Igor Fiódorovich Stravinsky (1882-1971) fue un compositor y director de orquesta ruso, uno de los más importantes y trascendentales del siglo XX. En París, Venecia, Berlín, Londres y New York era recibido con los mayores respetos como un exitoso pianista y director. La mayoría de las personas que lo conocieron a través de conversaciones personales y de sus actuaciones lo recuerda como cortés, atento y preocupado de los demás. Por ejemplo, para algunos colegas, Stravinski era muy cooperativo y fácil de tratar, aunque tenía un menosprecio por las "clases sociales inferiores". Para otros, en cambio era vergonzoso como golpeaba con un tenedor un vaso de vino insistentemente para exigir ruidosamente la atención en los restaurantes. De toda maneras, Stravinski demostrado su aptitud para "jugar" al rol de "hombre del mundo", adquirió un instinto perspicaz para las cuestiones de negocios, lo que le permitió aparecer relajado y cómodo en muchas de las ciudades mayores del mundo.
En la primavera de 1938 le encargaron a Igor Stravinsky la composición de una obra que luego sería conocida como el "Dumbarton Oaks Concerto". La dama oferente le pidió al compositor que el estreno fuera en su propia mansión. Momentos antes de comenzar la interpretación, Stravinsky fue invitado a pasar a un escritorio donde escuchó excusas de la anfitriona y el pedido de una cifra para llenar el cheque correspondiente. "Cincrrrmmmil dólares", murmuró el músico. "¿Cinco mil dólares?", contestó esperanzada la señora. "No, cincuenta mil". La dama, sin perder la compostura, solicitó una explicación. "Es que cada nota fue escrita a mano", concluyó el maestro ruso...