17 de marzo de 2013

María Ester Rapalo: "El poder económico, con el discurso de que defiende a la patria y no al capital, logra la movilización masiva de las clases medias y esa es una forma de presión política muy fuerte" (1)


Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX se cimentó en la Argentina el modelo de país agro-exportador, liberal y positivista bajo la inspiración y dirección de la que se conoce como "Generación del '80". Eran sus representantes una dirigencia política ilustrada y la oligarquía terrateniente, las que se propusieron fomentar el desarrollo en todas sus manifestaciones, desde la conquista del desierto en poder de los indios hasta la radicación de capitales extranjeros. Este proyecto sociopolítico disponía que los hombres y mujeres de la Nación debían llegar a ciertos niveles culturales para ser dignos de la ciudadanía plena. Más allá de la segregadora visión cultural que impuso el orden conservador, los pasos dados en educación fueron ostensibles, todo lo contrario a lo ocurrido en el caso de la apertura política, donde hubo que esperar que los sectores reformistas tuviesen el timón de los poderes del Estado para concretar avances significativos. La participación política de las masas sociales compuestas en su inmensa mayoría por inmigrantes que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX fue un factor fundamental en el discurso de las vanguardias ideológicas o los  movimientos opositores al orden conservador imperante por entonces. La aristocrática oligarquía signaba al movimiento democrático del país de un modo muy particular: los hombres que abrazaban causas contrarias o divergentes a las del régimen podían participar políticamente en partidos o agrupaciones pero, salvo en algunos pocos casos, no tenían derecho al voto ni a la participación abierta en el espacio público. La construcción de la ciudadanía en un país donde inmensos contingentes sociales estaban políticamente relegados con respecto a otros indicadores de la estructura social y parte de sus prácticas fue, así, sumamente dificultosa. En ese contexto hicieron su aparición los principales partidos de oposición: el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical, y también el movimiento anarquista que, por obvias razones ideológicas, no se constituyó en partido político. El esquema de poder de aquel orden conservador, basado en acuerdos de notables, abrió una brecha entre la sociedad y el sistema político. Finalmente el conflicto entre el oficialismo y la oposición culminó con la Ley de Sufragio Universal en 1912. El triunfo del radicalismo en las elecciones de 1916 significó el acceso a instancias de poder de la clase media, clase que comenzó a disputárselo a la elite oligárquica que hasta entonces había sido su única propietaria. Si bien el primer gabinete del presidente Hipólito Yrigoyen (1852-1933) estaba conformado por una mayoría de aristócratas y grandes terratenientes, a medida que la clase media fue ocupando el Estado y surgieron los comités, los caudillos barriales y los concejos deliberantes, la burocracia estatal comenzó a constituirse con miembros de esa clase social que fueron desplazando al radicalismo de elite, sector que luego se reagruparía durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear (1868-1942). Mientras tanto, al interior de la clase oligárquica tradicional se hizo visible la coexistencia entre dos grandes campos ideológicos: uno liberal-conservador y otro conservador-nacionalista, aunque ambos siguieron influyendo en las orientaciones generales tanto de la política exterior como de la política doméstica; en algunos casos desde dentro del gobierno, en otros desde fuera de éste, pero siempre guiados por las concepciones iluministas heredadas del siglo XIX que suponían un progreso incontenible y necesario de la ciencia, la aceptación del sufragio universal como parte de dicho progreso, y la creencia en que el crecimiento de la economía de mercado sería la solución de la cuestión social. Las discrepancias más notables iban a producirse luego de la Primera Guerra Mundial, el triunfo de la Revolución Rusa y el posterior ascenso del fascismo en Italia. A la luz de esos acontecimientos, la fe en el progreso, la razón y la ciencia se transformó en culto al instinto, la fuerza y la autoridad; los derechos civiles y las libertades políticas fueron eliminados y la economía se refugió en el mercado interno. La derecha argentina entonces, se consolidó en base a las relaciones entre los nacionalistas, los militares y el clero, quienes incorporaron a su discurso la crítica a la democracia, al liberalismo y al comunismo, y la defensa de la autoridad, la jerarquía, el orden, la disciplina y el corporativismo que eran propias del fascismo italiano. La historiadora argentina María Ester Rapalo (1961), doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y profesora de Historia Social General de la misma facultad, ha dirigido proyectos de investigación y publicado numerosos artículos sobre esta etapa de la historia argentina tanto en revistas académicas como en libros, entre los que cabe destacar "La derecha argentina" y el volumen 6 de "Historia crítica de la literatura argentina". En "Patrones y obreros", su reciente libro, Rapalo analiza la historia de las relaciones entre la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio, la Iglesia Católica, la Liga Patriótica y la Asociación del Trabajo, una organización creada en nuestro país en 1918 por los empresarios más poderosos para enfrentar la oleada de conflictividad social y acabar con los reclamos sindicales durante el gobierno de Yrigoyen. Mientras el mundo avanzaba en reivindicaciones laborales, aquí se apelaba a estos métodos para conservar el poder y abrir una huella profunda (y un pésimo antecedente) en la relación entre Gobierno, trabajadores y corporaciones. Un adelanto de los métodos de la nueva derecha argentina, por entonces en gestación, causal de miserias como la Semana Trágica en 1919, los fusilamientos en la Patagonia entre 1920 y 1921, y la masacre de La Forestal en 1924. Lo que sigue es un resumen de las entrevistas que la investigadora concedió a Rodolfo González Arzac (diario "Tiempo Argentino", 3 de diciembre de 2012), a Horacio Bilbao (revista "Ñ" digital, 15 de marzo de 2013) y a Raquel Roberti (revista "Veintitrés", 16 de marzo de 2013).


