Numerosos
son los intelectuales cuyas obras contribuyeron a la formación teórica de Michael
Löwy. Ello se ve reflejado en los numerosos ensayos que escribió, como por
ejemplo “Walter Benjamin: avertissement d’incendie. Une lecture des thèses sur
le concept d’histoire” (Walter Benjamin: aviso de incendio. Una lectura de las
tesis sobre el concepto de historia), “Max Weber et les paradoxes de la
modernité” (Max Weber y las paradojas de la modernidad), “La théorie de la
révolution chez le jeune Marx” (La teoría de la revolución en el joven Marx),
“Rosa Luxemburg, l'étincelle incendiaire” (Rosa Luxemburg, la chispa
incendiaria), “Franz Kafka, rêveur insoumis” (Franz Kafka, soñador insumiso),
“La pensée de ‘Che’ Guevara” (El pensamiento del Che Guevara), “Pour une
sociologie des intellectuels révolutionnaires. L'évolution politique de György
Lukacs” (Por una sociología de los intelectuales revolucionarios. La evolución
política de György Lukacs) y “Kafka, Welles, Benjamin. Éloge du pessimisme
culturel” (Kafka, Welles, Benjamin. Elogio del pesimismo cultural). También es
autor de ensayos en los que profundizó con una mirada crítica en la historia,
la sociología y la filosofía, entre ellos “Rédemption et utopie: le judaïsme
libertaire en Europe centrale. Une étude d'affinité élective” (Redención
y utopía: el judaísmo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad
electiva), “Dialectique et révolution. Essais de sociologie et d'histoire du
marxisme” (Dialéctica y revolución. Ensayos de sociología e historia del
marxismo), “Patries ou planète? Nationalismes et internationalismes de Marx à
nos jours” (¿Patrias o planeta? Nacionalismos e internacionalismos de Marx a
nuestros días), “La guerre des dieux. Religion et politique en Amérique Latine”
(Guerra de dioses. Religión y política en América Latina) y “Écosocialisme.
L'alternative radicale à la catastrophe écologique capitaliste” (Ecosocialismo.
La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista). En esta última
obra, Löwy explica que el movimiento ecosocialista tiene como objetivo detener
y revertir el desastroso proceso de calentamiento global en particular, el ecocidio
capitalista en general y construir una alternativa radical a la práctica y al
sistema capitalista. El ecosocialismo redefine la ruta y el objetivo del
socialismo dentro de un marco ecológico y democrático. Para finalizar, a
renglón seguido puede leerse la tercera y última parte de la recopilación
editada de las entrevistas realizadas por José Miguel Ahumada, Sabrina
Fernandes y Marc Berdet, las que fueron publicadas respectivamente en las
revistas “Heterodoxia” nº 5 (septiembre de 2020), “Jacobin Brasil” nº 2 (abril
de 2021) y “Acta Poética” vol. 42 nº 2 (julio-diciembre de 2021).
Usted ha encontrado una alianza entre Weber y
Marx que provee una caja de herramienta muy fértil para hacer una crítica más
amplia del capitalismo. Esto en el sentido de que el fundamento del
capitalismo, si bien es la explotación, generaría también un conjunto de
efectos mucho más amplios. Irradiará otras esferas, como el desencanto del
mundo, la mecanización, la alienación, la cosificación, etc. ¿Cuáles serían las
conexiones entre Marx y Weber, considerando que cualquiera que haya tomado un
curso de sociología sabe que lo primero que se hace convencionalmente es establecer
un quiebre entre ambos consignando a Weber como “el Marx de la burguesía”?
¿Dónde encontró estos nexos para hacer una crítica al capitalismo?
