6 de octubre de 2011
Sobre la novela (13). Rolando Costa Picazo y el fin del "star system" norteamericano
Miembro de Número de la Academia Argentina de Letras y Correspondiente de la Real Academia Española, Rolando Costa Picazo (1931) es profesor de Literatura Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, profesor de Posgrado de la Universidad Nacional de Córdoba y Director de la Maestría en Traducción de la Universidad de Belgrano. Ha realizado estudios de posgrado y doctorado en la Nottingham University de Inglaterra y en la Michigan State University de Estados Unidos. Traductor de extensa y destacada trayectoria, especialista en Literatura Norteamericana, Costa Picazo ha traducido del inglés al español obras de autores como Auden, Bellow, Capote, Elliot, Faulkner, Hemingway, James, Kerouac, Melville, Poe y Shakespeare, entre muchos otros. Es autor de "W.H. Auden. Los primeros años", "Borges: una forma de felicidad", "La poesía de Frank O'Hara", "Literatura y traducción. Estudios sobre traducción literaria", "W.H. Auden. Los Estados Unidos y después" y "Perspectivas críticas sobre los Estados Unidos. Estudios literarios, culturales y ciencias sociales", además de decenas de artículos y estudios sobre literatura y cultura estadounidense. Costa Picazo se refiere a la traducción como "un puente interminable", en tanto implica una operación que nunca queda cerrada dados los múltiples interrogantes, cuestionamientos, realizaciones y desrealizaciones que abre esta tarea en la cultura, en la sociedad y en los lectores. Al traducir un texto, "se llega a otro lado, que nunca va a ser el lugar que se dejó, un lugar que va a cambiar según el contexto y que va a cambiar con el tiempo y va a cambiar con el lector; es la metáfora de Borges, de Pierre Menard. Pierre Menard escribe las mismas palabras que Cervantes, pero esas mismas palabras van a ser distintas para distintos lectores, de distintos tiempos y distintos espacios, y para un mismo lector, en distintos momentos, lo mismo que pasa con el texto de partida". Y asocia la faena de la traducción "con la tarea de nadar, de echarse al agua y dejarse llevar o pelear contra la corriente. Cada momento, cada tramo es algo que hay que superar". Entre los numerosos artículos que escribió sobre literatura estadounidense sobresalen "Literatura y civilización de los Estados Unidos en la década de 1920", "Perspectivas críticas acerca de la novela social de la década de 1930 en Estados Unidos", "En torno a la novela estadounidense" y "Estados Unidos. Cuarenta años de literatura", texto este último -cuyo tramo referido a la novela- se transcribe a continuación y que fuera publicado originalmente en la revista "Magazín Literario" nº 3, de septiembre de 1997, en el que Costa Picazo echa un vistazo panorámico a la literatura estadounidense de las últimas décadas del siglo XX signadas por la desaparición del "star system" literario encarnado en su momento por figuras como John Cheever (1912-1982), Saul Bellow (1915-2005), John Updike (1932-2009) o Raymond Carver (1938-1988).
CUARENTA AÑOS DE LITERATURA
Tratar de caracterizar en unas pocas páginas la literatura estadounidense de las últimas décadas resulta una tarea tanto ciclópea como irrealizable. Las razones son múltiples. Por empezar, se trata de una de las literaturas más ricas y vitales de este siglo. También una de la más variadas, y, por ende, imposible de codificar. Por otra parte, carecemos de la larga perspectiva que ofrece el paso del tiempo, con su inevitable decantación. Los "ismos" de la mirada crítica, las décadas de la mirada histórica, los regionalismos, entre otras posibilidades, resultan insuficientes como parámetros para describir, anatomizar o juzgar una producción literaria tan monumental. El problema se complejiza por la riqueza de la maquinaria editorial, la erosión de las fronteras entre literatura "alta" y popular, la institucionalización de las listas de "best-sellers", la presión de los imperativos comerciales. A esto se puede agregar el fenómeno de la nostalgia, que con la moda del "revival" rescata escritores olvidados o recupera otros, ignorados en su momento. El ejemplo clásico de la revalorización de viejos nombres es el de los escritores de la generación Beat, quizá por la decisión de Coppola de filmar "On the road" (En el camino), la novela de Jack Kerouac de 1953. Hoy es fácil conseguir varias novelas de Kerouac -largo tiempo agotadas- no sólo en Estados Unidos, sino en traducciones publicadas por editoriales españolas, que vierten la jerga "beat" a un absurdo madrileño ininteligible para los hispanoamericanos. También se recuperaron otros nombres como el del "hipster" Herbert Huncke, cuya breve obra no se publicó en el momento en que la escribió, pero que aparecerá este año, bajo el sello editorial de William Morrow.
