La obra
teatral "Cyrano de Bergerac" que presenta a un enamoradizo poeta,
héroe de capa y espada, está basada en un personaje histórico que vivió en
París en el siglo XVII. Curiosamente, su autor, el dramaturgo francés Edmond
Rostand (1868-1918), vivió en un mundo totalmente diferente al de la obra que
lo haría famoso.
La vida del verdadero Cyrano transcurrió en la época en que Francia se constituyó como un Estado moderno, fuerte y centralizado bajo el reinado de Luis XIII de Borbón (1601-1643) y su primer ministro Armand Jean du Plessis, cardenal de Richelieu (1585-1642), y cuya consolidación final sería lograda por el Rey Sol, Luis XIV de Borbón (1638-1715), bajo la forma de la monarquía absoluta en la segunda mitad del siglo XVII.
Cuando murió su padre, Luis XIII sólo contaba con nueve años de edad, razón por la cual María de Médicis (1575-1642), su madre, fue nombrada regente. Bajo su gobierno el poder estuvo en manos de cortesanos corruptos, hasta que en 1617, el joven Luis ocupó el trono respaldado por algunos nobles leales a su padre y, fundamentalmente, por el que habría de convertirse en una de las figuras más importantes de Francia: el ya mencionado cardenal Richelieu. A partir de allí, se llevó a cabo una política administrativa centralizadora a través de una red de funcionarios de origen burgués -llamados intendentes- que actuaban como inspectores reales cuya misión era controlar a los nobles y a los parlamentos provinciales, a quienes privó de toda intervención política, judicial y legislativa.
Este proceso de centralización y modernización del Estado generó innumerables cambios en la vida cultural y privada de los franceses, fundamentalmente en las clases acomodadas. En primer lugar, se produjo un notable desarrollo de la alfabetización y de la difusión de la lectura, ya que éstas eran necesarias para una administración centralizada y eficiente. Esta centralización se apoyó en la escritura para reglamentar la vida social. En segundo lugar, en el ámbito de la vida privada, en los espacios que el Estado dejó libres, se generaron nuevos grupos de convivencia social que no pertenecían a la corte y que estaban por encima de las clases populares; pequeñas sociedades consagradas a la conversación y a la lectura en voz alta que jugaron un rol importante en la vida de muchas mujeres (a quienes generalmente se les permitía aprender a leer pero no a escribir) que pudieron así acceder al mundo literario y cultural. En tercer término, surgió en este período un nuevo fenómeno cultural llamado "la preciosité" (preciosismo), que se caracterizó por la búsqueda de la perfección del lenguaje literario y el refinamiento de los modales y las costumbres. Los caballeros, hasta entonces guerreros, comenzaron a cultivarse y se transformaron en hombres "de armas y de letras". Surgió entonces la figura del "cortesano", aquella que Rostand utilizó para moldear su personaje Cyrano.
Los preciosistas se reunían en los salones de las damas de la alta sociedad y se rodeaban de escritores e intelectuales para compartir la lectura de antiguas novelas medievales, las "romans courtois" (novelas de caballería), que contaban las aventuras fantásticas de caballeros valientes y heroicos que ponían su fuerza al servicio de Dios, de la mujer y de los desprotegidos. También se leían novelas pastoriles de origen italiano que presentaban historias de pasiones contrariadas y lamentos de amor entre pastores en el marco de una naturaleza idealizada, serena y apacible; y poemas de amor "cortés" que habían surgido en el siglo XV, en las cortes provenzales, cuya temática giraba en torno al amor "platónico" a la mujer, concebida como un ser ideal y perfecto. Los salones más concurridos y famosos fueron el de Catalina de Vivonne (1588-1665), marquesa de Rambouillet, y el de Madeleine de Scudéry (1607-1701), adonde acudían famosos escritores de la época como Francois de Malherbe (1555-1628), Honoré d'Urfé (1568-1625), Vincent Voiture (1597-1648), Pierre Corneille (1606-1684) y Paul Scarron (1610-1660).