Lo primero
es que hay varios pasajes en Max Weber en que se refiere a la crítica marxista
en términos positivos. Weber es un personaje muy extraño, casi esquizofrénico,
porque, por un lado, en cuanto burgués -el mismo se declara burgués-, admira al
capitalismo como el sistema económico más eficaz y racional de todos los puntos
de vista. En esto parece hacer una apología al capitalismo. Pero al mismo
tiempo, como intelectual, como profesor de la elite académica alemana, tiene
una repulsión al capitalismo. Entonces, es un personaje ambivalente. Uno tiene
que verlo en los dos aspectos. A mí me interesa el aspecto crítico, aunque el
apologético también exista, y allí -en el aspecto crítico- hay algunas
coincidencias con Marx. Existen pasajes muy sorprendentes en que se refiere a
cómo los párrocos protestantes trataron de convencer a los obreros
amenazándolos con que si no trabajan para el capitalista se irían al infierno,
que sirvieron para someter a los trabajadores a la explotación del capitalista:
“como dicen los marxistas -dice a su vez Weber-, sacarles la plusvalía”. Hay
citas así en Weber, en que directamente retoma la tesis marxista de la
explotación asumiéndola, aunque no sea su argumento principal. Otros argumentos
críticos de Weber no son idénticos a los de Marx pero son complementarios. En
resumen, yo veo una complementariedad en el aspecto crítico y una contradicción
en el aspecto apologético. Weber es apologético cuando en “La ética protestante
y el espíritu del capitalismo” dice que el origen del capitalismo es la ética
protestante. Es decir, cuando ve el origen del capitalismo en el ascetismo del
empresario (el ahorro, la inversión en la empresa) como indicador de su
decisión para ir al paraíso, para la salvación eterna, mientras considera al
trabajo, como un deber moral. Allí está siendo apologético, pues los
capitalistas al explicar el origen de su fortuna dicen: “trabajé mucho”,
“ahorré”, “no gasté mi dinero como esos pobres que viven tomando cerveza e
invertí en mi empresa y así es como me hice millonario”. Ese es el auto
discurso apologético del capitalismo. Aquello va en directa contraposición con
Marx, quien demuestra en “El capital” que el origen del capital es la
acumulación primitiva, es decir, la expropiación violenta de los campesinos,
las guerras coloniales, el tráfico de esclavos y la conquista. El argumento
apologético de Weber es una visión idílica del capitalista como alguien que
trabaja muchísimo, ahorra, etc. Esa es una mistificación. Allí hay una contradicción
con Marx. Sin embargo, en el aspecto crítico hay una complementariedad en la
misma idea de “jaula de hierro”. Cuando se lee las últimas páginas de “La ética
protestante…”, se encuentra un verdadero “manifiesto anticapitalista”. Es algo
muy raro. Él dice que en el capitalismo los individuos son totalmente
maniatados por el sistema. No hay ningún espacio de libertad. El individuo es
determinado en su vida tanto económica como socialmente, está determinado por
esas reglas impersonales del capital. Es como si el individuo estuviera
encerrado en una jaula de hierro. Así visto, el capitalismo es la negación de
la libertad humana en tanto se erige como un sistema de dominación total e
impersonal: una esclavitud sin amo. Está el capitalista, por supuesto, pero
tampoco es que tenga control sobre el capital; es únicamente un funcionario del
capital, como decía Marx. El capital determina la vida de todos con sus reglas
de hierro, que son las reglas del mercado y punto. No hay libertad allí para
los individuos y todos estamos encerrados en una jaula de hierro. Es una
crítica muy dura. No es contradictoria con lo que dice Marx, quien dice algo
parecido pero formulado de una forma distinta. Por ello es que, como trato de
sugerir en mi libro “La jaula de hierro. Max Weber y el marxismo weberiano”,
existe toda una corriente dentro del marxismo: los marxistas weberianos, que
empiezan con Lukács, la Escuela de Frankfurt, Merleau-Ponty, Gramsci incluso, y
varios otros.
¿A Gramsci también lo incluye en esa tradición?
Gramsci
tomó a Weber por otro lado. En los “Cuadernos de la cárcel” cita a Weber para
decir, curiosamente, que las ideas sí tienen un papel determinante en la
historia, y aceptó la idea de que la ética protestante tuvo un rol clave en el
surgimiento del capitalismo. Y él utiliza eso en contra del economicismo del
marxismo oficial, que niega el papel de las ideas y afirma la determinación
económica de la realidad social. Gramsci dice no, las ideas son fundamentales
para nosotros también. Las ideas socialistas tienen que ganar la hegemonía.
Así, él le da un papel muy importante a la ética y a las ideas, y eso Gramsci
lo toma de su lectura de Weber. Ahora, no diría que Gramsci era un marxista
weberiano, pero era parte de esa utilización de Weber que va muchas veces en
contra de la lectura del mismo Weber que hacen los marxistas.
Weber relaciona burocracia con capitalismo. Hoy
se tiende a pensar la burocracia como un asunto estrictamente estatal y la
libertad como lo propio del capitalismo. La burocracia es el Estado y el
capitalismo es libre emprendimiento, competencia. Mientras que, en Weber,
capitalismo y burocracia van de la mano.
La
dominación más adecuada al capital es, como decía Weber, la dominación
burocrático-racional. Las dos son inseparables.
