19 de marzo de 2013

María Ester Rapalo: "El poder económico, con el discurso de que defiende a la patria y no al capital, logra la movilización masiva de las clases medias y esa es una forma de presión política muy fuerte" (2)


El nacionalismo oligárquico tuvo sus primeras manifestaciones tras la crisis de la Primera Guerra Mundial y, en especial, luego de la Revolución Rusa de 1917. La inmigración había venido acompañada de ideas anarquistas, socialistas y comunistas, ante lo que grupos de jóvenes provenientes de familias adineradas empezaron a recorrer las calles y las estancias imponiendo el orden a palos. En 1918 surgió la Asociación del Trabajo, una banda de rompehuelgas que se dedicaba a reprimir ilegalmente cualquier acción de protesta obrera. Un año más tarde se creó la Liga Patriótica, conformada por grupos que, entre otras brutalidades, recorrían los barrios judíos destrozando vidrieras y golpeando inmigrantes a los que acusaban de ser bolcheviques. La creación de los Círculos de Obreros Católicos fue también otro instrumento engendrado como respuesta de la clase propietaria del capital a los reclamos crecientes de mejoras en las condiciones de trabajo que exigían obreros, empleados y trabajadores organizados en general desde fines del siglo XIX. El objetivo fundamental de estas agrupaciones fue taxativamente el de impedir la organización sindical de los trabajadores, por lo tanto el pretendido "nacionalismo" no era más que una excusa de las fuerzas económicas oligárquicas para desarrollar y justificar sus acciones de clase, una manera de pretender resolver los conflictos sociales de un modo cerrado y disciplinador. En su libro "Patrones y obreros", María Ester Rapalo examina la política que adoptaron los capitalistas y los empresarios tras la llegada de Yrigoyen al gobierno. Desde las páginas de sus órganos de prensa, los empresarios enfatizaban el peligro comunista, criticaban la falta de valores occidentales y cristianos, y ponían en duda la vocación patriótica del gobierno, en línea con una identificación nacional forzada y clasista. A continuación, la segunda y última parte del resumen de entrevistas realizadas a la historiadora argentina, en las que hace referencia a la ofensiva de la clase propietaria en aquellos arduos años de la historia argentina que corrieron entre 1918 y 1930, y su reflejo en la actualidad.


Comparando épocas, se ve que hay actores que han perdido peso, como el caso de la Iglesia Católica, y las cúpulas militares, funcionales al poder económico…

En el caso de la Iglesia, es cierto que ya no opera tan en consonancia como en aquélla época, pero su discurso sigue siendo conservador y ya hemos visto cómo actuó durante la dictadura. Pero para comparar épocas deberíamos evaluar cuál es el peso de cada uno de estos actores en la sociedad. Por ejemplo, la patronal creó la Liga Patriótica no sólo para que opere como grupo de choque si no para movilizar a sectores medios. Con el discurso de que defiende a la patria y no al capital, logra la movilización masiva de las clases medias y esa es una forma de presión política muy fuerte. Allí también jugaban los medios de prensa, que en ese entonces eran el único medio de comunicación.

Frente a "La Nación" y "La Prensa" estaba "La Vanguardia".

Sí, "La Vanguardia" del Partido Socialista y "La Protesta" de los anarquistas.

Esos diarios eran muy leídos, pero se perdieron, en cambio "La Nación" sigue aquí, ¿qué le sugiere esto? ¿Por qué la izquierda no logra mantener sus medios de difusión?

"La Vanguardia" tiraba 50.000 ejemplares en ese momento. Y era un diario clásico, una buena competencia para "La Nación" y "La Prensa". Transmitía todo lo que ocurría en el Congreso, y por eso los empresarios lo odiaban. Y se debilitó con la caída del Partido Socialista. El anarquismo se atomizó. Los conservadores han sido constantes porque han sido solidarios entre ellos. Salvo algunos díscolos, la derecha tiene más conciencia de clase que los sectores trabajadores.

El mundo del trabajo cambió pero las patronales se parecen mucho a aquéllas. Aunque hay excepciones, como la de la UIA, que no participó abiertamente de la Asociación del Trabajo…

Pero la UIA apoyó el golpe del '30, como los exportadores de cereales y los exportadores marítimos. Pero la coyuntura del '19 es distinta a la del '30. Y si lo traemos más acá vemos que durante el gobierno de Menem no hicieron nada contra la apertura de importaciones, que destruía sus propias empresas. Uno se pregunta cómo aceptaron esas medidas que destruyeron su trabajo. Y es porque ellos mismos hicieron negocios con las importaciones. Las patronales, en general, lo que no toleran es la autonomía de los gobiernos.

