Johann
Wolfgang von Goethe (1749-1832) fue el iniciador de ese gran movimiento que
bajo el nombre de Romanticismo revolucionó el arte mundial. La importancia de
su obra puede ser juzgada por la influencia que sus escritos críticos, su vasta
correspondencia, su poesía, sus dramas y sus novelas ejercieron sobre los
escritores de su época y sobre los movimientos literarios que él inauguró y de
los que fue la figura principal; pero también por sus substanciales
contribuciones a la biología, la historia y la filosofía de la ciencia.
Muchas fueron sus obras importantes: “Der versuch als vermittler von objekt und subjekt” (El experimento como mediador entre objeto y sujeto, 1772), “Versuch die metamorphose der pflanzen zu erklären” (La metamorfosis de las plantas, 1790) y “Zur farbenlehre” (Teoría de los colores, 1810) dentro de sus trabajos científicos, y “Die leiden des jungen Werther” (Las desventuras del joven Werther, 1774), “Wilhelm Meisters lehrjahre” (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, 1796), “Die braut von Korinth” “La novia de Corinto, 1797), y “Die wahlverwandtschaften” (Las afinidades electivas, 1809) dentro de los literarios. Pero se destacó particularmente por su poema dramático “Faust. Eine tragödie” (Fausto. Una tragedia).
Hacia 1773, Goethe comenzó a escribir esta historia que sólo daría por terminada cincuenta y nueve años después. Si bien su personaje fue creado en base al legendario mago que presumiblemente vivió en el siglo XVI, el poeta lo concibió además como un resumen de la sabiduría antigua y un símbolo del hombre moderno acosado por los hallazgos de la ciencia y las verdades de la razón.
El drama (que consta de dos partes, la segunda dividida en cuatro actos) comienza cuando el viejo doctor Fausto, insatisfecho por lo limitado del saber humano, celebra su famoso pacto con Mefistófeles, un acuerdo en el que éste se compromete a descubrirle todos los secretos de la vida a cambio de exigirle que, después de muerto, Fausto sea su sirviente eterno.
La primera parte de la historia narra las alucinantes experiencias terrenas que vive el rejuvenecido Fausto, guiado por el Maligno. La segunda ya se sitúa en un plano más abstracto, donde el científico crea un hombre artificial (el Humunculus) y posee al espíritu del clasicismo griego representado por Elena. De esta unión nace Euforión, emblema de la poesía en su permanente anhelo de experiencias sublimes. Esta figura, que para Goethe encarnó su propio deseo de fundir la antigüedad con el hombre moderno, muere en la insensata búsqueda de valores absolutos y eternos. Posteriormente, Fausto regresa a la Tierra y decide poner en práctica un proyecto para facilitar la dicha de sus semejantes. Es entonces cuando Mefistófeles resuelve cobrar su parte del pacto: Fausto envejece hasta los cien años de edad, queda ciego y está a punto de morir. Un ejército celestial viene en su ayuda, derrota al Maligno y salva al atormentado científico.
De manera muy escueta, éste es el argumento de la obra de Goethe, que no despeja el interrogante acerca de si existió el doctor Fausto y si realmente vendió su alma al diablo para alcanzar la sabiduría negada a los otros hombres. Conforme a las investigaciones que tratan de dilucidar si se trata de una invención popular o de un mito convertido en leyenda, se pueden conjeturar algunas respuestas.
Muchas fueron sus obras importantes: “Der versuch als vermittler von objekt und subjekt” (El experimento como mediador entre objeto y sujeto, 1772), “Versuch die metamorphose der pflanzen zu erklären” (La metamorfosis de las plantas, 1790) y “Zur farbenlehre” (Teoría de los colores, 1810) dentro de sus trabajos científicos, y “Die leiden des jungen Werther” (Las desventuras del joven Werther, 1774), “Wilhelm Meisters lehrjahre” (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, 1796), “Die braut von Korinth” “La novia de Corinto, 1797), y “Die wahlverwandtschaften” (Las afinidades electivas, 1809) dentro de los literarios. Pero se destacó particularmente por su poema dramático “Faust. Eine tragödie” (Fausto. Una tragedia).
