11 de marzo de 2011

Crónicas de Marilyn (7). Leyendas

En 1986 el guionista y director cinematográfico norteamericano David Lynch (1946) comenzó a escribir un guión basado en los últimos tres meses de la vida de Marilyn. En la escritura colaboraba Mark Frost (1953) -guionista estadounidense de cine y televisión con quien, entre 1990 y 1991, realizaría los treinta episodios de la serie de televisión "Twin Peaks"- y llevaba por título tentativo "Goddess" (Diosa). Sin embargo, después de un tiempo el director de "Blue velvet" (Terciopelo azul) abandonó el proyecto por considerarlo imposible. "Estaba condenado al fracaso -dijo Lynch-. No éramos capaces de captar su belleza, ni tampoco su infinito tormento: ella representaba muchas cosas para mucha gente, por lo que sólo podíamos reducir el mito". Otros autores de prestigio sí lo hicieron, entre ellos el ya citado Truman Capote (1924-1984) en "Music for chameleons" (Música para camaleones) de 1980, en el que trazó una emotiva semblanza de Marilyn recurriendo a la recreación de un diálogo sostenido entre ambos dos décadas antes.
Norman Mailer (1923-2007), novelista, ensayista y periodista norteamericano, autor de las novelas "The naked and the dead" (Los desnudos y los muertos) y "The executioner's song" (La canción del verdugo), por mencionar las más conocidas, publicó en 1973 "Marilyn. A biography" (Marilyn. Una biografía). Controvertido y audaz como siempre, Mailer recreó literariamente un período de tres o cuatro años de la historia de la actriz. "Supongo que sería mejor describir el texto como una autobiografía falsa, o un libro de memorias imaginarias", 
aclaró Mailer en 1980 al referirse al libro que originalmente pensó titular "Of women and their elegance" (Sobre la elegancia de las mujeres). Y agregó: "Hay un período en la vida de Marilyn Monroe sobre el cual se sabe muy poco. Yo investigué los años 1948, 1949 y 1950, cuando ella trabajaba como modelo e hizo un pequeño papel en 'The asphalt jungle' (La jungla de asfalto). En esos años, ella era una entre tantas de muchas chicas en Hollywood, y se metió en todo tipo de aventuras y salió con toda clase de hombres".
En uno de los párrafos del libro, Marilyn cuenta: "Yo era una propiedad del estudio y sabía que iba a tener que pasar por ciertas experiencias. Debía soltar una carcajada aunque por dentro sintiera náuseas. La mayoría de los ejecutivos fueron muy agradecidos, y algunos de ellos eran buenas personas. Un día tuve cita con tres de ellos cada media hora, antes de ir a las clases de interpretación en la noche, aunque, por supuesto, ese tipo de tareas sólo me llevaba cinco minutos. '¿Cómo está usted, señor Farnsworth, que gusto volver a verle', y pasaba detrás del escritorio. A veces ni se levantaban de su sillón, a veces tenía que arrodillarme. Algunas veces el contenido de sus pantalones era mejor que sus caras. De todos modos, la mayoría de estas personas no eran tan groseras, y pensaba con filosofía: 'anímate, podría ser peor. Podrían sacarse los calcetines y pedirme que les bese los pies'".
Sobre la base de su vida posterior, Mailer llegó a la conclusión de que los años 1948 a 1950 fueron horribles para Marilyn: "La tragedia que rodea a Marilyn Monroe es que a medida que su carrera tuvo éxito ella comenzó a desmoronarse. Es trágico pensar que se destruyó en los años de su éxito. Tenemos que asumir que estos asuntos están enterrados en su psiquis". Y cuenta Marilyn: "Un día fui de compras con una amiga. Fuimos a Saks y Bonwit Teller. Las personas se juntaron a verme tan pronto como me reconocieron y querían rasgar la cortina del vestuario. Yo no llevaba ropa interior y, para empeorar las cosas, un poco de mi olor natural salió cuando me saqué la falda. Nada pone a la gente más loca que una mujer con un aroma que no sale de una botella. Tal vez debería usar desodorante, pero me gusta oler un poco a mí misma. Es una manera de mantenerse en contacto".


