31 de diciembre de 2009

Paul Bowles: "El alma no existe; el amor, sí, tal vez; el sueño, seguramente"

El escritor Paul Bowles (1910-1999) fue siempre un ávido lector y un gran aficionado a la música. En 1927 se matriculó en la Universidad de Charlottesville, Virginia, para estudiar Francés e Historia de la Música pero, tan sólo dos años después, lo dejó todo para viajar a París atraído por la bohemia de lo que por entonces se conocía como "lost generation" (generación perdida). Allí frecuentó los salones literarios de Gertrude Stein (1874-1946) y Natalie Clifford Barney (1876-1972), dos escritoras vanguardistas, realizó sus primeras composiciones musicales y se interiorizó en la obra de André Gide (1869-1951), su primera gran influencia literaria. Aunque antes de la guerra había publicado algunos poemas en revistas literarias, su primer libro fue "The sheltering sky" (El cielo protector) publicada en 1949 cuando ya llevaba un par de años instalado en Tánger, Marruecos, la ciudad en la que pasaría el resto de su vida. La novela tuvo gran éxito cuando se publicó, aunque tardó veinte años en ser reeditada. Si bien ganó algún dinero con ella, frecuentemente tuvo que traducir o dar cursos universitarios para poder subsistir. En los siguientes años publicó otras cuatro novelas, pero fueron sus relatos cortos, recogidos en múltiples colecciones desde 1950 hasta 1988, los que se consideran, habitualmente, lo mejor de su obra. Además publicó libros de viajes, una autobiografía, y reunió su poesía en un tomo titulado "Next to nothing" (Cerca de nada). Bowles, un existencialista exótico y nihilista encandilado por el primitivo, sensual y lejano mundo marroquí, fue un precursor de la contracultura "beat" que tuvo su apogeo en los primeros años '70, cuando su obra fue recuperada tras algunos años de olvido. El periodista español Juan Cruz (1948) charló con él varios días en su casa de Tánger en 1995. Cuatro años después, tras la muerte del escritor, algunos fragmentos de aquella entrevista fueron publicados por el periódico "El País" de Madrid en su edición del 19 de noviembre de 1999.¿Cómo encontró usted esta parte del mundo cuando vino por primera vez hace sesentitres años?

Hace de eso tanto tiempo. En cierto sentido fue como pasar a otro siglo. Tuve la impresión de retroceder. Era como si hubiera llegado a la Edad Media. Lo encontré maravilloso, me gustaban la naturaleza, los pájaros, la nieve. Todo parecía ser diez veces más chico que ahora, con la explosión demográfica. Incluso resultaba difícil encontrar un taxi. Había carruajes tirados a caballo. Era hermoso, y también era hermoso el sonido de los cascos sobre el pavimento. Por supuesto que todo era muy diferente a Nueva York. Se podía comprar prácticamente cualquier cosa, porque llegaba de todo y de todo el mundo. Se andaba mucho en bicicleta. Los hombres usaban trajes estrechos, de colores. Si un norteamericano tenía problemas con la policía tenía que ser juzgado solamente por sus pares, por otro norteamericano. Eso nos daba mucha libertad, por cierto. Una vez vi a un norteamericano que conducía muy rápido, lo paró un policía, lo amonestó y el norteamericano le dio una cachetada. Pasó la noche en la cárcel, pero no fue más allá la policía, porque sabía que no podía hacer nada. No creo que fuera una situación agradable, pero era típica de la época colonial. Aunque no era una verdadera colonia, nadie se atrevía a decir nada. Estaban totalmente dominados por la ley francesa, especialmente en Tánger. Ahora, las calles ya no son privadas y se puede andar por ellas prácticamente seguro. Pero antes la gente no podía cometer un crimen y escapar, porque las calles se cerraban completamente. La policía las controlaba, discriminaba las costumbres. La ley era terrible. Y no se podía pasar a España para escapar... Ahora, Tánger es una gran ciudad, lo que siempre es mejor que un pueblito, al menos para mí. Antes, aquí, las mujeres sólo salían tres veces de la casa: al nacer, al casarse y al morirse. Sólo tres veces. Siempre podían ir a la azotea, y si lo hacían podían causar escándalo... Y hoy las costumbres son similares, aunque nunca resultó escandaloso ver a una europea en la calle... Algo han cambiado las costumbres: al fin y al cabo, desde que yo vine, ya ha pasado casi un siglo.

¿Cuál es su percepción de los cambios sociales que ha habido en esta parte del mundo? En España se tiene la percepción de que cada vez hay más fundamentalismo. ¿Usted qué opina?

Bueno, no es mi cruzada y no me toca en nada. Pero me preocupa. Y la vuelta al fanatismo, al integrismo, es algo político, y no religioso. Es la gente menos religiosa que yo haya conocido nunca. Los fundamentalistas insisten en que no son europeos, que no son cristianos y que no quieren serlo. Y que no quieren ni pensarlo. En aquella época, me producían curiosidad y quería conocerlos mejor. Y ellos me curioseaban porque yo era norteamericano. Pero ahora es todo lo contrario. Ya han visto tantos... demasiados. Ya no les interesamos. Se consideran otra parte del mundo, porque no sabían cómo era el mundo, que para ellos era lo meramente local. Ni se les ocurría estar contra los cristianos. No tenían ni idea de cómo era el mundo.

¿El ensimismamiento que tienen es religioso, sociológico o económico?

Por supuesto que no es religioso, aunque hablen en términos religiosos, ni tampoco económico. Es meramente político. Quieren poder. Pero no sólo aquí, lo quieren para el mundo entero. Sienten que les han quitado el poder y quieren recuperarlo por cualquier medio.

¿Cree que el peligro fundamentalista puede salir de Argelia y llegar a Marruecos, a los países del Magreb?

Esa posibilidad existe. Pero el Gobierno considera que Argelia es enemiga. Ellos creen que eso de Dios es un invento judío. Ni siquiera creen que Estados Unidos enviara un hombre a la Luna. Sólo creen en el Corán, que toca todos los temas sin exclusión. No les gusta preguntarse cómo y por qué, como nos pasa a nosotros. Pero no creo que se vuelvan cada vez más introvertidos. Ni segregacionistas. Al menos, no los que tienen cierto nivel de educación. Porque una vez iniciada la educación es imposible frenarla. Hoy en día, Marruecos está completamente occidentalizado e infiltrado y es cada vez más europeo. Y quieren ser europeos.

Bowles: su vida está signada por la amistad, ha hecho amigos por todo el mundo...

¿Qué es la amistad? La posibilidad de estar con gente que no me desagrada, pero no hay que preguntarme ni sobre la amistad ni sobre el amor. Porque no sé exactamente lo que significan. Tengo una idea aproximada de lo que quiere decir para la gente, pero es difícil. Es una cuestión que no puedo, no puedo contestar. ¿Qué representa la amistad para mí? Es una clase de pregunta que no tiene respuesta.

Usted dice en su libro "Unwelcome words" (Palabras ingratas) que a veces es preferible la soledad al abatimiento que produce el contacto con la gente que está demasiado próxima. Dice también que es preferible vivir a 20 millas de las personas que conoce uno, por si acaso su presencia produce abatimiento, y que es preferible a veces la soledad a sentir ese abatimiento.

Sí, en general, yo creo que la soledad es preferible a todo. Porque es pura. La amistad (evito la palabra amor), el conocimiento de la gente, no es puro. Forma parte de la vida humana. Es necesario conocer a la gente, pero si usted me pregunta qué quiere decir la amistad, eso no tiene contestación.

En sus libros se advierte preocupación por los amigos, por su salud y por su lejanía, por el porvenir de los viajes ajenos, por los padres...

Todo es ficción. Las personas de que hablo son inventadas, las situaciones son completamente inventadas.

¿Y la invención no está en la realidad? ¿No es la verdadera realidad?

Yo creo que hay una frontera entre las dos cosas. Ahora, yo sé, los novelistas están tratando de mezclar ficción y realidad. Yo estoy contra eso. ¿Dónde está la realidad? La realidad del lector no es la realidad del escritor. Son dos mundos muy aparte.

Es como lo que usted dice del sueño. Que es imposible contar el sueño de verdad, que la gente siempre inventa sobre el sueño.

Sí, yo creo que eso es verdad. Es muy difícil contar un sueño. Porque el sueño es una serie de imágenes estáticas. Y el hombre dice: "Entonces me encontré en un corredor y vi el mar...". No es así. Estaba en el corredor y después había el mar. Es el sueño. Pero contándolo hay que contarlo como si fuera una narración. El sueño es la cosa más personal e interior que existe.

¿Como el amor?

El amor, ¿qué es el amor? Ya le dije que no sé.

Ya sé, pero yo quería pincharle por ahí.

Si quiere emplear la palabra "amor" y la palabra "alma", y ahora "sueño", digamos que el alma no existe; el amor, sí, tal vez; el sueño, seguramente.

Usted dijo ayer, en un momento determinado de la conversación: "Yo fui músico". ¿Por qué lo dice en pasado?

Porque me ganaba la vida escribiendo música. Ahora puedo decir: "Soy autor, soy escritor". Pero todavía soy músico. Sí, hice una gran partitura la primavera pasada. Sí. Bueno, a veces digo también "cuando estuve vivo".

30 de diciembre de 2009

Entremeses literarios (LXXXVIII)

BAJO UNA MARIPOSA...
Marosa Di Giorgio
Uruguay (1932-2004)

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros niños dijeron:
- Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije:
- Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural. Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas? Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un hombre alto se irguió y se marchó. Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado prodigiosamente en una caja.



JUDITH
César Bruto

Argentina (1905-1984)

Cuando uno piensa en esta muger -lo mismo quen dalilA, salomE y otras muchas vanpiresas historicas-, enseguida se acuerda del viejO viscachA cuando le aconsejaba a uno de los martinS fierroS (juniors): "El honbre no debe creer / ni en lagrimas de muger / ni en la renguera del perro". Y hay que suponer que, si el jeneral holoferneS hubiera leido el llibro de hernandeS, a lo mejor no se hubiese confiado tanto el dia que se presento' en su canpamento aquella seniora tan hermosisimamente libre, tan perfumadamente justa y tan elegantemente soberana... A lo mejor, de ahi viene la conosida frase que dice "Se aparesio' la viuda", porque la juditH era una joben viuda y estansiera de betuliA, antigua siuda' a la cual el mensionado jeneraL de los egersitos asirioS habia sitiado con el sano proposito de invadirla y alsarse con el santO y la limosna... Y cuenta la historia que una noche, -!sienpre la historia se hase de noche!-, la juditH se puso las pilchas mas descotadas, se volco' ensima los mas olorosos perfumes orientales, y con tales armamentos fue a golpear en el canpamento del terrible holoferneS justo a la hora de senar...
- Buenas noches y buen provecho... -saludo' la visitanta desde la puerta.
- Si le gusta... -le contesto' con voz castrense el invasor-, !Beba alguna cosa y sientese a comer alegremente junto conmigo!
La hermosa, elegante, coqueta y perfumada juditH no se hiso repetir la invitasion, y con tanta habilida' enpeso a difundir sus perfumes, coqueterias, elegansias y hermosuras que a los 5 minutos el pobre holoferneS estaba loco de amor hasta los huesos...
- !Pedime lo que quieras, negra -le murmuraba en uno de los oidos a la vanpiresa-, que yo sabre' conplaserte!
- Me gustaria venirte a visitar con frecuensia, mi militarsito lindo...
- !Podes venir todas las noches, preciosa! Haora mismo voy a dar la orden de que te degen entrar y salir sienpre que vos tengas' ganas, y que nadies te detenga en el camino!...
En una palabra: ya estaba frito el desdichado. Porque poco a poco la juditH se fue tomando confiansa, iba y venia por el canpamento como si fuera su propia casa; comia en la carpa del jeneralisimo en gejE del alto comando, y anbos se daban unas francachelas y fiestas sobre las cuales mas vale correr una discreta cortina para no entrar en detalles. Y, confiansa va y confiansa viene, una noche quel holoferneS se quedo dormido la delicada juditH le corto'
la cabesa a la altura de la nueS de adaN y de un solo tajo, lo cual en medio de todo no dejaba de ser una groseria y una falta deducasion hasia el duenio de la casa! Disen que la juditH vibio hasta los 105 anios deda', pero eso no justifica lo que hiso, ni mucho menos.



