El diario “Kansas City Star” fue fundado el 18 de septiembre de
1880 por William Rockhill Nelson (1841-1915) y Samuel Edwards Morss (1852-1903).
Al momento de su aparición, ya circulaban en Kansas otros tres diarios: el “Kansas
City Evening Mail”, el “Kansas City Times” y el “Kansas City Journal”, con los
que el nuevo diario empezó a competir. La estrategia de sus propietarios
consistió en lograr suscriptores a un precio muy barato prometiéndoles un
diario absolutamente independiente en la política, tratando las noticias con
imparcialidad e intrepidez. El éxito no hizo esperar. En los años siguientes Nelson
y Morss compraron el “Evening Mail” en 1882 y el “Times” en 1901; y en octubre
de 1903, al morir Morss, Nelson se hizo cargo del “Star” hasta su muerte
acaecida en 1915.
Así como en 1902 -durante dos semanas- trabajó envolviendo periódicos el futuro presidente y responsable de los genocidas bombardeos atómicos de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial, Harry S. Truman (1884-1972), en octubre de 1917 ingresó un nuevo redactor que ganaba 60 dólares por mes y vestía una camisa a cuadros negros y rojos: Ernest Hemingway (1899-1961). Lo hizo de la mano de un amigo de su familia, Henry Haskell (1874-1952), miembro del Consejo de Dirección del diario.
Tras un período de prueba, se lo destinó a la sección de “Sucesos” y así, el joven reportero de noticias trabajó fuera de la oficina la mayor parte del tiempo. Fue a los juzgados, al departamento de policía y a los hospitales, y callejeando en busca de la noticia sensacional, la consiguió cuando presenció un incendio en un edificio de departamentos. La crónica del hecho que escribió resultó tan buena que la publicaron en la primera plana. A partir de allí se convirtió en reportero estrella hasta abril de 1918, cuando viajó a Italia y se alistó en la Cruz Roja Internacional como conductor de ambulancias durante la Primera Guerra Mundial. Lo hizo hasta julio de ese año cuando fue gravemente herido en las piernas por las esquirlas de un mortero austríaco por lo que tuvo que ser operado varias veces en un hospital de Milán, una experiencia que le sirvió de base para su novela “A farewell to arms” (Adiós a las armas) que publicaría en 1929.
Así como en 1902 -durante dos semanas- trabajó envolviendo periódicos el futuro presidente y responsable de los genocidas bombardeos atómicos de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial, Harry S. Truman (1884-1972), en octubre de 1917 ingresó un nuevo redactor que ganaba 60 dólares por mes y vestía una camisa a cuadros negros y rojos: Ernest Hemingway (1899-1961). Lo hizo de la mano de un amigo de su familia, Henry Haskell (1874-1952), miembro del Consejo de Dirección del diario.
Tras un período de prueba, se lo destinó a la sección de “Sucesos” y así, el joven reportero de noticias trabajó fuera de la oficina la mayor parte del tiempo. Fue a los juzgados, al departamento de policía y a los hospitales, y callejeando en busca de la noticia sensacional, la consiguió cuando presenció un incendio en un edificio de departamentos. La crónica del hecho que escribió resultó tan buena que la publicaron en la primera plana. A partir de allí se convirtió en reportero estrella hasta abril de 1918, cuando viajó a Italia y se alistó en la Cruz Roja Internacional como conductor de ambulancias durante la Primera Guerra Mundial. Lo hizo hasta julio de ese año cuando fue gravemente herido en las piernas por las esquirlas de un mortero austríaco por lo que tuvo que ser operado varias veces en un hospital de Milán, una experiencia que le sirvió de base para su novela “A farewell to arms” (Adiós a las armas) que publicaría en 1929.
El paso por el “Kansas City Star” significó para Hemingway un cambio importante en su estilo de escritura, algo que lo llevó a convertirse en uno de los más famosos escritores del siglo XX, ganador del Premio Pulitzer en mayo de 1952 y del Premio Nobel de Literatura en octubre de 1954 gracias a obras como “For whom the bell tolls” (Por quién doblan las campanas), “The torrents of spring” (Aguas primaverales) y “The old man and the sea” (El viejo y el mar), por citar sólo algunas. El periódico tenía un manual de estilo que hacía leer a los periodistas principiantes y a sus redactores, en el que, entre otras cosas, se les pedía que tomaran distancia respecto de las tradiciones más respetadas por la prensa del Este, adecuando su estilo para los lectores del Medio Oeste mediante una prosa escueta, directa y funcional.
A lo largo de su vida de escritor, el autor de “In our time” (En nuestro tiempo) y “To have and have not” (Tener y no tener) siempre se refirió a la guía de estilo del “Kansas City Star” como una especie de código de la buena redacción periodística, compuesto por ciento diez reglas. “Eran reglas -diría Hemingway en 1940- que me enseñaron el oficio de escritor y son las mejores que he aprendido para el negocio de la escritura. Jamás las he olvidado”.
