Antonio Tabucchi (1943), uno de los más importantes escritores italianos de la actualidad, es profesor de Lengua y Literatura portuguesa en la Universidad de Siena. A mediados de los años '60, estudiando en la Sorbona, conoció la obra del mayor de los poetas portugueses, Fernando Pessoa (1888-1935), la que lo sedujo hasta el punto de estudiar su idioma para poder leerla en su lengua original. Más tarde las tradujo al italiano y escribió "Un baule pieno di gente" (Un baúl lleno de gente), un libro de ensayos sobre él. Cuentista y novelista de igual calidad, Tabucchi es autor de una extensa obra que comprende, entre otros, "Donna di Porto Pim" (La dama de Porto Pim), "Notturno indiano" (Nocturno hindú), "Piccoli equivoci senza importanza" (Pequeños equívocos sin importancia), "Sostiene Pereira" (Sostiene Pereira), "La testa perduta di Damasceno Monteiro" (La cabeza perdida de Damasteno Monteiro), "Gli ultimi tre giorni di Fernando Pessoa" (Los tres últimos días de Fernando Pessoa), "La gastrite di Platone" (La gastritis de Platón) e "Il tempo invecchia in fretta" (El tiempo envejece deprisa). La siguienta entrevista es una compilación editada de las que concedió en México a Daniel de la Fuente (de la Agencia Internacional de Noticias Literarias Librusa, en junio de 2004) y en España a Agustí Fancelli (del diario "El País", el 23 de abril de 2006).
Usted es miembro del Consejo de Administración del Parlamento Internacional de Escritores que son perseguidos por sus ideas. ¿Podría hablarme un poco de las actividades que realizan y hacer un balance de lo que se ha logrado hasta el momento?
Desde luego que sí, aunque le recuerdo que también son escritores perseguidos por sus palabras, no tan sólo por sus ideas. Ese el problema.
Sin duda.
Nuestra principal preocupación en este momento es crear una red sólida e importante de protección física en beneficio de los escritores. Durante años nos hemos dedicado con todas nuestras fuerzas a difundir nuestro mensaje de sensibilización hacia la problemática de los escritores perseguidos, pero nos hemos dado cuenta que las peticiones y contestaciones que hemos pronunciado sirven mucho, muchísimo, sobre todo para concientizar al público, pero no bastan. Sinceramente no bastan.
La labor de la agrupación ha sido importantísima. Tal vez aquí en México no nos sea tan familiar el tema de un intelectual perseguido por sus ideas, pero este fenómeno existe, y con mucha crudeza, en otras latitudes del planeta.
Exacto. Verá usted, en cualquier país donde la palabra es perseguida, sea cual sea el método, y por todas las distintas razones que al que le molestan las palabras pudiera argumentar, que con regularidad son los que detentan el poder, nosotros tratamos por todos los medios de estar presentes. Nuestra preocupación en este momento, como le digo, es proteger físicamente a estas personas y por lo tanto brindarles la posibilidad de acudir a las denominadas ciudades refugio, donde estos escritores puedan vivir sin amenazas de muerte, leyendo y escribiendo, prosiguiendo libremente su vida sin transitar en el riesgo. Para esto, le digo, se requiere un gran esfuerzo. Firmeza de sueños le llamó yo.
¿Esto ha dado ya resultados?
Por supuesto, y la prueba está en que, como usted lo sabe, la Ciudad de México ha sido propuesta como ciudad refugio para recibir a un escritor serbio, adaptando y preparando una bella casa como residencia para intelectuales. México, como siempre, ha dado una muestra más de la gran tradición hospitalaria que ha mantenido durante décadas, y por la que ha brindado asilo a lo largo de su historia a muchos escritores, artistas, políticos y pintores que no podían, por una u otra razón, trabajar con libertad en su país de origen. Ahora, en Europa contamos con una red de veinte ciudades en distintos países donde los escritores perseguidos en sus naciones pueden vivir y seguir con su labor intelectual, con o sin sus familias, siendo esto lo mínimo que podemos hacer por ellos y su trabajo.
Magnífico. Digno de reconocerse.