EL PERRO DE CORAZON
René Char
Francia (1907-1988)

En la noche del tres al cuatro de mayo de 1968 el rayo al que tan a menudo yo había mirado con envidia en el cielo me estalló dentro de la cabeza, ofreciéndome, sobre un fondo de tinieblas mías propias, el rostro aéreo del relámpago tomado de la tormenta más material que cupiese imaginar. Creí que la muerte venía, pero una muerte en la que, colmado por una comprensión sin precedentes, me quedase un paso que dar antes de adormecerme, antes de ser devuelto en dispersión al universo de siempre. El perro de corazón no había gemido. El rayo y la sangre, lo aprendí, son una y la misma cosa.


CUENTO DE HORROR
Marco Denevi
Argentina (1922-1998)

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvió matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio. Se lo dijo:
- Thaddeus, voy a matarte.
- Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz.
- ¿Cuándo he bromeado yo?
- Nunca, es verdad.
- ¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?
- ¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson.
- Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata, conectaré a la bañera un cable de electricidad. Ya veremos.
El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses después falleció. Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina.



POLVILLO DE ELITROS
Wilfredo Machado
Venezuela (1956)

Yo cazaba mariposas en el bosque cuando la vi salir de la espesura. La muchacha alada percibió mi presencia. Entonces, voló hacia mí, mirándome a los ojos. Debí desmayarme. Cuando recuperé el conocimiento, estaba sobre mí. Desenroscó una larga lengua en forma de espiral y la introdujo en mi boca. Libó mi néctar con fruición y yo perdí la conciencia varias veces, jadeando entre aleteos tornasolados. No sé cuanto duró aquello. Cuando terminó, se fue volando de nuevo y se perdió entre las copas de los árboles, dejándome allí, exhausto y feliz, cubierto mi cuerpo desnudo de un dorado polvillo de élitros.


EL REY DE LA HELADERA
Jean Pierre Planque
Francia (1951)

Soy Melzar Rahmdi, el Rey de la Heladera. Soy quien cuida la plata cuando Jordi sale. Me pagan para eso. Bien, digo pago, pero… No quiero decir nada contra Jordi, pero es un poco insuficiente... En realidad, el reparto depende de lo que él traiga de sus expediciones nocturnas. Regla número uno: cerrar. Número dos: esperar que consiga lo más posible. Número tres: sobre todo, no ponerlo nervioso. Tengo la escopeta recortada bien asegurada entre los dedos del pie. Y los ojos atentos. ¡Ni pensar en picotear la comida de Jordi! Veo la puerta de la cocina en el visor, con el pasillo delante, como en una serie televisiva. La cocina está a oscuras, el pasillo iluminado. Tengo un paquete de cigarrillos a mano. Nada de alcohol. Malo para los reflejos… El alcohol está en la heladera, al fresco. Es para la fiesta. Cuando Jordi vuelva. En fin, no siempre… Sólo cuando está satisfecho de su noche. Lo que es decir prácticamente nunca. Pero es mi compadre... Casi como mi hermano. Sin exagerar, sentiría mucho que no regresara algún día. Mejor no pensar en eso. ¡Trae mala suerte! Acomodo el almohadón que puse bajo mis nalgas. Me duele el culo, como quien dice. Voy a fumarme uno. Tengo la impresión de que esta noche va a ser tranquila. No como la última, con el mocoso y su historia del gato… La vida es difícil en los suburbios. Ya no me acuerdo quien lo dijo, pero es cierto. La miseria por todos lados. Los comerciantes se dejan matar por tres euros. No se encuentra más nada para comer. A partir de las seis de la tarde, todo está cerrado. En las terrazas de los cafés, te arrancan la hamburguesa de la garganta, te arrebatan el vaso de cerveza o el paquete de puchos. El fulano salta sobre una moto robada y ¡adiós! Ayer a la noche, como siempre, vigilaba la heladera de Jordi. No sabía por qué, pero tenía como un presentimiento. El había salido por negocios, como suele decir. Deambulé un poco por su casa. Sí, mi compadre tiene una que heredó de su familia. El no vive en un departamento subsidiado por el Estado, pero a pesar de eso no es un privilegiado. La última vez que lo llamé así, fue para morirse de risa. Me encajó una que me hizo escupir sangre. Enseguida me habló de su padre y su madre, de su exilio y su vida acá. Se habían matado trabajando por él. ¡Los imbéciles! Pero me cuidé bien de decirle que habían sido unos tontos. No tenía ganas de que me diera otra, pero de todos modos… ¿de qué les sirvió, a sus viejos, trabajar toda la vida para unos patrones? Se dejaron joder, sí. Su casa es pequeña. De hecho, está en la otra punta de un complejo de viviendas subsidiadas, rodeado por otras viviendas idénticas. Bien, deambulé, como decía, revisando a izquierda y derecha las habitaciones de arriba, sin tocar nada. De todas formas, no había qué meterse en el bolsillo. Jordi sabe esconder bien todo lo que tenga algún valor. Y delante de la heladera, normalmente, estoy yo, con la escopeta recortada. Por la ventana, miré hacia afuera. La calle mal iluminada, la reja mal cerrada, el jardín invadido por el pasto. Fue entonces que las vi. Dos siluetas que se desplazaban entre los arbustos. Hacia la escalinata… Hice honor a mi puesto. Sentado delante de la heladera, la escopeta entre las piernas, tranquilo. Decidí no arriesgarme, esperar. Cuando los vi moverse en la entrada, hice lo mío. Alguien se puso a chillar. Le había acertado de lleno. Entonces una voz juvenil gritó:
- ¡Señor, señor! Mi amiga está herida, tiene sangre en todo el cuerpo... Solo queríamos leche para nuestro gato.
Trece, catorce años, pensé. La cagaron. A su edad, yo estaba todavía en lo de mamá, aguardando días mejores… Esperé el regreso de Jordi.



PROYECTO DE TRAMPA PARA RINOCERONTE
Rosalba Campra

Argentina (1947)

El rinoceronte es un animal probablemente mitológico que las leyendas sitúan en las tierras bajas de Elbor. Según las descripciones de los viajeros, su talla corresponde más o menos a la de nuestro unicornio doméstico, pero a diferencia de éste su cuerpo está cubierto de placas escamosas y su cuerno carece de propiedades mágicas, así que no se comprende por cuáles razones habría que armar trampas para cazarlo.


ANALISIS
Sergio Gaut vel Hartman

Argentina (1947)

- De orina no -dijo la empleada del laboratorio. El tipo, demacrado y pálido, miró desconcertado a la mujer.
- ¿De orina no? -repitió.
- ¿Hablo en valaco, yo? Aquí dice "hemograma", "uremia", "glucemia", "colesterol". Son todos exámenes de sangre, ¿comprende? Le extraen sangre y listo.
- ¿Y ahora que hago con el pis que traje? -dijo el tipo.
La empleada enarcó las cejas. Al principio pareció que no agregaría nada, pero luego hizo un gesto de asco y escupió.
- Póngase un émbolo en el culo y absorba la meada. ¿Qué quiere que le diga?
- No se burle. Esto representa una seria complicación para mí.
- Ah, ¿sí?
- Sí, porque por este pis le pagué trescientos euros a Laurentii Ivanchuk, el hombre más sano del mundo.
- ¿Compró pis para hacerse el análisis? -La expresión de la mujer pasó del sarcasmo a la estupefacción-. ¿Se da cuenta de lo que dice o sólo es idiota?
- Me gusta que mis análisis salgan perfectos.
- Mire qué bien. El señor trae pis ajeno para que los análisis le salgan perfectos. ¿Y cómo se las va a arreglar con la sangre?
Vlad Tepes dio un salto portentoso y con un movimiento económico hincó los dientes en el cuello de la empleada, extrajo del bolsillo unos elegantes tubitos y los llenó.
- Intuyo que usted es una chica sana. Los análisis de sangre también saldrán perfectos.



PERSONAJE
María Cristina Ramos

Argentina (1952)

El actor deja la escena, deja al público, deja el decorado, se desprende del teatro y camina por las calles, desnudo de toda apariencia. Entra en su casa. Entonces, lo invade el personaje que más conoce. El que desde hace tanto lo enajena.


REALIDAD TOTAL
Juan Andrés Calzadilla Arreza

Venezuela (1959)

Habituado a contemplar el Show del Crimen Vivo en un televisorcito desvaído y mate, corrió a comprar un Multipluritrón Personic cuando recibió las prestaciones. Decían que no podía ser más real. Alzó él mismo la enorme caja y vació el aparato gris plutonio. Siguió los pasos del manual y apostó su cuerpo a la butaca, echando su resto de días como en un tapete, caída la tarde. Apretó el control y la imagen se esparció desde un diamante lumínico. Era la hora del Show. La boca de la pistola lucía un negro texturado, avanzaba en una azul penumbra, las columnas hiperfónicas exhalaban el jadeo de la víctima invisible. Un fogonazo descomunal lo irrumpió dolorosamente. Cayó sobre la alfombra con un tiro en la nuca.

29 de diciembre de 2009

Albert Camus: "La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa"

El escritor y filósofo Albert Camus (1913-1960) nació en Argelia cuando el país africano estaba bajo dominio francés. Su padre era un modesto agricultor galo que falleció en la batalla del Marne a los pocos meses de su nacimiento , y su madre una mujer analfabeta de origen español. Muy aplicado en los estudios, una vez terminado el bachillerato, consiguió una beca para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Argel mientras trabajaba en diversos oficios. Siendo muy joven contrajo tuberculosis, lo que no le impidió comenzar a escribir y ligarse a movimientos políticos de izquierda. Gran amante del teatro, creó, dirigió y actuó en una compañía llamada "Theatre du Travail", la que luego pasó a llamarse "Theatre de l'Equipe". Viajó por Europa y plasmó sus impresiones en obras como "L'envers at l'endroit" (El revés y el derecho)" y "Noces" (Bodas). Luego se incorporó al periódico "Alger Républicain", órgano del Frente Popular y llevó adelante su investigación "Misére de la Kabylie" (La miseria de la Kabylia), un informe que consiguió gran repercusión. En 1940, debido a las presiones políticas que comenzó a sufrir cuando el gobierno argelino prohibió la publicación del diario, viajó a París donde trabajó como secretario de redacción del diario "Paris Soir". Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia y dirigió el periódico "Combat". Vinculado al denominado movimiento libertario y miembro de la Fédération Anarchiste, comenzó a escribir en publicaciones anarquistas como "Le Monde Libertaire" y "Le Révolution Proletarienne". Su obra literaria comenzó ligada al existencialismo, como se aprecia en "L'étranger" (El extranjero), aunque luego fue alejándose tanto del marxismo como del existencialismo y se opuso también al cristianismo cultivando lo que llamó la "Filosofía del absurdo". En los primeros años de la década del '40 escribió el ensayo "Le mythe de Sisyphe" (El mito de Sísifo)", y las obras teatrales "Le malentendu" (El malentendido) y "Caligula" (Calígula). La novela "La peste" (La peste), una alegoría sobre la ocupación nazi publicada en 1947, le valió el reconocimiento de la crítica y el público. Más tarde examinó la ideología y las formas revolucionarias en el ensayo "L'homme révolté" (El hombre rebelde)". Ya en plena década del '50, mientras trabajaba como periodista en el periódico "L'Express" escribió "La chute" (La caída), un largo monólogo en el que ejerció tanto la autocrítica como la crítica de la sociedad de su tiempo. Otras obras importantes de Camus a partir de entonces son "L'été" (El verano) y "L'exil et le royaume" (El exilio y el reino), dejando al momento de su prematura muerte dos novelas inconclusas que serían publicadas póstumamente: "Le premier homme" (El primer hombre) y "La mort heureuse" (Una muerte feliz). En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. En el ejemplar del día de Navidad de 1951, el periódico francés "Le Progrés de Lyon" publicó la siguiente entrevista a Camus en la que el escritor filosofa sobre el odio y la mentira.¿Cree usted lógico relacionar las palabras "odio" y "mentira"?

