"La razón por la que escribo tanto sobre Africa es porque me
indigna cómo es vista por el resto del mundo. Cuando la literatura sudamericana
llegó a Europa cambió por completo nuestra perspectiva sobre los seres humanos.
Pronto sucederá lo mismo con la literatura africana: entonces nos enteraremos
de lo que tienen que decir sobre la humanidad", ha dicho en una
oportunidad el escritor sueco Henning Mankell (1948). Nacido en Estocolmo,
inició su carrera literaria como dramaturgo, aunque más tarde se convertiría en
autor de fama mundial gracias a sus novelas policíacas protagonizadas por el
inspector Kurt Wallander. Director del Teatro Avenida de Maputo,
Mozambique, país donde reside la mitad del año, Mankell parece haber encontrado en el continente negro algo más que las
historias con las que deleita a sus innumerables lectores en más de cuarenta
lenguas. Autor del ensayo "Jag dör, men minnet lever" (Moriré,
pero mi memoria sobrevivirá) en el que reflexiona sobre los africanos que
mueren de sida cada día sin fármacos para combatir la enfermedad, ha escrito
una decena de novelas ambientadas en Africa. Ya en la serie Wallander
ubicó la trama de "Den vita lejoninnan" (La leona blanca) en
Sudáfrica. Luego vendría su "trilogía africana" ambientada en
Mozambique y compuesta por "Eldens hemlighet" (El secreto
del fuego), "Eldens gåta" (Jugar con fuego) y "Eldens
vrede" (La ira del fuego). Más tarde publicó "Kinesen" (El chino), "Kennedys hjärna" (El cerebro
de Kennedy), "Vindens son" (El hijo del viento),
"Leopardens öga" (El ojo del leopardo), "Comédia infantil"
(Comedia infantil) y "Minnet av en smutsig ängel" (Un
ángel impuro), novelas en las que Africa es el escenario recurrente. Mankell
fue invitado este año a la asamblea del Foro Económico Mundial, reunión
que, desde 1971, se celebra en Davos, Suiza. Allí se reúnen los
principales líderes políticos y empresariales, banqueros, miembros de la realeza, académicos,
científicos, periodistas e intelectuales selectos para analizar los
problemas más apremiantes que enfrenta el mundo. En medio de toda la
charlatanería de los máximos exponentes de la camarilla financiera
internacional preocupada en "reducir los desequilibrios
económicos" que vive el planeta, resonó la voz del escritor sueco
quien dijo representar "a todos los que no pueden estar aquí", y
habló de la pobreza en Africa, la codicia y la lucha contra el
analfabetismo.
Dado que me he pasado la vida contando historias
acerca de los seres humanos, sus vidas y su tiempo en la tierra, me gustaría
comenzar esta sesión contándoles también este relato. Quiero que sigan con la
imaginación a un país del sudeste de Africa donde he vivido durante muchos
años: Mozambique. Hace veinticinco años esta nación estaba desgarrada por una
brutal guerra civil. Los mercenarios, que al principio estaban organizados y
pagados por el régimen blanco de lo que entonces era Rhodesia del Sur,
aterrorizaron al gobierno legal. Más tarde, la parte sur de Rhodesia fue tomada
por el régimen del "apartheid" en Sudáfrica. Durante esta guerra larga
y dura visité las zonas del norte del país, en la provincia de Cabo Delgado,
cerca de la frontera con Tanzania. Un día me introduje por un camino que
conducía a un pequeño pueblo y vi a un hombre joven que venía hacia mí. Ya a
cierta distancia noté que estaba muy delgado y que caminaba despacio, de una
manera casi antinatural, diría. Cuando nos acercamos más pude ver que sus ropas
eran harapos. Pero luego me di cuenta de algo que nunca olvidaré mientras viva.
Miré sus pies: no tenía zapatos. En su lugar había pintado unas sandalias. En
los pies. Había usado los colores de la tierra y de las raíces para reemplazar
sus zapatos. De esa forma había llegado a conservar su dignidad. Nunca olvidaré
a ese muchacho que en ese momento tendría unos quince años. ¿Qué fue de él? No
lo sé. Lo más probable es que nunca haya tenido la oportunidad de crecer. Murió
joven. Fue obligado a morir joven. Pero yo siempre lo llevo conmigo. Porque él
tenía dos historias para contarme. La primera es la de cómo se las arregló para
mantener su dignidad, aunque su vida se vio atormentada por el hambre y la
pobreza. Pero también por el temor a que los bandidos armados que podían venir
en la noche lo mataran a él y a su familia. La otra historia es sobre el hecho
de que él me aconsejó que, si alguna vez yo tuviera que hacerlo, también debía
pintarme zapatos en los pies. El ser humano tiene una capacidad notable para
soportar y mantener su dignidad de maneras que no contemplamos posibles.
