El
escritor argentino Pedro Saborido (1964) acaba de editar “Una historia del amor”,
libro en el que, tal como puede leerse en la tapa como subtítulo, asevera: “En
23 relatos y reflexiones sobre esta fuerza absurda y maravillosa que nos
conmueve, nos vuelve adictos, nos da felicidad, sufrimiento y hasta odio. Si
fuese un electrodoméstico lo devolveríamos porque a veces falla y viene sin
garantía. Pero aun así es la imperfección más conveniente que puede ofrecernos
la vida”.
Nacido en Gerli, ciudad del conurbano bonaerense donde vivió su infancia y adolescencia, se recibió de Técnico Electrónico en la Escuela de Educación Secundaria Técnica (EEST) nº 5 “Dr. Salvador Debenedetti” de la vecina ciudad de Avellaneda, la misma donde pasó gran parte de su vida. Luego estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y pronto comenzó a trabajar en la radio “FM Avellaneda”. Más adelante lo haría en “Radio Mitre”, “Energy FM”, “Rock & Pop”, “BitBox FM”, “Radio Nacional” y “Radio Del Plata”, entre varias otras.
Autor de los libros “Una historia del fútbol”, “Una historia del peronismo”, “Una historia del conurbano” y “Una historia de la vida en el capitalismo”, Saborido es además productor, guionista y director de cine, teatro, radio y televisión, medios todos ellos en los que ha recorrido una vasta trayectoria. Ha sido guionista de prestigiosos humoristas argentinos como Tato Bores (1925-1996), Mario Sapag (1935-2012), Horacio Fontova (1946-2020) y Diego Capusotto (1961). Entre sus obras teatrales figuran “Una noche en Carlos Paz” y “¡Qué noche, Bariloche!”, y entre las cinematográficas “818 Tong Shan Road”, “Chasqui” y “Peter Capusotto y sus 3 dimensiones”.
Nacido en Gerli, ciudad del conurbano bonaerense donde vivió su infancia y adolescencia, se recibió de Técnico Electrónico en la Escuela de Educación Secundaria Técnica (EEST) nº 5 “Dr. Salvador Debenedetti” de la vecina ciudad de Avellaneda, la misma donde pasó gran parte de su vida. Luego estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y pronto comenzó a trabajar en la radio “FM Avellaneda”. Más adelante lo haría en “Radio Mitre”, “Energy FM”, “Rock & Pop”, “BitBox FM”, “Radio Nacional” y “Radio Del Plata”, entre varias otras.
Autor de los libros “Una historia del fútbol”, “Una historia del peronismo”, “Una historia del conurbano” y “Una historia de la vida en el capitalismo”, Saborido es además productor, guionista y director de cine, teatro, radio y televisión, medios todos ellos en los que ha recorrido una vasta trayectoria. Ha sido guionista de prestigiosos humoristas argentinos como Tato Bores (1925-1996), Mario Sapag (1935-2012), Horacio Fontova (1946-2020) y Diego Capusotto (1961). Entre sus obras teatrales figuran “Una noche en Carlos Paz” y “¡Qué noche, Bariloche!”, y entre las cinematográficas “818 Tong Shan Road”, “Chasqui” y “Peter Capusotto y sus 3 dimensiones”.
En alguna oportunidad ha definido al humor como
una sorpresa intelectual, “un descoloque de la realidad que no sabes por qué
provoca el placer de la risa. Me parece que parte de ese placer o goce que
tiene el humor, es abandonar cierta tensión que te provoca estar en un estado
de lógica permanente, como si fuera un momento de idiotez pasajera y
placentera, de ignorancia absoluta. El humor
es para mí síntoma de inteligencia, pero conozco un montón de gente inteligente
que no tiene humor, y un montón de estúpidos que son graciosos y que saben
divertirse. Entonces, eso de que el humor es síntoma de inteligencia, deja de
ser un elemento ineludible o fatalmente necesario”.
Lo que sigue es una compilación de las entrevistas que concediera a los periódicos “La Voz del Interior” y “Tiempo Argentino”, a cargo de Noelia Maldonado (el 10 de mayo de 2024) y de Adrián Melo (el 2 de junio de 2024) respectivamente.