Este preciosismo fue generando en la aristocracia el rechazo por la vulgaridad y creó un público culto necesario para el desenvolvimiento de un arte clásico, que, más tarde, degeneró en un arte complicado y artificial, ridiculizado por el dramaturgo Jean Baptiste Poquelin, Moliere (1622-1673) en su obra "Les précieuses ridicules" (Las preciosas ridículas) de 1659.
Al preciosismo en la vida social se le sumó la filosofía de René Descartes (1596-1650), quien reunió las tendencias racionalistas de su tiempo en "Discours de la méthode" (Discurso del método), primera obra filosófica en lengua francesa, ya que hasta entonces los filósofos escribían en latín; y la de Blaise Pascal (1623-1662), autor de "Pensées" (Pensamientos). Asimismo se establecieron en toda Europa las primeras academias dedicadas al progreso de las ciencias a partir de la observación y la experimentación. La astronomía se basó en el sistema de Nicolás Copérnico (1473-1543) y su concepción heliocéntrica del sistema solar, en las leyes de Johannes Kepler (1571-1630) y en las enseñanzas de Galileo Galilei (1564-1642), quien inventó el telescopio y descubrió el relieve accidentado de la superficie de la Luna, cuyos primeros planos se publicaron en Francia en 1647. También surgieron novedosos inventos como la máquina de vapor de Denis Papin (1647-1712) y el barómetro de Evangelista Torricelli (1608-1647).
El propio Richelieu intervino en el desarrollo de la prensa, primero en 1611 propiciando la aparición del "Le Mercury Francais", y luego en 1631 sugiriendo artículos y notas para su publicación en "La Gazette", el primer diario oficial del mundo fundado por Théophraste Renaudot (1586-1653). Al cardenal también se le debe la creación de la Académie Francaise (Academia Francesa), cuyo origen fue un salón extraoficial en el que literatos se reunían para discutir de gramática y crítica literaria. Richelieu le dio carácter oficial en 1634 para consolidar la superioridad artística de la lengua francesa y redactar un diccionario y una gramática oficiales.
Es en esta época cuando se forjó el clasicismo que predominaría durante el reinado de Luis XIV, un sistema estético que se conocería como "civilización de Versailles" o barroco francés, que retomaría la imitación de los antiguos escritores grecolatinos adaptándolos al racionalismo y a los ideales cristianos absolutistas imperantes. De esta manera se colocaría a Francia en igualdad de condiciones con sus vecinos España e Inglaterra, donde ya existían numerosos teatros populares y un Lope de Vega (1562-1635) o un Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en el caso del primero, y por lo menos seis salas destinadas a la representación teatral y un William Shakespeare (1564-1616) o un Christopher Marlowe (1564-1593) en el caso del segundo.
Francia, en cambio, logró su primera época de gran teatro de la mano del también productor teatral Richelieu en el Theatre de l'Hotel de Bourgogne, ya que hasta entonces sólo existían la farsa local de origen medieval, las representaciones escolares de dramas clásicos grecorromanos y las obras de Alexandre Hardy (1570-1632), un autor muy popular y prolífico que prestaba muy poca atención a los modelos clásicos. Durante el siglo XVII, es principalmente Jean Racine (1639-1699) quien los rescata al escribir siete grandes tragedias consideradas obras maestras, todas ellas adaptaciones de obras griegas y romanas, entre las que se pueden mencionar "Bérénice" (Berenice), "Phédre" (Fedra), "Andromaque" (Andrómaca) y "Mithridate" (Mitrídates) que ganaron un auditorio amplio y popular.
La vida del verdadero Cyrano transcurrió en la época en que Francia se constituyó como un Estado moderno, fuerte y centralizado bajo el reinado de Luis XIII de Borbón (1601-1643) y su primer ministro Armand Jean du Plessis, cardenal de Richelieu (1585-1642), y cuya consolidación final sería lograda por el Rey Sol, Luis XIV de Borbón (1638-1715), bajo la forma de la monarquía absoluta en la segunda mitad del siglo XVII.