En "Patrones y obreros" investigó la Asociación del Trabajo, la organización patronal fundada a principios de siglo XX para resistir los avances de los trabajadores bajo la presidencia de Yrigoyen. ¿Cómo funcionó?

No se trataba sólo de violencia física directa sino de las formas de contratación, de pago, las represalias que tomaban por las huelgas. Por ejemplo, en la Cervecería Quilmes obligaron a los trabajadores a trotar frente a la patronal. Esta organización agrupaba a los capitalistas más importantes, comerciantes, industriales terratenientes, navieros, ferrocarriles, y contrataba matones cuyos servicios ofrecía a las patronales. La violencia demostraba un odio visceral, que sólo se puede entender si uno ve cómo funcionó siempre la burguesía en la Argentina. No toleraba límites a la voluntad y la libertad patronal. No toleraba los sindicatos, la legislación laboral, que el Estado operara como árbitro, aunque pretendía que fuera una apoyatura colateral, reprimiendo. Eso fue hasta el '30, porque el golpe militar no tuvo exigencias para realizar las tareas que pretendía la burguesía.

Lleva muchos años indagando sobre el período entre 1918 y 1930, en el cual se tejieron los hilos de ese gran armado patronal, de empresarios argentinos y extranjeros, promotores de la violencia, implacables, que lograron articularse como fuerza de presión política y conseguir sus objetivos. Entonces, así fue que surgió el libro: ¿se le aparecían los patrones por todas partes?

Aparecía esta asociación, sí. Las patronales consideraban que el mundo del trabajo les pertenecía, que tenían derecho a imponer condiciones laborales, salarios y, básicamente, a contratar y despedir a su antojo. Hay que tener en cuenta que en esta época los sindicatos no tenían reconocimiento real: existían de hecho. Y se mantenían sobre la base de la organización y las medidas de fuerza. Y, entonces, yo veía que aparecía esta asociación y me puse a investigar. Y me encontré con que, por suerte, tenían dos publicaciones donde reseñaban sus actividades, las operaciones contra el gobierno. Entonces se me armó la posibilidad de hacer una investigación exhaustiva. El diario "La Nación" operaba prácticamente como vocero de la asociación. La historiografía la suele citar como una organización patronal para suministrar rompehuelgas y esa era sólo una de sus funciones.

¿Cuáles eran los objetivos que tenían?

Tenían dos líneas, dos objetivos. Por un lado, en la medida en que el Estado no les ofrecía todas las herramientas necesarias para reprimir, infiltrarse, tenían las propias. Ellos incorporaron al creador de la organización para perseguir dirigentes y políticos de la Policía, que se crea en 1901. Lo incorporaron a José Rossi. Ellos reconocieron esto y a lo que hacían lo llamaban "servicio de policía". Este eje desplegó toda la violencia patronal, en el cual la Liga Patriótica -que se creó después- era un complemento. Y por otro lado, en la medida en que Hipólito Yrigoyen respaldaba a los grandes sindicatos del transporte -por ejemplo a los marítimos-, la ofensiva se volcó también sobre el gobierno para obligarlo a cambiar esta política laboral. Yo ahí encontré cómo estas grandes patronales como la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio, sectores importantes de la Unión Industrial Argentina, los ferrocarriles ingleses, las empresas de navegación, las fábricas de alimentos, utilizan esta capacidad operativa que les da haberse unificado con fines políticos.

