En las primeras páginas de la novela de Thomas Mann "Muerte en Venecia", el escritor Aschenbach descubre, en una estación de ferrocarril, a un desconocido cuyo aspecto lo cautiva. Su vestimenta, los instrumentos que lleva, su físico mismo, revelan que es un viajero que llegó tan lejos como pudo. Aschenbach se ve arrastrado por una clase singular de nostalgia: la que añora todo lo que no se ha conocido, lo que no se ha vivido. No hay peor nostalgia que ésta. Aschenbach acepta el llamado de este fantasma y parte hacia Venecia.
Al igual que ese viajero anónimo, Corto Maltés encarna la aventura en
estado puro. Vive en cualquier parte y no tiene patria ni familia, porque sabe
que el único lazo que tolera la aventura es la amistad. La amistad puede
prescindir de la cercanía y de la permanencia; como es un arte de la
conversación, encuentra también en la distancia sus materiales.
Corto Maltés viaja por el mundo para entrar por una puerta lateral en historias ya comenzadas. Es menos protagonista que catalizador de las peripecias; una especie de mensajero entre bandos rivales. Mensajero también entre esos otros bandos que se agitan en todo relato: la necesidad y el azar. Las historietas de Corto Maltés pertenecen al género de aventuras, y a través de ese camino recuerdan a los grandes nombres de las novelas marinas de fines del siglo XIX, del aire diáfano de Salgari a las sombras ligeras de Stevenson y a las tinieblas profundas de Conrad. Pero su héroe no vive sus peripecias con la inocencia de quien las inaugura: hay en estas páginas una conciencia de que la aventura es algo que sólo puede ocurrir en el pasado. Por eso sus personajes parecen menos atentos a lo que les pasa que a lo que les pasó. Cada episodio está donde está sólo para evocar un episodio anterior, del que nos llegan las huellas y los ecos. La aventura es el recuerdo de la aventura; el intento por restaurar, en un presente desacralizado y banal, algunos hechos que ya fueron.
Corto Maltés nació en "La balada del Mar Salado", que comenzó a publicarse en 1967 en la lujosa revista "Sgt. Kirk". Hace su aparición en una balsa, condenado a morir de hambre y de sed, y quien lo salva es Rasputín, que a partir de aquí será su legendario antagonista. La
Corto Maltés viaja por el mundo para entrar por una puerta lateral en historias ya comenzadas. Es menos protagonista que catalizador de las peripecias; una especie de mensajero entre bandos rivales. Mensajero también entre esos otros bandos que se agitan en todo relato: la necesidad y el azar. Las historietas de Corto Maltés pertenecen al género de aventuras, y a través de ese camino recuerdan a los grandes nombres de las novelas marinas de fines del siglo XIX, del aire diáfano de Salgari a las sombras ligeras de Stevenson y a las tinieblas profundas de Conrad. Pero su héroe no vive sus peripecias con la inocencia de quien las inaugura: hay en estas páginas una conciencia de que la aventura es algo que sólo puede ocurrir en el pasado. Por eso sus personajes parecen menos atentos a lo que les pasa que a lo que les pasó. Cada episodio está donde está sólo para evocar un episodio anterior, del que nos llegan las huellas y los ecos. La aventura es el recuerdo de la aventura; el intento por restaurar, en un presente desacralizado y banal, algunos hechos que ya fueron.
Corto Maltés nació en "La balada del Mar Salado", que comenzó a publicarse en 1967 en la lujosa revista "Sgt. Kirk". Hace su aparición en una balsa, condenado a morir de hambre y de sed, y quien lo salva es Rasputín, que a partir de aquí será su legendario antagonista. La
publicación por entregas de este primer episodio -en el que
el Corto no es protagonista sino un personaje más en una trama abigarrada de
destinos- duró entre el '67 y el '69. Por esos años la historieta ya perdía su
carácter de género popular y se estrenaban la semiótica, las bienales y la
nostalgia.
Cuando apareció "La balada del Mar Salado" Pratt tenía cuarenta años y gozaba del reconocimiento que por entonces tenían los autores de historietas, a mitad de camino entre la discreción y el anonimato. Recién se empezaba a hablar de "comic de autor" y se revisaba la historia del género para encontrar algo más que una laboriosa artesanía.
Pratt había cumplido buena parte de su carrera en Argentina. Llegó al país en 1949, con veintidós años y algunos dibujantes amigos, para trabajar en la entonces poderosa editorial Abril. Se quedó hasta el '62. Entre una fecha y otra dibujó para Héctor Germán Oesterheld dos de sus más grandes creaciones: "Sargento Kirk", historia de un desertor en el Oeste, y "Ernie Pike", cuyo protagonista era un cronista de la Segunda Guerra que narraba historias protagonizadas por hombres y no por ejércitos.