El odio es en sí mismo una mentira. Se calla instintivamente con relación a toda una parte del hombre. Niega lo que "en cualquier hombre" merece compasión. Miente, pues, esencialmente, sobre el orden de las cosas. La mentira es más sutil. Sucede incluso que se miente sin odio, por simple amor a uno mismo. Todo hombre que odia, por el contrario, se detesta a sí mismo, en cierto modo. No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira.

En el mundo actual, presa de las exasperaciones internacionales, ¿no toma el odio frecuentemente la máscara de la mentira? ¿Y no es la mentira una de las mejores armas del odio, quizá la más pérfida y la más peligrosa?

El odio no puede tomar otra máscara, no puede privarse de esta arma. No se puede odiar sin mentir. E inversamente, no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión. De diez periódicos, en el mundo actual, nueve mienten más o menos (que no tiene nada que ver con la neutralidad). Es que en grados diferentes son portavoces del odio y de la ceguera. Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal.

Rostros actuales del odio en el mundo. ¿Los hay nuevos, propios de las doctrinas o de las circunstancias?

Por supuesto, el siglo XX no ha inventado el odio. Pero cultiva una variante particular que se llama el odio frío, en maridaje con las matemáticas y las grandes cifras. La diferencia entre la matanza de los Inocentes y nuestros ajustes de cuentas es una diferencia de escala. ¿Sabe usted que en veinticinco años, desde 1922 a 1947, setenta millones de europeos, hombres, mujeres y niños, han sido privados de hogar, deportados o matados? He ahí en lo que se ha convertido la tierra del humanismo, que, a pesar de todas las protestas, es como debemos seguir llamando a esta vergonzosa Europa.

¿Importancia privilegiada de la mentira?

Su importancia proviene de que ninguna virtud puede aliarse con ella sin perecer. El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella. Por ello los servidores de Dios y amantes del hombre traicionan a Dios y al hombre desde el momento que consienten en la mentira por razones que creen superiores. No, ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira, a veces, hace vivir, pero nunca eleva. La verdadera aristocracia, por ejemplo, no consiste en primer lugar en batirse en duelo. Consiste, en primer lugar, en no mentir. La justicia, por su parte, no consiste en abrir unas prisiones para cerrar otras. Consiste, en primer lugar, en no llamar "mínimo vital" a lo que apenas si basta para hacer que viva una familia de perros, ni emancipación del proletariado a la supresión radical de todas las ventajas conquistadas por la clase obrera desde hace cien años. La libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura. La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa.

¿Asistimos a una regresión del amor y de la verdad?

En apariencia, hoy todo el mundo ama a la humanidad (del mismo modo que uno puede amar que le sirvan un filete de ternera poco hecho) y todo el mundo posee una verdad. Pero es el extremo de una decadencia. La verdad pulula sobre sus hijos asesinados.

¿Dónde están los "justos" en el momento actual?

La mayor parte, en las prisiones y en los campos de concentración. Pero también están allí los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otra parte, dictando sus órdenes al mundo.

¿En las circunstancias actuales, no podría ser la fiesta de Navidad un motivo para reflexionar sobre la idea de una tregua?

¿Y por qué esperar a Navidad? La muerte y la resurrección son de todos los días. De todos los días son también la injusticia y la verdadera rebelión.

¿Cree usted en la posibilidad de una tregua? ¿De qué clase?

La que obtendremos al término de una resistencia sin tregua.

Usted ha escrito en "El mito de Sísifo": "No hay más que una acción útil: la que rehiciese al hombre y a la tierra. Yo no reharé jamás a los hombres. Pero hay que hacer 'como si'". ¿Cómo desarrollaría usted hoy esta idea en el marco de nuestra entrevista?

Yo era entonces mucho más pesimista de lo que soy ahora. Es cierto que nosotros no reharemos a los hombres. Pero no los rebajaremos. Por el contrario, los levantaremos un poco a fuerza de obstinación, de lucha contra la injusticia, en nosotros mismos y en los demás. No nos ha sido prometida el alba de la verdad; no hay contrato, como dice Louis Guilloux. Pero está por construirse la verdad, como el amor, como la inteligencia. En efecto: nada es dado ni prometido, pero todo es posible para quien acepta empresa y riesgo. Es esta apuesta la que hay que mantener en esta hora en que nos ahogamos bajo la mentira, en que estamos arrinconados contra la pared. Hay que mantenerla con tranquilidad, pero irreductiblemente, y las puertas se abrirán.

28 de diciembre de 2009

Manuel Belgrano, el asegurador

En 1685, un tal Edward Lloyd (1648-1713) abrió una taberna en Tower Street cerca del Támesis, en Londres. En 1691, su hijo trasladó el establecimiento al nº 16 de Lombard Street, muy cerca del Stock Exchange (Bolsa de Valores). Allí se reunían habitualmente mercaderes, marinos, armadores, corredores de bolsa y abogados, llegando a ser su lugar predilecto de reunión hasta el punto de que, para algunos, se convirtió en su propia oficina.


Era corriente que los banqueros financiasen las expediciones marítimas de los comerciantes, actividades éstas que estaban expuestas a la piratería y a los peligros del mar. Se estipulaba que, en caso de que el barco se hundiera, los banqueros no podían exigir devolución del préstamo. En cambio, cuando el barco llegaba felizmente a puerto, el comerciante pagaba una determinada suma al banquero, en concepto de prima por el riesgo que éste había corrido.
En el Lloyd's Coffee, comerciantes y banqueros londinenses se reunían para negociar. Los financieros que ofrecían contratos de seguros escribían su nombre bajo la cantidad específica del riesgo que aceptaban cubrir a cambio de cierto pago o prima. A estos agentes se les llegó a conocer como "underwriters" (suscriptores), pues suscribían el contrato firmando al pie de la página. El Café funcionó hasta 1726, cuando ya eran famosos los seguros allí pactados y, en 1769, Lloyd's se convirtió en una comunidad formal de aseguradores cuando se fundó el New Lloyd's Coffee House en Popes Head Alley.
Hasta allí llegó el supersticioso y prevenido Napoleón Bonaparte (1769-1821) casi medio siglo más tarde. A punto de invadir Austria, el irascible corso contrató el 21 de mayo de 1813 un seguro de vida por valor de 50.000 libras esterlinas. La póliza cubría el riesgo de "morir en batalla o caer prisionero". Unos meses después, sus tropas fueron derrotados en la Batalla de las Naciones, transcurrida entre el 16 y el 19 de octubre de aquel año en Leipzig, en lo que se constituyó en una de las grandes y raras derrotas de Napoleón. Al año siguiente fue instalado contra su voluntad en la isla de Elba, y para entonces nadie recordaba el contrato; menos que nadie, por supuesto, los ingleses. De todos modos, Bonaparte fue uno de los primeros clientes célebres del seguro. Muchos años después, en 1966, la opulenta actriz británica Elizabeth Taylor (1932-2011) traspuso los umbrales de Lloyd's en Londres, para cubrir una de las regiones más notables de su anatomía: sus senos. Pagó por protegerlos la misma cantidad que Napoleón por su vida; jamás dijo, en cambio, contra qué riesgos los aseguraba.
En el Río de la Plata, la historia del seguro está, naturalmente, vinculada a España. Entre los años 1561 y 1740 existió entre ésta y sus colonias un sistema de flotas y galeones que imposibilitaba a las últimas mantener cualquier tipo de comercio con terceras naciones, inclusive directamente entre las propias colonias españolas, obligándolas a comerciar y, dado el caso, asegurar solamente con España. En 1789, en un informe enviado a ese país por el virrey Nicolás del Campo (1725-1803) -más conocido como Virrey Loreto- sobre el estado del comercio, se decía textualmente en relación a los seguros: "No se conoce ninguna casa y todas en la remesa de sus caudales recurren a España; siendo difícil que según la actual constitución de este comercio, se establezca este giro, porque además de no haber casas suficientemente acaudaladas para ello, concurre la circunstancia de que en Europa se corren pólizas por un tanto por ciento muy proporcionado a los riesgos actuales". De este informe se deduce que la actividad del seguro era perfectamente conocida en el Río de la Plata pero por sus requisitos y circunstancias especiales era imposible desarrollarlo localmente.
Pronto, la administración colonial del Virreinato dio lugar a la creación de la primera compañía de seguros del Río de la Plata y su inspirador no fue otro que el por entonces joven abogado Manuel Belgrano (1770-1820). La empresa se llamó "La Confianza". Su capital fue suscripto por un número limitado de accionistas y se emitieron cuatrocientas acciones de 1.000 pesos fuertes cada una y con una duración de cinco años, fecha esta última a partir de la cual se distribuirían las utilidades. La aseguradora operó con normalidad según se desprende de los documentos de las juntas de accionistas hasta el año 1802, desconociéndose su destino posterior ya que no existe documento alguno que lo acredite.
En la Memoria titulada "Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio de un país agricultor" presentada el 15 de junio de 1796 al Real Consulado de Buenos Aires -del cual era Secretario- Belgrano sostenía la necesidad de dignificar los métodos comerciales, elevando el concepto y la misión de quienes lo ejerciesen, y formulaba como conclusión la necesidad de fundar una Escuela de Comercio y establecer una Compañía de Seguros Marítimos y Terrestres. A partir de esa iniciativa, el comerciante local y terrateniente Julián del Molino Torres logró aunar la voluntad y el capital de "vecinos destacados", y el 7 de noviembre de 1796 quedó constituida la compañía de seguros "La Confianza", primera aseguradora de capitales netamente criollos.
Belgrano ya había demostrado una especial inquietud por la economía política en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó como abogado en 1792, teniendo como maestro a Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), un jurista asturiano especializado en la materia. Además fue miembro de la "Sociedad de Economía Política" y participó activamente en la escuela de Pedro Rodríguez de Campomanes (1723-1802), el economista español más relevante en esa época.
Luego de la desaparición de "La Confianza", no se tiene conocimiento sobre la existencia de otros documentos o aseguradoras hasta que el 15 de diciembre de 1810 se publicó en el periódico "El Correo del Comercio" un artículo titulado "De los Seguros", cuyo autor -Belgrano- se encontraba por entonces al frente del ejército en el Paraguay. En el artículo definía el contrato de seguro, sus partes y condiciones, como así también su instrumentación por medio de la póliza y los distintos riesgos a los que se podía aplicar. Además efectuaba un análisis histórico social desde su origen hasta alcanzar el actual desarrollo de su época. Analizaba también su funcionamiento en general, incursionando también en el tema de los cálculos técnicos y el costo del seguro.
Los avatares de la incipiente nación fueron llevando a Belgrano por otros rumbos. Las diversas campañas militares y misiones diplomáticas lo apartaron de sus iniciales inquietudes. Con amargura se quejaba en su autobiografía de que muchas de sus propuestas presentadas con el objeto de fomentar la agricultura, la industria y el comercio no fuesen aprobadas en su momento. "Otros varios objetos de utilidad y necesidad promoví que poco más o menos tuvieron el mismo resultado, y tocará al que escriba la historia consular dar una razón de ellos; diré yo, por lo que hace a mi propósito, que desde el principio de 1794 hasta julio de 1806 pasé mi tiempo en igual destino, haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien público; pues todos o escollaban en el gobierno de Buenos Aires o en la Corte o entre los mismos comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más razón, ni más justa, ni más utilidad, ni más necesidad que su interés mercantil; cualquier cosa que chocase con él, encontraba un veto sin que hubiese recurso para atacarlo".
Recién en 1859, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, apartada por entonces de la Confederación, sancionó el Código de Comercio con una amplia regulación del seguro. Pronto se fundó la primera compañía argentina de seguros y, para 1864, ya existían ocho compañías nacionales, autorizándose en 1865 la primera agencia de una compañía extranjera. "De hoy en adelante el comercio está seguro y tranquilo y si sólo aseguraba sus capitales de los peligros que tiene la navegación, podrá hacerlo ahora de los salvajes, y sabrá que mediante una prima sobre el valor de los artículos está libre de una pérdida que antes era segura e inevitable". Quienes suscribían esta advertencia eran Domingo Ferrer y Fernando Roubard dos aseguradores porteños empeñados en salvar del ataque de los malones a las carretas que en 1867 hacían el viaje al Norte pasando por Rosario. Lejos habían quedado los días del precursor Manuel Belgrano.

