16 de octubre de 2025

Cuentos selectos (XXXVI). Silvina Bullrich: “El tercero en discordia”

La escritora, traductora, periodista y guionista de cine argentina Silvina Bullrich (1915-1990) fue una de las escritoras de la generación de los años ‘50 del siglo pasado, época en la que se destacaron, entre otras, Beatriz Guido (1922-1988), Elvira Orphée (1922-2018), Marta Lynch (1925-1985) y Sara Gallardo (1931-1988). Nacida en Buenos Aires en el seno de una familia aristocrática, cursó la escuela primaria en el colegio Onésimo Leguizamón ubicado en el barrio de Recoleta y completó sus estudios en la Alliance Francaise. Durante su adolescencia realizó numerosos viajes a París, algo que influyó en su cultura. Comenzó a escribir en su adolescencia y logró publicar algunos de sus poemas en la revista “Atlántida”, un semanario de gran tirada creado por el editor uruguayo-argentino Constancio C. Vigil (1876-1954). Hacia fines de los años ’30 fue convocada por el escritor Eduardo Mallea (1903-1982), por entonces editor del suplemento literario del diario “La Nación”, a colaborar en dicha publicación. Ello la llevó a vincularse con Silvina Ocampo (1903-1993), Manuel Mujica Láinez (1910-1984), Adolfo Bioy Casares (1914-1999) y Jorge Luis Borges (1899-1986). Con el autor de “El Aleph” e “Historia universal de la infamia”, en 1945 compiló una serie de cuentos y poemas de más de veinte autores argentinos, una antología que titularon “El compadrito. Su destino, sus barrios, su música”. Unos años antes ya había comenzado su prolífica tarea literaria que incluyó más cuarenta obras, fundamentalmente novelas.
Entre ellas, por nombrar sólo algunas, figuran “Calles de Buenos Aires”, “Bodas de cristal”, “La redoma del primer ángel”, “Teléfono ocupado”, “Los burgueses”, “Los salvadores de la patria”, “Mañana digo basta”, “Los pasajeros del jardín”, “Un momento muy largo”, “Mal don”, “Escándalo bancario”, “Te acordarás de Taormina”, “El hechicero”,A qué hora murió el enfermo” y “La bicicleta”. Entre sus obras también pueden citarse los tomos de cuentos “Historia de un silencio” e “Historias inmorales”; los de ensayos “La aventura interior”, “Carta abierta a los hijos” y “La mujer postergada”; los de crónicas periodísticas “El mundo que yo vi” y “La Argentina contradictoria”; y los de biografías “George Sand” y “Flora Tristán, la visionaria”. La temática de sus obras por lo general giró en torno a los intereses económicos y los conflictos existenciales de la burguesía, su clase social. Desde una perspectiva -para algunos críticos- feminista, narró historias de mujeres frustradas, las pugnas y conflictos de su estatus social, las alegrías y sinsabores de familias adineradas y decadentes, y la soledad de las mujeres en la madurez.


Gran admiradora de las letras francesas (trabajó como profesora de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata y en el Instituto Francés de Estudios Superiores), tradujo al español, entre otras obras, “Le deuxième sexe” (El segundo sexo”), “L'invitée” (La invitada), “Les mandarins” (Los mandarines), “Mémoires d'une jeune fille rangée” (Memorias de una joven formal) y “La force de l'âge” (La plenitud de la vida) de Simone de Beauvoir (1908-1986); “Mauprat” de George Sand (1804-1876), “Écoute, mon ami” (Escucha amigo) de Louis Jouvet (1887-1951) y “Léon Morin, prêtre” (León Morin, sacerdote) de  Béatrix Beck (1914-2008). Y en francés también escribió la obra teatral “Les ombres” (Las sombras).
 Silvina Bullrich llegó a ser una de las escritoras más vendidas de su época; durante años encabezó la lista de “best sellers” y llegó a vender más de un millón de sus libros, algunos de ellos traducidos a varios idiomas. Sin embargo, a pesar de su popularidad y el enorme éxito de ventas de sus obras -a menudo olvidadas por la crítica-, prácticamente no llegó a ser reconocida por el mundo literario y poco a poco su nombre fue cayendo en el olvido luego de su fallecimiento.