Siguen vigentes los mecanismos, resistencia a la legislación, represión a los movimientos obreros…

Yo diría que hay más parecidos. Esta organización -que reunió a lo más concentrado del capitalismo, exportadores de cereales como Bunge y Born y Dreyfus- utilizó el poder económico como un instrumento político para presionar al gobierno. Los "lockouts" al puerto de Buenos Aires implicaban desabastecer de carbón y perjudicar a otras industrias. En mayo del '19 se propusieron un "lockout" permanente con el objetivo de hacer renunciar a Yrigoyen, el personaje popular que tenía apoyatura social y sindical. No pudieron implementarlo porque se opuso la Unión Industrial Argentina. El "lockout" de la prensa, a fines de mayo tenía el mismo objetivo. Finalmente lo consiguieron en mayo del '21, con la amenaza de boicotear todos los puertos del país.

Hoy no se habla de "lockout"…

Pero hay. El corte de rutas en 2008 fue un "lockout", un paro patronal. Incluso más ilegal que aquellos porque obstruían una ruta pública y con amenazas concretas.

También parece renacida la idea de "hacer caer al gobierno".

Presiones, diversas estrategias, como la mentira descarada que viene desde aquella época, apuntan a eso. Me asombró la continuidad de las operaciones de "La Nación". Hay un acta del '19 contando una reunión entre Joaquín de Anchorena y el director de "La Nación", que califica de "sumamente satisfactoria" porque se comprometió a publicar lo que la patronal informara sobre el futuro conflicto que estaban tramando en el puerto. Está en las actas. La prueba es que "La Nación" publicaba el día 1º lo que salía, idéntico, el día 15 en el Boletín de la patronal. Es decir: la patronal le pasaba las gacetillas de las reuniones, asambleas, los aprietes que estaban elaborando y "La Nación" lo publicaba íntegro. Investigué la Asociación del Trabajo en 2008 y ese año viví asombrándome de las similitudes hasta de nombres.

¿Por ejemplo?

La Sociedad Rural, empresas de transporte, exportadores de cereales, que eran un puntal de la organización patronal. Esos grandes marcaban el camino para los más chicos, porque si no se incorporaban a sus planes los boicoteaban o los amenazaban. La Liga de Propietarios de Automóviles Particulares, que se formó para enfrentar al sindicato de los choferes, ofreció sus coches durante la Semana Trágica para trasladar a las fuerzas de choque. Gath & Chaves sus camiones, O'Farrell y Anchorena sus autos, manejados por sus choferes, claro, porque los patrones no se arriesgan personalmente. Eran los dueños de todo, manejaban autoridades, jueces de paz, policías y creaban sus propias fuerzas de choque, como la Liga Patriótica.

Toda una red.

Sí. La Liga Patriótica estaba formada por la misma gente de la Asociación del Trabajo; me encontré con miembros de la Iglesia Católica, con el presidente de los Círculos de Obreros que a su vez era vicepresidente del directorio de La Forestal… Ezequiel Paz y Mitre también fueron fundadores de la Liga Patriótica. La red era la Asociación del Trabajo, la Liga Patriótica, los Círculos de Obreros, los medios de prensa y, obviamente, sectores de las Fuerzas Armadas. El primer presidente de la Liga fue el contraalmirante Domecq García, quien participó activamente en la primera gran colecta nacional que organizó la Iglesia. Centrarse en las personas permite detectar cómo operaban las redes sociales, políticas e institucionales.

¿Qué la llevó a investigar esa etapa histórica?

Me había topado con el nombre de la Asociación del Trabajo en otra investigación sobre Bunge y Born y el sindicato. Los trabajadores alertaban sobre esa organización diciendo que reclutaba rompehuelgas. Pero no había nada sistematizado sobre el tema. Marx describe patrones belgas de increíble parecido, no sólo promueven la represión sino que desean ver humillados a los trabajadores, un sentimiento que encontré en algunos intelectuales católicos que trabajaban para la Asociación. El odio los lleva a querer verlos tirados a sus pies, pidiendo perdón y que les den trabajo. Acá encontré dos publicaciones de la Asociación, en las que informaban quiénes se incorporaban, quiénes eran sus intelectuales, y todo el movimiento, quiénes pedían apoyo, etcétera. Un aspecto llamativo es que en el Boletín siguieron el fascismo, desde el movimiento hasta la constitución como régimen organizado. Ya no eran nacionalistas sueltos, sino que utilizaban el fascismo como legitimador de su propia violencia, de sus aspiraciones de cogobernar mediante medidas de fuerza, tal como lograron las patronales italianas con Mussolini. Pero está claro que no todos los gobiernos se dejan tutelar y no todos aflojan. Allende en Chile, algunas medidas del kirchnerismo, Evo Morales, Correa demuestran que la voluntad política pone límites a los deseos empresarios.

