El psicoanalista,
ensayista y editor argentino Enrique Carpintero (1958) estudió en la Facultad
de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se doctoró en psicología
en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). En 1991 fundó la editorial y la revista
“Topía”. La primera publica principalmente libros que abordan temas como la
subjetividad, la identidad, el malestar social, la violencia, la ética y la
política desde una perspectiva crítica que dialoga con distintas disciplinas.
La segunda es una publicación cuatrimestral cuya temática abarca disciplinas y
temáticas diversas como el psicoanálisis, la cultura, la sociedad, la clínica
psicoanalítica, el trabajo corporal, etc. De ambos emprendimientos culturales Carpintero
es el director. Entre sus libros publicados figuran “Registros de lo negativo.
El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos
dispositivos psicoanalíticos”, “El erotismo y su sombra. El amor como potencia
de ser”, “Historia del psicoanálisis en la Argentina”, “La alegría de lo
necesario. Las pasiones en Spinoza y Freud”, “El psicoanálisis en la Revolución
de Octubre”, “Spinoza, militante de la potencia de vivir” y “La tentación
neofascista. El odio y el miedo como política del sometimiento”.
Lo que sigue es la primera parte de una combinación de
fragmentos de las entrevistas publicadas en el sitio web de “Radio Perfil” el 7
de agosto de 2025, en el diario “Página/12” el 10 de noviembre de 2025 y en el
medio de información digital “Tinku” el 1 de noviembre de 2022, a cargo de
Jorge Fontevecchia, Oscar Ranzani y Mario Hernández respectivamente.
Me gustaría que hiciera
una síntesis didáctica de su último libro, “La tentación neofascista”, que me
parece absolutamente interesante y muy oportuno para tratar de divulgarlo lo
máximo posible.
El libro está dividido en
dos partes. La primera es el sujeto como portador de la cultura. Es decir,
cuando hablo de cultura habló de civilización. Y destaco cómo la cultura actual
está basada en lo que yo llamo "un exceso de realidad” que produce
monstruos. Exceso de realidad no es más realidad, sino todo lo contrario. Es
una realidad que excede nuestras posibilidades de simbolización y a lo que los
psicoanalistas llamamos pulsión de muerte, que es la violencia destructiva y
autodestructiva. Hoy, no solamente acá sino en el mundo, se asientan
determinado tipo de políticas que yo llamo neofascistas. Hoy nos encontramos
con un autoritarismo neoliberal y neofascista representado por Javier Milei.
Tenemos que diferenciar al neofascismo de lo que realmente se consideraba el
fascismo clásico, que es el fascismo de los años 30, en Europa, de Mussolini y
Hitler. Eran políticas estatistas y nacionalistas, y la violencia iba dirigida
hacia el otro, básicamente socialistas y comunistas, los cuales se dedicaban a
atacarlos. Antes el fascismo era industrialista y estatista, ahora el
neofascismo es financiero y neoliberal. Hoy es todo lo contrario. Las políticas
neofascistas autoritarias están basadas en una política neoliberal. Y, así como
el fascismo clásico se apoyaba en el capital industrial, hoy el fascismo
neoliberal se apoya en el auge del capital financiero. Desde ahí se basa
generando una ilusión en la cual, desde este individualismo, el neofascismo no
solamente plantea un neoliberalismo en el plano económico, sino como un sentido
de vida. Esto ya lo decía una de las fundadoras del neoliberalismo, que era
Margaret Thatcher, quien decía que no había sociedad, lo que había eran sólo
los individuos, y que teníamos que llegar al alma y al corazón de cada una de
las personas. Creo que, en este sentido, hoy el neoliberalismo funciona como un
sentido de vida, donde acá vale el “sálvese quien pueda” y un determinado
proceso de desarrollo de la violencia destructiva y autodestructiva. Esto ha
generado un traumatismo social generalizado muy claro, que nos lleva a que haya
índices muy altos de depresión, angustias, y suicidios. En especial en toda la
franja de adolescentes y de jóvenes, algo de lo que se habla muy poco. Hoy nos
encontramos con veintisiete suicidios por día, de los cuales el 80% son
adolescentes y jóvenes. Hay zonas, como por ejemplo toda la zona de la costa,
en donde se ha declarado casi una pandemia, es decir, de salud mental. Yo me
paré en poder escribir este libro en el sentido de que es un desafío ético,
porque en tanto psicoanalista yo trabajo con la pulsión de vida y me encuentro
con un gobierno cuyos efectos están ligados a la pulsión de muerte.