La segunda cosa que empezamos a hacer es la publicación de la revista semestral del Parlamento, cuyo objetivo primordial es que, desde las ciudades refugio, donde los escritores pueden vivir plácidamente, también puedan contar con un espacio digno para publicar sus ideas, puesto que es evidente que no pueden publicar en su país y en muchos otros espacios. El ejemplo más conocido por todos es el de Salman Rushdie, pero yo le digo que existen otros más que no pueden abrirse paso en sus países, y reciben agresiones, pero nosotros estamos al pendiente de los escritores para que, sin distinción religiosa, ideológica o de cualquier especie, sean grandes, medianos o minúsculos, puedan escribir y sus palabras se paseen libremente.
Tras la aparición de "Sostiene Pereira", "The Times Literary Suplement" de Londres saludó la publicación de esta manera: "Cuando pensábamos en él como un elegante soñador, Antonio Tabucchi ha abierto despiadadamente una ventana sobre la implosión inminente de la democracia moderna y nos ha sorprendido durmiendo la siesta". Mezcla de ficción y filosofía, su novela transcurre durante la dictadura de Salazar en Portugal, la Guerra Civil española y el arribo del fascismo a Italia y Alemania. ¿Reflexiona usted, como Pereira, sobre el uso que puede tener la literatura desde un discurso ético y moral?
No podría decirle que soy alguien distinto después de la aparición de "Sostiene Pereira", porque no he variado mi modo de vida, ni mucho menos la manera de hacer literatura: sigo con mis cursos en la universidad y mi poética continúa intacta, sin grandes virajes. Lo que sí le puedo confirmar, todavía con sorpresa, es la aceptación que ha tenido la novela, aun cuando después de ésta publiqué otra, "Sogni di sogni" (Sueños de sueño), donde, me parece, no existe ningún tipo de eso que han llamado "compromiso", que en "Sostiene Pereira" se determina como una suerte de distinción o variación de mi manera de ser y escribir, lo que no me complace mucho porque ni siquiera veo esa diferencia que algunos dicen haber advertido.
¿Ha imaginado lo que hubiese sucedido si en su historia no se cruza, frente a Pereira, Monteiro Rossi? ¿Existe la posibilidad de imaginar la historia sin esa frase tan conocida -"usted que conoce a todo el mundo"- con la que trataban de adular a Pereira y anexarlo a las filas de la disidencia?
Es difícil. Lo ignoro, porque fue Monteiro quien, con su muerte, acabó de abrirle los ojos a Pereira, obligándolo a vivir de otra manera los últimos días de su vida. Pero déjeme decirle algo: si ve o lee más en "Sostiene Pereira", éste no hace una cosa muy heroica que digamos, sino algo que es de antemano común, normal diría yo, y me parece que su opción, la opción que Pereira toma a fin de cuentas -imprimir sin el consentimiento del director y la censura la noticia de la muerte de Monteiro a manos de la policía en el diario en que trabajaba- es una opción pequeñita, mas enorme al mismo tiempo, porque dice lo que piensa. Así, sin grandes explicaciones, Pereira tiene finalmente la valentía y el coraje para decidir, nada más. No es un gran héroe por ello. Pereira simplemente hace su deber.
Pero de qué manera.
Pues sí, pero es que también resultó una historia como las que me gustan, del lado de los perdedores, de los que siempre están en busca de algo, de los extraviados, voz de los perros, de los que se buscan a sí mismos a través de los demás porque, ¿cómo puede el hombre ser optimista en estos tiempos, siglo absurdo el que vivimos, sin duda? No, yo no. Prefiero el escepticismo a hacer mis personajes sobre la imagen de los que siempre terminan dando falsas conclusiones, renunciando a grandes ideales.
¿Tiene expectativas de volver el cine, después de "Nocturno hindú" y "Sostiene Pereira"?
Las otras fueron siempre sorpresa, lo que me gusta más porque es evidente que cuando el escritor trabaja una novela no está pensando llevarla a la pantalla grande sino a las páginas. Ahora no han surgido nuevas propuestas, sé que hay directores interesados en mis obras, pero hasta el momento no hay nada de importancia. Como le digo, me gustan este tipo de oportunidades porque es una forma de curiosidad, de verificar lo bello que puede ser que de un lenguaje artístico, una obra pueda transitar y deambular libremente hacia otro lenguaje.
Llegó a Portugal en 1964, cuando la dictadura de Salazar se encontraba en su peor momento.
