saborido: “Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías”

El escritor argentino Pedro Saborido (1964) acaba de editar “Una historia del amor”, libro en el que, tal como puede leerse en la tapa como subtítulo, asevera: “En 23 relatos y reflexiones sobre esta fuerza absurda y maravillosa que nos conmueve, nos vuelve adictos, nos da felicidad, sufrimiento y hasta odio. Si fuese un electrodoméstico lo devolveríamos porque a veces falla y viene sin garantía. Pero aun así es la imperfección más conveniente que puede ofrecernos la vida”.
Nacido en Gerli, ciudad del conurbano bonaerense donde vivió su infancia y adolescencia, se recibió de Técnico Electrónico en la Escuela de Educación Secundaria Técnica (EEST) nº 5 “Dr. Salvador Debenedetti” de la vecina ciudad de Avellaneda, la misma donde pasó gran parte de su vida. Luego estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y pronto comenzó a trabajar en la radio “FM Avellaneda”. Más adelante lo haría en “Radio Mitre”, “Energy FM”, “Rock & Pop”, “BitBox FM”, “Radio Nacional” y “Radio Del Plata”, entre varias otras.
Autor de los libros “Una historia del fútbol”, “Una historia del peronismo”, “Una historia del conurbano” y “Una historia de la vida en el capitalismo”, Saborido es además productor, guionista y director de cine, teatro, radio y televisión, medios todos ellos en los que ha recorrido una vasta trayectoria. Ha sido guionista de prestigiosos humoristas argentinos como Tato Bores (1925-1996), Mario Sapag (1935-2012), Horacio Fontova (1946-2020) y Diego Capusotto (1961). Entre sus obras teatrales figuran “Una noche en Carlos Paz” y “¡Qué noche, Bariloche!”, y entre las cinematográficas “818 Tong Shan Road”, “Chasqui” y “Peter Capusotto y sus 3 dimensiones”.
En alguna oportunidad ha definido al humor como una sorpresa intelectual, “un descoloque de la realidad que no sabes por qué provoca el placer de la risa. Me parece que parte de ese placer o goce que tiene el humor, es abandonar cierta tensión que te provoca estar en un estado de lógica permanente, como si fuera un momento de idiotez pasajera y placentera, de ignorancia absoluta. El humor es para mí síntoma de inteligencia, pero conozco un montón de gente inteligente que no tiene humor, y un montón de estúpidos que son graciosos y que saben divertirse. Entonces, eso de que el humor es síntoma de inteligencia, deja de ser un elemento ineludible o fatalmente necesario”.
Lo que sigue es una compilación de las entrevistas que concediera a los periódicos “La Voz del Interior” y “Tiempo Argentino”, a cargo de Noelia Maldonado (el 10 de mayo de 2024) y de Adrián Melo (el 2 de junio de 2024) respectivamente.
 

Todos los libros son, quizás, hijos de su tiempo de producción y cual documentos históricos, nos dicen algo de su época. ¿Por qué te parece que es importante en esta época un libro sobre el amor?
 
No sé si es importante, creo que apareció. Todos nos pusimos de acuerdo en que faltaba un poco de piedad últimamente. La piedad es la última versión que se puede esperar del amor. La piedad tiene un poco de amor, un poco de cultura, un poco de empatía. Son sentimientos que andan faltando últimamente o que tienden a denigrarse desde el discurso político oficial. Sin embargo, no fue una decisión política, digamos.  Estaba decidiendo cómo continuar con mis escritos y quizás, en esa combinación extraña y maravillosa de azar y de absorción de discursos que andan dando vueltas y que dan origen a los libros se suele dar algo que coincide con el tiempo histórico e incluso con las necesidades de un momento histórico. El amor es intensidad. Me parece que estamos un poco atrapados por las intensidades. Ojo, no digo que no sea necesaria la intensidad. Cuando un tipo se queda sin laburo o no puede darle remedios a alguien de la familia siente la intensidad de manera inevitable.
 
¿Cómo se explica el amor por Milei o la intensidad de y por Milei?
 
Milei tiene algo de artista, de performático que evidentemente fascina y provoca emociones y pasiones. Es un rasgo que también tenían Perón, Evita y Cristina. Milei provoca algo en la gente y eso tiene que ver indudablemente con la audacia, con la imaginación, con esa ilusión de algo en qué creer que suelen generar los artistas. El problema es el contenido. Lo que prevalece en Milei es lo que hoy algunos filósofos suelen llamar “pasiones tristes” en tanto implican un fuerte contenido de discurso de odio hacia el otro. El amor es un sentimiento complejo y suele contener algo de odio también. Sin embargo, siento que sigue habiendo más gente que ama a la que odia. A veces, la intensidad se confunde con lo mayoritario. Se escuchan más los bocinazos que los que no tocan bocina. Siento que es una curva que hay que frenarla, combatirla, enfrentarla, no dejarla pasar, no olvidarla. Porque es un entusiasmo banal, es una maldad estúpida. La maldad siempre es estúpida porque el egoísmo nunca es conveniente. Pero, como hay gente a la que le sale tan bien ser hija de puta, genera encantamientos masivos y obtiene éxito en lo que se propone. Pero el éxito en tanto fenómeno individual precisa que haya un montón de gente que pierda, sino el éxito no existe. Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías. Pero la idea de alguien que se aleje de lo comunitario y se vaya a lo individual no suele perdurar. El camino del individualismo es para pocos porque es espermatozódico e implica que no pueden ganar todos. Para ganar todos se gana en comunidad y no lo digo como una moraleja, un valor o una obligación ética, sino como una conveniencia. Lo ves en las cooperativas, en las mutuales, lo ves en los inmigrantes que se hacían pata entre todos porque les convenía. No hay que tenerle miedo a la palabra conveniencia si es en comunidad. Es un egoísmo sano. Te cuido, para que me cuides. Eso es un equipo, una pareja, una barra de amigos, un club, lo que sea.
 