Si comenzamos por el género literario más leído, el de la narrativa, veremos que el panorama de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial presentaba dos grandes nombres indiscutidos, Hemingway y Faulkner, con otros menores (Steinbeck, Dos Passos, Richard Wright). Después, y debido en parte a la proliferación de novelas y novelistas, ya no resultará fácil coincidir en quiénes son los grandes nombres, y he aquí una de las características de la escena literaria posterior: la desaparición del "star system". Los premios importantes siguen siendo una garantía para que sus receptores atraigan la atención, aunque sea por un instante de triunfo. El National Book Award o el Pulitzer Prize, entre otros, aseguran las ventas por un tiempo. El Premio Nobel sigue siendo el gran espaldarazo, como atestigua la popularidad de Saul Bellow en su momento. No obstante, la gloria no dura para siempre. Hoy Bellow pertenece más al pasado que al presente literario, por razones difíciles de precisar pero que en general tienen que ver con el impulso moralizador de su literatura, que resulta abrumador (y anticuado) para el lector de hoy, o por temas ya no vigentes, como la alienación y el judaismo. La novela judía, como un subgénero con grandes cultores como el mismo Bellow, Bernard Malamud o Philip Roth, entre otros, pierde vigencia cuando los judíos son absorbidos por el "melting pot" (crisol de razas), o cuando la cultura judía, con su propio enclave, e inclusive su propio idioma, pierde fuerza. En otro sentido, Bellow no logró volver a alcanzar el excelente nivel de sus mejores novelas: "The adventures of Augie March" (Las aventuras de Augie March, 1953), "Carpe diem" (1956) o "Herzog" (1964).
Hay otros autores, como Norman Mailer y Thomas Pynchon, cuyo nombre basta para asegurar la lectura y la atención de la crítica. Mailer es un caso único por la vastedad de su producción y el afán de no repetirse, que da a su obra una naturaleza heterogénea: "The naked and the dead" (Los desnudos y los muertos, 1948), una épica de corte naturalista, quizá la mejor novela estadounidense de la Segunda Guerra, mostraba una marcada influencia de Dos Passos. Después de una serie de novelas menores, Mailer produjo libros que combinaban la ficción, la historia, el ensayo político y la autobiografía, como "Advertisements for myself" (Publicidad para mí mismo), de 1959, con su polémico estudio "The white negro" (El negro blanco). En "The armies of the night" (Los ejércitos de la noche, 1968), Mailer sigue el ejemplo de Truman Capote en la ficcionalización de la historia, centrándose en la multitudinaria marcha de protesta contra la guerra de Vietnam de 1967. Con "Ancient evenings" (Noches de la antigüedad, 1983) experimentó con la novela histórica. Luego vino la monumental "Harlot's ghost" (El fantasma de Harlot, 1991), donde la ficción juega con la historia, "Oswald's tale. An american mystery" (Oswald: un misterio americano, 1995), que intenta echar una mirada objetiva al mayor misterio de nuestro siglo, y, hace apenas un par de meses, "The Gospel according to the son" (El Evangelio según el hijo), una vida de Jesús narrada en primera persona. Pynchon, por su parte, también constituye un caso único, pues se trata de un novelista "difícil" cuyas obras tienen gran venta. "Gravity's rainbow" (El arco iris de la gravedad, 1973), considerada su novela cumbre, lleva al lector a documentarse en física, cultura popular, ocultismo, geografía y la obra de Borges. Este año ha publicado otra novela enorme, de 773 páginas, enciclopédica y surreal, "Mason & Dixon" (Mason y Dixon), acerca de los dos agrimensores que dividieron el Norte y el Sur de los Estados Unidos. Otro autor que, como Bellow, ha dejado de maravillar por igual al público lector y a la crítica conocedora, quizá porque su obra pertenezca a una época anterior, es John Updike. De un enorme talento y gran versatilidad, ninguna de sus novelas posteriores se aproximó a la fascinación de "Rabbit, run" (Corre, conejo, 1960). De hecho, Updike volvió al personaje de "Conejo" Angstrom una y otra vez, en una serie de segundas partes que, como reza el proverbio, nunca fueron buenas.
