El 2 de
marzo de 1933 se estrenaba en el Radio City Music Hall de Nueva York una
película cuyo personaje principal pasaría desde entonces a convertirse en uno
de los iconos de la cultura popular: "King Kong". En los créditos de la misma
aparecían los nombres de sus directores, Ernest Schoedsack (1893-1979) y Merian
Cooper (1894-1973); de sus guionistas, Ruth Rose (1891-1978) y James
Creelman (1894-1941); y naturalmente el de sus actores,
entre ellos Fay Wray (1907-2004) y Robert Armstrong (1890-1973).
Pero, curiosamente, no aparecía el del gestor de la idea y autor del guión
original, el prolífico escritor británico Edgar Wallace.
Wallace, quien había fallecido en Hollywood poco
más de un año antes del estreno, era uno de los autores de mayor éxito de su
tiempo, llegando a ser sus libros los segundos más vendidos en Gran Bretaña después de la Biblia.
Especializándose en historias detectivescas y de suspenso, alcanzó a publicar
en vida algo más de un centenar y medio de novelas y relatos, y es considerado por muchos el
creador del género del "thriller" moderno. Había nacido en el distrito londinense
de Greenwich el 1 de abril de 1875, hijo ilegítimo de dos actores católicos de
una pequeña compañía teatral quienes lo entregaron en adopción al propietario
de un pescadería en el distrito de Billingsgate. Este hombre se encargó de su
educación primaria internándolo en un colegio en Peckham, situación que duraría
hasta que el futuro escritor cumplió sus doce años. A partir de allí abandonaría
sus estudios y desempeñaría diversos trabajos para sobrevivir: distribuidor de
periódicos, vendedor de zapatos, operario de imprenta, albañil, cocinero de un
buque, dependiente de una fábrica de impermeables y repartidor de leche.
En 1894
ingresó en el ejército y, tras dos años en el Regimiento Real de West Kent de Londres,
fue enviado a Sudáfrica, donde Gran Bretaña se aprestaba a intervenir
militarmente tras el descubrimiento de ricos yacimientos
de oro y diamantes en los territorios controlados por los bóers,
granjeros de origen holandés que se habían establecido en la zona a mediados
del siglo XVII. Wallace, quien había comenzado a escribir baladas y poemas durante
su servicio en la capital británica, conoció en Ciudad del Cabo a Rudyard
Kipling (1865-1936), quién alentó sus aspiraciones literarias. Destinado
al cuerpo médico del ejército británico, pronto pidió su traslado a la sección
de prensa y al poco tiempo renunció al ejército para dedicarse al periodismo.
Ayudado por el escritor William Shaw Caldecott (1839-1921), consiguió trabajo
como corresponsal de la agencia de noticias "Reuter" y del periódico "Daily
Mail". Para entonces ya había publicado dos libros de poemas: "Songs"
(Canciones) y "The mission that failed" (La misión fallida), mientras dirigía
el periódico "Rand Daily Mail" de Johannesburgo.
Tras
renunciar al ejército y regresar a su país natal, Wallace se dedicó plenamente
al periodismo trabajando en diversos periódicos. En 1905 publicó su primera y más
conocida novela: "The four just men" (Los cuatro hombres justos),
dando comienzo a una exitosa carrera como escritor. Durante los siguientes
años continuaría publicando novelas, principalmente de suspenso -aunque
también varias colecciones de cuentos ambientados en la África colonial-, con
un ritmo de publicación de una obra al año, y más tarde, consiguiendo sacar al
mercado dos o incluso tres por año. Así se irían sucediendo títulos como "The
Council of Justice" (El Tribunal de Justicia), "The people of the river" (La gente
del río), "The nine bears" (Los nueve osos), "The fourth plague" (La cuarta plaga),
"The melody of death" (La melodía de la muerte), "The secret house" (La casa
secreta), "Bones of the river" (Huesos en el río) y "The crimson circle" (El
círculo carmesí), entre muchos otros.
Simultáneamente
fundó y dirigió varios periódicos deportivos (era muy aficionado a las carreras
de caballos), escribió obras de teatro, crítica teatral y guiones de cine y,
durante la Primera Guerra Mundial, trabajó tanto para la sección de Lincoln's
Inn de la Policía Especial (para velar por la seguridad del Palacio de
Buckingham) como para la War Office del Ministerio de la Guerra (para
interrogar ex prisioneros procedentes de los campos de concentración alemanes).