Conveniencia y convivencia tienen la misma raíz.
 
Connivencia, que está a mitad de camino, tiene connotaciones raras porque implica la especulación. Los equipos se basan en acuerdos. No en lo que vos pensás, sino en lo que vos dejás de pensar. Nunca dos personas pueden pensar de la misma manera, exactamente igual. Es en la cesión de la diferencia donde vos dejas de querer imponer tu voz, y tu vos, y cedés algo que tiene que ver con el pensamiento del otro. Ahí te trascendés a vos mismo. El libro del amor tiene que ver con el control, las deformaciones, los lugares a los que nos lleva el amor. Pero sobre todo tiene que ver con la conveniencia final más allá de cualquier disturbio que pueda provocar el amor. Porque el amor siempre provoca disturbios, más incertezas que certezas. El amor es una incerteza que puede fallar. Pero también es una promesa, una oportunidad. Mi amigo Hernán Brienza dice lo mismo sobre el peronismo.
 
Entre tantas aristas que tiene el amor, ¿qué tópicos te interesaron más para el libro?
 
En cualquier cosa sobre la que uno piensa, siente o escribe está el amor. La cosa es sacarlo a flote. Amor por el fútbol, el trabajo, el sexo, los automóviles. Siempre hay una preferencia, una elección que es el primer paso del amor. Lo que más me interesó fue la reincidencia. Uno siempre vuelve a amar por más que el amor produzca sufrimiento y obsesión. Como esas parejas que se separan y siempre vuelven. Como la frase de que siempre se vuelve al primer amor o al peronismo. No sé si uno vuelve a elegir o está condenado a volver a elegirlo. No sé si es tema de elección, inevitabilidad o las dos cosas. En diferentes tamaños, casos y ocasiones. El libro tiene unos diez o doce tópicos sobre la pareja que es lo primero que pensás sobre el amor. Luego está el amor por la mascota, la tecnología, la herencia. La herencia que suele pensarse sólo en términos económicos es una prolongación del amor. Alguien que te deja algo, te lo deja por amor y vos podés llegar a amar más a alguien que te deja algo.
 
¿Qué relación hay entre amor y mercado?
 
El mercado vive del amor. Del amor a la vida, del amor a la familia, de lo que hacés para que otro te quiera. Por más que decían los Beatles que el dinero no puede comprar amor, muchas veces, para expresar el amor y para que el otro te quiera, le hacés regalos y en la mayoría de las ocasiones eso implica comprar, consumir. Así, el amor queda como rehén del mercado y te toman como rehén a vos, tenés que seguir trabajando, aunque no quieras. Tengo que hacer todo eso para que me sigan amando. A veces el amor, es amor al dinero o al trabajo o la eficiencia. Sin embargo, el amor nunca va a ser eficiente. La eficiencia implica el cálculo por eso es un valor capitalista. Y el amor, por más cálculos que hagas, nunca sabés el resultado final, es algo a lo cual te subís como a un caballo desbocado porque no lo vas a poder controlar. Muchas veces el amor pasa o se termina. A veces dura menos que un buen electrodoméstico. A veces, como en uno de los relatos, uno quiere rotular al amor y el amor no es un producto de un supermercado y no tiene encasillamientos. En definitiva, el amor y el mercado se ceban, uno como la excepción del otro, como rehén, como motor.
 
A la luz de los últimos tiempos ¿Qué vigencia tiene el eslogan que fue bandera peronista “el amor vence al odio”?
 
Yo diría que el amor lo sigue combatiendo al odio, no sé si lo vence. Veamos. Hay una esperanza. El amor no tiene certezas. En algún momento pensamos “hemos ganado la batalla cultural”. Y no, no la habíamos ganado. Cuando uno cree que ganó se relaja y ahí está el problema. Es como cortar el pasto del fondo de la casa y pensar que no va a volver a crecer. Va a volver a crecer, las casas se vuelven a desordenar. Me parece que el amor precisa de una disciplina y para que venza al odio requiere de una disciplina y tener en cuenta que a veces no alcanza con decirlo y decirlo hasta el cansancio. Que no sólo sea una frase para refugiamos, para sentirnos cómodos, diferentes y mejores que el otro.  
 
¿Cómo surgió este tema? ¿Por qué el amor?
 