El cuento que sigue a continuación -El tercero en discordia- formó parte de “Historias inmorales”, publicado en 1965. En el año 2008 fue incluido en “Historias de mujeres infieles”, una antología editada por la socióloga y escritora Natalia Moret (1978) y el poeta y editor Santiago Llach (1972) que incluyó cuentos de catorce escritoras argentinas, entre ellas Silvina Ocampo (1903-1993), Sara Gallardo (1931-1988), Hebe Uhart (1936-2018) y Ana María Shua (1951).

EL TERCERO EN DISCORDIA
 
Mi abuela me decía: “Cuando te cases no dejes entrar a ningún amigo con intimidad a tu casa. Cuidado con el tercero en discordia”. Mi abuela tenía opiniones inquebrantables sobre el matrimonio. A lo largo de las conversaciones nos las asestaba en forma de axiomas y yo creía en ellas a pies juntillas, sobre todo porque era la única materia sobre la cual tenía ideas hechas. Todo lo demás la dejaba indiferente; nunca conocí sus ideas políticas, ni artísticas, ni literarias; hablaba poco de modas, nada de cocina, desconfiaba del teléfono, del gas, de la electricidad y del automóvil, ignoraba los deportes y los viajes. Su tema, su único tema, era el matrimonio. Cuando alguna de sus amigas protestaba por el carácter irascible de su marido, mi abuela decía: “te casaste, te embromaste”. El matrimonio para ella era un estado total, se entraba a él como al convento. Supongo que mi madre no habrá compartido esa opinión con ella, pero no lo sé a ciencia cierta porque murió cuando yo tenía apenas tres años; mi padre se volvió a casar, yo viví casi siempre con mi abuela, oyendo sin cesar sus máximas conyugales. Temo que mi larga soltería se haya debido al temor de no estar a la altura de esa severa institución llamada matrimonio.
Me casé a los treinta y cuatro años con una muchacha encantadora de veintitrés, que durante el primer año hizo de mí el hombre más feliz de la Tierra. El “te casaste, te embromaste” de mi abuela no cabía en nuestra pareja, colmada de todas las dichas del amor, del placer, del entendimiento, de la sensualidad. Alejandra, como mi abuela, y en esto se parecían sin duda, tenía una vocación definida: el amor; en este caso el amor conyugal. Confieso que pese al deseo que su atracción despertaba en mí me costaba seguir sus renovados impulsos, aplacar sus urgencias, cumplir con los refinados ritos de su sensualidad imaginativa e insaciable.
Este estado de exaltación duró un año y medio o dos. Un día advertí que nuestros ademanes eran menos armónicos, nuestra unión más forzada y que ya el amor no nos transportaba como una alfombra mágica por los aires en medio de regiones encantadas, sino que era un acto preciso, un poco monótono, pese a mis esfuerzos de imaginación. Para esos casos existe la vida mundana, o sea los demás. Hasta entonces habíamos vivido muy aislados, En mis oídos repercutían siempre los axiomas de mi abuela: “no permitas que nadie entre en tu casa con intimidad; los amigos íntimos destruyen los matrimonios”. Pero las cosas ocurren pese a los axiomas y, después de salir durante varios meses con grupos animados de gente vacía, los dos, empujados por una inclinación semejante, fuimos estrechando nuestro círculo hasta convertirnos en tres. Ya sé, todo esto parece muy sencillo, muy evidente, la estúpida historia del eterno triángulo. La gente tiene una tendencia infantil a simplificar ese mecanismo tan complejo que se llama ser humano.