Con Oesterheld también hizo "Ticonderoga", además de historietas con guiones propios como "Ann y Dan" y "Capitán Cormorant". Pratt vivió más de diez años en la Argentina, convirtiéndose en un nombre fundamental de la época de oro del género; luego retornó a Italia y aunque escribió y dibujó muchas historietas (entre ellas "Los escorpiones del desierto"), fue el Corto Maltés lo que marcó su consagración.
Las dos historias que reúne este volumen pertenecen a momentos diversos de la carrera de Pratt y a épocas distintas en la cronología del personaje. "La balada del Mar Salado" comenzó en el '67, como dijimos, y sus hechos pueden ubicarse entre 1913 y 1915."Tango (Y todo a media luz)" es de 1985 y la acción transcurre en el '23 (cuando pelearon Firpo y Dempsey). El tema de la prostitución en la Buenos Aires de los años veinte era algo que interesaba a Pratt desde largo tiempo atrás, y también la acción de los legendarios bandoleros por la Patagonia. Antes de dibujar estas páginas, Pratt hizo un viaje por el Sur para alimentarse de hechos reales, o para olvidarlos (la imaginación exige los dos movimientos). Recordemos que la única novela que Pratt escribió (fuera de la versión novelada de "La balada...") también transcurre en Argentina: "Viento de tierras lejanas".
Pratt dibuja con un trazo rápido, como si quisiera dejar constancia de un mundo que se acaba. Tiene algo de anotación en un diario, o de boceto. Cuanto más veloz el trazo, más preciso es. Esta suerte de dibujo-escritura nos hace olvidar que hay un guión y luego un dibujo; dibujo y escritura parecen pertenecer a un mismo sistema gráfico. Con los años, fue haciendo aún más sencillo el trazo, como se nota al comparar "La balada del Mar Salado" con "Tango". Además de gran dibujante -tan extraordinario en las escenas de acción como en el retrato de esas caras que resumen destinos- Pratt fue también un diestro acuarelista. La acuarela, por la rapidez, por la comodidad y porque trabaja con lo que fluye y encuentra solo su camino, también es una técnica para viajeros.
Las historietas de Corto Maltés abarcan más de veinte episodios unitarios y unas cuantas sagas extensas, como "Fábula de Venecia", "Corto Maltés en Siberia" o "La casa dorada de Samarkanda". El lector argentino pudo seguir este itinerario a través de revistas españolas y también nacionales: en "Skorpio" a partir de mediados de los setenta y en "Fierro" desde mitad de los ochenta.
Aunque llegó a la historieta como dibujante, Pratt vio siempre al género como narración. A fines de los setenta, cuando la voluntad de contar historias retrocedió frente a la creciente autonomía del dibujo, Pratt siguió fiel a esta convicción. Y él, que tenía fama de gran conversador, nunca temió a los largos parlamentos, como se puede ver en algunos globos. No creía que hubiera ningún pecado en la lectura.
Pratt nació en Rímini en 1927. Pasó su infancia en Venecia y a partir de los diez años en Etiopía, donde su padre trabajaba como funcionario colonial. Abuelo socialista, padre fascista y él libertario: así contaba Pratt la historia política de su familia. Estuvo en Etiopía durante los años de la guerra y permaneció prisionero en un campo hasta que la Cruz Roja lo repatrió. De regreso a Venecia, comenzó a publicar historietas en 1945. El escritor Juan Sasturain, que lo conoció y dedicó muchas lúcidas páginas a su obra, trazó un concisa parábola de su itinerario: "Pratt comenzó dibujando en la posguerra y terminó, medio siglo después, en los ochenta y noventa, más cerca de la escritura. Como si el contador hubiera desbordado por exceso al dibujante: tenía más historias de las que podía o tenía ganas de dibujar".
En los últimos años escribió el guión de "Verano indio" para Milo Manara, y publicó su novela "Viento de tierras lejanas" (1993). También trabajó sobre la vida de Antoine de Saint-Exupéry, que fue, como él, durante unos cuantos años, un aventurero europeo en tierra argentina.
"Para Pratt la Aventura es la manera de vivir, y el dibujo, el testimonio traspuesto, mitologizado, paralelo, de esa aventura", citamos de nuevo a Sasturain. Poco antes de que esa aventura se terminara (murió en su casa cerca de Lausana, Suiza, en 1995) Pratt regresó a su obra maestra, pero esta vez sin dibujos: convirtió "La balada del Mar Salado" en una novela (hay traducción española: Muchnik, 1998) que no alcanzó a ver publicada.
Cuando apareció "La balada del Mar Salado" Pratt tenía cuarenta años y gozaba del reconocimiento que por entonces tenían los autores de historietas, a mitad de camino entre la discreción y el anonimato. Recién se empezaba a hablar de "comic de autor" y se revisaba la historia del género para encontrar algo más que una laboriosa artesanía.
