30 de mayo de 2013

David Harvey: "El 1% que está en la cima no sufre por la crisis, por el contrario, se beneficia de ella"

El geógrafo y urbanista inglés Da­vid Harvey (1935) es, desde 2001, profesor distinguido de Antropología del centro de graduados de la City University of New York. Ense­ñó geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más de treinta años. En 1995 recibió la medalla de oro de la Real So­ciedad Geográfica de Londres y en 2007 ingresó en la Acade­mia Americana de Artes y Cien­cias. Estudioso de la obra de Marx, en 1982 publicó su obra destacada de teoría económica: "The limits to capital" (Los límites del capital). Luego se volcó al urbanismo con "Consciousness and the urban experience" (La conciencia y la experiencia urbana) y "The urbanization of capital" (La urbanización del capital), ambos de 1985. Otras de sus obras son "A brief history of neoliberalism" (Breve historia del neoliberalismo), "The condition of postmodernity" (La condición de la postmodernidad), "The new imperialism" (El nuevo imperialismo), "Spaces of global capitalism" (Espacios del capitalismo global) y "Rebel cities" (Ciudades rebeldes). A través de internet, Harvey invita a leer "El capital" de Marx. Prolija­mente, los distintos tomos de la obra son analizados por Harvey y ofrecidos gratuitamen­te en video a quien quiera verlo y escucharlo en la web. Gesto que es una de las modalidades de su activismo global, la reflexión del geógrafo -que re­corre la teoría económica, el ur­banismo y los estudios culturales- hilvana primorosamente entre sí los tópicos de esas disciplinas con una mirada crítica puesta en las contradicciones del presente. En los años ochenta Harvey focalizó sus estudios tanto en la economía como en las ciudades y sus transformacio­nes en relación con el capitalismo. Más recientemente, su reflexión dio un nuevo giro al ligarlo a las posibilidades concretas de activismo urbano, como el impulsado por Right to the City Alliance en Estados Unidos, movimiento con el que este académico colabora activamente. Movimientos como Occupy Wall Street en Nueva York se inspiran, en parte, en la obra de este pensador que propone la búsqueda de una ciudad que dé prioridad a la clase trabajadora, en la que no predomine el lucro inmobiliario por sobre las necesidades de vivienda y calidad de vida de la gente. La entrevista con Harvey que fuera realizada por Alejandra Ballester y publicada en el nº 504 de la revista "Ñ" del 25 de mayo de 2013, gira en torno a la crisis europea y su impacto en las economías periféricas.


¿Cuáles son para usted la causas profundas de la crisis?

Una de las cosas que me intrigan más es la desigual expresión geográfica de la crisis. En muchas partes del mundo no se siente mucho la crisis, en otras la sienten levemente y se recuperan rá­pido. Sólo en algunas partes del mundo pare­ce haber una profunda crisis: en Norteamérica, Europa y Japón. Gran parte de la economía global está en problemas pero sobre to­do porque esas regiones están en problemas. Y lo están por cuestio­nes económicas pero, sobre todo, por cuestiones políticas. Había un camino hacia la recuperación que no tomaron por cuestiones ideológicas y políticas. La política de austeridad que predomina en Europa y, en cierta medida en los Estados Unidos, es catastrófica. Querría mirar a las fuerzas políticas que están sosteniendo la crisis en vez de resolverla. ¿Por qué están sosteniendo la crisis? Creo que por que el 1% que está en la cima no sufre por la crisis, por el contrario, se beneficia de ella. Es un desas­tre para la población común, pero como los ricos tienen los medios, tienen el poder, pueden sostener esta política que profundiza la crisis en vez de resolverla.

En uno de sus libros recientes usted se refería a los nuevos imperialismos. ¿Considera que esta crisis tiene que ver con ese fenómeno?

Creo que la crisis se expresa a través de ello, no que lo dicta. El hecho de que la crisis suceda en las regiones que son el corazón de las prácticas imperiales tradicionales ha llevado a la fragmentación de las relaciones imperiales, de las relaciones de dominación. Por ejemplo, China es mucho más dominante de lo que era an­tes, de la misma manera que ha habido una práctica imperialista sudcoreana o taiwanesa. Subimperialismos que tradicionalmente anidaban en los imperialismos mayores. Cuando esos grandes imperios están en problemas, los menores ganan espacio a partir de la crisis. Brasil es más podero­so en América Latina que lo que era antaño. China es hegemónico en el lejano Este y, con intereses crecientes en Africa y América Latina, está diseminando su he­gemonía. Intereses geopolíticos y geoeconómicos están tomando forma en la situación actual.

Usted se ha referido a un retor­no del "capitalismo por despo­sesión". ¿Cómo analiza su pre­sencia en este contexto?

La acumulación por despose­sión ha sido largamente parte del capitalismo, pero en las circuns­tancias contemporáneas se ha vuelto más prominente, quizás porque los medios convenciona­les de obtener beneficios se han vuelto más difíciles. Entonces, se ha producido un enorme robo de activos de gente a través de varias tácticas. Por medio del sistema financiero, el sistema de crédito, por la apropiación de propiedades. Cuatro millones de personas perdieron sus casas en Estados Unidos: es un caso típico de pér­dida de activos. Sabemos que, por ejemplo, el grupo de afroameri­canos y de hispanos en Estados Unidos perdieron el 70% de sus activos en los últimos tres o cuatro años. Es una gran pérdida para ellos.