Cuando murió su padre, Luis XIII sólo contaba con nueve años de edad, razón por la cual María de Médicis (1575-1642), su madre, fue nombrada regente. Bajo su gobierno el poder estuvo en manos de cortesanos corruptos, hasta que en 1617, el joven Luis ocupó el trono respaldado por algunos nobles leales a su padre y, fundamentalmente, por el que habría de convertirse en una de las figuras más importantes de Francia: el ya mencionado cardenal Richelieu. A partir de allí, se llevó a cabo una política administrativa centralizadora a través de una red de funcionarios de origen burgués -llamados intendentes- que actuaban como inspectores reales cuya misión era controlar a los nobles y a los parlamentos provinciales, a quienes privó de toda intervención política, judicial y legislativa.
Este proceso de centralización y modernización del Estado generó innumerables cambios en la vida cultural y privada de los franceses, fundamentalmente en las clases acomodadas. En primer lugar, se produjo un notable desarrollo de la alfabetización y de la difusión de la lectura, ya que éstas eran necesarias para una administración centralizada y eficiente. Esta centralización se apoyó en la escritura para reglamentar la vida social. En segundo lugar, en el ámbito de la vida privada, en los espacios que el Estado dejó libres, se generaron nuevos grupos de convivencia social que no pertenecían a la corte y que estaban por encima de las clases populares; pequeñas sociedades consagradas a la conversación y a la lectura en voz alta que jugaron un rol importante en la vida de muchas mujeres (a quienes generalmente se les permitía aprender a leer pero no a escribir) que pudieron así acceder al mundo literario y cultural. En tercer término, surgió en este período un nuevo fenómeno cultural llamado "la preciosité" (preciosismo), que se caracterizó por la búsqueda de la perfección del lenguaje literario y el refinamiento de los modales y las costumbres. Los caballeros, hasta entonces guerreros, comenzaron a cultivarse y se transformaron en hombres "de armas y de letras". Surgió entonces la figura del "cortesano", aquella que Rostand utilizó para moldear su personaje Cyrano.
Los preciosistas se reunían en los salones de las damas de la alta sociedad y se rodeaban de escritores e intelectuales para compartir la lectura de antiguas novelas medievales, las "romans courtois" (novelas de caballería), que contaban las aventuras fantásticas de caballeros valientes y heroicos que ponían su fuerza al servicio de Dios, de la mujer y de los desprotegidos. También se leían novelas pastoriles de origen italiano que presentaban historias de pasiones contrariadas y lamentos de amor entre pastores en el marco de una naturaleza idealizada, serena y apacible; y poemas de amor "cortés" que habían surgido en el siglo XV, en las cortes provenzales, cuya temática giraba en torno al amor "platónico" a la mujer, concebida como un ser ideal y perfecto. Los salones más concurridos y famosos fueron el de Catalina de Vivonne (1588-1665), marquesa de Rambouillet, y el de Madeleine de Scudéry (1607-1701), adonde acudían famosos escritores de la época como Francois de Malherbe (1555-1628), Honoré d'Urfé (1568-1625), Vincent Voiture (1597-1648), Pierre Corneille (1606-1684) y Paul Scarron (1610-1660).
Este preciosismo fue generando en la aristocracia el rechazo por la vulgaridad y creó un público culto necesario para el desenvolvimiento de un arte clásico, que, más tarde, degeneró en un arte complicado y artificial, ridiculizado por el dramaturgo Jean Baptiste Poquelin, Moliere (1622-1673) en su obra "Les précieuses ridicules" (Las preciosas ridículas) de 1659.
Al preciosismo en la vida social se le sumó la filosofía de René Descartes (1596-1650), quien reunió las tendencias racionalistas de su tiempo en "Discours de la méthode" (Discurso del método), primera obra filosófica en lengua francesa, ya que hasta entonces los filósofos escribían en latín; y la de Blaise Pascal (1623-1662), autor de "Pensées" (Pensamientos). Asimismo se establecieron en toda Europa las primeras academias dedicadas al progreso de las ciencias a partir de la observación y la experimentación. La astronomía se basó en el sistema de Nicolás Copérnico (1473-1543) y su concepción heliocéntrica del sistema solar, en las leyes de Johannes Kepler (1571-1630) y en las enseñanzas de Galileo Galilei (1564-1642), quien inventó el telescopio y descubrió el relieve accidentado de la superficie de la Luna, cuyos primeros planos se publicaron en Francia en 1647. También surgieron novedosos inventos como la máquina de vapor de Denis Papin (1647-1712) y el barómetro de Evangelista Torricelli (1608-1647).