Déjeme hacer una
comparación. Es correcto lo que usted dice de que el fascismo de los años ‘30
se apoyaba en el industrialismo. Mientras que el neofascismo del siglo XXI, en
el caso de Argentina pareciera tener más bien apoyo en la cuestión financiera.
Pero no así en Trump, que plantea una industria como un regreso a los 30 de
Estados Unidos, un industrialismo. ¿Qué diferencia encuentra usted en el
carácter entre Trump y Milei?
En primer lugar, Donald
Trump es presidente de la principal potencia mundial, completamente diferente a
Argentina. Pero yo creo que él, si bien plantea toda una serie de políticas
restrictivas y en relación con la entrada de capitales y a los capitales que
van o las mercancías que salen, con grandes impuestos, él no se plantea tampoco
una política industrialista, sino que sigue defendiendo las perspectivas
neoliberales con las características propias de Estados Unidos y con las
características propias de un imperio que está en crisis y necesita ver de qué
manera se apropia de sectores de capital. Milei básicamente toma un modelo que
no es el de Trump, sino el de Viktor Orbán, el de Hungría, que está hace quince
años en el poder. Eso es un poco lo que hacen estos neofascismos. Es decir,
usan la democracia para subir al poder y luego se dedican, básica y
fundamentalmente, a limar todas las libertades civiles, sociales y políticas
que se lograron en todos estos años. Hay puntos de coincidencia en los
diferentes neofascismos en el mundo, y puntos de divergencia en función de las
características propias de cada país. Por ejemplo, un tema central en Europa y
en Estados Unidos, es el tema de los inmigrantes, cosa que acá, si bien está
más o menos planteado, no es un problema que surja como determinante.
Entrevistamos a Andrea
Colamedici, autor de ese libro “Hipnocracia”, y dijo que su búsqueda inicial
era encontrar una palabra que sustituyera a “fascismo”. Se trata de la
megalomanía italiana, dado que ellos inventaron el fascismo y el Imperio
Romano, entonces también tenían que inventar el nuevo término. Colamedici
plantea como carácter de diferenciación esta especie de hipnocracia de las
redes sociales y la nueva aristocracia de Silicon Valley. En lugar de
industrialismo, lo que hay es inmaterialismo. Y eso es lo que controla las
mentes y el dinero. Las inversiones que anunciaron este año las tres grandes
compañías de inteligencia artificial de los Estados Unidos son más de cien mil
millones de dólares en desarrollo de inteligencia artificial. ¿Qué ve usted
allí de esta inmaterialidad?
