Una vez llegado a París en 1925, desde ese año y hasta 1928 Buñuel desempeñó diversos trabajos vinculados con el cine: asistente de dirección, director escénico, actor en pequeños papeles y crítico en varias publicaciones especializadas como "Cahiers d'Art", "Alfar", "L'Amic de les Arts" y "Horizonte". Todo este cúmulo de experiencias lo familiarizó con el oficio cinematográfico mientras escribía textos surrealistas para las revistas "Hélix" y "La Gaceta Literaria". Esos escritos -"Polisoir milagroso", "Olor de santidad", "Pájaro de angustia", "El arco iris y la cataplasma" entre otros- conformarían un libro que, según la intención de Buñuel, sería editado bajo el nombre de "Polismos" o "Un perro andaluz". El libro no se publicó, pero el último de los nombres escogidos por Buñuel se convirtió, un poco por casualidad, en el título de la película cuyo guión escribió junto con Dalí. Buñuel tomó la decisión de filmarla tras haber entrado en contacto con el grupo surrealista parisino que, por entonces, comenzaba a dejar atrás el terreno de la pura experimentación artística para adentrarse en el de la política, una decisión que traería aparejada un sinfín de controversias, enemistades y refriegas de las que no se librarían ni Buñuel ni Dalí. El rodaje de "Un perro andaluz" tuvo lugar en la primera quincena de abril de 1929 y, antes de su estreno al público, fue proyectado a una audiencia privada convocada por el fotógrafo estadounidense Man Ray (1890-1976). Tras la aprobación de los surrealistas presentes, se estrenó dos meses después en la sala Studio des Ursulines junto al film "Les mystères du château du dé" (Los misterios del castillo de dados) escrita y dirigida por Man Ray.
Luego de ocho meses en cartel en la sala Studio 28, Buñuel se convirtió en el miembro más prominente de los surrealistas y su película en la más representativa de ese movimiento. El éxito fue arrollador e inesperado. Buñuel dijo: "Es un film de éxito, la mayoría de los espectadores pensará eso. Pero qué puedo hacer yo contra los fervientes de toda novedad, aunque ésta ultraje sus más profundas convicciones; contra una prensa vendida o insincera, contra esa multitud imbécil que encuentra bello o poético aquello que, en el fondo, no es más que un desesperado, un apasionado llamamiento al crimen". Y añadió: "Es un cortometraje de dos rollos en el que no hay ni perros ni andaluces. Responde a los códigos del Surrealismo, aquellos del automatismo psíquico que es capaz de devolver a la mente su función real fuera de todo control ejercido por la razón, la moral o la estética, de manera que, habiéndonos servido de personajes aparentemente realistas, las funciones de sus protagonistas están animadas por impulsos cuyas fuentes principales se confunden con las irracionales, las cuales son, por su parte, las de la poesía". Buena parte de la crítica así lo entendió y lo clasificó como un poema en imágenes. En el nº 60 de la revista "La Gaceta Literaria" del 15 de junio de 1929 apareció en la primera página un comentario del film firmado por el ensayista gallego Eugenio Montes (1897-1982): "La vida orina absurdos en todas las esquinas -comienza la reseña-. No hay una sola lógica y, lo que en la primera escena sabe a sorprendente, aparece en la segunda como necesario y fatal". Pero más adelante de deshace en elogios: "Buñuel, poeta con palabras, logra aquí con silencios su mejor poema. En el film, Buñuel y Dalí borran la obra de sus compañeros de generación. Porque su film es eso: poesía. No lo otro: literatura. Todo es poético en este film utilitario". Lo cierto es que "Un perro andaluz" es un film que, desde el mismo momento de su estreno, generó todo tipo de exégesis, tanto poéticas como simbólicas o psicoanalíticas. Algo que también sucedió con el propio Buñuel y el resto de su obra. Algunas de ellas se reproducen a continuación.
Carlos Fuentes (1928). Narrador y ensayista mexicano. Fundador la "Revista Mexicana de Literatura" en 1955, se dio a conocer como escritor con el libro de cuentos "Los días enmascarados". Tras publicar las novelas "La región más transparente" y "Las buenas conciencias", en 1962 apareció "La muerte de Artemio Cruz" con la que se consolidó como escritor reconocido. Condecorado con el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y el Premio Príncipe de Asturias en 1994 entre otros numerosos honores, es autor de medio centenar de libros entre los que figuran las novelas "Aura", "Terra nostra", "Gringo viejo", "Todas las familias felices" y "Adán en Edén"; los volúmenes de relatos "Cantar de ciegos", "Agua quemada", "El naranjo" e "Inquieta compañía"; las obras teatrales "Todos los gatos son pardos", "El tuerto es rey" y"Los reinos originarios"; y los ensayos "La nueva novela hispanoamericana", "Cervantes o la crítica de la lectura" y "Geografía de la novela". Además de su labor como literato se destaca por su actividad periodística escribiendo regularmente para el "New York Times", "Diario 16", "El País" y "ABC". En 1976 prologó el libro "El ojo de Buñuel" de Fernando Césarman. Allí escribió:
En la primera escena de "Un perro andaluz", un joven español llamado Luis Buñuel fuma serenamente un cigarrillo y saca filo a una navaja contra una correa. Observa el cielo nocturno. Una nube pasajera bisecta la luna. Buñuel separa con los dedos los párpados de una mujer que nos está mirando, y mirando cómo la miramos. Buñuel acerca la navaja al ojo abierto y lo rasga de un solo tajo. La visión se derrama. Las visiones se contagian. Cuarenta años después, un viejo español llamado Luis Buñuel me dice, escondido en las profundidades de terciopelo del Café Florian, de espaldas al tumulto veraniego de la Plaza San Marcos con sus siniestras palomas, sus torvos turistas alemanes y sus deprimentes orquestas tocando pot-pourris de "My fair lady" y "Un homme et une femme": "Si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Por el momento, podemos dormir tranquilos. La mirada libre del cine está bien dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. El día que el ojo del cine realmente vea y nos permita ver, el mundo estallará en llamas". Desde "Un perro andaluz", Buñuel ha concebido la pantalla como un ojo dormido que sólo puede ser despertado por una cámara que haga las veces de navaja, clavo, alfiler, picahielo: la mirada cinematográfica, como el sexo de una mujer, debe ser una herida que jamás cicatriza. La unidad del cine de Buñuel nace de un conflicto entre la manera de ver y las cosas vistas. Sus tres primeras películas proponen las tres provocaciones que Buñuel, más que repetir, desarrolla después a diversos niveles. Del encontrarse a sí mismo impedido por la carga de pianos rellenos de burros muertos y el lastre de curas espantados ("Un perro andaluz"), Buñuel pasa al loco amor de la pareja regeneradora ("La edad de oro") y de allí a la descripción crítica de la realidad documental ("Tierra sin pan"). Psicológica, erótica o social, la posible respuesta nunca es ajena a un drama interpretado a través de una lucha de visiones opuestas: la mirada insatisfecha, condenada, peligrosa, secreta, contra una mirada confortable, conformista, consagrada; los ojos del mundo total, contaminado, anhelante, revolucionario, contra la ceguera del orden establecido.