Muchos novelistas gozaron de gran prestigio en su momento, pero luego dejaron de escribir, como Salinger, que hace poco ha autorizado la publicación de una "nouvelle" publicada en "The New Yorker" en 1965: "Hapworth 16, 1924". Otros muy buenos narradores, como Raymond Carver o John Cheever, murieron antes de producir una obra sustancial. Otros resultaron ser, esencialmente, autores de una sola obra memorable: Ken Kesey sigue siendo el autor de "One flew over the cuckoo's nest" (Alguien voló sobre el nido del cuco, 1962), y Jerzy Kosinski de "Being there" (Desde el jardín, 1970). Entre quienes siguen produciendo, hay novelistas de buen oficio que tienen asegurado su público lector, como Anne Tyler, Kurt Vonnegut, E.L. Doctorow, Joyce Carol Oates, Paul Theroux. Otros novelistas de excelente nivel no nos han llegado por falta de traducciones, o de difusión, o de apoyo editorial en su país, como Walker Percy, James Purdy o Cormac McCarthy. Otros han tenido gran difusión, ya sea porque alguna de su novelas fue llevada al cine, o "for the wrong reasons": Gore Vidal, Tom Wolfe, son nombres que vienen a la mente. Existe, asimismo, una constelación de autores cuyas obras son experimentales, o metaficcionales, juegan con la fabulación y la fragmentariedad, y constituyen un grupo de novelistas leídos por otros novelistas o por críticos y profesores de literatura. Los más destacados son John Barth "Chimera" (Quimera, 1972), "Letters" (Cartas, 1979)-, Robert Coover -"The public burning" (La quema pública, 1977)-, y William Gaddis -"The recognitions" (Los reconocimientos, 1955)-. De los últimos exponentes, el novelista que ha alcanzado mayor difusión, tanto en los Estados Unidos como en el exterior, es Paul Auster. Nacido en 1947, Auster alcanzó reconocimiento con "The New York trilogy" (La trilogía de New York, 1990), en que emplea elementos de la novela negra combinados con referencias literarias y conceptos epistemológicos para ocuparse de las relaciones entre pasado y presente y la elusiva naturaleza del lenguaje y la identidad.
Una serie de fenómenos de carácter político-social afectaron la esfera cultural y alteraron la hegemonía del canon literario: la lucha por la acción afirmativa, la postura de lo políticamente correcto, el feminismo, la liberación lésbico-gay, el movimiento globalizado bajo el nombre genérico de multiculturalismo. Se produjo una verdadera escisión en las universidades, escenario de una batalla encarnizada entre las posturas liberales y conservadoras, las izquierdas y las derechas. Si bien aún no se ha visto el fin, lo real es que el énfasis del interés ha cambiado hacia las diferencias de raza, etnia, inclinación sexual. Temas como la literatura de los chícanos, negros, americanos nativos, americanos nipones, homosexuales, ocupan el centro de atracción de revistas y suplementos literarios, y cada vez se publican más libros de autores minoritarios o marginales. El defensor más reconocido de la postura canónica, Harold Bloom, se aferra a parámetros de excelencia en literatura y fustiga lo que denomina "la escuela del resentimiento", en la que ubica a todos los que aspiran a alterar el mapa literario tradicional.