Es un tema obvio, pero yo en lo obvio veo algo que es verdad, por eso es obvio. Pensemos en lo cursi… y bueno, es cursi porque es verdad. Es un lugar común, bueno, por algo es un lugar común. Evidentemente, funciona, y vamos a ver qué pasa cuando se aísla. Lo único que me propuse es no caer en algo que desde el humor es siempre una tentación, que es destruirlo todo. Y hacer humor con un matrimonio gastado. Con eso de la “jabru”. Que uno se exponga a ser un estúpido al enamorarse no es lo mismo que sea estúpido enamorarse, ¿se entiende? El amor te expone a distintas situaciones que no son todas agradables.
 
¿Para todos los libros aplicaste el mismo método? ¿Cómo es el proceso de escritura?
 
Cada uno tuvo su propia lógica, pero la única lógica en la construcción fue medianamente encontrar una medida, un tamaño, una cantidad de caracteres, un diseño. La estructura viene después. En este libro tenía claro que no todos los cuentos tenían que ser sobre parejas, sino que iba a haber un porcentaje mínimo. Me daba cuenta de que tenía relatos escritos de otras cosas y me puse a ver dónde estaba el amor ahí. Hay relatos que son previos. Como ese cuento de la inteligencia artificial en la que los electrodomésticos quieren ser como el hombre, bueno, entonces van a tener que empezar a amar…
 
Quizás tendrías que hacer un libro sobre “Un historia de la tecnología”…
 
No sé. Me di cuenta de que el tema del libro Una historia de la vida en el capitalismo era el libro más oscuro de todos. Yo hacía un gran esfuerzo para que no sea oscuro, pero el capitalismo no es un tema entrañable. El conurbano sí, el amor sí. El peronismo y el fútbol también. Los querés o los odiás, pero tenés una relación. Al capitalismo no lo querés, está ahí, es una fatalidad.
 
Hace muy poco dijiste que el humor de hoy es neurótico…
 
Me parece… no… sí…, por ahí es algo del humor al que accedo yo. No lo digo como una crítica. Pero es un tema de clase, ¿no? No puedo suponer tener el monopolio del humor cuando en realidad uno es un tipo burgués de clase media o media baja que medianamente hace humor en base a eso. No existe “el humor argentino”, no. Hay humores que son populares, atravesados por clases, ideologías y hasta regiones. Siento que el humor de ahora es más neurótico, mientras que el humor del que yo vengo, el de mi generación, era más surrealista, ligado al humor absurdo creado en otras condiciones. Había que apelar más a la metáfora por la dictadura. Cuando era chico, estaba la psicodelia, los Beatles, el Instituto Di Tella. No estoy diciendo que tenga que haber dictaduras para que haya un movimiento artístico. Lo neurótico viene de la vida cotidiana, de departamento, de clase media… ahora, en cambio, hay mucha más libertad.
 
¿No creés que hay un nuevo sentido común, y que eso puede tener impacto?
 
A veces es una cuestión de intensidad. Yo no veo en la gente la misma intensidad que veo en las redes. No es un reflejo. Las redes son mucho más intensas. No veo a la gente hablando como si hablara en Twitter. Las redes funcionan como un bocinazo. Si hay veinte autos y cinco tocan la bocina, vos decís: “Están todos tocando la bocina”. ¡No! Son cinco los que tocan la bocina. La intensidad y la mayoría no es lo mismo. En este momento siento que lo que tienen es más intensidad. No creo que la mayoría quiera terminar con la cultura, que se cague en todo, que no quiera el cine argentino, o que quiera que todo el mundo se rompa, o privatizar todo. No es la mayoría.
 
¿Esa intensidad puede tener algún tipo de impacto en la forma en la que nos reímos?
 
Sí, obviamente. Siempre va a tener un impacto. Por ahí todo se pone más crudo, más cínico, pero no lo sé. Yo trato de que no me impacte en mi vida. Me aburre. Todos los días pasa algo para que reaccionemos. Es una especie de embole…
 
¿Y qué cosas te hacen reír?
 
Lo de siempre. Me río con mil cosas, con mi familia, con mis amigos. No creo que me haya cambiado la forma de reírme. No puedo estar todo el tiempo determinado, mi realidad es más grande que aquello que leo. A veces confundimos la realidad, suponemos que la realidad es lo que leemos. No estoy todo el tiempo mirando Twitter.
 
¿Te reís con las redes, usas stickers, memes, cosas así?
 
No. Las redes las uso para difundir cosas. Nada más. No leo nada. Me importa un carajo si me atacan por las redes. A mí me preocupa si me atacan por la calle, si me pegan en un “bondi”. Ahí sí me preocupo.

8 de junio de 2024

Entremeses literarios (CCXVI)

LA QUIMERA DEL ORO
Noemí Brown
Argentina (1945)
 
Ya era tarde cuando bajamos de la higuera. El sol, a través del follaje, marcaba medallones
dorados sobre el piso de tierra.
- Mirá, -le dije a mi hermano- monedas de oro.
Me puse a juntarlas una por una. El sol, que seguía cayendo, borraba el dibujo poco a poco.
- Dale, ayudame, pronto van a desaparecer todas.
Entonces se agachó dispuesto a juntar. Pero era tarde. El árbol ya era una mancha negra contra el suelo. Levantó los hombros y me miró con impotencia.
En ese momento, mamá nos llamó desde la casa.
- ¡Chicos, entren, está refrescando!
Mientras caminábamos hacia la cocina, él llevaba las manos vacías en los bolsillos, los míos tintineaban.
No todos pueden imaginar la felicidad, pensé. Y sentí lástima por mi hermano.
 
