5 de septiembre de 2012

Mario Bunge: "Aunque en materia política todos somos tuertos, más vale que el ojo vidente sea escéptico" (5)

Mario Bunge, físico, filósofo de la ciencia y humanista, es un destacado defensor del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por expresar públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la homeopatía y la microeconomía neoclásica u ortodoxa, además de sus contundentes críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico. Entre sus trabajos más importantes figuran los ocho tomos de su "Tratado de filosofía básica", obra en la que revisa el concepto tradicional del método científico empleando las herramientas de la lógica formal y destacando el valor de la relación entre teoría y experiencia. Pero, como autor enormemente prolífico que es, ha publicado también las aplicaciones de su filosofía a diversas ciencias, tanto naturales como sociales. En ese sentido pueden mencionarse "Etica y ciencia", "Tecnología, ciencia y filosofía", "Filosofía de la física", "Economía y filosofía", "Lingüística y filosofía", "La ciencia, su método y su filosofía", "Las ciencias sociales en discusión", "Filosofía de la psicología", "Filosofía política. Solidaridad, cooperación y democracia integral" y "Las pseudociencias ¡vaya timo!" entre muchos otros. En este último, libro sumamente polémico que recoge en español sus textos sobre las pseudociencias dispersos en publicaciones científicas anglosajonas, Bunge denuncia supercherías de todo pelaje (pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas, etc.) y presenta una apología irrenunciable de la ciencia contra lo que considera prácticas fraudulentas, entre ellas la parapsicología, el psicoanálisis, las teorías económicas y determinismos varios. Bunge es particularmente crítico del psicoanálisis, del que aclara que "no debe confundirse con la psicología ni con la psiquiatría. El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría seria aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadero; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse el mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si desea ser tomado por una ciencia". "Ahora bien -añade-, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad. El psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capítulo más adelantado de la psicología. La hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etnología y la antropología; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo está en contradicción con los datos de la antropología". En esta quinta y última entrega de la serie de entrevistas concedidas por Bunge, el científico opina, precisamente, sobre el psicoanálisis. Sus opiniones, por cierto, motivaron una andanada de críticas y fueron calificadas de reduccionistas, esquemáticas, vergonzantes y hasta de contradictorias, dado que, tanto la física como la psicología son ciencias factuales que se refieren a hechos que se supone ocurren en la realidad y, por consiguiente, tienen que apelar al examen de la evidencia empírica para ser comprobados, algo que Bunge propone con vehemencia.



¿Qué son las pseudociencias y por qué les ha dedicado usted tanto tiempo y esfuerzo?

Una pseudociencia es un cuerpo de creencias incompatibles con el fondo de conocimiento científico. Le he dedicado mucho tiempo a esta cuestión porque me asombra y alarma el que haya tantos científicos y filósofos crédulos. Creo que es un indicador de que se puede ser muy competente en un rincón del saber y tonto en cuestiones fundamentales, porque los conocimientos científicos suelen enseñarse de a uno, y porque no se los acompaña de reflexión metodológica, o sea, no se habitúa al estudiante a preguntarse cómo se sabe tal o cual cosa.

En su último libro dice que el psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. "No está calificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica". ¿De qué nace su aversión al psicoanálisis?

Es que son puros mitos, puros cuentos. Nunca se ha visto un psicoanalista haciendo experimentos, ni a Freud. En las ciencias que estudian hechos se hacen experimentos. La psicología hace experimentos hace siglo y medio. Los psicoanalistas no estudian ciencia, estudian fantasías.

¿Por qué considera usted que el psicoanálisis es una pseudociencia?

Porque hace afirmaciones gratuitas y nunca pone a prueba lo que dice. En más de un siglo de psicoanálisis no ha habido un solo laboratorio psicoanalítico, ni un solo experimento psicoanalítico; son afirmaciones de tipo literario, completamente arbitrarias, totalmente fantásticas.

El psicoanálisis es, en su opinión, una pseudociencia, pero muchos psicoanalistas le dirían que no puede serlo, por definición, porque no pretende vestirse con ropajes científicos. Es un error considerarlo así. Tampoco lo hace, por ejemplo, la crítica literaria y no es un saber que usted desprecie.

Todos los psicoanalistas, con la excepción de los adeptos de Lacan, pretenden hacer ciencia de la mente. Pero no la hacen puesto que ignoran al cerebro y no ponen sus especulaciones a la prueba experimental. La psicología científica existe desde hace casi dos siglos, y se ha reforzado enormemente en el curso del último medio siglo al unirse con la neurociencia. Gracias a esta unión, sabemos ahora que las enfermedades mentales son desarreglos cerebrales, por lo cual pueden tratarse con mayor o menor éxito mediante píldoras o cirugía. La critica literaria, que usted menciona, puede ser correcta sin ser experimental, pero todo crítico literario responsable prueba sus hipótesis y al hacerlo obra científicamente.