El propio Richelieu intervino en el desarrollo de la prensa, primero en 1611 propiciando la aparición del "Le Mercury Francais", y luego en 1631 sugiriendo artículos y notas para su publicación en "La Gazette", el primer diario oficial del mundo fundado por Théophraste Renaudot (1586-1653). Al cardenal también se le debe la creación de la Académie Francaise (Academia Francesa), cuyo origen fue un salón extraoficial en el que literatos se reunían para discutir de gramática y crítica literaria. Richelieu le dio carácter oficial en 1634 para consolidar la superioridad artística de la lengua francesa y redactar un diccionario y una gramática oficiales.
Es en esta época cuando se forjó el clasicismo que predominaría durante el reinado de Luis XIV, un sistema estético que se conocería como "civilización de Versailles" o barroco francés, que retomaría la imitación de los antiguos escritores grecolatinos adaptándolos al racionalismo y a los ideales cristianos absolutistas imperantes. De esta manera se colocaría a Francia en igualdad de condiciones con sus vecinos España e Inglaterra, donde ya existían numerosos teatros populares y un Lope de Vega (1562-1635) o un Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en el caso del primero, y por lo menos seis salas destinadas a la representación teatral y un William Shakespeare (1564-1616) o un Christopher Marlowe (1564-1593) en el caso del segundo.
Francia, en cambio, logró su primera época de gran teatro de la mano del también productor teatral Richelieu en el Theatre de l'Hotel de Bourgogne, ya que hasta entonces sólo existían la farsa local de origen medieval, las representaciones escolares de dramas clásicos grecorromanos y las obras de Alexandre Hardy (1570-1632), un autor muy popular y prolífico que prestaba muy poca atención a los modelos clásicos. Durante el siglo XVII, es principalmente Jean Racine (1639-1699) quien los rescata al escribir siete grandes tragedias consideradas obras maestras, todas ellas adaptaciones de obras griegas y romanas, entre las que se pueden mencionar "Bérénice" (Berenice), "Phédre" (Fedra), "Andromaque" (Andrómaca) y "Mithridate" (Mitrídates) que ganaron un auditorio amplio y popular.
El Cyrano
histórico, que dio origen al personaje de Rostand, nació en París el 6 de marzo
de 1619 y se llamaba Hercule Savinien de Cyrano (en 1638 agregó a su nombre el
de la tierra de su familia en Bergerac, en la región de Bordeaux). Cuando
terminó sus estudios, comenzó a llevar una vida disipada alternando tabernas,
juegos y fiestas. Obligado por su padre, se enroló como cadete militar y
participó en varias batallas durante la Guerra de los Treinta Años -el
conflicto que asoló a la Europa Central en el que intervinieron la mayoría de
las grandes potencias europeas de la época- hasta que fue herido durante el
sitio a la ciudad de Arras (cercana a la frontera actual con Bélgica) en manos
de los españoles y su estado de salud lo obligó a dejar el ejército.
Cyrano
inició entonces sus estudios de filosofía y cobró cierta fama por su actividad
como duelista en peleas ocasionadas por sus múltiples aventuras amorosas y por
las burlas que recibía por el tamaño de su nariz. En 1645, enfermo de sífilis,
decidió llevar una vida más calma comenzando su vida literaria con las comedias
"Le pédant joué" (El pedante jugado) y "L'autre monde" (El
otro mundo), a las que siguieron "Lettres" (Cartas) y la tragedia
"La mort d'Agrippine" (La muerte de Agripina), la que, cuando fue
estrenada en el Theatre de l'Hotel de Bourgogne produjo un verdadero escándalo
a causa de un verso blasfematorio. Los escritos de Cyrano -ateo y materialista-
oscilaron entre el virtuosismo literario y el compromiso político y filosófico
sin excluir sus rasgos de libertino poco inclinado a las delicadezas del
corazón. Murió el 28 de julio de 1655.
