GRAN INSECTO
El mosquito cambió decisivamente las estructuras políticas mundiales durante los siglos XIX y XX, pero su trascendencia ha sido subestimada por historiadores que prefieren creer en personalidades (Napoleón, la reina Victoria o Roosevelt), en ideas (las de Marx o las de Hitler) o en guerras (todas). Aunque los mosquitos no se han ofendido por ese desdén, algo debe decirse de su trayectoria.
La obra del mosquito no terminó allí, sin embargo. Sucesivos gobernantes franceses habían tomado nota de la pérdida de posiciones nacionales en América, donde sólo se conservaban una Guayana francesa y una Isla del Diablo que ya tenía mala reputación. En 1869 se había inaugurado al este de Africa el Canal de Suez, que en buena medida fue la creación del francés Ferdinand de Lesseps, aunque con apoyo de capitales británicos. En 1879 el gobierno francés y el mismo Lesseps se lanzaron a un proyecto similar, dispuestos a construir el Canal de Panamá. A ese efecto se constituyó una empresa privada, dirigida por Lesseps y por su hijo Charles, con aporte de diversos capitalistas franceses. Diez años después, el proyecto francés debió ser abandonado con grandes pérdidas. Como lo señalara el historiador William H. McNeill, "los costos se habían disparado hasta niveles intolerables, como resultado de la fuerte mortandad provocada en el personal obrero por la malaria y la fiebre amarilla". El fracaso provocó en Francia un notable escándalo político y financiero. Algunos funcionarios y parlamentarios franceses fueron acusados por haber aceptado sobornos de la Compañía del Canal. En 1893 Lesseps y su hijo Charles fueron condenados a cinco años de prisión, fallo que después fue anulado por una corte de apelaciones.
En esos mismos años Estados Unidos daba otros pasos
adelante, triunfando en una guerra contra España y apoderándose de Cuba (1898). Todavía le quedaba por derrotar a la fiebre amarilla, y allí les ganó
un segundo partido a los franceses. El médico cubano Carlos Finlay había sostenido
hacia 1881 que el mosquito era el agente transmisor de la fiebre amarilla,
pero sus opiniones fueron escasamente escuchadas durante veinte años por los
gobernantes y por otros hombres de ciencia. En 1900 el norteamericano Walter Reed interpretó correctamente las enseñanzas
de Finlay. Cuando se produjo en La Habana un brote muy serio de fiebre
amarilla, Reed presidió un comité de investigación, diagnosticó la índole y
origen de la enfermedad e inició una campaña sanitaria. Varios de sus colaboradores
murieron en esa crisis, pero en 1901 el comandante William Crawford Gorgas
aplicó radicalmente algunas medidas y eliminó en noventa días la epidemia de
La Habana. Los procedimientos habían sido resueltos en los tres años previos,
cuando Gorgas se vio obligado a incendiar totalmente un campo en Siboney
(Cuba) para destruir un foco. En La Habana ordenó segregar a los enfermos,
establecer cuarentenas, implantar una higiene general, destruir todo depósito
de agua que pudiera contener larvas de mosquitos. En 1904 Gorgas fue llevado a
la zona donde se haría el Canal de Panamá. Aplicó medidas idénticas, en enorme
escala, y así los Estados Unidos pudieron construir el Canal, lo inauguraron
en 1914 y tuvieron desde entonces una llave política de enorme importancia,
porque la conexión marítima entre el Atlántico y el Pacífico se reunía, en el
caso, a la gravitación norteamericana en el Caribe, hecho del cual llegaron a
enterarse después en Cuba y en Nicaragua.
Tras haber contribuido a la derrota de Francia y a la expansión
territorial de Estados Unidos, tanto en América del Norte como en América
Central, el mosquito no fue debidamente homenajeado con monumento alguno. La
mejor parte de su fama fue que William Faulkner dio el nombre de "Mosquitoes" a
su segunda novela (1927). Fuera de ello, los mosquitos nunca tuvieron buena
prensa.
LA INFLUENCIA DE LOS HONGOS EN LA VIDA LITERARIA
El tomate fue uno de los viajeros americanos más ilustres entre los llegados a Europa durante el siglo XVI, tras las expediciones de Colón y otros. Algunos documentos llevan a creer que el tomate desembarcó en Italia hacia 1544, con lo que cabe imaginar la medieval desesperación de los italianos en los siglos previos, debiendo comer su pizza y sus spaghetti sin el tomate debido. Esa tragedia nacional no impidió sin embargo el florecimiento artístico. De hecho, el tomate llegó a Italia con el Renacimiento ya empezado.