¿Qué es el ser humano? Esa es, quizá, la
pregunta a la que he dedicado la mayor parte de mi tiempo como escritor. ¿Qué
significa vivir en esta época? ¿Qué significa para un ser humano en busca de
algo que pueda dar algún tipo de sentido al breve tiempo que pasamos en esta
tierra? ¿Hay un significado después de todo? ¿O es la vida de un ser humano tan
misteriosa como el hecho de que la luz de las estrellas que veo aquí en Davos por
la noche viajó durante un período de tiempo mayor que el que nuestra Tierra
lleva existiendo? Como escritor creo haber encontrado una
respuesta. Y eso me lleva a la segunda historia que quiero compartir con
ustedes aquí hoy. Parte del tiempo que paso en Maputo, capital de Mozambique,
lo hago en el único teatro profesional que hay en el país, el Teatro Avenida.
Allí trabajo como director y dramaturgo. A veces, durante nuestros ensayos,
hace mucho calor. No hay un aire acondicionado que funcione. Esto significa que
uno debe aprovechar cualquier oportunidad para salir al aire libre con la
esperanza de que una brisa refrescante lo alivie. En la calle, afuera del
teatro, hay un pequeño banco. De vez en cuando hay un poco de sombra en ese
banco. En los países templados se comparte el agua, así como cualquier sombra
con hermanas y hermanos. Un día, un par de años atrás, cuando yo salí de la
sala, había dos ancianos africanos sentados en ese banco. Noté que si sólo se
movían ellos un poquito habría espacio suficiente para que pudiera sentarme a
la sombra también. Así que allí estábamos, dos ancianos negros y un hombre algo
más joven blanco. Me encanta escuchar a escondidas así que presté atención a lo
que estaban hablando. Entendí que lo hacían sobre un tercer hombre que acababa
de morir. Uno de los hombres sentado en el banquillo, dijo: "Yo estaba en su
lugar y empezó a contarme una historia sorprendente acerca de algo que había
ocurrido cuando era un niño. Pero era una historia muy larga y se hizo tarde
así que le dije que estaría de vuelta al día siguiente para que pudiera
escuchar el final de la historia. Pero cuando llegó el día después, él había
muerto". Todo estaba tranquilo en el banco. Me dije a mí mismo que no me iría
hasta haber oído lo que el otro tenía para decir. Por fin, después de lo que
parecieron horas, dijo algo que tampoco olvidaré mientras viva: "No es esa una
buena manera de morir antes de que haya terminado de contar su historia". En ese momento entendí lo que es un ser humano.Se nos denomina Homo Sapiens, el hombre sabio, pero como realmente debería llamársenos es Homo Narrans, el hombre narrador de historias. Porque lo que nos separa de otras criaturas es la notable capacidad de hablar y escuchar. Les puedo contar sobre mis sueños, mi ansiedad y mi ira, y me pueden decir los de ustedes. Mi gato no puede sentarse con otros gatos y hablar acerca de sus sueños y su esperanza en el futuro. Creo, o estoy convencido, que esta capacidad de usar palabras y escuchar las palabras de otras personas, salvará a la humanidad a largo plazo, cuando hayamos dejado el mundo irracional que vivimos en la actualidad. Con una nueva técnica veo la posibilidad de que más personas hagan oír su voz y la posibilidad de que escuchen. Mientras tanto, debemos considerar esta nueva técnica de manera crítica. Yo soy muy escéptico acerca de Twitter por ejemplo, que está, básicamente, construido sobre el hecho de que está prohibido profundizar sobre cualquier pensamiento. En cambio la gente se anima a compartir sus pensamientos superficiales y fragmentados que no nos hace más sabios ni nos ayuda a conocer a los demás seres humanos de una manera significativa. Yo, que a menudo escribo libros gruesos, historias largas, me he dado cuenta que hay un anhelo hoy después de esas historias que demandan nuestra atención por más de unos breves momentos. No creo que las imágenes en vivo (cine, televisión, YouTube) hayan asumido completamente el papel de la novela y el libro en nuestra sociedad. Si pensara así ya no seguiría escribiendo y dejaría mi pluma simbólica aquí y ahora.