Ricardo era un hombre incapaz de acostarse con la mujer de su mejor amigo. Tenía principios tan sólidos como los de mi abuela, era profundamente religioso, consideraba el matrimonio como una institución sagrada y sentía un leve desdén, casi un poco de asco, por el placer de los sentidos. Había sido seminarista durante un año y su mala salud le impidió cumplir con lo que consideraba su misión en este mundo. Inteligente, brillante, gran lector, cultivaba con esmero el arte de la conversación. Aquí me detengo. ¿Cómo contar esta historia inasible, sutil, donde no ocurrió nada visible y los tres, sin embargo, vivimos la más ardiente aventura interior? No lo sé, pero lo intentaré.
Era un invierno frío, de esos que nos gustaban a Alejandra y a mí, enamorados de la vida entre obras de arte, libros, delicias culinarias y grandes troncos en la chimenea. Ricardo venía a comer a casa casi todas las noches. No llegaba nunca con las manos vacías, pero al entrar había que adivinar lo que traía. Siempre era algo chico, apenas visible: una lata de caviar, un ramo de violetas, la edición príncipe de un soneto de Shakespeare, y a veces, cuando creíamos que había llegado sin nada, nos servían un champagne o un vino francés que había entregado a la criada junto con su abrigo. Alejandra, a su vez, se esmeraba en la cocina, descubría perdices aun cuando la caza estaba vedada, frambuesas, estragón,
endivias, champignones, todo lo difícil de obtener para probar refinamiento.
Había siempre entre nosotros un cuarto invitado: alguna mujer amiga de Alejandra a quien el novio había plantado, o recién viuda, o recién divorciada que miraba a Ricardo con ojos cargados de esperanzas. Hay tan pocos hombres que valen la pena -suspiraba-, lo único que quieren es una aventura pasajera, yo creo en el gran amor, es lo único que vale, la plata no me importa... y los lugares comunes se sucedían hasta el segundo plato, en que Ricardo con una brutalidad inesperada, los derrumbaba con dos o tres frases irónicas como hubiera derrumbado de un manotón un castillo de naipes. Sin el menor miramiento solía explicarle a la solitaria y romántica admiradora que ella había nacido para el dinero y para el placer, pero no para el amor: todo esto en forma matemática, como quien dice que dos y dos son cuatro, sirviéndose de las espontáneas confidencias que había dejado escapar para consultarlo. Algunas volvían a la carga, otras preferían eliminarlo y se contentaban con un hombre que valiera menos, pero las deseara más.
Alejandra, Ricardo y yo éramos tres cómplices malditos. ¡Con qué crueldad disecábamos al día siguiente los apremios sexuales de nuestra invitada, sus románticas ilusiones, sus suspiros de pueblerina! Nada nos permitía considerarnos superiores al resto de la humanidad y, sin embargo, el solo hecho de ser tres, de formar un todo solidario nos realzaba en nuestra estima. Yo sentía que había tocado el cielo con la mano. El momento de frialdad había terminado entre Alejandra y yo. Éramos de nuevo la pareja más ardiente de la Tierra, la más unida, el ejemplo de que el matrimonio no es una institución tediosa, sino una larga y exaltada aventura. Ricardo nos unía. Ricardo leía y nosotros lo escuchábamos abrazados. Ricardo se burlaba de la joven señora romántica y nosotros aprobábamos, sonriendo, de la mano.
Cuando volvió el buen tiempo fuimos a pasar un fin de semana al borde del mar con Ricardo y una amiga de Alejandra recién llegada de San Pablo. Recuerdo aquella noche cálida, los cuatro tirados sobre la arena recitando versos de amor, cantando canciones picarescas, discutiendo sobre el poder de la carne. Un hálito endemoniado nos envolvía; de haber sido más “civilizados” hubieran pasado entre nosotros cosas tremendas. Pero éramos personas de bien, argentinos, clase media para arriba, imbuidos de sanos principios, incapaces de contemplar siquiera la posibilidad de actos degenerados. Volvimos al hotel muy entrada la noche. Nuestro cuarto y el de Ricardo eran