En cambio, la época en que vivió Rostand, el creador de la obra teatral "Cyrano de Bergerac", fue una etapa de extraordinarias transformaciones económicas, sociales, científico-tecnológicas y artísticas: el período que va de la Segunda Revolución Industrial a la Primera Guerra Mundial. Edmond Eugéne Alexis Rostand nació en Marsella el 1 de abril de 1868 y creció en una Francia que, a pesar de padecer serios conflictos políticos y sociales, se industrializó y se consolidó como potencia capitalista. Una Francia brillante y próspera cuya burguesía, en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, se desarrolló bajo los ideales de orden y progreso, y generó el nacimiento de múltiples manifestaciones estéticas que pasaron a la historia con el nombre de "Belle époque".
Su familia, perteneciente a la alta burguesía provinciana, gozaba de una sólida posición económica que le permitió recibir una educación esmerada tanto en su ciudad natal como en París. Al cursar sus estudios secundarios descubrió "Les grotesques" (Los grotescos), el ensayo del dramaturgo y crítico literario Theophile Gautier (1811-1872) cuyo capítulo VI estaba consagrado a Cyrano. Evidentemente, la época del preciosismo despertó el interés del joven Rostand ya que a los diecisiete años ganó el Premio de la Academia de Marsella por su ensayo "Deux romanciers de Provence, Honoré d'Urfé et Emile Zola" (Dos novelistas de Provenza, Honoré d'Urfé y Emile Zola). D'Urfé y Emile Zola (1840-1902) sólo tenían en común su nacionalidad pero pertenecían a épocas históricas distintas y a estéticas diametralmente opuestas: el preciosismo ya citado y el naturalismo, una corriente que perfeccionó las técnicas desarrolladas por el realismo para reproducir con precisión y fidelidad los conflictos sociales y las condiciones de vida de los sectores obreros. En su producción literaria posterior, resulta evidente que Rostand tomó partido por el Preciosismo. En 1884, cuando se instaló en París para estudiar Derecho, comenzó a frecuentar los salones literarios y a hacer amistades en el mundo de la cultura. Así conoció a la famosa actriz Sarah Bernhardt (1844-1923) quien protagonizó "La princesse lointaine" (La princesa lejana). La obra, de lujosa producción y notable elenco, no logró gran repercusión en el público y la crítica, pero en los ensayos, Rostand conoció a Benoit Constant Coquelin (1841-1909), otro famoso actor cuyo hijo formaba parte del elenco, quien le pidió una obra con un rol protagónico para él. De ese modo nació "Cyrano de Bergerac", una obra escrita por encargo.
Coquelin era un excelente actor de larga trayectoria en la Comedia Francesa, y Rostand le construyó un personaje "a medida", teniendo en cuenta su elocuencia y su gracia para matizar largos parlamentos. Hasta ese momento, el dramaturgo había creado algunas comedias breves como "Le gant rouge" (El guante rojo) y "La samaritaine" (La samaritana), pero frente al desafío que representaba escribir para el renombrado actor, eligió una forma teatral ya consagrada por el Romanticismo (el drama histórico en verso) y una época que conocía muy bien (el París de Luis XIII y el Preciosismo).
En cambio, la época en que vivió Rostand, el creador de la obra teatral "Cyrano de Bergerac", fue una etapa de extraordinarias transformaciones económicas, sociales, científico-tecnológicas y artísticas: el período que va de la Segunda Revolución Industrial a la Primera Guerra Mundial. Edmond Eugéne Alexis Rostand nació en Marsella el 1 de abril de 1868 y creció en una Francia que, a pesar de padecer serios conflictos políticos y sociales, se industrializó y se consolidó como potencia capitalista. Una Francia brillante y próspera cuya burguesía, en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, se desarrolló bajo los ideales de orden y progreso, y generó el nacimiento de múltiples manifestaciones estéticas que pasaron a la historia con el nombre de "Belle époque".
