Terry
Eagleton (1943) es un destacado crítico literario, escritor y profesor de Literatura Inglesa en el Departamento de Literatura Inglesa y
Escritura Creativa de la Universidad de Lancaster, Inglaterra. Nacido en una
familia de clase obrera irlandesa de tradición católica y republicana, se formó
teóricamente con Raymond Williams (1921-1988), el prestigioso intelectual galés
perteneciente al denominado Círculo de Birmingham. Sus puntos de vista ideológicos le
han conferido una importante influencia en el panorama de debate político, recibiendo enconados ataques por parte de conservadores y liberales. Ha
publicado diversos artículos en la "New Left Review" desde la década
de 1970 hasta la actualidad y, periódicamente también, publica artículos de
crítica cultural y política en "The Guardian". Entre sus más de cuatro
decenas de libros escritos sobre teoría marxista, crítica y teoría literaria, y
abundantes polémicas, se destacan "Walter
Benjamin or towards a revolutionary criticism" (Walter Benjamin o hacia
una crítica revolucionaria), "The ideology of the aesthetic" (La
estética como ideología), "The illusions of postmodernism" (Las ilusiones del posmodernismo), "After theory"
(Después de la teoría), "Why Marx was right" (Por qué Marx tenía razón), "Literary
theory. An introduction" (Una Introducción a la teoría literaria), y el
reciente "Marxism and literary criticism" (El marxismo y la crítica
literaria). En el nº 4 de la revista "Ideas de izquierda", correspondiente a octubre
de 2013, Alejandra Ríos y Ariane Díaz lo entrevistaron para hablar sobre uno de
sus últimos libros: "The event of literature" (El acontecimiento de
la literatura). En la misma, además de exponer algunas de las ideas centrales
de ese libro, el autor se remite a conceptos tratados ya en otros trabajos
publicados anteriormente.
Su
libro "El acontecimiento de la literatura" plantea que la teoría literaria ha
estado en declinación durante los últimos veinte años y que, históricamente, existe
una relación entre las vicisitudes de la teoría y determinados momentos de
conflictividad social. ¿Por qué cree que la teoría se desarrolla y alcanza sus
picos más altos en períodos en que la conflictividad social es mayor?
En nuestra época, la teoría literaria alcanzó su
punto más álgido, a grandes rasgos, en un momento en el cual la izquierda
política se encontraba en ascenso. Hubo un auge de dicha teoría en el período
que abarca, aproximadamente, desde 1965 hasta mediados o finales de la década
de 1970, lo que coincide más o menos con el momento en el que la izquierda era
mucho más militante y tenía mayor confianza en sí misma que en la actualidad.
De 1980 en adelante, con el endurecido control del capitalismo postindustrial
avanzado, estas producciones teóricas empezaron a ceder lugar al posmodernismo,
que entre otras cosas es -como lo ha señalado Fredric Jameson- la ideología del
capitalismo tardío. La teoría radical no se ha desvanecido, es
cierto, pero fue empujada hacia los márgenes, y gradualmente se fue volviendo
menos popular entre los estudiantes. Las grandes excepciones a esto fueron el
feminismo, que continuó atrayendo una gran cantidad de interés, y el
poscolonialismo, que se convirtió en algo así como una industria en
crecimiento, y aún sigue siéndolo. Uno no debería concluir, de esto, que la
teoría es inherentemente radicalizada. Hay muchas formas de teoría literaria y
cultural que no son radicales. Pero la teoría como tal plantea algunas
cuestiones fundamentales (más fundamentales que la crítica literaria de
rutina). Donde la crítica se pregunta: "¿qué significa la novela?", la teoría se
pregunta: "¿qué es una novela?". Hace que la pregunta retroceda a un paso
previo. La teoría es también una reflexión sistemática sobre las suposiciones,
procedimientos y convenciones que gobiernan una práctica social o intelectual.
Es, para decirlo de algún modo, el punto en el cual la práctica es empujada a
una nueva forma de autorreflexividad, tomándose a sí misma como objeto de su
propia indagación. Esto no tiene necesariamente efectos subversivos, pero puede
significar que la práctica esté obligada a transformarse, habiendo examinado
algunas de sus consideraciones subyacentes, en una nueva forma crítica.