En 1955 actuó en "The seven year itch" (La comezón del séptimo año), film al que pertenece la famosa escena de la rejilla de ventilación del metro y sus faldas volando al viento poniendo al descubierto su ropa interior. Filmada en la esquina de la Avenida Lexington y la calle 52 de Manhattan, Marilyn -en el libro de Mailer- la cuenta así: "El estudio me había dado un barato vestido blanco esa noche y unas bragas ajustadas también blancas, y me habían ondeado el cabello. El cuello, los hombros y un montón de espalda quedaban al descubierto y mostraban que estaba, por decirlo de alguna manera, agradablemente regordeta, pero no presté atención. Había dos mil personas en la calle observando, y se escuchaban un millón de silbidos. Sabía que no tenía que ser falsa cuando actuaba, y cuando eso sucedió, yo me sentía un poco húmeda cada vez que mi falda se levantaba. En verdad, hubiera querido tirarme a la multitud".
"Pensamos en Marilyn como en alguien que fue el romance de todo hombre en el imaginario norteamericano colectivo -afirma Mailer-, porque era una rubia hermosa y tenía una vocecilla dulce y armoniosa que brotaba de sus labios sensuales, y toda la limpieza que los impíos de todos los patios interiores norteamericanos exaltaban. Era nuestro ángel, el dulce ángel del sexo, y la dulzura del sexo brotaba de ella como una resonancia de sonidos de la fibra más sonora de un violín frágil y hermoso. A lo largo y a lo ancho de cinco continentes, los hombres que más sabían de amor la codiciaban, y el clásico adolescente con acné que hacía sus primeros tanteos solitarios también la deseaba, porque Marilyn era entrega, un auténtico Stradivarius del sexo, tan espléndida, clemente, graciosa, complaciente y tierna, que hasta el músico más mediocre confiaba su propia carencia de arte a la magia evanescente de su violín. 'El amor divino siempre ha saciado y siempre saciará todas las necesidades humanas', era el sentimiento que ella ofrecía de las obras de Mary Baker Eddy como 'mi plegaria de siempre para ti' (al hombre que pudo haber sido su primer amante ilícito), y si cambiamos amor por sexo, encontramos el subtexto de la promesa. 'El sexo de Marilyn Monroe -decía la sonrisa de la joven estrella- satisface todas las necesidades humanas'. Marilyn insinuaba que el sexo podía ser dificil y peligroso con las demás, pero una golosina con ella. 'Tómame -decía su sonrisa-. Soy fácil. Soy feliz. Soy un ángel del sexo, no lo dudes'. Pero también era una estrella cinematográfica dueña de la reserva más obstinada y el candor más extravagante, la arrogancia más conflictiva y la inferioridad más avasalladora".
La neoyorquina Joyce Carol Oates (1938) también incursionó en la vida de Marilyn para escribir en 2000 "Blonde" (Rubia). La propia autora se encargó de aclarar que la novela "no es una biografía de Norma Jean Baker" sino "su vida básicamente destilada en forma de ficción". Con el propósito de analizar la gloria y la decadencia del "sueño americano" a través de uno de sus grandes iconos, la autora de, entre otros, "A garden of earthly delights" (Un jardín de placeres terrenales) y "La hija del sepulturero" (The gravedigger's daughter), mientras delinea la vida íntima de la actriz denuncia la degradación moral del Hollywood de las grandes estrellas en particular y de la sociedad norteamericana en general.