Algunas de esas reglas eran emplear frases cortas, hacer los párrafos del comienzo breves, utilizar un inglés vigoroso, ser afirmativo y no negativo, evitar el empleo de adjetivos -especialmente de los extravagantes como suntuoso, espléndido, grandioso, magnifico-, las frases debían ser sencillas y claras, no se debían usar dos palabras cuando una era suficiente, usar verbos para dar acción, escribir adjetivos que significasen algo concreto, la jerga que se adoptara debía ser reciente -de lo contrario no servía-, eliminar todas las palabras superfluas, tener cuidado con el uso de la palabra “también” ya que por lo general modificaba la palabra que le seguía, tener cuidado con el uso de la palabra “únicamente”, en la escritura sobre animales se debía utilizar el género neutro salvo cuando se refiriese a un animal doméstico que tuviera un nombre y tratar de preservar la atmósfera creada.
El código del “Kansas City Star” fue determinante para Hemingway y para muchos otros autores. Impuso en Norteamérica el estilo “Middle West”, un lenguaje periodístico que llegó a estar muy cerca de convertirse en un estilo literario y pronto fue visto como el núcleo cultural de la nación estadounidense. Dichas reglas fueron seguidas también por renombrados periodistas y reporteros de ese país que en algún momento trabajaron en el “Kansas City Star”, entre ellos Henry Lee Shippey (1884-1969), William Allen White (1868-1944), Ralph Waldo Barton (1891-1931), Eugene McCown (1898-1966), William E. Vaughan (1915-1977) y Joseph T. McGuff (1926-2006).
Entre los años 1913 y 1917 Hemingway había estudiado en la escuela secundaria Oak Park and River Forest High School, institución en la que cursó la materia Lengua dictada por la profesora Margaret Dixon (1867-1955), y una asignatura de periodismo impartida por la profesora de Ciencias de la Comunicación Fannie Biggs (1865-1940). Incluso llegó a escribir artículos en “The Trapeze” y en “Tabula”, el periódico y el anuario respectivamente de dicha escuela. Cuentan algunos biógrafos que él, aunque recordaba feliz su paso por esa escuela, estaba preocupado al pensar que sus limitados conocimientos de la ortografía y la gramática pudiesen perjudicar la calidad de sus reportajes.
Afortunadamente para Hemingway como para los otros reporteros del periódico, sus editores Alexander Butts (1882-1907), Thomas W. Johnston, (1888-1958) y C.G. Wellington (1890-1960) dieron varios cursos intensivos basados en un texto de una sola hoja de tres columnas, redactado por el citado William Rockhill Nelson, que sería conocido como “Star copy style”, la guía de estilo del diario kanseño. Gracias a este, el “Kansas City Star” se convirtió de un periódico local a un periódico estatal de medio millón de lectores. “Cualquier hombre con talento, que al escribir se siente verdaderamente cerca de la cosa que está tratando de decir, no puede dejar de escribir bien si cumple con estas reglas”, opinó Hemingway.
En 1935, notablemente influido por esa guía de estilo, Hemingway publicaría en el número de octubre de la revista estadounidense “Esquire” -que había sido fundada dos años antes por Arnold W. Gingrich (1903-1976) y en la que escribirían notables autores como John Dos Passos (1896-1970), Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) y William Faulkner (1897-1962)-, una lista de consejos para quienes deseasen convertirse en escritores. Entre ellos sugirió no crear personajes sino personas comunes en situaciones no tan comunes, no recargar los escritos de palabras resonantes ni crear personajes tan increíbles que ni al autor convenzan, releer lo escrito una y otra vez y mejorarlo, alejarse de las preocupaciones cotidianas para escribir, estudiar a fondo el diccionario, evitar el uso de adjetivos extravagantes, escribir frases breves, comenzar siempre con una oración corta, utilizar un lenguaje vigoroso…
Con esto quiso decir que
lo que un escritor escribiera debería ser la parte del iceberg que sobresale
del agua, el resto no escrito -pero sí pensado- debería ser el cimiento
necesario para la composición de un relato conciso. Este tipo de planteamiento
deja en claro lo mucho que influyeron en sus obras las reglas del “Kansas City
Star”. El estadounidense Carlos Baker (1909-1987), escritor y profesor de Literatura
en la Princeton
University, opinaría en 1952 en su ensayo “Hemingway: the writer as artist” (Hemingway:
el escritor como artista) que el autor de “The sun also rises” (Fiesta) había
tenido claro desde sus inicios que la “teoría del iceberg” era lo que dominaría
su estilo narrativo. “Hemingway entró en la ficción con pequeños relatos
-escribió Baker-. Era una forma natural de comenzar. Sus objetivos estéticos
pedían una autodisciplina rigurosa en la narración de los episodios dibujados,
aunque siempre extraídos de la propia vida. Él creía firmemente que ‘no se
puede saber si no se ha vivido’, por eso una cantidad de las historias estaban
basadas en sus propias experiencias”.
“Como escritor no debes
juzgar. Debes entender”, aconsejaba Hemingway en el artículo aparecido en “Esquire”.