En el
mismo libro comenta que el concepto de "literatura" es relativamente reciente,
surgido durante un período de turbulencias sociales, y que reemplazó a la
religión como refugio de valores estables. Pero también señala que la
literatura puede ser vista como una actividad capaz de desmitificar las ideas
dominantes. En "La estética como ideología", planteaba también que la
estética ha sido tanto una forma de interiorización de valores sociales -y en
este sentido un elemento de disciplinamiento social-, así como también un
vehículo de utopías y cuestionamientos a la sociedad capitalista. ¿Sigue
cumpliendo el arte ese papel doble y contradictorio?
Desde un punto de vista político, tanto el
concepto de literatura como la idea de la estética son, sin duda, conceptos de
doble filo. Hay sentidos en los que se ajustan a los poderes dominantes, y
otras formas en las cuales los desafían (una ambigüedad que es también verdad
para muchas obras artísticas individuales). El concepto de literatura data de
un período en el cual había una sentida necesidad de proteger ciertos valores
creativos e imaginativos de una sociedad que era cada vez más filistea y
mecánica. Está relativamente hermanada con la llegada del capitalismo
industrial. Esto luego permitió que esos valores actúen como una crítica
poderosa a dicho orden social, pero al mismo tiempo los distanció de la vida
social cotidiana y algunas veces ofreció una compensación imaginaria por ello.
Lo que quiere decir que se ha comportado de una manera ideológica. La estética
encontró un destino similar. Por un lado, la así llamada autonomía del
artefacto estético brindó una imagen de autodeterminación y libertad en una
forma autocrática, a la vez que desafió su racionalidad abstracta con su
naturaleza sensorial. En este sentido puede ser utópica. Al mismo tiempo, sin
embargo, esa autodeterminación era, entre otras cosas, una imagen de un sujeto
de clase media que no obedecía a la ley sino a sí mismo. Creo que esas
ambigüedades permanecen en la actualidad. En las sociedades capitalistas
avanzadas, donde la idea misma de las Humanidades está bajo amenaza, es vital
promover actividades como el estudio de las artes y la cultura precisamente
porque las mismas no tienen ningún propósito pragmático inmediato, y en este
punto cuestionan la racionalidad utilitaria e instrumentalista de tales
regímenes. Esta es la razón por la cual el capitalismo en realidad no tiene
tiempo para ellas y por la cual las universidades, actualmente, quieren
desterrarlas. Por otra parte, todo socialista tiene claro que el arte y la
cultura no son, en última instancia, los escenarios de lucha más importantes.
Tienen su importancia, en particular porque la cultura, en el sentido cotidiano
de la palabra, es el lugar donde el poder se sedimenta y reposa. Sin esto, es
muy difícil y abstracto ganar la lealtad popular. Sin embargo, el culturalismo
posmoderno está equivocado en creer que la cultura es lo básico en los asuntos
humanos. Los seres humanos son en primer lugar naturales, animales materiales.
Son el tipo de animal que necesita de la cultura (en el sentido amplio del
término) para sobrevivir; pero eso se debe a su naturaleza material como
especie: lo que Marx llama "ser genérico".
En el
libro propone la noción del trabajo literario como "estrategia", esto es, una
estructuración determinada por una funcionalidad, propuesta como un especial
tipo de "respuesta" a una pregunta planteada en la realidad social. ¿Cómo se
lleva esta definición con la idea de autonomía de la obra, en tanto un fenómeno
autorregulado?
No creo que exista necesariamente una
contradicción entre estrategia y autonomía. Una estrategia puede en sí misma
ser autónoma, en el sentido que es una pieza distintiva de una actividad cuyas
reglas y procedimientos son peculiares e internos a sí misma. La paradoja de la
obra artística, al respecto, es que de hecho va a trabajar en algo que está
fuera de sí misma, concretamente, problemas en la realidad social. Pero esto lo
hace "autónomamente", en el sentido de que "reprocesa" o "retraduce" estos
problemas en sus propios y sumamente peculiares términos. En este sentido, lo
que empieza como algo externo o heterónomo a la obra, termina como algo interno
a la misma. Una obra realista debe respetar la lógica heterónoma de su material
(no puede decidir que Nueva York esté en el Ártico, como una obra modernista o
posmodernista podría), pero al hacerlo simultáneamente arrastra este hecho a su
propia estructura autorregulada.