Todos los libros son, quizás, hijos de su tiempo
de producción y cual documentos históricos, nos dicen algo de su época. ¿Por
qué te parece que es importante en esta época un libro sobre el amor?
No sé si
es importante, creo que apareció. Todos nos pusimos de acuerdo en que faltaba
un poco de piedad últimamente. La piedad es la última versión que se puede
esperar del amor. La piedad tiene un poco de amor, un poco de cultura, un poco
de empatía. Son sentimientos que andan faltando últimamente o que tienden a
denigrarse desde el discurso político oficial. Sin embargo, no fue una decisión
política, digamos. Estaba decidiendo
cómo continuar con mis escritos y quizás, en esa combinación extraña y
maravillosa de azar y de absorción de discursos que andan dando vueltas y que
dan origen a los libros se suele dar algo que coincide con el tiempo histórico
e incluso con las necesidades de un momento histórico. El amor es intensidad.
Me parece que estamos un poco atrapados por las intensidades. Ojo, no digo que
no sea necesaria la intensidad. Cuando un tipo se queda sin laburo o no puede
darle remedios a alguien de la familia siente la intensidad de manera
inevitable.
¿Cómo se explica el amor por Milei o la
intensidad de y por Milei?
Milei
tiene algo de artista, de performático que evidentemente fascina y provoca
emociones y pasiones. Es un rasgo que también tenían Perón, Evita y Cristina.
Milei provoca algo en la gente y eso tiene que ver indudablemente con la
audacia, con la imaginación, con esa ilusión de algo en qué creer que suelen
generar los artistas. El problema es el contenido. Lo que prevalece en Milei es
lo que hoy algunos filósofos suelen llamar “pasiones tristes” en tanto implican
un fuerte contenido de discurso de odio hacia el otro. El amor es un
sentimiento complejo y suele contener algo de odio también. Sin embargo, siento
que sigue habiendo más gente que ama a la que odia. A veces, la intensidad se
confunde con lo mayoritario. Se escuchan más los bocinazos que los que no tocan
bocina. Siento que es una curva que hay que frenarla, combatirla, enfrentarla,
no dejarla pasar, no olvidarla. Porque es un entusiasmo banal, es una maldad
estúpida. La maldad siempre es estúpida porque el egoísmo nunca es conveniente.
Pero, como hay gente a la que le sale tan bien ser hija de puta, genera
encantamientos masivos y obtiene éxito en lo que se propone. Pero el éxito en
tanto fenómeno individual precisa que haya un montón de gente que pierda, sino
el éxito no existe. Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías.
Pero la idea de alguien que se aleje de lo comunitario y se vaya a lo
individual no suele perdurar. El camino del individualismo es para pocos porque
es espermatozódico e implica que no pueden ganar todos. Para ganar todos se
gana en comunidad y no lo digo como una moraleja, un valor o una obligación
ética, sino como una conveniencia. Lo ves en las cooperativas, en las mutuales,
lo ves en los inmigrantes que se hacían pata entre todos porque les convenía.
No hay que tenerle miedo a la palabra conveniencia si es en comunidad. Es un
egoísmo sano. Te cuido, para que me cuides. Eso es un equipo, una pareja, una
barra de amigos, un club, lo que sea.
Conveniencia y convivencia tienen la misma raíz.
Connivencia,
que está a mitad de camino, tiene connotaciones raras porque implica la
especulación. Los equipos se basan en acuerdos. No en lo que vos pensás, sino
en lo que vos dejás de pensar. Nunca dos personas pueden pensar de la misma
manera, exactamente igual. Es en la cesión de la diferencia donde vos dejas de
querer imponer tu voz, y tu vos, y cedés algo que tiene que ver con el
pensamiento del otro. Ahí te trascendés a vos mismo. El libro del amor tiene
que ver con el control, las deformaciones, los lugares a los que nos lleva el
amor. Pero sobre todo tiene que ver con la conveniencia final más allá de
cualquier disturbio que pueda provocar el amor. Porque el amor siempre provoca
disturbios, más incertezas que certezas. El amor es una incerteza que puede
fallar. Pero también es una promesa, una oportunidad. Mi amigo Hernán Brienza
dice lo mismo sobre el peronismo.