contiguos. Apagamos la luz y nos quedamos unos instantes extendidos, en silencio, desnudos, mirando como hipnotizados la raya de luz que se filtraba por debajo de la puerta del cuarto de Ricardo. Lo oímos ir y venir por la habitación. Un zapato cayó, luego el otro, una silla desplazada evocaba la ropa que ponían sobre ella, los caños semi tapados de los hoteles de campo acusaban con grosería que acababan de abrir una canilla, un cortapapel cayó al suelo, los pliegues de un manuscrito crujieron. Luego hubo un silencio y Alejandra lo rompió con un largo gemido apasionado, sentí su cuerpo tibio y elástico enroscado sobre el mío, sus labios recorrían mi pecho, su cabeza pesó sobre mi vientre. Gemía, temblaba. Nunca la vi tan apasionada, nunca se me entregó con menos reservas, nunca la sentí caer a mi lado tan cansada y tan poco saciada. A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, sus ojos y los de Ricardo se cruzaron con una expresión extraña, casi culpable, y luego ambos bajaron los párpados, con pudor, como una pareja que vuelve a encontrarse en público después de su noche de bodas.
Si hablara más falsearía una situación donde jamás nada fue hablado. Si quisiera echar una luz cruda sobre lo que siempre permaneció en la penumbra me cegaría y cegaría a los demás. Hay cosas que sólo se ven a oscuras: las luciérnagas, las exhalaciones. Lentamente, como se abren los rieles en un desvío, Ricardo fue alejándose de nuestra ruta, aunque durante un tiempo aún parecíamos andar por vías paralelas. Nuestro matrimonio comenzó a volverse opaco, a parecerse a la mayoría de los matrimonios que pueblan el mundo. El acto de amor fue un acto de amor en vez de ser un himno; luego fue un acto sexual, luego fue sólo un acto, luego fue un acto forzado, luego preferimos evitar el acto.
Un año más tarde me dijo: “Es preciso admitir que ya no nos queremos. Yo me di cuenta de esto en la Navidad pasada en el Hotel del Faro”. “Yo también”, le dije. Los dos mentíamos, los dos sabíamos que mentíamos. No nombramos a Ricardo. En medio de esas evoluciones fuimos a pasar unos días al mismo hotel al borde del mar. No nos dieron el mismo cuarto porque estaba ocupado, pero lo pedimos; Alejandra lo pidió. Aquella noche quise poseerla, parecía una muerta bien educada entre mis brazos. Aunque era un día radiante de sol, la playa nos pareció siniestra, el agua helada, la gente fea, gorda, vulgar. Nuestros cuerpos tostados, todavía jóvenes, estampados en la arena parecían cuerpos de leprosos: emanaba de ellos un rechazo glacial. No nos acercábamos, no nos tocábamos. Alejandra se puso de pie, la imité, caminamos a orillas del mar, siempre sin tocarnos. De pronto oí gritar mi nombre. Era Carlos Alberto, el arquitecto de mi repartición. Nos abrazamos. ¿Desde cuándo aquí? Ésta es mi mujer. Yo estoy solo. ¿Almorzás con nosotros? Por supuesto, odio la soledad. Nosotros también, dijo Alejandra. Claro, nos llevábamos tan bien que juntos estábamos solos, como una sola persona.
¿Para qué voy a repetirme? Los hechos se repitieron. Carlos Alberto contaba historias de viajes, bailaba, tocaba la guitarra. Salía a cazar, traía perdices. Nosotros nos quedábamos leyendo en la casa abrigada o hacíamos el amor, y cuando él llegaba con una martineta en una mano y una liebre en la otra, nos encontraba serenos y sonrientes. Alejandra le hacía confidencias sobre nuestra vida privada. Carlos Alberto la escuchaba con ojos cargados de imaginación. Éramos a la vez sus protegidos, sus protectores y su espectáculo. Y él era nuestra mascota, como lo fue Ricardo, él, cuya presencia nos era necesaria para representar esa comedia difícil y resbaladiza que se llama el amor conyugal. 