En las dos historias que les he contado, me han acompañado en viajes simbólicos a Africa. Naturalmente, yo podría haber elegido historias de mi propio país, o por lo menos de nuestra parte del mundo. Pero ya que he vivido más de la mitad de mi vida con un pie en la arena y otro en la nieve, y dado que este movimiento tiene un impacto tan grande en mí como autor contando historias de Africa, fue una elección muy consciente. Suelo decir que mi experiencia africana me ha convertido en un mejor europeo. Significa que puedo considerar a Europa desde la distancia y con una perspectiva diferente al igual que el pintor que se aleja de su caballete. Desde este alejamiento puedo ver los puntos fuertes de la política y la cultura europeas, pero también puedo ver los puntos débiles, las grietas en la pared. Por ejemplo, la forma de tratar a los refugiados y cómo los callamos. Pero mi experiencia africana también me ha enseñado mucho más sobre las condiciones de ser un ser humano en nuestro tiempo. Me he acercado al conocimiento de los pueblos africanos. Hay tantas cosas que podríamos aprender si tan sólo nos preocupáramos por escuchar. Mi crítica más importante hoy en día en contra de Europa y el mundo occidental todo es que, me parece, hemos perdido por completo nuestra capacidad para escuchar. Nos hemos convertido en un continente donde todo el mundo habla constantemente. Lo único que importa son nuestras propias palabras, no lo que otros tienen para decir. En lugar de ayudar a Africa en su desarrollo con una apertura humilde y curiosa, hemos empacado nuestras maletas con respuestas y soluciones a diferentes problemas. Nuestras maletas deberían haber estado llenas de preguntas. Es un signo de pobreza que nosotros, los occidentales, creamos que la gente en Africa no puede enseñarnos nada. Lo sé con convicción. Podría quedarme aquí hasta tarde esta noche o hasta que las vacas regresan al establo, como decimos en Suecia, y darles ejemplos de lo que quiero decir. Pero por desgracia no tenemos tanto tiempo.
Quiero decir que sólo hay un gran problema en el continente africano hoy y es la pobreza. Pero voy a parar aquí porque tal afirmación puede ser fácilmente malinterpretada. El continente africano es fundamentalmente un continente muy rico. Muchos de los minerales más buscados y más raros del mundo, se pueden encontrar solamente en Africa. La diversidad agrícola es magnífica. El continente africano empobreció en la era colonial y por las consecuencias de lo que significó deshacerse de esa opresión. Lo que empezó con el comercio de esclavos, donde muchos países árabes son tan culpables como el mundo occidental, culminó con el Congreso de Berlín en la década de 1880 y la lucha por Africa. En Berlín se dividió Africa y no fue hasta hace veinte años, con la abolición del "apartheid", que Africa comenzó a liberarse de sus cadenas. Digo "comenzó", porque la pobreza en Africa ha sido opresiva y tomará bastante tiempo deshacerse de ella. Para ayudar a Africa en sus propios términos, debe ser considerada como un pago por el patrimonio diabólico que el colonialismo dejó atrás. Cuando digo que la pobreza es el único problema lo que realmente quiero decir es que todos los otros problemas están directa o indirectamente relacionados con esta desventaja económica. Podemos discutir la atención de la salud, la educación, el desempleo, la sociedad civil frágil o la débil situación de las mujeres con mucha responsabilidad y sin influencia real en las instituciones políticas. Están todos de una manera u otra relacionados con la pobreza. Tampoco debemos olvidar que los refugiados que llegan a Europa procedentes de Africa y de otros lugares vienen aquí con la esperanza de un futuro mejor. Su petición puede ser fácilmente resumida: "¡Venimos aquí, porque ustedes estuvieron allí!".
Para mí, el tema más importante es el
analfabetismo. Cuando la gente me pregunta si es posible comprar mis libros en
Mozambique puedo contestar de dos maneras. Puedo decir la verdad y destacar
que es posible comprar mis libros en Mozambique o puedo hacer como el filósofo
griego Sócrates y responder como el abogado del diablo: ¿por qué es posible
comprar mis libros en Mozambique?, sólo para comenzar una discusión. Para mí,
el único libro realmente importante en Mozambique es el del ABC. Con más de la
mitad de la población analfabeta nos acercamos a uno de los temas principales
de la pobreza. El analfabetismo en Mozambique también debe considerarse desde
un punto de vista global. Es una vergüenza que todavía en 2013 obliguen a los
niños a comenzar la vida sin las herramientas más importantes que necesitarían
para sobrevivir: la capacidad de leer y escribir. Desde esa perspectiva, el
analfabetismo es una plaga que deberíamos haber podido erradicar antes como lo
hicimos con la viruela. Pero permitimos que continúe el analfabetismo para
atormentar a la gente. Las personas nacen con el analfabetismo y se ven
obligadas a morir sin saber lo que se siente al leer una oración. El veredicto
de la historia será muy pesado sobre nosotros porque no hemos resuelto esto de
una vez por todas. Tenemos el dinero, tenemos la logística, pero todavía la
gente no sabe lo que se siente al leer y escribir. Es una vergüenza para
nosotros que permitamos que esto continúe.
