10 de junio de 2024

Pedro Saborido: “Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías”

El escritor argentino Pedro Saborido (1964) acaba de editar “Una historia del amor”, libro en el que, tal como puede leerse en la tapa como subtítulo, asevera: “En 23 relatos y reflexiones sobre esta fuerza absurda y maravillosa que nos conmueve, nos vuelve adictos, nos da felicidad, sufrimiento y hasta odio. Si fuese un electrodoméstico lo devolveríamos porque a veces falla y viene sin garantía. Pero aun así es la imperfección más conveniente que puede ofrecernos la vida”.
Nacido en Gerli, ciudad del conurbano bonaerense donde vivió su infancia y adolescencia, se recibió de Técnico Electrónico en la Escuela de Educación Secundaria Técnica (EEST) nº 5 “Dr. Salvador Debenedetti” de la vecina ciudad de Avellaneda, la misma donde pasó gran parte de su vida. Luego estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y pronto comenzó a trabajar en la radio “FM Avellaneda”. Más adelante lo haría en “Radio Mitre”, “Energy FM”, “Rock & Pop”, “BitBox FM”, “Radio Nacional” y “Radio Del Plata”, entre varias otras.
Autor de los libros “Una historia del fútbol”, “Una historia del peronismo”, “Una historia del conurbano” y “Una historia de la vida en el capitalismo”, Saborido es además productor, guionista y director de cine, teatro, radio y televisión, medios todos ellos en los que ha recorrido una vasta trayectoria. Ha sido guionista de prestigiosos humoristas argentinos como Tato Bores (1925-1996), Mario Sapag (1935-2012), Horacio Fontova (1946-2020) y Diego Capusotto (1961). Entre sus obras teatrales figuran “Una noche en Carlos Paz” y “¡Qué noche, Bariloche!”, y entre las cinematográficas “818 Tong Shan Road”, “Chasqui” y “Peter Capusotto y sus 3 dimensiones”.
En alguna oportunidad ha definido al humor como una sorpresa intelectual, “un descoloque de la realidad que no sabes por qué provoca el placer de la risa. Me parece que parte de ese placer o goce que tiene el humor, es abandonar cierta tensión que te provoca estar en un estado de lógica permanente, como si fuera un momento de idiotez pasajera y placentera, de ignorancia absoluta. El humor es para mí síntoma de inteligencia, pero conozco un montón de gente inteligente que no tiene humor, y un montón de estúpidos que son graciosos y que saben divertirse. Entonces, eso de que el humor es síntoma de inteligencia, deja de ser un elemento ineludible o fatalmente necesario”.
Lo que sigue es una compilación de las entrevistas que concediera a los periódicos “La Voz del Interior” y “Tiempo Argentino”, a cargo de Noelia Maldonado (el 10 de mayo de 2024) y de Adrián Melo (el 2 de junio de 2024) respectivamente.
 

Todos los libros son, quizás, hijos de su tiempo de producción y cual documentos históricos, nos dicen algo de su época. ¿Por qué te parece que es importante en esta época un libro sobre el amor?
 
No sé si es importante, creo que apareció. Todos nos pusimos de acuerdo en que faltaba un poco de piedad últimamente. La piedad es la última versión que se puede esperar del amor. La piedad tiene un poco de amor, un poco de cultura, un poco de empatía. Son sentimientos que andan faltando últimamente o que tienden a denigrarse desde el discurso político oficial. Sin embargo, no fue una decisión política, digamos.  Estaba decidiendo cómo continuar con mis escritos y quizás, en esa combinación extraña y maravillosa de azar y de absorción de discursos que andan dando vueltas y que dan origen a los libros se suele dar algo que coincide con el tiempo histórico e incluso con las necesidades de un momento histórico. El amor es intensidad. Me parece que estamos un poco atrapados por las intensidades. Ojo, no digo que no sea necesaria la intensidad. Cuando un tipo se queda sin laburo o no puede darle remedios a alguien de la familia siente la intensidad de manera inevitable.
 
¿Cómo se explica el amor por Milei o la intensidad de y por Milei?
 