 
CÓRTAME EL NUDO, GORDIANO
David Roas
España (1965)
 
Ismael Godínez, lúcido aún, nota cómo su cuerpo se mece como un pelele colgado del techo de la habitación, y se arrepiente de haber cedido a aquel estúpido arrebato. Sus manos actúan de forma autónoma intentando detener la terrible opresión de su cuello, mientras sus pulmones luchan por tragar un poco más de aire. De pronto un pequeño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que puede llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello aceleraría más su estrangulamiento. Para llamar la atención, lanza unos gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta sus padres escuchan en silencio, felices de saber que Ismael, por fin, ha traído a casa una amiguita.
 
 
LA COMIDA FAVORITA DE BALZAC
Maeve Brennan
Irlanda (1917-1993)
 
Hay una librería en la calle 48, no lejos de la Sexta Avenida, donde venden sobre todo libros de bolsillo y libros viejos, saldos de los editores. Yo estaba allí el otro día mirando. Era sábado y hacía fresco. La puerta estaba abierta a la calle. Era la hora del almuerzo y los clientes eran ocasionales. La tarde era lenta y la ciudad parecía amistosa y cansada… no se oían quejas. Ese humor de siesta es muy notable en Nueva York y, en pleno centro, muy raro. Era una ocasión misteriosa y alegre, como si a todos los ciudadanos les hubieran repartido su dosis estacional de tiempo y hubieran descubierto que tenían mucho, de sobra, mucho más tiempo del que nunca hubieran imaginado. En la librería todo estaba en calma. Podría haber estado muy lejos, en una ciudad mucho más antigua, recorriendo tiendas de anticuarios. El ritmo era concentrado y sin prisa, mientras los clientes serpenteaban entre las obras de Henry James, Rex Stout, Françoise Mallet-Joris, Iván Turguénev, Agatha Christie y el resto, más y más nombres que iban apareciendo frente a mis ojos mientras seguía mirando. Yo ya había recopilado todo lo que quería comprar -llevaba cinco libros bajo el brazo- y estaba mirando otro, ahora no recuerdo el título, y leyendo una descripción de la comida favorita de Balzac. Lo que más le gustaba al escritor era pan simple cubierto de sardinas que había triturado para formar una pasta que mezclaba con algo. ¿Qué era lo que Balzac mezclaba en su pasta de sardinas? Estaba intentando descubrirlo, leyéndolo todo otra vez y pensando en lo delicioso que sonaba, cuando mis oídos se vieron ofendidos por ásperas voces que chirriaban justo al otro lado de la puerta; gente hacía comentarios sobre los libros del escaparate.
- ¡Eh, Marilyn Monroe rebajada! -exclamó una voz masculina-. ¡De cinco dólares con setenta y cinco a un dólar noventa y dos!
Hubo graznidos de risas y luego una voz de mujer dijo -hablaba una vieja fastidiosa-:
- Espera hasta que llegue al dólar.
- ¡Demasiado! ¡Demasiado! ¡Un dólar es demasiado! -gritó el hombre y aquellos seres horribles entraron en tropel a la librería y yo cogí mis gafas para verlos de cerca. Crueldad, Estupidez y Ruido; eran tres, un hombre, una mujer y otro, pero no pude ver al tercero, pues quedaba oculto tras la alta y alargada estantería que todos estaban mirando y que les hacía tanta gracia. Pronunciaban los nombres y títulos en voz alta y hacían muchos chistes malos, estropeándole la atmósfera a todos los demás, de modo que pagué los libros que tenía bajo el brazo y salí.
Me fui a Le Steak de París y pedí sardinas y pan, pero cuando empecé a aplastar a las sardinas ya no recordaba qué era lo que les ponía Balzac. No importaba. Las sardinas con pan solo son muy buenas. Me dije que no valía la pena pensar en las hienas de la librería. Un día de estos, su capacidad para despertar violencia provocará a alguien que ya es violento -eso me dije-. Encontrarán la horma de sus zapatos. El tiempo les ajustará las cuentas. Nunca conocerán nada excepto el miserable sentimiento de envidia. Aprenderán, como el pastorcillo que gritaba que venía el lobo, pues todos esos que se empeñan en reírse los últimos acaban mal. No me importa. La pequeña librería está abierta hasta tarde y voy a volver este mismo anochecer a encontrar ese libro que estaba mirando y que describe la pasta de sardinas de Balzac. Antes de que caiga la noche sabré exactamente cuál era la comida favorita del maestro y también conoceré el sabor que tiene hoy.
 
 
LIMPIEZA
Beatriz Aloé
Argentina (1953)
 
Los vidrios del tercero quedaron impecables y ella, bien muerta, tendida sobre la vereda, con las piernas blancas y regordetas algo entreabiertas y un trapo gris en una de sus manos. El limpia vidrios yacía algo más lejos.
Desde el balcón de enfrente me quedé pensando que los vidrios de casa estaban sucios y necesitaban una limpieza.
 