Como escritor, pero sobre todo como un
intelectual consciente, tengo una responsabilidad. La realidad que me rodea me
afecta de muchas maneras. La humanidad no es sólo la narración de historias de
animales, también es un animal político. No hay mayor amenaza para la
democracia que tantos hombres y mujeres jóvenes digan: "No estamos interesados
en la política". Entonces, es importante aclarar que siempre vivimos en un
contexto político. Nadie puede esconderse de este hecho. Y la democracia, en la que
todos creemos, nos exige una participación o de lo contrario morirá. En una
democracia representativa les damos mucha responsabilidad a los que elegimos.
Pero nosotros no les podemos dar toda la responsabilidad. Si hacemos eso, y
perdón por mi lenguaje brutal, cortamos la garganta de la democracia y le
imposibilitamos respirar. Un ser humano puede vivir con un respirador, la
democracia no. Para mí, la realidad política es una cuestión de
solidaridad. Muchas personas imaginan que la solidaridad es sobre todo acerca
de las emociones. Vemos el resultado de un devastador incendio en una fábrica
de explotación de Asia, un tsunami o una guerra civil, y queremos ayudar. Eso
es correcto, debemos hacerlo. Pero la solidaridad es mucho más.
Principalmente se trata de una solidaridad de sentido común, acerca de sabiduría
política. Si yo quiero que mis hijos tengan un futuro mejor, lo que también hay
que pensar es que los demás niños deben tener la misma oportunidad. De lo
contrario ninguno de ellos tendrá un futuro. Como seres humanos siempre tenemos
que tomar una decisión. Supongamos que estoy sentado en casa escuchando música.
De repente, oigo que alguien está pidiendo ayuda en la calle. Entonces puedo
hacer las siguientes selecciones: puedo subir el volumen de forma que ya no
pueda oír a la persona en la calle, o puedo abrir una ventana y ver si hay algo
que yo pudiera hacer y luego hacerlo. La acción habla más que las palabras,
nunca al revés. La solidaridad puede ser predicada, pero es la acción política
lo que realmente muestra el significado de la solidaridad.
He hablado mucho sobre la pobreza. Sabemos que
vivimos en un mundo en el que no sólo estamos conectados por Internet. Además,
las transacciones financieras son cada vez más restringidas. En unas pocas
fracciones de segundo, miles de millones de dólares o euros u otras monedas pueden
ser mágicamente transferidos de un continente a otro. Nadie puede controlar
estas operaciones financieras. Al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que
vivimos en una época donde los valores más básicos se han alterado por
completo. Cuando yo crecía, la codicia era considerada como uno de los pecados
cardinales. Y la generosidad era una virtud. Así era. Pero de repente, en
cuestión de pocas décadas, esto ha cambiado. Hoy la codicia casi se ha
convertido en una virtud y ser generoso es casi como ser estúpido. No hay que
pensar que un hombre como Madoff en Estados Unidos, o todos estos banqueros
codiciosos, traficantes de armas, narcotraficantes y hombres involucrados en el
tráfico, están en todas partes. Su codicia y la brutalidad también parecen no
tener límites. Hay un gran riesgo de que nuestras sociedades se desgarren por
la desintegración de los valores éticos y una vista bastante decente de la
igualdad en nuestras sociedades.
Todo lo que he hablado hoy aquí da una idea
bastante buena de qué tipo de historias yo creo son importantes para escribir.
Pero eso no quiere decir que escribo manifiestos políticos en forma de novelas
u obras de teatro o guiones de cine. Estoy totalmente de acuerdo con el gran
dramaturgo alemán Bertolt Brecht que destacó el punto que primero hay que
entretener y divertir a la audiencia, entonces luego podría haber seriedad. Escribo sobre el hombre que cuenta cuentos y
escribo acerca de una raza humana que está evolucionando. A la larga supongo
que este mundo horrible que vivimos hoy en día, con una brecha cada vez mayor
entre ricos y pobres, es algo que podemos cambiar luchando. Si yo no creyera
que no he dedicado mi vida a la escritura, no podría estar aquí. Este monólogo se convertirá ahora en un diálogo.
Permítanme terminar con un proverbio africano que me gusta mucho: "¿Por qué un
ser humano tiene dos orejas pero solamente una lengua? Simplemente porque
debemos escuchar el doble de lo que hablamos". Por lo tanto, creo que
este es un buen momento para parar.