Milei tiene algo de artista, de performático que evidentemente fascina y provoca emociones y pasiones. Es un rasgo que también tenían Perón, Evita y Cristina. Milei provoca algo en la gente y eso tiene que ver indudablemente con la audacia, con la imaginación, con esa ilusión de algo en qué creer que suelen generar los artistas. El problema es el contenido. Lo que prevalece en Milei es lo que hoy algunos filósofos suelen llamar “pasiones tristes” en tanto implican un fuerte contenido de discurso de odio hacia el otro. El amor es un sentimiento complejo y suele contener algo de odio también. Sin embargo, siento que sigue habiendo más gente que ama a la que odia. A veces, la intensidad se confunde con lo mayoritario. Se escuchan más los bocinazos que los que no tocan bocina. Siento que es una curva que hay que frenarla, combatirla, enfrentarla, no dejarla pasar, no olvidarla. Porque es un entusiasmo banal, es una maldad estúpida. La maldad siempre es estúpida porque el egoísmo nunca es conveniente. Pero, como hay gente a la que le sale tan bien ser hija de puta, genera encantamientos masivos y obtiene éxito en lo que se propone. Pero el éxito en tanto fenómeno individual precisa que haya un montón de gente que pierda, sino el éxito no existe. Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías. Pero la idea de alguien que se aleje de lo comunitario y se vaya a lo individual no suele perdurar. El camino del individualismo es para pocos porque es espermatozódico e implica que no pueden ganar todos. Para ganar todos se gana en comunidad y no lo digo como una moraleja, un valor o una obligación ética, sino como una conveniencia. Lo ves en las cooperativas, en las mutuales, lo ves en los inmigrantes que se hacían pata entre todos porque les convenía. No hay que tenerle miedo a la palabra conveniencia si es en comunidad. Es un egoísmo sano. Te cuido, para que me cuides. Eso es un equipo, una pareja, una barra de amigos, un club, lo que sea.
 
Conveniencia y convivencia tienen la misma raíz.
 
Connivencia, que está a mitad de camino, tiene connotaciones raras porque implica la especulación. Los equipos se basan en acuerdos. No en lo que vos pensás, sino en lo que vos dejás de pensar. Nunca dos personas pueden pensar de la misma manera, exactamente igual. Es en la cesión de la diferencia donde vos dejas de querer imponer tu voz, y tu vos, y cedés algo que tiene que ver con el pensamiento del otro. Ahí te trascendés a vos mismo. El libro del amor tiene que ver con el control, las deformaciones, los lugares a los que nos lleva el amor. Pero sobre todo tiene que ver con la conveniencia final más allá de cualquier disturbio que pueda provocar el amor. Porque el amor siempre provoca disturbios, más incertezas que certezas. El amor es una incerteza que puede fallar. Pero también es una promesa, una oportunidad. Mi amigo Hernán Brienza dice lo mismo sobre el peronismo.
 
Entre tantas aristas que tiene el amor, ¿qué tópicos te interesaron más para el libro?
 
En cualquier cosa sobre la que uno piensa, siente o escribe está el amor. La cosa es sacarlo a flote. Amor por el fútbol, el trabajo, el sexo, los automóviles. Siempre hay una preferencia, una elección que es el primer paso del amor. Lo que más me interesó fue la reincidencia. Uno siempre vuelve a amar por más que el amor produzca sufrimiento y obsesión. Como esas parejas que se separan y siempre vuelven. Como la frase de que siempre se vuelve al primer amor o al peronismo. No sé si uno vuelve a elegir o está condenado a volver a elegirlo. No sé si es tema de elección, inevitabilidad o las dos cosas. En diferentes tamaños, casos y ocasiones. El libro tiene unos diez o doce tópicos sobre la pareja que es lo primero que pensás sobre el amor. Luego está el amor por la mascota, la tecnología, la herencia. La herencia que suele pensarse sólo en términos económicos es una prolongación del amor. Alguien que te deja algo, te lo deja por amor y vos podés llegar a amar más a alguien que te deja algo.
 
¿Qué relación hay entre amor y mercado?
 
El mercado vive del amor. Del amor a la vida, del amor a la familia, de lo que hacés para que otro te quiera. Por más que decían los Beatles que el dinero no puede comprar amor, muchas veces, para expresar el amor y para que el otro te quiera, le hacés regalos y en la mayoría de las ocasiones eso implica comprar, consumir. Así, el amor queda como rehén del mercado y te toman como rehén a vos, tenés que seguir trabajando, aunque no quieras. Tengo que hacer todo eso para que me sigan amando. A veces el amor, es amor al dinero o al trabajo o la eficiencia. Sin embargo, el amor nunca va a ser eficiente. La eficiencia implica el cálculo por eso es un valor capitalista. Y el amor, por más cálculos que hagas, nunca sabés el resultado final, es algo a lo cual te subís como a un caballo desbocado porque no lo vas a poder controlar. Muchas veces el amor pasa o se termina. A veces dura menos que un buen electrodoméstico. A veces, como en uno de los relatos, uno quiere rotular al amor y el amor no es un producto de un supermercado y no tiene encasillamientos. En definitiva, el amor y el mercado se ceban, uno como la excepción del otro, como rehén, como motor.
 
A la luz de los últimos tiempos ¿Qué vigencia tiene el eslogan que fue bandera peronista “el amor vence al odio”?
 
Yo diría que el amor lo sigue combatiendo al odio, no sé si lo vence. Veamos. Hay una esperanza. El amor no tiene certezas. En algún momento pensamos “hemos ganado la batalla cultural”. Y no, no la habíamos ganado. Cuando uno cree que ganó se relaja y ahí está el problema. Es como cortar el pasto del fondo de la casa y pensar que no va a volver a crecer. Va a volver a crecer, las casas se vuelven a desordenar. Me parece que el amor precisa de una disciplina y para que venza al odio requiere de una disciplina y tener en cuenta que a veces no alcanza con decirlo y decirlo hasta el cansancio. Que no sólo sea una frase para refugiamos, para sentirnos cómodos, diferentes y mejores que el otro.  
 