En 1934 había recibido en su casa en la isla de Key West, Florida, a un joven aspirante
a escritor que lo visitó para pedirle consejos sobre cómo escribir. Una de las
primeras cosas que hizo fue entregarle una lista escrita a mano en la que
decía: “Aquí hay una lista de libros que cualquier escritor debe haber leído
como parte de su educación… Si no los has leído no tienes educación.
Representan diferentes tipos de escritura. Algunos pueden aburrirte, otros inspirarte
y otros están tan hermosamente escritos que te harán sentir que no tiene caso
intentar escribir”.
Entre los libros que recomendaba figuraban, entre otros, “Le rouge et le noir” (Rojo y negro) de Henri Beyle Stendhal (1783-1842), “Wuthering heights” (Cumbres borrascosas) de Emily Brontë (1818-1848), “Madame Bovary” (La señora Bovary) de Gustave Flaubert (1821-1880), “Brátya Karamázovy” (Los hermanos Karamazov) de Fiódor Dostoyevsky (1821-1881), “Voiná i mir” (La guerra y la paz) de León Tolstoi (1828-1910), “The american” (El americano) de Henry James (1843-1916), “Of human bondage” (Servidumbre humana) de William Somerset Maugham (1874-1965), “Buddenbrooks. Verfall einer familia” (Los Buddenbrook. Decadencia de una familia) de Thomas Mann (1875-1955) y “Dubliners” (Dublineses) de James Joyce (1882-1941). Además de darle otras recomendaciones e instrucciones basadas en la guía “Star copy style” sobre como escribir, también le recomendó “Adventures of Huckleberry Finn” (Las Aventuras de Huckleberry Finn) de Mark Twain (1835-1910), una obra que no figuraba en la lista pero que consideraba como el mejor libro que un norteamericano jamás había escrito y que había marcado el inicio de la literatura del país.
Entre los libros que recomendaba figuraban, entre otros, “Le rouge et le noir” (Rojo y negro) de Henri Beyle Stendhal (1783-1842), “Wuthering heights” (Cumbres borrascosas) de Emily Brontë (1818-1848), “Madame Bovary” (La señora Bovary) de Gustave Flaubert (1821-1880), “Brátya Karamázovy” (Los hermanos Karamazov) de Fiódor Dostoyevsky (1821-1881), “Voiná i mir” (La guerra y la paz) de León Tolstoi (1828-1910), “The american” (El americano) de Henry James (1843-1916), “Of human bondage” (Servidumbre humana) de William Somerset Maugham (1874-1965), “Buddenbrooks. Verfall einer familia” (Los Buddenbrook. Decadencia de una familia) de Thomas Mann (1875-1955) y “Dubliners” (Dublineses) de James Joyce (1882-1941). Además de darle otras recomendaciones e instrucciones basadas en la guía “Star copy style” sobre como escribir, también le recomendó “Adventures of Huckleberry Finn” (Las Aventuras de Huckleberry Finn) de Mark Twain (1835-1910), una obra que no figuraba en la lista pero que consideraba como el mejor libro que un norteamericano jamás había escrito y que había marcado el inicio de la literatura del país.
En 1954, el profesor de Lengua en la Yale University Charles A. Fenton (1919-1960) publicó “The apprenticeship of Ernest Hemingway. The early years” (El aprendizaje de Ernest Hemingway. Los primeros años), ensayo en el cual señaló que su contratación en el “Kansas City Star” marcó, de forma absoluta, el estilo periodístico que lo acompañaría siempre, tanto en sus relatos como en sus crónicas y reportajes. “Es sumamente importante -escribió Fenton- recalcar la importancia que en la escritura de Hemingway tuvo su paso por la Oak Park and River Forest High School y su participación en ‘Trapeze’, como su contratación en el ‘Kansas City Star’, un periódico por el que pasaron muchos de los grandes talentos del país”. Haber sido un nido de talentos no fue trivial. Su hoja de estilo fue una guía para buena parte de los periódicos del mundo e impulsó la formación de escritores como Jerome D. Salinger (1919-2010), Norman Mailer (1923-2007) y Raymond Carver (1938-1988).
En la misma obra autobiográfica manifestó que “al terminar un cuento me sentía siempre vaciado y a la vez triste y contento, como si hubiese hecho el amor, aunque para saber si era bueno tendría que esperar a releerlo el día siguiente”. Unos años antes, en distintas entrevistas aparecidas en la revista literaria trimestral “Paris Review”, vertió varias consideraciones sobre su trabajo en el “Kansas City Star”, reconociendo que gracias su manual de estilo fue configurando su carrera posterior, y la definió como la guía que contenía “las mejores reglas sobre el arte de escribir”. Y agregó: “En el diario uno estaba obligado a aprender a escribir una oración enunciativa sencilla, una frase simple, declarativa. Y eso es útil para cualquiera. El trabajo periodístico no le hará daño a un escritor joven y podrá ayudarlo si lo abandona a tiempo”.