La patata (vulgo papa) superó al tomate en su adaptación al nuevo medio europeo, donde encontró las debidas condiciones de humedad, temperatura y diversos otros factores físicos, sin las limitaciones del tomate, que sólo progresó naturalmente en los climas templados del Mediterráneo. El notable rendimiento de la patata, en comparación aritmética con la superficie cultivada, llevó a que el tubérculo (aparentemente nativo del Perú) se convirtiera en tarea intensiva y lucrativa para los campesinos de otros países más fríos, como Irlanda, Bélgica y Alemania. Su rendimiento en el primero de esos países ascendió a tal punto que una de las más difundidas subespecies llevó el nombre de Irish potato (patata irlandesa) y contribuyó señaladamente a mejorar la economía y la demografía nacionales.
Como suele ocurrir en la Naturaleza, la patata tenía también sus enemigos. En Perú existía un hongo (Phytophthora infestans) que manifestaba tanta atracción por las patatas como la que sentían los comensales europeos. Durante tres siglos (aproximadamente entre 1540 y 1840) el hongo de la patata fue inofensivo para los cargamentos que se enviaban desde Perú a Europa. Simplemente el hongo no resistía un viaje tan largo, parte del cual se hacía a través de los calores del trópico. Pero como lo señala el historiador y médico William H. McNeill, esa situación fue modificada con los progresos de la navegación en el siglo XVIII. Se redujo la permanencia a bordo, con lo que el hongo llegó activo a Europa. Fue así como la Revolución Industrial produjo indirectamente los grandes fracasos en las cosechas irlandesas de patatas (especialmente durante 1845 y 1846), lo que a su vez derivó a una crisis alimenticia general, a episodios críticos de hambruna, al progreso del tifus y de otras enfermedades que se agravan con la desnutrición.
El enorme avance demográfico de la población irlandesa, a lo largo de tres siglos, se vio detenido de pronto con la muerte de medio millón de personas. La década pasó a ser conocida como los "hungry forties" (cuarentas hambrientos) y durante ella el primer ministro inglés Robert Peel terminó por dejar sin efecto las leyes tradicionales que regulaban la importación de cereales y que ya eran objeto de enorme controversia, por el choque de intereses distintos. La crisis alimenticia provocó a su vez la emigración de un millón de irlandeses, que cayeron sobre Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Australia, generando una diáspora que duró más de un siglo. Entre los emigrantes irlandeses y sus descendientes se contarían después los escritores Oscar Wilde, George Bernard Shaw, James Joyce, Sean O'Casey, Eugene O'Neill, Liam O'Flaherty. La influencia de los hongos sobre la vida literaria no ha sido estudiada a fondo.
CENSORES
El puesto de censor fue instituido en Roma en el año 443 a.C. como derivación del censo, o sea el recuento y clasificación de los ciudadanos. Durante cuatro siglos los censores fueron magistrados que vigilaban la conducta de los romanos, llegando a la supervisión de obras teatrales, a los casos privados de adulterio y al uso intensivo de delatores. Su titular más famoso fue Catón el Censor (234-149 a.C.) quien combatió las influencias griegas, objetó el lujo y solicitó la guerra contra Cartago, además de escribir sobre medicina, leyes y ciencia militar. Siglos después, el inglés Thomas Bowdler (1754-1825) pasó a la historia por su empeño en "depurar" obras literarias, quitando todo lo que creyó inmoral de ellas. En 1818 editó así su "Family Shakespeare", que disminuía los textos haciéndolos aptos para la lectura por niños y adolescentes. Desde entonces, "to bowdlerize" fue en los diccionarios ingleses un equivalente al acto de limpiar de procacidad o erotismo cualquier obra literaria.
Pero ni Catón ni Bowdler llegaron a los extremos del norteamericano Anthony Comstock (1844-1915) quien emprendió una campaña personal contra el vicio, el adulterio, los anticonceptivos, la prostitución y otros territorios afines. Tras obtener una ley en ese sentido (1873), Comstock asumió funciones policiales, abrió correspondencia privada, encarceló a sus opositores y recurrió con abundancia a diversas argucias ilegales para identificar y detener a los presuntos infractores. Fue abiertamente combatido por un agnóstico y liberal llamado D. M. Bennett, pero a su vez Comstock consiguió enviar a Bennett dos veces a la cárcel: la segunda por haber vendido un folleto que no había escrito ni editado.
Se atribuye a Comstock la reiterada jactancia sobre los hombres que había encarcelado y sobre las mujeres cuyo suicidio provocó, tras la amenaza de ventilar públicamente ciertos incidentes de adulterio que sólo Comstock y pocas otras personas pudieron conocer. En el diccionario inglés Webster's, la palabra "comstockery" está definida ahora como "preocupación mojigata por combatir la inmoralidad, especialmente en libros, periódicos y fotografías".