Volviendo al tema de Benjamin, él también
realiza una crítica a la idea de que el socialismo y la izquierda caminan al
ritmo de la historia. La historia se desplegaría en una línea de progreso,
donde la izquierda está llamada a seguir en esa línea, algo que se ve en
clásicamente en Kautsky y en toda esa tradición anclada en la idea de progreso
y de determinismo económico. Usted ha escrito bastante, no solamente criticando
esa idea de progreso en la izquierda, sino también reivindicando unas
tradiciones críticas a la sociedad moderna, pero en nombre de ideas
pre-capitalistas, que es la idea, finalmente, del romanticismo. ¿Cuáles serían,
de acuerdo a usted, los principales elementos de un romanticismo que podría
transformarse en un elemento fértil para una izquierda actual?
El
romanticismo, tal como yo lo entiendo, no es sólo una escuela literaria, es una
visión del mundo que surge en el siglo XVIII con Jean Jacques Rousseau y que
continúa hasta hoy. Y su característica distintiva es que es una crítica a la
civilización industrial capitalista moderna, en nombre de valores del pasado
pre-capitalista. Pero eso puede tomar varias formas. Una de ellas es regresiva.
Es decir, buscar la restauración del pasado, de las sociedades feudales, de la
monarquía, del poder de la iglesia, del poder de los propietarios de tierra
feudales. Todo eso es romanticismo reaccionario, que quiere restaurar el
pasado. Ahora, hay otro tipo de romanticismo que yo llamo romanticismo utópico
o revolucionario, que no quiere volver al pasado, pero quiere dar una vuelta
por el pasado en dirección al futuro utópico. Es decir, utilizar esta
referencia del pasado, esa nostalgia del pasado, pero proyectándola en una
utopía de futuro. Y eso lo encontramos incluso en Marx y Engels -quienes no
fueron románticos-, cuando hablan del comunismo primitivo, por ejemplo, en lo
relativo a la confederación iroquesa en América del Norte. Ellos decían:
¡miren, esos hombres eran libres, iguales, vivían sin propiedad privada, sin
Estado! Comparemos esos hombres y mujeres del comunismo primitivo con el pobre
esclavo del capital de hoy. Ahora, obviamente el comunismo moderno no es una
vuelta al comunismo primitivo, pero retoma esos elementos que se perdieron con
el “progreso”. Esta idea va a ser desarrollada de varias formas en el
romanticismo revolucionario o incluso con el marxismo romántico en el siglo XX.
Para dar un ejemplo latinoamericano muy conocido, está José Carlos Mariátegui,
que habla del comunismo incaico, que de hecho fue muy criticado por eso, pero
es un concepto importante. Incluso aparece en Rosa Luxemburgo, en su libro “Introducción
a la economía política”. Mariátegui sostiene que esas tradiciones comunitarias
indígenas se mantienen hasta hoy y pueden ser un punto de apoyo para la lucha
comunista revolucionaria del futuro. Entonces, no se trata de volver al
Tahuantinsuyo -el imperio Inca- sino partir de esas tradiciones comunitarias
indígenas para desarrollar el movimiento socialista moderno entre los
campesinos, obreros, etc. Aquella perspectiva es muy interesante. En esa misma
línea, una de las críticas de los románticos al capitalismo es en nombre de la
naturaleza: los románticos tienen una relación muy fuerte con la naturaleza
espiritual, religiosa a veces, estética y ven al capitalismo como una fuerza
destructora de los paisajes, de la naturaleza, de los animales, etc. Esa
crítica me parece uno de los elementos más actuales del romanticismo hoy,
cuando lo vemos con la crisis ecológica derivada de la destrucción capitalista.
Por tanto, ese momento “ecológico” del romanticismo me parece también muy
vigente. Ahora, quiero decir una palabra sobre Weber, porque él tiene entre sus
contradicciones también un aspecto romántico. Como dije, es un personaje muy
contradictorio, tiene un aspecto moderno y un aspecto romántico. El aspecto
romántico se ve en las últimas páginas de “La ética protestante”, cuando dice
que se perdió con la modernidad capitalista la capacidad humana universal que
representaba por ejemplo Fausto, esto es, el hombre universal que es un
filósofo, un artista, un científico, todo al mismo tiempo. Esa universalidad
humana del pasado se perdió, porque el capitalismo divide y racionaliza todo:
todos son especialistas. Dice Weber, entonces, que quizás van a venir nuevos
profetas que permitirán volver a los valores antiguos que se perdieron. Es un
discurso totalmente romántico. Weber es, en general, un romántico resignado, es
decir, alguien que dice: el capitalismo no me gusta, pero está ahí y no hay
salida. Y ahí está la contradicción principal con Marx. Para Marx no podemos
resignarnos al capitalismo, sino que existe la posibilidad y la necesidad de
luchar para su abolición. Y Weber no creía en eso.