Entre tantas aristas que tiene el amor, ¿qué
tópicos te interesaron más para el libro?
En
cualquier cosa sobre la que uno piensa, siente o escribe está el amor. La cosa
es sacarlo a flote. Amor por el fútbol, el trabajo, el sexo, los automóviles.
Siempre hay una preferencia, una elección que es el primer paso del amor. Lo
que más me interesó fue la reincidencia. Uno siempre vuelve a amar por más que
el amor produzca sufrimiento y obsesión. Como esas parejas que se separan y
siempre vuelven. Como la frase de que siempre se vuelve al primer amor o al
peronismo. No sé si uno vuelve a elegir o está condenado a volver a elegirlo.
No sé si es tema de elección, inevitabilidad o las dos cosas. En diferentes
tamaños, casos y ocasiones. El libro tiene unos diez o doce tópicos sobre la
pareja que es lo primero que pensás sobre el amor. Luego está el amor por la
mascota, la tecnología, la herencia. La herencia que suele pensarse sólo en
términos económicos es una prolongación del amor. Alguien que te deja algo, te
lo deja por amor y vos podés llegar a amar más a alguien que te deja algo.
¿Qué relación hay entre amor y mercado?
El mercado
vive del amor. Del amor a la vida, del amor a la familia, de lo que hacés para
que otro te quiera. Por más que decían los Beatles que el dinero no puede
comprar amor, muchas veces, para expresar el amor y para que el otro te quiera,
le hacés regalos y en la mayoría de las ocasiones eso implica comprar,
consumir. Así, el amor queda como rehén del mercado y te toman como rehén a
vos, tenés que seguir trabajando, aunque no quieras. Tengo que hacer todo eso
para que me sigan amando. A veces el amor, es amor al dinero o al trabajo o la
eficiencia. Sin embargo, el amor nunca va a ser eficiente. La eficiencia
implica el cálculo por eso es un valor capitalista. Y el amor, por más cálculos
que hagas, nunca sabés el resultado final, es algo a lo cual te subís como a un
caballo desbocado porque no lo vas a poder controlar. Muchas veces el amor pasa
o se termina. A veces dura menos que un buen electrodoméstico. A veces, como en
uno de los relatos, uno quiere rotular al amor y el amor no es un producto de
un supermercado y no tiene encasillamientos. En definitiva, el amor y el
mercado se ceban, uno como la excepción del otro, como rehén, como motor.
A la luz de los últimos tiempos ¿Qué vigencia
tiene el eslogan que fue bandera peronista “el amor vence al odio”?
Yo diría
que el amor lo sigue combatiendo al odio, no sé si lo vence. Veamos. Hay una
esperanza. El amor no tiene certezas. En algún momento pensamos “hemos ganado
la batalla cultural”. Y no, no la habíamos ganado. Cuando uno cree que ganó se
relaja y ahí está el problema. Es como cortar el pasto del fondo de la casa y
pensar que no va a volver a crecer. Va a volver a crecer, las casas se vuelven
a desordenar. Me parece que el amor precisa de una disciplina y para que venza
al odio requiere de una disciplina y tener en cuenta que a veces no alcanza con
decirlo y decirlo hasta el cansancio. Que no sólo sea una frase para
refugiamos, para sentirnos cómodos, diferentes y mejores que el otro.
¿Cómo surgió este tema? ¿Por qué el amor?
Es un tema
obvio, pero yo en lo obvio veo algo que es verdad, por eso es obvio. Pensemos
en lo cursi… y bueno, es cursi porque es verdad. Es un lugar común, bueno, por
algo es un lugar común. Evidentemente, funciona, y vamos a ver qué pasa cuando
se aísla. Lo único que me propuse es no caer en algo que desde el humor es
siempre una tentación, que es destruirlo todo. Y hacer humor con un matrimonio
gastado. Con eso de la “jabru”. Que uno se exponga a ser un estúpido al
enamorarse no es lo mismo que sea estúpido enamorarse, ¿se entiende? El amor te
expone a distintas situaciones que no son todas agradables.
¿Para todos los libros aplicaste el mismo
método? ¿Cómo es el proceso de escritura?