¿En qué medida su trabajo aporta nuevas miradas sobre estos tiempos?

Yo rescato haber trabajado sobre la clase patronal. No trabajo cuestiones económicas porque en esta organización se organizan como patrones. En este caso se trata del enfrentamiento contra los trabajadores organizados y las expresiones políticas de izquierda. Creo que valió la pena sistematizar todo. Y ver cómo después de que se organizan y ven que el gobierno no afloja, lanzan una ofensiva con el objetivo de desarticular las organizaciones de trabajadores del interior y de la Capital. Y cómo les seducía cogobernar.

Resulta tentadora una comparación entre este tiempo histórico y el de su trabajo. Personalmente, veo enormes diferencias. ¿Pero usted cómo lo ve? ¿Encuentra semejanzas?

Hay muchas diferencias, sí. Son cosas que hay que pensar muy bien. Pero en un análisis comparativo rápido, en el primer gobierno de Yrigoyen la confrontación de clases era más transparente, no había sindicatos propatronales, los sindicatos no tenían aspiraciones políticas, no había partidos de izquierda que actuaran de manera tal que terminaran reforzando a la derecha o a las patronales. La cosa era más transparente. Y además es muy notorio que el gobierno radical de Yrigoyen era muy ambiguo. Había que desentrañar el juego, un juego muy difícil: por un lado apoyaba grandes sindicatos, por el otro reprimía o permitía represiones feroces. Yrigoyen ni hablaba, es difícil encontrar explícitamente cuáles eran sus opiniones.

¿Cuál es el peso de esta experiencia tendrá sobre el futuro de las relaciones entre Gobierno (o Estado), empresas y trabajadores?

Demostraron que el poder económico podía dañar políticas de gobiernos populares y generar golpes de estado. En el caso concreto que se ve durante el primer gobierno de Yrigoyen es que, efectivamente, al amedrentar al gobierno lo hacen implementar políticas represivas, porque Yrigoyen terminó concediendo aunque podría no haberlo hecho. Así se disolvieron sindicatos importantes. Y de otra manera, quizá por omisión, por no intervenir, el Gobierno dejó hacer a la patronal con los resultados que conocemos en La Forestal, por ejemplo. O en la Patagonia directamente con el fusilamiento masivo. Eso generó una desmovilización obrera muy importante, que recién se empezó a recuperar hacia 1925 pero con otro tipo de acción sindical. Un ejemplo es la organizada por el Partido Comunista, que era ya dentro de la fábrica, a diferencia de la ocurrida en tiempos de Yrigoyen, que se había dado principalmente en el transporte.

Yrigoyen tiene detractores y admiradores. Obviamente desde su partido lo defienden como un dirigente obrerista, pero para muchos es el gran responsable de los hechos de la Semana Trágica, los fusilamientos en la Patagonia, La Forestal. ¿Cuál es la imagen que se forma usted a través del libro?

Yrigoyen, en 1928, fue votado por el 60% de la población. Incluso Alvear empieza a cambiar sus políticas en su último año de gobierno, y eso fue producto de un acuerdo con Yrigoyen. La patronal y los sectores populares lo veían como un gobernante obrerista. Hay que sopesar esas contradicciones.

¿La causa de su claudicación estuvo en la debilidad del Estado?

Es claudicación y es limitación. Es difícil responder. Habría que trabajarlo desde el punto de vista del gobierno, pero Yrigoyen no hablaba.

Es cierto, ¡nunca dio un discurso!

Por eso yo busqué en el periódico oficial, que tampoco es muy confiable, porque el sector yrigoyenista era minoritario dentro del partido radical. Uno ve en el Parlamento que los diputados y senadores radicales hacían alianza con los conservadores mientras que los yrigoyenistas votaban con los socialistas cuando se trataba de legislación laboral.

El radicalismo nunca fue un partido homogéneo…

Es cierto, en este sentido, se parece mucho al peronismo.

Hubo distintos momentos históricos, pero el ala de derecha contó siempre con las patronales…

Uno mide cuán popular es un gobierno de acuerdo a los ataques que recibe de las patronales. Ya vimos a Yrigoyen, luego lo sufrió Illia con la nacionalización de los hidrocarburos, y también Alfonsín, con el golpe económico.