 
MEDIA NARANJA
Juana Ciudad Pizarro
España (1962)
 
Se habían conocido por internet hacía ya dos años y ambos estaban convencidos de estar hechos el uno para el otro. Y debía ser verdad, porque cuando por fin se citaron para verse comprobaron, con sorpresa, que ya habían estado casados.
 
 
PINCELADAS
Juan Armando Epple
Chile (1946-2022)
 
El joven artista Adolfo Hitler fue aceptado en la Academia de Bellas Artes de Viena. En poco tiempo pasó del fatigoso ejercicio de la pintura figurativa a la experimentación vanguardista que escandalizaba a sus maestros y entusiasmaba a su generación.
En los años veinte se le vio frecuentando los cafés de Munich, ostentando el traje oscuro y la boina roja que habían puesto de moda sus congéneres de París. La social democracia llamó las elecciones parlamentarias y se inició una nueva era de reformas en el Reichstag.
En 1941 cumplió su sueño de visitar Francia. Hay una foto en que se le ve admirando la ciudad, trente a la torre de Eiffel.
 
 
TIEMPO DE AMOR
José J. Alfaro Calvo
España (1947)
 
El tiempo no funciona cuando llega el amor.
Mañana te estuve contemplando durante dos horas seguidas. Ayer me compraré dos ojos de repuesto y así seguir mirándote.
 
 
HISTORIA DEL JOVEN CELOSO
Henri Pierre Cami
Francia (1884-1958)
 
Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble. Un día le dijo:
- Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
- Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos.
“Todavía puede hablar con otros”, pensó.
Y le extirpó la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.
 
 
DE LAS APARIENCIAS
Julia Otxoa
España (1953)
 
Era un hombre tan delgado que a menudo se lo llevaba el viento. Así que en previsión de este tipo de catástrofes, se había llenado los bolsillos de piedras. Pero la suerte no estaba de su lado. Ocurrió durante una de aquellas noches en las que un fuerte viento no lograba llevárselo; el pobre hombre, loco de contento, celebraba su dicha con los marineros por las tabernas del puerto. Nunca fue tan feliz.
Al amanecer, caminaba completamente ebrio como un ángel frágil junto a los embarcaderos; dicen que debió resbalar y caer al mar mientras cantaba. De todas formas esta versión de los hechos nunca fue escuchada. La oficial fue la del suicidio, llenos de pesadas piedras sus bolsillos.
 
 
HABITACIÓN 35
André Breton
Francia (1896-1966)
 
Un señor se presenta en un hotel y pide una habitación. Le dan la 35. Al bajar, unos minutos después, y mientras devuelve la llave en la recepción, dice:
- Perdone, tengo muy mala memoria. Si no tiene inconveniente, cada vez que vuelva, yo le diré mi nombre: “Señor Delouit”, y usted me repetirá el número de mi habitación.
- Está bien, señor.
Poco después, se asoma a la oficina:
- Señor Delouit.
- Es la número 35.
- Gracias.
Un minuto más tarde, un hombre extraordinariamente agitado, con la ropa cubierta de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano, se dirige al conserje:
- Señor Delouit.
- ¿Cómo que “Señor Delouit”? No se burle de mí. El señor Delouit acaba de subir.
- Perdone, soy yo… Acabo de caerme por la ventana. ¿Cuál es el número de mi habitación, por favor?