Sí, una época terrible, pero en la que tuve grandes amigos allá: Alexandre, Asís, Isabel y Ruy. Allá situé la habitación de Pereira, pero mire, créame, y lo voy a decir sólo esta vez porque con frecuencia me hacen la misma pregunta: si literatura y ciudad son importantes, las personas vivas son lo más importante. Un libro o un poema pueden elevar o contribuir a elevar un país (podemos reivindicar cuanto antes el derecho de soñar, ¿por qué no?), pero las personas son lo primordial. Un poema puede sugerir la visita a un país, una ilusión también la puede sugerir, pero lo importante es que el hombre que nutre a estas alturas de los tiempos sus ilusiones, ese hombre que camina por las calles, sean de Lisboa, Florencia, qué sé yo, ese hombre sigue siendo un hombre libre. La literatura no basta, debo ser sincero, incluso ante el amor y la simpatía que le tengo a la literatura portuguesa, porque ninguna es tan bella o metafísica como para convencer totalmente a una persona o enamorar a todo un país (digo a todo, porque me refiero estrictamente a todos sus habitantes). Lo mejor es la amistad que se da entre los hombres, y lo más admirable es el hombre que, solo, se busca a sí mismo en el laberinto, y que a pesar del azar, decide cambiar su vida, sin ayuda de nada, llámese literatura o nación.
Ante ese heroísmo del hombre moderno, me recuerda su educación francesa.
Parte es un recurso, parte es de lo que he vivido, porque digamos que, a cierta altura, he tomado una dirección enriquecida por esta educación y que sin ella no sería el que soy y no hubiese escrito los libros que tengo escritos, como así el discurso sería distinto de haber estudiado astronomía como deseaba en mi niñez, y por lo tanto, no estaríamos hablando usted y yo de literatura en este momento.
Y sobre Pessoa, ¿qué le queda por agregar?
Creo que nada. Es el poeta que conocí cuando encontré a orillas del Sena su libro "Bureau de tabac" (Tabaquería), pero en el que además de sus heterónimos (Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos, Coelho Pacheco) se encuentra el hombre de la grandeza y la excelencia poética que luchó contra su soledad casi metafísica y en el extremo de la pérdida de una identidad que era sustituida siempre por otra, por otra, por otra. He disfrutado traducir a Pessoa, leerlo, como leer a Stendhal, Flaubert, Pirandello, Joyce, Sciascia, Machado, Borges. Es la familia de escritores a la que siento más próxima, a la que más quiero.
¿Dónde deja a Rulfo?
No diría Juan Rulfo, sino más bien "Pedro Páramo" por su mundo fantasmal y simbólico. Fantasmas que son presencias, que son aterrizadoras de aciertos y a la vez subjetivas. Tengo a "Pedro Páramo" en el imaginario personal como una obra grande de la cultura antropológica.
Pessoa escribió: "Vivir es no conseguir". ¿Cierto?
Considero que ésta es una meditación muy personal de Pessoa. Como ya le dije, la vida es ilusión, pero también es libro y escritura. Sin embargo, mi vida está hecha principalmente por las personas que encontré, las opciones que preferí y los hijos que hice. Los libros son parte importante de mi vida, pero recuerde, no son la vida. La vida es ilusión. Ilusiones que, quien las pierda, hombre incierto será, como el de hoy, como el de ayer. Cuidado con eso, hay que evitar siempre perder las ilusiones.
Son las que nos "sostienen".
Así es.
Su libro de cuentos "El tiempo envejece deprisa", ¿está inspirado en la antigua Europa comunista?
Y fascista. Es bueno especificarlo. En realidad tiene que ver con el tiempo. Un ejemplo: usted envía su dinero, ojalá lo tenga, a un banco de Suiza o yo envío mi dinero, si lo tuviera, a un banco de las Islas Caimán con un mail, es instantáneo, un "flash". Es diferente este tiempo a cuando usted iba al banco con las notas del dinero en el bolsillo. Es sobre el tipo de tiempo que estamos viviendo todos ahora. En este sentido me interesó la Europa del Este que acaba de entrar a Occidente trayendo consigo un tiempo distinto, un calendario diferente.
Otro factor determinante de sus escritos es la memoria.