26 de diciembre de 2009

Rep: "La historieta hoy está presa y se está mordiendo la cola"

Hijo de un campesino devenido taxista, el dibujante y humorista gráfico argentino Miguel Rep (1961) trabajó en un kiosco de revistas y como diagramador en una editorial. Es uno de los autores más reconocidos de la Argentina desde que, en 1980, apareció su historieta "El recepcionista de arriba" en la revista "Humor". Publica diariamente una tira en el matutino "Página/12" y todos sus suplementos desde el primer número y ha publicado historietas y dibujos en numerosas revistas, entre ellas "Fierro", "El Péndulo", "Ajo Blanco", así como también portadas de discos, libros y afiches. Ha creado unos sesenta personajes y series, realizado numerosas exposiciones individuales y es autor de una veintena de libros, entre ellos “Y Rep hizo los barrios”, “Bellas artes”, “Postales”, “La grandeza y la chiqueza”, “200 años de peronismo” y “El sexo después de la muerte (y otros placeres)”. En los últimos años ha pintado murales en España y en Argentina. En la revista "Fierro" nº 7 de mayo 2007 apareció la siguiente entrevista con el dibujante nacido en San Isidro. A ella se le agregan fragmentos de la entrevista aparecida en la revista “Colofón” en diciembre de 2014.


Miguel Rep reflexiona sobre su oficio.
 
La historieta la he sufrido mucho y, de sufrirla y de luchar con ella, puedo decir -sin llegar a tener la opinión cabrona del maravilloso viejo Breccia de considerarla un subgénero- que en este género existe una limitación. El cuadrito es un límite, la página es un límite. Eso de encerrar a gente y paisajes en un cuadro y encima tener ese globo asesino arriba, hace necesariamente que a veces se pierda la libertad. Sé bien que esos límites son necesarios porque la historieta no funcionaría como tal, pero qué tal si empezamos a romper…”.
 
¿Una ruptura formal tal como sucede en la plástica?
 
Tal vez. La plástica va hacia un camino que no sabemos cuál es, pero lo que importa es que demuestra por lo menos que está haciendo todo lo posible por romper los formatos, insiste en quebrar, en sacarse de encima siglos bajo un mismo esquema; en cambio la historieta no. Fijate que los plásticos hasta se animan a envolver montañas o ponen frasquitos en una habitación inmensa, buscan. La historieta todavía no vislumbró ese límite…
 
¿Creés que la salida la puede aportar la exploración digital?
 
Lo digital lo veo como una forma de potrero para los pibes, pero en realidad es un formato mucho más apresador. Yo miro la pantalla y no puedo entender que ahí mismo estén presos de igual manera un Matisse, un Muñoz y un Condorito. Ver la historieta en computadora todavía apresa más; encima hay que lidiar con la poca movilidad que tiene la pantalla, por lo menos el papel viaja con uno… Lo que quiero decir es que no han llegado un James Joyce o un Duchamps a la historieta. Sí un Picasso, pero no es lo mismo. Es mucho más posible un rupturista plástico como Breccia que uno literario, Joyce, o conceptual, Duchamps, en la historieta.
 
¿Y es necesario?
 
Claro, porque lo que trato de decir es que hay que dejar de tener miedo y la historieta lo tiene. Lo tenemos los que la hacemos. En este tiempo de crisis estamos buscando un lugarcito para que nos publiquen en los formatos que impone el mercado. Yo no tengo la llave, pero tal vez habría que correrse de ese lugar que impone formas de trabajo; tal vez la salida esté en ediciones de tirajes cortos, como sucede con los libros de poesía y en no tener tantas pretensiones de poder, ni buscar desesperado un éxito como "Asterix" o "El Loco Chávez".
 
Muñoz sería el faro…
 
Seguro, por eso lo admiro tanto. También, de una manera más tradicional, Chris Ware. Muñoz hace lo que quiere a pesar del formato. Sus narraciones no son clásicas, te deja en bolas, es un niño jugando, sobre todo cuando se junta con un guionista. Cuando hace el trabajo solo, ahí es más difícil su comunicación, se transforma casi en un autista que dibuja maravillosamente… Quiero decir que la historieta hoy está presa y se está mordiendo la cola.
 
Volvemos entonces al tema de siempre, sin historias para contar no hay historieta…
 
Claro, la historieta tiene que volver a darles importancia a las palabras, sin historia este género no existe, o ¡vamos a hacer como Andy Warhol: ocho horas de un tipo durmiendo! No. Los dibujantes que tienen buena cámara, buena luz, tienen que entender que contar una historia no es un pecado. Y aceptar que a veces no tienen nada que contar y que, quizás, el tesoro de la historia lo tiene otro, un tipo que escribe. Son pocos los casos, como Chichoni, en que un solo cuadro te cuenta una historia increíble o autores como Pratt o Roy Crane que hacen las dos cosas muy bien. Hay que recordar la humildad del viejo Breccia que siempre estaba rodeado de guionistas. Hay que juntarse y dejar de hacer guiones pajeros que sólo le interesan al club de amigos o decir "esto se lo estoy haciendo para el maestro que se murió" y que nunca lo verá. Las historias se las debemos a los lectores, siempre, así es como uno ama la historieta. Yo me enamoré de este género por historias humildes que nos fueron contadas como lo hace un abuelo. Por ahí se entra a la historieta, no por las experimentaciones de Gary Panter, simplemente porque Panter no te captura la infancia. Creo que tenemos que escribir pensando en los lectores, en el lado infantil de los lectores.
 
Esa comunicación que reclamás es la que ejercés en las tiras diarias de "Página/12", donde hay también momentos de pura experimentación.
 
Las tiras me han servido para mucho porque me las he tomado con mucha libertad, cuando tuve que matar un personaje lo maté, pero no es el lugar más feliz de mi vida. Es importante como vehículo, pero considero que son más importantes las ilustraciones de "El Quijote" o los murales o "El Niño Azul", si querés, como recorte y, claro, "Postales". La tira es simplemente un lugar donde tengo mucha sed de comunicarme con los lectores y donde, obviamente, se recortan libertades, aunque a veces hago trampa, experimento. Trato de encontrar el equilibrio, a veces el peso lo tiene la palabra y otras el dibujo.
 
¿Sentiste algún cambio desde el momento que empezaste a dibujar? ¿Se dio naturalmente, o fue un camino de liberarte y sincerarte con vos mismo para poder decir lo que quería decir?
 
El Miguel que fui hace ya varios Migueles, era muy distinto. Era el primer Miguel que publicaba, era tan distinto. Era un tipo que no tenía estilo, que no sabía sus obsesiones. Era chico, muy chico. Tenía 14 años. Después hubo varios Migueles, que soy yo, por supuesto. Pero que dibujaban distinto, iban afilando la puntería, afilando el lápiz. También dibujando cosas a pedido, y no por necesidad mía.
 
¿Pero sentís, entre tantos cambios, que hay una línea entre ese Miguel de los catorce, ideológica o de discurso?
 
Sí, creo que hubo muchos cambios. Quería ser un dibujante de humor más. Vivir de esto toda la vida, y no tenía ni idea de lo que se iba a venir. No tenía ni trazado el esquema de lo que iba a venir. Era un mundo muy tranquilo también. Era un mundo sin tanto avance tecnológico, veníamos de una historia de cien años de publicaciones y no tenía por qué ser modificado. Se podía vivir cien años, doscientos años más publicando, publicando dibujos y viviendo de eso. Era un mundo muy tranquilo, y ese mundo se fue a la mierda. Cayó en mil pedazos. Y también mi mundo, mi cosmogonía personal fue reventando en mil pedazos por las cosas que te pasan en la vida. No, es tan distinto. Esos Migueles eran lápiz, tinta china y papel y a entregar y que le den permiso para publicar.
 
¿Y el método para dibujar también cambió?
 
No, el método es más o menos el mismo. Se te ocurre una idea, le hacés el guión, y lo dibujás. Tinta china, lápiz, retoques: eso no se modificó. Lo que se modificó se da con el avance tecnológico, el uso del Photoshop, por ejemplo. O en el tema de los murales. Pueden ser en papel, madera, acrílico se ha modificado el arsenal técnico, porque yo nunca pensé que iba a usar acrílico, u óleos, o tanto marcador. Yo pensé que iba a ser un hombre de la tinta china. Tampoco pensé que iba a ser un tipo de la palabra. Recuerdo aquello que fui al principio, y era un tipo mudo. No hablaba, no podía enfrentar un auditorio, reportajes. Y a fuerza de tener que expresarlo de otra manera, y también a fuerza de dejar de hacer dibujos mudos y apropiarme de las palabras, dejé de ser mudo y eso es otra arma que tengo, la palabra. Y me interesa mucho. Yo antes tenía mala prensa de la palabra, y ahora me interesa cada vez más, la riqueza vocabularia y todo lo demás.
 
¿Antes no te gustaba?
 
No me interesaba. Pensaba que no. De hecho, la mayoría de los murales no necesitan palabras. Y yo soy un dibujante que puede vivir sin palabras. Porque sé expresar una idea muda. De hecho, el primer dibujito que publiqué, era mudo. Era un chiste mudo. Y siempre los dibujantes de humor tenemos una gran predilección por el humor mudo, porque ahí es donde pela el dibujante. Sin palabra, pela el dibujante. La verdad que fue pasando el tiempo, fui leyendo ensayos o literatura, y me di cuenta de que es muy linda la comunicación por palabras. La era de la imagen, en la que estamos ahora, es peligrosa, y está bueno reapoderarse de la palabra.
 
¿Qué sentís cuando ves un mural tuyo?
 
En este momento estamos en la Biblioteca Nacional y estoy viendo de refilón mi mural acerca del Bicentenario. Yo siento que ya no es más mío. Lo abandoné hace dos años, tres años, cuatro años ya, es del 2008. Y siento que ya no es más mío. Ya no tengo derecho a ir y modificarlo, entonces ya no es más mío, ya lo entregué. Siento eso, ¿no? Como que he dejado huellas. Huellas de distinta manera que en la gráfica: un papel que se tira, un libro que se guarda, algo portátil. El mural no es portátil, hay que ir a verlo. Es lindo. Es distinto. Por lo menos es distinto.
 