5 de junio de 2024

Los avatares del fascismo en el siglo XXI

4) Observaciones y advertencias

Allá por 1969 el economista e historiador belga Ernest Mandel (1923-1995) publicaba “Faschismus” (El fascismo), ensayo en el que decía que “el fascismo no es simplemente una nueva etapa del proceso por el que el ejecutivo del Estado burgués se convierte en más fuerte e independiente cada vez. No es sólo la ‘dictadura abierta del capital monopolista’, es una forma especial del ‘ejecutivo fuerte’ y de la ‘dictadura abierta’, caracterizada por la completa destrucción de todas las organizaciones de la clase obrera -incluso de las más moderadas- y sin duda alguna de la socialdemocracia. El fascismo intenta evitar físicamente toda forma de autodefensa de parte de los trabajadores organizados mediante su atomización absoluta. Argüir que la socialdemocracia prepara el terreno al fascismo para declarar que ambos son aliados y desterrar toda posibilidad de unidad con ella contra el fascismo es erróneo. Justo lo contrario. Si la socialdemocracia, con su práctica de colaboración de clases y su identificación con la democracia parlamentaria en bancarrota, socavó la lucha de clases de los trabajadores y preparó de hecho la toma del poder por los fascistas, ésta marca el fin de la socialdemocracia”.
Eran años en los que buena parte de Latinoamérica (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Haití, Nicaragua, Paraguay, Uruguay) era gobernada por dictaduras cívico-militares. La derrota de los poderes del Eje había obligado a muchos latinoamericanos de extrema derecha a distanciarse, al menos retóricamente, del fascismo. Sin embargo abrazaron los valores neoliberales y fueron apoyados por la derecha católica que dogmatizaba la iniciativa individual y afirmaba que el gobierno tenía que proteger dicha iniciativa aún por la fuerza si fuese necesario. Todos esos gobiernos de facto ejercieron un tipo específico de autoritarismo que para muchos analistas, desde sus respectivos puntos de vista, podían ser vinculados a la categoría de fascistas.
Así, por ejemplo, el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva (1937-1992) afirmaba en su ensayo “Elementos y niveles de conceptualización del fascismo” que “dentro de la unidad que constituye el fascismo hay obviamente margen para la diversidad ello por una razón más que no cabe olvidar: el desarrollo dialéctico de la historia, determinado por la lucha de clases, hace que nunca se den superestructuras ‘químicamente’ puras, cristalizadas de una vez por todas. Se trata siempre de procesos en que diversos elementos se combinan de manera compleja, produciendo ciertamente rupturas de orden cualitativo sin las cuales sería imposible hablar siquiera de distintas formas de Estado, pero abriendo al mismo tiempo un abanico de gradaciones y matices”.
Por su parte el economista y sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini (1932-1997) en “Las fuentes externas del fascismo”, una exposición que realizó en un seminario organizado en la Universidad Nacional Autónoma de México en julio de 1978, explicó que “un Estado de contrainsurgencia es el Estado corporativo de la burguesía monopólica y las Fuerzas Armadas, independientemente de la forma que asuma ese Estado, es decir, independientemente del régimen político vigente. Dicho Estado presenta similitudes formales con el Estado fascista, así como con otros tipos de Estado capitalista, pero su especificidad está en su peculiar esencia corporativa y en la estructura y funcionamiento que de allí se generan. Llamarlo fascista no nos hace avanzar un paso en la comprensión de su significado”.
También el sociólogo chileno Marcos Roitman (1955) se expresó sobre este tema en
“Por la razón o la fuerza. Historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina”, ensayo en el que sostuvo que “el fascismo en América Latina ha estado presente bajo formas diferentes. Se sintetiza en la xenofobia, homofobia, racismo, odio articulado sobre la represión, la violencia y la persecución política. Es el rechazo a la vida”.  Y otro tanto hizo el escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984) en su trabajo titulado “Los lobos de los hombres”, en el cual sostuvo que “en el mundo capitalista es banal repetir que una inmensa mayoría de la humanidad vive alienada, es decir vejada por sus explotadores en el plano económico y por sus gobiernos en el plano político. Nuestras sociedades son las que hacen del hombre, de eso que se llama un ciudadano, un ovillo de frustraciones, complejos e insatisfacciones, que llegado el día serán los alicientes del fascismo”. Para el autor de la emblemática novela “Rayuela”, el fascismo “representa el salvoconducto para lo peor del animal humano”.


Desde una posición algo divergente, el sociólogo argentino Atilio Borón (1943) manifestó en su ensayo “El fascismo como categoría histórica: en torno al problema de las dictaduras en América Latina” que “el ‘Estado militar’ es la alternativa histórica al fascismo, la ‘solución actual’ que genera la nueva fase del desarrollo capitalista en la periferia. Refleja otro tipo de crisis económica, política e ideológica para otra alianza de clases dominantes en una nueva modalidad de acumulación. Existe, claro está, un ‘aire de familia’ entre el fascismo y estos regímenes dado que ambos son formas reaccionarias de excepción del Estado capitalista y expresan la contrarrevolución burguesa que pretende resolver una crisis orgánica en distintos momentos. Pero ahí se acaba su semejanza”.
En 1976, un año fatídico para la Argentina, el dirigente político salvadoreño Schafik Handal (1930-2006) escribió “El fascismo en América Latina”, un artículo que apareció en julio de ese año en la revista “Latinskaya America”, la única publicación científica en español que se publica en Rusia, en la que se analizan temas económicos, políticos, sociales y culturales de América Latina. Allí, describió las características del fascismo imperante por entonces y sostuvo que la “característica de la actividad fascista en el campo ideológico es la supremacía de lo emotivo por encima de lo racional, es esfuerzo por crear estados de ánimos e incluso apasionamiento colectivo en vez de convicción, aprovechando para ello toda clase de motivos capaces de enervar a las masas, especialmente aquellos que permiten inflar el chovinismo. Así pues, el fascismo asoma cabeza en nuestra América Latina vistiendo ropajes y empuñando un látigo ya conocidos. Este hecho ha confundido a algunos en el movimiento popular latinoamericano, al punto de mostrarse renuentes a aceptar la presencia del fascismo en ninguno de nuestros países”.
Al año siguiente, el sociólogo y economista brasileño Theotônio dos Santos (1936-2018) publicaba en la “Revista Mexicana de Sociología” vol. 39, nº 1 el artículo “Socialismo y fascismo en América Latina hoy”. En él se refirió a las dictaduras que gobernaban tanto en Brasil como en Argentina y, entre otras cosas, expresó: “La historia política reciente del subcontinente latinoamericano está marcada por la decadencia o debilitamiento de las corrientes nacionalistas y democráticas burguesas y por una radicalización política que tiende a poner frente a frente regímenes de fuerza con creciente contenido fascista y movimientos populares revolucionarios de progresiva tendencia socialista. La constatación de la existencia de esas tendencias se puede verificar cuando analizamos el proceso de lucha de clases en el continente después de la Revolución Cubana y observamos que este llegó a agudizarse en ciertos momentos, en los cuales se manifestó de manera cada vez más abierta la polarización que señalamos. En 1964 se conformó un enfrentamiento entre, de un lado, una alianza de fuerzas populares expresada por las centrales obrera, campesina y estudiantil, y del otro lado la movilización de la derecha en torno a un movimiento ‘por la familia, por Dios y por la propiedad’, y la conspiración militar derechista, todo lo cual fue apoyado y articulado por un comando militar dirigido por el propio Jefe del Estado Mayor del ejército y por la CIA. La ideología fascista quedaba instalada en el poder combinada, y hasta subordinada, a fuerzas conservadoras con matices liberales autoritarios”.