Para Oates, Marilyn era una persona extremadamente inteligente que vivió su vida de manera atolondrada impulsada por los traumas que arrastraba desde su infancia. "Su problema no era que fuese una rubia tonta, porque ella no era rubia y mucho menos tonta", y sugiere que, de haber tenido una infancia normal, hubiese sido una excelente escritora 
cuando afirma que "para lo que Marilyn tenía verdadero talento era para las letras". "Ahora vivo para mi trabajo -dice Marilyn en la novela-. Vivo sólo para mi trabajo. Pero un día voy a hacer un trabajo digno de mi talento y mis deseos. Algún día. Es una promesa. Para que pueda dejar de estar atrapada dentro de esta muñeca de cara bonita". Esa muñeca, según Oates, era la imagen perfecta de la impostura conocida como "sueño americano": "una chica de cuerpo exuberante en la plenitud de su belleza física, con su camiseta sin mangas que 
destacaba sus pechos tras las suaves ondulaciones de la tela". Y añade en un pasaje de su novela: "Ella es una chica norteamericana sana y limpia como una gasa. Ella nunca ha tenido un pensamiento sucio. Ella nunca ha tenido un pensamiento triste. Ella nunca ha tenido un pensamiento salvaje. Ella nunca ha tenido una idea desesperada. Ella nunca ha tenido un pensamiento antiamericano. Ella es una enfermera con las manos tiernas. Una enfermera con la boca deliciosa. Robustos muslos, pechos abundantes, pequeños pliegues de grasa de bebé en sus axilas. Ella se ríe y chilla como un niño de cuatro años de edad. Sus hombros, brazos y pechos pertenecen a una mujer totalmente madura, pero su cara es la cara de una chica".


Hacia 1959, cuando actuó en "Some like it hot" (Una Eva y dos Adanes), se acentuaron sus 
inseguridades y temores. A pesar de su inmensa popularidad, los estudios cinematográficos 
estaban cada vez más renuentes a contratarla, lo que trajo aparejado nuevas depresiones y 
estancias en sanatorios o clínicas de descanso, a lo que se le agregó el consumo de alcohol y de barbitúricos. Billy Wilder (1906-2002), que la dirigió en esa comedia, recordaría en sus memorias que el rodaje fue un verdadero suplicio. "La experiencia más traumática de mi carrera -evocó el director- debido al imprevisible comportamiento de la actriz, que nunca llegaba a la hora o que, simplemente, tenía que repetir hasta sesenticinco veces un plano en el que tan sólo tenía una frase". Al respecto, Oates se pregunta en su novela: "Pero Marilyn, ¿es realmente divertida? ¿Se está divirtiendo? ¿Por qué la gracia? ¿Por qué es la hembra 
favorita? ¿Por qué la gente se enamora de ella? ¿Por qué la película es un éxito de taquilla en Estados Unidos? ¿Es acaso la obra maestra de Monroe? ¿Su película más comercial? Justo 
cuando su vida estaba en pedazos como una seda desgarrada, cuando su vida estaba en pedazos como un cristal roto, cuando en su interior se estaba desangrando, ¿por qué Marilyn era tan graciosa? ¿Por qué? ¿Por qué el mundo ama a Marilyn? ¿Por qué el mundo quiere copular con Marilyn? ¿Por qué el mundo quiere copular, copular y copular con Marilyn? La 
gran Marilyn, ¿era un enigma, una advertencia o era sólo una broma?". Eran los tiempos en los que su maquillador tardaba horas en reconstruirle el rostro, en los que tomaba cantidades de hidrato de cloral, entre el sueño y la vigilia, porque ella creía que "el sueño es el estado más dulce; estás muerta, pero viva. No hay sensación más intensa".
"Monroe -finaliza Oates-, a diferencia de Norma Jean, era más grande que la vida. Los personajes que le asignaron -rubia tonta, ángel del sexo, niña perdida, cordero inmolado, artista contrariada, diva autodestructiva- son todos ridículamente chatos e incapaces de conformar algo tridimensional. Si uno cree en la genialidad, ella era un genio. Porque Norma Jean no tenía ni idea de quién era ella, y ella tenía que llenar ese vacío. Cada día tenía que inventar su alma. Otras personas también tienen ese vacío -tal vez, de hecho, todo el mundo está vacío-, pero Norma Jean lo sentía".