Con el desarrollo cada vez más vertiginoso del séptimo arte durante los años '20,
varias de sus novelas y obras teatrales fueron llevadas al cine, principalmente
en Alemania, país en el que se realizarían numerosas adaptaciones de sus obras
hasta mediados de los años '90.
A
diferencia de otros escritores como Arthur Conan Doyle (1859-1930) o Agatha
Christie (1890-1976), quienes centraron la mayor parte de sus obras en un solo
personaje (Sherlock Holmes y Hércules Poirot, respectivamente), Wallace repartió
buena parte de las suyas entre varios: el detective J.G. Reeder, el
flemático Evans, el comisionado Sanders y el nativo africano
Bosambo entre un sinnúmero de audaces policías, bisoños investigadores, valientes
heroínas, ladrones perspicaces y malvados mafiosos. Wallace, quien además de su
febril ritmo de escritura y publicación casi siempre lograba mantener dos o
tres obras de teatro representándose simultáneamente, falleció el 7 de febrero
de 1932 a causa de una grave diabetes tardíamente diagnosticada. Sus últimas
novelas habían aparecido el año anterior: "The coat of arms" (El escudo de
armas), "The devil man" (El hombre diabólico) y "The frightened lady" (La dama
atemorizada).
Para muchos
integrantes de la crítica literaria de su tiempo, Wallace fue un escritor "habilidoso"
y "popular"; para otros era tan sólo un escritor "astuto" y "petulante", mientras
que James Joyce (1882-1941) recomendaba la lectura de sus irónicos
artículos periodísticos publicados en el "Daily Mail". George Orwell (1903-1950),
por su parte, lo definió con menosprecio como un "devoto admirador de rufianes y matones" y hasta Leon
Trotsky (1877-1940) fue más allá aún al caracterizarlo como un escritor
"mediocre, desdeñable y ordinario, sin sombra de percepción, talento o
imaginación". En la Argentina, las novelas de Wallace eran publicadas en
la "Colección Misterio", una edición semanal que la editorial Tor había lanzado
en 1931 y que se vendía en puestos de revistas y kioscos callejeros a precios
accesibles. En 1934 apareció la revista quincenal "Leoplán", la que también publicaría
a autores dedicados a la ficción policíaca, entre ellos S.S. Van Dine (1888-1939),
William Irish (1903-1968) y Georges Simenon (1903-1989), pero no incluyó
en su catálogo a Wallace.
En febrero
de 1945 nació "El Séptimo Círculo", la colección dirigida por Jorge Luis Borges
(1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999). Rastreando las
novedades dentro de las pautas de la novela de enigma de las editoriales
anglo-norteamericanas y las recomendaciones del "Times Literary Supplement", la
colección fue un éxito desde el volumen inicial de su catálogo. Por allí
pasaron maestros del género como James Cain (1892-1977), James Hadley Chase (1906-1985), Ross
Macdonald (1915-1983) y, por supuesto, Raymond Chandler (1888-1959), pero
jamás Edgar Wallace.
Borges, años después, escribiría: "El inglés conoce la
agitación de dos incompatibles pasiones: el extraño apetito de aventuras y el
extraño apetito de legalidad. Ambas pasiones -la de las aventuras singulares,
la de la inmaculada legalidad- hallan satisfacción en la narración policial.
Edgar Wallace, tengo entendido, era uno de los más conocidos artífices de ese
género literario. No he leído su obra. Lamento esa omisión y tengo el propósito
de corregirla, porque no soy de los que misteriosamente desdeñan las tramas
misteriosas. Creo, por el contrario, que la organización y la aclaración,
siquiera mediocre, de un suculento asesinato o de un doble robo, exigen un
trabajo intelectual que es muy superior a la fétida emanación de sonetos
sentimentales o de diálogos entre personajes de nombre griego o de meritorios
estudios sobre el alma del tango y otras inclinaciones de la ignominia. Espero
que nuestra literatura argentina merecerá tener, algún improbable día, su Edgar
Wallace".