Con movimientos como Occupy Wall Street en Nueva York, Indignados en las ciudades es­pañolas, y otros similares, ¿po­demos considerar a las ciudades como laboratorios de la protesta social contemporánea?

Mi último libro, "Ciudades rebeldes", trata sobre esto. Cómo las ciudades son centros de acumulación capitalista pero también son el centro de luchas de clases no siempre reconocidas por la izquierda, integra­das por trabajadores domésticos, empleados de restaurantes, cho­feres de taxis, de "delivery", no muy bien vistos en el pensamiento de izquierda, y eso los hace intere­santes. Estamos comenzando a ver organizaciones de estos tra­bajadores que empiezan a juntar­se. Veo a las ciudades como un punto fuerte de lucha de clases en muchos temas como los alquileres y los sistemas de crédito, presentes de manera muy fuerte en áreas urbanas; por eso es que las ciudades se vuelven un medio en el que nuevas formas de lucha comienzan a surgir.

¿Considera que pueden llegar a conformar una fuerza políti­ca?

Tienen distinto tipo de potencial en El Cairo, en Madrid, los Indig­nados; hay muchos movimientos que resisten. El único problema para mi es que una cosa es resis­tir y otra es crear. Las luchas que involucran a los estudiantes chi­lenos están tratando de construir algo verdaderamente diferente en términos de educación y el acce­so a ella: hay una verdadera de­manda de cambio; parecen tener apoyo popular y resultar exitosas. Hay un movimiento paralelo en Quebec también. Uno da la vuelta al mundo y ve gran cantidad de movimientos: es claro que algo di­ferente está pasando. Muchos de estos movimientos tienen el foco en la ciudad, ya no en el lugar de trabajo. Entonces, esto despla­za algunas ideas de la izquierda sobre cuál es la estrategia viable para la lucha anticapitalista; lo urbano está reemergiendo como una cuestión y un lugar para que esa lucha ocurra.

¿Qué posibilidades tiene la gente para pelear por su derecho a la ciudad?

Hay un movimiento antidesalojos, un movimiento de ocupación, que intenta volver a poner den­tro de sus casas a la gente que ha sido desalojada en los Estados Unidos. Se llama Take back the land (Recu­perar la tierra), también se ocupa de prevenir los desalojos. El movimiento de Derecho a la Ciudad se involucra en acciones contra todo lo que resulta exclusivo en las políticas de la tierra del gran capital y los grandes aparatos. Tratan de modificar, de alguna manera, las políticas de adqui­sición de la tierra. De modo que existen ciertos intentos.

¿Cree que el rol de los nuevos medios como internet o el iphone en las revueltas, como en el caso de la primavera árabe, implican un cambio cultural?

Creo que se ha exagerado acerca de la importancia de la tecnología de la comunicación en las revuel­tas. Por supuesto que es impor­tante, la gente en las revueltas la ha usado y es importante que lo haya hecho. Internet da mayores posibilidades de comunicación y en ciertas situaciones se puede volver muy importante. Pero si se mira lo sucedido en Egipto, no es algo que haya surgido de la nada. Había habido una serie de huelgas varios años antes, había descontento en los barrios por el alza del precio de los alimentos, de manera que había descontento de los trabajadores por aquí, des­contento popular por allá. Posible­mente la clase media haya dispa­rado la cosa con el uso de internet, pero si hubiera sido sólo eso todo habría terminado rápidamente. La mayoría de la gente en la Plaza Tahrir no eran estudiantes sino trabajadores. Y siguió habiendo una fuerte movilización luego de la destitución de Mubarak. Todo tiene que ver con los niveles de descontento, la sensación de que algo tiene que cambiar, no se trata de que alguien un día escriba un twitt. Los medios occidentales, particularmente, exageran el rol de Internet y Facebook.

A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o universitarios críticos?

Hay dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde luego, de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las ideas. Por tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es luchar en el mundo universitario por diferentes tipos de producción de saberes, de reproducción de saberes. Los que están fuera de la universidad piensan a menudo que esta es una torre de marfil, pero no es así, la universidad es un terreno de lucha bastante encarnizada. Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios en el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas como las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a las presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las universidades. Es un poco como los trabajadores de una fábrica siderúrgica, hay que organizarse en el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero creo que también tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las que reflexionamos y presentarlas de manera que sean comprensibles para un público amplio, pensando en cómo la gente puede leer esto y extraer sus propias conclusiones. No creo que los universitarios conozcamos mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi opinión es que cuando trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo que quieren y lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que hacer, eso ni se me ocurriría. Pero cuando tal vez yo puedo ser útil es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo que ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y la lucha anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación, podemos sentarnos juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación con prácticas y cuestiones más amplias. Creo que en el mundo universitario tratamos de desarrollar este panorama de cómo funciona la economía, o cómo se aplica la política, y a veces esto es útil para las organizaciones políticas y los movimientos sociales. Así que creo que es preciso mantener abiertos los espacios en el interior del mundo universitario para trabajos progresistas y estrechar lazos con organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de nosotros en el proceso de lucha política.