¿Por qué afirma que "el psicoanálisis es tan pseudocientífico como la parapsicología"?

Porque ambos rehúyen la contrastación experimental y son incompatibles con la neurociencia cognitiva, que enseña que los procesos mentales son cerebrales.

El doctor Gregorio Klimovsky, sin ser un defensor del psicoanálisis, proponía considerarlo como una protociencia antes que como una pseudociencia, y esperar que los psicoanalistas lograsen la sistematización de la teoría psicoanalítica para convertirla así en científica. ¿Usted opina que no hay nada rescatable en el psicoanálisis?

No, no hay nada rescatable. Lo que pasa es que Klimovsky era un matemático, y tenía la visión de la ciencia que es común a los matemáticos. Creo entender que su posición era la de que si se axiomatizara y se formalizara correctamente el psicoanálisis, ya se convertiría en ciencia. En mi libro "La investigación científica" desarrollé un contra ejemplo; doy allí una "axiomática de los fantasmas", una teoría matemática de los fantasmas. Matemáticamente es correcta… ¡pero los fantasmas no existen!. La matematización es necesaria para hacer avanzar una ciencia más allá de cierto límite, para aumentar la precisión y la profundidad, pero no es imprescindible para hacer ciencia, y menos aún suficiente. Se puede macanear matemáticamente. La matemática no nos da más que formas; si usted llena las formas con basura, sigue siendo basura. Si en vez de descartar la basura la pone en un paquete lindo, con un moño rosa, sigue siendo basura. Yo estoy en desacuerdo con el doctor Klimovsky; el psicoanálisis no es científico, es una pseudociencia. Hace dos tipos de afirmaciones gratuitas: las comprobables y las no comprobables. Las no comprobables son no científicas desde el vamos. Las comprobables se dividen a su vez en dos grupos: las que nunca fueron puestas a prueba -y aún así son sostenidas por los psicoanalistas- y las que sí lo fueron y resultaron ser falsas. Estas últimas nunca fueron ensayadas por psicoanalistas, quienes jamás se anduvieron tomando ese tipo de molestias. Entonces, el carácter pseudocientífico del psicoanálisis es evidente.

Martin Gardner, en uno de sus últimos libros, sostiene que una buena forma de aprender ciencia es viendo en qué se equivocan sus chiflados. Esa parece una frase suya. ¿De qué chiflados, de que pseudociencias cree usted haber aprendido más?

Del psicoanálisis, claro. ¡Ah! también algo de la parapsicología. El motivo fue que algunos colegas físicos y matemáticos creían en la parapsicología. En la Universidad, la creencia en la parapsicología está muy difundida. Alrededor del 50% de la gente cree en la posibilidad de la telepatía, no tanto ya en la telekinesis. Para hacer la crítica uno necesita argumentos, y así lee artículos del "Journal of Parapsychology", analiza los experimentos, trata de ver qué es lo que falla, y hace además una crítica psicológica, desde el punto de vista de la filosofía de la mente. Como dice Gardner, se puede aprender mucho sobre el método científico leyendo a los macaneadores. Pero yo no creo que sean chiflados de la ciencia, ni que estas creencias sean ciencias patológicas, como alguien las llamó; son simplemente no-ciencia. Ni siquiera se toman mucho trabajo para aparentar ser ciencias, cualquiera puede entenderlas. Los únicos pseudocientíficos que hacen experimentos son los parapsicólogos. Del mismo modo, la única pseudociencia que se apoya en una ciencia es la astrología; son los únicos que consultan a la astronomía, los demás se valen solos. Son independientes. Justamente Freud insistía con el tema de la independencia del psicoanálisis con respecto a la neurofisiología, y Lacan aún más. Lacan quiso rescatar un proyecto de Facultad de Psicología esbozado por Freud. Los estudiantes deberían aprender literatura, mitología, y por supuesto, psicoanálisis I, II, etc. Tenían que tener cultura literaria y humanística pero ninguna cultura científica. En particular no se aprendía psicología experimental, nada que oliera a laboratorio. ¡Que contentos se pondrían al saber que su proyecto se realizó aquí, en el Tercer Mundo!

¿Cree usted que el psicoanálisis es la pseudociencia que, por dictarse en la Universidad, más influye sobre el estudiante?