¿Y vos te paras a mirarlo, te acercas y decís “uh, me gustaría cambiar algo”, o ni lo mirás?
 
Trato de no juzgarlo. Trato de que cuando lo terminé, abandonarlo. Porque si no siempre vas a volver. Seguramente en diez años, en quince años, cuando tu dibujo se haya modificado mucho, diré “uy, cómo lo haría de otra manera, qué me gustaría retocar”. Me pasa eso, pero tiene que pasar un tiempo. Ese dibujo de alguna sigue representando mi hoy, en cuanto a mi línea y mi manera de ver la historia. Si ese todavía aguanta, pero seguramente si mi dibujo va hacia otro lado dentro de diez años, lo veré seguramente como algo arcaico, como pasado, y voy a querer modificarlo.
 
¿Y qué sentís cuando estás dibujando en público?
 
Siento… mucha soledad. Más soledad que cuando estoy solo en el tablero. Porque la gente va, disfruta, o te pregunta y después te deja solo. No hay alguien que se queda todo el tiempo. Soy yo el que se queda todo el tiempo. Entonces siento más que nunca lo que es la soledad, siento más que nunca el turismo del ojo del otro. El otro pasa, y me deja, entonces me quedo más solo que antes. Y en esa soledad estoy yo, están todos los momentos que voy dejando en el mural. Estoy en este lugar. Acá hay un montón de momentos, hay un montón de momentos en este minuto, fijados acá. Que sí fueron importantes ese día, y ese día me quedó fijado. Lo que pasa es que la mayoría del tiempo, uno no está reflexionando que si el día, ni si llueve, o qué. Pero todo lo que coloquialmente vamos caminando por la calle, minutos y minutos y minutos, y no se quedan fijados. Uno sigue caminando. Acá esos minutos y minutos y minutos, se quedan fijados en el mural. Y eso es lo que siento cuando lo veo. Y en esos minutos hay disfrute, hay mucha angustia, hay soledad y a veces alguna dulzura. No es todo bárbaro. Pero lo que sí queda es el trabajo.
 
¿Y por ejemplo, el romper la composición, de poner una cosa con color, otra cosa que va con el mismo estilo?
 
Y sí. Eso formó parte de esa insatisfacción por lo que son los canales fáciles de esta profesión, de éste laburo. Yo venía con la tira, once años tranquilos haciendo cada vez más personajes, situaciones muy fáciles, hasta que me agarró un clic, y dije: yo no puedo currar toda mi vida haciendo personajes. Y, empecé la tira más…, yo no había visto ejemplos en el mundo…
 
¿Postales?
 
Herencia de postales. La tira diaria, en el noventa y ocho se dinamitó y ya no tuvo más personajes. Es lo que es hoy. Un día hago una situación del hombre del futuro. Mañana una historia de abejas. Pasado mañana hago la historia de un Dios que se peleó con otros Dioses. Es decir, un espacio libre donde cada día la temática y el dibujo sea distinto. Eso yo no lo había visto nunca, y lo empecé a experimentar en el diario. Me gané muchos lectores que me dijeron: “Bueno, no te sigo, no te puedo seguir, no te entiendo siempre”. Pero bueno, pude sobrevivir y ya pasaron como catorce años, ¿no? Y ya soy eso. Soy más heredero de mis “Postales” que de “Mafalda”.
 
Claro, que de la historieta clásica.
 
Sí, la verdad que aprendí de mí mismo. Gracias a “Postales” tuve una experimentación en la revista “Fierro”, que no era un diario, que no era humor registrado. Si me pedía humor registrado me pedía un dibujo más popular. Y en “Fierro” cuando me dieron el espacio, y se me ocurrió también “Postales”, dije: “es esto, esto también soy yo”. Y quizá yo sea más “Postales” que otras cosas. Porque tengo varios registros. Registros de curiosidad, registros temáticos, de tono literario y de tono de dibujo también. Y eso es “Postales”. En cambio en la tira, si yo tengo que seguir todos los días a Lukas o al Culpo o Niño Azul, me aburro. Me aburro, es un río que conozco demasiado bien, ya tengo la canoa. Necesito meterme en otros terrenos, que son más de incertidumbre. Y por eso también me meto en libros, me meto en quilombos todo el tiempo, en murales extraños en distintos lugares. Si me dan una cueva, voy a la cueva y la hago. Porque quiero ver hasta dónde doy, hasta dónde son mis limitaciones. Y a veces me encuentro con límites. Y sí, hay límites.

Juan Carlos Onetti: "Soy una de las pocas personas que cree en la mortalidad"

El uruguayo Juan Carlos Onetti (1908-1994), galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1963 y el Premio Cervantes en 1980, está considerado no sólo como el escritor más importante que ha dado la literatura de su país, sino como uno de los máximos creadores de la narrativa en lengua castellana del siglo XX. Secretario de redacción del semanario "Marcha", asiduo colaborador del diario "La Prensa" y de la revista "Vea y Lea", vivió un cuarto de siglo entre ambas capitales, de cuya síntesis surgiría la fantasmal Santa María donde transcurren sus principales ficciones. En 1975, mientras era Director de Bibliotecas Municipales en Montevideo e integrante de la Junta Directiva de la Comedia Nacional, fue acusado de actividades subversivas por la dictadura que gobernaba su país. A partir de allí se exilió en Madrid, ciudad que ya no abandonaría hasta su muerte. Su bibliografía se inició con la novela "El pozo", a la que siguieron "Tiempo de abrazar", "Tierra de nadie", "Para esta noche", "Los adioses", "Para una tumba sin nombre", "La vida breve", "El astillero", "Juntacadáveres", "Dejemos hablar al viento", "Cuando entonces" y "Cuando ya no importe", además de las colecciones de cuentos "Un sueño realizado", "La cara de la desgracia", "El infierno tan temido" y "Tan triste como ella". El diario "El Mundo" de Madrid publicó en su edición del 10 de agosto de 2001 extractos de la entrevista realizada a Onetti por el periodista peruano Alfredo Barnechea en Montevideo en 1973, la que luego pasó a formar parte de su libro "Peregrinos de la lengua", editado en Madrid en 1997.


En su obra los nombres se repiten, los pasados se suponen, dándole un carácter de saga. Usted, además, fundó para sus personajes una geografía imaginaria y entonces los lectores deben, no sólo tener algo de historiadores para rastrear cada jalón, sino también algo de topógrafos. Después de tantos años de que se le haya insistido sobre ese carácter, ¿qué dice Juan Carlos Onetti?

Mirá, qué casualidad: comenzar todo esto por una cosa tan actual... Porque en realidad, yo comencé eso cuando el peronismo era una dictadura. No sé lo que es hoy, ni lo que va a ser después del 12 de octubre de 1973. Entonces eso me produjo, si querés de una manera inconsciente, una nostalgia por Montevideo. Es decir, uno tenía la idea de que en Uruguay eso no podía pasar nunca. Era una idea muy idiota, muy optimista, demasiado ingenua. Santa María, esa geografía imaginaria, se me presentó como una especie de refugio. Yo no estaba en ningún lado. No lo estaba en Buenos Aires íntegramente, me sentía fuera, pero tampoco estaba en Montevideo.

Aparece por condensación. Como el territorio de Faulkner, y como Macondo, por cierto, es uno y varios pueblos. No es grande ¿no?

Eso de la condensación, quizá. Santa María es una composición. Es más aislada, más primitiva, es más pueblo que ciudad. Allí me sentía con más libertad para mover a los personajes. Es pequeña, sí. Cerca de un lugar donde hay suizos, y además un río la sitia.

Quería preguntarle por algo que llama la atención, y es que en "Juntacadáveres" es donde Larsen aspira a ese prostíbulo perfecto, mientras que en una novela anterior, "El astillero", Larsen está en decadencia. ¿Cómo explicar eso?

Bueno, la explicación es que "El astillero" se publicó antes, pero no es anterior. Yo estaba escribiendo "Juntacadáveres" cuando se me presentó así, de golpe, el Larsen de la decadencia. Salí de la casa de departamentos donde vivía en Buenos Aires, y vi el fin de Larsen. Eso me ocurrió simultáneamente a una visita que había hecho a unos astilleros, una cosa que era toda una farsa. La cosa se venía abajo, pero contrataban gerentes, mantenían oficinas suntuosas, sus cuentas ya no funcionaban, una calamidad. Entonces, Larsen, que ya ha perdido la posibilidad de ese prostíbulo ideal, acepta la farsa, la asume. Veo en él como una decisión de fabricar su redención. Así se inventa esta nueva esperanza, y llevando esos libros absurdos de la empresa, como que se cultiva, como que esconde su pasado. En el momento en que tuve la imagen final de Larsen, interrumpí "Juntacadáveres" y me puse a escribir "El astillero". Algunos han reprochado una doble presencia a Larsen en "Juntacadáveres".

Eso le iba a decir. El tipo debe de estar fuerte todavía, pero se presiente su debilidad, su aliento apagándose.

Sí, se presiente su decadencia. Y es que yo retomé "Juntacadáveres", sabiendo que ella llegaría. "El astillero" para mí es deprimente. Es como salir con ropas mojadas un día que ha llovido. No sé, quizá me sienta muy cercano a Larsen, que es un personaje por el que siento mucho cariño, así como un cierto pavor. Vos disculparás, pero me parece un personaje muy interesante.

Sus novelas son siempre impecables, laboriosas crónicas del fracaso. ¿Quiere aventurar una explicación?

En mí, creo que se trata de un pesimismo natural; natural y radical. En el fondo, creo que soy una de las pocas personas que cree en la mortalidad. Eso influye mucho. Sé que todo va a acabar en fracaso. Yo mismo. Vos también. De todos los escritores del "boom" se ha dicho que son pesimistas, que en ellos los personajes siempre se frustran. Quizá. Pero en García Márquez o en Vargas Llosa, yo noto una gran alegría de vivir. Sinceramente, no creo que vean la muerte como un problema. Y no se trata de que ahora yo tenga sesenticuatro años y que pueda morirme esta noche. No. Es algo que he sentido desde la adolescencia. Así como se descubre que yo soy yo, así se descubre la muerte, se marcan sus linderos. Uno de los descubrimientos más terribles, el más terrible, que tuve de muchacho, fue que todas las personas que yo quería se iban a morir algún día. Eso me pareció absurdo, y de esa impresión no me he repuesto todavía. No me repondré nunca.

¿Y el suicidio, Onetti?

En todas mis novelas está subyacente la idea del suicidio. Una vez me preguntaron esto que vos me acabas de preguntar, por qué había abandonado la idea del suicidio. Yo le dije que hiciera él primero la prueba, y después me contara. Quiero saber antes si es mejor que todo esto.

¿Nunca se perdió en Santa María? ¿Nunca hizo planos ni genealogías?

Una vez hice un plano de Santa María con un amigo, pero era sólo para mover mejor a los personajes. Lo perdí cuando me vine de Buenos Aires. A mí se me ocurre escribir una novela, y ya tiene su lugar en Santa María. Pero nunca me propuse desarrollar un plano. O sea: nunca quise escribir una saga. Ese es ya un propósito, y yo no podría escribir con propósitos.

¿Y por qué escribe?

Porque sí, porque me gusta contar.

¿Cuándo se origina esa vocación?

No sé. Quizá en la infancia o en la adolescencia, seguramente como reacción al mundo de los mayores. Por ejemplo, aquí escucho hablar varias horas diarias sobre fútbol. Entonces escribiendo me desquito de esa realidad. Más que sufrirla yo, la realidad la sufren los personajes.