¿Puede ejemplificar algunas de esas presiones?

Realizaron "lockouts" al puerto de Buenos Aires, amenazaron con cortar el suministro de electricidad y gas, el suministro de alimentos a la población (en mayo y marzo de 1919 amenazaron con cerrar todo el comercio y las industrias de la Capital), una serie de operaciones muy fuertes con el objetivo de hacerlo renunciar a Yrigoyen. Y esto fue después de la Semana Trágica. Es decir, la represión que ejerce Yrigoyen, que fue brutal, para esta gente era poco. Porque además Yrigoyen termina, efectivamente, tanto en el '17 como en el '19, reconociendo el derecho de los marítimos e incluso de estibadores anarquistas a controlar las contrataciones y los despidos. La herramienta clásica de la patronal es contratar y despedir.

Esta avanzada de las patronales sobre los gobiernos coincide a veces con las grandes crisis económicas. La crisis del '29 reflejada en el golpe del '30, la crisis del '55 reflejada, otra vez, en la caída de Perón. Ambos presidentes se apartan de sus bases en esos momentos…

El golpe del '30 tiene más que ver con políticas de Yrigoyen que recortaban el poder de las clases propietarias. Le temían a la política laboral de Yrigoyen. A través del estudio de la Asociación del Trabajo no sólo se ven los procedimientos extorsivos de la patronal, para amedrentar, para disolver huelgas o directamente para ejercer la violencia ilegal, si no que, simultáneamente, crean publicaciones en las que vuelcan su discurso ideológico, donde fundamentan por qué los sindicatos, la educación pública, el voto universal resulta nocivo para la clase propietaria. Hay una elaboración ideológica sistemática financiada y estimulada por las clases propietarias. Allí se ve claramente por qué el sistema democrático es nocivo para la clase propietaria.

Hay un dato curioso en el cambio de nombre de la organización que investiga el libro. Pasaron de llamarse Asociación Nacional del Trabajo a Asociación del Trabajo a secas…

Claro. Yo allí debí citar más información. Uno de los empresarios extranjeros decía en esas reuniones que tendrían que sacar el nombre nacional, porque la mayoría de los asociados eran extranjeros. Las autoridades del la asociación le responden que eso no tiene importancia, pero igual lo hacen.

Es cierto, y hay un trabajo discursivo también. Ellos quieren mostrarse democráticos alertando sobre el riesgo de una avanzada comunista…

Claro, para afuera utilizan el lenguaje de peligro inminente, peligro subversivo, entre otros. Pero cuando hablan entre ellos no hablan así. Sus estrategias, sus ataques, se dirigen a los trabajadores que buscan organizarse sindicalmente. Están enfocados en la ruta de la sindicalización. El temor no es a la revolución social si no a la clase obrera organizada en sindicatos. Y a veces la misma izquierda se confunde y toma en serio ese discurso que ellos transmiten para afuera.

El libro habla del fascismo italiano como fuente de inspiración para las patronales, adaptado al escenario local…

Ellos siguen los discursos de Mussolini y la publicación de la organización hermana, que es la Confederación General de la Industria Italiana. Allí se elogian e impulsan políticas favorables a las patronales italianas, que cogobierna con Mussolini, conservando la autonomía de clase. Cogobernaron con el fascismo y luego con el nazismo, pero la economía quedó en manos de ellos. En la empresa sólo mandaban ellos.

Eso se verifica en los mensajes que le mandaban al propio Uriburu, un hombre de ellos, al que le marcan la cancha permanentemente.

Exactamente. Le dicen que no afloje, advierten sobre cualquier clase de reorganización obrera. Quieren más violencia, más represión. Al igual que en Italia, operan como grupos de presión.

El libro selecciona una galería de personajes. Muchos de ellos con arraigo de clase, como Cristophersen o Anchorena, presidentes de la Bolsa de Comercio y de la Sociedad Rural, pero también aparecen figuras como Dell Oro Maini, que no viene de ninguna aristocracia y juega un papel preponderante.

A Maini, como a Medrano, se les puede seguir el ascenso en cargos públicos incluso más allá del peronismo. Ambos provienen de sectores sociales bajos. Y en el caso de Maini, los jesuitas detectaron temprano sus habilidades y su avidez por el ascenso social. Desde joven ya publicaba en revistas de los jesuitas, se conecta con sectores poderosos, con los Anchorena, a través de los ex alumnos y empiezan a verlo como a un intelectual orgánico, pese a que no pertenecía a la clase. Pero a veces exagera tanto que los mismos patrones lo tienen que frenar.