Me parece que tenemos que
diferenciar el liberalismo clásico, que está basado en toda la perspectiva
democrática republicana, del neoliberalismo. Es decir, el neoliberalismo lo
iniciaron Reagan y Thatcher, y no dudaron en implementar formas violentas contra
los sectores pobres o populares. Después, en América Latina, la base del
neoliberalismo está dada en dos dictaduras: la de Pinochet y la de Videla y
compañía acá en Argentina. Lo que implica el neoliberalismo es un desarrollo
fuerte de las fuerzas productivas que no necesitan de la democracia
republicana, sino todo lo contrario. Es decir, molesta la democracia
republicana. En ese sentido, lo que vamos a encontrar es que estos gobiernos
liman todas estas libertades democráticas para generar una política basada en
el odio y el miedo como una forma de sometimiento. Esa política está metida
dentro de lo que se llama la hipnocracia. Es decir, lo que se desarrolla en el
libro es cómo las redes sociales lo que generan son procesos de desubjetivación
y procesos de desidentificación. Esto lleva a que quedemos atrapados
hipnóticamente, como plantea el libro, y desaparecemos como sujeto. Sobre estos
procesos de desidentificación y desubjetivación se genera este traumatismo
social generalizado, y sobre esa base se asienta este neofascismo. Me parece
bien buscar otro término. A mí me parece que el término neofascismo alude a
algo que en la conciencia histórica es muy fuerte, que es alertar sobre un
gobierno autoritario. Las fuerzas de derecha o de extrema derecha también apelan
a una conciencia histórica de derecha para poder revitalizar esta perspectiva
de derecha, que en nuestro país tiene una historia. Acá, a principios del siglo
se hizo el primer y único “pogrom” en América Latina. Acá se hizo el acto más
importante nazi en el mundo, en el famoso acto en el Luna Park. Y después, la
dictadura militar, la cual contó con un consenso fuerte. Creo que ellos apelan
a esa memoria histórica de derecha, y han hecho un trabajo muy fuerte, porque
no vienen del aire. Hubo un fracaso de los sectores de la oposición, en los
sectores socialdemócratas en Europa y Estados Unidos, y acá en los sectores
progresistas ligados al peronismo o al gobierno K. Lo que se plantearon fue
cómo limar los efectos del neoliberalismo sin plantearse un desarrollo
industrial de nuestro país. El otro día leí una frase que me parece buena, que
decía: “¿Cómo volvemos a que ser fascista de vergüenza?”. Hoy no solamente no
da vergüenza, sino que se ha transformado como una especie de desafío. Me
parece importante poner el eje en el tema del fascismo, en tanto implica toda
una memoria histórica y todo un corte en relación con aquellos que plantean
gobiernos autoritarios y aquellos que planteamos formas democráticas y de
desarrollo de la sociedad.
Ha escrito varios libros y
artículos sobre Spinoza. Tal vez podríamos decir que es su filósofo de
cabecera. ¿Quién era Baruch Spinoza?
Podemos decir algunas
cuestiones. Fue un filósofo del siglo XVII. Él vivió una época que estaba
signada por la impronta de la religión. La religión era un elemento fundante de
la sociedad de toda esa época en Occidente. Digamos que no se concebía una
persona que no tuviera o no perteneciera a alguna religión, ya sea judía,
católica o mahometana en el caso de las religiones monoteístas. Obviamente en
Occidente lo hegemónico era la religión cristiana y sus diferentes variables:
católica y protestante. Baruch, que nació con el nombre de Bento Spinoza, vivía
en Ámsterdam. Nació en Ámsterdam. Perteneció a una familia sefardí, en
Ámsterdam había una comunidad muy importante de sefardíes producto de que
habían escapado de la Inquisición en España y Portugal. Recordemos que, en
1492, cuando se descubre América, se expulsan a todos los judíos de España. Es
la forma en que los Reyes Católicos buscan unir a los españoles. Muchos de
ellos van a Portugal, en Portugal terminan echándolos y van a distintos
lugares. Un lugar fundamental es Holanda que vivía una suerte de tolerancia
religiosa. Ahí se instala una comunidad judía sefardí muy importante. Sefardí
porque viene de Sefarad que era como nombraban a España los judíos en esa
época. Y todo este proceso hizo que esta comunidad judía sufriera muchas
transformaciones. A algunos se los obligaba a ser cristianos, otros se
mantenían siendo cristianos mientras que en forma secreta conservaban la
religión judía. Todos estos eran los «nuevos cristianos» como se los
denominaba. Spinoza venía de una familia así, esto implicaba una subjetividad,
una forma de pensar. El judío estaba acostumbrado a pensar en secreto, a no