Sí, porque la memoria está hecha de tiempo. Si se pierde la memoria de los hechos que ya pasaron, también se pierde el tiempo. Y en este momento me parece que el mundo está perdiendo el tiempo y, por tanto, está perdiendo la memoria. Me acuerdo de un importante obispo que estaba de paso por Argentina (el ultraconservador polaco Richard Williamson) y dijo que ¡el Holocausto no aconteció! El había perdido la memoria, pero lo más grave es que les imponía esta pérdida de la memoria a los otros.
¿Qué fenómeno es este que nos lleva a casi todos a olvidar nuestras tragedias?
Vivimos una época de sobreinformación en la que se piensa en mucho y en nada. Si usted pregunta a muchos jóvenes en Europa quién era Hitler, le pueden responder que era un músico de rock o una persona muy buena. El cerebro del hombre está hecho de memoria, por lo tanto de tiempo, y debe ser cultivada.
La muerte es otro tema recurrente en obras como "Réquiem" y "Tristano muore" (Tristano muere).
Me interesa por cómo la está viviendo la humanidad, no tanto desde el punto de vista personal. La gente está pensando muy poco en la muerte, los hombres se creen un poco eternos en este momento, creen tener la eternidad en el bolsillo, están muy acostumbrados a ver cadáveres. Usted prende la televisión y los ve y piensa que los cadáveres son la muerte, pero son dos cosas distintas. No saben lo que es la muerte. La muerte es un gran misterio, no es un simple cuerpo sin vida, los hombres están habituados a ellos y ya no les generan ningún sentimiento, tal vez como ver un cementerio de coches.
¿Las guerras y la violencia son reflejo de eso?
Sí, porque quien no piensa en el misterio también tiene poco respeto por la vida y por el cuerpo. Hay muchas torturas en el mundo. No se entiende que el cuerpo es el albergue del espíritu, la cosa más sagrada.
¿Y cuál es su lectura personal de la muerte?
No la imagino porque me parece otra dimensión, como si estuviera durmiendo. No sé si será un sueño continuo. Como decía Calderón, si la vida es sueño o sueño la vida. No se puede imaginar lo desconocido, la privación de la vida, y por eso hay que tener más respeto por ella.
¿Cómo quiere que lo recuerden?
Como se recuerdan a los otros escritores: alguien que tuvo un tiempo muy limitado para vivir en este tiempo y que pasó gran parte de su vida dedicado a poner por escrito lo que pensaba.
¿Una veintena de obras son suficientes o cuál le falta?
Siempre falta alguna cosa, si no, la literatura no tendría razón de existir. Sería necesario tener cinco vidas para poder escribir de los temas que el mundo nos ofrece. Y no hay alguno para privilegiar. Todo lo que existe merece ser contado si a una persona le interesa, así sea lo más humilde, no hay una jerarquía. La batalla de Waterloo no es más importante que la silla en la cual estoy sentado en este momento, porque la silla es una invención grandísima de la humanidad. Se podría escribir una gran novela sobre la silla.
En literatura, ¿cuáles son sus referentes italianos?
Sciascia, el maestro siciliano, y Passolini.
Usted narra en uno de los ensayos la inquietante carta que le envía un lector, donde le dice: "Usted ha escrito la autobiografía que yo nunca fui capaz de escribir".
Algunas veces, el encuentro con el lector da placer; otras, miedo. Esta es una historia verídica y debo decir que la carta me afectó mucho. Cada uno lee su propia historia. La literatura tiene ese poder misterioso y mágico de ponernos un espejo delante.
Escribe usted: "Un libro, para un escritor (aunque creo que para el lector también), no acaba jamás allí donde termina. Un libro es un pequeño universo en expansión".
El tiempo y la mirada de los demás añaden cosas que los escritores no habíamos previsto en principio. Hoy, con respecto a tantos libros del pasado, la información nos ha convertido en lectores muy privilegiados. Poseemos un bagaje interpretativo muy superior al de los contemporáneos de la obra. El "Quijote", por ejemplo. Hoy tenemos un carga de información iluminista, romántica, psicoanalítica, etcétera, que el lector de la época no tenía. Y si el "Quijote" ya fue un gran libro cuando nació, hoy acumula un poso que le convierte en el Himalaya.