Es muy curioso su trabajo desde el área discursiva, con esa biblioteca, revistas, cursos… que analizaban incluso a Marx, a Proudhon…

Totalmente. Pero es eso lo que hacen los intelectuales orgánicos: leen al enemigo. En "La Concordia", su publicación, toma mucho del "Manifiesto comunista". "Proletarios, uníos contra las sociedades de resistencia", escribía allí.

Les habla a los obreros…

Claro, detecta la lucha de clases. Ve que la patronal está de un lado y los obreros del otro.

A través de ese mecanismo clasista, cooptaban a muchos trabajadores…

Es cierto que pretendían cooptar, pero la amenaza y el ejercicio de la violencia funcionaban de manera paralela. Tenían un discurso en el que se mostraban como los verdaderos protectores de los trabajadores, invitaban a visitar las instalaciones de la Asociación del Trabajo, porque el objetivo no era cooptar masivamente pero si conseguir informantes, provocadores, rompehuelgas. Y eso se ve en las asambleas de los trabajadores.

En el gremialismo esta dualidad, esta puja entre sindicatos afines a la patronal y gremios resistentes es una constante. En este período tenemos por un lado a la Asociación del Trabajo, los Círculos Católicos y la Liga Patriótica, y por otro a la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), o el Sindicato de Marítimos. ¿Cuál es la principal diferencia que ve entre los años '30 y los '70, donde por ejemplo podemos citar la oposición de Rucci con Tosco?

En los '30, los sindicatos son creados directamente por la patronal, eso hay que tenerlo claro. Son sindicatos amarillos. Cuando la patronal rompía una huelga, obligaba a los trabajadores a desafiliarse a su sindicato y afiliarse a uno creado por ellos para poder volver a trabajar. Y esto ocurría, como en el caso de los marítimos. Esto en el '27 vuelve a cambiar.

¿Cuáles cree que fueron las debilidades estratégicas de Yrigoyen?

Yrigoyen cambia drásticamente de posición en mayo de 1921, además de permitir que las patronales reprimieran en el interior del país y en territorios nacionales. Realmente es muy ambigua la actitud de Yrigoyen. En primer lugar, tenía poca fuerza. No sólo por las condiciones estructurales que naturalmente limitan a un gobierno -las patronales, el Ejército, el Estado inglés-, sino también, por ejemplo, en el Parlamento. La sensación que da es que él vuelca la capacidad de maniobra en su persona. No hace esfuerzos por otorgarle la personería jurídica a los sindicatos. La historiografía dice que Yrigoyen se apoyó en los marítimos con fines electoralistas. Yo creo que eso es sólo una parte. Creo que se apoyaba en ellos porque le contrarrestaban a la clase propietaria. Él jugó con eso hasta mediados del '21, cuando entran en juego conflictos interobreros. De un lado, los anarquistas; del otro, los sindicalistas puros. Entonces le dan un maravilloso pretexto a la patronal. Y le dijeron a Yrigoyen que si no daba marcha atrás le iban a bloquear todos los puertos del país. Ahí Yrigoyen da un vuelco. Encontraron el límite de Yrigoyen. Y digo Yrigoyen y no los radicales, porque los radicales tenían muchos límites…

En el libro se ve que la organización consigue una gran efectividad en la acción. ¿Cuáles son las herramientas que explican esa efectividad?

Ellos toman ejemplos de organizaciones alemanas y norteamericanas. Pero se ve que se nutren, sobre todo, de la corporación patronal más importante de Italia, que se crea después de esta argentina, en 1919. Se llama Confederación General de la Industria Italiana, pero determinan el comportamiento del agro y las finanzas. A mí me interesó ver cómo los van siguiendo. Y cómo siguen el despliegue de la violencia fascista. Aunque la Liga Patriótica opera antes de que aparezcan ellos. Y cuando hice la búsqueda de los intelectuales que arman los argumentos justificatorios los encontré en el campo católico. Porque ellos incorporaron como secretario general a un joven muy ambicioso, muy bien formado, Atilio Dell'Oro Maini, que ya había sido entrenado en publicaciones de los jesuitas, con esta ideología neo-tomista que combina el integrismo católico con el nacionalismo de fin de siglo. E incorporan a otros católicos. Yo había trabajado sobre Iglesia y sobre la revista "Criterio", una publicación importante que surge contra la candidatura de Yrigoyen y que luego dice que hay que acabar con el régimen. A Yrigoyen lo llamaban "la eterna acechanza". Les preocupa la legislación laboral y el sistema democrático.