La sufren por usted.

Quizá.

Usted fue revalorado por el surgimiento del "boom", al que se le incorporó un poco retrospectivamente, pues su primer libro es de 1939. Durante ese tiempo, sin lectores casi, ¿para quién escribió? Dicho de otra manera: ¿necesita lectores? ¿Para quién escribe?

Te contesto lo que una vez Joyce le contestó a alguien que lo entrevistaba. "Me siento en un extremo del escritorio, decía, y le escribo a la persona que está en el otro extremo". En el otro extremo está James Joyce.

¿Viviría en Santa María si pudiera?

Santa María no existe más allá de mis libros. Si existiera realmente, si pudiera vivir o viviera allá, inventaría una ciudad que se llamara Montevideo.

25 de diciembre de 2009

Elvio Romero. Cinco apreciaciones sobre el poeta paraguayo

El poeta paraguayo Elvio Romero (1926-2004) nació en Yegros, departamento de Caazapá. Durante la Guerra del Chaco, siendo él un niño, su familia se trasladó a Asunción. Hacia 1940 se intensificaron los movimientos estudiantiles y obreros contra el ascenso del fascismo en el Paraguay, con la llegada al poder del general Higinio Morínigo. Por entonces es cuando se incorpora a la vida literaria de Asunción compartiendo tertulias con un grupo de escritores vanguardistas entre los que se encontraban Josefina Pla (1903-1999), Hérib Campos Cervera (1905-1953), Oscar Ferreiro (1921-2004) y otros altos exponentes de las letras paraguayas de la época, los que renovaron la poesía y la prosa de su país a nivel continental.
Publicó sus primeros poemas en 1942, poniendo ya de manifiesto su compromiso social e ideológico con una visión dramática del mundo que, en aquel tiempo, asistía al enfrentamiento de las democracias contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. En 1944, recibió el premio "Paul Verlaine" -otorgado por el Centro de Informaciones Francesas- por su poema "En Francia no hay muertos", dedicado a los guerrilleros que formaban parte de la denominada Resistencia. Al estallar la Guerra Civil en 1946 tomó parte de la fracción democrática, a cuya derrota le siguieron cruentas persecuciones que lo llevaron a exiliarse en la Argentina, en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, primero y, posteriormente en Buenos Aires, desde donde ofreció a América Latina el testimonio poético de las vicisitudes y los padecimientos de su país.
En 1948 publicó "Días roturados", que tuvo una amplia resonancia entre los críticos, al que siguieron "Resoles áridos", "Despiertan las fogatas", "El sol bajo las raíces" y "De cara al corazón". En 1958 publicó una emotiva biografía: "Miguel Hernández. Destino y poesía", mientras viajaba sucesivamente a Uruguay, Brasil, Cuba, Francia, Italia y Oriente Medio ofreciendo conferencias en los principales centros culturales. Ya consagrado como la voz poética paraguaya más conocida en el mundo hispano parlante, continuó publicando sus poemas. Así se sucediron "Esta guitarra dura", "Un relámpago herido", "Los innombrables", "Destierro y atardecer", "El viejo fuego", "Libro de la migración", "Los valles imaginarios", "Flechas en un arco tendido" y "Fabulaciones". También escribió el ensayo "El poeta y sus encrucijadas" a la vez que numerosos músicos paraguayos, argentinos y uruguayos ponían melodía a muchos de sus poemas y dos textos suyos -"María de la Paz" y "Pyhare Pyte"- eran musicalizados por el compositor paraguayo José Asunción Flores (1904-1972) e interpretados por la orquesta y coro del Teatro Bolshoi de Moscú.Después de muchos años de exilio, tras la caída de la dictadura del general Alfredo Stroessner, Romero retornó a su país acompañando -justamente- los restos de su entrañable amigo, el gran compositor que había fallecido en Buenos Aires unos años antes. En Paraguay colaboró en el Suplemento Cultural del diario asunceño "Ultima Hora" del que fue responsable de la sección "Páginas escogidas", seleccionando y difundiendo textos de la literatura universal. A fines de 1991 recibió el Primer Premio Nacional de Literatura, que acababa de instituir el Congreso de su país y, poco después, fue designado miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y socio del PEN Club del Paraguay. Más tarde regresó a la Argentina para desempeñar funciones diplomáticas en carácter de Agregado Cultural de la Embajada Paraguaya en Buenos Aires, lo que no le impidió viajar constantemente a su país para participar en numerosas actividades, destacándose sus encuentros con la juventud y el campesinado, ofreciendo coloquios y realizando lecturas de sus poemas. Considerado por su vasto y denso poemario una de las voces más sobresalientes de América, la obra de este exquisito versificador ha sido traducida a varias lenguas y sus libros se utilizan como material de estudio en diversas universidades del mundo. Elvio Romero ha recibido el elogio y el reconocimiento de notables escritores, entre ellos Rafael Alberti, Nicolás Guillén, y tres ganadores del Premio Nobel de Literatura: Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias y Pablo Neruda.

RAFAEL ALBERTI (1902-1999). Poeta y dramaturgo español. Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario de su país, formó parte de la Generación del 27. Activo participante en las revueltas estudiantiles, apoyó el advenimiento de la República y fundó la revista revolucionaria "Octubre". Durante la Guerra Civil militó activamente en política y a partir de 1939 partió al exilio. Francia, Chile, Argentina e Italia fueron sus lugares de residencia hasta su regreso a España en 1977. Entre sus libros de poesía más importantes se cuentan "Marinero en tierra", "Sobre los ángeles", "Cal y canto", "Sermones y moradas", "La arboleda perdida", "Entre el clavel y la espada", "Retornos de lo vivo lejano", "Coplas de Juan Panadero" y "La primavera de los pueblos". Entre sus obras teatrales figuran "Fermín Galán", "El adefesio" y "Noche de guerra en el Museo del Prado". Fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1925 y con el Premio Cervantes en 1983. En 1948 escribió "Elvio Romero. Poeta paraguayo", poema que dice así:

Las alas, sí, las alas,/ contra la vida quieta./ Cante, llore el poeta/ volando entre las balas./ Por los Signos del día,/ también tú señalado;/ clavel arrebatado/ y espada de agonía./ ¡Oh adolescencia, aurora/ apenas reluciente/ y abierta ya en la frente/ la estrella anunciadora!/ Cándida luz en vuelo/ velos hacia la tierra,/ sabes más de la guerra/ que del tranquilo cielo./ Casi recién nacida,/ lumbre madura y fuerte,/ sabes más de la muerte/ quizás que de la vida./ Y tu nombre aromado/ huele más que a romero,/ a pólvora, a reguero/ de cuerpo ensangrentado./ Las auras populares/ te ciñen de grandeza/ y una dulce tristeza/ de niños sin hogares./ La patria encadenada/ y herida se sostiene/ sin sueño y te mantiene/ el alma desterrada./ Que nada la domina,/ por mucho que le duela./ Su corazón en vela/ de lejos te ilumina./ Y mientras que penando/ sin luz va el enemigo/ la Libertad contigo/ regresará cantando.


MIGUEL ANGEL ASTURIAS (1899-1974). Es el poeta y novelista más importante de Guatemala. Estudió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos donde se graduó en Derecho y obtuvo el título de licenciado con su tesis "El problema social del indio". Ejerció la docencia universitaria, fundó el "Diario del Aire", primer radio periódico del país y vivió una agitada vida cultural y académica. En el período revolucionario de 1944 a 1954 desempeñó varios cargos diplomáticos. Sus obras más destacadas son "Leyendas de Guatemala", "Sonetos", "Con el rehén en los dientes", "El señor Presidente", "Cuentos del Cuyito", "Sien de alondra", "Hombres de maíz", "Viento fuerte", "Los ojos de los enterrados", "Tres de cuatro soles" y "Viernes de Dolores". En 1966 ganó el premio Lenin de la Paz, y en 1967 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura. En 1956 escribió el siguiente texto sobre Elvio Romero:

Lo que caracteriza la poesía de Elvio Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con que trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y el querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia, como muchos de nuestros países. Pocas voces americanas tan hondas y fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como todos los auténticos poetas de América, no tiene que poblar un mundo vacío con su imaginación. Ese mundo ya existe. Interpretarlo es su papel. Lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras, en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado poeta paraguayo. Por los intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los pueblos, gemido y protesta pero también esperanza y fe. Pero estos sentimientos y pensamientos nacidos del paisaje que se torna lúcido y que por momentos llegan a ser opresores, son rotos por el poeta que les "nombra". Romper el encantamiento "nombrándolos" es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, si cuenta, cuenta poco en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración auténtica.

NICOLAS GUILLEN (1902-1989). Poeta nacional de Cuba. Trabajó como tipógrafo antes de dedicarse al periodismo y darse a conocer como escritor. Desde su juventud participó intensamente en la vida cultural y política cubana, lo que le costó el exilio en varias ocasiones. Tras el triunfo de la Revolución en 1959 desempeñó cargos y misiones diplomáticas. Inició su producción literaria en el ámbito de las experiencias vanguardistas de los años veinte y pronto se convirtió en el representante más destacado de la poesía afroantillana. Luego evolucionó hacia las preocupaciones políticas y sociales, algo que iría acentuando con el paso de los años. En 1961, cuando se fundó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Guillén fue electo Presidente, cargo que ocupó hasta su muerte. Ha publicado "Motivos de son", "Sóngoro cosongo", "Poemas mulatos", "West Indies Ltd.", "Cantos para soldados y sones para turistas", "El son entero", "La paloma de vuelo popular", "El gran zoo", "La rueda dentada", "El diario que a diario", "Por el mar de las Antillas anda un barco de papel" y la colección de trabajos periodísticos "Prosa de prisa". En 1958 escribió "Hacia el Paraguay lejano", dedicado a Elvio Romero, poeta, y José Asunción Flores, músico; paraguayos en el exilio. El poema dice así:

Elvio Romero, mi hermano,/ yo partiría en un vuelo/ de avión o de ave marina,/ mar a mar y cielo a cielo,/ hacia el Paraguay lejano,/ de lumbre sangrienta y fina./ Le llevaría mi mano/ derecha y aprendería de ti,/ gota a gota, el guaraní./ Le llevaría mi piel/ cubana y le pediría que a mí,/ ay, me fuera concedido/ su corazón ver un día,/ que nunca vi./ Que sí/ (me respondió Elvio Romero)/ que no;/ hermano, será primero/ que pueda ir yo./ Maestro José Asunción,/ Flores lleva tu apellido/ y flores tu corazón./ ¿No me será permitido/ volar, volar y volar,/ volar y ver/ el territorio encendido/ donde subiste a nacer,/ volar y ver?/ Verte el gran río, vestido/ de selvas, volar y ver;/ y verte el pueblo, teñido/ de sangre, volar y ver/ y tu guitarra, que besa/ como una novia en la noche,/ volar y ver./ Que sí, que no,/ quiero, no quiero/ (José Asunción respondió);/ hermano, será primero/ que pueda ir yo...