Pratt había cumplido buena parte de su carrera en Argentina. Llegó al país en 1949, con veintidós años y algunos dibujantes amigos, para trabajar en la entonces poderosa editorial Abril. Se quedó hasta el '62. Entre una fecha y otra dibujó para Héctor Germán Oesterheld dos de sus más grandes creaciones: "Sargento Kirk", historia de un desertor en el Oeste, y "Ernie Pike", cuyo protagonista era un cronista de la Segunda Guerra que narraba historias protagonizadas por hombres y no por ejércitos.
Con Oesterheld también hizo "Ticonderoga", además de historietas con guiones propios como "Ann y Dan" y "Capitán Cormorant". Pratt vivió más de diez años en la Argentina, convirtiéndose en un nombre fundamental de la época de oro del género; luego retornó a Italia y aunque escribió y dibujó muchas historietas (entre ellas "Los escorpiones del desierto"), fue el Corto Maltés lo que marcó su consagración.
Las dos historias que reúne este volumen pertenecen a momentos diversos de la carrera de Pratt y a épocas distintas en la cronología del personaje. "La balada del Mar Salado" comenzó en el '67, como dijimos, y sus hechos pueden ubicarse entre 1913 y 1915."Tango (Y todo a media luz)" es de 1985 y la acción transcurre en el '23 (cuando pelearon Firpo y Dempsey). El tema de la prostitución en la Buenos Aires de los años veinte era algo que interesaba a Pratt desde largo tiempo atrás, y también la acción de los legendarios bandoleros por la Patagonia. Antes de dibujar estas páginas, Pratt hizo un viaje por el Sur para alimentarse de hechos reales, o para olvidarlos (la imaginación exige los dos movimientos). Recordemos que la única novela que Pratt escribió (fuera de la versión novelada de "La balada...") también transcurre en Argentina: "Viento de tierras lejanas".
Pratt dibuja con un trazo rápido, como si quisiera dejar constancia de un mundo que se acaba. Tiene algo de anotación en un diario, o de boceto. Cuanto más veloz el trazo, más preciso es. Esta suerte de dibujo-escritura nos hace olvidar que hay un guión y luego un dibujo; dibujo y escritura parecen pertenecer a un mismo sistema gráfico. Con los años, fue haciendo aún más sencillo el trazo, como se nota al comparar "La balada del Mar Salado" con "Tango". Además de gran dibujante -tan extraordinario en las escenas de acción como en el retrato de esas caras que resumen destinos- Pratt fue también un diestro acuarelista. La acuarela, por la rapidez, por la comodidad y porque trabaja con lo que fluye y encuentra solo su camino, también es una técnica para viajeros.
Las historietas de Corto Maltés abarcan más de veinte episodios unitarios y unas cuantas sagas extensas, como "Fábula de Venecia", "Corto Maltés en Siberia" o "La casa dorada de Samarkanda". El lector argentino pudo seguir este itinerario a través de revistas españolas y también nacionales: en "Skorpio" a partir de mediados de los setenta y en "Fierro" desde mitad de los ochenta.
Aunque llegó a la historieta como dibujante, Pratt vio siempre al género como narración. A fines de los setenta, cuando la voluntad de contar historias retrocedió frente a la creciente autonomía del dibujo, Pratt siguió fiel a esta convicción. Y él, que tenía fama de gran conversador, nunca temió a los largos parlamentos, como se puede ver en algunos globos. No creía que hubiera ningún pecado en la lectura.
Pratt nació en Rímini en 1927. Pasó su infancia en Venecia y a partir de los diez años en Etiopía, donde su padre trabajaba como funcionario colonial. Abuelo socialista, padre fascista y él libertario: así contaba Pratt la historia política de su familia. Estuvo en Etiopía durante los años de la guerra y permaneció prisionero en un campo hasta que la Cruz Roja lo repatrió. De regreso a Venecia, comenzó a publicar historietas en 1945. El escritor Juan Sasturain, que lo conoció y dedicó muchas lúcidas páginas a su obra, trazó un concisa parábola de su itinerario: "Pratt comenzó dibujando en la posguerra y terminó, medio siglo después, en los ochenta y noventa, más cerca de la escritura. Como si el contador hubiera desbordado por exceso al dibujante: tenía más historias de las que podía o tenía ganas de dibujar".
En los últimos años escribió el guión de "Verano indio" para Milo Manara, y publicó su novela "Viento de tierras lejanas" (1993). También trabajó sobre la vida de Antoine de Saint-Exupéry, que fue, como él, durante unos cuantos años, un aventurero europeo en tierra argentina.
"Para Pratt la Aventura es la manera de vivir, y el dibujo, el testimonio traspuesto, mitologizado, paralelo, de esa aventura", citamos de nuevo a Sasturain. Poco antes de que esa aventura se terminara (murió en su casa cerca de Lausana, Suiza, en 1995) Pratt regresó a su obra maestra, pero esta vez sin dibujos: convirtió "La balada del Mar Salado" en una novela (hay traducción española: Muchnik, 1998) que no alcanzó a ver publicada.