¿Cómo surgió este tema? ¿Por qué el amor?
 
Es un tema obvio, pero yo en lo obvio veo algo que es verdad, por eso es obvio. Pensemos en lo cursi… y bueno, es cursi porque es verdad. Es un lugar común, bueno, por algo es un lugar común. Evidentemente, funciona, y vamos a ver qué pasa cuando se aísla. Lo único que me propuse es no caer en algo que desde el humor es siempre una tentación, que es destruirlo todo. Y hacer humor con un matrimonio gastado. Con eso de la “jabru”. Que uno se exponga a ser un estúpido al enamorarse no es lo mismo que sea estúpido enamorarse, ¿se entiende? El amor te expone a distintas situaciones que no son todas agradables.
 
¿Para todos los libros aplicaste el mismo método? ¿Cómo es el proceso de escritura?
 
Cada uno tuvo su propia lógica, pero la única lógica en la construcción fue medianamente encontrar una medida, un tamaño, una cantidad de caracteres, un diseño. La estructura viene después. En este libro tenía claro que no todos los cuentos tenían que ser sobre parejas, sino que iba a haber un porcentaje mínimo. Me daba cuenta de que tenía relatos escritos de otras cosas y me puse a ver dónde estaba el amor ahí. Hay relatos que son previos. Como ese cuento de la inteligencia artificial en la que los electrodomésticos quieren ser como el hombre, bueno, entonces van a tener que empezar a amar…
 
Quizás tendrías que hacer un libro sobre “Un historia de la tecnología”…
 
No sé. Me di cuenta de que el tema del libro Una historia de la vida en el capitalismo era el libro más oscuro de todos. Yo hacía un gran esfuerzo para que no sea oscuro, pero el capitalismo no es un tema entrañable. El conurbano sí, el amor sí. El peronismo y el fútbol también. Los querés o los odiás, pero tenés una relación. Al capitalismo no lo querés, está ahí, es una fatalidad.
 
Hace muy poco dijiste que el humor de hoy es neurótico…
 
Me parece… no… sí…, por ahí es algo del humor al que accedo yo. No lo digo como una crítica. Pero es un tema de clase, ¿no? No puedo suponer tener el monopolio del humor cuando en realidad uno es un tipo burgués de clase media o media baja que medianamente hace humor en base a eso. No existe “el humor argentino”, no. Hay humores que son populares, atravesados por clases, ideologías y hasta regiones. Siento que el humor de ahora es más neurótico, mientras que el humor del que yo vengo, el de mi generación, era más surrealista, ligado al humor absurdo creado en otras condiciones. Había que apelar más a la metáfora por la dictadura. Cuando era chico, estaba la psicodelia, los Beatles, el Instituto Di Tella. No estoy diciendo que tenga que haber dictaduras para que haya un movimiento artístico. Lo neurótico viene de la vida cotidiana, de departamento, de clase media… ahora, en cambio, hay mucha más libertad.
 
¿No creés que hay un nuevo sentido común, y que eso puede tener impacto?
 
A veces es una cuestión de intensidad. Yo no veo en la gente la misma intensidad que veo en las redes. No es un reflejo. Las redes son mucho más intensas. No veo a la gente hablando como si hablara en Twitter. Las redes funcionan como un bocinazo. Si hay veinte autos y cinco tocan la bocina, vos decís: “Están todos tocando la bocina”. ¡No! Son cinco los que tocan la bocina. La intensidad y la mayoría no es lo mismo. En este momento siento que lo que tienen es más intensidad. No creo que la mayoría quiera terminar con la cultura, que se cague en todo, que no quiera el cine argentino, o que quiera que todo el mundo se rompa, o privatizar todo. No es la mayoría.
 
¿Esa intensidad puede tener algún tipo de impacto en la forma en la que nos reímos?
 
Sí, obviamente. Siempre va a tener un impacto. Por ahí todo se pone más crudo, más cínico, pero no lo sé. Yo trato de que no me impacte en mi vida. Me aburre. Todos los días pasa algo para que reaccionemos. Es una especie de embole…
 
¿Y qué cosas te hacen reír?
 
Lo de siempre. Me río con mil cosas, con mi familia, con mis amigos. No creo que me haya cambiado la forma de reírme. No puedo estar todo el tiempo determinado, mi realidad es más grande que aquello que leo. A veces confundimos la realidad, suponemos que la realidad es lo que leemos. No estoy todo el tiempo mirando Twitter.
 
¿Te reís con las redes, usas stickers, memes, cosas así?
 
No. Las redes las uso para difundir cosas. Nada más. No leo nada. Me importa un carajo si me atacan por las redes. A mí me preocupa si me atacan por la calle, si me pegan en un “bondi”. Ahí sí me preocupo.