Entre el 11 de septiembre de 1767 y el 5 de enero de 1769 viajó a Viena y Olmütz, y entre el 13 de diciembre de ese año y el 28 de marzo de 1771, lo hizo a Milán, Bolonia, Roma y Nápoles. A Milán volvió en dos oportunidades, entre el 13 de agosto y el 15 de diciembre de 1771, y entre el 24 de octubre de 1772 y el 13 de marzo de 1773. Luego actuó en Viena, lo que le llevó desde el 14 de julio hasta el 26 de septiembre de 1773, y luego, cuando actuó en Munich, el viaje duró desde el 6 de diciembre de 1774 hasta el 7 de marzo del año siguiente.
Para su regreso a París, el viaje le insumió desde el 23 de septiembre de 1777 hasta el 15 de enero de 1779, y cuando el 5 de noviembre de 1780 partió hacia Munich y Viena, a donde llegaría el 16 de marzo de 1781, ya fijaría su residencia en la capital imperial. Desde allí partió para actuar en su ciudad natal durante julio y noviembre de 1783, y recién viajaría cuatro años después a Praga en dos ocasiones, entre el 9 de enero y el 8 de febrero de 1787, y entre el 1 de octubre y el 12 de noviembre del mismo año.
Desde el 8 de abril y el 4 de junio de 1789 le llevaría su viaje a Berlín, y desde el 23 de septiembre al 10 de noviembre de 1790 su actuación en Frankfurt. El 25 de agosto de 1791 partió hacia Praga, en el que sería su último viaje, que le llevó hasta el 15 de septiembre de ese año. Tres meses después fallecería prematuramente. Lo más notable es que, durante el ajetreo impuesto por sus numerosos viajes, todavía le quedó tiempo para escribir seiscientas veintiséis composiciones, dejando otras inconclusas.
Desde el 8 de abril y el 4 de junio de 1789 le llevaría su viaje a Berlín, y desde el 23 de septiembre al 10 de noviembre de 1790 su actuación en Frankfurt. El 25 de agosto de 1791 partió hacia Praga, en el que sería su último viaje, que le llevó hasta el 15 de septiembre de ese año. Tres meses después fallecería prematuramente. Lo más notable es que, durante el ajetreo impuesto por sus numerosos viajes, todavía le quedó tiempo para escribir seiscientas veintiséis composiciones, dejando otras inconclusas.
Hay que tener en cuenta que, por entonces, las condiciones del viaje eran muy distintas a las actuales: los carruajes apenas cubrían una distancia de unos seis kilómetros por hora y tenían que hacer paradas cada veinticinco kilómetros en las postas del camino para cambiar los caballos, lo que duraba aproximadamente dos horas. Además, había que hacer frente a los malos caminos, los bandidos, los pésimos alojamientos, húmedos y sucios, aunque -como rezaba un dicho de la época- los mayores riesgos del viaje eran "el vino, las mujeres y el juego".A pesar de su fama y del reconocimiento de sus contemporáneos, Mozart murió, a consecuencia de una dolencia renal crónica, en la más absoluta miseria, y su cadáver fue enterrado en una fosa común en Viena. Un biógrafo de Mozart, el historiador holandés Henrik Villen van Loon (1882-1944) en su libro "Arts" (Las artes, 1921) relata que a causa de una lluvia torrencial durante el entierro, sus amigos no siguieron la comitiva fúnebre hasta el cementerio. Sólo un perro, "lleno de barro, sucio, se animó a seguir el cortejo hasta el cementerio, y fue, en consecuencia, el único caballero que presenció el día en que Mozart fue enterrado como un perro".