Varias
veces en este libro señala que las teorías posmodernas y posestructuralistas
terminan en un fundamentalismo antiesencialista simétrico a aquellos
"fundamentalismos" que se pretendían minar. ¿Siguen siendo estas definiciones
posmodernas las dominantes en la discusión cultural e ideológica, o la nueva
situación de crisis capitalista y cierto reemerger de la lucha de clases han
dado pie a nuevos intentos teóricos que no sean teórica y socialmente
escépticos?
El posmodernismo es, supuestamente,
antifundamentalista, pero se podría afirmar que simplemente sustituye ciertos
fundamentos tradicionales por uno nuevo: concretamente, la cultura. Para el
posmodernismo, la cultura es la base más allá de la cual no se puede excavar,
dado que para ello se necesitaría recurrir a la cultura (concepto, métodos y
demás). En este punto, cabría sostener entonces que este antifundamentalismo es
bastante falaz. En cualquier caso, todo depende de lo que se considere por
"fundamento". No todos los fundamentos necesitan ser metafísicos. Existe, por
ejemplo, la posibilidad de un fundamento pragmático, como podemos encontrar,
pienso, en el último Wittgenstein. Respecto de la cuestión de si el discurso
posmoderno sigue siendo dominante o no en nuestros días, me inclino a pensar
que mucho menos. Desde el 11/9 hemos presenciado el despliegue de una nueva -y
bastante alarmante- gran narrativa, justo en el momento en el que se decía con
complacencia que las grandes narrativas habían terminado. Una gran narrativa
-la de la Guerra Fría- se había de hecho acabado; pero, por razones
relacionadas sutilmente a la victoria de Occidente en dicha lucha, ni bien
terminó esa narrativa, se desató otra. El posmodernismo, que juzgaba la historia
como posmetafísica, posideológica, incluso en un sentido poshistórica, fue
tomado por sorpresa. Y no creo que se haya recuperado realmente.
A lo largo
del libro repasa, en lo que considera sus aportes y debilidades, diversas
teorías literarias desarrolladas en del siglo XX y más contemporáneamente. La
perspectiva marxista parece haber tenido en esta historia un importante peso.
¿Cuáles son en la actualidad los nuevos aportes que se ubican desde esta
perspectiva? ¿Sigue siendo fructífera hoy esta tradición en este terreno como
lo es en otros, según plantea por ejemplo en "Por qué Marx tenía razón"?
La respuesta breve a la pregunta sobre cuáles
son las nuevas contribuciones marxistas críticas es: son casi inexistentes.
Simplemente, el contexto histórico no es el adecuado para este tipo de
desarrollos. La obra de quien, desde mi punto de vista, es el crítico más
eminente del mundo -Fredric Jameson- sigue en curso. Produce un libro brillante
tras otro en una época en la que muchos críticos muy reconocidos han caído en
el silencio. Pero no hay un nuevo cuerpo de crítica marxista, y dado que no se
dan las circunstancias históricas propicias, uno casi no esperaría que lo haya.
Al mismo tiempo, indudablemente el marxismo no ha desaparecido, como sí ha ocurrido
con el posestructuralismo (de manera bastante misteriosa), e incluso quizá con
el posmodernismo. Ello se debe en gran medida a que el marxismo es mucho más
que un método crítico, es una práctica política. Y si lo que tenemos es una
grave crisis del capitalismo, es inevitable que de algún modo éste se encuentre
en el aire. Lo mismo puede afirmarse del feminismo, cuyo momento culminante
está unas décadas atrás pero que ha sobrevivido de manera modificada, porque
las cuestiones políticas que plantea son vitales. Las teorías van y vienen; lo
que persiste es la injusticia. Y mientras esto sea así, habrá siempre alguna
forma de respuesta intelectual y artística a ello.