Agregó más adelante: “El caso brasileño era el presagio de nuevos acontecimientos que indicarían la existencia de una tendencia histórica. En todos ellos interviene la mano brasileña, base de apoyo continental de una corriente política autoritaria que se sumaba a los organizadores internacionales de esta ola represiva: la CIA y el Pentágono. Tal proceso tiene su primera culminación en el golpe de Estado de 1976 en Argentina, que busca imponer el camino del Estado autoritario conservador pero que cuenta con una corriente fascista muy activa la cual parece adquirir la hegemonía en ciertas circunstancias. La victoria de estos golpes fascistas en América Latina, el crecimiento de movimientos fascistas en Europa y América del Norte, la derechización de los partidos conservadores y la elaboración de una estrategia global del imperialismo de inspiración golpista, son el resultado de la crisis general del capitalismo contemporáneo. La amenaza del fascismo se ha convertido en el problema político fundamental de América Latina”.
Ya en el presente siglo, la editorial francesa Le Temps des Cerises publicó en su colección “Penser le monde” un ensayo de Samir Amin (1931-2018) titulado “Le retour du fascisme dans le capitalisme contemporain” (El retorno del fascismo en el capitalismo contemporáneo), el cual fue reproducido en el nº 320 de la revista española “El Viejo Topo” de septiembre de 2014. En él, el economista egipcio-francés puntualizó: “El fascismo es una respuesta política particular a los desafíos a los que puede verse confrontada la gestión de la sociedad capitalista en determinadas circunstancias. Los poderes políticos que es posible calificar a ciencia cierta de fascistas han ocupado el primer plano de la escena y han ejercido el poder en varios países europeos, en particular durante la década de 1930 y hasta 1945. La diversidad de las sociedades que han sido sus víctimas -una sociedad capitalista desarrollada aquí, una menos desarrollada y dominada allí; una asociada a una guerra victoriosa, otra producto de una derrota- nos impide confundirlas”.
Y concluyó: “El fascismo está de vuelta en el Oeste, en el Este y en el Sur; y su retorno está asociado naturalmente al despliegue de la crisis sistémica del capitalismo contemporáneo de los monopolios generalizados, financiarizados y mundializados. El recurso a los servicios del movimiento fascista por parte de los centros dominantes de este sistema acorralado, que ya están en marcha o que podrían ser invitados a estarlo muy pronto, nos obliga a estar muy vigilantes. Pues esta crisis está llamada a hacerse más profunda y, en consecuencia, la amenaza de un recurso a las soluciones fascistas se convierte en una amenaza real”.


Más acá en el tiempo, a comienzos de 2021 Verso Books  publicó un artículo de Toni Negri (1933-2023) llamado “A 21st. century fascist” (Un fascista del siglo XXI), en el cual el filósofo italiano hizo referencia al gobierno de extrema derecha llevado adelante por Jair Bolsonaro (1955)​ en Brasil. Allí sostuvo que “las actuales conversiones fascistizantes de la clase dirigente capitalista (no de toda, por el momento) parecen de hecho determinadas por la necesidad de sostener con una mayor fuerza, con todos los medios del Estado, constrictivamente, un desarrollo más neoliberal de la profunda crisis. Es importante subrayar esta usual deformidad: la fuerza del autoritarismo es convocada para sostener la crisis del liberalismo. Ahora bien, según esta perspectiva, el fascismo parece presentarse (aunque no solamente) como la fase dura del neoliberalismo, como una fuerte recuperación del soberanismo, como la inversión del slogan ‘primero el mercado, después el Estado’ en los puntos donde el desarrollo choca con dificultades máximas, o donde sus dispositivos se quiebran, o mejor, donde enfrenta fuertes resistencias”.
“El nuevo fascismo se instala dentro de este caos. Armándose del proyecto neoliberal para dominarlo, ¿hallará las condiciones para un desarrollo durable? -se pregunta-. Es muy difícil. En estas condiciones, el neoliberalismo se encuentra en una situación desesperada, si es que pretende restablecer el equilibrio. Habiendo dislocado o rechazado el viejo equilibrio constitucional democrático, ahora está expuesto al vacío. Necesita algo nuevo para responder a las nuevas dificultades, y sólo lo encuentra bajo la forma de autoritarismo, de renovado fascismo. Para sobrevivir a este salto al vacío, tiene que recurrir a instrumentos mediáticos e ideológicos, tiene que difamar y destruir a las fuerzas que lo han confrontado (a veces tímidamente, o incluso anticipando sus direcciones destructivas)”.
Ese mismo año el historiador y profesor universitario argentino Federico Finchelstein (1975) lanzó su libro “Breve historia de la mentira fascista”. En él manifestó que “el político típico miente, pero no cree sus propias mentiras. Mientras que los fascistas creen en sus mentiras o creen incluso que cuando lo que están diciendo no es correcto, eso que están diciendo está al servicio de una verdad revelada. Lo que para los fascistas es la verdad, para el resto de nosotros es una mentira, en el sentido de que lo que para el resto de nosotros constituye la verdad, es decir, aquello que puede ser probado con datos, con hechos para los fascistas, no necesariamente eso es verdad. Es decir, lo que es la verdad empírica es una verdad para ellos parcial, una verdad menor con respecto a lo que ellos piensan que es la verdad revelada. Por eso el fascismo se presenta como un culto, como una religión política, y cuando ellos hablan de verdad, están hablando de una verdad que no necesita ser probada y que incluso cuando es una verdad que está desmentida por los hechos, los fascistas deciden no sólo ignorar los hechos, sino tratar de cambiarlos para adaptarlos a la verdad, a la verdad revelada que ellos plantean”.