Román Gubern (1934). Crítico y guionista cinematográfico español. Es uno de los referentes en el mundo académico de habla hispana en teoría de la imagen, y ha publicado textos pioneros en materias como el cine, la televisión y el cómic. Autor de una cincuentena de libros y de más de doscientos artículos académicos, y colaborador en un centenar de obras colectivas más, su obra se sitúa en tres planos bien definidos: la historiografía del cine, en especial el cine español; sus trabajos sobre el lenguaje del cómic, y ensayos en los que analiza la imagen en nuestro tiempo, el cambio tecnológico y la reubicación social del individuo y la cultura en el nuevo escenario. Actualmente es catedrático de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido presidente de la Asociación Española de Historiadores del Cine y pertenece a la Association Francaise pour la Recherche sur l'Historie du Cinema. Entre sus numerosas obras pueden citarse: "Godard polémico", "La novela criminal", "Literatura de la imagen", "Cine contemporáneo", "Comunicación y cultura de masas", "La caza de brujas en Hollywood", "Un cine para el cadalso. 40 años de censura cinematográfica en España", "La censura. Función política y ordenamiento jurídico bajo el franquismo (1936-1975)", "Cine para leer", "Mensajes icónicos en la cultura de masas", "El cine sonoro en la II Republica (1929-1936)", "El cine español en el exilio 1936-1939", "Metamorfosis de la lectura" y "Los años rojos de Luis Buñuel". De su maravillosa "Historia del cine" es el texto que sigue:
La película "Un perro andaluz" produjo el efecto de una bomba. Su obertura es, coherente con la agresividad del movimiento surrealista, uno de los intentos más afortunados para alterar la digestión de los tranquilos de espíritu: una navaja de afeitar secciona, en primerísimo plano, un ojo de mujer. A partir de ahí se desata un torrente de imágenes oníricas, que el propio Buñuel ha calificado de "un desesperado y apasionado llamamiento al asesinato". A pesar de que, como producto del puro automatismo, la obra no persigue una explicación por vía simbólica, a veces su laberinto de imágenes gratuitas se ilumina con relámpagos que (tal vez a pesar de sus autores) tienen un sentido. Tal es el caso del amante que en su aproximación al objeto de su amor debe arrastrar la pesadísima carga de dos pianos de cola en los que reposan sendos cadáveres de asnos y van atados a dos seminaristas... La poesía de la película, es fundamentalmente, sin embargo, la poesía de lo absurdo.
Rafael Alberti (1902-1999). Poeta y dramaturgo español. Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del Premio Cervantes en 1983. Durante la Guerra Civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de orientación comunista. Al terminar la contienda se trasladó a París para luego recalar en Santiago de Chile. Después de haber vivido en Buenos Aires y Roma, puso fin a su exilio en 1977. Entre sus obras más importantes se cuentan "Marinero en tierra", "Cal y canto", "Sobre los ángeles", "Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos", "Con los zapatos puestos tengo que morir", "Trece bandas y cuarenta y ocho estrellas", "Entre el clavel y la espada", "A la pintura, poema del color y la línea", "Buenos Aires en tinta china", "Roma, peligro para caminantes", "Versos sueltos de cada día" y "Sermones y moradas". El 8 de diciembre de 1929 presenció en la sala Goya de Madrid el estreno español de "Un perro andaluz", un evento que provocó escándalo, gritos histéricos, desmayos y la intervención de la Guardia Civil. Poco después, en el nº 7 de la revista "Hélix", lo recordó así:
Luis Buñuel venía de París, la cabeza rapada, el rostro aún más fuerte, más redondos y salidos los ojos. Llegaba para mostrar su primera película, hecha en colaboración con Salvador Dalí, en lo que fue una de las inolvidables sesiones del Cine Club que dirigía su propio fundador: el entonces ya tarado Giménez Caballero. El film impresionó, desconcertando a muchos y estremeciendo a todos en sus asientos aquella imagen de la luna partida en dos por una nube que cubre inmediatamente a la otra, tremenda, del ojo cortado por una navaja de afeitar. Cuando el público, sobrecogido, pidió luego a Buñuel unas palabras explicativas, recuerdo que éste, incorporándose un momento dijo, más o menos, desde su palco: "Se trata solamente de un desesperado, un apasionado llamamiento al crimen.