decir cosas. Spinoza nace en una familia de comerciantes sefardí. Su madre
muere joven, fallece su padre y sus dos hermanos y, en principio, queda él con
un hermano dirigiendo una empresa familiar comercial. Ya siendo muy joven tiene
una formación judía y a partir de ahí empieza a concebir ciertas cuestiones que
no eran toleradas dentro de esa sociedad como, por ejemplo, que el alma no iba
a trascender luego de la muerte, que no había nada más que el cuerpo y,
fundamentalmente, que Dios no era un dios trascendente. No existía un Dios
trascendente, lo que él pensaba era un Dios inmanente. La inmanencia es un
elemento central en Spinoza y forma parte de que no hay nada fuera del mundo,
no hay nada fuera de la cosa, no hay nada trascendente en ninguna cosa o en
ninguna persona. En este sentido él negaba este Dios trascendente, que podía
castigar, sancionar o hablar. A partir de ahí Spinoza empieza a concebir con el
tiempo un Dios que llama Naturaleza. Para él la Naturaleza es Dios. Algunos
hablan de un panteísmo en Spinoza, que casualmente es un término que utilizan
para definir la filosofía de Spinoza, pero en realidad no es panteísta. Porque
el panteísmo sostiene que en todas las cosas de la naturaleza está Dios, o sea
que Dios está en una silla, en una cucaracha, en el ser humano, etc. Acá
Spinoza no dice lo mismo, lo que dice es que la Naturaleza es Dios. Por eso
muchos sostenemos que Spinoza es el padre de los ateos. Pero bueno, antes de
desarrollar la mayoría de estas concepciones es reprendido por los rabinos
mientras que se lo obliga a que no trate de pensar en estas cosas, él se niega
y finalmente se le hace lo que se llama un “herem”, se lo expulsa de la
comunidad. El “herem” es uno de máxima, es decir, ninguna persona de la
comunidad se puede acercar a unos metros de él ni puede hablar, por supuesto,
con él, ya sean amigos o familiares. Participó de muchas cuestiones,
fundamentalmente escribe el “Tratado teológico político”, que es una
intervención política que hace en esa época sobre cuestiones en relación con la
democracia, la monarquía y la multitud, que en términos actuales podríamos
decir que es el colectivo social, y donde fundamenta una democracia radical.
Una democracia donde todos tienen derecho sobre todas las cosas para poder
decidir. En síntesis, es un crítico de dos elementos fundamentales. La pregunta
que se hace Spinoza es por qué la gente apoya situaciones o posiciones
políticas que los transforma en esclavos, creyéndose que pueden ser libres. De
ahí se desprenden dos cuestiones que lo transforman en un crítico radical: el
miedo y la esperanza. A través del miedo se domina a la gente y la esperanza,
una esperanza pasiva y no una esperanza activa, no de esa esperanza que nos
permite a todos nosotros poder generar una lucha, sino esa esperanza pasiva en
la cual estamos esperando que alguien nos solucione los problemas, llámese
Dios, llámese Hitler, quien sea. Un ser superior que creemos nos va a
solucionar los problemas y no pensarnos a nosotros mismos dentro del colectivo
social quienes podemos transformar, modificar y resolver los problemas.
¿Por qué estudiar en la
actualidad un filósofo del siglo XVII?
Esto lo planteo en la
“Introducción”, hay varias cuestiones. Una de las fundamentales va ligada a lo
que tiene que ver con pensar una democracia radical. Lo que plantea Spinoza es
que el colectivo social, la multitud se potencia, no a partir de participar de
derechos que da la sociedad, sino de participar en cómo generar la potencia de
cada uno de los sujetos, es decir, un colectivo social es importante en la
medida que sus miembros puedan potenciar sus posibilidades, lo que él llama las
pasiones alegres, potenciar todo eso que nos lleve a la creatividad y no
solamente es una cuestión en relación con los derechos. Hoy las sociedades actuales
evidentemente tenemos muchos derechos, pero nos lleva permanentemente a una
democracia donde lo que predomina es la impotencia. En este sentido es
importante cómo pensar formas de organización democrática donde podamos lograr
a nivel individual y colectivo esta generación de potencialidades. En especial,
y yo tomo algunas cuestiones, hoy lo que encontramos son formas autoritarias,
fascistas o neofascistas, que detrás de un supuesto pensamiento libertario, que
nos deja a todos encerrados en nuestro propio narcisismo, nuestro propio
individualismo, caemos en cuestiones que nos llevan a estar todos contra todos.
Es un desafío que hoy tenemos en la sociedad actual no solo acá, en Argentina,
sino en el mundo.