Sí, sí. En la Universidad argentina ¿eh?; en mi Universidad y en las demás de Norteamérica no se enseña psicoanálisis, y menos que menos psicoanálisis lacaniano. Con alguna que otra excepción, y siempre en los departamentos de psiquiatría, no en los de psicología. Está en plena decadencia. A partir de los años '70 -o tal vez un poco antes- la cultura argentina ha sido barrida por los militares y por el irracionalismo. Es uno de los tantos componentes del esoterismo, del macaneo. ¿Cómo no va a invadir la Universidad?. La Universidad ha sido destruida en 1966 por la dictadura militar. Luego vino un intento de recuperación, después fue vuelta a destruir, y todavía no se ha recuperado. Es un escándalo que no haya epistemólogos que hagan la crítica de esta macana por falta total de preparación científica y filosófica. Hay que combinar las dos cosas. Una forma de ganarle terreno a los psicoanalistas sería disponer de un buen presupuesto, porque la psicobiología necesita laboratorios e instrumental, mientras que el psicoanálisis es barato para quienes lo practican. Por supuesto, es más fácil escribir un artículo psicoanalítico que una contribución seria a la psicología científica. Pero en el país existen –por suerte- psicólogos biológicos; los he encontrado en Mendoza y en Rosario. En España y México, invadidos por psicoanalistas argentinos, me he encontrado con algunos. Esta gente ha invertido años en adquirir esta preparación. La psicología moderna con laboratorios es la única que está haciendo avances espectaculares. Por eso es que se interesan por ella muchos médicos, psiquiatras y estudiosos de las afasias, de las perturbaciones del habla y de la comprensión del habla.

En el prefacio de su libro "Pseudociencia e ideología" usted relata que cuando era adolescente tenía en su estudio tres retratos: el de Einstein, el de Marx y el de Freud. Dice que el primero en caer fue el de Freud. Nos gustaría saber cómo, cuando y por qué cayó. ¿Fue algo paulatino?

No, fue bastante súbito. Fueron dos experiencias. Una con un psicoanalista amigo que me hizo uno de esos psicoanálisis instantáneos: "sí, lo que pasa es que vos tenés problemas de amor y de trabajo". Yo tenía dieciséis o diecisiete años. Al principio pensaba: ¿como se habrá enterado? Después empecé a recapacitar: "todos los adolescentes tenemos problemas de ese tipo". Y poco después este hombre enloqueció completamente: se quería tirar de una ventana porque decía que iba a salir volando. Entonces me dije: "bueno, por lo menos a la locura el psicoanálisis no la trata". Segundo, leí un libro de Bertrand Russell que se llamaba algo así como "Introducción a la Filosofía", de 1914. Y ahí tiene un largo capítulo sobre la psicología más avanzada de aquel tiempo: la reflexología y el conductismo, que habían nacido de Pavlov por una parte y de Watson por otra. Y, como todos saben, Russell se reía del psicoanálisis. Entonces pensé: "¡Ah! esta gente tratará de explicar las cosas de un modo materialista, recurriendo al sistema nervioso". Eso me abrió los ojos. Y tengo que recordar un tercer motivo: en aquella época yo me consideraba marxista. Leí un libro de Reuben Osborne -quien era freudomarxista- que expresaba la combinación o síntesis entre el marxismo y el freudismo, una corriente que nació en Viena y se propagó enseguida. El libro me indignó tanto que escribí un libro en contra. Y a medida que lo iba escribiendo me iba volviendo más y más anti psicoanalítico. Antes de estas tres experiencias yo creía en el psicoanálisis, desde luego, como adolescente porteño que ve los libros de Freud en los quioscos del subterráneo a 50 centavos cada uno, al alcance de todo el pueblo, de cualquiera que sepa leer y escribir; esto me convenció de que el psicoanálisis no era científico. Desde entonces, no he hecho más que continuar en esta opinión. Al estudiar psicología moderna, en particular psicología fisiológica, uno se da cuenta de que Freud, entre otras cosas, adopta una posición dualista frente al problema mente-cuerpo. Posición que no es original de Freud: es tan vieja como la religión, pero él la tomó del neurólogo inglés Hughlings Jackson, quien a su vez adoptó una posición propuesta por primera vez por el gran filósofo y matemático Leibniz, quien sostenía que los procesos mentales y los procesos biológicos eran paralelos entre sí. Cada vez que uno pensaba una idea, ocurría algo en el cerebro, pero era una sincronización: la mente iba por su lado y el cerebro por el suyo. Eran paralelos. Como dos relojes independientes pero sincronizados. Es la hipótesis del paralelismo psicofísico. Y bueno, es muy insatisfactorio. No se entiende por qué diablos son sincrónicos. Tampoco se entiende por qué un cerebro con muchas circunvoluciones nos confiere alguna superioridad. Si la mente no necesitara del cerebro, nos convendría tener un cerebro chiquito, que se ocupara de regular los movimientos y la temperatura, en lugar de tener una caja craneana tan incómoda que nos obliga, entre otras cosas, a la confección de sombreros.