Cada uno
tuvo su propia lógica, pero la única lógica en la construcción fue medianamente
encontrar una medida, un tamaño, una cantidad de caracteres, un diseño. La
estructura viene después. En este libro tenía claro que no todos los cuentos
tenían que ser sobre parejas, sino que iba a haber un porcentaje mínimo. Me
daba cuenta de que tenía relatos escritos de otras cosas y me puse a ver dónde
estaba el amor ahí. Hay relatos que son previos. Como ese cuento de la
inteligencia artificial en la que los electrodomésticos quieren ser como el
hombre, bueno, entonces van a tener que empezar a amar…
Quizás tendrías que hacer un libro sobre “Un
historia de la tecnología”…
No sé. Me
di cuenta de que el tema del libro Una historia de la vida en el capitalismo
era el libro más oscuro de todos. Yo hacía un gran esfuerzo para que no sea
oscuro, pero el capitalismo no es un tema entrañable. El conurbano sí, el amor
sí. El peronismo y el fútbol también. Los querés o los odiás, pero tenés una
relación. Al capitalismo no lo querés, está ahí, es una fatalidad.
Hace muy poco dijiste que el humor de hoy es
neurótico…
Me parece…
no… sí…, por ahí es algo del humor al que accedo yo. No lo digo como una
crítica. Pero es un tema de clase, ¿no? No puedo suponer tener el monopolio del
humor cuando en realidad uno es un tipo burgués de clase media o media baja que
medianamente hace humor en base a eso. No existe “el humor argentino”, no. Hay
humores que son populares, atravesados por clases, ideologías y hasta regiones.
Siento que el humor de ahora es más neurótico, mientras que el humor del que yo
vengo, el de mi generación, era más surrealista, ligado al humor absurdo creado
en otras condiciones. Había que apelar más a la metáfora por la dictadura.
Cuando era chico, estaba la psicodelia, los Beatles, el Instituto Di Tella. No
estoy diciendo que tenga que haber dictaduras para que haya un movimiento
artístico. Lo neurótico viene de la vida cotidiana, de departamento, de clase
media… ahora, en cambio, hay mucha más libertad.
¿No creés que hay un nuevo sentido común, y que
eso puede tener impacto?
A veces es
una cuestión de intensidad. Yo no veo en la gente la misma intensidad que veo
en las redes. No es un reflejo. Las redes son mucho más intensas. No veo a la
gente hablando como si hablara en Twitter. Las redes funcionan como un
bocinazo. Si hay veinte autos y cinco tocan la bocina, vos decís: “Están todos
tocando la bocina”. ¡No! Son cinco los que tocan la bocina. La intensidad y la
mayoría no es lo mismo. En este momento siento que lo que tienen es más
intensidad. No creo que la mayoría quiera terminar con la cultura, que se cague
en todo, que no quiera el cine argentino, o que quiera que todo el mundo se
rompa, o privatizar todo. No es la mayoría.
¿Esa intensidad puede tener algún tipo de
impacto en la forma en la que nos reímos?
Sí,
obviamente. Siempre va a tener un impacto. Por ahí todo se pone más crudo, más
cínico, pero no lo sé. Yo trato de que no me impacte en mi vida. Me aburre.
Todos los días pasa algo para que reaccionemos. Es una especie de embole…
¿Y qué cosas te hacen reír?
Lo de siempre.
Me río con mil cosas, con mi familia, con mis amigos. No creo que me haya
cambiado la forma de reírme. No puedo estar todo el tiempo determinado, mi
realidad es más grande que aquello que leo. A veces confundimos la realidad,
suponemos que la realidad es lo que leemos. No estoy todo el tiempo mirando
Twitter.
¿Te reís con las redes, usas stickers, memes,
cosas así?
No. Las
redes las uso para difundir cosas. Nada más. No leo nada. Me importa un carajo
si me atacan por las redes. A mí me preocupa si me atacan por la calle, si me
pegan en un “bondi”. Ahí sí me preocupo.
Lo que sigue es una compilación de las entrevistas que concediera a los periódicos “La Voz del Interior” y “Tiempo Argentino”, a cargo de Noelia Maldonado (el 10 de mayo de 2024) y de Adrián Melo (el 2 de junio de 2024) respectivamente.