Su familia, perteneciente a la alta burguesía provinciana, gozaba de una sólida posición económica que le permitió recibir una educación esmerada tanto en su ciudad natal como en París. Al cursar sus estudios secundarios descubrió "Les grotesques" (Los grotescos), el ensayo del dramaturgo y crítico literario Theophile Gautier (1811-1872) cuyo capítulo VI estaba consagrado a Cyrano. Evidentemente, la época del preciosismo despertó el interés del joven Rostand ya que a los diecisiete años ganó el Premio de la Academia de Marsella por su ensayo "Deux romanciers de Provence, Honoré d'Urfé et Emile Zola" (Dos novelistas de Provenza, Honoré d'Urfé y Emile Zola). D'Urfé y Emile Zola (1840-1902) sólo tenían en común su nacionalidad pero pertenecían a épocas históricas distintas y a estéticas diametralmente opuestas: el preciosismo ya citado y el naturalismo, una corriente que perfeccionó las técnicas desarrolladas por el realismo para reproducir con precisión y fidelidad los conflictos sociales y las condiciones de vida de los sectores obreros. En su producción literaria posterior, resulta evidente que Rostand tomó partido por el Preciosismo. En 1884, cuando se instaló en París para estudiar Derecho, comenzó a frecuentar los salones literarios y a hacer amistades en el mundo de la cultura. Así conoció a la famosa actriz Sarah Bernhardt (1844-1923) quien protagonizó "La princesse lointaine" (La princesa lejana). La obra, de lujosa producción y notable elenco, no logró gran repercusión en el público y la crítica, pero en los ensayos, Rostand conoció a Benoit Constant Coquelin (1841-1909), otro famoso actor cuyo hijo formaba parte del elenco, quien le pidió una obra con un rol protagónico para él. De ese modo nació "Cyrano de Bergerac", una obra escrita por encargo.
Coquelin era un excelente actor de larga trayectoria en la Comedia Francesa, y Rostand le construyó un personaje "a medida", teniendo en cuenta su elocuencia y su gracia para matizar largos parlamentos. Hasta ese momento, el dramaturgo había creado algunas comedias breves como "Le gant rouge" (El guante rojo) y "La samaritaine" (La samaritana), pero frente al desafío que representaba escribir para el renombrado actor, eligió una forma teatral ya consagrada por el Romanticismo (el drama histórico en verso) y una época que conocía muy bien (el París de Luis XIII y el Preciosismo).
Así ambos llevaron adelante el proyecto; Rostand comenzó a trabajar en la redacción de la obra y Coquelin a buscar fondos y una sala apropiada: el Théatre de la Porte Saint Martin. Sin embargo, se sabe que el clima de los últimos ensayos, en diciembre de 1897, era de inquietud y la opinión general presagiaba un fracaso. Se sabe también que Rostand tuvo que poner dinero de su bolsillo para solventar los gastos de la puesta en escena. Sin embargo, el 28 de diciembre el estreno fue un éxito absoluto. Desde la primera función y durante quince meses las representaciones se sucedieron a teatro lleno. Luego siguieron las giras por las provincias y las presentaciones en el extranjero. En 1913 se estrenó en el Metropolitan Opera de Nueva York en versión musical.
Enfermo de pulmonía, Rostand falleció en París el 2 de diciembre de 1918. Su muerte coincidió con la finalización de la Primera Guerra Mundial en la que Francia resultó victoriosa pero al costo de quedar arrasada. El optimismo de la "Belle époque" había terminado y el París que aclamaba a Rostand también. Su nombre permaneció en la memoria literaria como el creador de "Cyrano de Bergerac", un personaje que superó la fama de su creador. El resto de su obra cayó en el olvido. Poco antes de fallecer llegó a declarar que “entre la sombra de Cyrano y las limitaciones de mi talento, no me queda más remedio que morir". Muchos años después su viuda, la poetisa y dramaturga francesa Rosemonde Gérard (1871-1953), declararía en su lecho de muerte que "siempre he vivido a la sombra de Cyrano de Bergerac; hubo momentos en que no sabía de quién era viuda: si de Edmond Rostand o de Cyrano".
El cine se ocupó varias veces de Cyrano, el infortunado poeta con
una nariz descomunal. La primera fue una versión en el cine mudo de 1900
protagonizada por Benoît Constant Coquelin (1841-1909). Luego llegarían las más
famosas: en 1950, en versión norteamericana dirigida por Michael Gordon
(1909-1993) y protagonizada por José Ferrer (1909-1992), y en 1990, en versión
francesa dirigida por Jean Paul Rappeneau (1932) y protagonizada por Gérard
Depardieu (1948).