PABLO NERUDA (1904-1973). Poeta chileno, uno de los más grandes juglares del siglo XX. Escritor, diplomático, Premio Nacional de Literatura, Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, buena parte de su obra refleja un acentuado compromiso político. Enormemente imaginativo, Neruda fue simbolista en sus comienzos, para unirse posteriormente al surrealismo y derivar, finalmente, hacia el realismo. Falleció unos pocos días después del golpe fascista que acabó con la democracia en su país. De su obra poética, se destacan títulos como "Crepusculario", "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", "Residencia en la tierra", "Tercera residencia", "Canto general", "Los versos del capitán", "Odas elementales", "Extravagario", "Memorial de Isla Negra" y "Confieso que he vivido". Así evocó Neruda a su gran amigo Elvio Romero:

No recuerdo exactamente cuándo conocí a Elvio Romero, que luego sería mi hermano del alma y de militancia política; creo que fue allá por 1948 ó 49, en Buenos Aires; y tampoco no recuerdo en casa de quién. ¿En la de María Rosa Oliver, en la de Enrique Amorim o en la de Raúl González Tuñón? Bueno, en la de alguno de ellos era. Importa poco eso ahora porque el recuerdo de Elvio no se irá de mi memoria. Y, créase o no, me hace bien recordar episodios del pasado vividos en compañía de amigos y en una ciudad como la querida Buenos Aires, llena de encanto y de magia. Con Elvio, Jorge Amado, Volodia Teitelboim, Diego Rivera, participamos en Viena en un Congreso por la paz; era la época de la guerra fría y estábamos por la lucha de la no proliferación de las armas nucleares. Compartí con él momentos de plena amistad en mi casa en Buenos Aires, muchos años después en Isla Negra. Se maravillaba de mis caracolas, de mis mascarones de proa, de la colección de barcos en miniatura, de los colmillos de elefante, de la brújula china.

GABRIELA MISTRAL (1889-1957). Escritora chilena. Hija de un maestro rural, publicó sus primeros versos en un diario de su pueblo natal a los quince años de edad. En 1910 obtuvo el título de Maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética con "Los sonetos de la muerte" que aparecerían luego en su libro "Desolación". Más tarde dejó la enseñanza para desarrollar tareas diplomáticas, aunque nunca dejó de escribir. Su obra poética surgió del modernismo, derivando luego hacia un estilo personal signado por la ausencia de retórica y el gusto por un lenguaje coloquial y simple, de gran musicalidad. Galardonada con el Premio Nacional y el premio Nobel de Literatura, su bibliografía comprende, entre otros, "Tala", "Poemas de las madres", "Lagar", "Los Motivos de San Francisco" y "Poema de Chile". Póstumamente se publicaron "Epistolario" y sus "Recados contando a Chile", originales prosas periodísticas dispersas en distintas publicaciones desde 1925. En marzo de 1950, tras leer "Resoles áridos", le escribió a Elvio Romero:

Pocas veces, Elvio Romero, muy pocas, he sentido la tierra como acostada sobre un libro, según el caso de "Resoles" y yo, soy como usted, una terrícola, y por sangre sanjuanina, una argentinófila. Por lo cual he leído sus "Resoles" con una emoción particular. Muchas veces he pensado que debería ya recogerme a tierra nuestra, argentina o uruguaya, en vez de embarcar una vez más hacia Europa. Pero allá vuelvo de nuevo: me voy a Napóles como cónsul de Chile. Su libro ultra-terrícola ha logrado, a la vez que el olor de Gea, una técnica cabal, consumada. Y este casamiento de la forma cultísima con el fondo rural, parece un derrotero de Virgilio. ¡Mis parabienes! Gracias, muchas gracias por esa lectura preciosa. Mi vista es pobre; excuse la letra.

24 de diciembre de 2009

Entremeses literarios (LXXXVII)

UN ACONTECIMIENTO GRANDE
Gabriel Garcia Marquez

Colombia (1928)

Wilhelm y Melitta tal vez no tengan nombres de enanos, pero lo son. Y además de enanos son marido y mujer, desde hace veinticinco años. Ayer, para celebrar sus bodas de plata, Wilhelm se vistió de chaqué y chistera y Melitta de traje largo y velo. Parecían exactamente lo que eran: dos enanos vestidos de novios para celebrar sus veinticinco años de vida conyugal. Cuando penetraron a la inmensa catedral de St. Stephan, en Viena, había una tremenda multitud de dos mil colosos, congregada para ver a los enanos. Dos mil monstruos gigantescos en uno de los retablos más grandes del mundo. Era un mundo de monstruos: desproporcionados policías montando guardia en la puerta, enormes corceles blancos, afuera, uncidos a media docena de calesas inmensas y una doble fila de dos mil gigantes, viendo pasar a Wilhelm y Melitta, las dos únicas personas normales en aquella vertiginosa pesadilla.


UN HOMBRE QUE ESCRIBE
Martín Cagliani
Argentina (1974)

El hombre está sentado en una vieja silla de madera, que rechina con cada movimiento suyo. Al frente tiene un escritorio pequeño, todo de metal, un poco oxidado. Sobre el escritorio hay una máquina de escribir antigua. Parece una ametralladora por el continuo tableteo de las teclas al escribir. Hace treinta y seis horas que está escribiendo. A la izquierda de la máquina de escribir, sobre el escritorio, tiene abundante papel blanco tamaño carta. A la derecha, una pistola Colt 45 automática, cargada y sin seguro. El escritorio está en medio de la habitación. Las cuatro paredes están todas a dos metros de distancia del hombre. Una única abertura que hay en esas paredes es la puerta que está frente al escritor. El hombre tiene sueño, tiene hambre y tiene sed, pero sigue escribiendo. No se detiene más que para recargar una nueva hoja. Cada vez que lo hace sufre, ya que sus brazos y manos acalambrados resienten el cambio de rutina. Sus ojos están inyectados en sangre; bien abiertos. Dos tiras de cinta adhesiva se encargan de mantenerlos así. Junto a la máquina de escribir hay una jeringa. Está vacía. Cuando el escritor siente que el sueño lo vence, se pincha ambos ojos con ella. La pistola está ahí por una razón. El escritor puede quitarse la vida cuando lo desee. Tiene dos opciones: sigue escribiendo hasta finalizar, o usa esa pistola para terminar con su vida. Hasta ahora el hombre ha decidido no dejar de escribir. Pero ya van seis veces que dirige sus ojos doloridos hacia la pistola. Al hombre le cuesta pensar, no puede hacerlo con claridad. Su mente está abrumada por lo que está escribiendo. Los dedos presionan incesantemente las teclas. Los ojos miran las letras que van apareciendo cada vez que la máquina sella la hoja. El escritor ya no reconoce palabras, sólo ve las letras. Si las palabras ya no existen, ¿qué sentido tiene seguir escribiendo? El escritor dirige su mirada a las teclas. Se ven todas ensangrentadas; sus dedos están en carne viva. Se detiene. El escritor ha dejado de escribir; ha elegido. La mano derecha toma la pistola y la lleva hacia la sien. No vacila, presiona el gatillo. El escritor cae sobre la máquina de escribir; sus ojos sin vida miran la última palabra que escribió: Fin.


LA MANZANA
Rigoberto Rodríguez
Venezuela (1960)

Blancanieves clavó los dientes en la fruta y, a diferencia de lo esperado, no cayó al suelo fulminada por la muerte, sino que, por el contrario, sintió en su mente un hervor en el que se agitaron ideas pecaminosas de todo tipo. Sucede que, en una inusitada y absurda equivocación, la bruja mala le ha hecho entrega de una manzana del árbol prohibido (sí, el de la serpiente, el mismo bajo el que Newton descansaba al momento de idear su compleja teoría).


DE LOS TERRIBLES INOCENTES
Eliseo Diego

Cuba (1920-1994)

Vivía en una buhardilla y era diariamente feliz. La buhardilla tenía una ventana de vidrios gruesos, como el ojo sabio e irónico de un anciano que, a la vuelta de tanto amable zapato viejo, se hubiese aficionado al agridulce zumo de sus años. Sentado a su ventana -"soy, decía, la pupila de la casa"- miraba la extensión rojo-desierta de la azotea y, más abajo, las chimeneas de las otras casas, negras, frágiles, con sus importantes caperuzas, que acostumbraban echar con él una pipa de cuando en cuando. Tranquilos, sosegados, expelían todos a un tiempo el humo gris, y entonces era un gusto ver, arropado al fin en el humo, el aire. Pero, ¿quién que vive en una buhardilla no es poeta? Había allí cosas, no la mesa, sino el modo de pesar la mesa con sus desvencijadas patas sobre el suelo, rozando al mismo tiempo el barro de la pared y ardiendo con luz propia en infinitas calidades de lumbre según que la encarnase una u otra hora, relaciones, cosas, en fin, que pedían con verdadera urgencia que se les inventase un nombre. ¡Ah, y qué tensa y regocijada quietud hubo el día en que apareció la primera hoja en blanco y el nuevo poeta hundió por primera vez la pluma en el tintero! Un candelabro roto sobre el lavabo pareció que se empinase y no bastaba la brisa a justificar la inquietud del sillón viejo. Hasta la ventana pareció que mirase hacia adentro con extraña esperanza. Tiernamente le escuchaban los nombres que iba descubriéndoles, procuraban ayudarle, no permitiendo que tropezase con sus esquinas agrias, acallando como podían esos roncos quejidos que a las madrugadas, cuando agoniza la luna, el frío les arranca. Hasta una tarde en que paseaba la azotea y se acercó demasiado al borde, el muro bajo se las compuso para adivinarle el traspiés último y contenerlo a tiempo. Pero pronto se acostumbraron a oírlo y ya se impacientaban cuando dejaba su trabajo. Cierto mediodía en que quiso salir por fresco a la azotea, se atoró y por poco se ahoga entre el humo que una de las chimeneas le sopló poderosamente en la cara. Hubo una noche en que la hoja permaneció obstinadamente blanca. Al día siguiente fue igual, y al otro igual. Ya el continuado esfuerzo de antes lo traía flaco y débil, y al tercer día, luego de un desesperado argüir, le dio un mareo y cayó desgarrándose la frente con el filo de la mesa. Durmió mal, golpeadas las sienes de rabiosos crujidos, de pesados frotes entre la sombra. A la madrugada se despertó temblando. Tenía la sensación de que alguien lo miraba. Al centro de los cristales empolvados y ahora negros de la ventana aparecía la amarilla pupila con un helado resplandor fijo. Como un último recurso habló de sí mismo durante siete días. Pareció que lo escuchaban con interés al principio, luego distraídamente. Al séptimo le interrumpió un ruido fuerte. La ventana se había abierto de un golpe. La casa toda bostezaba. Resignadamente comprendió que había llegado al fin de sí, dejó la pluma inútil y salió a la azotea. El chirrido funéreo de sus zapatos le advirtió demasiado tarde. Se habían aburrido de él y se despeñaba a la calle.


EL RIO SAGRADO
Eduardo Gotthelf
Argentina (1945)

El astrólogo de la corte había calculado que cada 11.000 años, durante el solsticio de verano, el sol, la tierra y la luna volvían a la misma posición relativa en dos días consecutivos.
- Ayer a esta hora los astros estaban en el mismo sitio, el agua corría igual y mis pensamientos eran idénticos. ¡Acabo de bañarme dos veces en el mismo río! -se dijo, lleno de gozo.
Al salir del agua fue arrestado por un grupo de soldados extranjeros. Era la avanzada de un ejército que durante la noche había conquistado el territorio, reemplazado al rey, modificado las leyes y cambiado el nombre del río.