En su libro "El problema mente-cerebro", usted hace una crítica a la postura de que los predicados mentalistas no son reductibles a predicados neurofisiológicos. Está claro que su concepción de la mente es la de una colección de procesos cerebrales. ¿Qué me dice de Russell cuando afirma que esos predicados son sintéticos y no analizables?

Sí, pero tenga en cuenta que Russell escribió esto en 1921, cuando casi toda la psicología fisiológica que había trataba sobre el problema de la percepción. Se ha avanzado muchísimo en estos tres cuartos de siglo. Le voy a dar un ejemplo. Usted puede decir que Fulano está hablando. Una manera neurofisiológica de decirlo es afirmar "las áreas de Wernicke y de Broca de Fulano están activas". Otra: "Fulano está viendo", es como decir "la corteza estriada de Fulano está activa en este momento". A primera vista pareciera que no tienen nada que ver. Eso ocurre porque no nos hemos acostumbrado. Es como si un dualista le dijese a un físico que el predicado brillante no tiene nada que ver con los que intervienen en la teoría del estado sólido, que analizan el proceso de reflexión de un rayo luminoso por los átomos que componen la superficie del objeto brillante, y sin embargo es la misma cosa. Los primeros en darse cuenta de que podemos deducir o definir los predicados que usamos para describir nuestras percepciones en términos de predicados que definen cosas invisibles fueron los atomistas griegos. Claro que ellos no tenían toda la teoría que ahora tenemos. Hoy se puede. El paso que la Física dio en el siglo XX tendrá que hacerlo la psicología en el próximo.

¿Podemos decir que hay un vacío a nivel psicoterapéutico en las corrientes psicológicas que tratan de enfocar científicamente su campo de interés?

Lo había hasta que nació la terapia de la conducta, que se ocupa de los casos tratables por medios sencillos, sin drogas. Lo hubo en el caso de la depresión y la esquizofrenia hasta 1955, cuando por primera vez se descubrieron neurolépticos eficaces. Es cierto que tienen efectos secundarios muy desagradables de tipo dermatológico y pérdida de memoria, aunque no una pérdida definitiva. También es verdad que tales dolencias no se pueden curar definitivamente, pero sabemos controlarlas con drogas. Hoy día se puede llevar una vida casi normal con problemas depresivos que, no tratados, probablemente llevarían al suicidio. Pero hay mucho por hacer todavía, no hay suficiente gente ocupándose de estas cosas y hay demasiada creyendo que la magia de la palabra puede suplir a las drogas, porque ignora que, entre otras cosas, el cerebro es un sistema químico. Basta cambiar la química del cerebro para modificar la forma de sentir o incluso de pensar. Y en realidad todos nosotros tenemos experiencias en ese sentido. Cuando estamos adormilados tomamos una taza de café; hay una droga llamada cafeína que nos da lucidez. Por eso no tendría que ser tan difícil de comprender.

Esto es una grave objeción al dualismo, el cual sin embargo persiste.

Persiste entre otras cosas porque estamos atados a la religión, porque tenemos resabios de una filosofía anticuada. Todavía la mayor parte de los cursos de psicología no son cursos de psicología biológica. El estudio de lo mental no se encara desde una perspectiva biológica.

¿Cree usted sinceramente que es posible aplicar metodología propia de la ciencía física o matemática al análisis de los distintos ámbitos de las ciencias humanas?

Así lo creo. Yo soy contrario a la llamada escuela Histórico-Cultural, según la cual las ciencias sociales son radicalmente diferentes de las naturales. Desde luego que son objetos diferentes y las técnicas son diferentes, pero creo que sí, que se puede, y además hay ciencias híbridas, ciencias mixtas que son a la vez naturales y sociales; la bioeconomía une ciertos aspectos de la biología con otros de la economía, la sociología de sociedades de animales es a la vez ciencia social y ciencia natural. Todos estos son ejemplo de ciencias híbridas y refutan la dicotomía entre ciencias naturales y sociales. Hay diferencias, pero no hay separación, hay unión, del mismo modo que los esposos o el matrimonio son diferentes pero están unidos.