12 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (3/3)

Atilio Borón también ha sido galardonado con numerosas distinciones y premios, entre los que sobresalen el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada otorgado por la Casa de las Américas de La Habana, Cuba, en 2004; el Premio Internacional José Martí de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2009; el Premio Libertador al Pensamiento Crítico otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela en 2013; la declaración como “Personalidad destacada de las Ciencias Sociales” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 2014; y el “Premio Democracia” en la categoría “Pensamiento argentino”, conferido por el Centro Cultural Caras y Caretas de Buenos Aires en 2017. El destacado politólogo, sociólogo y escritor argentino, reconocido por sus observaciones críticas sobre la política latinoamericana y el neoliberalismo, el pasado 6 de abril de 2025 reflexionó en la página web “teleSURtv.net” sobre el papel de los medios de comunicación en la destrucción de la democracia. Entre otras cosas, sobre el caso específico de Argentina, afirmó categórico: “Lo que hoy tenemos en la Argentina: medios al servicio del bloque en el poder y sus esperpénticos representantes en el aparato estatal, que no sólo llegaron al Gobierno para destruir desde dentro al Estado -según la estúpida confesión del presidente, propia de un ignorante- sino que en el ejercicio de su gestión practican un constante atropello a la institucionalidad republicana, la división de poderes y al imperio de la Constitución y las leyes… Los medios y sus publicistas repiten las mentiras del Gobierno con total impunidad... Medios que no solo mienten; también ocultan, o minimizan noticias que deberían recibir mucha más atención. Se han convertido en poderes inmensos, fortalecidos con sus ejércitos de ‘trolls’ y ‘bots’, y han perfeccionado las (malas) artes que les permiten, vía los algoritmos, manipular las conciencias y los corazones de la población. Compilar las mentiras que han dicho los medios en la Argentina sería una tarea de años, y sus resultados ocuparían tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica”.