LA ULTIMA ELECCION
Frank Roger
Bélgica (1957)

Las antorchas emiten una luz intermitente en las manos de un grupo de hombres, juntos bajo el refugio. Uno de ellos se aclara la garganta, levanta una mano para captar la atención de todos, y dice:
- Pienso que es realmente importante que continuemos con la elección. No tenemos mucho tiempo que perder.
Un segundo hombre niega con la cabeza y responde.
- Puedo verlo desde su punto de vista pero, ¿no piensa que será sólo un evento simbólico? ¿No necesitamos algo más que símbolos en esta etapa? Los terremotos han destruido virtualmente el planeta entero y barrieron a la civilización humana de él. ¿Esta elección nos ayudará de alguna manera?
Por un momento se hizo el silencio, ya que todos estaban reflexionando. Entonces un tercer hombre dijo en voz baja.
- Bueno, supongo que para todo hay un final. Por lo que sabemos, somos lo único que queda de la humanidad. ¿Cuánto tiempo nos resta? Las reservas se están agotando, y cuando salgamos de este refugio encontraremos una muerte instantánea. Tenemos que admitir, amigos, que no tenemos salida. Este es el fin. Sin embargo, eso no quiere decir que no tenga sentido hacer honor a nuestras tradiciones hasta el último momento. Yo apoyo la propuesta de nuestro compañero. Debemos seguir adelante con la elección. No podemos prescindir de un representante de Dios en la Tierra, aún si sólo quedara un puñado de creyentes vivos.
- Pero yo sólo soy un cura. Unicamente un Cardenal puede ser electo como Papa. Y con todo respeto, ustedes tampoco son cardenales y por eso no pueden votar.
Todos expresaron su protesta.
- Usted es nuestro único candidato para el Papado. Y todos somos creyentes devotos. Considerando la seriedad de nuestra situación, creo que deberíamos permitirnos ciertas licencias. Sigamos adelante. Esto es demasiado importante como para cancelarse por meros detalles técnicos.
- Detalles técnicos -murmuró el candidato al Papado negando con la cabeza.
- La Iglesia ha existido sin la autoridad suprema durante mucho tiempo. Y cuando estemos muertos ya será tarde. Esta no es la manera en que la Cristiandad o la Humanidad deba llegar a su fin. Debemos actuar con rapidez. Sé que los procedimientos toman su tiempo, pero debemos acelerarlos. Ya desperdiciamos bastante tiempo.
Conversaron un momento más y minutos después se votó. Previsiblemente, el cura recibió la noticia de que había sido elegido Papa, tal vez el último de su linaje. Uno de los hombres sostuvo una tela mojada cerca de la antorcha y el humo blanco que ascendió hizo toser a todos. Cuando finalmente pudieron respirar, uno de ellos dijo con voz ronca:
- Habemus papam.
El Papa recién elegido se puso de pie, muy emocionado.
- Les agradezco a todos este gran honor -dijo-. Temo que me falten las palabras.
- Necesita elegir un nombre -le recordó alguien.
El Papa asintió con la cabeza, pensó un momento y anunció.
- Les informo que tomo el nombre de Pablo VIII. Que Dios los bendiga a todos.
Todos estallaron en lágrimas y aplausos.
- El Vaticano ya no existe -dijo alguien-, pero la Iglesia Católica sigue viva, la fe católica sigue viva y aún hay un representante de Dios en la tierra.
- Nueva York, París, Londres, Roma ya no están, pero mantuvimos encendida la llama del cristianismo. Que Dios nos bendiga a todos -agregó otro.
- La humanidad fue casi eliminada del planeta por un cataclismo, pero nosotros continuaremos hasta el fin, sostenidos por nuestra fe y protegidos por Dios.
El Papa Pablo VIII miró a sus discípulos y negó con la cabeza.
- Sólo somos cinco sobrevivientes, y tal vez no nos quede mucho tiempo más. Entonces ahora...
Un terremoto sacudió el refugio y los hombres buscaron protección entre las grietas del techo, desesperados. Los escombros y el polvo hacían imposible respirar; las antorchas se apagaron y la oscuridad los envolvió.
- ¿Están todos bien? -se escuchó finalmente una voz en la oscuridad. Lo que quedaba del techo se desmoronó, y cuando el polvo se asentó se podían ver las estrellas y la luna creciente, que daba luz suficiente para distinguir vagas siluetas.
- Estoy bien; ¿sobrevivimos todos?
Quedaban apenas tres sobrevivientes, y el Papa recién elegido no estaba entre ellos.
- El Papa Pablo VIII está muerto -se lamentó uno de ellos-. Sólo unos minutos después de ser elegido Papa. Qué tragedia.
- Fue el pontificado más corto de la historia del catolicismo -agregó el segundo sobreviviente.
- Esto puede ser una señal de Dios -se lamentó el tercer hombre-. Debemos haber fallado. El Papa fue destruido por la mano de Dios. Y miren la luna creciente. ¡El símbolo del Islam! ¡Dios se burla de nosotros!
- ¡No seas imbécil! -lo reprendió el primer hombre-. Debe haberte golpeado una piedra en la cabeza.
- Matemos al hereje -gritó el segundo hombre-. Somos todo lo que queda de la humanidad, de la comunidad católica. ¡Mantengamos pura nuestra fe!
Los dos hombres trataron de agarrarse del cuello y el único espectador gritó.
- ¡Deténganse! ¡Piensen en los mandamientos! Los hijos de Dios no pelean, y decididamente no matan. Compórtense. Somos probablemente los últimos seres humanos aún vivos en el planeta. Utilicemos el tiempo que se nos otorga para vivirlo con dignidad.
De pronto, los otros dos gritaron, presas del pánico, cuando desaparecieron en una grieta que no pudieron ver en las penumbras. El único hombre que quedaba sobre la tierra permaneció de pie, reflexionando.
- Bueno -pensó-, debo haber alcanzado el fin de la línea. Soy el testigo final del Apocalipsis. Lo único que queda por hacer es esperar que mi creador me llame.
Se sentó y meditó, hasta que tuvo una idea. ¿Qué sucedería si yo elijo nuevamente, pensó. Esta es mi oportunidad de representar a Dios en la tierra. Ahora es obvio que soy el único candidato, y también soy el único que puede votar. Sería absolutamente simbólico. Por otro lado, ¿por qué desperdiciar esta ocasión? Esta es mi oportunidad de convertirme en Pablo IX. ¿O tal vez Juan Pablo IV? ¿Quizá Pius XIII? ¿O Benedicto XVII?
Aún no había decidido acerca de su nombre cuando otro terremoto lo hizo rodar hasta el borde, terminando abruptamente con sus ambiciones papales, así como con el reinado de la humanidad sobre la Tierra.



FAHRENHEIT 1976
Rogelio Ramos Signes
Argentina (1950)

No era el fútbol que a mí me gustaba. De hecho tampoco era fútbol, pero así le llamaban y era el único deporte que se practicaba. La pelota, de cristal transparente y alargada como un chorizo, era trasladada de campo a campo en el bolsillo del delantal; no podía ser tocada con los pies (lo que automáticamente suponía la cárcel para el involuntario pateador); los penales se decidían según cómo cayeran seis dados dentro de una pileta de natación; y los goles los anotaban los arqueros, cabeceando la pelota colgados de un helicóptero, y sólo si llovía. No era el fútbol que a mí me gustaba, insisto, pero le llamaban fútbol y era lo único que se practicaba allí por entonces. Así y todo llegué a ser el goleador del torneo, lo que unánimemente se consideraba una afrenta al país. Por ello es que fui condenado a escribir un árbol ("Graciela y Antonio se aman" fue mi frase), a plantar un hijo (en el patio de atrás del Conservatorio de Corte y Confiscación, como es bien sabido) y a tener un libro. Eso desencadenó mi tragedia, porque los militares (otra vez) habían derrocado al gobierno. Así fue como cortaron el árbol (porque entorpecía la luz de un semáforo), se llevaron a mi hijo, con incierto destino, y quemaron el único libro que tenía en la biblioteca.


OSCAR
Wilfredo Machado

Venezuela (1956)

Todas las mañanas veo a la conserje del edificio. Es una mujer pequeña de ademanes tímidos y nerviosos. No sé porqué su rostro está marcado por una profunda tristeza (la infelicidad ja... ja... ja). A veces tiene un ojo morado que esconde tras unos lentes de sol, por las palizas que le propina su marido cada noche cuando llega borracho.
- ¡Maldita india! No sirves para nada -le dice.
Es noche cuando llegué al edificio. Había una gran conmoción en la entrada. Los enfermeros estaban sacando el cadáver de un hombre cubierto por una sábana blanca donde se dibujaba una mancha de sangre. Detrás traían a la conserje: siempre tímida, bajo las luces de las cámaras y esposada. Esta vez su rostro había cambiado. Tenía una sonrisa enigmática como la de una estrella de Hollywood antes de recibir el Oscar.



EL TITERE
María Rosa Lojo
Argentina (1954)

Se mueve para complacer a los otros, como todos los desamparados. Hará cualquier papel menos el propio. Será la abuela rezando junto a la ventana un rosario hecho con bolitas de ojos que vieron al Señor; será el padre que murió con rebeldía, esperando que cambiasen para él las leyes de la tierra; será la madre que antes de envejecer se dobló como un traje de fiesta y se guardó en un cajón, para que no la sacasen a vivir. Será la mujer que gobierna sus hilos de marioneta y lo retira del escenario cuando termina la función y le canta canciones de cuna y lo acuesta, con piedad, junto a sus hijos.


SIN LECHE
Markku Pöysti

Finlandia (1966)

Me desperté con sensación de vacío. Mientras me cepillaba los dientes, observé que el tubo de dentífrico estaba vacío. Quise preparar un poco de chocolate caliente, pero no pude porque me había quedado sin leche. Me fui al supermercado y compré pan francés, rosquillas, tarta de frutillas, una barra de chocolate con chili, salchichas, pollo y sidra con especias. Me olvidé de comprar pasta dentífrica. Regresé a casa y me di cuenta de que seguía sin poder preparar el chocolate caliente, porque había olvidado comprar la leche. Me dirigí al supermercado otra vez y vi a una muchacha bastante atractiva. La muchacha llevaba una mochila con las banderas de Japón y Finlandia. Estaba caminando con rapidez y yo no pude mantenerme a su altura. En el supermercado me sentí profundamente sorprendido al ver que todos en el negocio estaban de pie muy quietos, como si estuvieran hipnotizados, en medio de sus compras. Hasta la muchacha con la mochila estaba de pie, inmóvil, en el departamento de frutas. Mi sensación de vacío se vio reemplazada por un sentimiento de paranoia. ¿Por qué toda esta gente me está haciendo esto a mí? Nunca dañé a nadie en toda mi vida, pensé con tristeza. Como había ido allí a comprar leche, me dirigí a la sección de lácteos y tomé un envase de leche, estirándome un poco porque una de las personas paralizadas estaba delante y me estorbaba. Fui hacia la caja. La cajera también estaba sentada inmóvil, sin hacer nada. También había varias personas haciendo cola. Era imposible comprar la leche. Pensé en robarme la leche, pero no tuve coraje para hacerlo. Había docenas de personas en el local y me vi obligado a suponer que podían verme. Quizás todos ellos eran miembros de la policía secreta, simplemente esperando que yo cometiera algún delito.
- Por qué está todo el mundo parado tan quieto -le pregunté a un cliente de aspecto relativamente razonable.

El cliente no dijo nada. Llevé la leche de regreso a la sección de lácteos, en silencio y comenzando a sentirme bastante contrariado. Qué difícil puede llegar a ser comprar un poco de leche, pensé sombríamente.
- Hola -le dije a la cajera (una muchacha verdaderamente bonita) mientras pasaba por la caja, rozando a la gente que todavía seguía inmóvil haciendo la cola. La cajera no dijo nada, pero se ruborizó un poquito. Esto me hizo sentir mucho mejor. Al menos la cajera no era mi enemiga.
- Ya se pueden mover ahora -dijo una voz masculina por un altoparlante cuando yo ya había dejado atrás la caja. Todo el mundo se comenzó a mover y todo volvió a la normalidad. Yo circulé otra vez por el supermercado y compré la leche sin más dificultades.