Hacia 1773, Goethe comenzó a escribir esta historia que sólo daría por terminada cincuenta y nueve años después. Si bien su personaje fue creado en base al legendario mago que presumiblemente vivió en el siglo XVI, el poeta lo concibió además como un resumen de la sabiduría antigua y un símbolo del hombre moderno acosado por los hallazgos de la ciencia y las verdades de la razón.
El drama (que consta de dos partes, la segunda dividida en cuatro actos) comienza cuando el viejo doctor Fausto, insatisfecho por lo limitado del saber humano, celebra su famoso pacto con Mefistófeles, un acuerdo en el que éste se compromete a descubrirle todos los secretos de la vida a cambio de exigirle que, después de muerto, Fausto sea su sirviente eterno.
La primera parte de la historia narra las alucinantes experiencias terrenas que vive el rejuvenecido Fausto, guiado por el Maligno. La segunda ya se sitúa en un plano más abstracto, donde el científico crea un hombre artificial (el Humunculus) y posee al espíritu del clasicismo griego representado por Elena. De esta unión nace Euforión, emblema de la poesía en su permanente anhelo de experiencias sublimes. Esta figura, que para Goethe encarnó su propio deseo de fundir la antigüedad con el hombre moderno, muere en la insensata búsqueda de valores absolutos y eternos. Posteriormente, Fausto regresa a la Tierra y decide poner en práctica un proyecto para facilitar la dicha de sus semejantes. Es entonces cuando Mefistófeles resuelve cobrar su parte del pacto: Fausto envejece hasta los cien años de edad, queda ciego y está a punto de morir. Un ejército celestial viene en su ayuda, derrota al Maligno y salva al atormentado científico.
De manera muy escueta, éste es el argumento de la obra de Goethe, que no despeja el interrogante acerca de si existió el doctor Fausto y si realmente vendió su alma al diablo para alcanzar la sabiduría negada a los otros hombres. Conforme a las investigaciones que tratan de dilucidar si se trata de una invención popular o de un mito convertido en leyenda, se pueden conjeturar algunas respuestas.
En efecto,
ya hacia 1507 el monje alemán Johannes Trithemius (1462-1516) mencionó la
existencia del maestro Georgius Sabellicus, llamado Fausto el joven, amigo de
los alquimistas Cornelio Agrippa (1486-1535) y de Teofrasto Paracelso
(1493-1541), al que describió como el “origen de los nigromantes, astrónomo y
astrólogo, segundo en la hidromancia, conocido también bajo el nombre de
Fausto, philosophus philosophorum, semidiós de Heidelberg”.
En los
registros de la Facultad de Medicina de esa ciudad, por otro lado, existe con
fecha de 1509 el acta de inscripción de un tal Johann Faustus, primero en ser
admitido en la especialidad de las ciencias ocultas. Existen versiones que
aseguran que este individuo habría nacido en 1480 en la ciudad de Knittlingen,
situada en el actual Estado alemán de Baden-Württemberg y, tras residir en
varias ciudades -entre ellas Colonia y Leipzig- falleció en Staufen im Brisgau en
1540.
A mediados del siglo XVI, el reformador luterano Philipp Melanchton (1497-1560) afirmó que “He conocido una persona llamada Faustus, de Knittlingen. Estudió magia en Cracovia, se dedicó mucho tiempo a las ciencias ocultas e hizo largos viajes. Hace pocos años estaba sentado muy triste a la mesa de una hostería de Württemberg y dijo al hostelero: 'No os asustéis esta noche'. Como viera que Fausto no se levantaba por la mañana, el hostelero, casi al mediodía, entró a su habitación y lo encontró junto al lecho con la cabeza doblada: el diablo le había matado. En vida, llevaba consigo a un perro que era el diablo”.
A mediados del siglo XVI, el reformador luterano Philipp Melanchton (1497-1560) afirmó que “He conocido una persona llamada Faustus, de Knittlingen. Estudió magia en Cracovia, se dedicó mucho tiempo a las ciencias ocultas e hizo largos viajes. Hace pocos años estaba sentado muy triste a la mesa de una hostería de Württemberg y dijo al hostelero: 'No os asustéis esta noche'. Como viera que Fausto no se levantaba por la mañana, el hostelero, casi al mediodía, entró a su habitación y lo encontró junto al lecho con la cabeza doblada: el diablo le había matado. En vida, llevaba consigo a un perro que era el diablo”.