Por último, la tercera parte de los pasajes seleccionados de las entrevistas realizadas por Cris González, fundadora de la revista venezolana “Correo del Alba”, y por Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), entrevistas en las que analizó las modificaciones en el tablero global, el rol de China, Rusia y América Latina, y las políticas del actual gobierno argentino.
 
Nos gustaría profundizar sobre algunas cuestiones, particularmente sobre el tema de Rusia. Usted estuvo participando en un foro internacional de geopolítica ahí, y la realidad es que Rusia estuvo un poco en el centro de la escena. Al margen de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, me gustaría que haga también un poquito de hincapié en esto, en las potencialidades y también las limitaciones del ascenso económico y político-diplomático ruso y chino ¿Qué rol juega Rusia en esa disputa hegemónica transitando también una guerra abierta en Ucrania? Y también, ¿cuánto hay de alianza entre Rusia y China?
 
Primero, China se ha convertido para Estados Unidos en el gran enemigo. Si uno mira los últimos documentos del Consejo de Seguridad Nacional o los documentos del Pentágono, China pasó de ser la competidora de la economía norteamericana a la enemiga de los Estados Unidos. Este cambio semántico que se nota en los documentos oficiales, que no son declaraciones, son textos oficiales del gobierno de Estados Unidos, es algo que equivale casi a una declaración de guerra. Hay una frase que a mí me quedó muy marcada en varios textos del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional diciendo que Estados Unidos tiene enfrente a un país como Rusia, que quiere cambiar las reglas de juego del orden internacional, que tiene la voluntad pero no tiene la capacidad para cambiarlo. En cambio, China tiene ambas cosas, o sea, tiene la voluntad y la capacidad de cambiarla. Por lo tanto, el enemigo a vencer es China. Esto hace que China se mueva con un enorme cuidado en el terreno internacional. Sabedora de que hay en Estados Unidos grupos, ya sea gobierno, técnicos, funcionarios, expertos, asesores, que de repente quieren jugar demasiado cerca. En el caso de Taiwán, China sabe que no puede responder a esas provocaciones salvo marcar un poco la cancha. Ahora, en ese contexto el papel de Rusia, a pesar de que Estados Unidos lo minimiza, es un papel fundamental porque Rusia está a la vanguardia en lo que tiene que ver con el desarrollo de misiles hipersónicos. Estamos hablando de misiles que están desplazándose a una velocidad en algunos casos superior a los veinte mil kilómetros por hora. Pensemos que son misiles que en menos de una hora llegan desde cualquier extremo de Rusia a la costa este de los Estados Unidos. Si esos misiles son disparados desde submarinos que están dando vuelta por el Atlántico Norte, llegarían a Nueva York en cuatro o seis minutos. Entonces, Rusia tiene ese elemento fundamental, esa carta ganadora, y por eso la alianza entre Rusia y China es lo que Estados Unidos quiere romper a cualquier precio. Esto lo venía diciendo el politólogo estadounidense Brzezinski en el famoso texto del Gran Tablero Mundial. Planteaba que lo peor que podía pasar, el peor escenario en contra de los cantos triunfalistas norteamericanos, era una alianza entre Rusia y China. Decía también que era poco probable por las viejas rivalidades entre Rusia y China, pero resulta que China y Rusia resolvieron sus problemas. Hay un dato que parece anecdótico, pero no es un dato menor. Desde que está Xi Jinping al frente de China, hubo cuarenta reuniones entre Putin y Xi Jinping. Estamos hablando de un tándem que está funcionando prácticamente con comunicaciones semanales, personales ¿Por qué? ¿Porque se simpatizan mutuamente? No sé, los dos son bastante parcos, sobre todo Xi Jinping. Pero obviamente los intereses nacionales están por arriba hasta de las teorías. Así que la relación entre ellos, más allá de que tengan diferencias, de que haya habido problemas históricos que fueron resolviendo, es una alianza que se ha fortalecido y que China ha llegado a manifestar por boca de Xi Jinping algunas afirmaciones que eran insólitas. Por ejemplo, que China dijera que, en caso de guerra, China va a estar del lado de Rusia. Esto antes no lo decían porque eran frases muy fuera del marco de lo que son las relaciones normales entre Rusia y China. Y no por simpatías personales, sino por interés nacional, el famoso interés nacional que en la Argentina lo está tirando el gobierno actual por la borda. Si se arma una batahola internacional, el principal blanco de conflicto va a ser el Canal de Panamá, que va a ser muy fácil de bloquear. Es una obra casi que diría de principiantes, se agarra uno de los principales barcos que navegan por el Canal de Panamá y se les pone unas cuantas bombas que hagan que se hunda ese barco, y ese canal queda inhabilitado por años probablemente, hasta que se pueda reconstruir. Los chinos tienen debajo de la manga la construcción de un canal alternativo interoceánico por Nicaragua. Nicaragua es tan plana como la provincia de Buenos Aires y además tiene un inmenso lago en el medio, con lo cual hacer un canal ahí es un juego de niños y por eso Estados Unidos se puso tan loco con eso. Amenazó a los chinos con que no se les ocurra. Fue una amenaza tremenda porque los chinos tenían los planos. A falta de no poder hacer ese canal, tienen que venir a dar la vuelta acá por el sur de la Argentina y Chile. Por eso los chinos quieren estar ahí, quieren tener una presencia ahí. Y por eso este gobierno colonial que tenemos en la Argentina ahora, ha invitado al gobierno de Estados Unidos a construir una base naval en Río Grande para poder desde ahí tener una presencia y monitorear el tráfico que circularía por ese espacio marítimo en caso de que se diera una guerra y que se inhabilite el canal de Panamá. Es una hipótesis extrema, pero los planificadores chinos, a diferencia de los de acá, son tipos que miran a veinte o treinta años. No es que miran la coyuntura de esta semana y la que viene, miran todo y en función de eso está el interés con la Argentina.
 
¿Qué reflexiones le genera el actual gobierno de Javier Milei en Argentina?
 