Weber pesimista…
Sí,
pesimista y anti socialista, porque él decía que el socialismo va a sustituir
el capitalismo privado por un capitalismo burocrático de Estado. Y Weber
rechazaba el socialismo.
Pareciera que aquí hay dos tipos de crítica
románticas. Por un lado, en el caso de Weber, la idea de que el capitalismo
genera un sujeto fracturado o especializado, a partir del cual se deriva una
reivindicación de una idea de individuo más orgánico y, por otro lado, la idea
de que la acumulación capitalista desarticula los lazos de los sujetos con la
naturaleza y con la comunidad misma. Esas dos críticas parecen estar
articuladas en lo que usted ha reivindicado en los últimos textos, la idea del
ecosocialismo. Al parecer esta idea estaría anclada en estas dos críticas al
capitalismo, la mercantilización de la tierra, por un lado, y la pérdida de
control del proceso productivo. ¿Cuáles serían los principales elementos del
proyecto ecosocialista?
Creo que
se puede construir una genealogía romántica del ecosocialismo, es decir, en la
historia del romanticismo vemos varios pensadores que han desarrollado una
crítica de tipo romántico al capitalismo desde el ángulo de la destrucción de
la naturaleza, como se observa en la obra de Morris o Benjamin, y varios otros.
Ahora, eso no significa que el ecosocialismo necesariamente tiene una forma
romántica. Puede tenerla o no. Pero el tema es que esa dimensión romántica
vuelve una y otra vez, incluso en alguien que no reivindica el romanticismo
como Naomi Klein, por ejemplo. Si leemos su libro “Esto lo cambia todo”, vemos
la gran admiración que ella tiene por los indígenas, sobre todo en Canadá y
Estados Unidos. Ellos están en la primera línea de la resistencia a los
oleoductos, a las multinacionales del petróleo, etc., en nombre de su relación
con la naturaleza, con los ríos, con los bosques, etc. Una relación que es
humana, que es espiritual, que tiene varios aspectos, pero que hace que ellos
se opongan de manera activa y que muchas veces logran bloquear esos desarrollos
destructores. Klein explica que esa relación con la naturaleza, esa
espiritualidad, es ancestral. Aquello hace referencia a un momento romántico de
la crítica. Pero bueno, el ecosocialismo es una propuesta de repensar el
socialismo, el comunismo o el marxismo, si se quiere, a la luz de la crisis ecológica.
Es decir, partimos de la idea de que la cuestión ecológica es clave ahora y va
a ser mucho más en los próximos años; es una cuestión decisiva desde el punto
de vista económico, social, político, humano, etc., y que el socialismo y el
marxismo deben asumir esto como un tema central, no un punto más en un
programa. Es algo esencial: o logramos derrotar al capitalismo y establecer un
proceso de transición hacia el ecosocialismo o el capitalismo va a llevar a una
catástrofe sin precedentes en la historia de la humanidad. Aquello es una
cuestión fundamental que implica una nueva concepción del socialismo, en la
cual no se trata solo de una apropiación colectiva de los medios de producción -que
es obviamente una condición fundamental-, sino de una transformación de todo el
aparato productivo, del modo de consumo, del modo de transporte, etc.. Es un
cambio del paradigma de civilización, lo que implica, obviamente, un proyecto
de transformación muy radical, muy amplio que abarca otra concepción del individuo,
de la comunidad, de la producción, del consumo, donde la expropiación es un
aspecto, pero es solo un primer paso, no el último.
Allí también hay una crítica a la idea del
progreso, a la idea de que el objetivo no es tanto acelerar la locomotora, sino
poner un freno de mano.
Sí claro.
Aquella es una frase de Benjamin sobre Marx, quien pensaba que la revolución es
la locomotora de la historia. Benjamin pensaba que, quizás, es más bien la
humanidad la que pone el freno al tren. Creo que aquello es muy acertado: somos
todos pasajeros del tren de la civilización capitalista y ese tren nos está
llevando a un abismo. El acto emancipador es entonces frenarlo, esa es la tarea
revolucionaria. Y efectivamente hay que romper con esa ilusión del progreso:
que la historia lleva necesariamente al socialismo, que el capitalismo va a
derrumbarse víctima de sus contradicciones o que el socialismo es
inevitablemente la próxima etapa de la evolución de los modos de producción,
etc. Hay varias variantes de ese discurso, pero en el fondo son una ilusión que
la historia ha probado en el pasado y en el presente. En particular la ilusión
de que el desarrollo de las fuerzas productivas nos lleva al socialismo. Es al
revés, las fuerzas productivas capitalistas nos están llevando a la catástrofe.