En la
actualidad se cree que Fausto vivió entre 1480 y 1540. Se ignora cuál fue su
verdadero nombre, y todavía están en estudio las afirmaciones de que sus
posibilidades no tenían límites. Según relatos de aquellas épocas, el llamado
doctor Fausto era capaz de hacer que un carro tirado por cuatro caballos pasara
por una callejuela que sólo admitía a dos, que tenía la facultad de encontrar o
desvanecer tesoros, de transformar la materia de las cosas, de recorrer enormes
distancias encerrado en un tonel lleno de vino, y de curar todas las enfermedades.
Por otro
lado, se sabe que un ayudante de Martin Lutero (1483-1546) le confió la
educación de sus hijos, y que el humanista y filólogo Joachim Carnerario
(1534-1598), le solicitó que profetizara sobre el final que tendría la guerra
entre Carlos V de España y Francisco I de Francia. Además, es indudable que
Fausto viajó por muchas partes de Europa y en todas ellas expandió su fama como
mago. Aunque para muchos no fue más que un locuaz embustero, otros sostienen
que gozó del mecenazgo del arzobispo de Colonia Hermann von Wied (1477-1552) a
partir de 1532 y que murió siendo un hombre respetado.
Sólo un libro sobre sus andanzas y “milagros” se publicó en vida del doctor en 1530. Luego, en 1575, se editó una biografía que él mismo había redactado en latín. A partir de entonces, se sucedieron ininterrumpidamente libros populares que mantuvieron vigente su recuerdo entre el pueblo y alentaron la idea de que toda su sabiduría se originó en un pacto con el demonio.
Sólo un libro sobre sus andanzas y “milagros” se publicó en vida del doctor en 1530. Luego, en 1575, se editó una biografía que él mismo había redactado en latín. A partir de entonces, se sucedieron ininterrumpidamente libros populares que mantuvieron vigente su recuerdo entre el pueblo y alentaron la idea de que toda su sabiduría se originó en un pacto con el demonio.
Johann Spies (1540-1623),
un editor de Frankfurt, publicó su “Historia von D. Johann Fausten” (Historia
del doctor Johann Fausto), obra que más tarde sería conocida como “Volksbuch
Doktor Faust” (Libro popular sobre el doctor Fausto). También Johannes Feinaug
(1562-1627), un estudiante de teología de la Eberhard Karls Universität de Tubinga,
publicó a comienzos de 1588 una versión rimada de esta última obra bajo el
título “Der Tübinger reim Faust” (El Fausto versificado de Tubinga).
Ese mismo año, el célebre dramaturgo inglés Christopher Marlowe (1564-1593) escribió la primera obra teatral sobre la vida del enigmático personaje, titulada “The tragical history of Doctor Faustus” (La trágica historia del doctor Fausto). Escrita en versos carentes de rima, aunque también contiene breves fragmentos en prosa, la obra consta de un prólogo, trece escenas y un epílogo. Todavía en 1601 se hizo una nueva impresión en prosa basada en los datos manejados por Marlowe. A mediados del siglo siguiente, el dramaturgo y crítico de arte alemán Gotthold Lessing (1729-1781) publicó el drama “Faust” (Fausto), obra en la cual buscó redimir al personaje en lugar de condenarlo, conjeturando que podría salvarse si demostrara su sincero afán de arrepentimiento.
Hacia fines del siglo XVII, la figura y el mito de Fausto se conservaba sólo en las ferias populares y en los espectáculos para niños, que Goethe debe haber visto en su infancia y que, probablemente, con la aparición durante la segunda mitad del siglo XVIII del movimiento posterior al Romanticismo, el “Sturm und Drang” (Tormenta e Ímpetu) y su búsqueda de las raíces populares de la poesía, le sirvieron de inspiración para escribir su obra. Fue a partir de entonces que Fausto se convirtió en un personaje universalmente conocido. Así, su figura aparecería nuevamente en 1829 en la tragedia escrita por el autor teatral alemán Christian Dietrich Grabbe (1801-1836) titulada “Don Juan und Faust” (Don Juan y Fausto), y en 1838 lo propio hizo la novelista francesa George Sand (1804-1876) en “Les sept cordes de la lyre” (Las siete cuerdas de la lira), una versión femenina sobre la leyenda de Fausto.