“Como esa concepción fascista de la verdad -añadió- en realidad se relaciona con todo aquello que el líder piensa, al líder fascista se le atribuyen y se atribuye a sí mismo condiciones de tipo divino. Y en ese caso, todo lo que dice se presenta como verdad revelada. En ese marco, todos aquellos que no están de acuerdo o que son identificados por esa verdad revelada como enemigos o traidores, son justamente presentados como grandes mentirosos. Entonces lo que vemos es un ejercicio terrible de proyección, según el cual a los enemigos se les atribuyen todas las características que en realidad definen al propio ser fascista”.
En el prólogo del libro “La extrema derecha en América Latina” aparecido en agosto de 2023, el sociólogo argentino Daniel Feierstein (1967) consideró: “Si los conceptos sirven para dar cuenta de elementos estructurales comunes en objetos claramente diferentes, la memoria recupera esos elementos estructurales para iluminar el presente con las experiencias del pasado. Sin ese sentido, la pregunta de fondo no sería qué tan parecidas son estas nuevas derechas a las derechas fascistas del siglo XX (es obvio que no pueden ser idénticas, en parte porque ninguna derecha fascista fue idéntica a la otra y en parte porque no son equivalentes las condiciones de la segunda y tercera décadas del siglo XXI que las existentes un siglo antes)”. Y concluyó: “Insisto: utilizar el mismo concepto para experiencias diferentes no significa plantear que son idénticas. Simplemente constituye una señal de alerta para ejercer la capacidad humana de la memoria: utilizar los aprendizajes del pasado para lidiar con problemas del presente”.
La realización de la Conferencia de Acción Política Conservadora, organizada por la Unión Conservadora Estadounidense el pasado 24 de febrero en Washington, llevó al Licenciado en Psicología cubano Omar Stainer (1984) a publicar en el Portal de Noticias de América Latina y el Caribe NODAL, el artículo “¿Fascismo en América Latina?”. Allí opinó que “a juzgar por sus cien años, el fascismo podría ser visto como un anciano que ha dejado atrás su ímpetu juvenil o que sólo está en las fotos y los libros de historia. Sin embargo, si alguna virtud puede achacársele, es su capacidad para nacer cada día, en lugares distantes, entre personas distintas. ¿Cómo es posible eso? ¿Cuánto más vivirá? ¿Ha mutado o es idéntico al de Mussolini o Hitler? ¿Tiene presencia en América Latina? ¿Existe una crisis en América Latina capaz de generar un malestar lo suficientemente significativo para que derive en conductas de odio mediante movilizaciones reaccionarias, y además logre que grupos sociales se aglutinen alrededor de una ideología común, y logren imponer su voluntad al resto? Escribir sobre el fascismo es complicado, tanto como responder a cada una de esos interrogantes. Pero para que el fascismo viva, deben existir los fascistas”.
Y consideró que el fascismo “capta adeptos por su capacidad para reconducir el malestar social creciente. Nada genera más odio que un malestar entronizado de tal manera que resulte insuperable y aniquile cualquier expectativa positiva de mejora. La principal lección que dejó la conferencia es que la derecha y su variante extrema avanzan en su articulación, y tienen representantes en América Latina. De hecho, está por verse el estrago que hará en un país clave para la integración regional como Argentina”. Se refería al sociópata presidente argentino que, una vez más, pronunció uno de sus habituales altisonantes y desatinados discursos en el que, entre otros desvaríos, afirmó que el ecologismo plantea la lucha del hombre contra la naturaleza, que no hay que dejarse llevar por los cantos de sirena de la justicia social, que promover el libre comercio es promover la paz y que los monopolios trajeron reducción de la pobreza y bienestar. Nada más, está todo dicho.