Yo diría que el gobierno de Milei es un gobierno en donde hay que distinguir el títere del titiritero. Milei es apenas el títere, un títere muy atractivo para la cultura de masas contemporáneas. Por algo ha sido tapa de la revista “Time”. Lo pusieron como una de las personalidades más importantes del mundo, un tipo que de repente todo el mundo sabe quién es y lo mira porque hace cuestiones absolutamente estrafalarias, extravagantes, que ya no se consiguen, que nadie toma en serio, pero que sí llaman la atención. Evidentemente Milei es un personaje que por sus ideas estrambóticas evidentemente llama la atención a todo el mundo. Es un personaje huido de los rincones más sórdidos del medioevo. Milei y los personajes que lo rodean, obviamente. Esta gente desconoce absolutamente todo. Y no les importa, porque es gente que no tiene para nada un proyecto de Nación en la cabeza porque en el pensamiento del anarcocapitalismo y de la escuela austríaca, conceptos tales como la Nación, son entidades que revelan el influjo de ideas colectivistas que nada tienen que ver con los individuos y su libertad para actuar en ese terreno privilegiado que son los mercados. La idea de Nación es una aberración, y el interés nacional mucho más. Esta gente no cree en esas cosas, y por eso es que hacen una política en donde realmente lo que quieren es que la Argentina se convierta en una colonia. Han delegado todo, han entregado todo. Pequeños países centroamericanos y caribeños han dado muestras de un orgullo nacional, a pesar de su debilidad, que no tiene el gobierno argentino. Milei dijo reiteradamente que uno de sus países guías en esta defensa del mundo occidental es Israel, un régimen neo-nazi, hay que decirlo con todas palabras y esto no es una acusación al judaísmo. Yo creo que la tradición humanista del judaísmo es importantísima, yo me siento heredero de esa tradición, y creo que nosotros no podemos pensar al mundo hoy sin la figura de esos grandes intelectuales judíos como fueron Einstein, Freud, Marx o Martin Buber, si se quiere pensar en los grandes pensadores judíos que no tienen nada que ver con este mamarracho criminal que Netanyahu está haciendo. El Estado de Israel se ha desfigurado por completo, convertido en un estado colonialista que practica el genocidio y el apartheid en contra de la población palestina, como en Estados Unidos ocurría con los negros en la década del ‘20 y del ‘30. Y este personaje que tenemos en la Argentina toma a ese país como modelo. Y después a Estados Unidos como el otro campeón de la libertad, sin darse cuenta cómo ha cambiado el mundo en este momento, cuáles son las nuevas constelaciones de poder mundial, cuáles son las tendencias. Entonces, el gobierno de Milei simplemente se ha desentendido por completo de cómo llevar adelante una política exterior que afiance el interés nacional de la Argentina. Y yo creo que necesitamos es una política exterior independiente que tenga en cuenta el interés nacional de la Argentina y el bienestar de quienes vivimos en este país, es eso, nada más que es eso. Entonces la idea de pensar la política exterior desde la ideología es una idea absurda. Milei así lo piensa, se piensa como un aliado de los Estados Unidos, como una especie de sirviente fiel de los intereses norteamericanos en esta región y que está cumpliendo una misión. Es una política exterior que nos lleva a un desastre. Disiento con alguna gente que desde el campo nacional y popular ha dicho “nosotros somos oposición, pero quisiéramos de que al gobierno actual le vaya bien”. Yo no quiero que le vaya bien porque si a este gobierno le va bien, este país se convierte en un país de los más atrasados de África. Con todo respeto lo digo, porque cuando hablo de África hablo de la explotación salvaje, de la degradación que han sufrido producto del colonialismo los países africanos, que tienen 70 u 80% de pobres extremos. Si a Milei le va bien en este país no vamos a tener 54% de pobres como ahora, vamos a tener 80 u 85%, entonces hay que dar ahí un debate, porque si le va bien hay que salir rajando de acá, tomar un avión e irnos a cualquier parte del mundo, porque esto va a ser un infierno, esto va a ser un infierno de pobreza extrema, va a ser el paraíso de los narcotraficantes, y si dolariza la economía, esto se va a transformar en Ecuador, que era el país más seguro de Sudamérica. Que a Milei le vaya bien es condenar a la Argentina a una regresión brutal. Lo que tenemos que hacer es salir a las calles e impedir que a Milei le vaya bien. Yo no digo por la vía violenta, digo por una resistencia no violenta, pero resistencia al fin, como hicieron los jóvenes que en Egipto acabaron con el régimen de Mubarak, que hacía treinta años que estaba en el gobierno. Ningún gobierno resiste dos meses de jóvenes y de gente no tan joven que todos los días a una determinada hora se sienten en una plaza pacíficamente, reclamando justicia y que se vaya el gobierno. Milei no solamente está liquidando a los sectores obreros, empobreciéndoles como nunca antes, está liquidando a las capas medias de una manera muy acelerada, está acabando con grandes sectores el pequeño y mediano empresariado, y hasta del gran empresariado. Aunque haya tenido 56% de votos, no se puede permitir esto, creo que es un mensaje que tenemos que transmitir claramente. Yo termino esto con una invitación a que demos ese debate y salgamos a las calles organizadamente, pacíficamente, pero no nos quedemos en las casas. A las calles y las redes sociales. Yo siempre termino invitando a la gente que me lee, no basta con que me leas, conviértete vos en un guerrero digital, para decir lo que quieras, incluso decir al revés de lo que yo digo, no me importa, pero salí a las calles y conviértete en un guerrero digital, porque ese es el otro gran terreno de la lucha de clases: las calles y las redes sociales.