Ese mismo año, el célebre dramaturgo inglés Christopher Marlowe (1564-1593) escribió la primera obra teatral sobre la vida del enigmático personaje, titulada “The tragical history of Doctor Faustus” (La trágica historia del doctor Fausto). Escrita en versos carentes de rima, aunque también contiene breves fragmentos en prosa, la obra consta de un prólogo, trece escenas y un epílogo. Todavía en 1601 se hizo una nueva impresión en prosa basada en los datos manejados por Marlowe. A mediados del siglo siguiente, el dramaturgo y crítico de arte alemán Gotthold Lessing (1729-1781) publicó el drama “Faust” (Fausto), obra en la cual buscó redimir al personaje en lugar de condenarlo, conjeturando que podría salvarse si demostrara su sincero afán de arrepentimiento.
Hacia fines del siglo XVII, la figura y el mito de Fausto se conservaba sólo en las ferias populares y en los espectáculos para niños, que Goethe debe haber visto en su infancia y que, probablemente, con la aparición durante la segunda mitad del siglo XVIII del movimiento posterior al Romanticismo, el “Sturm und Drang” (Tormenta e Ímpetu) y su búsqueda de las raíces populares de la poesía, le sirvieron de inspiración para escribir su obra. Fue a partir de entonces que Fausto se convirtió en un personaje universalmente conocido. Así, su figura aparecería nuevamente en 1829 en la tragedia escrita por el autor teatral alemán Christian Dietrich Grabbe (1801-1836) titulada “Don Juan und Faust” (Don Juan y Fausto), y en 1838 lo propio hizo la novelista francesa George Sand (1804-1876) en “Les sept cordes de la lyre” (Las siete cuerdas de la lira), una versión femenina sobre la leyenda de Fausto.
Ya en el
siglo XX sería el personaje central del drama escrito por el escritor portugués
Fernando Pessoa (1888-1935) titulado “Fausto. Tragédia subjectiva” (Fausto.
Tragedia subjetiva), también el escritor francés Paul Valéry (1871-1945) lo
invocaría en su obra teatral de 1938 “Mon Faust” (Mi Fausto), ese mismo año la escritora
estadounidense Gertrude Stein (1874-1946) haría otro tanto en el libreto operístico
titulado “Doctor Faustus lights the lights” (Doctor Fausto enciende las luces),
y en 1947 aparecería en la novela “Doktor Faustus” (Doctor Fausto) que el
escritor alemán Thomas Mann (1875- 1955) escribió durante su exilio en Estados
Unidos tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
También en
el ámbito musical su perfil sería el inspirador de numerosas obras, entre ellas
“Aus Goethes Faust” (Sonata del Fausto de Goethe), de Ludwig van Beethoven (1770-1827);
“Gretchen am spinnrade” (Margarita en la rueca), de Franz Schubert (1797-1828);
“La damnation de Faust” (La condenación de Fausto), de Hector Berlioz
(1803-1869); “Szenen aus Goethes Faust” (Escenas del Fausto de Goethe), de Robert
Schumann (1810-1856); “Eine
Faust ouvertüre” (Obertura Fausto) de Richard Wagner (1813-1883); y “Eine
Faust-Simphonie in drei charakterbildern” (Sinfonía Fausto en tres movimientos),
de Franz Liszt (1811-1886).
Resulta
imposible discurrir si Goethe imaginó alguna vez la trascendencia que su obra
iba a tener con el paso de los años hasta convertirse en una de las más
prestigiosas de la literatura alemana. El mito europeo del doctor Fausto, de gran
tradición desde la Edad Media, alcanzó la perfección dramática y poética en la
obra del novelista, poeta y dramaturgo alemán hasta adquirir carácter
universal. Verdadero poema de la humanidad, acompañó a Goethe a través de toda
su vida desde su primera versión escrita entre 1773 y 1775. Luego de publicada
la celebrada primera parte en 1808, Goethe continuó hasta el final de sus días
escribiendo la segunda parte que sólo se publicó de forma póstuma en 1832, poco
después de su fallecimiento. “Nada tenía y, sin embargo, tenía lo suficiente: el
afán de saber la verdad y el placer por el engaño” decía Goethe sobre Fausto,
aspectos que trascendieron su época y se proyectaron hacia el futuro con la
posibilidad de ser reinterpretados en pleno siglo XXI.